Una parte de mí se resistía a volver a la escuela con... esto. Seguía donde me había quedado, enfrascada en barajar posibilidades, cuando un silbido trinó a mis espaldas y por un instante me tensé. Las figuras tanto de Joey como de Arata se imprimieron en mi mente a presión y giré el cuerpo casi a cámara lenta; por motivos bastante diferentes, sí, pero me negaba rotundamente a que cualquiera de los dos me pillara en esta situación. Por suerte, el universo me tuvo un poco de piedad y lo que encontré fue la sonrisita divertida de Kenneth. Mi alivio se tradujo en una risa floja que me relajó el cuerpo, y permanecí quieta como maniquí en escaparate mientras él husmeaba las flores. Recibí su mirada, soltó la tontería de turno y sonreí con cierta suavidad. Ver a un amigo en este preciso momento, y uno inofensivo, se sintió aún más tranquilizador de lo que habría estimado. —No fret, my dear, you're perfect just the way you are. La broma abarcaba una verdad más amplia que él no captaría, pero que a mí me sentaba bien verbalizar. Me acerqué a él, acuné una de sus mejillas y le dejé un beso sencillo en la opuesta. Aproveché el momento para dejarle un mimo con el pulgar y mi intención inicial fue retroceder, pero cedí al capricho y dejé caer la frente sobre su hombro, corriendo el brazo hacia un costado para que el ridículo volumen del ramo de flores no quedara de por medio. Suspiré, derrotada. —I'm so tired... —murmuré, y volví a reírme desde allí—. Cuéntame algo bonito, anda.
Noté la tensión inicial de Sasha ante mi acercamiento, así como el evidente alivio que pareció apoderarse de su cuerpo al darse cuenta de que solo se trataba de mí. Sin tener contexto alguno de lo que realmente pasaba, podía imaginar que a cualquier adolescente le avergonzaría ser visto con tremendo ramo de flores en mitad de la escuela, y aunque en un principio me acerqué a ella con claras intenciones de bromear al respecto, de cierta manera me alegraba que supiera que mis intenciones no eran malas. Se quedó quieta para permitirme inspeccionar las flores, de hecho, y su respuesta a mi tontería me hizo alzar un poco las cejas, antes de permitirme suavizar de nuevo la expresión. —Why, you are really sweet, m'lady~ —canturreé, sin pretender esconder ni un poquito lo encantado que estaba por su halago. Permití que la chica invadiera mi espacio sin mayor problema, sonriendo con ligereza cuando sentí su mano en mi mejilla, y el gesto se me ensanchó al notar que sus labios se dirigían a la mejilla contraria, dejándome un ligero beso que acepté con gusto; en el proceso, aproveché el momento para colar mi brazo por su cintura, atrayéndola un poco más hacía mí cuando finalmente dejó caer su frente sobre mi hombro. >>Uhm... —murmuré, pensativo, y ladeé la cabeza hasta poder apoyar mi mejilla sobre su cabello—. ¿Alguna vez has oído hablar de las hadas de Caragonan? Hace muchísimo tiempo, Anglesey estaba habitada por numerosas hadas. Un día, la hija de la hada reina le pidió poder explorar el mundo, así que le dio la posibilidad de transformarse en pájaro para poder sobrevolar la isla a gusto. Cuando volvió a su casa, por la noche, le contó a su madre que había visto al caballero enfermo, así que la hada reina lo visitó al día siguiente y descubrió que había sido hechizado por la vieja bruja. Ella, junto a otras seis hadas, curó al caballero con una poción azul y, cuando este le dijo que haría lo que fuera para agradecerle, la reina le pidió una parcela de tierra cerca del acantilado y que construyera tres muros de piedra en esa misma zona. Imagino que te preguntarás por qué... —tanteé, separando un poco la cabeza para intentar captar alguna reacción de su parte.
Mi respuesta pareció cumplir una doble función, considerando que me había aliviado a mí y lo había alegrado a él, y con ello me di por hecha. Me dijo que era dulce, el cumplido me estiró un poco la sonrisa y ejecuté una pequeña reverencia a modo de agradecimiento, cerrando brevemente los ojos y aprovechando aquel ramo endemoniado para volver el gesto más... lady like. Al menos que sirviera de algo, ¿no? No creí estar abusando de las confianzas, no luego de haber compartido tienda y viaje en bote en el campamento, por lo que me colé en su espacio sin una pizca de preocupación. Al sentir su mano en mi cintura me permití arrimarme un poco más a su cuerpo y solté el aire por la nariz, deslizando la mano a su pecho. Había cerrado los ojos y en aquel minúsculo espacio me las arreglé para fingir, al menos por un rato, que el resto del mundo desaparecía. El problema sólo eran algunas personas muy concretas, siendo honesta, pero ahora mismo amenazaban con sobrepasarme y no me apetecía permitírselos. Kenneth, bueno, había aparecido básicamente al rescate. Esperé alguna anécdota relacionada a su vida diaria o al interminable contenido de Química, no que de repente mencionara a las hadas de... ¿Caragonan? ¿Y eso dónde quedaba? ¿O sería una persona? Arrugué el ceño, pero me quedé quieta y puse todas mis neuronas a su disposición, pintando a los personajes y escenarios que me presentaba sobre el lienzo oscuro de mis ojos cerrados. Hadas, caballeros y brujas, hasta ahí veníamos bien. Inevitablemente pensé en los cuentos que había acostumbrado leerle a los niños, esos que Eloise había acumulado en las repisas. Su suposición fue correcta y me robó una sonrisa. —Imaginas bien —concedí, irguiendo el cuello para encontrar sus ojos, y al hacerlo renové la sonrisa—. ¿Por qué tres muros en vez de cuatro? ¿Quería... una fortaleza triangular? Sabía que era una conjetura tonta, pero por la gracia del chiste le imprimí una cuota de ilusión.
Era consciente que la petición de Sasha muy probablemente no había surgido en busca de una leyenda galesa que me estaba sacando de la manga, pero eso no significaba que la misma no se correspondiera al deseo de "contarle algo bonito", ¿cierto? Pensé que si de verdad quería distraerse por algo, lo mejor sería hacerla pensar en tierras muy lejanas e historias muy antiguas. No era una ciencia del todo exacta, pero parecía estar funcionando, ¿verdad? No pude ver las reacciones de Sasha a todo el relato, aunque la mirada que compartimos después me hizo saber que había estado bastante compenetrada con la historia. —Uhm, interesante teoría —concedí junto a una sonrisa similar a la suya, y al mismo tiempo mis dedos dieron un par de golpecitos sobre su cintura, mientras me tomaba un tiempo para sopesar su suposición—. Técnicamente la reina le pide que deje abierta la orilla al mar, pero nunca entendí por qué eso era relevante en la leyenda, así que fortaleza triangular será —sentencié, dejando escapar una risilla ligera tras ceder a su teoría—. La cuestión es que la bruja era capaz de convertirse en una liebre, y también era amiga del viejo avaro del pueblo. El avaro tenía una sobrina que todos adoraban, y a él también lo respetaban por ser amigo de la bruja. Sin embargo, uno de los granjeros del pueblo no lo saludó al pasar a su lado, por lo que el avaro fue a contárselo a la bruja y esta hizo enfermar sus vacas. Estaba completamente metido en mi papel de cuentacuentos, por lo que decidí añadirle más dramatismo al asunto al levantar la mano que tenía libre para mover los dedos rápidamente cerca de su rostro; también dejé salir un "uuuh" en voz baja, pretendiendo asustarla. >>La reina hada curó a las vacas al día siguiente y, como agradecimiento, le pidió al granjero que su hijo les vengara, pues la bruja solo podía ser derrotada por un hombre. Fueron así al acantilado junto a otras trescientas hadas e hicieron un ritual, donde descubrieron que la bruja se convertía en liebre y se escondía en el molino. La reina encantó los brazos del chico, una honda y una piedra, y así fue como el muchacho fue capaz de acabar con la bruja. La enterraron y, una última vez, la reina se llevó al chico al acantilado para hacer un nuevo ritual. Ahí pudo ver que debía comprar un armario que se pondría a la venta junto a otras pertenencias del viejo avaro. Ah, se me olvidó eso... El avaro también murió al descubrir que la bruja había muerto. Cuestión que el chico encontró muchísimo dinero en el armario, compró la casa y tierras del avaro y se casó con la sobrina, por lo que fueron felices y comieron perdices. Dejé salir un suspiro pesado cuando finalmente acabé el relato, dándome cuenta apenas en aquel momento que todo el asunto me había cansado más de lo esperado. Aun así, no dejé que nada de eso se mostrara y, en su lugar, le dediqué una nueva sonrisa encantadora a Sasha. >>¿Y bien? ¿Se me da bien contar leyendas populares~?
Que en realidad Kenneth no supiera el motivo de los tres muros me arrancó una risa breve, genuina, y mantuve la atención en su rostro durante el resto del relato. Era una tontería, pero que la fortaleza ahora fuese triangular gracias a mí me provocó una pequeña ilusión bastante indefinida, como si de repente tuviese poder sobre un relato antiquísimo. A partir de allí la cuestión se enredó un poco, aparecieron más personajes y en algún punto arrugué el ceño, esforzándome por mantener unido el hilo conductor de la historia. El caballero le había concedido una parcela de tierra a la reina, ¿cierto? Y ella se la pidió con el motivo de realizar allí sus rituales... ¿no? Me imaginé un campo entero de vacas desplomándose y el efecto sonoro de Kenneth me arrancó otra risilla divertida. Entonces ya tenía la conexión al mar, ahora le faltaba... ¿un hombre? ¿El caballero no le habría servido? —¿Trescientas? —me sorprendí en voz baja. ¿Cómo habían descubierto que la bruja se convertía en liebre? Sólo Dios lo sabría. Y con lo escurridizas que eran las liebres, para empezar. El detalle de que enterraran a la bruja me estiró una sonrisa burlona en los labios y mi incredulidad sólo aumentó cuando de repente teníamos una visión con un armario lleno de oro. Qué leyenda tan caótica. —¿Y nuestro honorable caballero? —indagué, preocupada por él—. Fue curado por las hadas, lo sé, pero ¿tuvo su final feliz también? Dudaba que Kenneth tuviera la información, pero puestos a inventarnos cosas con tal de rellenar la historia... Soltó un suspiro al acabar el relato y yo renové mi sonrisa, deslizando la mano hasta su hombro. —Ha sido un... poquito caótico —admití, junto a una risa culposa, y con tal de mitigar cualquier posible ofensa alcancé su nuca para hacerle mimitos—. Pero me enganchaste y eso es lo que importa, ¿no? Mantener a tu público intrigado. Todo muy bonito, la verdad, pero el problema de turno no desaparecía. Mi sonrisa se desdibujó poco a poco y esta vez fui yo quien liberó un profuso suspiro, distanciándome levemente de Kenneth. Bajé la vista al ramo colgando de mi mano y solté una risa nasal. —¿Alguna idea de qué hacer con esta cosa?
No había lugar a dudas: Sasha se merecía que le concediera el título a una de las mejores oyentes que había tenido nunca. Era evidente que su atención estaba puesta por completo en mi relato, y sus reacciones a ciertos pasajes eran demasiado apropiadas como para no ser genuinas. Me alegraba que lo estuviera disfrutando, aunque debía admitir que la pregunta que se le ocurrió hacerme tras todo lo que había pasado en la narrativa me tomó por sorpresa; tanto que ni siquiera la sonrisilla divertida a la que muté después pudo disimular demasiado bien aquella reacción inicial. —El caballero... ¿quién sabe? Quizás él y el granjero estuvieron siempre enamorados, y ahora que el hijo de este último se ha ido de casa, ambos hombres han podido hacer su vida juntos como siempre habían querido —inventé sobre la marcha, ensanchando la sonrisa con cierto orgullo antes la improvisación que me había montado, y finalmente dejé salir una risa nasal algo floja al recibir su crítica, sin una pizca de ofensa—. Mi madre lo cuenta mejor. Siempre tenía en su cabeza una fábula preparada para cuando le preguntáramos, y no se dejaba ni un detalle al contárnoslas... se ve que yo no estaba tan atento cuando lo hacía —admití, sin un pizca de vergüenza. La distracción momentánea parecía haber servido su función, pero solo de manera... bueno, momentánea. Tras acabar de hablar del cuento, permití que Sasha se separara de mi cuerpo y volví a llevarme las manos a los bolsillo, bajando la vista hacia el ramo de flores que tanta molestia parecía serle. ¿Quién habría sido el de la brillante idea? Me daba genuina curiosidad, sobre todo teniendo en cuenta el fracaso que parecía haber sido todo el asunto. >>Diría que lo lógico es que te lo lleves a casa... —aporté, más como un pensamiento al aire que una solución de verdad—. ¿Estás en algún club? Quizás puedas dejarlo en alguna de esas salas mientras tanto. O, si no quieres llevártelo... podrías regalárselo a algún profesor. Estoy convencido que al tutor de mi clase le encantaría el detalle...
Su reinterpretación de los intereses amorosos del caballero me hizo alzar las cejas con evidente sorpresa y luego, al imaginarlos viviendo felices y comiendo perdices en la granja solté una risa divertida. Lo hilarante del asunto era que se trataba de arquetipos tan convencionales que, en mi mente, eran literalmente un granjero y un señor dentro de su armadura las veinticuatro horas del día. Pero, eh, ¿quién era yo para juzgar las vueltas del amor? —I like that idea —afirmé, y otra risa más baja vibró en mi pecho—. Siempre pensé que si un día tengo novio será para verlo liarse con otros chicos, so I'm in! Y la teoría se respaldaba bastante bien con lo encantada que me dejaba verlos a él y a Maze interactuando, pero esa era historia para otro momento. Luego me contó de su mamá, que siempre les había relatado fábulas, y sonreí con ternura. —Yo creo que sólo es una cuestión de práctica, Kenny boy —murmuré, acunándole una mejilla con suavidad—. Eres un muchachito inteligente, ¿a que sí? Podrías lograr cualquier cosa que te propongas, ¡lo que sea! Sobre el final no me contuve y le pellizqué la mejilla, estirándola un poco antes de dejarlo en paz y retroceder. Recordé la existencia de las benditas flores y busqué ideas. Lo lógico era llevarlas a casa, sí, además... Bueno, me daba algo de vergüenza pensarlo, pero no conocía los límites de Frank. ¿Y si las dejaba aquí y de alguna forma se enteraba? ¿Y si se enfadaba y eso me traía problemas a futuro? ¿O se daba cuenta que me la pasaba fingiendo? Odiaba plantearme escenarios tan paranoicos con semejante seriedad, y sobre todo odiaba la sensación de tenerlo respirándome en la nuca incluso aquí, lejos del Paraja y a plena luz del día. Su última idea me arrancó una risa nasal, entre burlona e irónica. ¿El imbécil de la 3-3 que se ligaba a las alumnas? Sí, claro. —Prefiero evitar seguir metiéndome con mayores de edad problemáticos... —Suspiré, golpeteando el ramo contra mi pierna, y eché un vistazo al interior de la escuela—. ¿El invernadero, quizá? Tal vez esté Emily y me las pueda recibir, al menos en lo que duran las clases de la tarde. Ya luego... veo si las llevo a casa o no. Podía usar estas horas para urdir la excusa perfecta en caso de... bueno, en el peor caso posible. Fue recién entonces que conecté neuronas y miré a Kenneth. —A todo esto, ¿tenías que hacer algo aquí, cielo? ¿O sólo me viste con esta cosa enorme en la mano y la curiosidad te ganó?
El calor había mermado y no de la mejor forma porque el cielo estaba cargado de nubes grises, el aire olía húmedo y me pregunté si de aquí a que se terminara el día habría llovido ya. Todo lo que esperaba es que fuese antes de que saliéramos y se hubiese acabado para entonces, porque si no iba a terminar empapado. ¿Quién coño traía los impermeables en verano? Ni modo, no había más que hacer que esperar. De todas formas, una vez aparqué la moto caminé a la entrada y me quedé afuera para sacar un cigarro. Me llené los pulmones de humo y me enjuagué los ojos con los dedos de la mano libre, trabajar en la repartija de licores con el camión era más cansado y el condenado perro de Yuzu se ponía exigente, enviándome a más lugares, pero dinero era dinero. Ahora tenía que trabajar como un loco para poder pagar la siguiente tanda de medicinas para mamá, si era que servían, y sacar a Sei de la ecuación. Estaba pensando en esas mierdas cuando escuché el rugido de un motor, tenía algo más de potencia que el mío porque era una moto mejor, pero que me llamaran loco porque creí reconocerlo. Alcé la vista y cuando el destello blanco apareció metros más allá para finalmente detenerse frente a mí me sorprendió un poco el asunto, pero también estaba medio curado de espanto. Esperé a que se quitara el casco, la mata de cabello negro y el relámpago albino quedaron algo alborotados en consecuencia, pero apenas me vio me sonrió como si nada. Parecía cansada, pero con la mala vida que le había dado era normal. Me había disculpado con ella hace poco, porque lo merecía, y había acabado contándole algunas cosas extra. Lo de Sei apareciendo con medicamentos psiquiátricos y la cagada con Cay. —¿Sigues peleado con tu marido? —preguntó porque también le gustaba romper las pelotas. —Debe estar peleado con todo el mundo, ¿qué importa? —mascullé y di otra calada—. ¿Qué haces aquí, Yuzu? ¿No te da como…? —Los niños que él protegía con tanto amor están aquí, no es un gran drama visitarlos una vez… aunque es raro, sí —contestó refiriéndose a Yako, a fin de cuentas el chico había asistido a esta academia—. Pero Unigwe me dejó unas cosas en la madrugada, al parecer las dejaste en la camioneta. Bajó de la moto entonces, se quitó la mochila de la espalda, luego de esculcar me extendió la chaqueta que había usado ayer y la billetera que ni me había dado cuenta que no tenía encima, al recibirla noté un dinero que nunca estuvo allí para empezar. La miré sin decir nada, estiró la sonrisa y con eso supuse que era un pago que venía de ella o directamente del dueño del dot&blue. Suspiré antes de guardarla y me encajé la chaqueta bajo el brazo. —¿Serías un amor y darías un mensaje por mí? —Depende —atajé al sentir que pediría una estupidez. —Dile a Cay que me devuelva la copia de la llave del apartamento. —¿Me estás mandando a darle una orden de desalojo? Hasta sería mejor que me metieras un tiro, además es culpa tuya por consentirle siempre la misma estupidez. Va contigo porque ya no tiene cara para ir donde los mellizos, si no quieres que llegue como si fuera el dueño del mundo, pues no debiste recibirlo cuando era un crío y mucho menos darle una llave esta vez. —Entonces dile a Hikkun que tampoco lo reciba. —Hikkun no debería recibir a nadie para empezar, al pobre casi lo dejo cubierto de vómito —picoteé entre sus palabras, molesto y avergonzado a partes iguales—. No, Yuzu. Sé qué intentas y no voy a hacerlo, ¿oíste? Igual lo mejor sería que los dejara a todos quietos, a Cayden, a Hikkun y a ti. No he hecho más que joderlos últimamente. En la cabeza, muy perdido e incluso más borroso, tenía un recuerdo distante y nublado que estaba mezclado con uno más viejo y me impedía reconocer cuál era cuál. Hikari lloraba y yo me ahogaba, Hikari lloraba y luego desaparecía de mi vida, aterrado. No hablábamos desde que dejé su apartamento luego de la segunda peor intoxicación de mi vida y no sabía si era por decisión mía o suya, si era mi vergüenza o la suya. Quizás fuese mejor no saberlo. La escuché soltar el aire por la nariz en una exhalación pesada y algo extensa, pero eligió dejar el tema quieto por el bien de todos seguramente. Se acercó a mí luego de dejar la mochila y el casco sobre el asiento de la moto y me quitó el cigarrillo de los labios para darle una calada. Pensé un rato y acabé llegando a las cosas que había averiguado por ir a meterme a un agujero en el culo de Toshima. Sentía que debía contarle, pero la escuela no era el lugar así que al final lo deseché. —¿Ya le contaste a ella? —preguntó unos segundos después, pillé de qué hablaba de inmediato. —No a detalle. Sabe que el viejo está muerto y que todo es un desastre, pero eso siempre fue así. Contenido oculto ahí quedan tururu
Era una tontería, pero sentía la nuca tan expuesta que no podía dejar de pensar en eso. La brisa me la acariciaba y de tanto en tanto cedía a repasarla con la mano, como si fuese a hacer alguna diferencia. El tren estaba bastante abarrotado y recé veinte Padre Nuestro con tal de conservar la calma y dejar de temblar como una hojita. ¿Alguna vez había sido tan cristiana? Jamás. Al bajarme en la estación, suspiré y empecé a caminar un poco más relajada. Pensé que igual no era culpa de la gente ni del rodete en el cual había tenido que recogerme el cabello, era yo que todo me ponía más nerviosa. La noche en el Paraja había estado libre de sorpresas, lo cual no significaba que fuera menos agotador. Frank se había tomado mi invitación bien al pie de la letra y, como temí, tuve que pasar con él buena parte de la jornada. Apenas lo vi sentado a la barra el estómago se me contrajo y el miedo irracional de haber sido descubierta me forzó a arrepentirme de haber dejado las flores en el invernadero. Por suerte, él no mencionó el tema y eventualmente me convencí que no pasaría nada malo. Seguía sin saber si había tomado la decisión correcta. ¿No había corrido un riesgo innecesario? También me di cuenta que tendría que encontrar la forma de cambiar mi mindset o la estrategia actual. Pues se me estaba yendo de las manos. Un rato antes de cerrar me senté con Haru a conversar y advertí que parecía un poco menos tenso en mi presencia. La idea fue una pizca de alivio y miré alrededor, a los empleados ordenando las mesas y los de seguridad desplazándose hacia la salida. Este lugar no sería más que un constante tira y afloje, un juego que debería aprender a mantener balanceado para no cagarla de un lado intentando subsanar otro. Aún les guardaba una buena cuota de resquemor por el incidente con las drogas y aún no confiaba en ninguno de ellos, pero sonreír y tragarme las emociones parecía ir dando resultados poco a poco. Ayer una lata de café, hoy un sándwich o cualquier mierda. Quería reiniciar el proyecto con Rowan lo antes posible, pero Frank me bloqueaba el alcance a los clientes y eso era un problema. Necesitaba encontrar una solución. Al final había llegado a casa particularmente agotada, me duché en modo zombie y caí rendida sin darme cuenta. Al despertar me vi al espejo y... bueno, digamos que no me había ocupado de mi cabello y tampoco tenía el tiempo por la mañana, hoy me tocaba preparar el almuerzo de los niños. Tuve que resolverlo con un rodete e intentar olvidarme del asunto, pero los resultados saltaban a la luz. Estaba, en definitiva, un poco de mal humor. Para colmo parecía que quería llover y en medio del apuro había olvidado el paraguas. Ni modo, ocupaba otros veinte Padre Nuestro. Iba llegando a la entrada cuando vi a Arata afuera, se había quedado fumando y parecía estar en compañía de una chica que no era estudiante de aquí. No era mi asunto, pero la curiosidad me salpicó en el cuerpo, inquieta, y no pude contenerme. Me venía bien para salir de mi propia mente un rato, además. —Buen día, cariño —lo saludé, deteniéndome a su lado, y le sonreí antes de virar la atención a la muchacha e inclinar levemente la cabeza—. Buen día. Contenido oculto tengo dos misiones aquí: reestablecer contacto con el marido de sasha y que conozca a su cuñada
Yuzu no hizo más que darle un par de caladas al tabaco antes de regresármelo, pero se quedó conmigo a pesar de que lo mejor habría sido que subiera a la moto y se regresara a casa a descansar lo que pudiera. Supuestamente estaba haciendo rondas en el hospital por las noches algunos días sí y otros no, no sabía ni cómo estaba de pie aquí si debía encargarse de Minato, su vida y nuestros platos rotos todo el tiempo. Le había pedido disculpas, pero todavía me jodía haberla tratado tan mal porque fue como si mi error con Sasha se repitiera de nuevo frente a mis ojos, porque a fin de cuentas Yuzu me amaba y yo le había escupido en la cara. Había hecho llorar a la chica que me había cuidado como si fuese hermano suyo. Hacía llorar al que había sido mi mejor amigo y lo forzaba a cuidarme cuando tocaba fondo. Apuñalaba al cachorro que había criado. La lista seguro no tenía fin si retrocedía más. Yuzuki empezó a hacerme conversación de cualquier cosa entonces, me habló de que su madre quería visitarlas ese fin de semana y que esperaba tener energía para poder hacerle una buena comida. Mencionó algo de unos exámenes importantes para los que llevaba estudiando varias semanas y más. Fui colando preguntas entre tanto, distrayéndome así de los embrollos que tenía en todas direcciones, pero ella guardó silencio en cierto momento y noté que miraba hacia otro lado, al seguir sus ojos di con la silueta de Sasha y sonreí antes de poder procesarlo siquiera, apagando la colilla del cigarro contra la pared. —Buenos días, luz de mis ojos —solté como si nada y regresé la atención a Yuzu, que ya estaba con la sonrisa puesta también y le había dado los buenos días—. Ah, debería- —Sasha, ¿cierto? —apañó más por emoción que por interrumpirme—. ¡He escuchado un montón de cosas de ti! No esperaba conocerte tan pronto, eres preciosa. Me quedé tieso, pues porque esta mujer a veces parecía titulada en hacernos pasar vergüenza y no esperaba que se lanzara de inmediato al "He oído mucho de ti". No me quedó más que suspirar, resignado con mi destino, y me reí antes de encogerme de hombros, pero me despegué de la pared y me acerqué a Sasha para envolverla en un abrazo, sin más, al retroceder noté cómo me miraba la mayor. —Te vi tan emocionada que pensé que te presentarías sola —dije por picarla nada más—. Esta es Yuzuki, te hablé un poco de ella... creo. —¿Crees? —replicó fingiendo molestia. Contenido oculto me ven muy calmada but I'm actually SCREAMING la cuñada también está gritando internamente
Solté una risa nasal ante el apelativo tan meloso que Arata anexó en su saludo y mi atención se la acabó robando su acompañante, quien me llamó directamente por mi nombre, sorprendiéndome. La miré con las cejas alzadas y me demoré un segundo recalculando lo que había dicho, desde que había oído mucho de mí hasta el cumplido tan directo y transparente. Se me escapó otra risa, esta no cargó ni una pizca de burla y volví a inclinar la cabeza levemente. Era un poco... no sabía bien cómo reaccionar ante un desconocido que me conocía. —Espero que hayan sido buenas cosas —comenté con liviandad. Le eché un vistazo a Arata, quien se había petrificado aún peor que yo, y cuando quise acordar me estaba abrazando. La sucesión de eventos me seguía confundiendo y estreché su espalda por inercia, aunque mi mirada se desvió a la muchacha con el flequillo blanco. ¿Así? ¿Frente a ella? Al regresarme mi espacio, carraspeé levemente la garganta y conocí por fin su nombre, sin embargo... ¿Me había hablado de alguien llamada Yuzuki? Intenté que los nervios no se me trasladaran a la cara y me esforcé por repasar nuestras conversaciones a la velocidad de la luz. Dios, y ella parecía tan emocionada, qué pena. Ocupé un par de malabares, pero finalmente recordé cuándo me la había mencionado bajo el apodo de "Yuzu". Era la chica que le había conseguido el empleo en Minato y la que se había encargado de ayudarlos tras la muerte de Ryouta. —Arata habla mucho, sólo no demasiado de sí mismo —comenté junto a una risa un poquito más animada, me aliviaba haber sido capaz de rescatar ese fragmento de información; le sonreí a la muchacha—. Pero sí me habló de ti. Es un placer poder conocerte, Yuzuki-san, gracias por haber cuidado del niño todo este tiempo. Por la gracia había recogido las manos al frente y ejecutado una breve reverencia, como si fuese una madre agradeciéndole al profe de su hijo.
Me estaba cayendo de sueño, había llegado a la casa pasadas las tres de la mañana luego de salir de las rondas y de haber pasado al apartamento de Unigwe para que me diera las cosas de Arata, fue allí que me entregó también el dinero extra en nombre del jefe del bar que en apariencia se lo hizo llegar luego de haber enviado a Shimizu a casa. Podría sólo haber esperado a la noche cuando estuviese en el Triángulo, pero tenía que hacer algunas diligencias en la mañana y ya que estaba me podía dar un pequeño tour, ¿no? No creí llegar casi detrás de él, claro, pero no había nada como llegar a tiempo sin ser invitado. No era como que cuando me buscó para disculparse me explicara la gran cosa de... nada, dijo A, B y C, pero en la información había dos vacíos que no pude sacarle a pesar de que poco me faltó para abrirle la boca y encajarle una cuchara para buscar. Igual mi intención de arrojar una excusa para que arreglara sus mierdas no surtió demasiado efecto, de forma que tuve que rendirme y de por sí el pedido que le hice iba a hacerlo yo a fin de cuentas. Era todo bastante caótico, pero entre la muerte de Ryouta y Reaper jugando a la casita, parecía que los mocosos habían retrocedido al menos dos años en el tiempo. Ahora tan siquiera yo estaba entera, pero si no me dejaban entrar, pues estábamos igual que antes. Vería qué estaba a mi alcance en estos días, igual Arata era el que más dependía de mí ahora mismo, por el empleo y el cuidado a su familia. Había seguido parloteando por matar tiempo, pero entonces noté el rojo aproximándose y bastó para hacer dos más dos. Si hubiese hecho falta una confirmación, no tardó en llegar porque Arata al recibió con una broma y a la pobre yo le caí encima como si la conociera de toda la vida, noté su sorpresa, claro, pero no dejé que obstaculizara la naturalidad de mi cumplido. —Ni una sola cosa mala —secundé casi de inmediato—, y eso que a veces parece que solo sabe decir cosas feas. Él se había quedado congelado, pero al final la abrazó y a mí se me estiró la sonrisa en el rostro, aproveché esa fracción de tiempo para repasarla con la vista sin más intención que guardarla mejor en la memoria. Era alta, muy bonita y ahora traía el pelo recogido, pero seguro tenía una melena preciosa, además el contraste del pelirrojo y el gris de sus ojos llamaba bastante la atención. Seguro tuvo que hacer un mapeo rapidísimo de conversaciones, pues porque Arata era así, y me sorprendió que lograra ubicarme en algún lado. Su comentario me hizo reír y el agradecimiento, que se pareció al de una madre ante una maestra, me vino en gracia también. A pesar de ello negué suavemente con la cabeza y repliqué la reverencia. —Soy yo quien debería agradecerte. Ya era hora de que Mishi confiara en alguien más —dije a riesgo de seguir avergonzando al idiota—. Lo otro… es defecto suyo de toda la vida, por desgracia, ya ni siquiera debería ofenderme. Se ve que no sabe corregirlo. —Muy bonito, ¿vas a regañarme ahora? —saltó Shimizu, pues porque para quejarse siempre había sido bueno—. ¡Frente a Sasha! —Frente a Sasha —acordé genuinamente divertida y miré a la muchacha—. ¿Te ha dado muchos problemas? Es un niño revoltoso a fin de cuentas. Acababa de decir eso cuando Cay pasó un poco a la carrera para entrar a la academia, su saludo grupal fue una sonrisa algo nerviosa que seguro se debía a la presencia de Arata y un poco a la mía. De cualquier manera, lo despedí con un movimiento de mano y escuché a Shimizu soltar el aire por la nariz en algo que pasó por fastidio hacia mis tonterías. —Ni mi madre me haría pasar por esto —dijo y se giró para echar la frente en el hombro de Sasha.
Pobre Arata, le estábamos pegando desde todas direcciones muy tranquilas y su única opción era aguantarse los golpes. Creía recordar que algo similar había ocurrido en el estudio de tatuajes y sólo sirvió para enfatizar la gracia del asunto. Que hablaba como cacatúa, que sólo decía cosas feas o totalmente ajenas a sí mismo. Algo de razón llevábamos, pero al mismo tiempo sabíamos que era capaz de muchas más cosas; bueno, o suponía que lo sabíamos, claro. No conocía prácticamente nada de esta chica, a duras penas me guiaba por lo que esperaría de alguien que no lo dejó solo, ni a él ni a su familia, en un momento de mierda. Alcé las cejas ante aquel nuevo apodo, fue inevitable, y suavemente giré el torso hacia Arata con la curiosidad impresa en el rostro. ¿Mishi? Dios, sonaba adorable y... no, no le quedaba mucho. La sonrisa me descubrió los dientes ante mi propio pensamiento y, sólo por seguir jodiéndolo, me incliné un par de centímetros en su dirección. —¿De verdad confías en mí~? —indagué con aire inocente. Total que volvimos a lanzarlo al ring de boxeo con las manos atadas y la intervención tan dramática de Arata me arrancó una risa divertida. Me iba calmando en lo que meneé la cabeza como respuesta preliminar a la pregunta de Yuzuki. —Creo que más bien nos hemos causado problemas mutuamente —admití, y mi sonrisa se suavizó al alcanzar el cabello de Arata—. But we manage, don't we? Le estaba haciendo mimos a la criatura cuando Cayden pasó y, mientras lo saludaba, me hizo gracia darme cuenta que ayer me había puesto igual con él. Arata exhaló con cierta molestia y sonreí sin tregua al recibir el peso de su frente en mi hombro. Aproveché el punto de contacto previo para envolverlo con ese brazo y apretujarlo un poquito. —Ya, ya, podemos cerrar la sesión de buscarte las cosquillas —murmuré hacia él, y volví la mirada a Yuzuki—. Pecaré de cotilla, pero necesito saber la historia de ese apodo o creo que moriré ahogada en la incertidumbre.
Uno molestaba a Shimizu porque él molestaba a todo el mundo a cada rato, pero creía que sabía diferenciar cuando esos golpes sin fuerza provenían del afecto en vez del resentimiento. Arata había sido caótico desde que Kaoru lo trajo, era respondón, malencarado y daba la sensación de tener más edad de la que correspondía, ya no sólo por su agotamiento físico, si no por el cansancio mental que siempre poseía. A pesar de eso, Kaoru había puesto una confianza ciega en él y en todos los demás. Murió sin poder decírselos, lo que había visto en cada uno de ellos. Había confiado en que Hikari podía reformar el agujero negro que tenía en el pecho, en que Shigeru podía ser un buen líder, que Arata podía usar su caos para proteger a otros, que Kohaku podía resistir lo que otros no y Cay podía amar a los demás sin hacer implosión y así hasta parar de contar. La versión de Shimizu que parecía surgir por esta muchacha se asimilaba más a eso, a la visión de Kao, y por eso me apaciguaba el corazón saber que existía. Porque quizás había cosas que nosotros no podíamos hacer por él y debíamos aceptarlo. Me sonreí al ver que a ella oír el apodo le hacía gracia, total que se quedó con lo que dije y la vi inclinarse hacia él. No reaccionó ni una pizca, se le quedó mirando esperando la estupidez que iba a soltar y al escucharla se llevó la mano al pecho, profundamente ofendido. —¿Qué si confío en ti? —preguntó de lo más escandalizado—. ¿Yo, el mismo que te llevó con Tessa y le habló de ti a Yuzu a sabiendas de que iba a molestarme hasta mi siguiente vida? ¡No sé, tú dime! Llevo comiendo de tus almuerzos un rato ya y sin temer morir envenenado, yo no sé qué te dice eso de mí. Recordé que en medio de su desastre, cuando acabó desviando su ira hacia mí, le pedí que no desacreditara el amor de los muchachos y de Sasha. Al verlo aquí creía que al menos en una de esas indicaciones me había hecho caso, que incluso él que no pedía ayuda había aceptado los brazos de alguien que se le parecía y me quedó claro no sólo por lo que sabía del embrollo de los móviles y la deuda, fue el que ella dijera que se daban problemas mutuamente. —Claro, balanceamos poniendo un problema de cada lado —acordó él junto a una risa y parpadeó con lentitud al recibir los mimos. Había que verlo nada más, al muy rebelde Shimizu doblándose sin una pizca de vergüenza por unas caricias. Me tragué la gracia, obvio, y vi como ella lo envolvió cuando siguió con su berrinche luego del paso de Cay. —Voy a tenerte piedad porque Sasha es quien lo dice. —¿Debería darte las gracias? No contesté, me limité a estirar una sonrisa y atendí a la chica de nuevo. Mira esto del apodo era un pizarrón digno de estar una comisaría, estaba casi segura que nos lo habíamos robado con todo el descaro, por a nosotros lo de los apodos se nos daba un poco para el culo. No éramos muy creativos, qué va. —¿Ya le presentaste a Ko? —Pelo de nube de la mesa del campamento cuando enviaste el brownie por mensajería —explicó irguiéndose de nuevas cuentas, sonaba a que no había una presentación formal en medio. —Fue hace años, pero estoy casi segura que el primero en usarlo fue él. El niño era medio creativo con los sobrenombres y le gustaba tener los derechos de autor, sólo él sabrá qué vueltas le dio a todo para acabar en Mishi. Pasa que nunca nos gustó mucho usar neuronas de más, ¿sabes? Y algunos nos lo quedamos y creo que fue entonces que mutó a Akkun. Imagino que ahora sólo Ko te dice así, ¿no? —Diría que sí, bueno él y la hermanita de Sasha, le gustó ese en particular. Igual Ko-chan a veces me dice Shikkun, se los intercambia como si fueran calzoncillos —acotó luego de darle pensamiento unos segundos, después giró el rostro a Sasha y le dedicó una sonrisa bastante amplia—. Siempre me ha llamado como le da la gana. Por eso cuando Fanny me preguntó si me decían Arata le di una lista que parecía la de la compra. —¿Y a ti, linda? ¿Te llaman de alguna manera en específico o sólo Sasha? Juré que Arata quiso hablar de inmediato, pero se quedó esperando y le echó un vistazo que prácticamente la delató. Era posible que la forma en que se referían a ella fuese la que usaban sus hermanos pequeños, por eso debía hacerle tanta gracia al otro tonto. Contenido oculto en este episodio de investigación de años de rol en media hora, me fui a confirmar que Ko fue el primero registrado en decirle Mishi-kun en la existencia de gakkou *le pone la medallita del mejor creador de nicknames* pero si en algún momento la autoría se le adjudicó a otra alma y a mí se me pasó, me chiflas también teamwork is dream work (?
Se me escapó un bostezo de nada mientras salía del coche, y hasta tuve que llevarme el nudillo del dedo índice al ojo para limpiarme una lagrimilla que se me había formado por el gesto. Puede ser o puede ser que no me hubiera vuelto a quedar jugando videojuegos hasta bien entrada la noche y, por lo tanto, me hubiera quedado dormida aquella mañana... y por eso había tenido que llamar a un Uber para que me llevara a la academia. Gracias a ello, acabé llegando hasta temprano, así que le pedí al conductor que me dejara un par de calles atrás para permitirme terminar el trayecto a pie. Nada más bajar del coche me di cuenta de la terrible humedad que cargaba el ambiente y fruncí los labios, cogiéndome un mechón de pelo entre los dedos para llevármelo delante de los ojos; parecía que de momento se había salvado del encrespamiento, aunque no podía confiarme demasiado. Acabé bastante distraída con aquel asunto durante el camino, pero lo dejé estar una vez alcancé la entrada principal del Sakura y, en consecuencia, mi atención se vio atraída por la presencia de Arata, una chica que parecía algo mayor y... ah, la chica pelirroja. Desvié la mirada hacia el frente con rapidez y, aunque de manera algo inconsciente, también apresuré el paso para evitar cualquier mínima posibilidad de que me vieran. A decir verdad... todavía me dolía un poco. Ya había visto a Arata con esta misma chica otras veces y, ni idea, era bastante evidente que su relación iba más allá de una simple amistad... y, quería decir, lo entendía perfectamente. La chica era guapa, atractiva y parecía super simpática; más de lo que yo podía llegar a aspirar, desde luego. Ya me había hecho a la idea hacía tiempo, pero a veces no podía dejar de preguntarme si había hecho algo tan malo como para merecer que el chico dejara de hablarme así... Suspiré, intentando alejar esos pensamientos de mi cabeza. ¿Qué más daba? No ganaría nada dándole tantas vueltas y, honestamente, tampoco era mi estilo. Algo más decidida, crucé el portón de entrada, pero el tono de llamada de mi móvil hizo que me sobresaltara un poco y acabara ralentizando el paso de nuevo. ¿Quién querría llamarme a esas horas...? Contenido oculto buenassss, solo ando de pasada (?) planeo hacer otro post con ri en otra zona so don't mind me unu
—Que eres un aprovechado —repliqué al instante de que terminara de quejarse, y la risa se me coló en la voz. Mientras más indignación fabricara, más ganas daban de molestarlo; así funcionaba el mundo, yo no escribía las reglas. Al menos le dimos un rato de tregua y la tontería de balancear los problemas me estiró la sonrisa. Arata se había puesto un poco imbécil al principio, pero era consciente de que yo misma me había empecinado en solicitar sus servicios de primera mano y que, de hecho, lo seguía haciendo, buscándolo y proponiéndole negocios de dudosa moralidad. Creía que los problemas que pudiéramos acarrear a partir de ahora no serían suyos ni míos, sino nuestros, y en eso se basaba la confianza casi absurda que guardaba por él. El resto se decantaba pues me preocupaba por su bienestar y quería ayudarlo en la medida de lo posible, eso era todo. Mi pregunta derivó en otra, no pude asociar a "Ko" con ninguna cara y giré el rostro hacia Arata, asumiendo que me ayudaría a ubicarlo. Regresé el brazo a mi espacio en cuanto él se irguió y conecté neuronas bastante rápido, por suerte. No era un color de cabello que se viera mucho aquí adentro. —Ah, el transferido de la 3-3 —resolví, en un murmullo distraído. Me sonaba de haberlo visto con Cayden, aunque no estaba segura. Total que el autor del apodo era él, y por la forma en que Yuzuki habló me hice a la idea de que ese muchacho, Ko (o "pelo de nube" según Arata), debía haber formado parte del grupo que ya Arata me había mencionado antes, ese donde habían perdido a... Kaoru, ¿no? Yuzuki también se enlazó a ellos y la imagen, poco a poco, fue adquiriendo más rostros y voces. Fui consciente repentinamente de que esta chica debía ser importante para Arata como lo eran todas esas personas, y la idea de que le hubiese hablado de mí al punto de emocionarse al verme... me hacía muy feliz. El catálogo de apodos me robó una risa breve y yo también me pregunté de dónde rayos salía el Mishi, lo suficiente para quedarme allí atorada un rato. Estaba a punto de alcanzar una conclusión medianamente razonable cuando Yuzuki me habló y desvió mi foco de atención. ¿Cómo se refería a mí la gente? —Algunos amigos me dicen Sash y en casa me llaman Sashie —respondí con calma, sin advertir ni la mirada ni las intenciones de Arata—. Aunque también me dicen mucho Sasha a secas porque es corto y sencillo. —Le lancé un vistazo al chico, sonriéndome—. Este de aquí me sigue llamando Pierce de tanto en tanto, cuando quiere hacerse el importante o le apetece molestarme. Shocking, right? Me reí en voz baja y mi sonrisa se suavizó al detener la mirada en Yuzuki. Ahora que tenía una idea más clara del panorama sentía el deseo de corresponder a su saludo inicial. —Tal vez Arata no te haya mencionado mucho directamente, pero me ha hablado varias veces de sus amigos y del grupo que conformaban, y siempre lo ha hecho con mucho cariño. —Mi sonrisa se ensanchó y ejecuté otra reverencia más profunda, un poco en broma, pero también en serio—. Así que realmente me alegra poder conocerte, Yuzuki-san. Contenido oculto no sabía que yo había inventado el Mishi wth JAJAJA proud de la belu del pasado