Enfermería

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Cuando seguí a Sasha de camino a la enfermería no había calculado el tipo de conversación que mantendríamos -no era posible aquello en realidad-, pero si fuese completamente honosto podría decirse que prefería este tipo de conversaciones antes que algo banal y sin sentido, sin embargo, también debía admitir que si lo hubiese sabido de primera mano la probabilidad de adentrarme hubiese sido miníma. El displacer no era algo de lo que huía ferozmente, creía con convencimiento de que las charlas incómodas eran necesarias, pero si lo reflexionaba... Sasha en mi vida no significaba nada, entonces, porqué en su momento sentí la necesidad de que viese algo en mí.

    Era bastante egoísta de mi parte.

    Aún así, no presioné más en dicho tema ante su confesión de no creerse capáz de ver algo más allá de la capa superficial, de que en realidad tampoco quería hacerlo como tal, y yo no era nadie para venir a juzgar. Me quedé en silencio por unos instantes, habíamos compartido un par de veces desde aquel encuentro en la máquina expendedora, luego un almuerzo, una plática casual, el lanzamiento de la piscina, en prestarle una sudadera y finalmente el obsequio desinteresado en brindarme unas galletas.

    Posicioné el codo en el espaldar de la silla de ella, mirando hacia la puerta en lo que sentía el viento que se colaba por la ventana. No se me ocurrió en cerrarla hasta ese momento, más por ella que por mí, pero aguardé quieto en lo que Pierce se echaba hacia adelante y su cabello se escurría por su espalda como finos hilos carmesí. No fui consciente del tiempo que permanecí en silencio luego de su última pregunta, tan solo me permití pensar.

    En mi madre, en mi hermana, en mi ex-novia.

    Me levanté entonces a cerrar las ventanas al sentir que el viento que se colaba era cada vez más concurrente, dejando las cortinas entreabiertas para que la luz externa no se perdiera por completo, esperando y el tiempo no se volviese para ella eterno, regresando entre mis pasos para ver desde mi posición el metal de sus ojos. Sasha era un mujer atractiva, pero cuando se le escuchaba hablar, más allá de la tonalidad cortés y sensual de su timbre de voz, más allá del níquel que bañaba cada tramo de sus ojos, había logrado identificar algo, y ese algo era quizá el por qué me quedé en la puerta de su salón de clase pese a no ser mi problema.

    Era mirarme a un espejo, e identificar que ella era lo contrario a mi reflejo.

    Porque si mi muro era de hielo...
    sus puertas estaban bañadas en fuego.

    >>Nobleza —murmuré sentándome nuevamente a su lado—, veo a una niña noble, Sash.
     
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    Era probable que el día de hoy, al menos en lo que concernía a este momento, lo acabara con dos ideas centrales. Una era agradable, incluso esperanzadora; la otra no tanto.

    No se me daban bien las conversaciones incómodas, cualquiera que me hubiera conocido los últimos seis años podría confirmarlo, así las últimas semanas hubiera empezado a dejar de ser tan puto caprichosa y huidiza. Old habits die hard, tan simple como eso; y sin embargo, ahí estábamos. Por mi culpa, más que nada, y esa culpa se había empezado a clavar en mi pecho con insistencia. Eran agujas finas, extremadamente delgadas, pinchando la piel poco a poco. Pero sabía que iba a seguir escalando, lo hacía siempre.

    No respondió nada cuando me excusé detrás de mis murallas absurdas, cuando argumenté no saber ver más allá ni querer hacerlo. Era una puta mierda, porque no había respondido y realmente habría preferido que lo hiciera. Una de las ideas se cimentó allí. Acuciante, amarga y molesta.

    Me había pedido algo y se lo había negado.

    Algo tan, tan sencillo.

    Porque seguía siendo la misma de siempre, ¿verdad?

    Tú ni siquiera follándotelos consigues que se queden contigo.
    Incapaz de abrir las puertas.

    La cabeza, de por sí sensible, comenzó a martillearme con insistencia ante el jodido esfuerzo de silenciar las voces, silenciarlo todo, entumecerme el cuerpo y hacer la bendita tarea de Física. Para eso estaba ahí, ¿no? Para eso había salido de la cama, pillado el tren y llegado a la escuela. Tenía que entregarla, intentar contactar al gerente y... ¿y qué? ¿Discutir? ¿Ir a trabajar? ¿Recibir una suspensión? No tenía idea y de sólo pensarlo me agotaba.

    Pero mientras más me empecinaba en mantenerme sobre las vías, más me dolía.

    Suiren había permanecido en silencio tras mi pregunta, por lo que regresé al cuaderno y seguí escribiendo en silencio. Lo oí levantarse de su silla, se acercó a la ventana y exhalé por la nariz, quitándome un nudo del pecho. Realmente había creído que se iría, ¿verdad? Así fuera un segundo, pensé que por fin había logrado espantarlo; la idea, a decir verdad, me dolió y alivió a partes iguales.

    Era esa estúpida.

    Cuando sus pasos comenzaron a acercarse despegué la vista de las fórmulas, para alzarla a sus ojos. Sus movimientos fueron suaves y su voz, al menos un instante, mitigó los martillazos de mi cerebro. Aunque fue sólo eso, un segundo. Luego se precipitó como un torrente embravecido.

    La segunda idea.

    Nobleza.

    Dios, no tenía idea de lo que hablaba.

    Y detestaba que me brindara alguna clase de consuelo.

    Asentí, no supe bien por qué, pero lo hice y deslicé la mirada a un punto indefinido de la enfermería, más allá de su silueta. Deseaba tanto, pero tanto, tanto, haber sido capaz de corresponderle. De encontrar algo en sus ojos, lo que fuera, y mostrarle que no estaban vacíos. 'Nobleza', había dicho. Era una palabra sumamente hermosa y así no pudiera aceptarla de buena fe, me la había obsequiado. Lo había hecho.

    Mientras que yo no hice nada.

    La resignación de su voz volvió a chocar contra mis oídos y fruncí el ceño. El torrente aún rugía, aún se agitaba, aún gritaba y maldecía, y la verdad era que estaba cansada. Genuinamente cansada. Agaché la mirada hasta mi regazo.

    —Gracias. —Fue un susurro contenido apenas, el intento más burdo del planeta por mantenerme compuesta frente a este pobre chico que no merecía comer mi mierda—. I mean it. Thank you.

    Y se me ocurrió algo. Fue efímero, un chispazo, y sentí... Dios, fue una completa locura, pero sentí a mi abuela conmigo. Deslicé la mirada a mi derecha, donde estaban mis cosas, y sorbí por la nariz. No tenía sentido disimular que había estado a medio pelo de echarme a llorar, pero sí podía avanzar desde ahí.

    —¿Sabes? —murmuré, recomponiendo mi voz poco a poco, y estiré la mano para pillar algo de mi cartuchera sin que él lo viera—. Mi abuela... ella proviene de una tribu originaria australiana. Los koori. Y como tal, creen en un montón de cosas extrañas. Me cuesta entenderlo, no voy a mentir, me cuesta y casi siempre lo olvido, pero de vez en cuando regreso a todo lo que me ha enseñado y es un consuelo.

    Me corrí el cabello del rostro con un movimiento de cabeza, para poder mirarlo y sonreírle.

    —Una de sus creencias es que todos poseemos una luz particular. Como... ¿la sinestesia? Que puede asociar un color con una persona. Para ellos son luces, y en su idioma poseen palabras imposibles de traducir que las designan. Algo así como... más brillante, o más pequeña, o más rígida, o más vivaz. —Aún mantenía mi puño cerrado y, a medida que fui enumerando aquello, lo acerqué hasta presionarlo suavemente contra su pecho—. Todos poseemos una luz que sale justo de aquí.

    Del corazón.

    —¿Sabes cómo es la tuya?

    Sin murallas de hielo de por medio, sin espejos, ni piedra, ni columnas de fuego. Y sin dejar de sonreírle, separé el puño de su cuerpo para abrirlo entre nosotros: adentro había una pequeña estrellita de plástico, plateada y con purpurina, que vete a saber cuándo me habrían obsequiado los niños. Era una tontería, lo sabía, pero el punto era otro. No podía obsequiarle nada.

    Pero al menos podía transmitir las enseñanzas de mi abuela.

    —La imagino... quieta. No apagada, pero sí algo estática, quizá. Blanca como la nieve, ¿y los haces, al descomponerse? De un celeste transparente, como el hielo. Pero eso no importa. —Meneé suavemente la cabeza y busqué su mano para dejarle la estrellita de plástico—. Lo importante es qué hayas imaginado tú justo antes de que abriera la mano.


    ooof tochaco, perdón
     
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    Recibí su susurro en lo que detallaba su rostro de perfíl. No era una sorpresa el que se estuviese conteniendo, al menos mi hermana cada que enfermaba su sensibilidad se elavaba por las defensas bajas, y se volvía mucho más sensible a cualquier situación que la rodeaba, y no podía fingir desconocimiento sobre que éste tipo de conversaciones solían poner los sentimientos a flor de piel. Y qué decir si se convinaban ambas cosas... quizá me sorprendía un poco el aguante de Sasha para ambas, pero eso sería algo que nunca demostraría a sus ojos.

    Además, no tenía con qué responder a su gratitud ya que a la final la ídea que me había formado de ella por los pequeños fragmentos compartidos, eran totalmente sinceros.

    Parpadeé sin prisa ante la pregunta suelta , notando el como se estiró para dar con su cartuchera; por un momento creí que me mostraría algo referente al ejercicio de fisíca para dar un cierre completo a la plática, pero terminó empuñando la mano y mencionando las raíces de su abuela, a lo que elevé ligeramente las cejas, moviéndose el cabello del rostro.

    —¿Sinestesia? —murmuré al no haber escuchado esa palabra en el transcurso de mi vida, y ella no demoró en educarme al respecto.

    Sonaba por demás interesante, y la escuché con una atención ridícula. Pude notar que sonrió tras el tapabocas al subirse tenuemente sus pómulos, prosiguiendo con la asimilación de un color y un ser, fue entonces que sentí su puño cerrado en mi pecho, intercambiando mi mirada con la suya y lo que guardaba entre su mano. Perfectamente podía haber escuchado el pálpito de mi corazón, por lo que negué suavemente con la cabeza.

    No tenía ídea de cuál sería exactamente mi color.

    Tampoco esperaba que ella me lo dijese, pero lo mencionó.


    No supe que fue exactamente, pero sus palabras me hicieron sentir cómodo, extrañamente cómodo, visible, existencial. Recibí la estrella plateada en mi mano, sonriendo hacia la izquierda sin quitarle la mirada de encima, porque no había pensado en nada más que en su voz, esperando con calma pero con ansías de enterarme qué me mostraría, y podía decir que estaba satisfecho con ello.

    Estiré entonces la izquierda, libre de por sí y con el pulgar llegué a la mascarilla que le cubría boca y nariz, bajándolo para después subir hasta un mechón de pelo que le acomodé tras la oreja, inclinándome hacia ella para besar su mejilla, susurrando contra su dermis:

    >>Gracias, Sasha.

    Le acomodé nuevamente la mascarilla en su lugar y moví la cabeza hacia el almuerzo que había dejado sobre una de las repisas luego de mirar por encima el ejercicio que había estado haciendo Pierce. Podía revisarlo mientras comíamos algo, no sería complicado en realidad por lo que continué con la pregunta:

    —¿Te apetece probar lo que preparó mi hermana?
     
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    Gigi Blanche

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    Si no se me había drenado toda la energía del cuerpo debía estar bastante cerca, de hecho había comenzado a sopesar fuertemente la posibilidad de pedirle a Suiren que le dejara la tarea a... ¿a Alethea, quizá? Para que se la diera a la profesora, y así yo podía quedarme descansando en la enfermería. Pero vaya, de momento no era una prioridad en absoluto. Había pateado el asunto sin importarme dónde caería.

    Era lo que hacía cuando necesitaba esforzarme por alguien más, no tenía remedio.

    Y quería poder hacer algo por Suiren.

    Al parecer no sabía lo que era la sinestesia, así que me hice la nota mental de explicárselo luego más al detalle si le interesaba. El chico me estaba prestando atención, era notorio, y sus latidos se imprimieron sobre mis nudillos cuando presioné allí el puño. Pausados, serenos, pero firmes. Quizá fuera una completa locura pero no pude evitar pensar que era el pálpito natural de una fortaleza. La fortaleza, sin embargo, ¿estaba allí porque así él lo había querido? Fue mi idea en un principio, ahora ya no estaba tan segura. Aún se trataba de la maldita resignación.

    ¿Y si del otro lado del hielo sólo había un niño esperando?

    Llorando, inclusive.

    Solo y confundido.

    Cuando me marqué todo el speech y encima le confesé la clase de luz que imaginaba en él, sentí algo de vergüenza. Él siempre había lucido tan serio y maduro a mis ojos que... que quizá lo creyera ridículo y desacreditara al instante. Quise confiar, aún así, que si en su hielo había algo remotamente similar al níquel de mis piedras, en ese caso funcionaría. Encontraría, al menos brevemente, una suerte de consuelo.

    Y lo hizo.

    Pude verlo en sus ojos, no explicarlo, pero sí lo vi. Ese pequeño instante donde algo pareció encastrar. Su sonrisa me resultó muy bonita y me quedé quieta en cuanto acercó su mano a mí, no muy segura de lo que pretendía. Al notar que me bajaba la mascarilla sentí el impulso de quejarme, por él más que por mí, sin embargo me detuve a mitad de camino y lo dejé ser. Sentí algo de frío en el rostro, acomodó mi cabello tras mi oreja y pestañeé más lento, desviando la mirada al suelo. La sonrisa que brotó de mis labios no tuvo remedio.

    Era cálido.

    Gracias, Sasha.
    Su beso había sido sumamente cálido.

    Busqué sus ojos apenas tuve la oportunidad, con una alegría tan pura al centro del pecho que mitigó mejor que nada el dolor de cabeza. Lo había alcanzado, simplemente eso, y no podía poner en palabras lo mucho que me significaba. Pillé el impulso, entonces, y antes de que llegara a cambiar de tema, fui yo la que estiró la mano para acunar su mejilla. Suave, muy suavemente.

    They're beautiful —susurré, pretendiendo sonar más sincera que nunca, y acaricié su piel con el dorso del pulgar. Sus ojos estaban hechos de hielo cristalizado y sólo le dije lo que siempre había pensado, desde el mismo día que lo conocí—. Quizás a ti no te gusten y tengas tus razones para ello; but, sweetie, they're hauntingly beautiful.

    Regresé el brazo a mi espacio, entonces, dirigiendo la mirada hacia el mismo lugar que él, y tras sorber la nariz pude responderle con una nueva cuota de liviandad y frescura. Como si nada hubiera pasado. Era bastante simple en ciertos aspectos, lo sabía a la perfección, y muchas veces no necesitaba más que eso para regresar a mi cauce.

    Una pequeña pero sincera muestra de cariño.

    —¿Tu hermana lo hizo? —inquirí, alzando las cejas—. La niña que va conmigo, ¿cierto? Violet.

    Despejé la mesa, corrí mis cosas y no me interesó que quedara todo desorganizado y apiñatado en una esquina. Alcancé el bento y lo puse frente a ambos, aunque le indiqué que él hiciera los honores de abrirlo.

    —La verdad es que un poco sí se me abrió el apetito, así que aceptaré tu oferta, cielo.

    Seguí sus movimientos de reojo y me quedé en silencio pues ya lo había bombardeado suficiente, pero ¿eso de que no era bueno cuidando de las personas? Con lo que sabía de su hermana, de la sudadera que me había prestado luego de la piscina, se había quedado para ayudarme con la tarea y ahora me ofrecía de su almuerzo. Seriously.

    That was pure bullshit.
     
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    El cambio de cálidez en Sasha de una u otra forma me fue notorio, como cuando una niña hace algo bien y está feliz por ello. Y un poco egoísta de mi parte me atribuí que quizá le había hecho olvidar, por un rato, lo que sea... o a quién la había puesto en ese estado, apago como cuando recién ingresé a la enfermería. No la conocía totalmente, nisiquiera un cuarto de su ser, pero podía jacktarme de que lo que había decidido mostrarme a mí, se asemejaba a la chica que estiró la mano para enseñarme la estrella de plástico, con la que ahora me acariciaba la mejilla.

    Me dejé hacer bajo su tacto, escuchándola.

    They're beautiful.

    But, sweetie, they're hauntingly beautiful.

    Elevé las cejas ligeramente, y la sonrisa un poco se acentuó, sintiendo un impulso que retuve con facilidad, un impulso que quizá sería inapropiado por demás, pero un poco sí que me relamí los labios en lo que el toque suave de sus manos se distanció de mi rostro, mencionando entonces lo del almuerzo de Violet, a lo que asentí con serenidad, notando el como movía todo sin importar que se apilara a un lado, alcanzando el bento y atrayéndolo hacia nosotros.

    —Me alegra escucharlo —comenté en lo que abría la tela azul con la que mi hermana había cubierto el bento, cayendo esta sobre la mesa al desacer el nudo.

    Luego quité la tapa, dejando ver lo que traía dentro.

    —¿Qué tal te va con la sopa, Sasha? —le pregunté, con una cuota de burla sin intención aparente.

    Organicé sobe la tela entonces el pan integral, y las tortillas que traían jamón por dentro, dirigiendo ya mi mirada a ella.

    >>Borsch, es un almuerzo tipíco en mi país —me tomé el tiempo de explicárselo—. Consiste en una sopa agridulce de remolacha, y se utilizan algunos acompañantes, sabe bien, aunque depende de tus papílas gustativas el determinarlo.

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    Digamos que su falta de reacción ante mis palabras no me molestó en lo más mínimo. Podía alegar que jamás me esforzaba en conocer verdaderamente a las personas, utilizarlo de escudo y de excusa, pero pasar tiempo con alguien tenía consecuencias inevitables y, en definitiva, había aprendido casi sin darme cuenta que Suiren no era una persona expresiva. Y estaba bien.

    Me había escuchado y eso era lo único que importaba.

    Aguardé a que presentara el almuerzo con calma, lucía realmente diferente a lo que solíamos preparar y captó mi curiosidad. De no haberme explicado habría preguntado, así que le presté atención y fui asintiendo. Su pregunta, la ligera burla impresa en ella, me hizo volver la mirada a él con las cejas alzadas.

    Ah, right, como crecí en la tierra del verano matando arañas y criando canguros, soy anti sopa —bromeé en respuesta, sin molestia real en absoluto.

    Sopa agridulce de remolacha, ¿eh? No podía imaginar su sabor en lo más mínimo, pero nunca me había molestado probar sabores nuevos. Me bajé la mascarilla a la barbilla y agarré una cuchara, yendo primero a la estrella de la conversación. Era... extraña, sí, aunque no desagradable. Bebí otro poco de sopa, acostumbrándome al sabor, y lo miré.

    —Le doy un... siete sobre diez. Aunque no es definitivo, sólo una nota preliminar. —Le pasé la sopa por si deseaba tomar y pillé un pedacito de pan—. Gracias por haberme ayudado con la tarea, por cierto. Estaba medio atorada en ese ejercicio, así que me salvaste la vida. Aunque...

    Ah, pedir más favores, sí que era una descarada. Mi sonrisa me delató, emanaba culpabilidad por todas partes y quizás intenté mitigarla poniendo cara de niña buena. Junté las manos justo frente a mi boca y lo miré. ¿Le hice ojitos? Eso no se pregunta.

    —¿Podría, quizá, pedirte otro favor pequeñito?
     
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    Pasé la punta de mi lengua por la mejilla interna, casi que camuflando una pequeña risa ante sus palabras. Matando arañas y criando canguros... vaya, nunca lo había pensado así como tal, pero ahora hasta me había clavado la imagen de Pierce escapando de algún bicho en su tierra natal, que por demás, debía ser bastante calurosa, ya me imaginaba que el invierno sería algo complejo para ella, como lo era el verano para mí, pero quizá estaba por demás equivocado.

    La seguí en el trayecto en que llevaba la cuchara a sus labios, ladeando apenas la cabeza en lo que recibía su mirada de nueva cuenta, y casi como si fuese el cheff de dicha preparación esperé con calma su observación. Le dio una puntuación y no estuvo mal en realidad para ser su primera vez. Sujeté entonces la cuchara extra que traía y comencé a tomarla con tranquilidad, me recordaba mucho a la época en que mi madre me llevaba a la escuela, eso de cuando era aún un niño.

    —Le avisaré a mi hermana, de seguro estará feliz con el siete —comenté, dejando la sopa por un rato para comer del pan relleno de jamón.

    Recibí su gratitud con un asentamiento de cabeza, restándole importancia a aquello hasta que juntó sus manos y me clavó las pupilas encima.

    Vaya, Sasha podía hacer ojitos~

    —Te escucho —murmuré casi con tenue mofa en el rostro,, agregando antes de permitirle hablar pese a lo dicho—, si es muy complejo pediré algo a cambio, te aviso.
     
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    Tuve la ligera impresión de que mi comentario le había hecho gracia, aunque no estaba segura y tampoco le di mayor relevancia. Había aguardado a saber mi opinión y podría haberme dado lo mismo, pero apenas dijo que le haría llegar mi siete a su hermana mi expresión cambió por completo.

    —¡No! No, no —me apresuré, preocupada, y al final acabé prácticamente regañándolo—. Dije que era preliminar, oye, tienes que llevarle la nota final. ¿Cómo vas a darle un siete? No es suficiente, en absoluto.

    Y hablaba desde la experiencia propia, claro. Si la muchacha se contentaba con un siete lo haría por educación, pero estaba cien por ciento segura que le haría mucho más feliz un ocho o un nueve. Sólo tenía que acostumbrarme mejor al sabor. ¡Además éramos compañeras de clase! No quería decirle a una compañera de clase que su sopa era un siete sobre diez. Dios, qué horror.

    Por otro lado, cabía destacar, me parecía bonito de su parte que le hiciera llegar el dato a su hermana.

    Su condición me recordó a una de las primeras conversaciones que tuvimos, y estaba segura de que algo en su gesto me dio la idea de que, all in all, la situación le divertía. Bajé las manos lentamente y busqué la sopa de regreso.

    —Quería pedirte si podrías dejarle mi tarea a alguna de mis compañeras o incluso a tu hermana, así se la entregan a la profesora por mí. Yo... mejor me quedaré aquí descansando. —Asentí, buscando autoconvencerme con mi propia idea, y volví a buscar sus ojos. Esbocé una sonrisa ligera—. ¿Eso es muy complejo para ti~?

    En cualquier caso, no me molestaría que pida algo a cambio. Me había ayudado bastante.
     
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    Elevé las cejas ligeramente ante la repetición de los no, y ahora si que no pude evitarlo pese a que cubrí con el dorso de mi mano izquierda mis labios, brotando un risa ronca del centro de mi pecho, entornando los ojos en lo recalcaba el que era una nota preliminar. Me había llevado un regaño por demás, gracioso, y no me quejaría por ello, así que me limité a suspirar con una cuota de risa ya suprimida. Aunque no había mentido en absoluto, mi intención de darla la nota a mi hermana era cierta, pero ya aguardaría por la puntuación final, no tenía prisas.

    Me alegraba un poco su preservación de salud. Para un resfriado o una gripa lo mejor era descansar en totalidad, y la tarea encomendada no era nada compleja en realidad, pero por la gracia en lo que me acababa otra tortilla de jamón me re-acomodé en el asiento, sosteniéndole la mirada con liviandad.

    —Veamos~ —me quité una que otra migaja que había la camiseta escolar al sacudir la tela con la palma de las manos, para ya recostar el codo sobre la madera, y descansar el mentón en el puño cerrado, estirando la derecha para apartar de su blusa escolar, migajas de igual forma, en lo que hablaba—. Ayudar a entregar una tarea en la que probablemente yo saqué cero por no entregarla —pestañeé con parsimonía—. Sí es complejo, Pierce~

    Finalicé el tacto cerca a su cuello, distanciándome nuevamente.

    —Te pediré algo a cambio, aunque no ahora.

    Probablemente no conocería a otra persona de ese salón que no fuese Alisha, y por obvias razones descartaba el entregarle el trabajo a ella por lo escuchado, así que se lo entregaría a mi hermana sin complicaciones. Di un repaso entonces desde sus pestañas hasta su mentón, y continué, agregando:

    >>Tu cuerpo debe descansar, Sash, la deuda quedará pendiente~

    Se decía por ahí, que la incertidumbre daba paso a la curiosidad, y bueno, vivir con un poco de ambas no estaba mal.
     
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    Aún habiendo buscado cubrirse la boca con la mano, el sonido de su risa me alcanzó y captó mi atención; a decir verdad, era la primera vez que lo oía reír y hasta ahora me daba cuenta. No hubo nada loco en sí mismo, si acaso sonaba masculina, pero me dibujó una sonrisa leve en los labios. Era agradable cuando la gente conseguía relajarse contigo, ¿cierto? Y en mi caso, con mi eterno miedo de apartar a las personas, se sentía especialmente bien.

    Me dediqué a la sopa en lo que analizaba mi pedido, porque ahora que mi opinión llegaría a oídos de la chef estaba totalmente comprometida con subirle la nota. Se quitó unas migajas de la ropa, luego repitió el proceso conmigo y lo dejé hacer, sin moverme de sus ojos; así mi atención se hubiera dividido entre su voz y su mano. Me olí por dónde iban a ir los tiros, era bastante evidente, aunque no por ello perdió la gracia. Alcé las cejas apenas él definió que era un favor complejo, divertida.

    —¿Ah, sí? —respondí, bastante porque sí.

    Su mano acabó cerca de mi cuello y dejé la sopa sobre la mesa, ya habiendo bebido una buena cantidad. No sabía si era un sabor que los niños podrían llegar a apreciar pero aún así podría pedirle la receta. Con papá tenía mejores chances.

    Su resolución me decepcionó un poquito, no íbamos a mentir, me había pillado la curiosidad por saber qué se le ocurría pedirme. Supuse que sería todo parte de un plan suyo y no me extrañaba; si algo parecía tener este chico era paciencia. Aún así estaba en el mood de medio complacerlo, quizá, así que acentué el suspiro que solté y me encogí de hombros, relajando el torso sobre el espaldar de la silla.

    —Y con lo que odio las deudas pendientes —me quejé, con una pizca de dramatismo extra, y estiré el pie para darle un simple toquecito al suyo—. Así que no te tardes mucho~

    Luego de eso le eché un vistazo al reloj de pared que había allí. No que pretendiera echarlo, por supuesto, pero tampoco quería que llegue tarde a clases por mi culpa.

    I guess you should be going, dear. Ah, y la sopa... —Le agregué un poco de suspenso y acabé por sonreír, suave—. Nueve sobre diez. Dile eso a tu hermana, que estaba muy rica. Y que me gustaría saber la receta, si no le molesta.
     
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    Amane

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    Me encantaría poder saber quién había sido el lumbreras que había puesto el campamento escolar en un lunes y un martes, obligándonos a retomar las clases al día siguiente como si, no sé, no mereciéramos descansar después de estar dos días perdidos en el bosque. Bueno, está bien que quizás tampoco habíamos ido a trabajar ni nada, pero... ¡pero! Entre la prueba de valor, las cervezas y dormir a la intemperie, consideraba que me merecía un día de descanso antes de volver a las clases. ¡Como mínimo, eh! 'Baja por resaca emocional' me gustaba llamarlo.

    En resumidas cuentas, pasé el miércoles posterior al campamento en mi casa, descansando del enooorme esfuerzo físico y mental que me había resultado la excursión de dos días. Total, la abuela no estaba en casa y un día más faltando no iba a ser una mancha demasiado evidente en mi currículum, honestamente; Joey podía encargarse de atender en nombre de los dos cualquier cosa que requiriese nuestra atención en la escuela, ¿o no?

    Así pues, me quedé durmiendo hasta tarde, me pedí algo para comer y por la tarde salí a dar un paseo, con el simple objetivo de comprarme algo que pudiese preparar a la noche; aquella última decisión, sin embargo, había sido un completo error. Con lo enorme que era Tokio, Dios sabía cómo coño había acabado pasando justamente por delante del hotel donde, al parecer, Aiden se estaba hospedando. Por supuesto, solo supe eso porque se dio la hermosa casualidad de que estaba saliendo del edificio cuando yo estaba girando la esquina y, como no podía ser de otra manera, salió acompañado de una chica rubia super bonita que le dio un beso en la mejilla antes de irse.

    Sabía que una escena como aquella no debería afectarme tanto, ¿pero qué se suponía que hiciese? La imagen se me quedó grabada en la retina y el resquemor se me extendió por todo el cuerpo, sin poder controlarlo; ni siquiera era la primera vez que lo veía con otra y, aún así, joder cómo dolía. La sensación amarga siguió ahí al día siguiente, y aunque no me apetecía demasiado, decidí que quizás era mejor coping mechanism ir a clases que quedarme en casa. No atendí a clases, aunque eso tampoco era ninguna novedad, y de Joey me despedí sin mucho ánimo durante el receso, olvidando for a hot second todo el asunto de Sasha, simple y llanamente porque quería meterme en una camilla de la enfermería y no salir de ahí hasta... las clases de la tarde, seguramente.
     
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    Zireael

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    Con el asunto de mi egocentrismo (una palabra más grande que las que manejaba mi cerebro, ya de paso) y el por qué andaba de escolta con ella resuelto solo lo dejamos morir. Ella no dijo nada, yo no insistí porque me dio algo de pereza y entonces pasó lo del kanji errado. Su pregunta me hizo reír, pues porque tenía algo de sentido y me pregunté qué coño hacía mi madre poniéndome ese nombre.

    —Creo que también sabes cuál es la respuesta correcta a esa pregunta, Makris —contesté con la sonrisa pegada en el rostro—. Igual sirve de anuncio. ¿Recuerdas lo de morder antes de preguntar? Pues ya está. Cuando quieras hacemos concurso de mal carácter, a ver quién gana.

    Eso se lo había dicho ya cuando estaba saliendo del ascensor, poco antes de que lo de que era a ella a la que se le estaba partiendo el cerebro y por rebote antes de que me rebasara para mirarme con una frialdad que, de importarme, seguro me habría roto el corazón. Claro, pero era yo el maleducado y no sé qué mierdas. Igual la desgraciada estaba jugando demasiado de ruda teniendo en cuenta que daba un paso y se notaba que no besaba el piso de pura suerte.

    Lo que dijo respecto a no darme más dificultades de la cuenta aunque no me interesara hizo que soltara una risa por la nariz y seguí caminando hasta la puerta de la enfermería. Fue cosa de poner un pie en la enfermería, en el espacio blanco, y detectar la melena rubia en una de las camillas. A ciencia cierta ni siquiera me di tiempo a procesar una sola emoción, le lancé un manotazo al interruptor que tenía al fondo de la cabeza y me suspendí la neurona hasta nuevo aviso.

    Ya desde el principio no planeaba entrar porque tenía una cita con un sándwich de la cafetería, pero eso terminó de dejármelo claro así que encajé el hombro en el marco de la puerta y desde allí le indiqué a Makris la cristalera con un movimiento de cabeza, supuse que allí deberían tener algo. Era de hacer dos más dos y tan siquiera eso podía hacerlo, por estúpido que fuese.


    mi cerebro había olvidado por completo el post de Ali aquí weon JASHJA
     
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  13.  
    quem

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    Prácticamente mi mente seguía pensando en lo que no había dejado de pensar desde que salí directo hacía acá con este chico, a decir verdad solo alce una ceja por la respuesta que me dio cuando dijo que yo sabía cuál era la respuesta correcta, y creo que fuera reído en el momento que dijo si recordaba lo de morder antes de preguntar. Obviamente que lo hacía...

    Pero ni yo misma sabía que me impulsaba a preguntarle algo siquiera. La cosa fue que si mi frialdad había bajado pues, volvió en unos instantes, me di cuenta en el momento en el que me adelante y lo mire en la forma en la que lo hice, no me intereso ver sus expresiones pues ya me había virado y tampoco quise saber que había hecho por lo que dije después.

    Solo camine casi a su par (ya que baje un poco) cuando seguimos caminando hasta llegar a la enfermaría. Lo que no me esperaba era que hubiera una persona pues la distinguí muy poco, y cuando Arata encendió el interruptor tampoco me intereso ver quien era, pues avance cuando note que el chico recostaba en el marco de la puerta en eso pude ver que señalaba con la cabeza donde se supone que debería estar lo que necesitaba.

    Me acerque y abrí la cristalera, busque con mi ojos algo que siempre tomaba para la migraña y cuando note que si estaban las pastillas suspire ¿aliviada?, era en parte, quería regresar a mi salón y recostar mi cabeza en la banca está que terminara el receso. Regrese mi vista hacia Arata, ¿debía de agradecerle por traerme hasta aquí? Suponía que sí. Me acerque a el a paso lento mientras miraba las pastillas cuando busque su mirada ya había abierto la pastilla para meterla a mi boca para después abrir la botella, para tomármela de una vez por toda.


    —Aunque puede que no te interese mi agradecimiento —lo mire lentamente, mi mirada seguía fría—. Gracias —mire hacia afuera y salí, pero antes de hacerlo completamente lo mire por encima de mi hombro—. Nos veremos por ahí dijo, si tienes la oportunidad de que nos volvemos a encontrar puede que hagamos eso que dijiste del concurso de mal carácter.

    Eso ultimo lo dije ya alejándome de el, y de la enfermería en cuestión.

    Holis perdón por la tardanza, pero fue gustazo rolear con Arata, creo que por aquí cierro con Ada por que tal vez mañana no me de tiempo de postear algo
     
    Última edición: 27 Junio 2023
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  14.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Había acudido a la enfermería en busca de paz, a pesar de saber que realmente no iba a lograr conciliar el sueño por mucho que quisiera, y mira que había días para ir a aparecerse por ahí, pero obviamente tenía que ser hoy cuando a alguien más se le tenía que haber cruzado la idea por la mente. Giré apenas la cabeza parar mirar de reojo quién había sido el iluminado, sin ninguna intención de prestarle demasiada atención hasta que vi... bueno, quién resultó ser. El gruñido de molestia que solté me salió del alma, para qué mentir, y ni siquiera lo dudé un segundo antes de levantarme de la camilla y recoger mis cosas para irme.

    Vi que Arata se quedó en la puerta mientras alguien más entraba realmente en la enfermería; deslicé la vista hacia esa persona y, de nuevo, la risa nasal que se me escapó fue absurdamente genuina, porque... ¿Adara? En serio, qué puto chiste. Resoplé, guardándome el móvil en el bolsillo de la falda, y ni siquiera me digné a dirigirles una mirada a ninguno mientras salía de ahí, si acaso simplemente murmuré un "fuck's sake" cuando crucé la puerta y tuve que pasar al lado de Arata. Sabía que técnicamente no había entrado en la enfermería ni me había molestado adrede, pero Dios, no quería ni respirar el mismo aire que él.

    ¿Y ahora qué coño iba a hacer? La única opción que me quedaba era... meterme en un baño a fumar, suponía.
     
    Última edición: 27 Junio 2023
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  15.  
    Zireael

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    Suponía que en la escala de hijos de puta había dos extremos contrarios, los que nos divertíamos a costa de la gente y lo que se empeñaban en tratar al resto del mundo con una frialdad que superaba con creces la de la Antártida. Eran dos versiones de la misma cosa y ambas las conocía de primera mano, por un motivo u otro, así que estaba bastante curado de espanto. Eso y que una cría de... ¿Diecisiete como mucho? Con cara de culo y migrañas que casi la hacían desmayarse no era una gran amenaza. No en comparación al resto de diablos dentro de estas paredes.

    El asunto fue que se acercó a la cristalera donde tenían los medicamentos, en el mismo espacio de tiempo Alisha reaccionó a nuestra presencia y el gruñido que le salió del corazón me hizo genuina gracia, aunque a la vez me reactivó con cierto retraso los sistemas que había suspendido a voluntad, la electricidad me chispeó en el cuerpo, necia, y tomé aire con cierta fuerza. No la miré directamente, mantuve la atención en Adara y su búsqueda de drogas legales, pero noté que la otra se levantó y recogió sus mierdas con intenciones de irse.

    Ah, vaya. Qué duro de su parte, no me iba a dejar dormir en la noche semejante rechazo.

    Con todo y el despliegue de absoluto fastidio de la chica no me moví de mi lugar, incluso si era bien consciente de que tendría que pasar a mi lado para irse. Cuando lo hizo me alcanzó su murmuro, contuve la risa de puro milagro y tampoco la miré ni mucho menos le dije nada, de hecho Adara se me acercó no mucho después y su frialdad contrastó con el fastidio, emocional, de la rubita.

    Soltó que seguro su agradecimiento no me interesaba, la afirmación alcanzó a regresarme la sonrisa al rostro y puede que algo del fastidio contenido se me colara en el semblante en forma de burla genuina, quién sabe. Al recibir el "gracias" en cuestión despegué el hombro del marco de la puerta, giré el cuerpo e hice la reverencia más japonesa que me habrían visto en más de una década a pesar de que ella ya se estaba yendo.

    —Un placer —respondí al enderezarme y solo después atendí a lo demás—. Quizás, no lo descarto. Nos vemos.

    Me quedé allí hasta que su silueta desapareció de mi vista, Alisha se había perdido incluso antes de por sí y apenas me supe solo una risa me surgió directo de la garganta, extraña. Fue burla revuelta con hastío, fue la ira contenida escapando por una fuga en el cilindro, pero aunque estuvo por convertirse en una carcajada no me duró lo suficiente y cuando se me pasó incluso la sonrisa se me desvaneció de la cara, como si fuese un muñeco a pila.

    Era un don fastidiar a los demás solo por compartir espacio con ellos, sin duda.

    El tema era que todavía me quedaba el tiempo suficiente de receso para comer algo, así que eso haría. No me interesaba ni tenía tiempo para dejarme absorber por mi propio torbellino una segunda vez.
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    Había dejado las manos apoyadas en su antebrazo, con la mirada ligeramente perdida en el visor encima de la puerta. Sentí las caricias en mi cintura, la ligera presión agregada, mientras mis pulgares se deslizaban sobre su piel. Su respiración rebotó en mi cuello, me dibujó una sonrisa satisfecha y cedí al peso que sentía en los párpados. Los números rojos se deformaron, desaparecieron. Uno, dos besos.

    —Puede ser la misma —respondí con cierta gracia en la voz, casi somnolienta—. Podrías estar en una gang de hombres lobo. Sería el otro giro en la trama de la peli.

    Su mordidita fue un chiste, pero aún así cumplía y la tontería me ensanchó la sonrisa. Recibí el resto de sus palabras con los ojos cerrados, había acentuado la presión de mis dedos en su antebrazo sin darme cuenta y parpadeé, reiniciando las caricias de mis pulgares. Ah, qué cosas. Giré el rostro y ascendí la mirada por sus líneas hasta alcanzar sus ojos. ¿Que lo iluminara? Hombre, yo tampoco era ninguna experta. Estábamos hablando de Crepúsculo, for fuck's sake.

    La sonrisa aún danzaba en mis labios. Giré el cuerpo sin amenazar su agarre, suspendí una mano en su hombro y me incliné, cerrando los ojos. Mi nariz rozó la suya, deslicé la mano hasta amoldarla a su cuello y busqué el lado opuesto con la boca, todo en movimientos estúpidamente suaves. Encontré su espalda con el brazo libre, entreabrí los ojos y le exhalé encima antes de morderlo. No le apliqué presión real, sólo un poquito, pero sí fue amplio y me tragué la gracia de la tontería.

    —Así morderían los vampiros —expliqué, separándome lentamente, y el sonidito tras mi espalda me indicó que estábamos en el primer piso—. Tienen que alimentarse, después de todo.

    Me desenredé de él casi con pereza, arrastré el pulgar sobre la piel que le había mordido y conecté con sus ojos apenas un instante. Salí del ascensor primero, como si nada, y me colé en la enfermería. Poseía un olor muy parecido al de los hospitales y eso jamás iba a gustarme, pero lo podía soportar. Dejé el móvil de Arata sobre el escritorio que allí había y fui hasta la ventana.

    ¿En serio se iba a quedar almorzando aquí?

    —¿Te molesta si cierro las cortinas? —le pregunté desde ahí, girándome.


    decode fue literalmente una etapa de mi vida JAJAJSAJ god bless esa rolita y la cantidad insana de veces que vi el videoclip *c persigna*

    y controlar a nuestros personajes was never an option, NEVER
     
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  17.  
    Zireael

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    La dizque mordida fue por la gracia nada más, pero al detenerme tampoco pretendí escapar del hueco de su cuello y me quedé allí con los ojos entrecerrados. Atendí sus dedos en la piel del antebrazo, escuché su voz y seguimos patinando en el tema de la peli cutre de la empollona y el motociclista ahora con hombres lobo añadidos. Era una verdadera estupidez, pero bastó para arrancarme otra risa baja.

    —Igual ni está tan alejado de la realidad —dije como una idea al aire, pues porque el chacal aunque no era lo mismo se parecía lo suficiente.

    El sonido del ascensor al cambiar de piso me distrajo un instante, pero en cierto punto me separé de su cuello apenas lo suficiente para que encontrara mis ojos aunque no me había anticipado a ello. La sonrisa le bailaba en los labios todavía, incluso cuando giró el cuerpo sin modificar mi agarre y se marcó el numerito con movimientos suaves, casi podía decir que sedosos.

    Su mano se amoldó al costado de mi cuerpo, la otra encontró mi espalda y se metió en el papel. Sentirla en mi cuello me lanzó una ligera onda de calor encima, nada muy loco, y sus palabras de por sí se encargaron de mantener la balanza equilibrada y cuando se separó liberé el aire contenido despacio, sin siquiera darme cuenta de que había dejado de respirar.

    —Sí, sí. Ahora me hago una idea más clara —apañé como si la cosa hubiese sido la demostración más seria de la historia—. Gracias~

    Que el ascensor nos indicara que ya habíamos llegado a nuestro destino la hizo separarse y no tuve más que dejarla ir casi con la misma pereza que ella se había despegado de mí, aunque conectó con mis ojos apenas un instante y le dediqué una sonrisa antes de seguirla. Entramos a la enfermería, dejó mi teléfono en el escritorio así que lo tomé a la pasada para guardarlo en mi propio bolsillo y la vi seguir hasta la ventana.

    —No, me da igual —contesté a lo de las cortinas y ubiqué una cama para sentarme al borde, con el bento en el regazo—. Aunque si fuese un vampiro me estaría quemando hace rato con esta luz, ¿era así como iba? ¡Brillaría y todo!

    Vete a saber por qué había retomado la estupidez, pero me hizo reír y aunque le había dicho que iba a seguir comiendo allí haberme sentado en la cama, no sé, me activó las ganas de seguir hibernando. Me recosté así, perpendicularmente, y miré el techo sin reparar demasiado en el olor que tenía el espacio aunque olía parecido a algunas cosas de Yuzu. ¿A clínica? ¿A los doctores se les pegaba ese olor antiséptico? Ni idea.

    —Pues para una siesta de emergencia no está tan mal. —Estiré el brazo al resto de la cama, pues porque quedaba libre, y le di un par de palmadas para atraer la atención de Sasha e indicarle que se recostara—. Ven, yo me puedo quedar en la de al lado, en una silla o lo que sea.


    god bless decode indeed BUT now im vibing to lana del rey what *vibes*
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Su habilitación me alcanzó y cerré las cortinas de un movimiento limpio, extinguiendo buena parte de la luz natural. Oí que un colchón cedía y volteé, comprobando que se había sentado al borde de una cama. Que retomara la estupidez de los vampiros me arrancó una carcajada del pecho y asentí, navegando el espacio sin prisa.

    —Eso tiene que ser lo peor de toda la puta saga. Shining like fucking fairies? Why even?

    Lo vi recostarse, el colchón volvió a quejarse y aproveché ese momento que él se distraía en el techo para recorrer la habitación con la vista. Estaba un poco incómoda allí y la cabeza ni siquiera me había funcionado lo suficiente para anticiparme. No tenía que ver con Arata, claro. Era el puto olor y los recuerdos. Advertí de soslayo que estiraba el brazo y palmeaba la cama, arrancándome una risa nasal. Me acerqué a su posición, quité el bento de su regazo y lo dejé en la cama contigua.

    —Ah, ya veo. —Intercalé sus pies con los míos y hundí las manos en el colchón, a ambos costados de su cuerpo, para poder inclinarme sobre él y encontrar su mirada—. No querías verme dormir, querías dormir conmigo.

    Sonreí, divertida, y cedí bajo mi peso. Me dejé caer a su lado, girando en el aire para reflejar su posición, y boté el aire de golpe.

    —Bueno, eso también tiene sentido —murmuré, cerrando los ojos—. Edward la veía dormir en la primera película, pero Jacob... ¿en la tercera fue? Bueno, que Jacob y Bella durmieron juntos en una tienda, porque hacía muuucho, mucho frío y la niña necesitaba calor corporal. Muy conveniente, ¿no?

    Volví a abrir los ojos, aunque me dio ya bastante pereza, sólo para girar el rostro y mirarlo, divertida.

    —¿Qué harás, hon? ¿Te irás a la cama de al lado?
     
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  19.  
    Zireael

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    La luz natural desapareció en buena parte cuando en el momento en que cerró las cortinas de un movimiento, algunas sombras del espacio se suavizaron en consecuencia y otras muy específicas parecieron endurecerse. Escuché que Sasha soltaba la risa cuando seguí con el tema de los vampiros y su comentario me hizo reír a mi también, porque me imaginé al idiota de Sonnen brillando como hada. La verdad es que solo se apilaban las cosas en el pobre desgraciado que ni estaba presente, pero nadie podía juzgarme por el paralelismo, ¡nadie!

    —En los juegos de terror ningún vampiro brilla, pero de repente la peli, libro, la mierda que tenga la culpa desde el inicio, es para adolescentes y dicen: que brillen. Podían hacerlos deprimidos, misteriosos y forrados sin que brillaran, si me preguntas —dije con la risa medio atravesada en las palabras.

    Poco después de mi tanda de quejas correspondiente la escuché acercarse a mí, el peso del bento desapareció y sus pies de acomodaron entre los míos un segundo antes de que apareciera en mi campo de visión. La luz que se habían comido las cortinas hizo que su cuerpo no proyectara una sombra tan fuerte, repasé sus gestos y solté una risa nasal al escuchar lo que dijo.

    —No se supone que me descubrieras, en la clase estabas tontísima —solté con tono de broma.

    Total que al final se dejó caer a mi lado, el colchón cedió a su peso y ella siguió con el rollo de Crepúsculo. Me soltó la nueva dosis de información, para resumir que don vampiro había mirado a la chica dormir mientras que don hombre lobo había dormido con ella y toda la mierda; la estupidez me sacó otra risa, fue baja y más producto de un chiste mental que de la explicación de Sasha y su pregunta me estiró una sonrisa en los labios.

    Giré el cuerpo en su dirección, mi hombro encontró el colchón y estiré el brazo para rodear su cuerpo, acabó en un punto muerto de su torso y siguió hasta que mi mano fue a hundirse bajo su cintura. Tomé aire, lo solté y ajusté la posición hasta que pude medio apoyarme en su hombro, donde cerré los ojos.

    —Luego del cuento de la sangre caliente y no sé qué mierdas, ¿tengo cara de irme a la cama de al lado? —pregunté en voz baja, se me escapó una risa por la nariz y presioné su cintura—. Era cortesía de libro, nada más. Mira esta conversación ha sido, ¿cómo se dice? ¿Enriquecedora? Bueno, eso, pero luego de tal charla vas a tener que responder si prefieres a los vampiros, sus brillitos y tendencias voyeuristas o a los hombres lobo y todo lo demás.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Al inclinarme sobre él, mi cabello se precipitó por los costados y rebotó suavemente, creando una suerte de cortina extra. La punta de algún rizo rozó sus hombros, o su cuello, se quejó de que antes estaba tontísima y suspiré, como si no pudiera hacer nada al respecto.

    —Que un hombre lobo te muerda diría que espabila a cualquiera —repliqué, también por la gracia.

    Su sonrisa me respondió por sí sola, aunque la situación realmente era predecible a cagar. No me estaba quejando. Se acomodó en mi hombro, me rodeó el torso y mi brazo quedó debajo de él, estirado. En cierto punto lo flexioné y hundí los dedos en su cabello, para acariciarlo despacio. Cerré los ojos, antes perdidos en el techo, y sentí cómo todo el cuerpo se me relajaba. Si me daban cinco minutos podía caer redonda en esta posición de mierda y todo. Su pregunta, sin embargo, me alcanzó ligeramente embotada y me sonreí. Vampiros, hombres lobo. Qué monotemáticos estábamos.

    Le dejé un beso en la coronilla y lo removí ligeramente, lo suficiente para poder incorporarme. Fue horrible, una auténtica ladilla, pero alguien tenía que hacerlo.

    C'mon, love, get up. —Busqué su mano y lo jalé fuera de la cama, deshaciendo mi lazo después—. Íbamos a morirnos así y no es el plan.

    Abrí la colcha con las sábanas, el movimiento despidió un aroma suave a lavandería y lo ponderé un par de segundos antes de buscar la cremallera de la falda, quitándomela también. Vergüenza ya no tenía, si el imbécil me había visto literalmente desnuda, y así evitaba que se arrugara. Dejé las cosas con cuidado en la cama de al lado, junto al bento, y me senté al borde de la cama. Me quité los zapatos con el pie contrario, me deslicé dentro de las sábanas y sonreí. Ah, estaban super suavecitas.

    Lo miré, entonces, relajé la espalda contra las almohadas y estiré los brazos en su dirección.

    C'mon! —volví a quejarme—. I want cuddles. Sólo así descubrirás mi poderosísima respuesta.

    Lo dicho, vergüenza ya no tenía.
     
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