Eterno Sufrimiento [Ausdauer Niké]

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Lexa, 1 Junio 2013.

  1.  
    Lexa

    Lexa Fanático

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    Eterno Sufrimiento [Ausdauer Niké]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
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    Palabras:
    2194
    Eterno Sufrimiento [Ausdauer Niké]
    Introducción.


    Abrió sus ojos con pereza y cansancio al sentir los rayos del Sol penetrar tenuemente el lugar donde se hallaba. Dejó que un bostezo escapara de sus labios, y se deslizó por su cama con la espalda y la cabeza gacha para no golpear con las tablas de madera que sostenían la cama de arriba, saliendo de la misma con lentitud. Zachary estiró mínimamente sus brazos y piernas, buscando desperezarse un poco. Recorrió con la mirada el lugar; buscando, quizás, algo nuevo que le entretuviera o le arrancara una sonrisa, pero nada, el lugar seguía tan tétrico y funesto como siempre. Puf, odiaba estar en la cárcel.

    Un quejido de su compañero de celda atrajo su atención, posando sus orbes negros en la cama de arriba de la litera que compartía con él. El rostro de Zachary se transformó en una mueca de fastidio ante la mirada divertida que este le dirigía.

    —Buenos días, compañero~ —Canturreó el hombre, con una amplia sonrisa en sus labios.

    Cada día se convencía más de que su compañero de celda había perdido completamente el juicio. Era un loco desquiciado.

    —Hump —mustió, en respuesta a su saludo.

    Dio un par de pasos para llegar al pequeño lavamanos que yacía en la pared, cerca de la pequeña y casi inservible ventana que poseía la celda. Abrió el grifo con cuidado, buscando que este no se terminara de quebrar en sus manos.

    —Tan serio como siempre~ —Comentó el hombre, sentándose en su cama. Pasó una de sus delgadas manos por su pálido rostro, buscando despabilarse un poco.

    —Hoy no estoy de ánimo para tus malditos juegos, Dereck —Le dijo, seco y áspero. Coló sus manos en el agua fría que salía del grifo, para luego echarla en su rostro, limpiándolo y refrescándolo.

    —El problema, Zachary, es que tú nunca estás de ánimos —expresó el otro, echando hacia atrás uno de los mechones rojizos que obstruían su visión—. Escuché de tu caso y la verdad, querido amigo, no creo que llegues a salir de aquí~

    Y ante esas palabras, su mandíbula se tensó. Desvió sus ojos a Dereck, quien le sonreía divertido y con burla en sus expresiones, Zachary lo escudriñó con la mirada, queriendo hacerlo chiquitico y pisotearlo como un bicho cualquiera.

    —Un abogado ve mi caso.

    De la garganta del pelirrojo brotó la más socarrona carcajada existente. Se dobló, tomando su estómago con uno de sus brazos fingiendo partirse de la risa en ese momento. Se permitió estar así un par de segundos, sintiendo sobre su persona la mirada gélida de su compañero de celda; se repuso, limpiando las pequeñas lágrimas que habían brotado de sus ojos producto de la risa para darle más realismo a la escena.

    —Zachary, Zachary, como me diviertes —le dijo, bajando de su cama de un salto—. ¿Eres consciente de lo que has hecho? Ni en tus más profundos sueños lograrás que el juez dicte sentencia a tu favor… Además, no me conviene.

    Una de sus cejas se alzó ante sus últimas palabras. Se recostó de la pared, mirando a Dereck con su ceño levemente fruncido. Contuvo un gruñido, exasperado por la actitud del hombre, pero aún así con la mirada le incitó a que explicará a qué se refería al decir eso.

    —¿Acaso no se nota? ¡Me encanta tenerte como compañero de celda! Muy a pesar de que eres todo serio, gruñón, eres realmente sexy~

    Fue suficiente, no quería seguir escuchando. Abruptamente se alejó de ahí, acercándose a los barrotes que poseía la celda donde se hallaba, buscando distraerse un poco, buscando dejar de escuchar las carcajadas del cínico hombre que tenía por compañero.

    Dejó que su cabeza reposará contra el frío hierro oxidado, permitiéndose cerrar sus párpados unos momentos. Para Zachary, estar ahí, le causaba repugnancia y molestia, él no tendría por qué estar en la cárcel, él no había hecho nada malo, sólo cumplía su trabajo como millones de ciudadanos lo hacían. Suspiró, cansado de esa situación; a pesar de que tenía semanas en ese lugar, no lograba acostumbrarse y, realmente, no pensaba hacerlo nunca. Zachary estaba acostumbrado a la buena vida, a derrochar todo el dinero que se ganaba en juegos, clubs, bares, descansando en los mejores hoteles de Rumania. Y ahora, estaba en la peor situación. ¿Cómo pudo ser tan descuidado? Maldecía el momento en que se dejó atrapar por un descuido que ahora, al parecer, cobraría caro.

    —¡Hey!

    Zachary se sobresaltó en su lugar al escuchar un fuerte estruendo cerca de él, abrió los ojos de golpe, viendo como uno de los guardias golpeaba con firmeza los barrotes de la celda, causando un gran ruido que aturdía su sentido auditivo.

    —¿Qué pasa? —Preguntó de la mala gana, casi gruñendo.

    —¿Qué pasa? Llevo rato llamándote y nada que reaccionabas, ¡eso pasa! —Expresó el guardia, de apariencia formidable y voz ronca, furioso.

    —Uy, Zachary, deja de pensar tanto en mi, contrólate~ —Canturreó Dereck desde su cama, sonriendo abiertamente ante su propio comentario.

    Zachary pasó una de sus manos por su cara y sus hebras rubias, clamando paciencia para no irse contra su compañero y hacerle tragar cada comentario absurdo que decía. Lo pensó, sí, pero no valía la pena. Ignoró olímpicamente a Dereck, posando sus orbes negros en el guardia. Como fastidiaba.

    —¿Y qué quieres? —Le preguntó, sosteniéndole la mirada fría que este le dedicaba, queriendo intimidarlo.

    —Tu abogado vino a verte —Respondió, sacando de uno de los bolsillos de su pantalón oscuro la llave que abría el gran candado que trancaba la celda e impedía que los presos salieran.

    Ah, quizás recibiría una noticia que le alegrara el día.

    El guardia tomó a Zachary del brazo derecho con fuerza, jalándolo fuera de la celda para conducirlo al cuarto de visitas. El rubio se tragó un quejido al sentir como su brazo estaba siento estrujado, como era apretado sin contemplación alguna, vamos, ¡un poco más y le dejaría tremendo moretón! Maldito guardia.

    Ladeó el rostro, buscando ignorar las miradas burlonas de los demás presos que yacían en sus respectivas celdas; en un principio escuchó una ola de gritos, insultos y comentarios fuera de lugar, pero cuando decidió hacer oído sordo a tales palabras, nada más llegó a sus oídos. El recorrido se le hacía interminable, pesado y cansado. ¿Cuántas veces lo había recorrido? Ya había perdido la cuenta, y siempre tenía esa sensación de aversión cada vez que hacía tal trayecto. Odiaba ese lugar, lo odiaba tanto que sentía su sangre hervir de cólera.

    Puag, maldita cárcel.

    De un tirón, Zachary fue depositado en el cuarto de visitas. El rubio sacudió un poco su manga gris, para luego buscar con la mirada a su abogado. Y lo visualizó en una de las mesas que yacía en la esquina derecha de la habitación. Se aproximó a él, sintiendo el peso de la mirada de los hombres que custodiaban el lugar sobre su espalda, decidió hacer caso omiso y enfocar su atención en el hombre que tenía, ahora, frente a él. Era más importante.

    —Señor Stoica —saludó de manera cortes—. Tome asiento, por favor. Le tengo noticias de gran importancia —reveló, incitándole con la mano que ocupara la silla que yacía frente a la mesa.

    —Espero que sean buenas noticias, Robert. Me urge salir de este funesto lugar —espetó el rubio, mordaz. Hizo caso y tomó asiento en la silla de plástico, mirando de reojo a su abogado.

    —Lamento informarle que no son precisamente buenas noticas las que traigo —y al pronunciar tales palabras, Robert tragó duro. Suspiró nervioso, ¿cómo su cliente se tomaría la noticia? Bueno, los guardias no iban a permitir que le hicieran daño, ¿verdad?

    —Habla de una vez —ordenó, con los dientes apretados.

    —Me han permitido hablar con el juez acerca de su caso, y realmente la noticia le caerá como balde de agua fría, así que prepárese —dijo, carraspeando un poco su garganta—. El juez está deliberando entre dos opciones…

    —¿Opciones? ¿Qué opciones? —Cortó el rubio, un tanto ansioso porque su abogado hablara sin darle tantos rodeos al asunto. Por Dios, ¡qué lo suelte de una vez!

    —Cadena perpetua o la pena de muerte.

    Zachary sintió que el mundo se desplomó a sus pies. Abrió con sorpresa sus orbes, y su mandíbula se tensó casi por inercia. ¿Qué? No, debía ser una mala broma de Robert o quizás sus oídos habían escuchado lo que no era producto de su ansiedad…

    —Lamento mucho tener que decirle esto, señor Stoica, pero créame que hice lo posible para que el juez dictara una sentencia que, de alguna forma, le favoreciera, pero no hubo manera de justificar, aunque sea un poco, los crímenes que cometió. Todo estaba en contra, y más cuando usted hacía tales cosas por diversión y trabajo —le dijo Robert, queriendo sonar firme y serio en su declaración para que Zachary no dudara de sus palabras, pero le era difícil cuando por dentro temblaba de miedo al tener ese hombre a escasos centímetros de su persona. Rogaba por que el rubio no reaccionara de la peor manera.

    Por otra parte, el ceño de Stoica se frunció con fuerza y sus ojos destilaban la rabia, frustración e impotencia que recorría cada fibra de su ser. ¿Permanecería en ese lugar por siempre? O peor, ¿sería condenado a muerte sin poder hacer nada por salvarse? Golpeó la mesa de plástico con fuerza, queriendo descargar toda esa rabia contra el objeto inanimado.

    «Maldita sea. Maldita sea. ¡Maldita sea!». Se decía en su mente, una y otra vez con una furia desgarradora.

    —¡Le pagué una fuerte cantidad de dinero para que me sacara de este lugar! —Gruñó Zachary, controlándose para no irse encima de su abogado, el cual ahora, consideraba todo un incompetente.

    —Sí, lo sé. E intenté de gran manera hacerlo, pero la realidad es que eso era prácticamente un deseo utópico de su parte —sinceró Robert, reacomodándose incómodo en su silla.

    —¡Tu trabajo era sacarme de aquí sea como sea! Para eso te contraté, para eso gasté tanto dinero.

    —Entiendo su punto. Pero, seamos sinceros, ¿sí? Era casi imposible que usted saliera de aquí ante los crímenes que ha cometido… Señor Stoica, ¿es usted consciente de lo que ha hecho? ¿Las grandes desgracias que ha provocado?

    —Eso no es algo que me importe, Robert. Simplemente hacia mi trabajo, lo que se provocara con este, no era de mi incumbencia —expresó, frío y serio—. Y tu trabajo era sacarme de aquí, ¡no permitir que mi destino pendiera de la condena perpetua o la pena de muerte!

    —Lamento mucho informarle que es así. El juez dictará sentencia en un par de días, prepárese para lo peor —le dijo, colocándose de pie para marcharse de ese lugar. No tenía nada más que hacer ahí, tomó su maletín para luego, antes de salir, palmear el hombro de Stoica, mustiando un lastimero lo siento.

    El rubio se quedó ahí, aún asimilando las palabras dichas por Robert. Colocó ambas manos sobre la mesa, gruñendo como un animal furioso. No, no, ¡no! Él no podía pasar el resto de su vida en una cárcel, tampoco podía permitir que su vida se le fuera en manos de cualquiera. Pero, ¿qué carajos podía hacer? El mismo se había echado la soga al cuello cuando dejó que lo atraparan, años tenía huyendo de la policía, disfrutando de la buena vida, haciendo su trabajo sin arrepentirse de nada, sin inmutarse ante el dolor de los demás; no era algo que le importara la verdad. Pero de la noche a la mañana, aquello había cambiado drásticamente, y ahora se hallaba en el lugar que se juró nunca pisar.

    Sintió que algo en su interior se estremeció y Zachary, como hace años atrás, sintió miedo. Mucho miedo.

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    Zil Kendrick

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    Hola despues de mucho, mucho tiempo me tienes comentando algo tuyo.

    Bien sabes que no soy muy buena con lo de la ortografia... No note errores, pero algo que me llamo la atención fue que llegaron momentos donde se suponia que narras tu y otra donde el expresa lo que le pasa.
    Pero como decirlo encontre esos dos momentos juntos, parecia que él narra y no, la cosa era que tu lo decias, no se creo que debes de tener un poco de cuidado con eso.

    En lo rojo pense que el narro, pero te digo segui leyendo y eras tu! eso me confundio un poco.


    Sigamos, me gusto mucho le has puesto ironías esas que no se hacen esperar cuando hay personas en la carcer XD jajajaja es muy sexy X'D

    No se que crimenes cometio, si tan sólo hubieras dicho o dado un poco de información la más minima creo que la intriga hubiera sido más grande.

    Bueno me invitas a la conti, y mientras no tenga flojera comento vale ;) este comentario mio, ya hacia falta en tus escritos.

    Besos y suerte FEA!
     
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    Bruno TDF

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    Gran primer capítulo.

    Si hubo algún error, para mí pasó desapercibido porque la historia, en esta entrega inaugural, me mantuvo enganchado. Tiene una narración agradable, atrayente, en la que nos va presentando las situaciones, incógnitas y personajes de forma paulatina (como a mí me gusta :P) mientras la presencia constantes de ironías le dan un toque especial.
    Debo decir que me cayó bastante simpático Dereck, es un personaje que espero ver en algún momento en el futuro, mi apreciación personal es que va a resultar fundamental para lo que sea que está pasando. Además, me provoca gracia que hable entre cantos, está loco de remate. Al margen, el resto de los personajes también me parecieron excelentes, la construcción de ellos se nota que ha sido cuidada y sus personalidades traspasan las palabras, llevándonos a sentir dosis de cercanía con ellos, desde el protagonista hasta la efímera aparición del guardia.

    Retomando el tema de la narración, me voy a atener a su posición: a la estimada que escribió encima mío le llamó la atención que en algunas ocasiones narrás vos y, en otras, es el personaje quien se expresa. A mí también, pero además por el hecho de que hubo momentos en los que el narrador se enfocaba en los sentimientos del abogado:

    Es decir, se desenvuelve en tres instancias. Sin embargo, no creo que sea un error: me parece perfectamente válido.

    Por último, mi momento preferido fue:

    Terrible golpe a la integridad del personaje. Yo imaginaba que iba a ser, o cadena perpetua o una cantidad exagerada de años de prisión. Durísimo el destino que le espera.

    En fin, ahora me queda esperar los próximos capítulos para saber... ¿Qué crímenes cometió Zachary :O ?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
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    Lamento si decepciono a los que comentaron lo anterior con mi capítulo. Puede que haya unos dedazos, tuve que subir sin revisar del todo.
    Sin más retrasos, les dejo la segunda parte.
    Purrsephone Alessandra
    __________________________________________________

    Capítulo II

    Zachary trató de pensar en alguna manera de librarse de aquella noticia, alguna manera de que las cartas se voltearan a su favor mas no tenía sentido intentar nada ya que ahora su vida pendía de un hilo mucho más débil de lo que creía. Sus crímenes no tenían perdón a los ojos de nadie pero eso él poco le importaba. En su mente, los recuerdos de aquellos actos inhumanos se revivieron, ¿qué acaso sentía culpa? No. Se sentía orgulloso de lo bien que había hecho cada uno de sus trabajos, de la buena vida que gracias a esos actos había logrado llevar.
    Vivió bien a costa del sufrimiento ajeno y no lo lamentaba, no se arrepentía de nada y nunca lo haría.
    Recordó una de tantas noches en las que iba a negociar los costos de sus servicios.

    Eran cerca de las diez de la noche, la actividad en la ciudad era mínima, la Luna estaba cubierta por nubarrones. De seguro llovería pronto, él caminaba con paso lento pero firme, despreocupado hasta que se detuvo frente a un callejón.


    —Tengo un trabajo para ti, Zachary—musitó un hombre sosteniendo en sus labios un cigarrillo, oculto en las sombras.


    —Habla, Williams, no tengo todo el día—reclamó el rubio de forma arrogante.


    —Uno de mis socios metió la pata hace unos días, necesito que acabes con él. Lo haría por mi cuenta pero no puedo arriesgarme de nuevo, la policía me sigue de cerca últimamente—explicó soltando una bocanada de humo—. Sé que nadie puede hacer un como este mejor trabajo que tú.


    —¿Cuál es el nombre de la nueva presa?


    —Alberto Mendoza. Es un inmigrante, buscaba dinero rápido pero no supo cómo hacer bien su trabajo y terminó haciendo todo mal. Puso en riesgo a todo el grupo—respondió Williams con evidente rencor en su voz.
    Zachary soltó una socarrona carcajada y sacó un cigarrillo, su cliente tomó aquello como una afirmación a su pedido y dejó escapar una carcajada también.


    —Deberías escoger mejor a tus empleados—masculló Zachary con repentina seriedad—, pero si lo hicieras no tendría como divertirme.


    —El tipo está en su casa a partir de las siete de la noche—añadió el hombre que se ocultaba entre las sombras—. Casi siempre con su esposa e hijos—terminó diciendo con algo de preocupación por la seguridad de la familia de su antiguo socio. A pesar de ser un narcotraficante conocido en la zona, a este tipo aún le quedaba una pizca de humanismo o cordura y, quizás de forma inconsciente, pensaba el aquellos seres que no tenían que ver con sus negocios.


    —Haré lo que deba hacer—dijo Zachary dejando en claro que acabaría con todos si era necesario o, más bien, si le placía hacerlo—. Me encargaré hoy mismo.
    Se alejó de aquel callejón camino a la casa de su próxima víctima, lo había conocido antes sabía dónde vivía y cómo. Al llegar, educadamente tocó la puerta, sin malicia el hombre le hizo un ademán para que entrara a su morada.


    —Debemos hablar de algo muy importante, señor Mendoza—expresó Stoica para luego tirar el cigarrillo que traía entre sus labios, pisarlo y finalmente entrar.


    —Adelante, dígame de qué necesita usted hablar.


    —Verá... tengo entendido que usted ha tenido un problema a su jefe.


    —Esos son asuntos muy delicados—La semblante del hombre cambió radicalmente y comenzó a analizar que, dejarle pasar, había sido un error. El pulso de sus latidos se había elevado, Stoica no se traía nada bueno entre manos.


    —Le pongo el asunto fácil, mi estimado amigo Mendoza, no hay vuelta de hoja y eso es todo. Su vida está suspendida por un hilo más débil de lo que usted cree y, permítame decirle, será muy divertido jugar con ese hilo hasta romperle.


    Zachary fue sacado de sus pensamientos cuando, el guardia que lo había sacado de su celda, nuevamente lo había tomado con fuerza del brazo. Forcejeó de forma involuntaria y el guardia forzó más su agarre para prácticamente arrastrarlo de regreso.


    —Lo adecuado sería que te colgaran, Stoica, o que te pusieran en la silla eléctrica—comentó el guardia con una mueca de fastidio en su rostro.


    —Sólo porque mis pasatiempos y forma de ganarme la vida son mal vistos por tu gente.


    —Eres un enfermo—añadió para encerrarlo nuevamente con el incompetente Dereck.


    —¿Qué noticias le dieron a mi querido compañero?—canturreó el tipo entre risas burlonas.


    —Cállate—respondió el rubio para apoyarse en las barras metálicas de su encierro.
    Se sumergió en sus recuerdos, los gritos de dolor y angustia de sus víctimas, su llanto, el vacío en sus ojos.
    La buena vida que había llevado, beber hasta el amanecer, las noches de locura desenfrenada con mujerzuelas, las apuestas. Todo.

    Aquella noche que se suponía debía matar a Mendoza, se descuidó, fue seguido por la policía que lo detuvo justo a tiempo de que cometiera otro asesinato a sangre fría. Aquel recuerdo era algo borroso para él, quizás porque había hecho el intento de omitirlo, había querido creer que eso no había pasado.
    Tocaron la puerta, Stoica permitió a su víctima abrirla quizás por última vez. El hombre abrió y un grupo de tres policías entraron armados. Él trató de huir por alguna ventana de la casa pero fue detenido cuando uno de los uniformados le dio un golpe que lo noqueó. Su caso fue procesado y se le buscó un abogado aunque no hubiese forma de defender su caso.
    Zachary Stoica había sido acusado de decenas de asesinatos indiscriminados, comenzando con animales, para pasar a personas y llegar al extremo de incluso matar niños sólo por gusto. Se creía o más bien se aseguraba que ese hombre tenía serios problemas psicológicos.


    Nuevamente su pensamiento fue interrumpido esta vez por un conflicto que sucedió en la celda de al lado. Buscó con la mirada a Dereck y lo ubicó en su respectiva cama, distinguió que el tipo jugaba nerviosamente con sus manos. Le restó importancia. Su mente ya estaba lo suficientemente revuelta como para pensar en otra cosa que no fuese su pasado y cercana condena. Sus pensamientos estaban llenos de los gritos de piedad de sus víctimas, de su sangre, de sus ojos sin vida, por su mente cruzaba cómo sería condenado. Estas personas jugarían con el hilo que sostenía su vida, jugarían hasta romperle así como él había hecho con todas sus víctimas. Eso que llaman karma era algo que estaba viviendo ahora Zachary pero aún así, defendería a capa y espada los crímenes.


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    Lexa

    Lexa Fanático

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    Tragedia
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    Escrito entre Melyen y mi persona. Yo lo empecé, ella lo terminó c:
    Capítulo III

    Y es que si Zachary se ponía a analizar la situación con cabeza fría sabía que estaba perdido. Maldecía una y otra vez el momento en que se dejó atrapar, maldecía a su compañero de celda por ser un cínico, maldecía el guardia por creerse tener control sobre él. Lo maldecía todo. Golpeó con su puño apretado una de las paredes de la celda con frustración, sin importarse si se haría daño por eso. Ya no importaba cuando su destino tenía un final realmente funesto y miserable. Él no lo merecía.

    —Oh, Zachary, no te hagas daño, ese cuerpo sexy no merece ser lastimado~ —Canturreó Dereck llegando hasta él por detrás, susurrándole cerca del oído queriendo intimidarlo, hacer que se estremeciera por su descarada cercanía.

    —No molestes, Dereck. Busca que hacer —expresó mordaz ante las claras intenciones de su compañero, se movió en su lugar buscando quitárselo de encima de una vez por todas.

    Como fastidiaba.

    —Podría hacer muchas cosas contigo~ —Respondió con su característica sonrisa socarrona en sus labios, relamiéndose los mismos con un aire de picardía.

    Stoica dejó que el aire escapara de sus pulmones del golpe, molesto y cansado de las actitudes e insinuaciones de Dereck. Pervertido, molesto, imbécil… esas palabras se quedaban cortas para describirlo. Y lo odiaba con todas las fuerzas que poseía y un poco más.

    —No me molestes, Dereck. Hoy no —negó con su cabeza también, pasando una mano por sus hebras amarillas con expresión de molestia e impotencia en su rostro ante todo lo que le estaba ocurriendo.

    El pelirrojo le sonrió ligerito, chasqueando su lengua al paso que caminaba hacia su cama.

    —De acuerdo. Hoy me portaré bien contigo simplemente porque sé que en un par de horas el juez dicta el veredicto final sobre tu caso. Y como sé que no recibirás buenas noticias…. te dejaré tranquilo —expresó con cierta burla en su voz, acomodando la almohada desgastada bajo su cabeza para luego cerrar sus párpados sin perder su típica sonrisa—. Pero sólo por hoy ~ —Canturreó al final, burlón.

    Zachary optó por no decir nada, era lo mejor. Había logrado conseguir que su compañero lo dejara tranquilo y eso era motivo suficiente para permitirse respirar libremente un segundo. Pero sólo eso, un segundo.

    Las palabras dichas por Dereck eran ciertas, tan ciertas que le hacían temblar internamente. En un par de horas, ese hilo del que pendía, se rompería. Lo sabía. Cerró su puño nuevamente para luego gruñir al paso que se sentaba en su cama, queriendo gritar y descargar la cólera que traía por dentro. ¡Maldita sea todo! Las imágenes de lo que hizo, de las atrocidades que cometió por simple diversión y buen dinero, le arrancaron una sonrisa. No podía evitarlo, le gustaba. Y no se arrepentía de nada. Los gritos desgarradores de sus presas, clamando por piedad, clamando por su vida, le extasiaba como jamás pensó que lo haría.

    No se arrepentía de nada.

    Y lo podía gritar si quería para que les quedara claro a todos los que le miraban con aversión, lo podía asegurar sin una pizca de temblor en sus palabras, lo repetiría con orgullo aun si su vida se le estuviera arrancando, y se reiría en la cara de los que seguramente lo compararían con cualquier animal queriendo ofenderlo por ello, u otros que jamás compararían a Zachary con la pureza de los animales, queriendo hacerlo menos por ello. Se reiría en la cara de todos, sin importar que dijeran, jamás se arrepentiría de la vida que llevó, ni de las muertes o desgracias que causó. Jamás.

    Stoica rió tantito ante eso casi por inercia, perdiéndose un poco en las imágenes que llegaban a su mente, en los disfrutes y placeres que se dio y se permitió vivir. Rió por eso, queriendo transportarse a aquellos recuerdos. Pero un ruido ajeno, lo trajo de golpe a la realidad.

    Las grisáceas paredes y el olor nauseabundo del lugar donde se encontraba mataron literalmente esa socarrona sonrisa que yacía en sus labios. La realidad era otra, muy diferente. Pasó una mano por su cara, nervioso, sabía que nada bueno vendría para él.

    —Zachary... —Le llamó el guardia del otro día llegando hasta su celda, con las llaves en su mano izquierda.

    —¿Qué? —Preguntó, arrastrando su mirada hasta él.

    —Es hora, el juez está aquí.

    La mandíbula del rubio se tensó, pero se limitó simplemente a colocarse de pie y llegar hasta el guardia, esperando que éste lo condujera hasta lo que sería su condena, a escuchar el infierno que viviría.

    La reja de la celda se deslizó dándole paso al guardia para llegar hasta Zachary y colocarle las esposas en sus muñecas, esta vez por delante de él. Las apretó con fuerza, a propósito y con cierta burla y malicia. Más Stoica no dijo nada, no le daría el gusto.

    —Y… cuéntame, Zachary. ¿Qué prefieres, cadena perpetua o pena de muerte? —Preguntó el guardia al paso que lo tomaba por el brazo y empezaban a caminar por el pasillo, casi disfrutando de su labor.

    El rubio le miró por el rabillo del ojo, queriendo fucilarlo con la mirada o quizás evaporarlo con la misma. Carraspeó un poco su garganta, fijando su vista al frente, queriendo ignorarlo olímpicamente. No tenía porque responder y no lo haría. Pero no pudo evitar hacerse esa pregunta internamente, ¿pena de muerte o condena perpetua? Viendo bien las cosas, analizándolas fríamente y con apego a la realidad, se inclinaba por la primera opción. ¿Por qué? Simplemente no les daría el gusto a los guardias y demás personas que desearon verlo tras las rejas consumirse día a día, así como tampoco pretendía soportar a Dereck ni un minuto más. Prefería que su vida se le fuera arrancada con su orgullo y dignidad intacta.

    —Qué serio estás, Zachary… ¿Nervioso? ¿Asustado? —Preguntó nuevamente el guardia con un deje de burla en sus palabras, soltando una carcajada al paso que terminaba de hablar.

    Stoica chasqueó la lengua, murmurando un ‘imbécil’ por lo bajo. Y es que si se le presentara la oportunidad, acabaría con la vida de ese guardia peor que como hacía con sus presas.

    Al paso de unos minutos, Zachary fue dejado dentro de los juzgados de Rumania, siendo depositado en la silla donde iban los acusadores. Un par de personas que Stoica en un principio no reconocía le miraban con odio y aversión, tras unos minutos de observarles con determinación, dio en el clavo de quienes eran.

    Familiares de las presas que mató.

    Rodó los ojos antes eso, ladeando un poco la cabeza, sin muchos ánimos de soportar miradas frívolas. Si hubiese sabido que le mirarían así, hubiese acabado con ellos y asunto arreglado. Desvió sus orbes hasta el hombre que estaba prostrado en todo lo alto, con un traje negro que le cubría todo el cuerpo y un semblante serio, leyendo un par de papeles que a Stoica no le importaban saber qué eran.

    Logró visualizar como un guardia hizo seña para que todos los que estaban presenten en el lugar tomaran asiento, haciendo que la atención de todos se centrara en el juez que dictaría su maldita sentencia.

    —Zachary Stoica, acusado de asesino serial. Trato con prostitutas, posible contrabando y el asesinato de cinco menores de doce años… —habló el juez con voz firme mientras dejaba de lado los papeles que había estado leyendo.

    El rubio sonrío con arrogancia al escuchar como, una vez más, mencionaban sus acusaciones. Miró al juez que daría su veredicto y suspiró con pesadez para luego voltear la mirada hacia algún otro lado.

    —Su defensa no logró avanzar a su favor —continuó diciendo—. Por tanto, el señor Stoica hoy recibirá el verdadero veredicto de su caso.

    El sudor se deslizaba lentamente por el rostro de Zachary, de verdad prefería la pena de muerte a pasar el resto de sus días con el desgraciado Dereck, de ver como su vida se consumía en ese lugar. No buscaría redimir sus pecados, no lo haría porque como ya quedó claro no se arrepentía de nada.

    —Espera lo peor —murmuró su abogado.

    El rubio tragó duro.

    —Se le sentencia a cadena perpetua —terminó diciendo el juez.

    ¿Qué? ¿Cadena perpetua? No. Eso no puede ser. Stoica frunció el ceño con evidente desapruebo, las personas presentes en la sala comenzaron a murmurar cosas, él las ignoró olímpicamente como de costumbre. Definitivamente el mundo se derrumbó sobre sus hombros, tendría que pasar el resto de sus días con Dereck, una pesadilla cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo.

    —¡Cómo se le ocurre darle la oportunidad de seguir con vida! —Gritó una mujer fuera de sí mientras se levantaba—. ¡Mató a demasiadas personas, mató niños! No tiene perdón de Dios...—murmuró lo último con evidente odio en sus palabras.

    —¿Dónde estaba tu Dios cuando este hombre mató a tu hijo, mujer? —Reclamó un hombre al fondo de la sala—. Aquí no decide Dios, decide el humano que sabe dar peores castigos.

    El juez se levantó de su lugar, miró a la mujer con seriedad y salió de la sala, dando a entender que la sentencia no sería cambiada. El guardia volvió a tomar el brazo de Zachary con brusquedad y lo arrastró nuevamente hasta su celda.

    —Literalmente te pudrirás aquí —comentó con cierta burla. El rubio hizo caso omiso al comentario y dejó escapar un suspiro de resignación. El guardia abrió la celda, quitándole las esposas y obligando a Stoica a entrar.

    —¿Qué noticias le dieron a mi compañero? —Canturreó Dereck como de costumbre mientras se acercaba y pasaba un brazo por el cuello del rubio.

    —No te importa —masculló a modo de respuesta y quitó el brazo del tipo de alrededor de su cuello, exasperado.

    —Espera… ¿Te dejarán aquí de por vida, cierto?—Preguntó con repentina seriedad. Zachary no respondió y se dirigió a sentarse en su respectiva cama. Dereck dejó escapar una sonora carcajada—. ¡Pasarás la eternidad a mi lado, querido Zachary! —Volvió a canturrear como si le hubiesen dado la noticia de que sería libre. Tomó a Stoica del brazo y lo levantó de la cama con brusquedad para luego abrazarlo y acariciarle el cabello mientras reía con burla.

    —Suéltame —ordenó Zachary tratando de que lo soltara pero no tenía ánimos para siquiera hacer fuerza, perdió la paciencia y lo hizo a un lado para volver a sentarse en su cama con una mueca de fastidio en su rostro.

    Los días pasaban, Dereck era cada día más irritante, estúpido y pervertido. Y Zachary empezaba a consumirse, odiaba con todo su ser la pocilga que ahora era su hogar, en ocasiones le entraban unas ganas inmensas de llorar, de quebrarse hay mismo y expresar la rabia que le carcomía por dentro, pero no lo hacía, él jamás doblegaría, pero con cada día que pasaba sus fuerzas iban en decadencia… Comenzaba a volverse loco, a ser como Dereck, otro simple desquiciado que estaba metido en una prisión por el resto de sus días.

    Las cartas quedaron en su contra y, aún así, Zachary no se arrepentía de sus crímenes. Éstos le seguían arrancando sonrisas de orgullo, como el loco desquiciado que era y siempre fue.

    1.859 Palabras.
    Frase inspiradora del colectivo: "Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos"
    Gracias por leer<3
     
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