Microrrelato Esperando el tren

La estación de tren languidecía polvorienta ante el paso del tiempo. Pero aquel hombre seguía allí. Ni siquiera recordaba su propio nombre. Llevaba cincuenta años yendo todos los días, vistiendo el mismo traje de negocios, ya hecho jirones, con el que se había despedido de su amada. Ella le dijo que serían unos días. Él le iba a pedir matrimonio cuando volviera.

Pero llegó el momento en que los trenes dejaron de pasar, y él aún seguía esperando. Dando de comer a pájaros hambrientos, con la esperanza de que algún día su amada volviera.

Pero aquel día fue distinto. Los pájaros huyeron volando cuando sonó el silbido de un tren. Él se levantó, y cuando paró, vio a su amada en uno de los vagones. Y escuchó una voz cuando las puertas se abrieron:

— Ven conmigo.

Él hizo caso, casi como hipnotizado. Se subió, se cerraron las puertas y el tren comenzó a moverse. Encontró a su amada, por fin pudo pedirle matrimonio y cerró los ojos en un profundo beso. Lo último que pudo ver en el exterior fue la estación derrumbándose y desapareciendo para siempre.