Eres mía

Tema en 'Relatos' iniciado por Kikuz-sama, 28 Marzo 2016.

  1.  
    Kikuz-sama

    Kikuz-sama Usuario popular

    Géminis
    Miembro desde:
    6 Julio 2011
    Mensajes:
    654
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Eres mía
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1368
    Eres mía...

    Ella llego tarde a casa. Al abrir la puerta la recibió el agradable silencio. Ese silencio que queda cuando estás sola y esperas a que el otro llegue. Faltaba poco para que se reunieran. Él había tenido que salir de la ciudad por trabajo y esta representaba la separación más larga que tenían desde que se casaron.

    Dejo las llaves sobre la cómoda que se encontraba al lado de la puerta. Se quito el abrigo y lo colocó en el perchero. Todo lo hizo despacio, agradeciendo el consuelo que le brindaba la rutina. Se quito los zapatos y los colocó al lado de la puerta. Encendió las luces y tomó el teléfono. Marcó su número y esperó. Estaba ansiosa por escuchar su voz pero la llamada no se concreto. El buzón de voz fue lo que escuchó por el auricular.

    Se encogió de hombros y dejó el aparato en su lugar. Fue a su cuarto y cambio su atuendo de oficina por una confortable pijama. Con unas pantuflas acolchadas se dirigió a la cocina y cenó sola. Después de lavar los trastes y colocarlos en su lugar volvió a intentar contactar con él. Había recibido un asenso y ansiaba hacerlo participe de su emoción pero nuevamente se topó con el molesto buzón.

    Bufó frustrada y se fue echando chispas al cuarto de baño. Encendió la luz y se puso frente al espejo. La imagen que la recibió no le ocasiono ninguna sorpresa pues frente a ella se encontraba la mujer guapa que había tenido que vencer los estúpidos prejuicios respecto a las mujeres rubias y hermosas. Se escuchaba un poco arrogante aceptarlo pero ella era comparada a Helena de Troya. Su largo cabello dorado corría como una cascada de oro por sus blancos hombros y esos ojos verdes como las praderas en primavera consiguieron más de una invitación para el baile de graduación.

    Le sonrió burlona al espejo. A esas alturas de su vida ya estaba acostumbrada a esa relación de amor-odio que sentía hacia su imagen. Por ser bonita sufrió esa terrible burla en la que todos ponían cara de sorpresa si decía algo inteligente. Evidentemente no era una eminencia pero no era estúpida, era capaz de tomar sabías decisiones en base a conocimiento práctico y no enloquecer si veía un par de lindos zapatos. Había tenido que vencer bastantes obstáculos para llegar a donde ahora estaba.

    Suspiró y se cepillo los dientes. Apagó la luz y salió de la habitación. Fue de regreso al recibidor para intentar contactar por última vez a su esposo pero al estar en el lumbral de la pieza ver que estaba a oscuras la tomo por sorpresa. Ella no recordaba haber apagado la luz. Se encogió de hombros y la encendió. Tomó el infernal aparato que no cumplía su función de comunicar y volvió a llamar. Como la última vez, nada paso. Frustrada arrojó el artefacto lejos y se volvió a su habitación. Esta vez conscientemente comprobó que no apagó la luz.

    Entró a su recamara y una sonrisa acudió a sus labios cuando vio sobre la blanca cama una rosa roja junto a una nota. Su enfado se evaporó y pensó lo tonta que había sido al insistir cuando era evidente que su esposo ya se encontraba ahí. Con regocijo fue a coger la nota pero al ver esa caligrafía tan familiar y aterradora la sangre se le helo y su corazón sufrió un vuelco. No puede ser. Se dio la vuelta en un inútil intento huir y se topo de frente con su peor pesadilla.

    Axel estaba frente a ella y la miraba con esos ojos febriles de deseo. Sintió que un grito de auxilio se formaba entre sus labios pero antes que de pudiera encontrar una salida él le colocó una de sus sucias manos sobre la boca. Es el fin. Axel la arrastró hacia la cama y le propinó una fuerte bofetada que la dejo aturdida y a su merced. Él la puso sobre la cama y se dispuso a amarrarla. Cuando ella salió de su aturdimiento ya era demasiado tarde, estaba en manos del diablo.

    –Sol, ansiaba verte de nuevo. –Musito al acariciar su mejilla. Sol se retorció y la sonrisa con la que la miró se evaporó.

    –¿Eres una malagradecida, yo lo di todo por ti, te saqué de ese inmundo lugar y así es como me pagas? ¡Te casaste! ¡Te casaste! –De pronto enloqueció y comenzó a golpearse contra la pared. Su rostro rápidamente se cubrió de sangre y no conforme con ello comenzó a tirar de su cabello.

    Sol estaba paralizada, atrapada entre el terror y la compasión. Aunque su instinto de supervivencia le gritaba que él era peligroso una pequeña parte de ella aún podía ver al pequeño niño con el que creció, aquel que fue su mejor amigo, ese muchacho que le brindo su compasión antes de sucumbir a la locura de la pasión. Axel fue el único pilar que la sostuvo en ese infierno que era su vida, que la salvaba de los abusos de un padrastro que cada noche intentaba colarse a su habitación, que le brindo un abrigo cuando la situación lo requirió pero que en el momento decisivo se convirtió en su cazador.

    Sol siempre lo quiso como hermano y él jamás lo entendió. Axel por ella mató y seguía haciéndolo. Erróneamente pensaba que defendía lo que por derecho era suyo. Eres mía. Cada mañana lo repetía, cada que la veía a su oído se lo decía y cuando era una muchacha desprotegida pensó que tal vez con el tiempo le correspondería pero… luego mató a su padrastro y supo que nunca podría estar con él.

    Su padrastro intentó abusar de ella y Axel la defendió. La corte de justicia dictaminó que la muerte de aquel hombre se debió a un acto de supervivencia y lo liberaron. Pero Sol en ese momento lo vio, cuando le había arrancado la vida a ese despreciable hombre, su rostro dejó traslucir que lo disfrutó, que poseía el nuevo conocimiento de la destrucción. En ese momento Axel comprendió que existía un medio para eliminar a aquellos que se interpusieran en su camino y le impidieran estar con ella. Se había adueñado de la muerte.

    Y fue ahí donde comenzó su carrera como asesino en serie. Inició matando a cualquier hombre que se acercara a ella y, cuando la orden de restricción llegó, a asesinar a las sustitutas que encontraba. Eres mía. Ese pensamiento lo dominaba, lo guiaba y a él se consagraba.

    Estuvo en la cárcel. Ese tiempo tras las rejas lo único que dejó fue una fría resolución. De una vez por todas, Sol sería suya. Tardo cierto tiempo en encontrarla y cuando lo hizo… su putrefacto corazón se rompió. Su Sol se había casado. Eso lo enloqueció, al saberlo no pudo evitar el instinto asesino que se apodero de él. Sin meditación asesino a la primera mujer que encontró. Y después a su casa se coló. Y ahí estaban, frente a frente, ella deseando escapar, él desenado poseerla para siempre.

    –Sólo existe una forma en la que estemos juntos eternamente. –Axel susurró a su oído y acto seguido, la beso.

    Sol se debatió, quiso empujarlo pero estaba imposibilitada. Amargas lágrimas corrieron por sus mejillas al darse cuenta de lo que se avecinaba. Irremediablemente moriría a manos de él. Cerró los ojos y evocó por última vez la imagen de su amado. Incongruentemente se sintió feliz, por lo menos una parte de su vida se alejó de las sombras y vivió en la luz. No me olvides, por favor…

    Axel tiró de su cabello y la obligó a mirarlo. Sol quiso cerrar sus ojos pero se rebeló ante ese impulso. Él buscaba quebrarla y ella no le daría el gusto. Por lo menos se mantendría en pie lo más que pudiera. Sintió que rasgaban su ropa y después un intenso dolor. Momentos después algo cálido corría por la cara interna de su blanco muslo.

    –Eres mía. Hoy, mañana, siempre…

    Un ensordecedor sonido le llegó a sus oídos, luego el efímero dolor y finalmente termino por consumirla la oscuridad de un enfermo corazón.
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso