Long-fic de Inuyasha - Enséñame a besar (InuKag) Termindo

Re: Enséñame a besar (InuKag)

Les juro que no iba a hacer, no lo iba a hacer... pero algo pasó y lo hice... espero que les guste :muajaja:


Enséñame a besar.

12-. Epilogo.

Un feliz San Valentín.

Siendo la primera vez que hacia chocolate, Kagome pensó que no lo hacia tan mal. O al menos, si ignoraba que la cocina estaba hecha un desastre y cuando su madre la viera seguramente no viviría para contarlo.

Pero su obra, la que le costó tanto conseguir una mísera receta y que tanto empeño le puso: estaba hecha. Lista. Finalizada. Sonrió levemente orgullosa ante su obra más hermosa. Ni siquiera su madre la ayudó y, desde lejos, parecía tener un buen sabor.

Ahora, los toques finales.

Apretando su lengua en la comisura de su boca, Kagome hizo un pequeño corazón color rojo, justo sobre la 'I'. ¡Parecía tan sabroso que se contenía para no darle un mordisco!

Pero no. Esperaría a que InuYasha lo probara, después de todo ese chocolate era exclusivamente para él.

Muy bien, era hora de dejarlo secar y simplemente esperar al día de mañana para entregárselo. ¡Seguramente él no se lo esperaría y mucho menos viniendo de ella!

Juntó las manos encantada, soltando una risilla divertida y sus mejillas se tiñeron de un profundo escarlata. Su corazón dio un vuelco de tan sólo imaginar la reacción de InuYasha. ¡Ya casi tenía todo planeado!

––.–-

–InuYasha… –Kagome sonrió tímidamente, con las mejillas ligeramente teñidas de rojo, y observó el suelo y vio como la punta de su zapatilla dibujaba redondeles.

El chico sonrió también, pero de una forma tranquila y tierna, haciendo que sus ojos azules brillaran.

–Dime, Kagome –respondió él con simpleza, acercándose lentamente hacia ella.

Había puesto ya sus manos sobre los hombros de la muchacha, se aproximaba hacia su rostro con claras intenciones de besarla. Sin poder contenerse más, Kagome alzó su corazón de chocolate envuelto en papel de regalo entre ellos.

Estaba emocionaba.

Sus ojos brillaban.

Su corazón latía aceleradamente.

El olor del amor se respiraba en todas direcciones y aunque hacia frío, algo cerca de InuYasha hacia que todo se viera más cálido.

–¿Qué es esto, Kagome? –preguntó InuYasha con tranquilidad, mirando confundido el regalo pero sus ojos volvieron a brillar -. ¿Ka… Kagome?

Ella ladeó su rostro, totalmente sonrojada pero con una sonrisa cómplice en sus labios. Sus ojos se movieron alternativamente de él hacia un árbol cualquiera.

–Es nuestro primer San Valentín juntos –anunció ella, colocando su regalo contra su pecho pero luego se lo entregó. Lo miraba ya sin miedo -. Espero que te guste.

InuYasha parpadeó confundido, pero sonrió en forma de gratitud.

–Gracias.

Ella sólo contestó con una sonrisa, viendo impacientemente como InuYasha quitaba el papel de regalo (lleno de corazoncitos) y observaba su chocolate.

Era un gran corazón negro, en letras blancas se podía leer: "To InuYasha", junto a un corazón de azúcar. Él la miró, con su boca ligeramente abierta, pero demostró su gratitud con una mirada brillante.

–¿Qué esperas? Pruébalo –lo alentó Kagome, juntando sus manos contra su pecho e inclinándose sobre él.

InuYasha asintió decidido y rompió la punta del corazón, para luego llevársela a su boca. La chica observó como él probaba, sin poner una mueca desagradable. Vio como tragó y casi inmediatamente, él la tomó de los brazos (el chocolate había desaparecido) y la inclinó hacia abajo.

No supo por qué, pero había algo en InuYasha… que era galante, casi como una película antigua. Poseía un rostro serenamente atractivo.

Pronto, su alrededor se convirtió en un jardín de flores y varios pétalos cayeron alrededor de ellos como si fuera una lluvia.

Pero Kagome no lo notaba, solo miraba esos ojos azules. Tan brillantes…

–Eso fue lo segundo más delicioso que probé en mi vida, Kagome –anunció InuYasha con voz ronca, acercándose lentamente hacia su rostro.

Kagome se sujetó firmemente de los hombros de él.

–¿Y cuál fue lo primero?

La sonrisa de InuYasha se curvó a una cínica.

–Tus deliciosos labios.

Y como sellando lo dicho, se inclinó más y la besó como si estuvieran en una película de los años cincuenta.

––.––

Kagome volvió a reír, girando sobre sí misma.

–¡Seguramente le encantará! –chilló emocionada, esperanzada y, a la vez, muy nerviosa -. Sólo… le encantará.

También esperaba que hiciera buenos chocolates, después de todo él debía devolver su delicioso favor, ¿verdad?

–¡Kagome, ven un momento! –exclamó la voz de su madre, tan amable y dulce como siempre.

Estaba tan contenta que aquella interrupción a su mundo de fantasía dónde InuYasha tenía puesto un traje de smoking, no pareció molestarla, así que dando saltitos se encaminó hacia dónde su madre la llamaba.

Alguien se asomó en la ventana y escudriñó el lugar con sus ojos. Frunció el ceño y se encaminó hacia la puerta de la cocina, abriéndola.

–¿Kagome? –preguntó InuYasha, observando de un lado a otro, esperando encontrarla pero nadie contestó.

Sin darle vergüenza, entró en la cocina y empezó a mirar alzando una ceja ante tanto enchastre. Había moldes, rastros de chocolate, trastes sucios. ¡Un total lío! Y le extrañaba de la señora Higurashi, normalmente ella era muy cuidadosa de su 'santuario'.

Con paso inseguro, se encaminó hacia la puerta dónde llevaba a la sala de estar pero algo llamó su atención. Su nombre. Le pareció haber leído su nombre en algún lugar.

Con muchísima rapidez, giró su rostro hasta que lo encontró. Un gran corazón de chocolate estaba ahí, sobre un molde, con letras blancas de azúcar decían exactamente: 'To InuYasha' con un pequeño corazón sobre la 'I'.

Su mente trabajó rápidamente, recordando que mañana era San Valentín y que, seguramente, ese chocolate iba a ser para él.

"Eres un genio, InuYasha", dijo una voz con mucho sarcasmo en su cabeza.

Mmm… Ahora no era el momento para andar discutiendo y lanzándose sarcasmos consigo mismo.

Con cautela se acercó hacia ese corazón y lo tomó entre sus manos. Parecía tener buen aspecto. Partió una parte de arriba y se la llevó a su boca. "¡Huh! Chocolate amargo… ¿Cómo supo que era mi favorito?", se preguntó InuYasha con una sonrisa traviesa en su rostro.

Y sin pensarlo mucho más, salió corriendo de esa cocina hacia el pequeño bosque que rodeaba el templo Higurashi, subiéndose con agilidad sobre un árbol. Sin detenerse a mucho más, empezó a comer ese chocolate que le correspondía.

Kagome lo había hecho con sus propias manos. Y para él.

Eso era delicioso.

"Tal vez haya más", se dijo el chico de cabello negro, volviendo a sonreír como un niño pequeño. Tan rápido como subió, bajó y volvió de una corrida a entrar en la cocina Higurashi.

Sin embargo… no estaba solo.

Oh, rayos.

Kagome miraba atentamente dónde anteriormente estaba su corazón que tanto había costado hacer. Miró con tristeza a InuYasha, sonrojada ligeramente al verlo pero sin poder evitar sentir decepción.

–¡I… InuYasha! –llorozó Kagome, lanzándose dramáticamente hacia los brazos del muchacho pero rápidamente se separó, dejándolo atontado y sorprendido -. ¡Se… se robaron mi… mi corazón!

–¡¿EH?!

Kagome sacudió su melena azabache y se mordió el labio, jalando la cabellera de InuYasha. Éste se sintió culpable, pero decidió hacerse el indiferente.

–¡Mi… mi corazón de chocolate! Me… me costó hacerlo… y… y…

–No te preocupes –dijo InuYasha, volteándola a ver y le regaló la mejor sonrisa despreocupada que poseía, colocando su mano sobre el hombro de ella. La chica movió ligeramente sus cejas, enfocada en la boca de él… había algo en la comisura -. Es sólo un chocolate, no tiene importancia.

–Pe… pero… InuYasha… –murmuró Kagome con los ojos llorozos, pero trató de sonreírle -. Esta bien, tienes razón.

Soltó un suspiro aliviado pero todavía se sentía culpable. Miró de soslayo a Kagome pero notó como la muchacha se acercaba frunciendo el ceño y sin pensarlo un momento más, lo besó. Los ojos del muchacho se abrieron de par en par, pero sin poder evitarlo mucho tiempo correspondió a ese dulce beso.

Con lentitud, rodeó la cintura de Kagome con sus manos y movió ligeramente sus labios, entreabriéndolos para que ella profundizara el beso. Cuando apenas sintió su lengua rozar la suya, rápidamente se separó de él.

No entendía absolutamente nada.

Sólo que Kagome lo miraba ofendida, enojada y llorada. Todo a la vez. Y aún así, era la chica más adorable que había visto.

–¡T-Tú! –bramó, señalándolo con su dedo pulgar que rápidamente comenzó a golpearlo en el centro de su pecho -. ¡Eres… eres un desagradecido! –golpe–. ¡Devorador de chocolates! –golpe–. ¡¿Có… cómo te atreviste?! –golpe más fuerte–. ¡Gasté tanto tiempo en hacerte ese chocolate solo para que tú te lo devoraras! –y este fue doble golpe.

Y así siguió, torturándolo con su dedo, abrumándolo, sorprendiéndolo. ¿Cuál expresión era para él? ¡Se sentía como un perro que lo reprendían!

La miró fijamente, preguntándole con la mirada. Kagome se detuvo, descubriendo que esa era su mejor cara de cachorro arrepentido que poseía y que siempre utilizaba cuando estaba en muchos… o varios problemas.

–¡Oooh, no! ¡Ni te atrevas a mirarme así! –bramó indignada, queriendo hacerle entender lo poderoso y doloroso que era un dedo índice.

–Pero, ¿qué hice? –preguntó genuinamente confundido y arrepentido.

Ella lo miró, frunciendo las cejas.

–Eres un idiota.

InuYasha le sonrió, palmeando la cabeza de Kagome como si fuera…

–Buena chica.

–¡No soy tu mascota!

Sí, exactamente como eso.

–.–

Las cejas de Kagome se frunciendo profundamente en el día de San Valentín apenas llegó al colegio. El casillero de InuYasha había como unas diez cajitas de chocolate, siendo no muy popular, y tres cartas de admiradoras secretas.

Sin lugar a dudas, el que tuvo más admiradoras fue Hoyo; como siempre. Kagome recordó que ella también había hecho muchos chocolates para él pero que, al final, terminaba regalándoselos a InuYasha porque nunca tuvo el valor suficiente para dárselos.

–Vaya, vaya… Eres muy popular, Romeo –murmuró Kagome fastidiada, abriendo su casillero y sacando las zapatillas para cerrar la puerta con mucha fuerza.

Tanta, que puso los pelos de punta al muchacho de cabello negro.

–Keh –respondió simplemente, mirándola nervioso.

Desde el pequeño incidente de ayer, por descubrir el sabor del chocolate entre su beso, la muchacha estaba todavía algo enojada con él.

¡Pero con su regalo, seguramente ella caería redondita a sus pies! O… al menos eso creía, claro.

Fue un día muy duro para InuYasha, especialmente tener que aguantar todas esas miradas fulminantes que soltaba Kagome hacia su persona. Los profesores estaban más amargados por ser un día comercial, y mandaron muchísimos trabajos para hacer. Sus compañeros estuvieron molestándolo, diciéndole del por qué no escogía salir con alguna chica que le dio ese chocolate ocasionando que el malhumor de Kagome hacia él fuera mucho más grande.

Estaba decidido.

No era su día de suerte.

Al llegar la última hora, justo cuando la campana sonó anunciando que podría marcharse (ese día no había práctica), soltó un suspiro aliviado y se encaminó decidido hacia ella.

–Ka… –su voz salió extremadamente fina, pero carraspeó -. Kagome.

–¿Qué quieres? –mirada feroz, voz mordaz.

Tragó saliva con dificultad.

–Qui… quiero verte detrás del colegio, ahora –murmuró él con voz baja, acercándose a su oído, ocultando sus manos en los bolsillos -. Vamos, Kagome.

Notó su nerviosismo y se encogió de hombros, pero aceptó acompañarlo. Ese día ella tampoco tenía clases de arquería, así que poseía la tarde libre… y Kagome había esperado pasarla con InuYasha, disfrutando de su delicioso corazón de chocolate.

Finalmente, cuando estuvieron detrás de la escuela Kagome separó ligeramente sus piernas y colocó sus brazos en ambos costados de su cadera.

–¿Y bien? –preguntó con voz gruesa, como si fuera una madre que pedía una explicación a ver su florero favorito roto.

InuYasha apretó su mano dentro del bolsillo y sacó una cajita de terciopelo. Kagome lo miró entre sorprendida y abrumada, no esperándolo.

"¿Ma… matrimonio?", fue lo primero que imaginó.

–Keh… no lo hagas difícil –pidió InuYasha sonrojado, abriendo la cajita y dejando ver un hermoso collar con un camafeo en forma de corazón. Tanto la cadena como el collar, eran de color dorado -. Toma.

Tomó la mano de la muchacha y colocó la cajita en la palma para que la observara. Nuevamente, ocultó ambas manos en los bolsillos de su pantalón y miró distraídamente hacia la pared del instituto.

–Es… es… –tartamudeaba Kagome, maravillada -. Es… es… es… es…

InuYasha volvió a encogerse.

–Ábrelo –pidió con nerviosismo, mirándola sobre el rabillo de su ojo.

Con manos temblorosas, la muchacha abrió el camafeo y descubrió una foto en ambos lados del corazón. Ahí estaba él, sonriendo tanto hasta mostrar sus dientes y ella, en el otro lado, también riendo a carcajadas.

Esa foto… era de esa cabina de fotos instantáneas. Ese día… fue su primera cita como algo más que amigos, recordó con los ojos llenos de lágrimas.

–Kagome.

Oh, esa voz.

Ella levantó su rostro hacia él, perdiéndose en esos ojos azules y su príncipe se acercó a ella, sonriendo levemente con mucho cariño.

–¿Sa… sabes? Siempre… siempre quise preguntarte una cosa.

Kagome sacó el collar de la cajita y la guardó en su bolsillo. Se lo mostró a InuYasha y le dio la espalda, signo de que la ayudara y él lo hizo.

Cuando finalmente el collar estuvo sobre su cuello, Kagome se lo mostró orgullosamente y lo abrazó con fuerza. Era un lindo gesto de su parte.
Uno muy, muy lindo. Más lindo (y rico) que un chocolate.

–¿Te… te gustaría… ser… mi… no… via?

Kagome alzó su rostro y selló los labios de él en un suave beso. ¡Claro que quería! ¡Lo estuvo esperando desde ese día en el aeropuerto! Finalmente, escuchó las palabras que más necesitaba oír por su parte.

–¡Sabes que sí! –chilló con los ojos llenos de lágrimas, volviendo a besarlo -. ¡Te… te… te amo, InuYasha! –exclamó, abrazándolo.

Él permaneció quieto, pero rápidamente le correspondió el abrazo. Esta era la primera vez que Kagome le mencionaba que lo amaba. Ella… ella… ella… "Me ama", pensó cerrando sus ojos e hinchó su pecho orgullosamente.

Lo amaba.

¡Kagome lo amaba!

–Yo… yo también… te amo… Kagome… –murmuró InuYasha.

Aunque no hubiera chocolate… fue, dentro de todo, un feliz San Valentín.

Fin.

Espero que les haya gustado :ashuuu: