Cuento Popular La hija del anciano y la hija de la anciana [Leyenda rumana]

Bueeno, pues quería entrometerme en otros foros para aumentar la actividad y esas cosas, y aquí estoy xD (Hola Ichii (?)

Pues esto es una historia que me contaba mi madre cuando yo era pequeña y tanto me gustaba (y gusta) que siempre recordaré la trama perfectamente y con mucho cariño <3
No sé si será de algún libro o mi madre lo sabe por su madre, pero bueno~

Será un long-fic dividido en cuatro capítulos:

• Prólogo
• La hija del anciano va
• La hija del anciano viene
• La hija de la anciana va y viene

Y así :'D

Sin más os dejo con el...

Prólogo​

En una pequeña cabaña, casi escondida en el bosque, vivía una pareja de ancianos. Ambos habían estado casados antes y tenían una hija respectivamente.

La hija del anciano era una chica realmente humilde y preocupadiza. Ella se encargaba de las tareas de la casa, se dirigía al pueblo a realizar las compras y cuidaba de su familia. No le importaba, pues se sentía realmente feliz al ver todo bien hecho y a sus más allegados felices.

La hija de la anciana, por otro lado, era una joven vanidosa y perezosa. Su máxima actividad había sido siempre el ponerse guapa… aunque realmente no le sirviese de nada, pues nunca salía de casa, prefería quedarse en el sofá sin hacer nada o molestando a su hermanastra.

¿Y para qué mentir? Su madre era igual. Por eso, un buen día la anciana decidió decirle al anciano que debía echar a su hija de casa.

El pobre hombre, quien no podía decirle que no a la mujer, habló con su hija y le explicó la situación.

—No te preocupes, padre—contestó la muchacha con su típica sonrisa amable—Me buscaré la vida en el bosque, estaré bien—afirmó, sin dejar de sonreír.

Al día siguiente la joven se despidió de su familia y se introdujo en el frondoso bosque. Se encontraba preocupada, sí, pero no le quedaba de otra con tal de proteger y hacer feliz a su querido padre.

 

Y... estaba tan emocionada que aquí estoy, a las 1 publicando el primer capítulo (?

1. La hija del anciano va.​

Así pues, la chica avanzó por el bosque con paso ligero. No sabía con exactitud su destino pero no estaba tan mal como podía haber pensado en un principio, pues disfrutaba de la naturaleza y la compañía de los animales que la miraban curiosa.

Pasaron las horas y la joven se encontró de llenó con un peral. Sin embargo el peral estaba descuidado, con las ramas colgando casi hasta que tocaban el suelo y las frutas no estaban en su mejor estado. Las hojas estaban mordidas y podridas, además era un milagro que el tronco siguiese aguantando el árbol en sí de lo débil que parecía.

—Querida chica, ¿podrías ayudarme a recuperar mi aspecto?—susurró el árbol frutal, casi en súplica—Te recompensaré cuando lo necesites.

La chica, movida por su bondad natural empezó, con ayuda de los animales y lo poco que había cogido de su casa, a cuidar e intentar recuperar el aspecto natural que el árbol en un principio debía tener.

Y así fue, porque cuando la joven se alejó para observar su trabajo se sorprendió por la majestuosidad y frescura que desprendía el peral.

—Gracias, hija. Ahora, sigue tu camino.

Así lo hizo, pues la joven emprendió marcha de nuevo a los pocos segundos, internándose en el bosque una vez más.

Sin embargo, nuevamente a los pocos metros se encontró con una insólita escena. Aquella vez era una fuente extremadamente descuidada lo que se encontraba en medio del camino. El lugar, que antes debía ser brillantes y esplendoroso, estaba en aquel momento sin agua alguna, con enredaderas e incluso alguna que otra grieta.

—Querida chica, ¿podrías ayudarme a recuperar mi aspecto?—repitió la oración anteriormente formulada por el peral—Te recompensaré cuando lo necesites.

Y la chica cumplió su deseo una vez más, limpiando y arreglando la fuente con la delicadeza y el cariño que la caracterizaba.

Poco después miró satisfecha como el reluciente mármol resaltaba entre la hierba y lo arbustos.

—Gracias, hija. Ahora, sigue tu camino.

Por segunda vez en aquel día, la joven partió hacia el desconocido bosque.

Como no podía ser de otra manera, una tercera vez fue interrumpida por la vista de un horno descompuesto en el centro del sendero. La puerta se encontraba colgando, casi tocando el suelo y los fuegos internos no parecían volver a funcionar nunca.

—Querida chica, ¿podrías ayudarme a recuperar mi aspecto?—escuchó nuevamente en ese día—Te recompensaré cuando lo necesites.

Sin esperarse otra cosa de la muchacha, ella lo limpió y arregló con esmero hasta que el horno quedó de nuevo impecable y funcional.

—Gracias, hija. Ahora, sigue tu camino.

…

Y entonces, lo vio. Tras horas y horas pérdida en el bosque, vio aquello. Una pequeña cabaña que iluminaba a través de su ventana los alrededores oscurecidos por la noche.

La joven, exhausta, tocó la puerta esperando que ahí habitase un alma caritativa que la acogiese por la noche.

Y vaya suerte que tuvo, porque una anciana abrió la puerta y la recibió encantada. Le preparó una deliciosa cena, le ofreció un baño caliente, ropa que llevar y una cama donde dormir.

La chica durmió plácidamente aquella noche.

…

Pero las cosas no eran gratis, y la mujer le dijo a la chica que por haber dormido en su casa aquella noche, debía cuidar de ésta mientras ella iba a misa.

Y la joven lo hizo encantada, porque amaba ayudar.

Así pues cuando la mujer salió hacia el pueblo, la muchacha se encargó de cuidar a los niños de la casa, alimentar los animales, cuidar las plantas, limpiar la casa y preparar la mejor comida posible para cuando la mujer volviese.

Y la mujer se puso tan contenta al ver el trabajo realizado que le ofreció a la chica subir al desván y elegir uno de los cofres que quisiese.

En el lugar había cofres de todo tipo de colores y tamaños pero la chica se decidió por escoger la caja más humilde y pequeña que vio.

La señora con una sonrisa la despidió al rato, diciendo que ya era hora de que volviese a casa.

 

Sigamos, sigamos, que el hype de mi infancia es fuerte <3

2. La hija del anciano vuelve.​

Así pues, la joven emprendió marcha nuevamente hacia su querido hogar. Y decidió que recorrería el mismo camino que había hecho hasta la cabaña de la mujer, pues había sido corto y poco tortuoso.

Llevaba ya unas cuantas horas caminadas cuando la chica sintió su barriga quejándose. Ya debía ser mediodía, pues notaba el hambre apoderándose de su cuerpo con cada paso que daba.

Entonces, el olor a pan recién horneado inundó sus fosas nasales y unos pocos segundos después se mostró ante ella un reluciente horno que le ofrecía un delicioso pan recién hecho.

—Antes me ayudaste a recuperar mi aspecto, aquí está tu recompensa.

La muchacha, emocionada y hambrienta empezó a comer el delicioso pan con todas sus ganas y al acabar éste se sintió llena y satisfecha.

El horno le ofreció otro exquisito panecillo para que se lo llevara a su querido padre y ella lo guardó en su delantal para que así fuese.

Siguió caminando y caminando… pero como ser humano que era, las necesidades básicas debían ser cumplidas, y la falta de agua se hizo presente en su sistema.

Los labios resecos, el sudor y la respiración agitada eran los síntomas que empezaban a hacerse presente en ella… hasta que lo oyó. Sí, oyó el rumor del agua, como si fuese un riachuelo que recorría el bosque. Pero no, no era un riachuelo.
Al dar un par de pasos se descubrió ante la chica una esplendorosa fuente en la que el agua cristalina se movía constantemente.

—Antes me ayudaste a recuperar mi aspecto, aquí está tu recompensa.

La joven, sin poder creerse su buena fortuna, empezó a beber de la refrescante fuente como si la vida dependiese de ello… aunque realmente la vida dependía de ello.

Paró cuando pensó que su barriga no podría soportar más líquido en su interior, sin embargo estaba satisfecha, pues el agua había sido como una bendición divina para ella.

Recogió en una cantimplora algo de agua de la fuente, pues hizo que se sintiera tan bien, fue tan revitalizante, que pensó que su anciano padre debía probarla.

Y metros más adelante, fue un hermoso peral el que se cruzó en su camino. Las peras lucían deliciosas, colgando de las ramas con delicadeza. Tenían la forma perfecta y estaban en el punto justo de su maduración.

—Antes me ayudaste a recuperar mi aspecto, aquí está tu recompensa.

Y así el paladar de la joven pudo disfrutar de tan dulce manjar mientras disfrutaba de la sombra del árbol.

Nuevamente, guardó un par de frutas para llevárselas a su padre. Y tras despedirse del amable árbol volvió a emprender marcha.

Tras tantas facilidades recibidas por el camino, la vuelta a su casa le resultó mucho más llevadera y rápida, pues ni siquiera había anochecido en cuanto llamó a la puerta.

Su padre la recibió encantado, casi llorando, y recibió los regalos al igual que escuchó el relato de su hija con genuino cariño.

Cuando el relato acabó, ambos miraron el cofre, curiosos. Lo abrieron y lo que vieron en el interior los dejó con la boca abierta.

Tan pequeño y humilde baúl escondía innumerables tesoros en su interior. Era como si el cofre no tuviera fin y cada vez que uno sacaba una joya, salían otras tres.

Al fin podrían tener una vida tranquila, sin ninguna preocupación. Y todo gracias a la humildad de la chica.

…

La anciana, quién había estado observando toda la escena, se acercó a su hija y le explicó que ella debía ir al mismo lugar que la otra joven para conseguir el tesoro.

La chica, pensando en todo lo que podría hacer con el dinero [tratamientos de belleza diarios, no hacer nada y tener sirvientes…], partió a la mañana siguiente… bueno, a la tarde siguiente pues le costó levantare de la cama.

 

Y aquí estamos, con el último capítulo al fin ><
Igual es un poco corto, no lo sé, pero tampoco quería que fuese muy repetitivo así que lo resumí (?

3. La hija de la anciana va y viene.​

Así pues, la perezosa chica empezó a caminar por el bosque. No tardó mucho en empezar a quejarse de lo cansada que estaba, a pesar de haber caminado apenas unos minutos, y del mal tiempo que hacía, y por lo tanto, de su pobre pelo dañado.

Tal y como pasó con la otra chica, el peral apareció nuevamente destrozado ante ella, pidiendo ayuda de forma desesperante.

— ¿Crees que voy a arruinar mi preciada manicura y mi delicada piel para ayudarte? — fueron las únicas palabras que dijo la joven antes de irse de nuevo.

Dicha acción de rechazo fue repetida con la fuente y el horno, por lo que fue normal el hecho de que llegase mucho más temprano y menos cansada que su hermanastra a la cabaña.

La anciana mujer le dio, aun así, el lugar para descansar el plato de comida caliente. Ella hacía su prueba al día siguiente, no esa misma noche.

Así pues, a la mañana próxima, la mujer anunció de su salida de jornada completa y de las tareas que la joven debía realizar.

Sin embargo, de forma esperada, en cuanto la anciana abandonó su hogar, la muchacha se tiró en el sofá a descansar. Las hortalizas y frutas casi se secan por falta de agua, los niños lloraron y lloraron pero no recibieron ninguna atención y la comida nunca llegó a realizarse.

Al volver la mujer a casa, sintió como su corazón casi se paraba por el desastre que había en su casa. Casi podía jurar que estaba peor que cuando se fue.

Quiso vengarse, y sabiendo cómo iba a reaccionar la muchacha, le ofreció también la posibilidad de escoger el cofre.

Era de esperarse que la joven escogiera la caja más grande y opulenta de todas las posibilidades, y sin siquiera despedirse educadamente, salió de la casa en busca de la propia.

El camino de vuelta se hizo largo y tortuoso, más cuando tenía que llevar tras de sí tan pesada mercancía. El hambre la asestó, y éste se hizo aun más intenso cuando el olor a pan recién hecho inundó sus fosas nasales.

Así era, el anterior horno se encontraba como nuevo, con un caliente y apetitoso pan asomando de él. Pero, cuando la chica acercó su mano para comer, el horno quemó sus dedos para después cerrar de un portazo.

—No me quisiste ayudar anteriormente, ahora no serás recompensada.

Tuvo que continuar su camino de mal humor.

La fuente, nuevamente brillante con su cristalina agua fluyendo, decidió empaparla por completo en cuánto se acercó a saciar su sed, y el peral alzó sus ramas de tal manera que a la chica le fue imposible coger alguna fruta.

Así pues, llegó a su casa cansada, hambrienta, sedienta y mojada. Pero aún tenía la esperanza, la esperanza de que el cofre solucionase su vida por siempre.

La anciana se acercó, y sin ni siquiera interesarse por su hija y su aspecto, se apresuró a abrir el baúl con ambición.

Lo que se encontraron, sin embargo, fueron numerosos monstruos de horrible aspecto que las atraparon entre sus fauces y nunca más volvieron a escapar.

Así, el anciano y su hija pudieron disfrutar de su riqueza en una deseada soledad y tranquilidad.

Moraleja:

La humildad te será recompensada mientras que la vanidad castigada.

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Espero que os haya gustado. Si es así, o no, podéis comentar vuestra opinión y señalarme cualquier cosilla que hayáis visto ^^
Espero poder acordarme o descubrir más cosas para trae por aquí :3