Felicidad entre pasteles

Tema en 'Relatos' iniciado por Kirino Sora, 31 Diciembre 2012.

  1.  
    Kirino Sora

    Kirino Sora Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    4 Octubre 2011
    Mensajes:
    189
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Felicidad entre pasteles
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1861
    ¡Hola a todos! Yo vengo aquí con una nueva historia, esta vez un cuento corto, malo, pero con una última enseñanza del año
    Como no quiero aburrir ya desde el minuto cero, continuaré con mi pequeño monólogo al final de la historia (?) Espero que disfrutéis de él.

    Felicidad entre pasteles

    Había una vez, en un pueblo muy lejano, todos los ciudadanos salían de sus casas cada vez que se alzaba el sol. Muchos madrugaban para ir a comprar al mercado, y pronto el corazón del pueblo era invadido por las sonrisas de sus habitantes. Las panaderías y pastelerías de los alrededores estaban siempre abarrotadas, pero ninguna poseía más clientes que la tienda de Egil, el maestro pastelero.

    Su tienda estaba situada frente a la fuente de la plaza, entre el campanario y la iglesia, y su aspecto destartalado hace que no sea atrayente para los forasteros. Sin embargo, tras esa puerta se hallaba un paraíso de dulces, de distintos sabores y tamaños muy variados, y a un hombre amable y generoso, de piel morena, ojos risueños y con una abundante barba cobriza, cuya sonrisa no puede ocultar.

    Egil era el pastelero más habilidoso del continente del norte, y mucha gente compraba en su pequeña tienda. Desde las madres hasta los ancianos y niños del pueblo, todos salían de la tienda de Egil con una sonrisa en sus rostros. Antes de cerrar, él guardaba el pan que le había sobrado en una cesta para luego dirigirse a la iglesia, donde le esperaban una gran cantidad de niños ansiosos por la llegada del hombre. Egil se sentía agradecido con la anciana que custodiaba ese lugar hasta hacía dos años, cuya enfermedad consiguió vencerla; la amabilidad y el cariño que recibió cuando era un niño indefenso y sin la protección de sus ya difuntos padres jamás sería olvidada.

    Por supuesto, él no se encontraba solo; como cualquier maestro, Egil disponía de la ayuda de sus dos aprendices: Choco y Latte.

    Choco era el aprendiz más antiguo del maestro y había estado con él desde hacía prácticamente toda una vida. Todavía recordaba el día en que le pidió ser su aprendiz, a la temprana edad de ocho años, hace ya casi seis años; fue la primera vez que contempló tanta determinación después de tanto tiempo.

    Él era un chico de cabellos cortos y azabaches, ambicioso, serio y extremadamente perfeccionista. Sólo había que ver sus oscuros ojos llenos de ojeras para saber que se había pasado la noche entera practicando, y la mirada cansada que tenía cada vez que le invadía la frustración de no poder mejorar a pesar del tiempo que llevaba como aprendiz.

    Por eso mismo la rivalidad que tenía con Latte era inmensamente grande, cosa que él no lo veía de ese modo.

    Latte era un muchacho con talento, pero su modestia hacía que no creyese en su potencial. Llegó hace aproximadamente un año y medio, hambriento y sin techo donde resguardarse. Egil, más por amabilidad que por compasión, acogió al pequeño niño de doce años y lo crió como si fuera su propio hijo. Cuando el niño, de hebras doradas como el oro y ojos grises, probó uno de sus pasteles, inmediatamente quiso aprender a realizar dichos dulces, y desde entonces ha estado en la cocina junto a Egil y Choco. Cualquiera podría asegurar el amor y la pasión que le ponía el joven aprendiz a cada pedacito de pastel y a cada miga de pan; lo sabría cualquiera viendo la enorme sonrisa que esbozaba cada vez que cocinaba.

    Latte aprendía muy deprisa y pronto su talento fue reconocido por su maestro, para la desgracia de Choco. La envidia le invadía todo el cuerpo, y se angustiaba cada vez más por cada halago que recibía por parte de Egil.

    ¿¡Por qué él debe de ser mejor aún cuando yo llevo más tiempo con él!?”, se cuestionaba Choco para sus adentros. Su frustración aumentaba por cada día que pasaba.

    Entonces llegó la primavera, y aquello significaba que la competición de repostería, organizada por la familia real, estaba al caer. Choco y Latte tenían pensado participar como ayudantes de Egil para el concurso, sin embargo la noticia de su maestro les tomó desprevenido.

    Este año yo seré uno de los jueces, por lo que no podré participar —anunció—. ¡Por eso vosotros participaréis en mi lugar!

    Latte era un muchacho muy inocente y por ello jamás pensó en aquella posibilidad, pero Choco conocía a su maestro desde hace algún tiempo y aquello era normal por su parte. Sin embargo estaba preocupado; con Latte participando su derrota estaba garantizada. Y él lo que quería era ser uno de los mejores pasteleros del mundo. Quería ser igual que talentoso que su maestro Egil.

    Por eso mismo tomó el estúpido riesgo de colarse en el despacho de su maestro y robarle una de sus recetas.

    Para cuando el día del certamen llegó, Choco ya tenía la receta dominada. Los dos aprendices junto a los demás participantes empezaron a cocinar, cada uno en una mesa diferente. Latte cometió un fallo tras otro a causa de los nervios, lo que consiguió sacarle una sonrisa a Choco; sin embargo, a pesar de los fallos realizados, consiguió terminar su plato.

    Choco no podía para de reír en su interior, completamente seguro de su victoria. Sin embargo, en el momento en que los jueces y demás habitantes del pueblo degustaron cada uno de los platillos y dieron los resultados, las altas expectativas que tenía cayeron al suelo.

    Había perdido, y Latte había sido el ganador.

    Choco se giró hacia su maestro y gritó: “¿¡Por qué no he sido yo el ganador!? ¡¡La diferencia debe de ser bastante clara!!

    El maestro Egil sólo se limitó a decir lo siguiente: “Sí, es verdad, la diferencia es bastante clara. ¿Pero sabe por qué no has ganado? Observa fijamente tu alrededor, ¿qué ves?”

    El aprendiz, desconcertado, hizo lo que su maestro le ordenó. Veía los rostros de los aldeanos.

    No comprendo exactamente lo que quiere... —Pero jamás llegó a completar su frase.

    La verdad tan clara que tenía delante de sus ojos le proporcionó una fuerte punzada sobre su pecho. «Sonrisas», era lo que veía. Entonces mordió su labio inferior, comprendiendo lo que quería decir.

    ¿Lo entiendes? Buscabas tan desesperadamente la perfección que no te percataste de lo más importante a la hora de cocinar: el deseo de hacer feliz a tu alrededor por tus propios medios, sin imitar a nadie.

    ¿Entonces usted lo sabía? Que había robado sus recetas.

    Egil no pudo contener una risa.

    ¿Acaso crees que no reconocería una creación mía? —espetó él con gracia—. Choco, sólo sé tú mismo y podrás alcanzar tus sueños. No te dejes influenciar por el resto al igual que hiciste con Latte; sólo conseguirán herirte más aún.

    El maestro, que observaba a su aprendiz con la cabeza baja, posó su mano sobre su cabeza y le dio una enseñanza que jamás sería capaz de olvidar:

    Mientras la envidia no te corrompa,
    mientras no trates de imitar a nadie y ser tú mismo,
    mientras no traiciones a tu corazón,
    la felicidad llegará, tanto para ti como para los que te rodean.
    Porque no hay nada más gratificante que hacer y hacerte feliz por tus propios medios.
    Sólo sé tú mismo y verás que tus esfuerzos serán recompensados.”

    El primer aprendiz sonrió, y las palabras no le fueron suficientes para expresar la gratitud que sentía hacia aquel hombre.

    Le estoy eternamente agradecido, maestro pastelero.

    Y tras decir esas seis palabras, los tres volvieron a la pastelería para crear más dulces. Hacia una felicidad entre pasteles.


    ¡Gracias a aquellos que han leído hasta el final! ¿Qué tal habéis pasado estas fiestas? Ok, tuve que haberlo preguntado arriba Admito que lo he pasado ciertamente mal, sobre todo tras haber recibido un comentario anónimo en Fanfiction.net después de que publicara una historia nueva; quedé realmente devastada por el comentario, pero no de la furia, sino porque lo que decía era tan cierto que estuve a punto de borrar la cuenta de allí y aquí. Lloré, enfadé y preocupé a mis padres en la cena familiar de ese día y no disfruté en absoluto; lo consideraré como mi castigo.

    Aquel corto comentario me hizo abrir los ojos de una manera tan brutal que actualmente estoy algo perdida; he comenzado a dudar de mi sueño de ser escritora y ahora prácticamente tengo miedo a escribir nada por temor a cometer el mismo error de todas mis historias, un error que no me importaría confesar para aquellos que poseen interés en saberlo.

    Y he aquí este corto y algo apresurado cuento, que relata tanto mi situación expresada de una manera diferente como la enseñanza que aprendí y que espero perfeccionar. Actualmente no me veo capaz de escribir, lo admito, tengo bloqueo de escritora y algo conocido como "vacío existencial", así que tardaré más en actualizar mi historia de Vocaloid mis más sinceras disculpas a aquellos que siguen esperando la continuación. Quiero tener tiempo tanto para pensar en una novela que tengo planeada escribir desde hace dos años como para reflexionar sobre mí misma y mi escritura, cómo mejorar y no cometer nuevamente el mismo fallo. Porque no quiero seguir huyendo de esto, de este temor que tengo a no comenzar a escribirla por miedo a arrepentirme en un futuro.

    Gracias a aquellos que llegaron a leer realmente hasta el final y soportar a esta depresiva "yo".

    Mi promesa para el año que viene: "No más lágrimas ni dudas. Seguiré hasta delante sin huir, afrontando mis miedos. No voy a seguir huyendo de mí misma."

    ¡Feliz Nochevieja y Año Nuevo!

    Hasta la próxima vez que nos veamos,
    Kirino Sora.
     
  2.  
    Whatsername

    Whatsername Procrastinadora prodigio

    Capricornio
    Miembro desde:
    11 Marzo 2012
    Mensajes:
    98
    Pluma de
    Escritor
    Primera, chaval.

    Caraí, estamos en las mismas querida. Mi miedo a echar a perder fics, o dejarlos sin completar o tal vez la duda de no ser tan buena como los demás; no te preocupes, no estáis sola. Yo vengo a criticar tu moraleja más bien me pareció así, perdona. Me agradaste.

    Me encantó. Lo adoré. Lloré. Follé incluso con él. Yep, perdona si rompo las reglas de la materia; pero ya tu sabes a que voy; me encantó, no hay palabras. Aunque noté un error, algo fuerte; repetiste la parte en donde describes a Choco. Checalo.

    Gracias por el feliz año, yo también te lo deseo a ti, amor. Cuídate, sigue escribiendo así, por que lo haces de maravilla.

    Bye. C:
     
    • Me gusta Me gusta x 1
Cargando...
Similar Threads - Felicidad pasteles
  1. Sonia de Arnau
    Respuestas:
    1
    Vistas:
    441
  2. Asdfghjklñ
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    495
  3. Poikachum
    Respuestas:
    1
    Vistas:
    393
  4. alice chan
    Respuestas:
    0
    Vistas:
    434
  5. Lexa
    Respuestas:
    3
    Vistas:
    531

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso