Spin-off Exteriores [Pokémon Rol]

Tema en 'El cuento de la doncella y la flor de cristal' iniciado por Hygge, 20 Noviembre 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Cayden Dunn

    Para parecer un grupo que parecía que iba a agarrarse de las greñas en cualquier segundo habíamos hecho un trabajo en equipo bastante bueno de la maldita nada, volcando nuestra atención en el cachorro para que Liza pudiese lidiar con él más fácil. Había dejado de removerse con mi chaqueta, luego había dejado de morderla con el diario de Mimi y, para sorpresa de nadie posiblemente, había sido Aleck quien había atendido su herida.

    Y mentira no había sido, no sentía el frío con la fuerza suficiente para preocuparme por él, al menos no todavía que tenía el cuerpo activado por el esfuerzo de haberlo atrapado y la preocupación por el estado del Poochyena. Las volutas de humo de mi respiración se alzaban hacia el cielo, pero ni eso me distrajo del asunto de buscar algo para el cachorro, lo que fuese. Había tenido suerte de encontrar entre las yurtas algo de comida.

    Liza se lo había extendido a Aleck siendo que parecía bastante más cómodo con él y nos hicimos lugar entre una de las yurtas, lo seguí adentro casi de inmediato y me senté con cierta pesadez mientras miraba al cachorro. Estaba medio dormido en sus brazos, cosa que debía ser buena señal, y aún tenía la nota en el collar pero me veía venir que como hiciéramos el intento de quitársela sin más nos iba a morder pero con ganas.

    —Asumo que es de alguien aquí, por el collar. Si se quedó atrás dudo mucho que haya sido por voluntad... quizás por la prisa o algo perdió a su entrenador, porque ahora parece bastante dócil —hablé en voz baja, para no perturbar la tranquilidad que parecía tener—. Debió estar aterrado y enojado un buen rato.

    Guardé silencio y apreté la mandíbula sin darme cuenta al pensar en el terror que podía haber sentido entre haber quedado solo, la garra herida y nosotros persiguiéndolo cuando no podía ver nada. Además, no era más que un cachorro el pobrecillo.

    Estiré la mano para hacerme con algo de la comida que habíamos encontrado, la acomodé en mi palma y la extendí despacio hacia el cachorro, ofreciéndosela. Había tratado de hacer todos los movimientos con el cuidado suficiente para no ir a alterarlo de nuevo, también para que viese que así como Aleck no quería hacerle ningún daño.

    Estaba casi dormido pero de que la nariz debía funcionarle, pues debía hacerlo.

    —Seguro tienes hambre, ¿no? —murmuré y suavicé los gestos a conciencia, dándome cuenta hasta ahora de la tensión que había mantenido—. Con eso de burlarnos tantas veces.

    Además el miedo también te saca un montón de energía de encima, lo sé bien.

    No retiré la mirada del cachorro, en caso de que a pesar de mis intenciones por no asustarlo me soltara un mordisco y tuviese que echar la mano hacia atrás, pero hablé apenas un poco más fuerte para que Liza me escuchara.

    —¿Cómo está tu brazo? —pregunté porque tampoco me podía sacar de la cabeza la mordida que se había llevado—. Lo mismo aplica para ti, incluso si fuese un rasguño puede que lo sientas más por el frío.


    el pendejo le ofrece comidita pues uwu

    Yo: venga vamos a leer para mi clase de mañana
    Andy contestando en el spinoff: i think the fuck not

    Me empezó a sonar Five de Sleeping at Last mientras escribía esto y pues chale mis feels
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Logramos reunir comida y agua del interior de las yurtas y terminamos por reunirnos dentro de una de ellas sentándonos sobre las lonas del suelo. A pesar de los ligeros rasguños exteriores ocasionados por el cachorro, todo permanecía igual en el interior de las yurtas.

    Aleck había tomado al Poochyena en sus brazos y el tipo siniestro había aceptado el trato de buen grado, acurrucándose y quedándose prácticamente dormido allí. Estaba exhausto por la carrera así como por el dolor tanto físico como psicológico que había sufrido hasta que logramos atraparlo y Aleck lo curó. Estaba tan tranquilo, respirando gran tranquilamente, que la imagen de la pequeña bestia que me había arrojado al suelo quedaba muy atrás ahora. Me permití esbozar una ligera sonrisa, casi enternecida y cerré los ojos, sintiendo una cálida ola de alivio extenderse por mi cuerpo.

    Por todos los legendarios de Sinnoh, parecía que no iba a calmarse nunca.


    Seguí a Dunn con la mirada mientras hablaba y tomaba un puñado de comida para ofrecérsela al cachorro. Vaya... era una imagen tan cálida. Era momentos como esos, tan fugaces como estrellas, que me percataba de que nuestras diferencias eran realmente irrisorias. De Gérie, de Galeia, de Hoenn o de Sinnoh. Daba lo mismo.

    Todos teníamos un amor desinteresado e incomesurable por los Pokémon.

    —Es evidente que tiene dueño—comenté con el mismo tono de voz bajo y mientras Cayden le ofrecía comida yo acerqué la mano hasta su collar tratando de alcanzar la nota que sobresalía de él. Lo hice despacio, cuidadosa, consciente de que podía volverse y clavarme los dientes en cualquier momento—. Los Pokémon no saben escribir.

    "¿Cómo está tu brazo?"

    Dirigí una mirada de soslayo a White, cauta, sintiendo mi corazón acelerarse en el pecho antes la expectativa. Tan solo esperaba que mi diario la hubiera salvado de un daño mayor.
     
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    Tras que hubiese limpiado la herida de la pequeña criatura, esta en un principio me dirigió una mirada poco amigable, podía escucharla gruñir aun cuando tenía el diario en su hocico, pero parecían más gruñidos de dolor que de hostilidad. Pobrecillo, realmente debía dolerle muchísimo después de tanto correr.

    Una vez que coloqué una gasa y pudimos detener el sangrado con éxito, el pequeño Poochyena parecía mucho más tranquilo, dócil incluso; aunque seguía mordiendo el diario de la rubia, su mirada se veía mucho más tranquila, incluso pareció mirarnos con mucha más curiosidad y detenimiento, sobre todo a mí, quizás porqué era quien le estaba colocando la venda sobre su patita. Antes de que pudiera terminar mi labor, Cay y Mimi se habían acercado a inspeccionar las yurtas, en búsqueda de un poco de agua y algo de comida, y habían tenido éxito.

    — ¡Listo, ya quedó! — Exclamé con algo de entusiasmo, pero en un tono bajo tras haber terminado de vendar al pequeño Poochyena, no tenía intenciones de alterarlo ni nada, así que lo mejor sería mantener ese volumen. Una vez vendado, el pequeñín se quedo mirándome, curioso, hasta dejó caer el libro de la rubia sobre la misma chaqueta, sólo para dedicarme lo que parecía ser una sonrisa, o al menos, una mirada amigable. Liza entonces indicó que quizás el pequeño estaría mejor en mis manos.

    — ¿Huh? ¿Conmigo? — La castaña me extendió a la bolita de pelo aun envuelto con la chaqueta de Cay y el diario de Mimi ahí dentro. En un principio estaba dudoso, pues no sabía que tan cómodo estaría el pequeñín con esa acción, pero para mis sorpresa, lo tomo bastante bien, de hecho, más de lo que yo podría esperar. El tipo siniestro hasta sacó la lengua y comenzó a tratar de alcanzar mi rostos, tal vez cómo un gesto de agradecimiento por haberlo atendido.

    — Eh, eh, tranquilo pequeñín~ — Le dirigí al pequeño Poochy en un tono juguetón y calmado. — Sí debajo de toda esa energía y gruñidos eres una ternura ¿Verdad? — Comencé a acariciar la cabeza del Poochyena con bastante suavidad y lentitud, para mi fortuna, el cachorro aceptó bastante bien el gesto. Fui incapaz de no soltarle una sonrisa alegre, parecía que se había encariñado un poco conmigo, y la verdad, era difícil no encariñarse con él y esa carita.

    Tras que lo acariciara unos segundos más, este dio un par de vueltas sobre mis brazos, aun en la chaqueta, de manera que este pudiera acomodarse mejor, acorrucándose de tal manera que su pequeña cabecita quedo pegada justo a la altura de mi corazón.

    —Awww~ — Solté, conmovido con aquel pequeño gesto, realmente era algo enternecedor. Por un instante mi mente se nublo, y ahora lo único que sabía es que no quería soltar a ese pequeñín nunca jamás.

    Los chicos se adelantaron a entrar a una de las Yurtas, para refugiarnos un poco del frío así cómo para recuperar nuestras energías después de tan agotadora persecución con el cachorro, les seguí de cerca, no sin antes tomar nuevamente mi mochila del lugar en el que la había dejado tirada, se había llenado un poco de nieve, pero no era gran cosa. Saqué de la chaqueta aquel diario y limpié la baba del cachorro cómo pude, frotándolo contra mi chaqueta, para posteriormente guardarlo en mi mochila y así devolverle el cuaderno a la rubia más adelante.

    Entré en la yurta después de los chicos, para ser seguido posteriormente por Liza, ya adentro, todos nos colocamos a manera de ponernos un poco más cómodos mientras el cachorro se calmaba en su totalidad y se acostumbraba a nuestra prescencia, aunque, más calmado no podría estar, casi que parecía que se estaba quedando dormido en mis brazos. Aproveché para soltar un suspiro aliviado pero silencioso.

    Lo habíamos logrado, nos había tomado tiempo pero lo habíamos logrado.

    Seguí la conversación de los tres presentes, sin mucha intervención de mi parte, realmente no podía agregar mucho más de lo que habían dicho ya, ciertamente era muy probable que este Poochyena tuviera un dueño, la cuestión sería averiguar quien era, o quienes, de ser el caso. ¿Sería de alguno de los entrenadores que se estaban quedando en las otras cabañas? ¿O acaso sería parte de la tribu? Era un enigma.

    Cay tomó algo de la comida que habían recolectado, y se la extendió al pequeño Poochy, lo hizo con mucha calma y amabilidad en sus gestos, así que tenía fe en que el pequeño la aceptaría sin más, mientras Mimi, en un movimiento sutil y delicado, trató de remover aquella nota que tenía consigo el cachorro. El Pokémon ya casi se había quedado completamente dormido, pero cómo aun temía un poco por la seguridad de mis amigos, preparé mi ante brazo, de manera en que, sí algún movimiento asustaba a Poochy, al menos prefería mil veces que fuese a mi a quien mordiese antes que a ellos.

    Nuestra atención se enfocó en la castaña tras que Cay preguntará lo que todos temíamos, sobre el estado del brazo de la chica. — ¿Te encuentras bien, Liz? Creo que aun me quedaban un par de vendas en el kit.— Le cuestioné en un tono bajo a la chica, ofreciéndome para tratar su brazo de ser necesario. Tal vez podría tener un futuro cómo enfermero ¿Eh?

    Realmente el ambiente dentro de la yurta era muy pacifico, todo era paz, acompañada por el sonido de la apacible respiración del Pokémon y la corriente de aire afuera de la lona, y aunque aquella escena era magnifica, me vi forzado a interrumpirla por unos instantes.

    — Bueno, ¿Y ahora qué? Cuestioné. —, ¿creen que este pequeñín sea parte de la tribu de nómadas y se haya quedado atrás? — Concentré mi mirada nuevamente en el pequeño que aun se veía tranquilo, era poco probable que el pequeñín pudiese responder algo, pero decidí preguntarle de todos modos, al menos en un tono de juego y mimo. — ¿Qué me dices, eh, pequeño Poochy? — Le llamé con cierto cariño— ¿Eres parte de la tribu? ¿O acaso venías de alguna de las cabañas del resort?

    No esperé mucho una respuesta, pues ni siquiera había porqué esperarla en primer lugar, así que mejor aproveché esos últimos segundos para consentir un poco más al cachorro. — ¿Quién es un buen chico? ¿Quién es una cosita linda~? ¡Pues tú, claro~! — Le dirigí por ultima vez, antes de darle unas cuantas caricias más, para volver a dejar acurrucarse en mis brazos. Sí es que era adorable, por favor.

    Pareció ser que la rubia había logrado obtener la nota en el collar, ahora al menos podríamos obtener un poco más de información, al menos en lo referente a nuestro nuevo y peludo amigo. — ¿Algo relevante en esa nota, Mimi?— Le cuestioné a la chica, aun con una embobada sonrisa en mi rostro, producto de la criatura que cargaba en mis manos y de el alivio que sentía de que por fin pudiéramos descansar un par de segundos después de todo lo ocurrido, aunque seguro que el descanso no duraría mucho.

    Porqué sí, porqué puedo.
     
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    Hygge

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    Liza pareció un tanto sorprendida con la pregunta de Cayden. Había permanecido algo distante desde que ingresó a la yurta, pero le dedicó una sonrisa ligera y asintió, con movimientos algo rígidos.

    —Estará bien, tranquilo. No... apretó demasiado realmente —A pesar de lo tranquilizador que sonaba eso no logró sostenerle la mirada por demasiado tiempo. En cualquier caso sus hombros se relajaron cuando la atención se volcó en el cachorro de vuelta.

    Poochy comenzó a mover la nariz aún con los ojos cerrados, olisqueando la comida que le tendía Cay. Sus orejas se alzaron a la par que estiraba el cuello y alcanzaba su palma con el hocico, devorando el alimento en un parpadeo. Pobre, parecía tener bastante hambre. Quizás era eso lo que buscaba en las yurtas en primer lugar. Aquel gesto pareció bajar sus alarmas ligeramente y le permitió la cercanía sin oponer resistencia.

    No fue el caso de Mimi. A pesar de que logró alcanzar la nota, aprovechando que estaba concentrado en su comida, un vistazo bastó para notar el papel en las manos de la joven y empezó a gruñir y morder al aire. Por suerte Aleck pudo relajarlo, allí en sus brazos. Parecía ser muy importante para él ese mensaje, ¿no?

    Liza le dirigió una mirada de soslayo tras la pregunta de Aleck, interesada por saber. Cuanfo esta la leyó en alto, todos guardaron un silemcio sepulcral. Tan solo podían escuchar al cachorro engullendo como si no hubiera un mañana.

    "53°24'46.5'' N 8°14.633' O"

    ¿Uh? ¿Qué se suponía que era eso? Parecían... coordenadas. Poochyena, un tanto revuelto desde que su collar fue abierto, comenzó a gimotear mientras Aleck le preguntaba aquello. Ladró, insistiendo en alcanzar a Mimi y la nota.

    ¿Acaso... estaba intentando decirles algo?

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    Fruncí ligeramente el ceño, contrariada tras leer en voz alta la nota. Cincuenta y tres grados, veinticuatro minutos y cuarenta y seis con cinco segundos; Norte. Ocho grados, catorce con seiscientos treinta y tres minutos; Oeste.

    Eran coordenadas.

    ¿Coordenadas? ¿Por qué Poochyena tendría en su collar algo así? Permanecí en silencio repasando una y otra vez con la vista los números y las letras escritas. Y entonces una sensación gélida, brusca, me apresó el pecho como una garra helada y el aire se me escapó de los pulmones de golpe.

    Maldita sea.

    —Es una nota de auxilio—solté. Mis ojos buscaron los del resto. Incluso momentáneamente parecí olvidar que White estaba molesta conmigo. Mi mirada se recrudeció mientras expresaba con voz firme y sin titubear mi opinión sobre la nota—. Estoy segura de que estas coordenadas indican el lugar de un accidente. Es evidente que quien sea que envió a Poochyena necesita ayuda. Escribió las coordenadas con la esperanza de que alguien lo encontrase.

    Entre los ladridos y gimoteos ansiosos del tipo siniestro, fijé mi mirada en uno de los chicos de Gérie. Extendí la mano.

    >>Aleck, ¿tienes el mapa?
     
    Última edición: 14 Abril 2021
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    Zireael

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    El enano reaccionó a la comida, levantó las orejas y al final estiró el cuello para devorarse el bocado en cosa de segundos. Verlo consiguió que se me formara la sombra de una sonrisa en el rostro, fue inevitable, pero el cachorro era adorable y eso nadie lo iba a discutir. Claro que el momento no duró mucho, Mimi hizo lo que todos sabíamos que tocaba hacer, tomó la nota y eso bastó para que se revolviera en brazos de Aleck, intentando morder el aire.

    Cuando el castaño lo calmó de nuevo le alcancé más comida, siendo que el pobre parecía estarse muriendo de hambre, y fruncí el ceño sin darme cuenta cuando leyeron el papel. No había que ser muy listo para saber que eran coordenadas, la cosa era averiguar de qué. El cachorro reaccionó de nuevo, esta vez a la pregunta de Aleck y de repente me rompió el corazón.

    ¿Lo habían enviado pidiendo ayuda, era eso?

    Mimi pareció atajar la misma idea y le pidió el mapa a Aleck, posiblemente pensando en ubicar al lugar que el papel indicaba.

    —Hey, Al. Dámelo y le buscas el mapa a Mimi —dije estirando los brazos para que me dejara al cachorro.

    Estaba envuelto en mi chaqueta después de todo, debía estar acostumbrando a mi olor incluso si no se estaba dando cuenta. De cualquier forma antes de cualquier cosa, posé la vista en el Poochyena, estiré la mano con cuidado y tomé la nota de las manos de Mimi.

    —Disculpa. —Le dije a la rubia, no creí que le hiciera mucha gracia que le quitara algo así pero era lo que tocaba. Acerqué la nota al cachorro—. No te preocupes, vamos a ayudar, ¿oyes? Iremos, te lo prometo.

    Le regresé el papel a Mimi para que pudieran revisar las coordenadas y le dediqué una caricia al Poochyena, buscando calmarlo aunque fuese un poco para que el resto pudiera ubicarse, de forma que nos pudiéramos poner en marcha. La posible urgencia de la nota aumentaba a cada segundo.

    La respuesta de Liza la verdad no me había acabado de convencer, como si no supiese yo de hacerse el tonto con ciertas cosas, mucho menos siendo que no había logrado sostenerme la mirada mucho rato, en sí sus movimientos también habían sido rígidos y lo había notado al vuelo. Se lo había dicho a Aleck anoche, si el whiskey no me había derretido las neuronas, la manía de observar todo y un poco eso estaba haciendo allí. Me costaba más siendo que eran cuatro que observar, contando al cachorro, pero seguía siendo posible.

    Mimi, por ejemplo, parecía olvidar por momentos la mierda con Liza. Era bueno y no lo era a partes iguales, decía que sabía ordenar sus prioridades pero a la vez que ignoraba las cosas en vez de solucionarlas y eso, en determinado momento, podía ser un problema mucho más grande, pero la bronca no me correspondía. Aleck, bueno, era Aleck... su atención estaba en el cachorro y en no cambiar su personalidad. Luego quedaba yo, que a decir verdad estaba haciendo básicamente lo mismo que Mimi, pero nadie iba a decir esa mierda en voz alta.

    No era lo que se dice un grupo de trabajo muy estable, incluso si lográbamos funcionar.
     
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    Rider

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    Nuestras acciones parecían un poco bruscas, pero al menos habíamos obtenido algo ¿No? Por fortuna, el pequeño cachorro había aceptado la comida que Cay le había ofrecido, y se la estaba comiendo con bastante ahínco también, parecía ser que después de dar vueltas sin control su apetito se había disparado. El alimento logró distraer lo suficiente a Poochy cómo para que Mimi removiera la nota en su collar ilesa; aunque el tipo siniestro se percató segundos después del movimiento, gruñendo y ladrándole a la rubia.

    —¡Eh, eh, tranquilo pequeñín! Todo esta bien, Poochy~ —Le dediqué un par de caricias y una sonrisa al cachorro, aunque aun estaba un poco alterado, al menos evitamos que volviera a morder a alguien más. La rubia se quedó mirando a la nota por unos instantes, en un silencio lleno de tensión y expectativa, pero cuando por fin expresó lo que estaba escrito sobre la nota, fue en un principio críptico y confuso para mí.

    —Cincuenta y tres grados, veinticuatro minutos y cuarenta y...¿Y qué más?— Cuestioné por lo bajo, de tal modo que nadie pudiese escuchar mis palabras, ya que me preocupaba el hecho de parecer ser el único que no entendió de inmediato lo que sucedía. Antes de que pudiera pedir que me repitieran la nota, Mimi se volvió a expresar, dejando por el camino resultas todas mi dudas.

    ¡Ah! ¡Que son coordenadas! Mira que soy lento, por Arceus.

    — Una nota de rescate...Tiene sentido, supongo que por eso Poochy se encontraba tan alterado, pero...— Reflexioné, por un segundo, aun con el cachorro en mis brazos. — También es un poco extraño ¿No? ¿Por qué no acompañar la nota con nada más que la ubicación? O aun más importante...¿De quien será la nota? ¿De la tribu? — Comencé a bombardear con varias interrogantes a los chicos, sin mucha esperanza de que alguien pudiera responder, aunque por los ladridos de Poochy, parecía que el si pudiera responder esas dudas...Si tan sólo supiera hablar.

    La rubia se dirigió hacía mí, pidiéndome el mapa que habíamos estado cargando. — ¿Huh? ¡Oh! Sí, sí claro, un segundo...— Me quedé un instante ahí, pensando en cómo haría para sacar el mapa de mi mochila sin soltar al cachorro.

    —Hey, Al. Dámelo y le buscas el mapa a Mimi. — Sugirió el pelirrojo.

    —¿E-Eh? ¿E-Estas seguro? — Contesté, algo dubitativo, pero el tipo siniestro parecía que tenía ganas de ir con el Pelo de Fuego.— B-Bueno...Esta bien; pero con cuidado ¿De acuerdo? — ¿A que venía esa preocupación en mi voz, ni idea, Cay era alguien de confianza ¿No? Era mi hermano. Tal vez no era por el chico, sino porqué empezaba a encariñarme con Poochy, pero al final, accedí y le hice entrega al chico de nuestro nuevo compañero Pokémon.

    Ahora con los brazos libre, pude rebuscar cómodamente el mapa en mi mochila, haciéndole entrega del mismo a Mimi. —¡Aquí tienes! — Le dirigí en un tono amable y calmado mientras extendía el brazo. — Por cómo has leído esas coordenadas, parece que tú eres mejor para orientarte que nosotros ¿Eh? — Le dediqué una ultima sonrisa a la chica, antes de volver a mi posición y acomodar las correas de mi mochila sobre mis hombros.

    — Sé que no debería ni preguntármelo, pero, iremos a las coordenadas ¿Verdad? Sin importar que tan lejos queden, si realmente es una nota de auxilio, no podemos dejarlos a su suerte.— Exclamé a los chicos, con cierto ímpetu en mi voz, si esta nota acaba siendo de la tribu, al menos podríamos ayudarlo y descubrir que había pasado.

    No le hagan preguntas a sus hijos y mascotas, no les gusta ¡Fin! (? </3
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Éramos un grupo de los más extraño pero al menos éramos medianamente funcionales. Habíamos rescatado al Poochyena; Cayden lo había atrapado y Aleck había sanado su herida. En ese instante se encontraba en brazos del segundo pero terminó con el primero para que Graham para pudiera acercarme el mapa. Sus preguntas quizás eran un poco ridículas pero me inquietaban. ¿Por qué solo escribir unas coordenadas? ¿No habían tenido tiempo para nada más? ¿O tal vez se trataba de otra cosa? ¿Cuanto se podía tardar en escribir auxilio?

    El papel desapareció de mis manos un segundo y cuando quise notarlo vi como Cayden se la daba a oler al tipo siniestro. Se le daban bastante bien los Pokémon ¿no? Digo, Para ser una pared de concreto en cuanto a emociones. No pude molestarme al comprender el significado tras ese gesto. Trataba de calmar la ansiedad y la preocupación del cachorro.

    —Por cómo has leído esas coordenadas, parece que tú eres mejor para orientarte que nosotros ¿Eh?

    Se me escapó una risa sin gracia por la nariz mientras tomaba el mapa y lo extendía en el suelo como una suerte de mapa táctico. Había que apresurarse. Quien quiera que hubiese enviado a Poochyena podía estar en grave peligro en ese momento y yo podía ser una masa de orgullo y obstinación todo lo que quisiera, pero sabía ordenar mis prioridades.

    White podía estar molesta conmigo y yo aún estaba empecinada en irme, pero no ahora. En momentos como esos había que actuar como holders.

    Como no teníamos tiempo que perder precisamente, decidí usar el localizador de Dex y escanear el mapa. Era un mapa físico del Lago Helado y sus alrededores. Las zonas más relevantes estaban denominadas y la gran mayoría no las había oído nunca—tampoco era como si un lugar lleno de nieve fuese mi lugar predilecto para vacacionar, duh—. Además estaba la zona donde se localizaban las cabañas y la llanura donde nos encontrábamos ahora.

    —Te sorprendería saber la cantidad de cosas que se aprenden como holder—respondí sin darle real importancia—. La primera línea de coordenadas se corresponde con la latitud. Veintitrés grados; Norte—deslicé mi dedo sobre el mapa, atenta, fijándome en su borde y las cuadrículas—. La segunda línea representa la longitud; hacia el Oeste. El punto donde convergen ambas indica el lugar. De modo que...

    Dex sonó entonces, puntual como un reloj.

    —Lo tengo señorita Honda.

    Esbocé la sombra de una sonrisa.

    Podía ser un desastre como persona pero no era precisamente una inútil.

    Y estaba orgullosa de eso.

    Busqué un bolígrafo en mi mochila y rodeé en un precario círculo un punto muy concreto del mapa.

    >>Aquí—sentencié. Podría jurar que la determinación en mi mirada le daba luz a mis ojos—. Ese es el lugar que marcan las coordenadas. ¿No soy increíble?

    Alcé la vista hacia el resto. Firme, decidida. No me temblaba el pulso cuando podía estar en juego la vida de alguien más.

    >>Hay que darse prisa.
     
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    Hygge

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    Poochyena no se quejó ante el cambio; se acurrucó en brazos de Cayden, reconociendo su olor al vuelo y el calor de su cuerpo relajó un poco sus gestos. No obstante no dejó de mirar la nota en ningún momento, allí hecho un ovillo, completamente tenso. Sea quien sea que aguardaba en aquellas coordenadas era obvio que le importaba, y mucho.

    White observó el intercambio de los chicos con atención y se acercó cuando Mimi extendió el mapa sobre la lona. Estiró el papel y leyó el nombre del lugar en el que convergían ambos puntos.

    —La caverna helada —Entrecerró los ojos, rememorando aquel nombre. El bosque del lago era el lugar favorito de Dante y le había acompañado en más de una ocasión; sabía reconocer las inmediaciones—. Los Rangers de la zona colocaron carteles prohibiendo el paso a ese laberíntico lugar. Perderse en un sitio así debe ser fatal —Alzó la mirada entonces. Su rostro no relucía con la misma viveza, pero podía entreverse su determinación. No era tan distinta a Honda como imaginaba—. Vamos. La familia de Poochyena nos necesita.

    El cachorro alzó las orejas, esperanzado al escuchar las palabras de Liza. La sombra de una sonrisa surcó sus labios, de por sí algo tensos. Si daba la impresión de que quería añadir algo más aquella idea se desvaneció al notar la urgencia del pokémon. Debía ordenar sus prioridades de igual forma.

    Los chicos abandonaron la yurta con resolución. Ahora que sabían a dónde ir no les quedaba nada más que hacer allí. Sin embargo si Cay tenía intención de seguir cargando con él no logró hacerlo por demasiado tiempo: Poochyena se removió y saltó al suelo, el muy bruto, con la suerte de que no dañó de más su herida gracias a la nieve que lo amortiguaba. Echó a correr hacia algún lugar del campamento, pero antes de que alguno de ellos pudiese seguirle el paso regresó con algo en el hocico. Se acercó hacia Aleck, dejando en el suelo una especie de amuleto.

    Cayden podía reconocerlo: era el mismo que aquel hombre les dio en el bosque. Aquel que permitió que usasen a sus pokémon.

    —¿Es de tu entrenador, Poochyena? —interrogó la castaña desde lejos. El pokémon ladró en respuesta—. Gracias. Se lo devolveremos, ten por seguro.

    Pero el pokémon no la siguió. No siguió a ninguno, de hecho. Mientras se alejaban, notaron que el cachorro permanecía determinado a quedarse. Sus ojillos como carbones encendidos brillaban determinados. Casi como si tuviese una promesa que cumplir y él no estuviese dispuesto a romperla.

    >>Lo entiendo. Debes quedarte aquí, ¿cierto? —White asintió, dando media vuelta. Valoraba con la misma intensidad las promesas, y estaba claro que aquella persona velaba por su seguridad—. Regresaremos lo antes posible. No hagas demasiadas trastadas, ¿sí?

    Había intentado quitarle peso al asunto pero era obvio que el efecto no duraría demasiado tiempo. Por más que les doliese, Poochyena debía quedarse allí, a salvo. Quizás por eso las coordenadas. No tendrían su olfato para hallar a la persona que buscaban. Su pequeño cuerpo fue reduciéndose a medida que se alejaban, pero en ningún momento se movió de allí, gimoteando en medio del silencio.

    Tenían una misión que cumplir. Alguien les esperaba.

    Voy a crear la mazmorra <3 Podéis postear si queréis, idc
     
    Última edición: 15 Abril 2021
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  10.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Aleck dudó cuando le dije que me pasara al cachorro, al final cedió pero me dijo que tuviera cuidado, como si no me conociera y no supiera que me desvivía por los pokémon. Imaginé que era porque ya se estaba encariñando con él así que solo asentí con la cabeza, tomando al Poochyena en brazos. Ni siquiera se resistió, como había pensado estaba empezando a reconocer mi olor, así que se acurrucó y le dediqué un par de caricias, buscando calmarlo más si es que podía, pero la tensión no desaparecía de su cuerpo y era perfectamente comprensible.

    Observé a Mimi ubicando el punto de las coordenadas y luego escuché a Liza cuando dijo el nombre del sitio, también lo jodido que podía ser perderse allí. Apreté apenas el agarre alrededor del cuerpo del cachorro, el pobrecillo era básicamente la bengala que habían lanzado con la esperanza de que alguien lograra llegar a ellos. Poochyena era su esperanza y había alcanzado a llegar a nosotros, podíamos ayudar.

    Nos dispusimos a continuar, mi intención era seguirlo cargando para no dejarlo solo, pero no tardó en zafarse de mi agarre y casi se me sale el corazón del pecho al pensar que podía lastimarse la pata al caer. Por suerte la nieve amortiguó su caída. El enano no tardó en salir corriendo, volvió a nosotros con algo en el hocico, cuando lo dejó frente a Aleck abrí los ojos con cierta sorpresa impresa en el gesto.

    El amuleto que nos había dejado sacar a los Arcanine.

    Me volví a colocar la chaqueta que me había quedado en mis brazos cuando el cachorro se lanzó y cuando seguimos caminando me di cuenta que no nos seguía, ni siquiera a Aleck, y la determinación destellaba en sus ojillos. La promesa que hubiese hecho no pensaba romperla, eso se respetaba y además, quizás no fuese seguro llevarlo con nosotros realmente.

    Regresé sobre mis pasos, me acuclillé a su altura y me saqué la bufanda que me rodeaba el cuello para envolverla a su alrededor dándole un par de vueltas. Si se iba a quedar allí al menos quedaría algo abrigado, para que no sintiera tanto el dolor en la garra herida; aproveché para acariciarlo un poco más, con el mismo cariño que acariciaba a mis pokémon y le dediqué una sonrisa en un burdo intento por decirle que estaríamos bien, que lo intentaríamos al menos.

    —Traeremos a tu familia de regreso —sentencié con la misma determinación que él se había quedado allí sentado—. Queda comida y agua para ti, ¿de acuerdo? Descansa en lo que volvemos, para que cuando vuelvan te vean bien.

    Regresé con los demás para seguir avanzando y hablé al aire para que los tres nos escucharan.

    —El amuleto que Poochy le dio a Aleck lo tuve en las manos ayer, cuando estuvimos buscando a Nikolah en el bosque. Se supone que no podemos sacar a los pokémon de las esferas aquí, pero el amuleto lo permite. —Inhalé aire con cierta fuerza y lo liberé de la misma forma—. Es nuestra carta de emergencia.


    andy: pueden postear
    yo: que me aviente un sabroso relleno dise
     
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  11.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    El grupo estaba conformado por seis personas y lo cierto es que no tuve motivo para hacerlo, pero me recordó un poco a nuestra propia agrupación. Escuché con atención sus respuestas y me llevé la mano al mentón, pensativa. ¿Así que tanto Yukio como el otro pokémon guardián habían desaparecido en mitad de la tormenta de nieve? ¿Estaría relacionado de alguna manera? De repente todo parecía mucho más complejo de lo que podía haber sido al principio.

    Alcé ligeramente las cejas cuando volví a prestarles atención, siendo que me había ido un poco pensando en lo que podría haber sucedido con los pokémon, y asentí con una sonrisa ligera, llevándome las manos tras la espalda.

    —Claro, ¿por qué no? ¿Hacia dónde os estabais dirigiendo?
     
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  12.  
    Hygge

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    Tras una larga caminata las siluetas de las yurtas se dibujaron a contraluz en la distancia. El grupo caminó junto a sus pokémon, sin intención de perder a ninguno de los suyos de nuevo. Exhaustos y magullados, el alivio fue más fuerte y algunos aceleraron la marcha, buscando algo con la mirada. Habían regresado, y traían de vuelta a la persona que habían estado buscado todo ese tiempo.

    Habían cumplido su promesa.

    Un agudo ladrido terminó con el silencio del campamento y la mujer sintió las lágrimas regresar a sus ojos cuando los Mightyena aullaron a la par, respondiendo a su llamado. No necesitó esperar a divisarlo para echar a correr. La pequeña figura de Poochyena apareció entonces entre las yurtas, enredado con una manta entre la agitación del momento. Se sacudió y corrió todo lo que sus patitas le permitieron, saltando en los brazos de su entrenadora. Esta cayó de rodillas, exhausta, sin dejar de acunarlo contra su pecho en ningún instante.

    El pequeño gimoteó, allí entre sus brazos, revolviéndose con enorme alivio y efusividad.

    —Gracias a Arceus, estás bien —murmuró, con la voz ligeramente quebrada. Al emotivo encuentro se sumaron sus padres, quienes olisquearon al cachorro y se restregaron con felicidad al ver a su retoño sano y salvo—. Eres nuestro héroe, Rudy. Eres un pequeño valiente.

    Revolvió su pelaje y lo dejó en el suelo, volviéndose con una sonrisa cansada hacia los holders. El cachorro dejó de corretear entre sus padres para alzar las orejas y ladrar en dirección hacia ellos. Echó a correr, saludándolos a todos animosamente. Se veía realmente feliz de volver a verles a ellos también.

    —¿Aleck? —La mujer pareció dudar de si ese era el nombre del castaño—. Sabes de medicina, ¿cierto? Tenemos varios útiles por aquí. Sígueme; puedes coger todo lo que necesites en agradecimiento.

    Se dirigió hacia el resto antes de marcharse.

    >>Estáis en vuestra casa. Entrad en calor dentro, prepararé té para todos en unos minutos.

    —Muchas gracias, señora.

    Liza se bajó con cuidado de lomos de Amber, acariciando su hocico con suavidad. Dirigió sus pasos hacia Cinis, dedicándole una caricia igual sobre su pelaje antes de encontrar la resina dorada de Cayden. Le dirigió una sonrisa de circunstancias, extendiendo su mano sana hacia él para que se agarrase a ella.

    Podría tener un brazo para el arrastre pero no iba a dejar que las fuerzas le fallasen de nuevo, aún si tenía que caerse con él y comer nieve en el proceso. No era el único cabezota allí, eso seguro.

    —Vamos dentro, anda —Sus gestos se relajaron un poco—. Si quieres que me deje curar el brazo por las buenas no te queda de otra que aceptar la ayuda de esta panda de idiotas. Lo tomas o lo dejas.

     
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  13.  
    Rider

    Rider One of a Kind and... yes?

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    Aleck Graham

    —Mierda...— Musité, mientras soltaba un suspiro frustrado— ¿Acaso están compitiendo a ver quien es más testarudo? — Cuestioné severo con evidente preocupación en mi voz. Sabía cómo era Cay, y él sabía cómo era yo, yo era imprudente por jamás pensar las cosas antes de actuar, pero él...él era imprudente porqué pensaba en todo menos en él mismo. Continué revisando, sólo para cerciorarme de que no tuviese síntomas más graves, ya que si el bobo tenía signos de congelación, ni mis mediocres conocimientos en medicina podrían hacer algo.

    Gracias a Arceus, no hubo señales de eso.

    El pelirrojo se quejó débilmente sobre mi ininterrumpida revisión, recordándome cómo no le gustaba que lo tocaran, pero lo lamentaba mucho por él, porqué no planeaba dejar de revisarlo por eso; ya tendría tiempo para reclamarme por ello. El chico trataba de gesticular palabras, aun con lo débil que se encontraba su cuerpo, insistió en que se encontraba bien, que no debíamos preocuparnos por él, incluso se tomó la libertad de bromear sobre cómo si no comenzábamos a avanzar, el mismo nos patearía a todos hasta el campamento.

    —Tiene que ser una broma —Solté una risa nasal, sin perder mi rostro de preocupación. — ,en tu estado no podrías ni mantenerte en pie. — Coloqué mi mano sobre el hombro de Cay, quien con mucho esfuerzo había logrado enderezar su espalda, sabía que le dolía el contacto con otro cuerpo por su condición actual, así que traté de ser delicado.

    Cay era tozudo, era tan necio cómo cualquiera de nosotros, pero era de buen corazón, noble y protector, siempre velando por el bienestar de los demás, pero era hora de que por una vez, dejase que alguien más velara por él. — ¿Sabes? Por las dos próximas horas deja que el hermano de en medio se encargue ¿De acuerdo?

    Le dediqué una sombra de sonrisa, sabía que no iba a morir ahí, sabía que en el fondo tenía razón, unos cuantos grados bajo cero y unos Pokémon salvajes no serían suficientes para acabar con él, pero no estaba dispuesto a poner a prueba esa teoría. La mujer nos invitó nuevamente a dirigirnos al campamento, en donde podríamos hacer todo lo que necesitábamos.

    Tras un par de minutos andando, finalmente estábamos por llegar al campamento, después de tanto tiempo. Unos pequeños y agudos ladridos nos recibieron en la lejanía, seguidos por unos aullidos por parte de los Mightyena que venían con la mujer. El pequeño Poochy había cumplido, se había quedado resguardando el campamento, pero en cuanto nos vio aproximarnos, se echó a correr como buenamente pudo a los brazos de la mujer, gimoteando de alegría entre sus brazos. Tras separase, este corrió feliz a recibir a sus padres, quienes se frotaron contra él con alegría.

    Podía sentir cómo las lagrimas se acumulaban al haber presenciado tan bella escena, pero por suerte, una voz que me llamaba por mi nombre logro evitar que volviera a derramar lagrimas.

    — ¿Huh? ¿Sí? — Respondí a la mujer un poco sorprendido al escucharla cuestionarme si sabía algo sobre medicina. — ¿E-Eh? B-Bueno yo...Lo suficiente, supongo. — Desvié la mirada algo avergonzado, realmente no conocía mucho del tema, más allá de lo que había aprendido con mi hermano biológico y por mi propia experiencia. La mujer me ofreció seguirla para poder tomar todo aquello que necesitara para atender a los chicos, a manera de agradecer lo que habíamos hecho.

    — Oiga, no tiene porqué recompensarnos, hicimos lo que cualquier persona hubiera hecho, pero... — Mi mirada se clavó en mis tres compañeros, contemplando lo mucho que habían batallado en lo que iba del día, sus heridas, su dolor. Estaba resuelto a atenderlos a los tres, pero, mi kit ya había sido usado varias veces en el día, y no sabía si aun tenía recursos suficientes para los tres. Me sentía mal de aceptar algo de una pobre mujer que había pasado las ultimas doce horas encerrada en una cueva mortal, pero, ella nos lo estaba ofreciendo de corazón. — ...C-Creo que un par de cosas no me vendrían mal, después de todo, estos chicos son unos pacientes muy tercos.

    Solté una risa nasal y me dispuse a acompañar a la señora a la yurta en donde había varios útiles médicos y se dispondría a preparar el té.

    Ya una vez dentro, pude comprobar que las palabras de la señora no eran ninguna exageración, había de todo, vendas, gazas, hilo, pomadas y remedios caseros, era perfecto, pero había algo más que quizás podría necesitar.

    — Disculpe, ¿señora? — Le dirigí a la mujer, quien se alistaba para preparar el té. — Lamento molestarla ¿Tendrá acaso algo de agua destilada? ¿Podría poner a calentar un poco? Por favor. — Le pedí amablemente a la señora, aun un poco apenado por incordiar tanto. Tomé un poco de cada cosa y alisté todo en mi kit de primeros auxilios, recapitulando en voz baja todo aquello que tenía que hacer.

    —Veamos...Lesiones por frío, infección en herida por mordedura, laceraciones finas en el rostro...— Comencé a contar todo aquello que aun tenía en mi botiquín, mientras se dibujaba una sonrisa en mi rostro— . Sí, creo que tenemos todo.

    Cuando me disponía a cerrar mi kit y salir del lugar, pude escuchar a través de la lona, de manera algo amenazante pero cómica cómo Liza nos llamaba "panda de idiotas", al menos se había incluido en el grupo, ¿A quien engaño? Me daba gusto oír que yo también formaba parte de ese grupo, aun sí ese grupo era de idiotas.

    — ¡Eh, que te escuché! — Grité desde la yurta hacía el exterior en donde aun estaban los chicos, en un tono de broma, evidentemente. Ya habíamos pasado por mucho el día de hoy, creía que todos nos merecíamos aunque fuese unos instantes para reír.
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Cayden Dunn

    Incluso más que el frío lo que me había terminado dando el tiro de gracia era el desgaste físico, estaba agotado de haber caminado tanto y la sensación sólo la había potenciado el clima. Sentía las extremidades pesadas, magulladas, y lo mismo con el resto del cuerpo. Normal por otro lado, no tenía lo que se dice la mejor condición física. Era delgado, con poco músculo y si acaso había mejorado los pulmones al andar de aquí para allá en Gérie con los chicos, pero poco más y eso siempre terminaba costándome caro en algún momento.

    Entre el grito de Mimi, la voz de Aleck y los lloriqueos de Nyx había escuchado también a Liza. Había sentido su caricia en el cabello cuando la abracé y todavía allí, con la conciencia en un hilo, el gesto me había parecido casi un consuelo. Hubiera podido quedarme ahí con sus caricias por horas, como un chiquillo.

    En realidad había tardado mucho en darme cuenta que no me había tensado con el tacto de ninguno de los tres, con Aleck ya era normal, de hecho solo me puse incómodo porque estaba revisando mi estado no tenía nada que ver con el tacto en sí, a Liza la había abrazado a voluntad y a la idiota orgullosa de allá le había calentado las manos con las mías sin trastabillar.

    Eran mi familia, no había forma de que me tensara.

    Acabé por caer rendido en el lomo de Cinis, entre su fuego tibio y su pelaje. Era como estar en casa, la sensación era la misma que está en el salón frente a la chimenea y con el olor de la leña llenándome la nariz. Así como la caricia breve de Liza había sido una suerte de arrullo, suficiente para permitirme dormir lo que tardó el camino de regreso.

    Un gruñido leve, bastante bajo en realidad, me hizo despertar. Había sido Cinis unos momentos antes de estar cerca del campamento, me había despertado sabiendo que iba a querer ver la escena ante nosotros.

    El ladrido agudo, los aullidos de los Mightyena y todo lo demás parecieron regresarme un trozo de alma al cuerpo, me aliviaron el corazón, y lo mismo cuando escuché al enano gimotear en brazos de la mujer. Habíamos cumplido nuestra palabra, a costo de nuestra integridad pero la habíamos cumplido como hacíamos siempre. Nuestra fuerza yacía en eso, era el hilo que conectaba a los de Galeia con el trío de Gérie.

    Inhalé con fuerza y volví a intentar incorporarme, los músculos resentidos me lanzaron relámpagos de dolor de nuevo, pero tenía algo más de fuerza y conseguí al menos incorporarme en el lomo de Cinis para ver mejor lo que estaba pasando. Noté que cuando ella regresó al cachorro al suelo el enano nos recibió con efusividad, feliz de vernos también, y seguía con la estabilidad emocional para la mierda porque de nuevo me quise echar a llorar.

    Cuando quise darme cuenta Liza se había acercado, le dedicó una caricia al Arcanine que lo hizo cerrar suavemente los ojos y agitar un poco la cola. Terminó por acomodarse en el suelo y noté la mirada de Liza encima, sus palabras me arrancaron una risa sin gracia que me hizo arrugar los gestos después, al haber activado músculos que me dolían que daba gusto.

    —Eso es trampa —murmuré un poco de mala gana, aunque no estaba molesto como tal.

    De todas formas estiré la mano hacia la suya para tomarla y me sujeté con algo de fuerza, Cinis me ayudó a incorporarme también. Lo sentí darme un empujón con el hocico, fue algo brusco pero me hizo apoyar algo del peso en Liza a pesar de que no quería hacerla cargar conmigo y chasqueé la lengua con cierto fastidio mientras tomaba su pokéball, regresándolo.

    —Descansa de una vez, mantener al idiota de tu entrenador con vida debe tenerte en el mismo estado. —De poco o nada sirvió porque la esfera se accionó de nuevo, dejándolo libre. Me miró con severidad, esperando que me Liza me ayudara a entrar—. Estoy cansado de que todos sean así de tozudos, que lo sepan.

    Eso lo había dicho al aire un poco para que todos se dieran por aludidos, eso de andar con un grupo de idiotas cabezones era toda una misión aunque también era lo que nos había mantenido con vida. Había que tener carácter para cumplir promesas que incluían meterse a una cueva donde podías palmarla, eso era innegable, y tanto nosotros tres como nuestros equipos teníamos hasta para repartir.

    De repente sentí una mordida suave en la mano y cuando bajé la vista topé con Nyx, me había tomado con los dientes con un cuidado estúpido y tironeó suavemente, instándome a avanzar.

    —Ya, ya. Vamos, solo para que Liz deje que le curen ese mordisco. —Le había pasado el brazo por encima de los hombros a la chica, así que le di un suave apretón y me dejé hacer después de eso, que me ayudara a entrar—. El líder médico de la panda de idiotas ya te escuchó.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    Cayden estaba bien. Bueno, 'bien' no era el término apropiado pero estaba vivo. Aleck no tardó en acercarse también y revisarlo con la tesón de un enfermero. Me preguntaba si tenía una devoción especial por la medicina o simplemente era ese tonto que haría de todo por cuidar a los demás. En cualquier caso era una escena muy cálida de contemplar. Nuevamente me sentí bastante tonta por haberlos rechazado cuando juntos esos dos idiotas y el otro que había ido a revisar las cabañas eran una familia en sí misma.

    Dunn respondió con debilidad y se me escapó una risa por la nariz, una mezcla extraña entre condescendencia, burla y alivio.

    —Mi culo irresponsable puede cuidar de sí mismo solo, gracias.

    Eso era una verdad a medias. Si no hubiera sido por su ayuda sería un témpano de hielo en ese infierno helado a esas alturas. Liberé a Iwao de su pokéball y mientras le dirigía una caricia a Nyx entre las orejas, le pedí al gigante de piedra que se mantuviera cerca de Cayden para mantener su temperatura. Iwao hizo arder el carbón de su espalda y su calor se sumó al de Cinis aunque sus pasos eran considerablemente más lentos.

    Una enorme mole de piedra tenía que ser.

    Nuestro regreso al asentamiento de la tribu de la flor de cristal trajo consigo otro reencuentro. Poochy, Rudy, salió corriendo de las yurtas y saltó a los brazos de su entrenadora con efusividad, pletórico de verla nuevamente. Después de casi haber muerto cosas como esas te hacían sentir que había merecido la pena. Esa innegable calidez, esa felicidad refleja que sentías simplemente al ver a otros felices. Eran esa clase de cosas las que me reafirmaban en la idea de lo mucho que me gustaba ser una holder.

    Nos sentamos en el interior de la yurta sobre las lonas y el calor de dentro, y la mujer nos ofreció a todos un poco de té. "Calentará vuestro cuerpos y vuestros espíritus" nos dijo.

    Yo era la que tenía lesiones más leves de modo que dejaríamos que Aleck nos atendiera por orden de gravedad. Cayden o Liza, estaba en sus manos. Sentada sobre las lonas les dirigí una mirada de soslayo, casi amenazante, vigilando que no fueran a escaparse o rechazar el tratamiento. Estaba dispuesta a pedirle a mi equipo que los redujera y sujetara si fuese necesario o lo haría yo misma aunque fueran palabras mayores. No iba a aguantar tonterías después de todo por lo que habíamos pasado ni de coña.

    Me quité los guantes y dejé que el calor de la taza de té pasará desde la cerámica caliente a mis manos desnudas. Era tan reconfortante... tomé un sorbo. Té verde, probablemente con alguna hierba de la montaña que no lograba identificar. Era amargo pero suave, ligeramente afrutado en el paladar.

    La noche ya había caído cuando nos reunimos todos en el interior de la yurta. El fuego crepitaba en el exterior elevando sus llamas danzantes y disipando las sombras. Habíamos cumplido nuestra misión como siempre hacíamos pero aún había varias cosas que no me permitían relajarme como me gustaría. Entre ellas, la extraña y abrupta desaparición de los miembros de la tribu.

    Sopesé atentamente mis palabras temiendo resultar demasiado brusca o traer a colación algún evento delicado. Pero si estaba en nuestra mano me gustaría saber y ayudar posteriormente.

    —Señora, es parte de la tribu ¿cierto?—empecé a media voz tras darle otro sorbo al té verde. Hice una breve pausa y alcé la mirada para buscar sus ojos— ¿Sabe dónde está todo el mundo? ¿Puede decirnos que ocurrió?
     
    Última edición: 20 Abril 2021
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    Rider

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    Todo estaba listo, tenía todo lo necesario para comenzar con mi trabajo, teníamos tres pacientes que atender y la noche estaba cayendo sobre nosotros, había que apresurarse. Me retiré mis guantes sucios de lana y los coloque en uno de los bolsillos de mi pantalón, tomé algo de agua y la vertí sobre mis manos para poderlas limpiar en su totalidad; estaba a punto de tratar heridas abiertas, mis manos tenía que estar relucientes de lo limpias.

    Tras un rato, el té que había preparado la señora ya estaba listo, junto con el agua que le había pedido, y de manera sincronizada, los tres chicos estaban entrando justo a la yurta, sentándose juntos formando una especie de circulo, poco después a la yurta también entro Poochy, lleno de entusiasmo y energía, les dio un par de vuelta y acabó por colocarse junto al pelirrojo.

    Un extraño pensamiento se cruzo por mi mente, al verlos a todos ahí sentados, a salvo. Ya había bromeado un poco con el tema, yo no tenía una verdadera pasión por la medicina, o al menos no creía tenerla, todo lo que sabía era para poder atenderme a mi mismo, nunca depender medicamente de nada ni de nadie, jamás tener que recurrir a mis padres o a un hospital para poder parchar mis heridas y seguir adelante. Pero, al verlos ahí, saber que podía hacer algo por aliviar su dolor, me daba satisfacción en mi corazón, me hacía sentir que hacía algo de provecho.

    Quien sabe, quizás en el fondo si había encontrado esa pasión...O tal vez sólo era el tipo de idiota que disfrutaba de cuidar de los demás. Ni idea, la posibilidad era amplia.

    — De acuerdo, ¿llegaron los pacientes de hoy? Bien, empecemos— Me acerqué a los chicos con una sonrisa amplia y una mirada llena de determinación, dirigiéndome primero al pelirrojo. Coloqué mi rodilla sobre el piso, mientras le dedicaba una mirada analítica, colocando mi puño sobre mi mentón. — Humh...Ya veo, sí. Lo siento caballero, pero usted tiene un caso avanzado de amargura crónica y terquedad, no hay cura.— Solté algo sarcástico, mientras servía un poco del té que había preparado la señora y rebuscaba en mi kit un frasco de pastillas.

    —Anda, tómala, es Ibuprofeno 600 — Le extendí una pastilla circular blanca a la mano del pelirrojo— , esto te ayudará a aliviar el dolor en las extremidades, puedes tomarla con el té. — Cerré nuevamente el frasco y lo puse de vuelta en el kit, mientras le dedicaba una mirada más centrada a Cay.— Bueno, ya en serio, no hay cómo tal un remedio para las lesiones por frío más allá del reposo y el calor, pero tienes mucha suerte de que tanto tus Pokémon cómo esta panda de idiotas te aprecien tanto —Coloqué mi mano sobre la frente del chico para confirmar su temperatura— .Tu temperatura se empieza a regular y tu piel ya no parece ser la de un Pikachu enfermo, recomendaría. Recomendaría —Enfaticé mientras cerraba el cierre de la chaqueta que le había dado.— , que descanses y te recuestes un rato para ayudar a que tus músculos se destensen.

    Le dediqué una ultima sonrisa al chico antes de ponerme de pie y revolver su cabello con jovialidad. —Sobrevivirás. —Por suerte ya estábamos en un buen sitio, rodeados de el calor de la lona y la suave sensación de estar en un ambiente familiar, todo acompañado con el fuerte pero sofisticado aroma del té verde.

    — Muy bien...¿Quién sigue?— Comencé a frotar mis manos una contra la otra para no perder el calor, ahora venía una parte un poco más complicada, sabía que la herida de Liza era profunda si ella misma había considerado prudente colocarse una venda. Pero mientras preparaba mis cosas, Mimi se dirigió por un segundo a la mujer, cuestionando sobre que era lo que había ocurrido en la noche anterior.

    — Oiga, es verdad, ¿Cómo es que usted acabó dentro de esa cueva? — Agregué a las preguntas de la rubia, mientras sacaba el ultimo paquete de vendas que me quedaba así cómo un par de gazas. Quería tan siquiera escuchar que había pasado con la tribu mientras atendía a la castaña.
     
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    Hygge

    Hygge Game Master

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    Los chicos parecieron dudar un poco al principio. Como si el lugar al que se dirigian no fuese precisamente uno al que cualquiera iría de acampada.

    —Hemos estado explorando la llanura y el lago, pero no hemos tenido ningún resultado. Si está escondida, no creo que escogiese un lugar así. —El chico se llevó una mano al mentón, reflexivo—. Se supone que no podemos alejarnos mucho más sin la vigilancia de nuestros tutores, pero...

    —¡...Pero iremos al monte Frioeterno!

    —¡Marian! —replicó.

    La chiquilla sonrió en su lugar, despreocupada.

    —Si te fijas, más allá de la llanura el terreno se vuelve bastante rocoso y escarpado. Dicen que de camino al monte incluso existen cuevas de lo más peligrosas y laberínticas, ¿te lo puedes creer? —Se golpeó ligeramente las mejillas—. ¡Ah, que me desvío! Mis padres conocen mucho este lugar, y me contaron la leyenda de ese monte como el corazón y refugio de la fauna de este lugar. Los pokémon de tipo hielo suelen ir allí a recargar fuerzas y regresar a sus ejes. Es como volver a casa tras un largo tiempo fuera para ellos.

    —Creemos que Naga puede estar allí —La líder tensó los labios, algo distante—. Sea lo que sea que le sucede, ese lugar parece atraerles con su influjo. Puede que sea algo peligroso, pero si no vamos nosotros... nadie más lo hará.

    Las expresiones de los chicos se ensombrecieron. El monte Frioeterno. Yukio... ¿estaría allí también?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Cayden Dunn

    En medio de mis ensoñaciones, bueno diciendo las cosas como eran, al borde de la inconsciencia había sentido una segunda palpitación de calor, había escuchado también el repiqueteo del carbón al quemarse e imaginé que había sido el Coalossal de Mimi. Todavía tenía restos del calor de ambos tipo fuego en el cuerpo incluso cuando bajé del lomo de Arcanine y Liza me ayudó a entrar.

    Era tibio, Arceus, y daba tantísimo sueño.

    Me había desperezado del hombro de Liza apenas entrar para sentarme en el suelo con tal dificultad que parecía que tenía todas las articulaciones destrozadas por el herrumbre, pero lo logré y me quedé allí sentado, tan quieto como me fue posible para reducir el dolor corporal lo más que me fuese posible. Aleck no tardó en acercarse a mí, apoyando la rodilla en el suelo y cuando habló fruncí el ceño.

    —¡¿Caso avanzado de amargura crónica?! —espeté aunque luego tosí y me encogí en mi lugar porque el repentino esfuerzo de alzar la voz me había dolido que te cagas—. Bien, bien. Como diga, doctor Graham. Me moriré de amargura, espero que pongan flores en mi tumba.

    Prácticamente le arrebaté la pastilla y el té de las manos, no tanto por estar molesto como para que el relámpago de dolor durara lo menos posible, y me bajé el comprimido con un trago de té enorme, el resto de la bebida lo tomé en un segundo trago. Dejé la taza a un lado y me quedé sentado todavía, escuchándolo.

    Pero tienes mucha suerte de que tanto tus Pokémon cómo esta panda de idiotas te aprecien tanto.

    La verdad sí, tenía mucha suerte. Era un maldito afortunado.

    Fruncí más el ceño al ver que me ponía la mano en la frente, bufé por lo bajo y ya para cuando me subió el cierre de la chaqueta prácticamente estaba haciendo pucheros sin siquiera darme cuenta, como un crío regañado, que ni se dijera de eso de revolverme el cabello. Quedé ahí, medio despeinado y enfurruñado como un mocoso solo porque me estaba cuidando, alterando el funcionamiento del mundo o algo.

    De hecho quería quejarme, ya no por eso, quería quejarme porque me dolía todo y ya. Quería decir que me dolía horrores, todavía quería llorar, pero todo lo que hice fue callarme para limitarme a esperar a que la pastilla hiciera efecto.

    —Bien —dije con cierta brusquedad involuntaria y noté que Nyx se había colado en la yurta para acostarse detrás de mí—. Voy a descansar, pero no porque me lo estés diciendo. Además no me gusta eso de parecer Pikachu enfermo.

    Con los mismos movimientos rígidos de todo el rato me las arreglé para recostarme, murmurando de forma apenas audible un "Permiso" para la mujer por estarme acostando como si fuese mi casa y apoyé la cabeza en la Thievul que me echó la enorme cola encima del pecho como una cobija casi. Estaba casi hecho un ovillo allí.

    Las preguntas de los chicos hicieron eco y aunque estaba acostado había permanecido con los ojos entreabiertos, a medio camino de dormirme allí. Alcancé a hablar un poco más fuerte, para que la mujer me escuchara.

    —Su tribu nos ayudó a buscar a nuestro amigo ayer, se había perdido en el bosque —dije despacio, en un intento por no seguir desgastándome—. Lamento que le hagamos estas preguntas, pero yo también quisiera saber si pasó algo con las personas que básicamente nos salvaron. Me preocupan.


    Cay ahora mismo, viendo que Liza lo tuvo que ayudar a caminar, Mimi sacó a Iwao cuz estaba pinches cagándose de frío, Aleck le subió el cierre de la chaqueta luego de seguirlo revisando y sintiéndose como un bebé básicamente:
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    Por más cabezota que fuese tenía su cuerpo y la situación en general en su contra, de modo que terminó cediendo su rol con cierta resignación añadida. Mi sonrisa de por sí cansada se acentuó ante su comentario y la voz de Aleck al fondo, quien había resultado tener un oído fino y todo. Terminé por pasar mi brazo sano bajo su hombro, dejando que recargase el peso de su cuerpo en mí en caso de necesitarlo.

    Mis pies se resintieron, pero después de haber caminado durante horas un par de pasos no eran nada en comparación.

    —El primer paso es aceptarlo, ¿no? —le respondí en un murmullo a Cay, en referencia a lo de los idiotas, dejando escapar el aire por la nariz con el suave apretón. Abrí la tela de la lona y le ayudé a entrar con un cuidado estúpido, que rozaba lo maternal incluso—. Ya me lo agradecerá más tarde.

    La noche había caído cuando todos tomamos asiento en el interior de la yurta. Poochyena dormitaba hecho un ovillo junto a Cayden, acurrucado en un rincón con Nyx, mientras el resto nos sentamos alrededor con una taza humeante de té cortesía de la mujer, cuyo nombre había resultado ser Diona. Aleck había regresado junto a ella con todos los utensilios necesarios, y mientras le observaba atender al chico, tensa, con mis manos alrededor de la taza, noté la mirada casi amenazante de Mimi desde su lugar.

    Me sobresalté ligeramente, desviando mi atención hacia la taza; casi parecía haber detectado mis ganas de huir de allí. Pero le había dado mi palabra a Cayden, y jamás me atrevería a incumplir algo así.

    Diona, quien había estado buscando algunos alimentos guardados en la yurta para poder servirlos junto al té, a pesar del agotamiento que debía cargar encima, se tensó ligeramente al escuchar las preguntas de los chicos. Disimulé una mueca asqueada mientras probaba la bebida, un poco porque no me quedaba de otra si quería entrar en calor, y volqué mi atención en ellos entonces.

    Se tomó unos segundos en ordenar sus ideas, antes de seguir preparando la cena.

    —Anoche, algo o alguien... Despertó a la bestia del lago. Lo notamos, cenando aún desde las yurtas: una intensa luz azul bañó el cielo, proveniente de las profundidades del bosque. Tú... estabas con ellos, ¿cierto? —La mujer se volvió hacia Cayden, angustiada—. Debiste verlo. Aguardamos la llegada del grupo de exploración, del hermano del jefe incluso pero... Ninguno de ellos regresó. Estábamos realmente asustados.

    >>El sabio de la tribu nos instó a abandonar el lugar lo antes posible. Sabíamos las consecuencias de que despertase, la cruenta ventisca que se formaría más tarde, el poder inconmensurable de la bestia. Solo había un lugar sagrado, un santuario de los pokémon de hielo donde dicha criatura no puede acceder —Se llevó la mano al pecho—. El monte Frioeterno. Nos movilizamos hacia allí abandonando todo a nuestro paso, cargamos con la mujer enferma y los niños... Pero en el camino las cosas se tornaron difíciles. La ventisca, los pokémon iracundos, yo... —Su voz comenzó a quebrarse—. Yo me asusté. Me asusté y huí hasta protegerme dentro de unas cuevas cercanas. Los abandoné a su suerte y el karma me lo pagó encerrándome en aquella trampa mortal en su lugar.

    >>Soy... soy una cobarde, una traidora. Lo único que deseo... es que todos estén bien. Pero empiezo a perder la esperanza.

    Se secó unas lágrimas traicioneras del rostro, compungida, y fue cuando notó que le faltaban algunos ingredientes que podía obtener de otras yurtas.

    —Lo lamento, iré a tomar algunas verduras y condimentos prestados. Debéis... Debéis estar hambrientos, ¿no?

    Quizás solo era una excusa para que no la viésemos así, pero salió de nuestra suerte de refugio, dejándonos solos. La seguí con la mirada, preocupada y entristecida por aquel relato. Había pasado un día desde la desaparición de la tribu, las posibilidades de que estuviesen bien después de una tormenta así eran algo reducidas pero no podíamos perder la esperanza. Necesitábamos la ayuda de todos los holders para resolver aquello de una vez por todas. Fue gracias a la tribu que pudimos recuperar a Nikolah...

    Les debía tanto.

    Tras un tenso silencio alcé la mirada hacia Aleck, dubitativa. Dejé el vaso a un lado y entrecerré los ojos, un tanto escéptica.

    —Creo que... ya estoy lista, Al —murmuré. Mi rostro se contrajo en una mueca de dolor ante la sola idea—. Del uno al diez, ¿cuánto va a doler?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Cayden se había hecho un ovillo junto a Nyx y Rudy. Ambos Pokémon le ayudarían a mantener el calor, aunque parecía un niño regañado al verse forzado a que cuidáramos de él. Si había hecho pucheros y todo.

    Le di un nuevo sorbo a la bebida sintiendo el calor del té destensar mis músculos y extenderse como una suave ola cálida por mi cuerpo. Diona, como había resultado llamarse la mujer, pronto nos explicó lo que había sucedido con la tribu y su misteriosa y abrupta desaparición. La escuché en silencio y con atención ordenando mis propias ideas en la cabeza. La bestia del lago... había despertado.

    No había sido el causante de la desaparición de la tribu pero sí la causa indirecta. Desconocía la peligrosidad de esa supuesta bestia, pero sabía que era una amenaza a tener en cuenta. Era comprensible que el sabio de la tribu hubiese instado a los demás a marcharse cuanto antes. A medida que la mujer continuaba su historia y nos explicaba el porqué se encontraba dentro de la caverna, no pude seguir sosteniendo su mirada. Sí, era una cobarde y probablemente también una traidora por dejar a su tribu a su suerte pero no podía echárselo en cara cuando la vi enjuagarse un par de lágrimas. Con la ventisca y los efectos de la luna azul era altamente improbable que estuviesen bien, pero conocían esta montaña y los alrededores del Lago como la palma de la mano. Sus antepasados habían vivido por generaciones en estas tierras heladas y baldías. Solo había que confían en que estuviesen bien, en que algo de todo ese conocimiento los hubiese mantenido con vida.

    Sentía la necesidad de incorporarme, tomar todas mis cosas y salir en su búsqueda. Pero, ¿a quién demonios quería engañar? Estaba hambrienta y agotada. Los rasguños en mi rostro aún ardían y me sentía drenada tanto física como emocionalmente. Ni yo era tan imprudente como para salir en mitad de la noche cuando había estado a punto de morir congelada ahí fuera.

    Fue en ese momento cuando estuvimos solos y tras un silencio tenso lleno de palabras no dichas, que escuché la voz de White. Finalmente se había decidido a dejarse cuidar y tratar la mordedura del brazo. ¿Cómo había podido haberle hecho tanto daño? Le dejé mi diario para que lo mordiese. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera sido por eso? ¿Le hubiera arrancado el brazo?

    Estábamos muy cerca así que aproveché y le eché los brazos sobre los hombros.

    —Un veinte—solté como quien no quiere la cosa. Se me escapó una risa ligera, claramente un intento por relajarla y relajarme a mí misma en el proceso. Tal vez era una elección de palabras bastante desafortunada. Evidentemente iba a doler, no era ni necesario volver a mirar su brazo de zombie para comprobarlo. Me aparté de ella con un suspiro, soltando todo el aire de golpe y extendí mi palma en su dirección—. No me quedan más diarios así que... puedes tomar mi mano si lo necesitas.
     
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