~Entrevista a Tánatos.

Título:Entrevista a Tánatos.
Summary: Una simple entrevista al dios griego de la Muerte.
Tipo: One-Shot.
Cantidad de palabras: 953 palabras, sin contar el título.
Advertencias: Ninguna.
Género: - - -.
Nota (s): Hecho para la actividad The Olympus Time! Debo avisar que habían más preguntas, tres o cuatro más, más o menos, pero no pude contestarlas por falta de ideas.

~Entrevista a Tánatos.

El dios alado, pálido cómo la porcelana y de cabello oscuro cómo el pelaje de un cuervo, miró a la que iba a ser su entrevistadora —su perdida de tiempo. — con sus ojos plateados entrecerrados. Accedió, con un pequeño sonido hecho con la garganta, a sentarse. Cruzó ambos pares de miembros y sacudió levemente sus grandes alas negras, pero su mirada de odio, la que daba a entender que odiaba a estar allí y a las dos personas que provocaban esto —la entrevistadora y Muninn.

Accedió, también, a presentarse, mientras su mirada se relajaba [no servía de nada enfadarse cuándo no podía hacerse nada ¿verdad?]. “Porque claro, los humanos ya no saben absolutamente nada sobre quién los creó y quién los destruirá”, pensó.

—Soy Tánatos, dios griego de la muerte natural e hijo de la diosa de la noche, Nix; hermano gemelo de Hypnos, el dios del sueño. Trabajo siguiendo los mandatos de las Moiras.

No le pareció necesario decir más, pero procuró especificar para dar información a los que leyeran la entrevista después.

—Cloto, Láquesis y Átropos. ¿Cuál es su Moira favorita y por qué?

El dios la miró con pereza. Parpadeó con desinterés y cruzó las piernas, removiendo ligeramente sus alas.

— ¿Por qué debería ser alguna de esas arpías mi favorita? Las tres contribuyen a que tenga más y más trabajo.

Se cruzó de brazos y se acomodó en la silla, observándola mirar su libreta y esperando. Realmente disfrutaría llevándose a Muninn. ¿Se creía que él podía estar malgastando sus preciadas horas libres yendo a entrevistas? Lo que tenía que hacer uno para que la gente aceptara morir…

—Hijo de Nyx, la noche, hermano gemelo de Hypnos y Keres, el sueño y las señoras de cualquier muerte violenta… Desde luego, y no se ofenda, tiene usted una familia bastante siniestra. ¿Lo suyo, su trabajo me refiero, es por vocación o por obligación? ¿No le aburre hacer siempre lo mismo una y otra vez?

El dios frunció el ceño. Que hubieran insultado a su familia le era indiferente, al fin y al cabo, no tenía mucho contacto con ellos, ¿pero a quién podría gustarle malgastar su hermosa eternidad cumpliendo los caprichos de tres viejas chochas?
Además, por si no fuera poco, había sido repudiado por la gente, incluso por el resto de los dioses, por haber nacido con ese extraño y único don por el que le habían obligado a cumplir el deber que ahora abrumaba sus hombros.

—Por obligación, por supuesto. —dijo al fin, dejando de divagar por su dolorosa infancia. Dejó caer sus parpados por un momento, ocultando sus penetrantes ojos de acero. — Y claro que me aburre. Aún estoy esperando con ansias que el sol explote para que muráis todos de una maldita vez. —recordar su pasado, después de haber conseguido poner resistentes barreras de indiferencia y de pensamiento lento, lo había enfadado mucho, y eso se notó en su voz. Sentía ganas de salir de su propio cuerpo y huir de esa molestia en el estomago.

Consiguió calmarse mientras esperaba la próxima pregunta, pero aún con ganas de salir de allí. Esos recuerdos habían roto su tranquilidad y pasividad habitual.

—Ambos toques son igual de suaves, pero se rumorea en el Hades que discute cada noche con su hermano gemelo Hypnos, el sueño, por ver quién se lleva a cada hombre. ¿Qué nos puede decir usted, del invento que se ha proclamado su archienemigo más conocido? Estoy hablando, por supuesto, del despertador…

— ¿Qué que puedo decir? —alzó una ceja, con un tono ahora más despreocupado. Cerró sus ojos, y ahora habló con un tono de voz que indicaba lo mucho que le molestaba, las ganas que tenía de tirarle de los pelos a su hermano gemelo. — Que sus hijos están demasiado mimados. —se inclinó hacia delante, haciendo crujir levemente la silla en la que se encontraba sentado. — ¡Le dicen que quieren hacer felices a los mortales haciéndoles ver sus más deseados sueños, pero lo que en realidad quieren, eh, es más protagonismo!
Pasaron unos eternos segundos, pero cuando se dio cuentade su explosión de temperamento casi se cayó de la silla.
— ¿Nunca ha pensado en tomarse unas vacaciones? Si lo hiciera, ¿a dónde le gustaría ir?

—Pfff... —rió entre dientes, y desvío la mirada. Una amplia sonrisa curvaba lentamente sus labios. — A algún lugar donde no hubiera trabajo. . . o sea, vida. —corrigió. — No me importaría cuál siempre y cuando no hubiera nadie. Pero —su sonrisa se ensanchó más. — No creo que pudiésemos llamarlo ‘vacaciones’. Me quedaría toda la vida allí.

—Siempre corta un mechón del cabello de aquellos que visita. Algunos dicen que es un tributo para Hades y otros, los malpensados, que usted es dueño de una fábrica clandestina de pelucas. ¿Qué hace en realidad con tanto pelo?

— ¿¡Clandestina!? ¡Y un cuerno! —casi tiró su silla cuando se levantó. — ¡Esos estúpidos solo me tienen envidia! ¡Mi tienda es completamente legal, y además, los cosplayers agradecen los bajos precios!

Después de ese arranque de coraje, no podéis imaginar la vergüenza que lo invadió.


— Y ya para terminar. No es usted un hombre de muchos amigos. En realidad, y perdone el atrevimiento, no sé de nadie que quiera conocerlo personalmente. ¿Cree que el mundo está lleno de desagradecidos?

Cerró sus ojos.

— ¿Desagradecidos? ¿Por qué? ¿Por no darme las gracias por evitar que se acumulen en este planeta? —río por un momento, pero después su semblante serio volvió. — No, solo creo que el mundo esta lleno de imbéciles. Te valoran por el exterior o por lo que les dicen los demás, sin siquiera plantearse si lo que les dicen es mentira. Aún así, en mi caso es comprensible: sería como si una gacela empezara a dar brincos alrededor de un león.