Suspenso Estación de colectivo

La noche buscaba hacerse lugar en el cielo. El horizonte se volvía la barrera divisoria entre el manto de estrellas y la luz diurna. La estación de colectivo recibía a muchos viajeros que se reunían esperando el siguiente transporte. Dante era uno de estos, un hombre de 30 años, de cabellos castaños, alto y delgado. Nada destacable en su apariencia, pero a diferencia del grupo de viajeros que había llegado al mismo tiempo que él, estaba confundido, desorientado.

Con una expresión turbada en el rostro, se acercó al único hombre que parecía trabajar en el sistema de transporte. Un viejo de baja estatura, envuelto en un uniforme desarreglado y sucio.

— Disculpa, estoy algo perdido ¿Dónde estoy?

El viejo, con una expresión repleta de amargura, respondió

— ¿Tengo cara de responder dudas? Cállate y anda a hacer la fila.

Algo impresionado con la forma tan hostil en que había sido tratado, Dante hizo caso de la orden impuesta por el trabajador. Fue caminando hasta el grupo de gente que había llegado junto a él y fácilmente fue hasta el final de la fila.

A Dante le dolía la cabeza, no recordaba bien como había llegado. Hizo un rápido tanteo a sus bolsillos, se sintió tonto por no haberlo hecho antes. Celular sin señal, su billetera intacta, sus llaves y el barbijo. No había perdido nada ¿Habría salido con sus amigos? Tal vez no se acordaba nada, pero tampoco se sentía borracho o mínimamente entonado. Decidió apostar nuevamente a la gentileza de la gente.

Frente a él había una chica, con una mirada rápida la definió como “normal”, no como el gruñón guardia de antes. Algo llamó su atención, la chica tenía una enorme cicatriz en el cuello, una línea que lo rodeaba por completo. Se impresionó que no usara algo de maquillaje para cubrírselo. Le preguntó.

— Disculpa, no me acuerdo bien qué me pasó… ¿En dónde estamos? ¿Tenés idea?

La chica lo miró confundida, algo sorprendida por sus palabras.

— ¿No te acordás de nada?

— No, llegué acá y ni idea qué hago esperando este colectivo. ¿A dónde va?

— No sé dónde va, me da mucha curiosidad.

La chica miró hacia la calle al lado de la estación y a partir de ese momento ignoró a Dante. El hombre aceptó que catalogarla como “normal” había sido una decisión apresurada.

Aprovechando que la chica de la cicatriz se encontraba profundamente distraída, Dante se adelantó en la fila sin decir nada. Ahora probó interrogando a la siguiente pasajera. Una chica que parecía ser muy joven, llevaba la ropa muy maltratada y sucia. Al verla con más atención, se notaban múltiples moretones y raspones en todo su cuerpo.

— Che, ¿Estás bien?

La joven se volteó a mirarlo.

— Sisi, dolió un toque nomás. Fui un poquito boluda.

— ¿Boluda? ¿Qué te pasó?

— Me chocó un auto.

Dante se sorprendió con la tranquilidad con la que la chica explicó el evento. Mientras salía de su estado de shock, el colectivo llegó a la estación. El ruido de los frenos resonaba con fuerza en sus oídos, retumbandole y empeorando su dolor de cabeza. En ese momento el joven toca su pelo con las manos y en el medio de una de sus sienes siente algo raro. Confundido, toca el borde de lo que parece un agujero y al hacerlo, siente un profundo dolor. Adolorido y asustado, el hombre inspecciona el agujero y se da cuenta que es un hueco entero en su cabeza. Con horror quiere salir corriendo de ahí, pero el viejo gruñón lo detiene con una fuerza superior, para luego obligarlo a entrar.

— Siempre odio los del tiro en la cabeza.