Long-fic de Inuyasha - Enséñame a besar (InuKag) Termindo

Re: Enséñame a besar (InuKag)

El próximo es el final... :ashuuu:

Enséñame a besar.

10-.

–¿Qué haces aquí? –preguntó Kagome a InuYasha, casi sin voz. Sintió como su corazón se le saldría del pecho.

No tuvo que esperar un mes. Todo sucedió en una semana, desde esa llamada no hizo nada más que pensar en él, en como estaría de la pierna, si le iba bien, si le iba mal… si se enamoró de alguien.

Pero ahora que estaba frente suyo, después de tres meses en ausencia, y la miraba de una manera tan extraña. Era… como si no la reconociera y tuviera, en parte, cierto miedo. No lo culpaba, él no sabía nada de sus sentimientos.

Entonces, InuYasha se encogió de hombros y se rascó la nuca en señal desinteresada. Miró alternativamente a Kagome y luego a Kikyou, soltó un suspiro y señaló, finalmente, a la arquera.

–¿Tú? –soltó la muchacha, abriendo levemente los ojos en señal de desconcierto y luego frunció el ceño.

¿Se perdió de algo?

–Te dije que InuYasha era mi amigo –contestó Kikyou, cruzándose de brazos -. Fue él quien me pidió que lo ayudara…

–Un momento, Kikyou –interrumpió InuYasha, sin notar como Kagome se encogía al escuchar su voz -. Yo no te pedí ayuda. Tú fuiste la que ideó todo esto.

La arquera sólo volvió a sonreír enigmáticamente. InuYasha frunció el ceño, soltando un suspiro algo cansado y molestándose un poco; odiaba cuando Kikyou adoptaba esa forma tan misteriosa.

–Creo que ustedes tienen cosas que arreglar –dijo Kikyou con aire inocente, tomando por los hombros a ambos muchachos y empujándolos hacia la salida -. Adiós. Adiós. Están interrumpiendo la clase. ¡Adiós!

Una vez que estuvieron lejos del club, Kagome fue nuevamente hacia el instituto para tomar sus cosas mientras que InuYasha la esperaba en la puerta con los brazos cruzados.

Ella se acercó sigilosamente, notándolo muy concentrado en dios sabe que cosa, su ceño fruncido y mirada fija en un punto cualquiera lo demostraba. Se mordió el labio, queriendo saber en que estaba pensando y también el por qué se mostraba tan distante… y algo temeroso.

–InuYasha –lo llamó ella, con las mejillas sonrojadas -. InuYasha, yo…

Él cerró los ojos un momento, adoptando una expresión dolorosa que palideció a Kagome. ¿Por qué se mostraba de esa forma? Acaso… ¿Es verdad lo que dijo Kikyou? ¿Le rompió el corazón?

–Te acompaño hasta tu casa –dijo él con voz ronca, descruzándose de brazos y dándole su espalda.

Kagome asintió, queriendo que la tierra se abriera y caminó hasta poder alcanzarlo. Sentía como su corazón latía aceleradamente, como a cada paso que daba pareciera que se desmayaría debido a la tensión.

Notó que entre ambos se había formado una barrera fría y distante, quería romperla de alguna manera. Deseaba volver acercarse a InuYasha como siempre, tratarlo como su mejor amigo y que todo volviera a ser lo mismo; aunque todo haya cambiado entre ellos.

Quería volver a los viejos tiempos, pero a la vez… ella deseaba otra cosa.

–InuYasha… ¿Quieres ir al parque? –le preguntó Kagome, sonriéndole como siempre, tratando de no notarse muy nerviosa.

Él la miró unos momentos y asintió. Ella lo tomó del brazo y lo arrastró, girando para tomar otro camino. Ya irían al templo, primero deseaba hacer… no, quería preguntar otra cosa.

Cuando llegaron, notó que sus columpios estaban siendo usurpados por otros niños a igual que los demás juegos. Soltó un gruñido, este no era su día de suerte. Apretó el brazo de su amigo y lo condució hacia unos bancos vacíos.

Silencio.

Observaron, sin dirigirse siquiera la mirada, como los niños jugaban y las madres conversaban, o como la gente pasaba delante de ellos. No hablaron, no se tocaron, no quisieron destruir ese silencio incómodo y tenso en el cual ambos se encontraban.

–O… oye, InuYasha… –habló Kagome con nerviosismo, apretando la manija de su cartera del colegio -. Yo quería… de… decirte algo…

Él la miró.

El sonrojo tiñó sus mejillas, y el corazón era cada vez más rápido, la sangre de sus venas se volvió espesa y sentía como recorría todo su cuerpo con mucha velocidad.

–Tú… yo… –habló atropelladamente, diciendo la mayoría de su oración en su cabeza; que había practicado mucho tiempo frente al espejo y la foto de él -. Tú… tú… tú… ¡¿Tú quieres ser mi novio?! –chilló lo primero que cruzó por su cabeza.

Realmente, eso no era lo que quería decir. Pero por algo se empezaba, ¿no?

InuYasha abrió sus ojos sorprendido, para luego sonrojarse furiosamente. Se levantó de improvisto y cuando los ojos chocolates de Kagome se fijaron en los azules de InuYasha, notó como la miraba… ¿enojado?

¿Qué sucedió?

Ella también se levantó y quiso tocarlo, pero él retrocedió unos pasos. Negó con la cabeza, frunciendo el ceño en señal de confusión.

Sin embargo, sus ojos revelaban su furia.

–¡Maldita sea! –exclamó InuYasha, volteando sobre sus talones y empezando a irse pero la pequeña mano de Kagome tomó sus ropas.

–¿I… InuYasha? ¿Por… por qué…? –preguntó la chica, genuinamente confundida y con lágrimas sobre sus ojos.

¿Acaso… sería por Anabella?

–¡Suéltame! –gruño InuYasha, moviendo su brazo con rudeza.

Lo vio marcharse.

Kagome no entendía nada… salvo que ahora ella fue a quién la rechazaron.

·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·-·–

Llegó a su casa, anunciando un triste: 'Ya llegué'. Saludó de mala gana a Sôta, apenas acarició a Buyo y corrió a las escaleras, encerrándose en su cuarto para así poder llorar tranquila y sin que nadie la molestara.

–No entiendo para qué le dimos la llave –murmuró el abuelo Higurashi, escuchando un 'click' desde la habitación de su nieta -. ¿Tú qué crees que le haya pasado?

–No lo sé –contestó Sôta, abrazando a Buyo como si fuera un oso de peluche. Soltó un suspiro -. Me aburro, iré a bajo.

El abuelo tuvo un tic en su ceja derecha.

–Iré a leer el periódico.

Mientras tanto, Kagome abrazó a su almohada, hundiendo su rostro en ella y llorando a lágrima viva. No le importaba que su hermano se aburriera, o que su madre se enojara porque se encerró.

Sólo quería estar sola, con ella misma y su dolor. Entendía cómo era el rechazo, pero no comprendió cómo él pudo hacerle esto… supuestamente, le había confesado que la amaba y todas esas cosas. InuYasha le dijo que quiso besarla, por eso armó todo ese lío tan extraño y confuso.

¿Y qué pasaba ahora? Ella le preguntaba si quería ser su novio, mostrando su corazón y dándoselo en bandeja de oro… él la rechazaba de la peor forma.

¡Mou, InuYasha era un idiota!

Su móvil comenzó a sonar. Perezosamente, alargó su mano hasta su mesa de noche y esperó que fuera InuYasha, diciéndole que lo disculpara y que la amaba mucho… tanto para ser su novio, que lo que sucedió fue… que fue demasiado para él, o lo que sea.

'¿Qué pasó, Kagome? Kikyou"

Abrió los ojos sorprendida.

'¿Cómo conseguiste mi número?'

'Eso no importa, ¿qué rayos pasó?'

Kagome tardó un momento en contestar, no sabía si estaba bien contarle sus tormentos a Kikyou; una chica que apenas conocía y solo entendía que –para algunas personas- era muy parecida a ella.

'Le pregunté a InuYasha si quería ser mi novio. Él me rechazó'

Gimió angustiada cuando leyó la palabra 'rechazo'. ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Qué había hecho mal para recibir ese rechazo tan horrible por su parte?

'¿Seguro?'

Frunció el ceño, empezando a enojarse con Kikyou. ¡Pues claro que estaba segura! Él la rechazó.

Bueno… no lo hizo con palabras, pero por algo se fue, ¿verdad?

'Sí, ¿por qué?'

'¿Te dijo que 'no', al menos?'

Volvió a tardar en contestar, pensando a mil por hora. Es verdad, él no le dijo que 'no' abiertamente pero...

'No me dijo nada, su actitud fue suficiente para mí'

'Niñita tonta. ¡InuYasha no te rechazó! Pero antes de decirle eso… ¿Le dijiste lo que sentías por él?'

Repasó el momento previo antes de su 'maravillosa' pregunta y descubrió que no, ella no dijo nada de sus sentimientos. O al menos, esas palabras jamás salieron de su boca.

Pero por algo le preguntaba si quería ser su novio, ¿no?

'No. No le dije nada, pero creo que quedó muy claro'

'Kagome, estamos hablando de InuYasha. ¡Él piensa que es solo un truco para que Bobo se ponga celoso y vuelva contigo!'

Observó fijamente su pared. InuYasha era muy tonto con las indirectas, jamás fue un chico muy despierto y era algo distraído pero nunca fue un tarado. Ella le dijo que regresara para que la consolara ya que había terminado con Hoyo porque él la dejó –supuestamente- por una chica.

Esa fue una excusa muy…

¡Oh, no!

¡InuYasha era un verdadero idiota! ¡Y ella más por no decirle absolutamente nada de nada!

'Si de algo te sirve: seguramente ya habrá sacado un pasaje para volver a Italia y está esperando en el aeropuerto. Si sientes algo por él, te recomiendo que te marches ahora… Pero súbete a un taxi, Kagome'

Que no se dijera más.

En el aeropuerto de Tokyo, InuYasha soltó un suspiro cansado y aburrido, maldiciendo su maldita suerte. ¡Gastó dinero simplemente para verla y ella seguía enamorada de ese Bobo! Pensó que el plan de Kikyou funcionaría, pero las cosas nunca salen como un esperaba.

Qué más daba, tal vez podría encontrar una italiana más bonita y dulce que Kagome, o más simpática. "Y que esté enamorada de mí", agregó una voz en su mente.

Sopló, haciendo que su flequillo se moviera cómicamente. Apoyó su codo en la pierna y sostuvo el rostro con su mano, queriendo que el avión estuviera listo rápido para poder irse de una vez por todas.

Diablos, a él se le tuvo que ocurrir enamorarse de ella. ¡Pero si será idiota! Ella nunca podría mirarlo a los ojos y decirle que compartían el mismo sentimiento, para Kagome él no era nada más que su hermano mayor.

Ojalá se abriera la tierra y se lo tragara, porque deseaba desaparecer. Siempre estuvo haciendo el ridículo, y fue aún más tonto por… casi creer en esas palabras.

Él no quería ser el reemplazo de nadie, si tuviese que ser el novio de Kagome (aunque le bastaba con que ella sintiera lo mismo); sería porque ella lo amaba y lo quería, no solo un intento para que –al final- volviera a los brazos de otro.

Escuchó como sonaba un ligero timbre y la voz de una locutora anunciaba su vuelo. Maldiciendo una y otra vez su mala suerte, sintiendo una vaga esperanza de que ella viniera corriendo por él, se levantó de donde estaba sentado, colocó su bolso contra la espalda y se encaminó hacia las escaleras mecánicas.

–¡InuYasha!

Keh, sólo era su imaginación.

–¡InuYasha, espera!

Seguramente era otro InuYasha, Kagome nunca vendría chillando su nombre. Siguió caminando, frunciendo el ceño.

–¡InuYasha…! –aquella voz se escuchó más cerca. Poseía un dejo de alegría y alivio, cómo si… verdaderamente vino por él.

Se detuvo en seco, sintiendo unos ligeros brazos rodearlo a la altura de sus costillas y una frente –casi inconfundible- se apoyaba en su espalda. Percibió un pequeño cuerpo acercándose mucho al suyo, y un temblor recorrió su espina dorsal.

El corazón latió fuertemente. Rayos, odiaba cuando le sucedía eso.

–No… por favor… no… –suplicó aquella voz, cada vez menos audible pero percibió unos estremecimiento provenientes de ella.

Soltó un suspiro.

Dejó todo lo que le molestaba y volteó hacia Kagome, abrazándola fuertemente. Ella vino corriendo –otra vez- hacia él, esta vez se despediría como él realmente quiso que fuera. No solo un saludos de mano y una sonrisa.

–InuYasha… yo… –Kagome se pegó más contra su pecho, sujetando sus ropas con fuerza y negando -. No… no quiero… por… favor… no quiero…

Él aspiró suavemente el cabello de ella, deleitándose con ese perfume único.
¿Por qué vino? ¿Acaso estaba arrepentida? No, seguramente recordó que él estaba enamorado de ella y quiso recapacitarse.

O tal vez recordó que ellos antes eran amigos.

–Kagome, me tengo que ir –murmuró InuYasha con voz ronca, contradictoriamente la apretó más contra él.

No quería soltarla, pero ella no…

–¡No, InuYasha, no! –chilló Kagome, levantando su cabeza para mirarlo a los ojos.

Los ojos azules se abrieron de par en par al ver como unas lágrimas pequeñas caían de su enrojecido rostro. Casi sin poder contenerse, la miró con ternura y secó esas lágrimas como el cristal.

–¿Qué sucede, Kagome?

Nuevamente, se escuchó ese timbre y la voz de una mujer anunció que el avión pronto se marcharía.

Oh, maldición. Su hermano lo mataría si se enteraba que gastó dinero para nada, él era realmente muy tacaño en esas cosas.

Le tendría que pedir ayuda a Kagura… otra vez.

–Descubrí que soy una tonta –ella sonrió levemente, tomando la mano de su compañero y apoyándosela sobre su mejilla.

Él observó ese comportamiento extraño, el corazón latía tan aceleradamente que con seguridad se le saldría del pecho.

"No te ilusiones, no te ilusiones", repetía una voz en su interior.

–Perdóname –murmuró Kagome, sintiendo que las lágrimas volvían a salir de sus ojos -. Yo… te lastimé mucho… por Hoyo.

InuYasha cerró los ojos, aspirando profundamente. No había escuchado las palabras del rechazo, pero ahora que se aproximaban… dolían de verdad.

–Y te agradezco –ella parpadeó, tratando de alejar ese líquido acuoso que se acumulaba en sus ojos, y sonrió como una niña pequeña -. Gracias a ti, yo… pude hacer… realidad mi sueño, el de estar con Hoyo… al menos una vez.

Él quería apartar su mano de esa piel tan suave, pero no podía. Sus fuerzas se fueron lentamente y la miró, dejando mostrar sus ojos pálidos y tristes. ¡Qué estúpido fue! ¿Cómo siquiera pudo pensar que ella… podría corresponderle?

–Kagome… yo…

–No, escucha. Déjame hablar –pidió la muchacha, cerrando sus ojos chocolates y lentamente, soltó la mano de InuYasha -. Pero… al final, no fue como yo pensaba. Creo que Hoyo era… era como una estrella… como alguien famoso. Cuando lo probé, no quise más.

Ahora tenía toda la atención del muchacho. ¿Podría ser que…? "No te ilusiones, InuYasha, no lo hagas", insistía esa voz.

¡Maldición!

–¿Y sabes que más descubrí? –le preguntó Kagome, acercándose a él y acariciándole la mejilla. InuYasha notó como ella se colocó de puntillas de pie.

Tragó fuertemente.

–¿Qué?

La sonrisa que ella le regaló fue única.

–Qué… me enamoré de ti, profesor InuYasha.

La sangre de InuYasha se congeló, ningún músculo pudo moverse y observó como Kagome se acercaba y lo besaba suavemente, con mucho cariño.

Con un gemido, todo en su interior despertó y la abrazó fuertemente, besándola con todo cuidado y amor que poseía por esa pequeña niña.

¡Esa tonta, qué problemas le trajo!

Y sin embargo, la amaba.

Como ella a él lo amaba.

¡Era tan irreal esto! ¡Tan mágico, tan… especial!

Cuando se separaron, ambos no pudieron evitar sonreírse.

–Oye, InuYasha –lo llamó Kagome, recostando su cabeza en el hombro de él y percibiendo los latidos de su corazón -. ¿Quién fue tu primer beso?

–Eso no te concierne –contestó InuYasha, abrazándola por la cintura en un gesto posesivo pero había un brillo nuevo en esos ojos azules.

–¡Mou, InuYasha…! –ella golpeó su pecho débilmente, inflando sus mejillas en señal de capricho -. Tú me dijiste…

Ambos volvieron a mirarse con cierta timidez.

–Cállate –se inclinó levemente, y la besó.

Bueno, dejaría esa pregunta para más adelante.

Continuará…