Microrrelato El rencor del cuervo.

Vengo con otro de los retos de agosto, el de narrar desde el punto de vista de un animal. ¿A que no adivinan cuál elegí?

Comedia pues porque me hizo gracia (?)

Como siempre, consideraciones:

Contenido oculto

Se ha puesto la inteligencia de los cuervos a un nivel cercano a la de los chimpancés y los delfines, lo que quiere decir que son capaces de resolver problemas mediante la creacion de herramientas y bueno, otras cosillas.
Los cuervos reconocen rostros humanos y son capaces de clasificarlos: quienes fueron buenos con ellos o quienes fueron malos/agresivos y son peligrosos. Pueden atacar a estos últimos.

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El rencor del cuervo






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Clavé mi vista en la persona que pasaba por la calle frente al parque, la recordaba perfectamente, hace unas semanas había pasado por aquí también y se había divertido fastidiándome por el simple hecho de haber estado en su camino, aunque ni siquiera hubiese reparado en él.

Estaba comiendo algo de una bolsa, su interior brillaba como si fuera metal, imagino que no le quedaba demasiado a su paso por aquí porque pronto terminó de comer y, como si no tuviese nada más que aire en la cabeza, arrugó el empaque y lo arrojó al suelo.

Bajé de donde estaba y con pasos cortos me acerqué a la basura, la levanté del suelo y la coloqué en uno de los depósitos correspondientes del parque. Me quedé ahí un momento, unos metros más allá pude ver una piedra, me acerqué y la levanté como había hecho con el empaque.

Alcé vuelo con la piedra en el pico, no muy lejos pude ver al fastidioso que se divertía a costa de mí y de dejar sus porquerías en el suelo. Grazné y fue cuando alzó la vista, justo cuando había dejado caer la roca sobre él, le dio en la frente y pronto un hilo de sangre se hizo presente.
Lo escuché maldecir cientos de veces, descendí en picada sobre él y le tiré del cabello.


—¡Hijo de puta! —repetí con voz ronca uno de sus insultos mientras continuaba tirando de su cabello y aleteando sobre él.


Escuché algunas risas en el fondo y los gritos de algún niño, pero estaba demasiado entretenido con mi pequeña venganza como para reparar en ello.
Cuando finalmente lo solté, echó a correr sin dejar de gritar su repertorio de insultos. Me posé en una rama y pronto lo perdí de vista. Eso sí, nunca olvidaría su rostro y pronto le advertiría a los demás sobre ese humano ridículo.