Long-fic de Inuyasha - Enséñame a besar (InuKag) Termindo

Re: Enséñame a besar (InuKag)

Ya... tranquilas, tranquilas (es muy tedioso leer conti's xD).
Acá está el final. Muchas gracias para quienes me leyeron, se preocuparon, y les gustó el fic. Muchas gracias a todas.
Espero no decepcionarlas.


Enséñame a besar.

11-.
Juntos.

Una semana después de ese día en el aeropuerto, Kagome disfrutaba su primer día de vacaciones de verano. ¡Cuarenta días de plena libertad!

Bajó las escaleras en piyama, comió su desayuno con tranquilidad y hasta compartió una sesión de video juegos con su hermano Sôta. Luego subió a su habitación, se colocó un vestido de color azul con margaritas y nuevamente bajó, para luego marcharse de su casa diciendo que tenía una reunión.

Bueno, nada más alejado de la verdad. Iría a reunirse.

O, más bien, a hacer una visita.

Caminó tranquilamente por las calles casi vacías de su barrio hacia el instituto. El sol brillaba allá a lo lejos, había apenas unas nubes tapando el cielo azul y una brisa soplaba suavemente. Ah, era un día maravilloso.

Como ya eran las once de la mañana, seguramente su club había terminado al menos por hoy. Fue una suerte que ella no se inscribió en Kyuudou hasta después de las vacaciones. Descubrió que tal vez arquería era su fuerte.

Entrando al instituto lo primero que vio fue a Kikyou caminando sola con un largo estuche de color rojo sobre su hombro. Ambas se observaron unos momentos, y luego se sonrieron.

–¡Buenos días, Kikyou-chan! –saludó alegremente Kagome, y observó maravillada ese estuche rojo -. ¿Ya terminaron?

–Por suerte sí –contestó Kikyou, sintiendo un poco de vergüenza; Kagome era muy alegre y ella no estaba muy acostumbrada a mostrar sus sentimientos y que la tratasen así -. Si lo buscas, está en el gimnasio.

Parpadeó confundida.

–¿Todavía siguen practicando?

Vaya, el baloncesto era muy… exigente.

–Oh, no, él quiere practicar sus lanzamientos. Dice que no quiere fallar –colocó una mano sobre su cintura y negó con la cabeza -. Vaya niño… Bueno, debo marcharme. Nos vemos, Kagome.

–¡Nos vemos! –se despidió Kagome, alargando su mano y despidiéndose de la arquera. Y pensar que ella estaba celosa de Kikyou. ¡Era una muy buena persona!

Sonriendo todavía, se encaminó hacia el gimnasio. Escuchó unos golpes de la pelota, y pasos corriendo, seguido de algunos chillidos de las zapatillas al arrastrarse sobre un suelo muy resbaloso.

Empujó la puerta de color negro y ahí lo vio, con una camiseta blanca muy holgada pegándosele al cuerpo a igual que algunos mechones rebeldes de sus cabellos se desasían de su coleta baja.

Sin decir ninguna palabra, cerró la puerta tras de sí y se encaminó hacia una silla solitaria que había por allí y se sentó para observarlo.

Le gustaba mucho verlo jugar.

Parecía inmerso en su mundo, moviéndose rápidamente, saltando y encestando. Parecía como si estuviera rivalizando con algo invisible, porque se movía con la dificultad de alguien obstaculizando su paso.

Finalmente, una vez encestado expectacularmente, sintió el corazón latir apresuradamente sobre su pecho. InuYasha se había elevado unos metros y sus cabellos se balanceaban lentamente, mientras que los rayos del sol, que se colaban por las ventanas, jugaban con las sombras de su rostro.

Los ojos azules casi parecían dorados.

Kagome parpadeó confundida, pero sonrió como embobada.

"Nota mental: de ahora en adelante siempre iré a verlo cuando termine de practicar", se dijo levantándose.

–¿Qué haces aquí? –preguntó InuYasha una vez tomada la pelota en sus manos, notando por primera vez su presencia.

Ella corrió hacia él y lo abrazó, pero rápidamente se alejó.

–¡Wákala! ¡Estás… todo mojado! –exclamó ella mirándose las manos.

Él puso los ojos en blanco, pero sonrió con arrogancia. Giró la pelota sobre su dedo y tiró sin siquiera mirar el aro, encestado ante la atónita mirada de la chica.

–Keh, vámonos –la tomó de la muñeca y ambos se fueron del gimnasio.

Ella observó aquella mano sujetándola, sintiéndose pequeñita a su lado pero sonrió. Él le hacía sentir muchas cosas que jamás pensó en que siquiera existieran. Y era tan… "¡Mou, quiero abrazarlo!"

Aún así, InuYasha no le preguntó en que si quería ser la novia. Entendía que él la amase, porque ella también lo amaba… pero quería escuchar 'esa pregunta' de sus labios. Hacía una semana en que se comportaban casi, casi como tal… pero ella quería un noviazgo en serio.

"Mou, InuYasha no es como los demás…", se dijo Kagome una vez que él le pidió que tuviera su bolso y verlo mojarse la cara contra la canilla de agua. Se acercó a ella y de su bolso sacó una gorra roja y azul; la dio vuelta, la mojó un poco y luego… ¡Se la colocó en su cabeza!

–Ahora sí, vámonos –sonrió él como si fuera un niño, sacándole su bolso de las manos de ella y comenzando a caminar solo.

Kagome lo observó unos momentos y finalmente soltó un suspiro, caminando hacia él.

Aún no entendía como rayos hizo para volver a meterse en el instituto a una semana de las vacaciones de verano. Pero, fuera de todo eso, él había vuelto y las cosas seguían con naturalidad: sólo Kikyou sabía que había 'algo' entre ellos.

–¿Y ahora a dónde vamos? –preguntó ansiosamente Kagome, siendo embriagada por una extraña mezcla de excitación y nervios -. ¡Podemos ir al parque! ¡O al cine! A la confitería, dicen que sus pasteles son deliciosos. ¿Qué tal si vamos a la ciudad? ¿O estás muy cansado? Si quieres, yo…

InuYasha se detuvo y le tapó la boca con su mano. Kagome enrojeció de vergüenza y se alejó de él, tapándose la cara con ambas manos.

–¿Te dijeron alguna vez que hablas demasiado? –preguntó con cierta ironía el pelinegro, soltando un suspiro -. Ven, mocosa, acompáñame.

Ella lo miró unos segundos pero luego desvió la mirada. Mou, esos ojos azules eran demasiado… penetrantes y la ponían nerviosa.

–¿A… a dónde?

InuYasha le regaló una misteriosa y sensual sonrisa.

–A mí departamento.

Y no pronunció ni una sola palabra durante todo el trayecto.

La mente de Kagome trabajaba a mil por hora, tratando de averiguar el por qué ella debía ir a su departamento. ¿Qué harían allí? ¿Estarían… solos? ¡Oh, no! "¡Ay, no! Seguramente… seguramente él… no sé, pero no es lo que yo estoy pensando… ¿No?"

Ella le dirigió una mirada interrogante pero InuYasha miraba hacia delante con aquella sonrisa extraña adornando su boca. Verdaderamente, él no era una persona que sonreía a menudo pero cuando lo hacía… se veía atractivo.

"Mou, ¿estaré sonrojada?", se preguntó Kagome, tocándole una mejilla y la sintió muy caliente. Se sentía extraña, era como si sus piernas estuvieran caminando sobre las nubes y sus manos estaban algo sudadas. Y el corazón estaba a punto de salirse del pecho.

Llegaron al edificio donde vivía InuYasha, y descubrió que era el mismo de siempre. Según podía comprender, el edificio le pertenecía al tío de InuYasha y como regalos de cumpleaños –o algo así- recibió un 'pequeño' departamento de tres habitaciones.

Prácticamente, la 'casa' de InuYasha era todo un piso normal. Kagome se sentía algo incómoda siempre que iba, ya que su familia no era tan adinerada como la de él: ministros, doctores, abogados, ejecutivos, ingenieros, prácticamente en todas las profesiones conocidas un miembro de la familia de él estaba allí.

Si no mal recordaba, el padre de InuYasha poseía un imperio de bienes raíces.

–¿Te vas a quedar ahí parada, tonta? –preguntó el pelinegro, una vez que estaban frente a la puerta de su 'hogar'.

–Huh… ¿InuYasha? –lo llamó Kagome, haciendo notar su nerviosismo.

Él la miró divertido.

–¿Qué?

Ella se acercó lentamente hacia él, sin saber realmente si estaba bien lo que hacía.

–Er… ¿Está tu hermano aquí?

–No.

–¿Tus padres?

–No.

–¿Tus tíos?

–No.

–¿Hay alguien viviendo en tu departamento aparte de ti? –preguntó Kagome, sonrojada extremadamente, preguntándose si InuYasha quería realmente hacerlo.

Eran jóvenes y se amaban, ¿qué esperaría la 'sociedad'?

Pero, ¿y ella? ¿Estaba lista? "No lo sé". Más bien, le aterraba el tema.
InuYasha sonreía de una manera muy extraña y eso la asustaba cada vez más y más. Sin embargo, también… tenía curiosidad.

Y no sabía si aquello estaba bien.

–No –finalizó sonriendo, notando como Kagome se callaba y palidecía tan rápido como un rojo tomate teñía su rostro.

Se escuchó un ligero 'click' y la puerta se abrió. Sin preocuparse por la chiquilla, entró tranquilamente a su modesto departamento, tirando su bolso en un sofá y encerrándose en el baño.

Kagome suspiró nerviosamente y penetró en el territorio de InuYasha, dándose cuenta que estaba algo desordenado pero a la vez limpio. Tragó saliva con dificultad, se sentó en un sofá que no estuviera ocupado y repasó todo los momentos vividos con él.

Hacía… tres meses y una semana, todo era monótono y normal. Ella estaba enamorada del chico más popular del instituto, él apenas si reparaba en ella y su mejor amigo no hacia otra cosa más que molestarla por cualquier cosa: que su pelo era una cosa rara, que su uniforme la hacia ver deforme, que sus ojos eran muy grandes.

Pero él le pidió ser su profesor en el 'arte de besar', a ver si podía realizar su sueño y todo en su vida cambió rápidamente. Hoyo la quería, fue su novia, compartió sus besos pero antes de todo eso se enamoró de su amigo, de su hermano.

¿Y lo más raro? ¡Él la amaba hace muchísimo tiempo! ¡Incluso antes que Kagome siquiera pensara que lo quería más que a un simple amigo! Tal vez la amaba mucho antes que ella lo hiciera también.

Tuvieron algunos problemas, y finalmente estaban juntos. Bueno, no eran novios ya que él no habló del tema y ella se sentía lo suficientemente acomplejada desde la primera vez que le preguntó eso.

Y ahora estaba en su departamento, solos, sin nadie más que él para cuidarla (que, por cierto, estaba encerrado en el baño haciendo dios sabe qué) y ella para cuidarlo a él. Estaban solos, se dijo a sí misma. ¿Era verdad? ¡InuYasha y Kagome estando solos en el mismo departamento!

Todo esto era una locura.

–¿Kagome? –preguntó InuYasha, dejándose ver con el pecho desnudo y una toalla sobre sus hombros, traía unos jeans gastados.

Nunca creyó ver a InuYasha recién salido del baño.

Casi automáticamente, ella se levantó y se sonrojó ante ese espectáculo. Mucho menos se imaginó que alguien se viera tan… sexy.

–¿S-Sí? –tartamudeó, queriendo acercarse pero a la vez no.
Lo peor, el cabello de él estaba mojado y los mechones traviesos del flequillo se pegaban con naturalidad sobre su rostro.

"¿Por qué debe ser tan atractivo?", chilló una voz en el interior de Kagome.

–¿Quieres venir? –le ordenó con su mirada penetrante que se acercara a él y ella, obediente, rápidamente fue a su lado.

Estaba perdida pero… lo estaba en esas lagunas azules, casi doradas.

InuYasha la tomó de las manos y besó el dorso de una, arrancado la respiración de Kagome. Sintió como si él fuera un príncipe, y ella una plebeya.
Muy pocas veces demostraba un acto romántico y cuando lo hacia, siempre la tomaba desprevenida.

Tal vez eso era lo que más le gustaba de él: muchas veces era impredecible.

–¿Quieres acompañarme? –su voz se volvió ronca y sensual, acercándose ligeramente al rostro de Kagome pero sin siquiera rozar sus labios contra los de ella.

Como hipnotizada, Kagome asintió y fue conducida por él hacia donde había previsto que la llevaría: su habitación.

¿Qué importaba si hacían eso? Kagome ahora estaba segura, y lo amaba… ¡Amaba a InuYasha!

Y lo amaba tanto que estaba dispuesta a hacer eso exclusivamente con él.

Entraron a la habitación de InuYasha, que era un poco oscura y pequeña, pero no le importaba. Le sorprendió un poco que estuviera muy bien ordenada, ya que siempre había algo tirado en el suelo.

Abrió levemente los ojos, casi anonadada, cuando él se tiró primero a la cama y luego la llevó con él, abrazándola fuertemente. InuYasha la miraba, acariciando su mejilla, su sonrisa era pequeña, casi un poco vaga, y los ojos brillaban.

Se inclinó levemente, corriéndole el flequillo y le besó la frente.

–Vamos a dormir –sonrió él, cerrando lentamente los ojos, restregando su rostro con la almohada y rodeando con su brazo el estómago de la chica.

Kagome se quedó quieta, tan dura como una piedra.

–¡¿Cómo?! –gritó ella, incorporándose.

InuYasha frunció el ceño y la miró algo dormido, casi como si estuviera muriéndose realmente de sueño.

¿Interpretó todo mal? ¡¿Otra vez?! Se sintió tan estúpida como el tema de Anabella, resultando ser el nombre de… su sobrina. ¡Dios, primero celosa de Kikyou, después celosa de su sobrina y ahora… pervertida!

–¿Qué te pasa, mujer? –preguntó el pelinegro, restregándose un ojo.

Ella intentó quitar el pensamiento de lo adorable que se veía así, al menos por el momento.

–¿Sólo… sólo querías… dormir… conmigo? –murmuró algo sorprendida, sonrojándose mucho al percatarse de lo mal pensada que era.

"¡Oh! ¡Me convertí en una pervertida!"

InuYasha asintió confundido, pero luego él se sonrojó y se apartó un poco de ella, bajando la mirada. Parecía un niño.

–InuYasha…

Él levantó ligeramente la cabeza hacia ella, notando su sonrisa.

–¿Me enseñarías a besar?

La miró sorprendido y algo confundido por el rápido cambio de tema, pero lo aceptó un poco más aliviado.

–¿Para qué?

Kagome soltó una risilla.

–Quiero… demostrarle a mi novio que sé besar –se acercó a él, y le dio un ligero beso en la nariz.

La expresión de InuYasha se tornó un poco risueña.

–¿Ah, sí? ¿Y quién en su novio, alumna?

–Tú.

Él la abrazó fuertemente, volviéndola a pegar contra su cuerpo. Se percibía una ligera humedad y su olor era suave, muy masculino.

–Pero los alumnos no pueden estar con su profesor.

Ella lo miró a los ojos. Sea como sea, lo averiguaría de una vez por todas.

–Y dígame, profesor, ¿quién fue la primer chica que usted besó?

InuYasha se sonrojó ligeramente, odiaba como ella cambiaba tan rápido de tema, no se esperaba una pregunta como esa. Kagome disfrutaba verlo así, cuando le ocurría aquello quería besarlo en todo el rostro.

–Er… –él se inclinó y se lo murmuró en el oído.

Kagome abrió los ojos y lo miró con ternura.

–Oh, podremos aprender juntos, ¿qué le parece?

El pelinegro mostraba una sonrisa cariñosa.

–Enséñame a besar, entonces –respondió él, inclinándose y tocando sus labios contra los de ella.

Fue un ligero roce, tenían mucho tiempo por delante para seguir practicando el como aprender a besarse.

Cuando se separaron, Kagome vio con dulzura como su novio recostaba la cabeza en la almohada y se quedaba profundamente dormido, cansado de su entrenamiento.

"Al… fin… pude encontrar… a mi príncipe… azul…", pensó Kagome, agradeciendo en cierta manera que él tuviera ese color de ojos. Una no se encontraba un príncipe azul de ojos azules todos los días. Al menos, InuYasha siempre sería su príncipe.

"Kagome, fuiste tú. Siempre fuiste tú", recordó esas dulces palabras murmuradas en el oído, sintiendo que su corazón latía muy fuerte.

Lo rodeó con su brazo, acercándose a él y cerrando los ojos, cayendo en su sueño profundo también.

Los dos mejores amigos, los casi hermanos, estaban finalmente juntos.

Fin.

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Terminado el 23 de enero del 2007, a las 23:29 p.m.​