Fantasía Estrella fugaz

Tema en 'Relatos' iniciado por Elliot, 26 Agosto 2022.

  1.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    29 Diciembre 2018
    Mensajes:
    305
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Estrella fugaz
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3662
    Un hombre estaba perforando agujeros en la arena. Actividad usualmente de lo más sencilla y sosa, pero para la que él parecía estar empleando un gran esfuerzo, y de la que estaba sacando gran satisfacción. Normalmente esto lo haría captar numerosas miradas curiosas de las multitudes cercanas. Pero este sitio especial que gustaba de visitar, tan amplio, despejado, y de suelo tan apropiado para sus propósitos, se encontraba bastante apartado del resto de la ciudad. Por lo que ahora mismo no contaba con muchos espectadores.

    No muchos… pero si uno. Aunque no a sabiendas del hombre.

    Observando desde las sombras, oculta de su distraída mirada, se encontraba la figura de algún misterioso extraño quien ocultaba su identidad bajo unos viejos y maltratados trapos. La silueta vigilante se encontraba intrigada con lo que presenciaba. Mas el motivo de su intriga no era acerca de qué podría tratarse, pues no era la primera ocasión que se hallaba fisgoneando al hombre en esta actividad, que ya hacía tiempo que había descifrado. No, lo que la intrigaba realmente era el motivo de llevarla a cabo. Y, más aún, de una forma tan burda.

    Durante su ejercicio, el hombre pronunciaba para sí mismo nombres aparentemente aleatorios, y pensaba en voz alta frases sueltas como “Por aquí”, “No, por acá”, “Estas iban así”. Cuando el sol empezó a retirarse, y los astros más valientes se atrevían a hacer acto de aparición incluso momentos antes de propiamente comenzada la noche, el hombre se detuvo unos momentos y concluyó en un tono optimista tras contemplar sus alrededores para juzgar su obra:

    —Bueno, nada mal. Ya voy por unas cuantas docenas, y más o menos están bien colocadas.

    Mientras pronunciaba estas palabras, el hombre tomó el palo que le había servido para cavar esos agujeros y lo empezó a mover frente suyo, como una ayuda visual para confirmar que los puntos estuviesen bien alineados. Su revisión fue repentinamente interrumpida cuando su espectador de incógnito, en un acto osado como los que no había mostrado hasta ahora, le quitó de forma brusca y sin aviso la vara de su mano. Sin darle tiempo al hombre de procesar la situación más allá de su susto inicial, la figura desconocida comenzó a borrar, recolocar y hasta añadir agujeros nuevos. Pisoteando y perforando la arena con tanta intensidad, pero, al mismo tiempo, de una manera tan notoriamente metódica, que dejó perplejo al hombre. Pronto, la cantidad de puntos reemplazados fue ampliamente superada por la de puntos completamente nuevos que eran añadidos, y esa brecha no hizo más que crecer hasta que las docenas iniciales de agujeros se vieron multiplicadas a centenares.

    El arduo trabajo de la presencia oscura solo se detuvo con la inadvertida llegada plena de la noche. Al igual que el hombre, el misterioso extraño se guiaba con ayudas visuales del palo, en este caso la sombra de este, para las alineaciones y ángulos entre los puntos. Solo cuando perdió esa herramienta del todo fue que salió de su trance creativo, en el que estuvo tan o más despistado que el hombre, y se dio cuenta de todo lo que había ocurrido. El humilde, y mediocre, intento de ese hombre de un mapa sideral, que ocupaba el espacio de una pequeña plaza en una villa, fue extensamente ampliado a las dimensiones de un colosal anfiteatro, y profundamente detallado, hasta alcanzar una prolijidad digna de los ostentosos murales de la capital. La calidad resultante de la obra superó las expectativas incluso de su mismo creador, quien al inicio del proceso de la creación contaba con una actitud condescendiente, luego presumida, y llegó a sentir orgullo, pero que ahora estaba avergonzado de haberse dejado llevar por una pasión que se había negado a sí mismo tener desde los últimos siglos. Y esa, sin embargo, no sería su última sorpresa en esa joven noche.

    Lejos de tomarse a malas el gesto del desconocido, ciertamente rudo, el hombre no hizo más que quedarse fascinado por la habilidad de este. Al punto de que, en un exceso de confianza, se le acercó a alabarlo.

    —¡Eso fue asombroso! —elogió el hombre a la figura, sosteniendo con fuerza ambas manos de esta mientras las rodeaba con las suyas, tomando desprevenido al desconocido—. ¿Cómo te volviste tan bueno? Yo llevo una eternidad en esto y ya ves mi nivel. ¿Podrías ayudarme?. ¡Oh! ¿Tal vez podría volverme tu alumno? —bombardeaba entusiasmado a preguntas—. A todo esto ¿quién eres?

    Esa invasión a su espacio personal, los cumplidos honestos a sus talentos, y la emoción casi infantil que demostraba ese hombre dejaron sonrojada a la persona de incógnito. Antes de que él pudiera notar eso, la persona lo apartó de un brusco empujón, haciéndolo caer al suelo. A continuación, cuando el hombre aún yacía echado en la tierra, presenció como los viejos trapos sucios y maltratados que ocultaban la identidad de su inesperado visitante eran violentamente desgarrados, revelando el aspecto inhumano, verdaderamente monstruoso, de este.

    —¡Soy un terror de la noche! —exclamó en una horripilante voz vagamente femenina— Soy un ser de una clase superior a la tuya, ¡ustedes los humanos son para mí lo que los animales impuros son para ustedes! Estoy condenada a sufrir algo tortuosamente más cercano a la eternidad de lo que tan a la ligera has bromeado, y de lo que la mente de cualquier insignificante mortal es capaz de comprender. Tan solo el conocimiento que he adquirido de forma pasiva eclipsa lo que cualquiera de ustedes, patéticos gusanos, podría alcanzar dedicando toda una vida al estudio —sermoneaba con absoluto desdén. Hasta que, de un momento a otro, su actitud creída pasó a una derrotada, y su tono desafiante a uno más introspectivo—. Y aún así… y aún así…

    —Entonces no voy tan mal —interrumpió el hombre, extrañamente motivado.

    La demonio se confundió ante esa observación que sonaba tan fuera de lugar. De manera inconsciente, hizo notar su desconcierto al hombre.

    —Oh, tu trabajo es mucho mejor que el mío, por supuesto —aclaró en un tono completamente casual—. Es que por un momento, al ver lo tuyo, pensé que había avanzado humillantemente poco en este tiempo. Pero ¡qué viva, tú!, que partes con muchísima más práctica —sentenció entre risas de alivio—. No será mucho tiempo según tú, pero me queda toda una vida por delante para mejorar. Así que ¿qué dices? ¿serías mi maestra? —preguntó con mucho entusiasmo, extendiendo su mano.

    Ante la falta total de reacción por parte de la demonio a su propuesta, tras unos momentos de silencio, el hombre quiso preguntarle su nombre. La demonio lo interrumpió abandonando el sitio, alejándose de él con la ligereza y velocidad de una brisa, volando a ras de suelo hacia las profundidades del desierto, borrando en el proceso todas sus estrellas dibujadas por las que pasó, y prontamente desapareciendo en el horizonte. El hombre intentó seguirla, pero rápidamente se dio cuenta de lo inútil y arriesgado que eso sería, y se resignó a regresar a la seguridad de la ciudad.

    La demonio, por su parte, también se resignó. En ese momento, lo que más quería era huir, abandonar ese sitio para siempre, alejarse de ese hombre, olvidarse de él, y continuar con su mísera existencia resguardándose bajo las sábanas de la ignorancia y de la apatía como llevaba haciendo por tanto tiempo. Pero no pudo. Su curiosidad, y, aunque en ese tiempo no lo reconociera, su esperanza, la guiaron de regreso, directo y sin frenos, al camino de aquel peculiar admirador del cosmos. Su reencuentro, sin embargo, no fue inmediato. Ella estuvo unas semanas observándolo a lo lejos, ocultándose de su vista entre la gente, y escondiéndose en los rincones, cubierta de la misma manera bajo nuevas telas. Previamente solo lo acechaba de esta forma cuando iba a aquel lugar a mapear las estrellas, pero desde aquel día tuvo curiosidad de conocer más sobre él, y descubrió aún más peculiaridades de su estudio. Tras mucho considerarlo, ella decidió finalmente volver a mostrarse ante él, y en el mismo lugar durante su misma actividad que en aquel primer encuentro.

    —Oh, ¡eres tú! —expresó con emoción. Desde la anterior aparición de la demonio, el hombre esperaba con anticipación su regreso.

    Cada que volvía a su sitio de dibujo, estaba más atento a su alrededor que antes. Esto había dificultado un poco a la demonio esconderse, pero aún así logró hacer una entrada sorpresa. Cuando lo hizo, y luego del saludo del hombre, ella notó los gestos de este para preguntar por su nombre.

    —Tzarí —contestó la inmortal.

    —Aashón —hizo lo propio el humano—. Un gusto.

    —Aashón de Ansa —recitó su nombre y procedencia con la cabeza en alto y en un tono grandilocuente, como si se tratara de un oficial dando un anuncio de gran importancia—. He visto incontables humanos emprenderse a la ambiciosa tarea de intentar, desde sus perspectivas de hormigas, leer y descifrar los mensajes de las estrellas en lo alto de la bóveda celeste. Nunca han alcanzado un nivel mínimamente comparable a lo que podemos alcanzar los demonios, pero no puedo negar que aquellos de métodos mejor refinados, y en posesión de instrumentos más sofisticados, han obtenido un moderado éxito. Algunos incluso, los de más astucia, han vuelto las limitaciones de sus resultados a su favor, convirtiéndolo en una herramienta con la que engañar a los incautos, igualándonos en al menos eso. Pero tú, Aashón, me temo que jamás lograrás ningún avance en las artes adivinatorias, por más que te esfuerces, si continúas empleando técnicas tan burdas como ir a ojo, y registrando tus hallazgos de formas tan vergonzosamente desorganizadas. No debería de siquiera importarle a una ser superior como yo el que un mortal esté desperdiciando su muy limitado tiempo —dijo con gestos y actitud presumidas—, pero tus palos de ciego me generaron un leve entretenimiento, por lo que me sentí caritativa para darte este favor.

    Antes de que Tzarí acabara de explicar su motivo para estarlo aconsejando, Aashón dejó escapar unas pequeñas risas.

    —Pero, ¡si serás un gusano ingrato! —exclamó ofendida—. No sé ni para qué me molesto —refunfuñó.

    Ella se dispuso a retirarse del mismo modo que la vez anterior. Aashón percibió sus intenciones, y en un movimiento tan temerario como imprudente, se colocó frente a ella para evitarlo. Tras ponerse de pie y limpiarse algo del polvo luego del subsecuente atropello, aclaró:

    —Siento mucho ese malentendido. No me estaba burlando. Estoy conmovido por tu preocupación, de verdad.

    —¡No estaba preocupada! —se apuró a asegurar la demonio, con algo de intensidad de más.

    —Y tienes razón en tus consejos —continuó Aashón—. Si quiero llegar a algún lado con esto tengo que empezar a tomármelo más en serio. De hecho, ahora tengo aún más deseos de que me ayudes. Pero nada de esto lo hago para intentar predecir el futuro.

    Su confesión dejó perpleja a Tzarí.

    —¿No? —seguía incrédula ante eso—. Entonces ¿por qué?

    Su pregunta dejó igual de confuso a Aashón.

    —¿No es obvio? Creí que alguien tan apasionado por las estrellas como tú lo daría por hecho.

    Ante la reacción todavía desorientada de Tzarí, Aashón decidió colocarse a su lado y elevar su mirada a lo más alto. Cuando de reojo confirmó que Tzarí hizo lo mismo, o por lo menos estaba mirando a su rostro, dijo:

    —Amo observar las estrellas porque son absolutamente hermosas —tras decir esto, se tomó una pequeña pausa para admirar el firmamento en la apenas naciente noche—. ¿No sientes lo mismo?

    Al dirigirle la mirada para hacerle esta pregunta, Aashón se llevó una sorpresa con la expresión en el rostro de Tzarí.

    Era la primera vez en siglos que ella echaba una mirada tan directa al cielo nocturno. Hasta entonces, ella iba casi todo el tiempo con la mirada baja, incluso estando el sol en lo alto, temerosa de hacer contacto visual hasta con el más solitario de los pequeños astros que merodeaban por encima de las nubes. Viviendo hábitos diurnos contrarios a su naturaleza de criatura de la noche, y asfixiándose bajo la cobertura con la que pasaba desapercibida entre los seres inferiores con los que se vio forzada a convivir. Mas sus días no siempre fueron así de desdichados. En una Era remota, olvidada por la humanidad, y nebulosa en los recuerdos de Tzarí, cuando la existencia de la demonio era aún una novedad, ella se maravillaba ante el esplendor de la galaxia. Y no se conformaba con contemplar aquellos puntos brillantes como objetos distantes, sino que se elevaba hasta lo más alto a conocerlas de cerca. Esta costumbre, natural para los demonios, les otorgaba la capacidad de conocer los eventos futuros antes de que ocurran, a un nivel de detalle fuera del alcance de lo que pueden aspirar los mortales. Esto podía ser fuente de regocijo o de tormento para estas criaturas. Al principio, Tzarí era incrédula de lo que escuchaba de las voces del cielo. Luego, cuando estuvo segura de su inequívoca precisión, pasó a sentir asombro y entusiasmo por estas. Sin embargo, tras presenciar una tragedia tras otra de las que tenía total conocimiento no solo de su llegada, sino de su inevitabilidad, de la inutilidad de luchar contra su suceso, y hasta de sus propios inútiles intentos que seguía llevando a cabo para intentarlo, Tzarí se dio cuenta de la constante pesadilla por la que pasaría si seguía volviéndose consciente del inminente destino del que todos somos esclavos. A partir de entonces, Tzarí se exilió a sí misma a los dominios benditos de la ignorancia, en los que creyó que residiría hasta el final de los días, creyéndose incapaz de recuperar su juvenil amor por los astros… hasta ese momento.

    —¿Estás bien, Tzarí? —preguntó Aashón, preocupado por los ríos de lágrimas fluyendo por la cara de la demonio.

    —Estoy —empezó a hablar sin despegar todavía su vista del firmamento, pero entonces se giró para ver directamente a Aashón—… viva.

    Pasaron varios minutos en los que Tzarí dejó salir sus sentimientos sin contenerse, y en los que el desconcertado de Aashón trataba de consolarla como podía. Cuando finalmente volvió a ser capaz de hablar, colocó sus manos sobre la de Aashón que sostenía el palo, y le anunció con voz risueña:

    —¿Qué estás esperando? Hoy es tu primera clase.

    La primera de unas cuantas. Habían comenzado una colaboración entre la energía y entusiasmo de él, dispuesto a ir a donde hiciera falta, y los conocimientos y experiencia de ella, sabiendo a donde guiarlo, para así, ojalá, conseguir eventualmente el objetivo de ese hombre. Un objetivo sumamente ambicioso, además.

    La fascinación astronómica de Aashón no había comenzado tan temprano en su vida como la de Tzarí. Ocurrió en una de las ocasiones en que visitó el mercado del puerto en la gran capital de Sut, a donde gentes de todas partes del mundo se encuentran para hacer negocios. Uno de los extranjeros que más llamó su atención allí fue un hombre proveniente de unas lejanas islas remotas en medio del más vasto de los océanos. Las gentes de allá iban mayormente desnudas, y se tenían que cubrir con cualquier prenda que encontrasen para poder entrar al mercado, usualmente acabando con un aspecto desalineado. Pero pese a eso, eran de una actitud de lo más refinada y amigable, siendo común que se pusieran a compartir historias sobre sus bizarros modos de vida a los siempre curiosos extranjeros, como lo fue Aashón. Una de las cosas acerca de las que él preguntó fue sobre cómo podían navegar por aguas tan extensas y monótonas sin perderse. El nativo le explicó entonces acerca de cómo su pueblo se aprendió la posición de las estrellas y sus recorridos por el cielo a lo largo del año, y, a diferencia de los astrólogos, que intentaban saber de eventos futuros con ese conocimiento, sus navegantes lo usaban para saber su posición en el mundo durante el ahora. Esto dejó totalmente asombrado a Aashón. Tanto, que el nativo notó su entusiasmo, soltó una pequeña risa jovial al respecto, y lo animó a intentarlo él mismo si le interesaba. Tanto el nativo como Aashón creyeron que esa solo era emoción del momento, y que pronto se le pasaría. Pero este nuevo conocimiento cambió para siempre el modo en que el hombre consideraba a algo tan, para él hasta ese entonces, mundano y obviable como las estrellas. Desde entonces, se propuso a mapear el cosmos en su plenitud.

    El inicio de su nuevo recorrido había sido lento, torpe, y muy solitario. Pero todo eso cambió ahora que tenía a Tzarí a su lado. Y el placer era mutuo. Ambos gozaban con la presencia del otro, incluso cuando no estaban realizando tareas relacionadas al estudio de los astros. Su conexión se fue volviendo más y más cercana, hasta que una noche, después de un agotador día de arduo trabajo, ambos hallaron en el amor carnal del otro el más reparador de los descansos. Luego de realizado el acto, ambos se quedaron recostados plácidamente en la misma cama. Los dos cayeron dormidos, pero un rato después Tzarí fue despertada por los gentiles rayos de luna que se filtraron de la ventana hasta su cara. Con cuidado de no perturbar el sueño de su amante, ella se levantó de la cama y se puso a caminar por sobre esa bella luz. A continuación, continuó elevándose hasta que, sin que se diera cuenta, se encontraba en medio de aquel teatro cósmico que no había visitado en tanto tiempo. Embriagada en un trance sensorial y sentimental de la más pura satisfacción, la demonio creyó que nadar en aquel hermoso mar etéreo era la forma perfecta de terminar aquella noche llena de regocijo. Hasta que el motivo por el que había evadido esto por tantísimo tiempo, incluso luego de conocer a Aashón, se le presentó con una puñalada directo al corazón.

    Las voces del cielo le contaron algo. Algo terrible. Algo que de un momento para el otro la hizo sentir el mayor de los tormentos. Angustiada, Tzarí se cubrió los oídos, cerró los ojos, y negó una y otra vez con gritos de agonía. En su desesperación, olvidó mantenerse en lo alto, y cayó del cielo como un rayo. El accidente no le causó daño físico alguno, así de destacable era la resistencia de los de su especie, pero sentimentalmente quedó devastada.

    Escuchó cómo moriría Aashón. Y que sería muy pronto.

    En un principio, pensando que su amado preferiría refugiarse en la ignorancia justo como ella, Tzarí le ocultó esta información, así como su reciente encuentro con las voces del cielo. Además, como si aún se tratara de la misma demonio ingenua que una vez fue, quiso buscar lo más que pudo formas en las que salvarlo. Pero cada método que probaba solo resultaba en tener todavía más claro lo inquebrantable de las cadenas del destino, hundiéndola más en su sufrimiento.

    Incapaz de soportar ver a su amada tan afligida, y extrañado de que últimamente se desapareciera tanto, Aashón le preguntó al respecto. Descubrir el dolor y sacrificio por el que ella había estado pasando por él se le hizo aún más desgarrador que las trágicas noticias acerca de su propio futuro. Tras unos momentos sin palabras en los que reflexionó profundamente al respecto, el hombre finalmente habló:

    —Tzarí, me conmueven, desde lo más profundo de mi ser, tus esfuerzos para con mi bienestar —le decía con sus manos sobre los hombros de ella—. Pero ya puedes abandonar esa tarea tan melancólica. Acepto mi inminente final. Y deseo pasar mis últimos días en paz junto a ti —anunció con una comprensiva y cálida sonrisa—.

    —Pero ¿y tu sueño? ¿y todos tus planes? —objetó intranquila—… Claro, ya no te queda tiempo —decayó ante la obvia realización.

    Aashón quiso tomar la palabra, pero Tzarí continuó.

    —Pero a mí sí. Todo el tiempo del mundo, de hecho. Voy a asegurarme de no desperdiciarlo —se propuso con creciente entusiasmo—. Trabajaré día y noche hasta conseguir que tu sueño se cumpla aún cuando ya no estés.

    La propuesta de Tzarí fue interrumpida por un repentino beso de Aashón, única forma en la que este consiguió volver a captar su atención.

    —Lo que sea que hagas de tu vida, mientras te llene de alegría, yo lo apoyaré desde el más allá —declaró, acariciando una de las mejillas de su amada. Y después, la abrazó tiernamente—. Pero este no es el momento de pensar en eso. Ahora mismo nos toca estar orgullosos de lo que ya hemos logrado, de lo mucho que llegamos a avanzar. Nos toca tomar un descanso, como el que todos merecen al menos una vez, de las preocupaciones de la vida diaria para disfrutar mejor de este gran regalo que es la vida. Y nos toca amar… Amarnos a nosotros, y amar a quienes nos aman, hacerlos sentir tan amados como ellos, muchas veces sin saberlo, lo hacen a nosotros. Tzarí, lo único que los patéticos e insignificantes mortales como yo realmente poseen en el mundo es el amor de los unos a los otros. Pero solo con eso basta para que nuestro corto paso por este mundo cruel, estricto e implacable sea merecedor de haberse dado, y lo que nos permite apreciar su lado más precioso.

    Entre las lágrimas y temblores de ambos, se escuchó, en una voz débil y quebradiza un “Te amo”.

    . . .
    Y así fue el encuentro entre la demonio Tzarí y el mortal Aashón, de Ansa. De corta duración, pero recordado para siempre por ella. Posterior a la temprana defunción del hombre, ella continuó con la creación de mapas cósmicos, tanto por honrarlo a él como por iniciativa propia, inspirada por su reavivada pasión. Todos los astros visibles para los humanos, y muchos otros que no, han sido mapeados y nombrados por la demonio de la Astronomía. Su trabajo, aparte de impecable, ha sido invaluable para el mundo. Ya que, junto a los aportes de otros sabios, nos ayudó a reconstruir la civilización luego de la catastrófica Era Oscura en la que nos vimos hundidos más adelante.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  2.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    29 Diciembre 2018
    Mensajes:
    305
    Pluma de
    Escritor
    Este relato fue inspirado por el texto apócrifo del Testamento de Salomón, pero no hace falta haberlo leído o conocer ese otro escrito para disfrutar este.
     
  3.  
    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Piscis
    Miembro desde:
    28 Agosto 2012
    Mensajes:
    4,806
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Saludos, Elliot. Paso a comentar el segundo relato que me recomendaste. A diferencia del anterior, este será más corto (mi comentario) dado a que esta clase de géneros no suele ser de mi preferencia.

    Por haber leído las etiquetas me arruiné el twist de que Tzarí era una demonio, aunque creo que como tal eso no afecta demasiado a la historia, más allá de que es gracias a su inmortalidad y sus características propias de la raza que ella consigue llevar la historia por el rumbo que tomó.

    Siéndote sincero, la primera parte de la historia (antes de la revelación de Tzarí), se me hizo algo extraña. No mala, sino que no acostumbro a leer esa clase de cosas en las historias. Ver a personajes realizando acciones "fuera de lo común" sin conocer sus motivos para ello, es algo de lo que no sé bien que opinar.

    Pronto descubrimos que Aashón intenta crear un mapa de cuerpos celestes porque está maravillado con las estrellas mismas, mientras que Tzarí piensa que él quiere adivinar su futuro como un astrólogo. Para más sinceridad, el acercamiento de Tzarí al humano, siendo que ella es de una raza diferente no me pareció tan extraordinario. Desconozco el universo en el que transcurre esta historia, pero la idea de humano y demonio en una relación tiene su cierto "morbo" (lo pongo entre comillas porque no sé describirlo de otra forma) por ser dos especies diferentes. Pero aquí, Tzarí se acerca a él como si nada, y él no tiembla ante la idea de que su única amistad sea de otra especie. Supongo que en ese universo en el que se encuentran, esa clase de cosas son comunes, dado a que la historia no lo trata como una rareza.

    La historia me empieza a gustar más cuando se conoce mejor el motivo de Aashón de hacer lo que hace, y me parece interesante que por esa pasión Tzarí quede encantada con él. Finalmente, tras las "lecciones" que ella le da, ambos entablan un vínculo sentimental, y es por eso que terminan enamorados. Como alguien que no acostumbra a consumir mucho romance, te digo que me gustó, pero hubiera querido que se diera un poco más lento, sobre todo para el final que tendría la historia.

    Fue en parte un poco triste el hecho de que Tzarí se deprima al saber que a un humano, a quien ella conoce como seres mortales, la vaya a palmar pronto. Pero imagino que es más por el vínculo que otra cosa. Me gustó la la parte final, donde dice que ella dedicó el tiempo que le quedaba a Aashón para ser feliz con él, y el resto de su tiempo en crear mapas astrales. Dicen que la única manera de que un mortal se vuelva inmortal es hacer algo que sea recordado eternamente. Y eso es lo que Aashón hizo. Tzarí vivirá una vida inmortal llevándolo en su memoria por siempre.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  4.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    29 Diciembre 2018
    Mensajes:
    305
    Pluma de
    Escritor
    Por esta clase de cosas se me hace interesante y útil conocer la opinión de lectores tan diferentes. En la mini historia del frasco, tú preferías las partes serias de acción y te echaba para atrás las partes de comedia, mientras que el otro lector tenía la preferencia exactamente contraria. Ahora vi que la historia macabra de Deuda del Mal te gustó mucho mientras que esta otra de romance no tanto, pero la otra persona a la que le mostré esta última (no tiene cuenta en esta página) si que le conmovió.
    Uno puede tomar esto de manera pesimista como un "no se puede contentar a todos", pero prefiero ver el vaso medio lleno y pensar "siempre habrá alguien a quien le guste", que también es cierto. Y a alguien como yo, que prácticamente nunca escribe el mismo tipo de relato dos veces seguidas, le viene bien jaja
     
    • Adorable Adorable x 1
Cargando...
Similar Threads - Estrella
  1. Lionflute
    Respuestas:
    6
    Vistas:
    498
  2. RedDelphox
    Respuestas:
    7
    Vistas:
    1,064
  3. Lionflute
    Respuestas:
    12
    Vistas:
    1,057
  4. Usagi-chan
    Respuestas:
    4
    Vistas:
    717
  5. Rein

    Tragedia Estrella.

    Rein, 19 Julio 2015, en el foro: Relatos
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    954

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso