Long-fic de Inuyasha - Enséñame a besar (InuKag) Termindo

Re: Enséñame a besar (InuKag)

Oh, no, yo también pienso lo mismo que usted xD A mí me cuesta encontrar cual fue la última página en la que publiqué (es que quiero saber cuantos días me separan de conti en conti ;) ).
Usted dígame, mientras que sea para ayudar todo está bien recibido. Quiero mejorar ^^
Bueno, como bien dije antes... Deseo que me digan críticas para ver si puedo mejorar en mi redacción, ya que creo que soy desastrosa en ese caso -_- Sin más galeo, la conti:

Enséñame a besar.

8-.

Habían pasado dos semanas desde que [[InuYasha]] se fue. Muchas cosas no cambiaron, pero [[Kagome]] se notaba más apagada de lo normal. Sus amigas pensaron que era simplemente porque perdió a su mejor amigo, pero nada más.

¿Quién iría a imaginarse que Kagome, tal vez, pudiera estar enamorada de él? Si estaba de novia con Hoyo, ¿por qué sufrir con un chico que ni siquiera le llegaba los talones? Hoyo era muchísimo mejor que el gruñón y bravucón de InuYasha.

A decir verdad, las cosas con su novio no estaban nada bien. Oh, no, Hoyo no tenía la culpa… Él era amable, cuidadoso, cariñoso pero Kagome no sentía lo mismo. Es como si la llama de su corazón se hubiera apagado.

Ahora no estaba segura si amó a Hoyo o tan solo era unos de esos amores inalcanzables, que cuando al fin lo tomas… ya no lo quieres. Tal vez se cegó tanto por eso, que perdió tantas oportunidades… para disfrutar con InuYasha.

Tal vez a quien de verdad siempre quiso, fue a su mejor amigo… a su hermano, a su confidente. Sea como sea, ahora daba igual… InuYasha no estaba y aunque se mandaran email, ya no era lo mismo.

Ambos, en cierta manera, cambiaron mucho desde esa noche.

–¿Qué te pasa, Kagome? –preguntó Hoyo, acariciándole la mejilla.

Y así fueron las cosas… hasta que esos días se transformaron en meses. Tres meses para ser más exactos. La pierna de InuYasha casi estaría curada seguramente.

Estaban en la escalera el templo, sentados y abrazados. Festejaban su tercer mes de noviazgo, y Kagome debería estar feliz… sin embargo se le notaba ciertas ojeras.

–InuYasha encontró una chica –respondió Kagome, apretando sus puños. Vaya, no podía creer lo tan enamorado que estaba de ella… conoció a una italiana y se olvidó de todo -. Dice que es linda, cariñosa, divertida… es perfecta.

Hoyo la miraba atentamente, y soltó un suspiro.

–¿No crees que esta farsa duró demasiado? –dijo Hoyo, pegándola más hacia él.

Kagome lo miró y asintió.

–¿Te molestaría… que fuera tu amigo, Kagome?

Ella negó con su cabeza.

–¿Por qué no le dices a InuYasha todo lo que sientes? Tal vez… él vuelva –le aconsejó Hoyo, levantándose y sacudiendo el polvo de sus ropas.

Lo pensó, y deseó que al menos eso sirviera de algo. Estaba lista para sincerarse consigo misma, para decirle la verdad a InuYasha. Quería hablarle de sus sentimientos, de los sentimientos de él… de todo lo que sucedió en estos meses de ausencia.

Y, lo más importante, alejarlo de esa italiana lo más rápido posible.

"Vaya… nunca pensé que fuera tan celosa…", se dijo con amargura, mirando el cielo iluminado por una gran luna llena y las estrellas.

Hoyo se había marchado hacía una hora, diciendo que debía regresar a su casa. Quiso quedarse afuera para pensar en todo lo que vivió con él, su infancia junto a InuYasha… sus alegrías, los juegos en la escaleras. Todo.

Colocó una mano en su corazón, observando a aquella estrella brillantes. Cerró sus ojos, tomó aire y empezó a desear:

–Deseo… que InuYasha sea feliz… –su voz se apagó un poco. Deseaba tantas cosas, pero la mayoría eran egoístas -. Y… poder ver a mi príncipe azul… al menos una vez más.

Estaba lista para levantarse, ir hacia su casa y llamar a InuYasha. Como era principio de mes, su madre no se quejaría tanto por la larga distancia.

¿Le diría sus sentimientos? No, jamás podría decírselos. ¿Con qué cara la miraría InuYasha cuando le dijera que lo amaba más que a nada en el mundo? Él ya encontró una chica más bonita, más simpática y, seguramente, más segura de sí misma. Esa italiana debía ser tan perfecta.

Claro, sus rizos serían mucho más bonitos que los suyos.

Con todo su cuerpo temblando, subió las escaleras lo más rápido que pudo y se metió a su casa, tomando el teléfono y marcando. Escuchó los tonos, cruzando sus dedos y deseando que atendiera InuYasha.

–¿Aló? –preguntó una voz de mujer, con un gran acento italiano.

El corazón de Kagome dio un vuelco.

–¿E… está I… InuYasha? –no sabía nada de italiano.

La mujer tosió.

–Ah, sí, espere un momento –por suerte, esa mujer sabía mucho de japonés -. ¡Mocoso, ven aquí!

–¡Arg, [[Kagura]]! ¿Qué quieres? –eso… eso era… "In… InuYasha…", pensó Kagome conteniendo las lágrimas y sonriendo sin poder evitarlo.

–Teléfono.

–¿Quién es?

–Qué me importa –respondió la mujer de mala gana.

–¿Qué quieres? –preguntó InuYasha despreocupadamente al teléfono.

Kagome se quedó muda, pero tosió.

–Hola, mocoso –murmuró con voz aguda.

InuYasha tardó unos minutos en contestar.

–Hola, Kagome. ¿Qué quieres?

"Decirte todo", pensó.

–¿No puede una amiga llamar a su mejor amigo? –respondió a propósito, no quería poner en claro sus sentimientos tan rápido -. ¿Cómo estás, InuYasha?

Él se quedó callado.

–Bien, estaba en mi habitación con Anabella –contestó con sorna, Kagome pudo reconocer la sonrisa en su voz.

Ni siquiera quería imaginar lo que estuvieron haciendo.

–Ah… Er… Me alegro, Inu –dijo Kagome, no muy segura si debía alegrarse o mandarlo al demonio -. Hoy… hoy terminé con Hoyo.

–¡¿Qué?!

Le gustó sorprenderlo.

–Fue terrible… él me dejó por otra… –intentó sonar lo más angustiada posible, de alguna manera quería hacerlo volver -. Dice… dice que no era lo suficiente para él… Oh, InuYasha… –empezó a llorozar.

Él permaneció callado.

–¿Y qué quieres que haga?

"¡Idiota…!", le gritó Kagome mentalmente, sin saber realmente qué contestar a esa pregunta. Es verdad, él ya no la quería… aparentemente, ni siquiera como amiga.

–Sólo quería que lo supieras –suspiró Kagome, derrotada -. Oye… ¿Algún día… Er… volverás…?

InuYasha estaba muy silencioso.

–Depende.

Arg, estúpido InuYasha.

–¿Cómo qué?

Él tomó aire y suspiró.

–Como si alguien me pidiera que volviera porque me necesita.

Huh, pero ella tampoco quería reconocer sus sentimientos frente al teléfono. Así que, se imaginó lo más triste que podía imaginarse para sonar angustiada y necesitada.

–Bueno…¿Te mencioné que Hoyo y yo terminamos?

Podía acordarse cuando Sôta había roto su video juego, y jamás lo pudo volver a conseguir por el simple hecho de que no se fabricaba más. Estuvo dos años intentando pasarlo, estaba en el nivel final y… su hermanito lo arruinó.

–Estaré allí para el mes próximo –aseguró InuYasha, cansado -. ¿Por qué quieres verme, en realidad, Kagome?

Eh…

–Porque… yo… quiero… quiero… –se mordió el labio inferior, volviendo a suspirar cansada y derrotada -. Porque quiero verte, Inu.

Y colgó con el corazón en la boca.

Listo, al menos ya sabría que él volvería.

El corazón latió más fuerte.

¡Volvería en un mes, él estaría de regreso! Le parecían años desde que él se había marchado, desde aquella vez en el areopuerto cuando la saludó de esa forma... Le hubiera gustado, al menos, decirle: "hasta luego".

No estaba segura cuando regresaría, en que día y en que fecha, hora… Pero no era importante. ¡InuYasha estaba de vuelta! ¿Por cuánto tiempo? Sólo esperaba que fuera el suficiente, lo que realmente necesitaba para confesarse.

–¿Por qué miras de esa forma al teléfono, Kagome? –preguntó su abuelo, alzando una ceja ante los ojos brillantes y la sonrisa boba que poseía su nieta.

Kagome chilló, y luego lo abrazó.

–¡Volverá, volverá! –canturreó felizmente, dándole un beso a la mejilla de su abuelo y subió las escaleras de dos en dos.

El abuelo Higurashi parpadeó confundido y negó con la cabeza, murmurando entre dientes: "Estos jóvenes".

Una vez en su habitación, la chica se sentó en el escritorio y sacó su cámara digital guardada entre unos cajones. Empezó a registrar las fotos que poseía: una estaba con sus amigas, otra con la familia, muchas era de ella sola posando… hasta que llegó a la que buscaba.

Con las mejillas algo sonrosadas, sonrió felizmente. Ahí estaba InuYasha, solo, con una toalla sobre sus hombros y el cabello mojado, haciendo que la ropa se le pegara un poco por entre el cuerpo. Nunca entendería que la motivó a sacarle esa foto y jamás borrarla, pero estaba agradecida.

Recordaba muy bien ese día: era un campeonato de baloncesto y el equipo de la escuela había salido victorioso. Ella empezó a buscarlo, para sacarse una fotos con su nueva cámara y lo vio de esa manera… No pudo resistirse.

–Te voy a ver… –murmuró hipnotizada, pasando su dedo índice por la pequeña pantallita, soltando un suspiro.

Lo quería más que un amigo, eso era muy seguro pero no estaba segura si lo amaba mucho, poco, o solo era un querer. Necesitaba verlo para confiarse, para estar segura de lo que realmente quería decirle.

En realidad, quería mucho a Hoyo… y, en cierta manera, jamás lo olvidaría pero no era ese gran amor que creyó tener. Los momentos que pasó con él siendo su novia, estarían en su mente pero esperaba compartir muchas más cosas al lado de su mejor amigo.

"InuYasha…".

Observó el rostro casi indiferente, con el ceño fruncido y mirando de mala gana hacia un compañero suyo. Él siempre se comportaba de esa manera tan hosca y malhumorada con los demás, siendo muchas veces maleducado con los profesores.

Era un chico con problemas.

Pero él siempre 'parecía' tratarla 'bien'. ¿Cuántas veces le sonrió simplemente porque lo estaba mirando? ¿Cuántas veces le dio su almuerzo cuando se olvidaba el suyo? InuYasha la protegió de los chicos que la molestaban, de las niñas que le tiraban el cabello y se reían de que no tenía papá.

¿En ese momento él ya la amaba? ¿Cómo podría saberlo? Ella no se daba cuenta de las cosas, o al menos de lo que pasara al su alrededor. Con lo demás podía descubrir hasta el más simple amor, pero… ella no pudo darse cuenta que su mejor amigo la amaba.

Y ahora quería verlo para decirle que lo quería, pero no de 'esa forma' tan especial que él tenía. No podía ir, cuando hace tres meses lo rechazó, y decirle que le correspondía… a medias, que no estaba segura que lo amaba.

Tal vez, con el simple hecho de volver a verlo, todo se resolvería.

Colocó la cámara frente de ella, abrió un cajón y sacó un cuaderno de color negro. Ese era como su diario íntimo, pero a la vez no lo era. Contaba nada más lo que sentía, no lo que sucedió en el día.

Tomó un bolígrafo e hizo una línea para separar. Observó la fotografía de InuYasha y se descubrió contemplándola en silencio. Sonrojada, leyó lo último que escribió.

'Hoyo no me mira, no me habla, no me sonríe. No entiendo por qué lo amo de esta manera, cada vez que lo veo caminando por el pasillo; siempre sonriendo, sus ojitos parecen plata de lo brillantes que son. Ojalá algún día me dedicara una mirada suya.

Como me hubiera gustado que él fuera el primero en besarme, no InuYasha. Aunque… Fue extraño, todo lo que sentí cuando él… me besó; me hizo temblar, y mi corazón latía muy rápido. Fue extraño sentirlo de esa manera… tan cercana. Jamás supe que él… pudiera abrazar de esa manera tan íntima'

Sonrió levemente, recordando sus besos con InuYasha. Podía sentir sus brazos rodeándola fuertemente, sin atreverse a soltarla. Su respiración lenta, casi tranquila. La expresión calmada, sin mostrar una pizca de lo que sentía.

Nunca, jamás –eso estaba completamente segura- se olvidaría de la forma de besar que tenía InuYasha. Era una forma tan única, parecía que todo giraba rápidamente a su alrededor pero que el tiempo en sus brazos se detenía. Era como si sus ojos azules pudieran transportarla a otro mundo.

'Era mi amigo' Eso fue lo único que escribió.

Lo era todo para ella, pero no su mundo.

Observó la estrella mágica desde su ventana, preguntándose cuando sería ese día en que pudiera volver a verlo.

Deseaba ver a su príncipe azul de ojos azules.

Continuará…

Bueno, bueno, espero que este les haya gustado mucho ;)