Microrrelato Sensaciones.

Las ramas de los árboles, se mecían de un lado a otro. Puntiagudas, desnudas, sin vida. El crudo invierno había hecho su trabajo y el follaje había desaparecido junto con el otoño.

Hacía frío y suaves volutas de vapor escapaban de los labios de la muchacha, que a pesar de las inclemencias del tiempo había salido a dar un paseo.

El cielo estaba cubierto de nubes grises que habían impedido el paso del sol en todo el día y le daban a la ciudad un aspecto lúgubre. A la mayoría de la gente no le gustaban los días así. Incluso más de uno estaría refunfuñando en ese momento, pero ella no. Ella amaba cada estación por igual, porque incluso el invierno, con su clima tan crudo, tenía días maravillosos que ofrecer.

El atardecer caía sobre la ciudad y las luces de las calles comenzaban a encenderse. La muchacha estaba maravillada con aquella escena, el cielo oscuro, tamizado con diversos tonos de gris, las calles apenas transitadas, con sus pequeñas luces consumiendo toda la oscuridad que podían, los árboles desnudos con sus ramas torciéndose en todos los ángulos posibles. Era una postal nostálgica pero hermosa a la vez.

Siguió su camino por aquella calle solitaria, disfrutando de las postales que el invierno tan amablemente le otorgaba. Había pasado miles de veces por ahí, pero nunca dejaba de maravillarse ante lo que la ciudad tenía que ofrecer, porque cada día era diferente y siempre había algo nuevo por descubrir.

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Relato para la actividad Serpientes y escaleras.