One-shot de Pokémon - Febrero — Dios desde la máquina

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por Maze, 27 Abril 2019.

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    Maze

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    Aries
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    Febrero — Dios desde la máquina
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    Fantasmas
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    Teníamos once años en aquel entonces. Habíamos pasado los últimos dos meses contando los días hasta nuestro cumpleaños porque sabíamos perfectamente lo que significaba. Incluso la noche anterior la pasamos en vela sobre el tejado de mi casa mirando hacia las estrellas, imaginando todo lo que nos esperaba hasta que su hermana y mi madre nos instaron a bajar.

    El día siguiente llegó, pero su abuelo no estaba en ninguna parte. Green se desesperaba en la entrada del laboratorio contando los minutos. Habíamos anticipado tanto ese momento que él no estaba dispuesto a perder un segundo más, pero yo no quería que estropeara mi humor, así que lo dejé para dar una vuelta por el pueblo.

    Paleta es un lugar pequeño, tanto que a veces sentía que había solo cuatro casas en él. Recorrerlo de una esquina a otra no me tomó mucho tiempo y como no tenía otra cosa qué hacer, volví a hacerlo una y otra vez hasta que el sol empezó a caer. Creo que esa fue la primera vez que lo escuché... aunque no estoy seguro de que esa sea la palabra correcta. No era tanto como una voz, era una sensación hasta entonces desconocida que bajaba por mi cuello, como unos fríos dedos presionando mi nuca para mirar hacia la espesura, hacia las afueras de Paleta. Toda mi vida me habían advertido acerca de los peligros de la hierba alta, de los pokémon salvajes que habitaban en ella, algunos capaces de romper huesos y secuestrar niños, y a menos que tuviera un pokémon conmigo, cruzar los límites del pueblo estaba estrictamente prohibido. Y sin embargo, mis pies parecían moverse por su cuenta, obedeciendo al mismo impulso que empezaba a volverse palpable. Si Green me hubiera visto entonces, rompiendo las reglas, a punto de pisar la hierba alta, seguro hubiera muerto de la envidia, pero antes de que pudiera dar el primer paso fuera de Paleta el profesor apareció en escena, como si estuviera esperando el momento oportuno, y me condujo a su laboratorio para que la historia pudiera comenzar.

    Agua, Fuego y Planta. Squirtle, Charmander y Bulbasaur. Sólo podíamos tener uno cada quien, y suspiré de alivio cuando Green me dejó elegir primero porque ya había tomado mi decisión. Quería a Bulbasaur; algo en sus ojos rojos me recordaba a los míos, como si me viera a mí mismo, pero más confiable y fuerte. Entendí mi mano hacia él y respondió de inmediato, yendo a mí con alegría a que acariciara su cabeza. Lo tomé en brazos para ponerlo a mi propia altura, y fue entonces cuando lo escuché por primera vez, cuando la sensación se volvió tan fuerte que se convirtió en una voz decidida, firme y penetrante que resonó a través de mi cuerpo como una sentencia.

    «Charizard».

    ¿Estaba bien, cierto? Bulbasaur era el mejor de los tres, y si no lo tomaba yo, seguro lo hacía Green. ¿No se trata de eso viajar? ¿De superar tus propios límites y aceptar nuevos desafíos? ¿Por qué quería viajar con un pokémon que me recordaba a mí mismo? Charmander. Debía ser Charmander.

    Sus ojos se empañaron cuando lo dejé sobre la mesa. Me miraba confundido y parecía querer echarse a llorar. Cuando tomé a Charmander en su lugar, hizo un débil intento por alzar la voz, pero no pude escucharlo porque tan pronto como hice mi elección, Green hizo la propia y reclamó a Squirtle para sí mismo, retándome a nuestra primera batalla.

    Green, en un alarde de superioridad, ordenó a su pokémon realizar diversos movimientos, combinando ataques y tratando de burlar a Charmander. Pero la voz en mi cabeza no se había ido del todo, y aunque era mucho más débil, podía escuchar la única palabra que repetía una y otra vez: "ataca, ataca, ataca", y la misma salía de mis labios como la única estrategia segura que probó funcionar: luego de tan solo unos minutos, Squirtle cayó debilitado.


    Mi viaje empezó como una ráfaga de viento, como una sucesión continua de victorias. Al principio, cuando trataba de concentrarme durante una batalla con suficiente fuerza, su voz se hacía presente para indicarme la respuesta correcta, pero poco a poco noté que tenía más consejos para darme. Incluso cuando no parecían evidentes a corto plazo. Conseguí atrapar un caterpie, y aunque fuera mucho más débil que Charmander, seguimos entrenando hasta que evolucionó a Butterfree, y pasamos horas en el bosque verde hasta encontrar y capturar a Pikachu. Y si aún me quedaba alguna duda para ese entonces, se disipó por completo cuando ambos probaron su valor en los gimnasios de Plateada y Celeste. Brock y Misty estaban tan sorprendidos que les costaba disimular cuando me entregaron ambas medallas. Me sentía eufórico, sabía que era especial. Había soñado toda mi vida con convertirme en un entrenador, y ahora que tenía la oportunidad, resultó que era bueno para ello. Con el tiempo, el sueño de volverme campeón empezó a parecerme una realidad. Cuando dos entrenadores cruzan miradas una batalla comienza, y en mis ojos brillaba una nueva leyenda.

    Cuando me decía que buscara bajo una roca, encontraba una poción. Cuando me indicaba el camino a tomar en una cueva, por lo regular era la correcta. Llegó un momento en que esperaba continuamente su voz, evitando hablar en lo posible por si llegaba a decir algo de utilidad, y con el tiempo me fui encerrando en mi cabeza, ¿para qué hablar con otros, cuando él parecía saberlo todo? La única excepción a la regla era cuando él quería que hablara con otros, y siempre eran las personas indicadas para conseguir una bicicleta, un viaje por ferry o un extraño eevee para añadir a mi equipo. Volví a encontrarme con Green, y en cada oportunidad me retaba de nuevo, pero la distancia entre nosotros era cada vez más grande. Cuando nos encontramos en el S.S. Anne, la derrota fue tan humillante que en nuestra próxima batalla apenas y podía ocultar su resentimiento. ¿Por qué lo hacía? ¿Es que no éramos amigos, o no soportaba que fuera mejor que él en algo? Siempre alardeaba de sus medallas, de cuántos pokémon había capturado y qué tan fuerte era, pero yo lo superaba sistemáticamente en todo. A cada encuentro se volvía más arrogante, y en consecuencia dejé de responderle durante todo el combate. De todos modos, tenía asuntos más importantes en mente: seguir reuniendo las medallas y el Team Rocket.

    Parecían estar en todas partes. Eran una organización criminal que se dedicaba a traficar pokémon, y aunque parezca sencillo decirlo, en aquel entonces tuve que lidiar con las verdaderas implicaciones de ello. Fui testigo de cosas horribles, vi a esos reclutas secuestrar cubone para quitarles sus huesos, amenazando a otros niños, invadiendo cazas, y en Azulona, ver a los empleados del casino vender esos mismos pokémon a la vista de todos, débiles y traumatizados, sin que nadie hiciera el menor intento de detenerlos. Moría de miedo, y si en algún momento me planteé la posibilidad de renunciar y volver casa, fue en ese entonces. Había visto demasiado y era demasiado pequeño, y siempre que combatía con uno de ellos, sabía que el menor error iba a costarme mis pokémon. Si perdía una sola vez iba a perderlos para siempre, e incluso podrían desaparecerme a mí también, y si hubo una razón por la que seguí adelante, fue porque la voz en mi cabeza insistía en que era lo correcto. "Sé un héroe" decía, "tú puedes hacerlo"; y aunque una parte de mí le creía, obedecerlo no fue menos duro. Los escondites y almacenes reemplazaron a los gimnasios, los reclutas y científicos a los entrenadores y mi región natal, que se había abierto a mí como un abanico de colores, poco a poco se cubría de sombras. Apenas y puedo recordar cómo obtuve mis últimas medallas. Sé que en Azafrán la líder era una chica y que en Fucsia el líder era una especie de ninja, pero durante ambos encuentros lo único en lo que pensaba era en el Team Rocket. ¿Acaso sus aprendices eran reclutas, o los mismos líderes trabajaban encubiertos? ¿Qué pasaría si me atrevía a perder contra ellos, si el Team Rocket me emboscaba de camino al Centro Pokémon? Sé que puede sonar exagerado, pero mis sospechas no fueron erróneas y eso lo descubrí por las malas en Ciudad Verde, cuando tuve que enfrentar a Giovanni. El líder de gimnasio más fuerte era el líder de la organización criminal, el verdadero monstruo detrás de todas sus operaciones, y vivía a menos de una hora de mi casa. ¿Cuánta suerte tuve de que nunca pusiera sus ojos en Pueblo Paleta? ¿Cómo sabía yo que no lo había hecho?

    Me encontré con Green algunas veces más. Por alguna razón, parecía menos afectado que yo por lo que vivimos, e incluso en los cuarteles del Team Rocket le importaba más luchar conmigo que detenerlos. Llegó un momento en que su sola presencia me era insoportable, pero creo que lo mismo podría decir de todo lo demás. Ni siquiera me sentía seguro de dejar mis pokéball a la enfermera del Centro Pokémon, ni trataba de hablar con nadie a menos que fuera estrictamente necesario o que él lo ordenara. No podía confiar en la palabra de Giovanni cuando dijo que disolvería al equipo, ¿quién en su sano juicio lo haría? Y aunque no volví a verlo después de entonces, no dejé de sentir su sombra detrás de mí en cada persona, siempre esperando el momento para vengarse.


    «Ganar. Ganar. La Liga Pokémon».

    La Calle Victoria. El Alto Mando. Green y nuestra batalla en la cima de los entrenadores. Simplemente lo dejé tomar el control. Él sabía lo que había que hacer y mientras tanto, podía encerrarme en mi interior. Alguien más vivía mi sueño a través de mí, y su voz era tan fuerte que apenas y podía escuchar la mía. Cuando el profesor Oak me llevó al Salón de la Fama, me sentí como un intruso, y cuando ingresó mis datos en el registro de campeones, las letras ni siquiera parecían formar mi nombre. Estaba aturdido, frustrado y decepcionado, y lo único que pude hacer fue salir tan rápido como mis pies me permitían. Antes de darme cuenta, ya estaba corriendo, y cuando llegué a la base de la Meseta Añil, me encontré de nuevo con Green.

    Sus ojos brillaban y parecía sorprendido de verme. Seguramente había tratado de esconderse para no perder la compostura luego de las palabras de su abuelo.

    —Campeón, ¿eh?

    Había algo extraño en su mirada. ¿Era odio? ¿Miedo? ¿Hostilidad? Antes de que pudiera hacerme una idea, caminó hacia mí y sujetó mis hombros.

    —¿Qué diablos te pasa? —gritó mientras me sacudía— ¿Qué diablos te pasa?

    Insistió por unos minutos, pero al no recibir respuesta me empujó hacia el suelo y se marchó a lomos de su pidgeot. No fue hasta que desapareció de mi vista que sentí mi garganta temblar. Había tratado de responderle, pero no recordaba cómo formar palabras, no sabía cómo alzar mi propia voz otra vez.

    Y lo peor era que, aún si pudiera responderle, no tendría una respuesta para él o para mí mismo. Ni siquiera yo sabía qué diablos me pasaba.



    ¿De quién era esa voz? ¿Qué quería de mí? Me convertí en un héroe por su bien, en un campeón por su bien, y aún así, se resistía a dejarme tranquilo. Me guió a los sitios más peligrosos de Kanto para capturar a los pokémon más extraños mientras seguía llenando páginas de la pokédex. Traté de oponerme a ella, pero había pasado tanto tiempo sometido a su voluntad que ya no sabía cómo hacerlo. Hubo noches en las que me pregunté si no se trataba de mí mismo, si acaso no era mi verdadero yo quien tomaba todas las decisiones. Pero también sospechaba que podía ser un pokémon psíquico, especialmente cuando sus órdenes me llevaron a investigar las ruinas de Isla Canela y una palabra que hasta entonces no conocía empezó a resonar en mi cabeza.

    «Mewtwo».

    Un pokémon artificial creado a partir de otro pokémon extinto como una versión superior. Tan poderoso que ningún entrenador podía controlarlo, capturarlo o siquiera enfrentarlo. Un ser que odiaba a los humanos que trataron de subyugarlo y tras sepultar su lugar de origen, se escondió para siempre en algún lugar de la región. ¿Pero en verdad era así? ¿Y si Mewtwo quería que alguien lo encontrara? ¿Y si me había elegido a mí para guiarme hasta sí mismo, usando sus poderes psíquicos para convertirme en un entrenador a su altura? Sé que suena ridículo, pero en aquel entonces era la única explicación que me parecía razonable, aún si yo no era realmente capaz de razonar. ¿Por qué si no sabía dónde encontrar las pistas de su origen? ¿Por qué si no su voz me indicó que debía volver a Ciudad Celeste?

    Algo ardía dentro de mí. Tal vez era rabia, tal vez era euforia o desesperación. En última instancia, podían ser todas al mismo tiempo. Reuní a mis mejores pokémon bajo sus indicaciones y me dirigí a nuestro encuentro en la Cueva Celeste. Si quería convertirme en un rival a su altura, iba a serlo, iba a derrotarlo y capturarlo, cuando estuviera en mi poder, nuestros roles cambiarían. Sin importar qué tan dura fuera la batalla, sin importar que él me estuviera manipulando incluso entonces, estaba decidido a recuperar el control de mí mismo, y justo como en los primeros días, nuestros deseos y voluntades se convirtieron en una.

    Ditto, seaking, golbat y kadabra surgieron de todas las sombras en la cueva. A diferencia de otros pokémon salvajes, se comportaban como una fuerza unida para expulsarnos a mí y a mi equipo, pero éramos mucho más fuertes y él sabía cómo dirigirnos. Las tres aves legendarias barrieron fácilmente con toda oposición en lo que se había vuelto una batalla unilateral, o al menos así fue hasta que él apareció.

    Era diferente a cualquier pokémon que había visto. Alto como un hombre adulto, incluso su postura y sus ojos evocaban a uno, pero al mismo tiempo, su fisonomía era la de un pokémon psíquico, sólo que parecía más... fuerte, sin duda, y también astuto, más místico. Como si se hubiera quedado a medio camino de algo mucho más grande. Supe de inmediato que me encontraba ante mi destino. Que él era realmente el último paso de mí viaje.

    «¡Moltres!»

    Conforme su voz dictaba en mi cabeza, las alas de fuego se abrieron para convertir la cueva en un incendio diurno. No íbamos a contenernos contra él, y ¿acaso no era la mejor estrategia? Ir de frente y con todo, abrumando al oponente con puro poder. Justo como a Giovanni. Justo como a Green.

    Pero contra Mewtwo no funcionó. Su fuerza psíquica era tal que las llamas no lo tocaban, y con la misma facilidad con que las apartó de sí mismo, suprimió los movimientos de Moltres y lo azotó contra el suelo violentamente, aplastando el suelo bajo el ave para enterrarla.

    «¡Articuno!»

    Si el fuego no servía, iríamos con hielo. Si él también caía, con el rugido del rayo. Las dos aves volaron juntas trazando espirales para flanquear a Mewtwo, pero él era mucho más veloz e inteligente que ambas, y sus más poderosos ataques, en lugar de impactar en su objetivo, torcieron sus caminos para acabar la una con la otra.

    «¡CHARIZARD!»

    Había rabia en su voz, ¿quizá miedo? Nada iba como lo planeaba, y nuestro pokémon inicial fue tan impotente como las otras tres. Snorlax fue el único que pudo presentar resistencia, y cuando Mewtwo se dio cuenta de ello, usó su telekinesis para levantar las rocas del suelo y usarlas como proyectiles. Sólo quedaba Pikachu, y tanto él como yo sabíamos que no podía hacerle frente a esa bestia.

    «¡REVIVIR! ¡REVIVIR!»

    Pero él no estaba dispuesto a rendirse. Uno tras otro, nuestros pokémon volvieron a levantarse para pelear. Si no lo conseguía la fuerza, usaríamos los números para obliterarlo. Si seguíamos atacando, tarde o temprano tendría que caer, o al menos eso era lo que pensábamos. Mewtwo era más astuto de lo que parecía y sabía mantenerse fuera del peligro, bastaba con que viera un oponente a su alcance para someterlo con su poder. Él sabía que estaba contra las cuerdas, este pokémon desafiaba todo lo que sabíamos, y por respuesta empezó a romper sus propias reglas. En el último momento eran seis pokémon contra uno, y fue solo entonces que Mewtwo cambió su objetivo y me lanzó contra la pared de roca. La última emoción que sentí antes de perder la conciencia fue una intensa ira.


    Volvimos a la cueva a la mañana siguiente. El equipo era el mismo. Los bolsillos llenos de provisiones. Salvo un par de pokémon fuera de la entrada, esta vez no trataron de detenernos. El señor de la cueva fue el único que nos hizo frente en una batalla tan violenta como la anterior. Sin embargo, algo había cambiado. La voz en mi interior había fallado, y si él no era invencible, yo tampoco lo era. Ya no era simplemente el miedo de mis encuentros con el Team Rocket, ahora tenía que sufrir las consecuencias de la derrota y cada día volvía a la cueva un poco menos entero. Charizard, Pikachu y los demás no estaban en mejores condiciones. Aunque luchaban con valor y aprendían rápidamente a adaptarse, en cada batalla parecían menos motivados. La medicina tenía un límite, tanto para ellos como para mí, y estábamos a punto de alcanzarlo. Mewtwo era una fortaleza inexpugnable y nunca daba la menor muestra de cansancio, y la voluntad dentro de mí continuaba su asalto con una fuerza imparable. Ninguno de los dos cedía, solo yo y mis pokémon, y mientras contemplaba la apoteósica batalla entre ambos en carne propia, entendí que no era ya mi lucha, nunca lo había sido, y a pesar de todo... quería estar ahí en cuerpo y alma. Quería tener mi propia lucha, mi propia aventura, tal como él la había tenido a través de mí. El Team Rocket, la Torre Pokémon, las aves legendarias... esa era su aventura, no la mía, y ahora no podría vivirla de nuevo.

    ¿Por qué tenía que elegirme a mí? ¿Por qué tenía que robar mi vida? ¿Por qué insistía en lanzarme una y otra vez contra un enemigo al que no podía derrotar? No quería capturar a Mewtwo, ni siquiera completar la pokédex. Era su rival, el mío...

    El mío...

    Nunca sabré lo que sucedió a continuación. Unos dedos buscaron en mi bolsillo, extrajeron el arma definitiva y la usaron contra Mewtwo, pero, ¿eran suyos, o míos? ¿Quién de los dos lanzó la Masterball? Estoy seguro de que deseaba hacerlo, pero de haber querido, él pudo haberme detenido. ¿Es que mi voluntad se liberó de la suya de una vez por todas, o tiró la toalla en su intento de vencer a Mewtwo? ¿Es que la pokédex era más importante? ¿Quién ganó? ¿Quién perdió?

    La Masterball liberó un rayo de luz plateada que atrapó a Mewtwo como a cualquier otro pokémon. Se sacudió un par de veces en el suelo, pero finalmente lo sometió. Los habitantes de la cueva miraban a la pequeña esfera, pasmados y aterrorizados como yo, quien esperaba a la voz en mi cabeza sin obtener respuesta.

    Mi vista se nubló, mi cuerpo perdía fuerza y caí de rodillas al suelo. Sobre pies y manos me acerqué a la Masterball con la cabeza baja, y solo entonces, en el reflejo del agua que fluía por la cueva, vi mi propio reflejo.

    El brillo había abandonado mis ojos.

    La voz se había ido para siempre.

    No sabía si debía llorar o reír. Hacía mucho tiempo que había perdido el control de mis propias emociones. Ignoro cuanto tiempo permanecí en ese estado, pero debieron ser solo unos segundos porque sentí un pinchazo doble sobre mi cuello, y cuando levanté la cabeza me encontré con un golbat que volaba a mi alrededor. Por su expresión parecía furioso, y la forma en que me empujaba con sus alas indicaba que quería pelear conmigo.

    Las aves legendarias, Charizard y Snorlax estaban debilitados, pero Pikachu seguía de pie y había freído a incontables golbat antes de este. Me miró, como pidiendo una señal para neutralizarlo con un ataque, pero en lugar de ello estiré mi brazo hacia la Masterball. En su interior vivía el pokémon más fuerte de todos. El único que había puesto contra las cuerdas a él. El verdadero vencedor del combate.

    Ante la mirada expectante de Golbat, tomé mi primera decisión en una vida y abrí la Masterball. El señor de la cueva se irguió ante mí mientras hacía un esfuerzo por ponerme de pie. Parecía confundido, pero no hizo el menor amago de atacarme ni yo a él, de modo que recuperé al resto de mi equipo mientras él y los suyos volvían al interior de la cueva.



    Las cosas no fueron más fáciles a partir de entonces. Liberé a Zapdos, Moltres y Articuno cuando volví a Pueblo Paleta, así como a los pokémon que había recuperado del Team Rocket. Habían pasado por demasiado y no quería forzarlos a pelear nunca más. Le pedí al profesor Oak que me permitiera adoptar a Bulbasaur, y tras mucho insistir, Green accedió a dejarme un tiempo a Blastoise, no sin antes preguntar qué demonios pensaba hacer. Yo tampoco lo sabía, pero ya habría tiempo para ello. Quería empezar de nuevo, quería vivir mi propia aventura y tomar todas las opciones que no pude tomar entonces. Y si Kanto me traía malos recuerdos, ya encontraría otro lugar.

    Esta es la historia de mi vida, de cómo recupero mi humanidad. Aún no está completa, y todavía me tiembla la voz cuando trato de entablar una conversación. El camino ha sido duro, pero cada paso que he dado desde entonces ha sido mío y eso me anima a seguir.

    Si hay algo más que hace falta decir es que no volví a escuchar la voz en mi cabeza, ni he podido descubrir de quién era. Ha habido noches en que sueño con él, y durante meses viví con miedo de que regresara y se apoderara de mí nuevamente. Ese temor tomó forma real cuando nos encontramos tres años después.

    Fue una una fría noche nevada en el Monte Plateado. Mis pokémon y yo nos habíamos perdido, y aunque llegamos a la cima, el camino de vuelta era demasiado peligroso. Nos sentamos en la nieve, tan juntos como podíamos para conservar el calor, cuando Snorlax olfateó el aire en señal de que alguien se acercaba.

    Un niño de ojos dorados con un destello de furia. Su brillo, sus ojos.

    Venía por mí.

    Las enormes alas plateadas alzaron una ventisca en la cima de la montaña. Llamarlo una batalla sería una mala broma, no tuve la menor oportunidad. Sabía exactamente qué iba a hacer y contra aquella muralla masiva, lo que podía hacer era nada. Sentí en carne propia lo que había hecho a tantos antes de mí, cuando aún éramos uno, y supe que si aquel iba a ser mi final, no podía pensar en uno más acertado.


    Desperté a la mañana siguiente en la falda del monte. Alguien trataba de llevarme en hombros de camino a la Liga Pokémon. Sonreí cuando reconocí su voz.

    —Maldito idiota. Pobre maldito idiota.


    Green se enfadó conmigo por ser tan temerario, y aprovechó que estaba débil para recriminarme sobre todo. El Team Rocket, la Cueva Celeste, y la estúpida idea de escalar el Monte Plateado. Según él, yo era un estúpido completo, y como no encontré argumentos para rebatirlo, tuve que estar de acuerdo con él. Y antes de dejar la habitación, me obligó a prometerle que la próxima vez que fuera a hacer una locura, no intentara hacerla solo.

    Por eso es que ahora estamos en Alola. Las personas de esta región son muy amigables... tal vez demasiado. Afortunadamente, Green habla suficiente por los dos.

    Esta mañana conocimos a una niña nativa de Kanto. Sus ojos son grises, pero en ellos reconocí su brillo.

    Esta vez no estoy solo.

    Esta vez no tengo miedo.

    Y un viejo amigo de la cueva también quiere ajustar cuentas con él.
     
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    La loca de los Gatos

    La loca de los Gatos Maldito calor...

    Aries
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    Me encantó, por un momento pense que quien controlaba a Red era Mewto, pero resultó que no, y posiblemente el fulana que controla la consola sea cualquier otros tipo de entidad del que no se habla. Un saludo
     
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    J.Nathan Spears

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    Con que así se debió sentir Red cuando lo manejaban... todo se sintió tan acorde y tan respetuoso de las mecánicas de los juegos...

    Creo que esto es lo que más se acerca a un Canon para Red. Pobre chico, con solo 12 años y sufriendo de una rara especie de esquizofrenia n__nU. Y luego pasando por innumerables traumas... sobre todo a destacar que Mewtwo sea TAN potente (y solo estaba a nivel 70... si fuera nivel 100, estaríamos perdirijillos xD). Así lo sentimos muchos al jugar los primeros juegos, jeje :U

    Pero bueno, gracias por darle "humanidad" a Red -3-. A veces parecerá máquina, pero en el fondo es humano como tú y como yo.
     
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