Enfermería

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Al final Zoldryck había aceptado la invitación a comer ramen, cosa que era de esperarse si debía ser honesta, el chico parecía ser muy adaptable o directamente rozar lo dócil, no estaba segura. Así que eso fue todo, almorzamos y fin del asunto. Suponía que lo buscaría cerca del fin de semana para recordarle la invitación y seguir distrayéndome de la vida de alguna manera.

    Ese día iba convencida de disculparme con Hiradaira por fin, es decir, total tenía que verle la cara para el proyecto así que más me valía. Me había echado parte de la noche preparando unas galletas con chispas de chocolate y todo, porque las cosas se hacían bien o no se hacían y las dejé la mayoría empacadas para la mañana siguiente. Había tenido que dividirlas en dos tupper, porque los grandes se los había llevado mi madre con cosas para sus hermanas y no los habían regresado, pero bueno me daba igual en tanto pudiera llevarlas.

    Para mi desgracia, mientras iba de camino a la escuela no sé si fueron los nervios de pensar en toda la movida o qué mierdas, pero me entraron unas náuseas de padre y señor nuestro. Si no regresé el estómago en el tren fue un verdadera milagro, pero al llegar no me quedó más que cambiarme los zapatos y pasar directo hacia la enfermería. Sabía que no habría nadie como siempre, es decir, nadie que me revisara o algo y daba igual porque ya sabía qué debía buscar para acomodarme las náuseas de forma algo más rápida que solo esperando como idiota a que mi cuerpo se pusiera en orden.

    Entré a la enfermería sin prisa realmente, dejé el maletín en una de las camas vacías y me puse a buscar en la cristalera el médicamente que necesitaba, con cuidado de no ir a desordenar nada demasiado. Cuando por fin lo encontré, de das pastillas efervescentes, tomé uno de los vasos de papel que usaban en algún rincón y me serví agua de una botella que cargaba desde casa.

    Dejé que la pastilla se deshiciera y cuando todavía le quedaba un poquito de efervescencia me bajé el remedio de un tirón, porque la verdad es que sabía a diablos. Arrugué los gestos después mientras arrugaba el vaso para lanzarlo en la papelera y regresé a la cama donde había dejado el maletín, para sentarme unos minutos esperando a que el asco se me redujera un poco antes de subir a clase o lo que fuese.

    La enfermería no era lo que se dice mi lugar favorito, lo que era un poco jodido teniendo en cuenta los motivos, pero tampoco podía seguir huyendo de ella como estúpida mucho menos si me sentía mal, así que allí estaba. Las sábanas blancas, el olor a medicina, el silencio y puros recuerdos de mierda palpitando de forma innecesaria.

    Me estaba costando lo suyo, pero sentía que gradualmente estaba regresando a donde debía, a la chica que había sido antes de toda la mierda y aunque me aliviaba lo cierto es que también estaba preocupada porque no sabía cómo iba a volver a hacer las cosas de antes. Tenía que disculparme con Nagi y Cayden, agradecerle a Emily y a Arata porque cada uno había hecho cosas a su manera, luego Al se merecía ambas cosas, una disculpa y un agradecimiento porque incluso cuando nunca fuimos nada relevante... Bueno, era todo lo que me había quedado, y protector como había sido siempre había hecho lo que había podido.

    Sin importar que tan rastrero e inmoral pudiese resultar.

    La verdad es que había sido injusta con mucha gente en medio de mi dolor y aunque quizás no lo olvidase nunca, porque los hijos de puta habían cerrado a hostias al primero que había llamado mi novio y que ni se dijera del resto, quería dejar de estar tan terriblemente sola. No quería pensar que en el futuro la vida se me iba a ir a la mierda y que todo lo que tuviese, por mi propia estupidez, fuese solo la lealtad enfermiza de Altan porque para variar él tenía mejores personas a las que entregarla.

    Suspiré con pesadez y dejé caer el cuerpo en el colchón, clavando la vista en el techo. Estaba tan inmersa en mis cosas que no siquiera me había dado cuenta que había otra persona en la enfermería.


    HOLA BABY GIRL *tira una silla por la ventana* I'M HERE FOR U

    Wtf con este medio tocho jsjs
     
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    —¡Buenos días~!

    Abrí con cuidado la puerta de la enfermería observando cómo el encargado no estaba. ¿A lo mejor era muy pronto para que alguien estuviese atendiendo alumnos? ¡Pero cualquiera podía hacerse daño en cualquier momento!

    —Pues nada…

    Cerré la puerta adentrándome y sin perder tiempo me dirigí a los armarios para buscar el kit de primeros auxilios, que era lo más seguro de usar. No me había fijado en las camas, y por eso no sabía que había alumnos descansando y el ruido que hacía podía molestarlos. Pero seguí abriendo y cerrando armarios y cajones, desorientada. No debía tardarme mucho porque quizá Haru se había olvidado de nuevo el teléfono y se quedaría esperándome de nuevo el muy tonto.

    —¿Por qué tanto ruido?

    Una voz adormilada gruñó desde el otro lado de las cortinas que daban a una cama, y pude sentir que mi alma quería salir corriendo de mi cuerpo ante el gran susto. Un muchacho salió bostezando de entre las cortinas arreglándose los botones de su camisa, dejando su corbata aflojada por lo que creía era pura comodidad. A veces esos gestos me daban algo de envidia. Se veía algo pálido y parecía que la luz estaba molestándolo.

    —Ah- ¡Perdona! No sabía que había alguien aquí, o más bien no me fijé. ¿Estás enfermo? ¿Necesitas algo? ¿Llamo a algún profesor?

    Hablé de forma apresurada con bastante preocupación, pero el chico solo me sonrió como si hubiese dicho algo gracioso, cosa que estoy segura que no fue así.

    —No, no, solo estaba descansando un poco. De hecho gracias a ti no me he quedado dormido —tras bostezar de nuevo siguió sonriéndome y miró la pantalla de su móvil. Al prestarme atención de nuevo su vista bajó hasta mi pierna herida, asintiendo despacio—. Ah, ya veo.

    Se dio la vuelta acercándose a una estantería escondida entre las camas de la enfermería en donde estaba el kit que tanto buscaba, y ahí ambos nos dimos cuenta que había otra muchacha allí. Estaba tumbada en una cama más alejada, y de nuevo me preocupé por si había perturbado su descanso si no se encontraba bien.

    Menuda mañana debíamos tener como para reunirnos en la enfermería, huh.

    Me acerqué a ella con algo de curiosidad, no quería ponerla nerviosa o molestarla. Me senté en la cama que estaba delante de ella y el chico me siguió con la caja en mano, echó un vistazo a nuestra compañera y sentí que quería dejarme todo el tema de hablarle a mí ya que volteó de nuevo su atención al kit, a lo que yo solo me dediqué a sonreírle agradecida mientras cogía con gentileza mi pierna para comenzar su tratamiento y desinfectar mi herida.

    —No tienes motivos para ayudarme, aunque lo agradezco —le murmuré estirando un poco mi pierna para hacerle más fácil la labor. Cambié mi atención a la muchacha al fin, y con una gran sonrisa decidí saludarla.—¡Hola! Espero no haberte molestado, ¿te encuentras bien? ¡Si necesitas algo no dudes en pedírmelo!

    okok let's do this thanks baby aaaaa also Gigi Blanche <3

    daichi me sigue costando please send me help i will cry
     
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    Gigi Blanche

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    Que Kohaku era un cabrón, eso ya lo sabía. Nadie me había mandado a hospedarlo en mi casa o seguirle el rollo en general, ni siquiera a aceptarle la primera pitada que me ofreció hace ya un par de meses. Nadie me mandaba pero, la verdad sea dicha, tampoco estaba seguro de que hubiera forma de decirle que no. De lo poco que lo conocía y las veces que lo había visto moverse entre diversos círculos, el jodido siempre parecía estar en su salsa. No demandaba nada de nadie y, al mismo tiempo, conseguía lo que quería. Y ni idea cuál era el truco.

    Me quedaba contentarme con mi pequeño poder, en mi pequeño reino de fichas y cartas.

    El día anterior se había aparecido en casa a cualquier hora de la noche, lo regañé con que al otro día teníamos escuela y ni caso me hizo. Estaba perturbado, podía verlo como lograba ver casi todo, pero él no era de los que abrieran la boca por iniciativa propia y yo no era de los que preguntaban. Ahí yacía nuestro límite.

    A la mañana siguiente intenté arrastrarlo al Sakura pero me dijo que se sentía mal, que lo disculpara con su grupo de trabajo. ¿Le creía? Un poco sí, un poco no. Kohaku llevaba varios días en la mierda y bueno, tampoco esperaba una recuperación lineal. Un buen día no significaba que todo hubiera pasado y ahí tenía las pruebas. Sus razones precisas para ausentarse de la escuela las desconocía, quizá se hubiera quedado hasta cualquier hora fumando como un hijo de puta y a las siete de la mañana no le daba la vida, o quizás hubiera algo en el Sakura que activaba hasta el último de sus demonios.

    No tenía idea.

    Me dio algo de pena, así que le preparé un desayuno bastante básico que, entre pitos y flautas, me retrasó un poco. Llegué tarde al tren, me bajé tarde del mismo, y fue llegando al Sakura que recordé encender los datos del móvil. No vivía al día pero tampoco tiraba manteca al techo, y derrochar dinero en planes no era la idea más tentadora del mundo. Cuestión que los mensajes de Aya me cayeron en cascada y me detuve para leerlos mejor, arrugando el ceño al leer los últimos. Chasqueé la lengua, revisé la hora de envío y apreté el paso. Con suerte la alcanzaba.

    Y me cagaba en mi culo que había rechazado el tour por la escuela, tuve que armarme de valor para interceptar a un extraño sin que se me notara la de veces que había ensayado una pregunta tan simple como "¿dónde queda la enfermería?" en mi cabeza. Al final me salió escueto que te cagas y con la cara de perros de toda la vida, pero mira, prefería eso a que se notara el inútil social que podía ser fuera de mi zona de confort. De mi pequeño reino.

    Me apresuré hacia la enfermería, regulando mi respiración por la nariz, y abrí la puerta plenamente convencido de la imagen mental que llevaba encima: Aya y, como mucho, la enfermera. No me había esperado ese pedazo de comitiva para nada.

    Me desinflé los pulmones, sintiendo un ligero manto de tensión recubrirme el cuerpo, y avancé porque no me quedaba otra. No cerré la puerta a mis espaldas, me limité a asentir la cabeza hacia la desconocida y detenerme junto al chico que estaba atendiendo la pierna de Aya. ¿Quién era, para empezar? ¿De dónde la conocía?

    Lo miré desde arriba, con la cara de mala hostia un poquito más genuina.

    —Gracias, yo me encargo desde aquí.
     
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    Zireael

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    Me había quedado mirando el techo tanto rato que genuinamente en algún punto asumo que desconecté la cabeza, me llegaban los ruidos de afuera y tal, pero era como si me pasaran directo en el cerebro sin que les pusiera ninguna clase de atención real. Ese fue el caso cuando alguien entró a la enfermería, me pareció hasta escuchar los buenos días pero no conecté neuronas hasta varios segundos después, cuando ya la persona estaba escarbando los armarios y bueno, me quedé donde estaba porque todavía no se me terminaban de acomodar las náuseas a decir verdad.

    Al menos esa fue mi intención hasta que escuché una segunda voz reclamando por el ruido y me quedé de piedra, allí acostada en la camilla, porque había sido lo suficientemente idiota para no darme cuenta que había otra persona cuando yo entré. Incorporé apenas la cabeza para poder ver quiénes eran, así vi al muchacho que no ubicaba de absolutamente nada, pero asumí que era de tercero y la chica rubia que... tampoco me sonaba.

    La chica lo bombardeó a preguntas sobre su estado y la sonrisa que él le dedicó me hizo pensar que, bueno, le había hecho un poquito de gracia la energía de la muchacha. No tardó en darse cuenta del motivo por el que estaba allí y cuando pareció conseguir el kit de primeros auxilios los dos de percataron de mi presencia, así que me incorporé despacio en lo que la rubia se acercaba para sentarse en la cama de enfrente.

    Noté el vistazo que me lanzó el chico, pero no abrió la boca casi esperando que lo hiciera ella, que de por sí era claro que iba a hacerlo, y en su lugar volcó toda la atención en desinfectarle el raspón y yo seguí sus movimientos casi como un vigía. El saludo de la rubia me hizo regresar la atención a ella con rapidez, le dediqué una sonrisa suave de las de toda la vida y negué con la cabeza para confirmar que no me había molestado.

    —Estoy bien, solo tenía algo de náuseas y ya me tomé algo. Muchas gracias por ofrecerme tu ayuda de todas formas. —Inhalé despacio, todavía con el estómago algo descompuesto y hablé hacia los dos—. ¿Cómo se llaman?

    Había terminado la pregunta cuando la puerta se abrió otra vez y pensé que todos nos habíamos levantado con mala pata esa mañana o algo, pero apenas detallé los ojos del muchacho di por sentado que debía ser hermano de la chica, que me dieran un tiro si no. Lo vi exhalar y acercarse, asintió la cabeza, se detuvo junto al otro muchacho y que la cara de mala leche se le notara ligeramente más transparente me obligó contener una sonrisilla.

    Con lo que me divertía yo con los cara de culo, por Dios.
     
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    Sentí un pequeño escozor mientras mi herida era tratada, y escuché a la muchacha hablar con tranquilidad. Me sentía bastante relajada ahora.

    —Si te vuelven a dar náuseas déjame ver si podemos pedirte un té en la cafetería, a lo mejor te ayuda. Me llamo Ayako Sugawara, pero quiero que me llames Aya. Ayer fue mi primer día así que todavía no conozco a casi nadie ni de mi propia clase. Voy en la 3-1, ¿y vosotros?

    Miré al muchacho, que parecía centrado en la tarea que se traía en manos, aunque de vez en cuando nos echaba un pequeño vistazo, supuse que al menos prestaba atención a la conversación. Se levantó dejando mi herida secarse un poco al aire y buscó algo en el kit.

    —Yo soy Daichi Nishimura. 3-2. También soy relativamente nuevo —respondió de forma escueta, y me sorprendí al encontrarme de nuevo con alguien de la clase 3-2. Parecía que cuando me tocaba conocer a alguien fuera de mi clase, acababan siendo de esa. Se volteó a ver a la muchacha con una pequeña sonrisa juguetona y rio bajito—. ¿No que es de buena educación presentarse primero, Kuroneko-chan?

    ¿Kuroneko-chan?

    Me quedé algo desorientada al escuchar eso. ¿Se conocían? No, no lo parecía. ¿Entonces? Igual, al ver mejor a la muchacha, la verdad es que el nombre le quedaba muy bien. Aunque más que nombre parecía apodo, uno muy adorable.

    —¡Kuroneko-chan, me gusta como suena! —Aplaudí a Daichi mientras veía cómo volvía con una tirita—. Hey, hey, ¿tienes un apodo para mí también?

    Se quedó mirándome pensativo, parecía que mi pregunta lo tomó algo desprevenido y no parecía saber por dónde tirar.

    —Tú puedes ser Shironeko-chan~ —mencionó con algo de inseguridad en su tono de voz, reí divertida por la situación y el apodo tan poco rebuscado con el que salió—. Oye, fuiste tú la que pidió un apodo de la nada.

    —Sí, pero no esperaba algo tan… obvio y a la vez tan inesperado.

    Daichi gruñó bajito, quedándose de pie sin saber qué hacer o decir. Ups, quizá me pasé.

    —No me estoy quejando~ Me gusta que nos llames así, me hace sentir cercana a ella aunque la acabo de conocer. ¡Pero eso va a cambiar! —Exclamé ilusionada mirándola, y Daichi solo se encogió de hombros, agachándose de nuevo con la tirita—. Seamos amigas, Kuroneko-chan~

    En cuanto dije esto la puerta se abrió de par en par, y Haru se adentró en la enfermería. Parecía que hubiese venido corriendo y eso me hizo soltar una risita por lo bajo.

    —¡Haru! ¡Al fin llegaste!

    En cuanto lo vi entrar por la puerta me sentí ilusionada, feliz de ver que había llegado a tiempo y que al parecer también había leído mis mensajes. Quizá algo tarde, pero no importaba porque yo lo esperaría todo el tiempo del mundo.

    Bueno, mentira. Si no llegaba a clases a tiempo la que se comía la regañina más grande era yo.

    Pero fuera de clases no tenía dudas de hacerlo.

    En verdad pensé en saltarle encima en cuanto estuvo a mi lado, pero su actitud hacia el muchacho me provocó un pequeño puchero, arrugando con ligereza mi ceño.

    —Eh~ No seas rudo, me ha estado ayudando.

    Con suavidad empujé a Haru un poco más lejos del chico, y con la mano le incentivé a acabar.

    —¿Es tu hermano? Os parecéis un poco.

    —¡Síp~! Es mi mellizo, ¿a que es guapo?

    Me sonrió, esta vez sentí que lo hacía con ternura, y se levantó acercándose a Haru mientras le tendía la tirita.

    —Toda tuya.

    Y así se tomó la libertad de sentarse junto a la gatita negra.

    Jo, quería molestar a Haru un poco más.

    ups no dormi y me toca aún guardar cosas en cajas
     
    Última edición: 6 Junio 2021
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    Gigi Blanche

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    Era bastante evidente que había llegado a mitad de una conversación y esas cosas las odiaba como odiaba que lloviera con la ropa tendida fuera. Me las apañé para esconder todo debajo de la cara de culo, como siempre, que mutó con una ligera chispa de confusión al recibir el empujón y la molestia de Aya. ¿Eh? ¿En serio iba a enfadarse por...? Ah, qué va. Era Aya, defendería una lombriz de un pájaro si hacía falta.

    Igual no me gustaba que me regañaran en público, así que mi reflejo inmediato fue hundir las manos en los bolsillos y desviar la mirada, arrugando el ceño. En lo que hablaban de mí me tomé un momento para analizar la situación, otra mierda de las que hacía de pura inercia. Ralentizar el tiempo, fundirlo en blancos y negros y leer el ambiente. Suponía que era el único entero de los cuatro, aunque el muchacho no evidenciaba algún malestar concreto. El uniforme desaliñado lo delataba. ¿Una siesta a las ocho de la mañana? Venga ya. La chica, por otro lado, parecía compartir categoría con mi hermana. ¿Dolor de cabeza, quizá? ¿De estómago? Eran el club de la desgracia o algo.

    Pestañeé al oír que aparentemente era guapo y regresé la vista a Aya con cierta prisa, tragándome el impulso de gruñir. Joder, ¿iba a seguir avergonzándome así? Desvié mi atención al muchacho al segundo cero que percibí sus movimientos, su intención de incorporarse, y repasé el rubí de sus ojos al extenderme la tirita. No sonreí ni nada, sólo saqué una mano para aceptar el apósito y tomé su lugar al borde de la cama, junto a Aya. La miré un segundo y luego a su herida, girándola apenas para comprobar que la hubiera limpiado bien. Al menos había hecho un buen trabajo, el mocoso.

    Y era más alto que yo y todo.

    Qué puto coraje.

    —Perdona que no leí los mensajes antes —murmuré en voz baja, enfocándome en abrir la tirita para aplicarla con suma delicadeza en su rodilla—. No me di cuenta de revisar el móvil.

    Era un puto desastre con la tecnología y Aya lo sabía, desde siempre me dejaba el móvil en cualquier lugar, lo perdía, lo olvidaba y lo recuperaba por arte de magia. Muchas veces lo tenía encima pero no recordaba quitarle el modo silencioso, y así íbamos. Liberé el aire por la nariz lentamente al dejar el apósito bien adherido y regresé las manos a mi espacio, subiendo a sus ojos. No me gustaba que se lastimara, pero era parte de la vida.

    —¿Andabas distraída por ahí otra vez? —le cuestioné, aunque todo en mi voz y semblante se habían suavizado. Estiré una mano para alcanzar su frente y darle un golpecito de nada—. Ten más cuidado, Aya.

    Sabía que lo decente sería agradecerle al chico este por haber cuidado de mi hermana, pero de momento el coraje no me daba para abrir la boca y soltar algo del estilo frente a tantas personas.
     
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    Zireael

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    Si no sería de lo más adorable esta chica, así nada más me estaba diciendo que si me seguía sintiendo mal le dijera para ver si me conseguía un té o algo, poco después se presentó y me quedé un poco fuera de base cuando dijo que iba a tercero, a la 3-1 específicamente, porque hasta el momento habría pensando que era nueva e iba a segundo como mucho. El chico efectivamente era de tercero también, normal si era casi igual de alto que Al ahora que lo miraba mejor, se presentó como Nishimura y asentí con la cabeza suavemente.

    El apodo me tomó algo fuera de base, aunque tenía razón porque les había preguntado sin siquiera decirles cuál era mi nombre. Dejé salir una risilla bastante liviana, porque me hacía gracia que el chico pareciera medio desentendido pero aún así saliera a decirme Kuroneko-chan como si fuera lo más normal del mundo. Sugawara le aplaudió el apodo, incluso le pidió un apodo para ella y vi el intercambio con bastante curiosidad.

    Shironeko-chan.

    —Pues vale, seamos amigas —respondí con una pequeña sonrisa—, Aya-senpai. Ah, yo soy Kurosawa Shiori, así que Nishimura-senpai le acertó a parte de mi apellido con lo de Kuroneko.

    La chica recibió a su hermano con tal alegría que algo me punzó en el pecho, de hecho me picó en el cuerpo directamente y es que contrario al haber visto a los gemelos Kasun, el que estos fueran chico y chica sí me lanzó recuerdos más precisos a la cabeza. Aún así me hizo algo de gracia que parecieran tan opuestos, era evidente que ella tenía era la culo inquieto y él, en fin, ya lo había pensado antes. Solo por divertirme un poco pensé en afirmar ante el comentario de la chica que su hermano era guapo, pero pensé que o le empeoraba la cara de culo o lo mataba de nervioso porque no parecía especialmente cómodo, así que solo me callé y lo repasé con la vista un poco porque sí.

    Daichi le tendió la bandita y terminó por sentarse a mi lado, dejándole espacio al famoso Haru para que atendiera a su hermana y ya cuando estaba en eso al hablarle a ella, tanto la cara de mala hostia como el cuerpo en general parecieron habérsele suavizado. No parecía tener intenciones de agradecerle a Daichi, así que aprovechando que se había quedado a mi lado giré el rostro y busqué su mirada para hacerlo en su lugar.

    —Gracias por ayudarla. —Se me amplió bastante la sonrisa un poco contra mi voluntad—. Y por darnos apodos compartidos~
     
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    Gigi Blanche

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    Me sorprendió bastante recibir los ojos de Emi y que fuera precisamente para intentar calmarme, como si hubiera captado al vuelo lo que iba pensando. Parpadeé, algo fuera de base, y sonreí sin tregua. Sonreí pese a todo, porque quizá me hubiera descuidado con Kohaku, quizá no pudiera removerme nunca la culpa del pecho sin importar cuánto lo intentara, pero si había algo aún vacante era la posibilidad de hacerlo mejor a la próxima. Era consciente de cuán poco conocía a Emi, independientemente del cariño que le tuviera. Poco de su pasado, poco de su familia, poco de sus miedos e inseguridades. Pero podía hacerlo mejor, ¿verdad? Por ella.

    Iba a hacerlo mejor.

    Mucho mejor.

    Debía ser la pesadilla de los introvertidos, de verdad. No tenía idea cómo Al me soportaba, Kohaku tampoco, Dunn lo hacía a duras penas y probablemente sólo si había hierba de por medio. Emi medio también entraba en la bolsa de los retraídos. No era algo que me carcomiera la consciencia, no mucho o al menos no con frecuencia. Sabía que mi personalidad podía ser abrasiva, agobiante y todas esas mierdas, y no había nada que hacerle. Pero si este puto culo intenso me servía para arrancarlos de sus cuevas, para sacudirlos hasta que reaccionaran, me daba igual todo lo demás. Iba a seguir siendo la pesadilla si esa era la pieza que faltaba en el rompecabezas, iba a comerme todos los golpes, no me importaba.

    No me importaba en absoluto.

    Asentí a lo de quedar otro día para comer, Al me estrechó contra sí y me agradeció por habérselos contado. Sólo eran palabras, pero sentir que no había molestado demasiado a ninguno de los dos me dio un poquito de calma. Quizá fuera pura mierda y siguieran comiéndose la cabeza, pero mis manos tampoco podían llegar a todas partes, ¿verdad? No podía controlar todo lo que ocurriera a mi alrededor, así fueran coletazos de mis propias acciones.

    Como si fuera a tener poder alguno sobre mi onda expansiva, vamos.

    La despedida de Emi me resultó un poco apresurada, pero igual y estaba acabando el receso. No se me ocurrió pensar que la había incomodado y no sabía si agradecerlo, la verdad, porque con la angustia que me cargaba capaz reaccionaba peor de lo que habría debido. Agité la mano junto a una sonrisa hasta que nos dio la espalda, bajé el brazo lentamente y solté el aire despacio, viéndola desaparecerse en la 2-3. Prefería no decirle que me saltaría las clases, que la tonta seguro se preocupaba también por eso y a este paso íbamos a convertirnos en, no sé yo, auténticas bolas gigantes de preocupación o algo así.

    —¿Vamos?

    Busqué la mano de Altan otra vez, entrelacé mis dedos con los suyos y llamé al ascensor. Sólo era un piso, sí, pero lo de recién: si pensaba que bajar las escaleras seguro le provocaba dolor en el pecho capaz me echaba a llorar o algo, no confiaba en mi templanza. Me mantuve en silencio, distrayendo mis ojos en cualquier parte, y cuando quise recordar estaba mordisqueándome la mejilla.

    Entré a la enfermería y eché un vistazo dentro antes de cerrar la puerta, por suerte no había nadie. Pues nada, ya era experta o algo así en esto. Guardé el lazo en el bolsillo del blazer, me lo quité y lo dejé al pie de la camilla antes de colarme dentro de las sábanas. Esperé por Al y lo observé un par de segundos antes de suspirar y apoyar la cabeza en su hombro suavemente, porque de veras tenía miedo que le doliera o algo. Había querido besarlo, no sé, pero por alguna razón estúpida no me sentí en el derecho o pensé que no era momento. Que debía tener mierdas en la cabeza y era mi culpa y sí, era estúpido, pero lo dicho: vete a saber cuándo me quitaba la sensación de encima.

    —Gracias por venir conmigo, cariño —susurré desde allí, pestañeando lento, y dejé que mis ojos se fueran cerrando progresivamente.

    dijiste que ya habías acabado con Altan así que obviamente no tienes que postear ni nada, por eso asumí un par de cosas, pero ya que habían dicho que iban a venir pos (?
     
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    Tenía las reacciones medias relentizadas todavía, la lectura del mundo no era tan precisa como de costumbre, y tardé lo que me pareció una eternidad en pesar la culpa que debía estar bañando a Anna, imaginé que sería similar a la culpa que me había bañado a mí la madrugada que Jez se me soltó a llorar en el teléfono y salí pitando. Era una culpa que venía de haber sido inútil o sentirse como tal, cuando era claro que no podíamos proteger a todo Dios, salvarlos, sanarlos. Habían cientos de cosas que estaban fuera de nuestras manos, sin importar si yo veía los hilos o no, jamás podríamos tenerlos todos entre los dedos y controlarlos.

    La gente que amábamos sufría, los que los rodeaban también y a veces solo podíamos sentarnos a esperar milagros, a confiar en que alguien además de nosotros pudiera lograr lo que no alcanzábamos, confiar en los putos hilos que movían el mundo, que unían a todos entre sí, incluso a aquellos que parecían no conectar con nada. Al final del día todos pertenecíamos a la telaraña, quisiéramos o no.

    Quizás los introvertidos del culo como yo, Dunn, Ishikawa y quién sabe cuántos más sobrevivíamos por los putos intensos que nos sacaban de las greñas de la cueva, negándose a dejarnos morir en el frío como deseábamos hacer, algunos se aferraban con garras y dientes a su soledad, otros tantos la dejábamos ir con algo más de facilidad, pero el caso era el mismo, alguien nos sacaba. No estaba seguro pero de repente me sonaba de lo más lógico, como si ese fuese el funcionamiento normal del mundo, el orden de las cosas y pensé quién coño salvaba a nuestros salvadores.

    No encontré respuesta.

    Así que me tocaba responsabilizarme por el montón de idiotas de mi clase y cuidar siquiera a la persona que pasaba queriendo salvarnos, porque de todas formas ya se lo había dicho. Anna podía cuidarnos, nadie se lo iba a impedir nunca, pero tenía que dejarme cuidarla a ella y punto, sin réplicas.

    Mi agradecimiento había sido genuino porque si ya en ese momento sentía semejante pesar por no haber sabido una mierda, por haber descuidado al chico, no quería ni imaginar lo que iba a sentir si me hubiese enterado más tarde cuando solo viera los resultados. No quería pensarlo, porque de repente la idea de que faltaba uno en ese grupo de gente, uno que debía saber, me estaba carcomiendo la conciencia, no que me comiera la cabeza pero sí me estaba incomodando un montón.

    Hodges desapareció en su clase, pensé en lo apresurado de su despedida pero no tenía tiempo para eso, que tenía a esta niña aquí al lado y sentí que se iba a hacer pedazos en cualquier segundo. Su mano me regresó un poco a tierra, porque tenía la cabeza, el puto archivo, trabajando a potencia y solo así pude pausarlo en seco.

    Agradecí que llamara el ascensor, la verdad, no que tuviese particular problema con bajar escaleras, pero aún así la reducción de esfuerzo fue un alivio. Se mantuvo callada y, de nuevo, mi culo introvertido solo permaneció en silencio también, pero le acaricié el dorso de la mano con el pulgar todo el rato como si fuera mi manera de darle algún consuelo.

    Ya en la enfermería prácticamente refleje sus movimientos, solo que al acomodarme tuve que contener la mueca del dolor de la costilla para no ir a preocuparla de sobra, igual ya acostado no lo sentía tanto así que todo normal. La dejé acomodarse en mi hombro, la rodeé con el brazo presionándola un poquito contra mi cuerpo y alcancé a darle un beso en la frente luego de que me agradeciera.

    —Tú me llamas y yo aparezco en donde sea que estés, así funciona y no tienes que agradecerme nada, cielo. —Alcancé las puntas de su cabello con los dedos luego de que cerrara los ojos y fue inmediato, me pesaron un montón los párpados a pesar de la preocupación que me había quedado en el centro del pecho y de los miles de hilos en movimiento, pero aún así murmuré una canción como si ya fuese tradición o algo—. I still look at you with eyes that want you.

    When you move, you make my oceans move too.

    If I hear my name, I will run your way.

    chale mi corason de poio cant handle these emotions

    respondo el post que me cayó de Rider en la cafetería y ya cierro aaaaa dios mah heart
     
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    Zireael

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    Fuera por inercia o no, su mano encontró mi cabeza, se dedicó a acariciarme sin más y me tensé una fracción de segundo antes de relajarme a conciencia otra vez. ¿Qué si estaba arrastrando a este desgraciado al centro de la mierda? Posiblemente, pero también quería pensar que era capaz de largarse de la misma forma en que había aparecido y ya.

    El fuego seguía repiqueteando, girando como un tornado, chocando contra las paredes y dejándome a mí en el ojo del huracán. Había una calma espantosa allí dentro del círculo de fuego, rodeada de la ira abrumadora, pero dado que no tenía hacia a quién o qué dirigirla sólo giraba, giraba y giraba. Cargándose como un generador y cuando toda la energía se liberara, Dios, no quería ni imaginarlo.

    Tomé aire con cierta fuerza cuando habló, su voz me llegó algo embotada y ya que había agarrado al desgraciado de apoyo moral sin venir a cuento, tampoco vi por dónde negarme a lo que me dijo. Ni siquiera cuando la enfermería seguía siendo un lugar de mierda en donde me marcaba puras cagadas o a donde me llevaban después de que mi desastre explotara.

    Me separé con cuidado, me quité algunos mechones de cabello del rostro y asentí con la cabeza. La voz de Hiradaira me llegó de alguna parte, mucho más embotada que la de Zoldryck, y me hizo recordar que estaba allí a ojos de todo Dios. Me ajusté la máscara, la tranquilidad impostada de siempre, y me aparté del marco de la puerta para comenzar a caminar en dirección a la enfermería sin prisa realmente.

    ¿Y luego, si esta idiota terminaba en medio del fuego cruzado, qué cojones iba a hacer?

    Desaparecer como siempre.

    Insane tururu

    Tremendo doble post pero bueno
     
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    Insane

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    No sabía para nada en lo que me estaba metiendo, en el riesgo que estaba corriendo de entrometerme en un pantano negro de gasolina con el mechero cerca de un fosforo tambaleándose en lo más alto del peñasco, porque apenas llevaba una semana conociéndola, porque había sido enteramente amable en el transcurso de los encuentros, porque no tenía pinta de guardar la caja de pandora en el centro de su pecho permeado de dolor por lo que la vida poco a poco le fue arrebatando. Le seguí los pasos sintiéndola como si andase en modo automático a lo que un chispazo me atravesó la cabeza.

    No había dicho que tuviese novio, por lo tanto jamás relacioné lo uno con lo otro.

    Quizá había tenido una discusión en casa, o tal vez se había peleado con su amiga de toda la vida, porque ya el malestar fisíco lo había descartado por completo. Me adentré luego de ella en la enfermería, las cortinas estaban cerradas por lo tanto el sol que tanto me gustaba apenas y se colaba entre la tela meneándose por el viento de las ventanas ligeramente abiertas.

    No había absolutamente nadie dentro, pese a ello le resté importancia de lleno.

    No supe muy bien el por qué pero era como si la chica alegre de la piscina, la azotea o el pasillo hubiese desaparecido en un maniquí completamente mudo, aún así no me asusté, nisiquiera me tensé, quizá porque por mi familia y mi hermano también tenía un historial que aprendía a sobrellevar sobre la espalda, de esos que nunca me atrevía a hablar con nadie que no fuese él. Aún así había algo clave en ello, el hablar, sino hablas te ahogas y de ahí a que te saquen el agua de los pulmones podrías tardar una eternidad.

    Me quité la mochila dejándola sobre una de las camillas, buscando sus orbes en el proceso, como si lo que estaba por darle lo dejase en segundo plano al quedarme con el pulgar e índice en el cierre sin abrirlo, pensando que un tonto yogurt no haría una diferencia por lo que simplemente me llevé por el instinto al querer ayudarle en solucionar lo que sea que estuviese atravesando.

    —¿Sabes? Mi madre siempre dice que sin conocer a los demás jamás podrás entenderlos —pestañeé con parsimonia—. Y quisiera entenderte ahora, Kurosawa.
     
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    Zireael

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    Encima lo sabía, ¿no? Que todo Shibuya era un nido de mierda, que los que tenían sangre de lobo se movían por objetivos, parecían no tener estándares y solo pasaban encima de todo para llegar a ellos, que no se metían contigo directamente, sino con la gente que te importaba. Lo había aprendido en un día, de la noche a la mañana, y me perseguiría el resto de mi existencia. Y aún así estaba allí, robándole calor del cuerpo a este chico, porque aunque tenía un huracán de fuego dentro no había calidez alguna en mi mundo.

    Me siguió a la enfermería, ni modo, la idea había sido suya. Adentro las cortinas estaban cerradas, no entraba tanta iluminación como de costumbre y me quedé unos segundos mirando los rayos que se colaban entre la tela, acentuando los blancos del espacio de tanto en tanto. Sobre el mundo lleno de grises había un capa delgada de rojo, teñía mi visión, la empañaba y avivaba el fuego con una facilidad estúpida.

    No era que yo tuviese un torpedo en el culo ni nada, no era una fuente de energía en lo más mínimo, pero mi personalidad era naturalmente extrovertida y como mínimo buscaba hacer conversación. Sabía que en mi silencio se reflejaba la anormalidad, pero preferí solo callarme de todas formas, para no ir a darle motivos para preguntar. Fue, si se quiere, mi manera de tensar los hilos en un burdo intento por controlar las posibilidades.

    Y fracasó.

    Cuando dejó la mochila sobre una de las camillas buscó mis ojos, le dediqué una sonrisa de las de siempre y giré el cuerpo para acercarme a la cristalera con los medicamentos. Trasteé entre las cosas, que el paracetamol, el ibuprofeno, el agua oxigenada, vi la famosa oxicodona de Tolvaj y pasé de largo hasta que su voz me alcanzó, haciendo que detuviese mis movimientos.


    Sin conocer a los demás jamás podrás entenderlos.

    Este chico tenía que ser suicida o algo, no era normal.

    Y quisiera entenderte ahora, Kurosawa.

    Dejé la cristalera en paz, regresé sobre mis pasos con la livianidad de toda la vida y caminé por la enfermería hasta acercarme a la pared de las ventanas antes de girar el cuerpo en su dirección. Los rayos que se filtraban entre las cortinas me cayeron encima.

    —¿Y cómo para qué precisamente? —pregunté y tuve que forzarme en contener la diversión en mi voz—. No hay nada emocionante que entender.

    Me saqué el cabello de los hombros con un movimiento de mano, así sin más, y me llené los pulmones de aire, ni idea de por qué, solo pensé que de repente mi maldito incendio se estaba tragando todo el oxígeno de la habitación sin que este idiota lo supiera. Que se estaba metiendo de cabeza en un montón de mierda como quien se mete a la piscina.

    —Mi apellido significa lago negro, lo que es casi un chiste de mal gusto. —Tomé un mechón de mi propio cabello con aires distraídos, mirando las puntas como si estuviese hablando de cosas sin importancia—. Pasé de ser una hermana menor a ser hija única hace cuatro años, bueno, se hacen cuatro en unos meses. ¿Sabes una cosa, Kasun-senpai? La sangre brilla hasta en el pavimento oscuro, como estas extensiones de luces navideñas, brilla un montón y apesta a muchas cosas además de solo muerte.

    Dejé el mechón caer y volví a posar los ojos en el chico al que le estaba soltando semejante bomba por la pura gracia. Podía espantarlo y que se largara, ahora que lo pensaba, y sonaba a puto planazo.

    —Un coche lo arrolló frente a mí, bueno, el coche iba a arrollarme a mí realmente pero me hizo a un lado. —Me encogí de hombros con una tranquilidad que casi debía dar unas vibras jodidas—. Luego... vamos a ver, vamos a ver. Una pandilla molió a golpes al único idiota que consideré mi novio formal, mataron a su perro en sus narices y se tuvo que largar de Tokyo porque era eso o mi vida supongo. Ahora resulta que un cabrón de estos, relacionado a la gente que se lo cargó a palos quiere hablar conmigo.

    Reinicié los pasos para acercarme a una de las camillas y sentarme, me dejé caer encima cruzando una pierna sobre la otra y le sonreí sin más.

    —Así que ahí tienes todas las piezas, haz con ellas lo que quieras. —Solté una risa floja—. Me da lo mismo.


    tremenda F perdón por el tocho
     
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    Insane

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    Un poco sí la miré con el detalle que observaba a mi hermano cada que sentía que haría una estupidez al verla acercarse a los medicamentos, por instinto podría decirse al encenderme en ese momento las alertas de que iría a hacer alguna tontería. No la conocía lo suficiente como para entender los limites que podría cruzar o no por un mal estado anímico, así que algo esperaba estar equivocado en este momento, captando su atención al hablar y notarla detener sus movimientos. Ajeno era el hecho de que no me esperaba para nada lo que estaba por venir, el riesgo que podía correr al ser un río enfurecido con el mundo quizás. La luz colada entre los espacios de la cortina iluminó lo negro de su cabellera, y yo me mantuve en todo momento con la mirada sobre ella.

    Bueno, en las situaciones complejas nunca había emoción de ningún tipo, no a menos que se fuese alguien que disfrutase de las limitantes emocionales, y en este caso ninguno de loos dos encasillaba en aquel espectro.

    Dejé ir el cierre de la mochila en lo que apoyaba las palmas en el borde de la camilla, sin ninguna intención de dejar de escucharla, de irme ni mucho menos de dejarla ahí tirada porque bueno, si ya me estaba metiendo en algo no me escaparía como un cobarde cuando estaba dispuesto a estar ahí, escuchando minimamente sino tenía nada que considerara y podría impactarla de forma positiva.

    Lo que es casi un chiste de mal gusto

    Kurosawa Shiori. El gusto es mío, senpai.

    El martes sino mal recordaba había escuchado su apellido, y su nombre por ahí derecho, ¿no?

    Seguí atendiendo a sus palabras sin interrupciones de ningún tipo en lo que tocaba el tema de su hermano, ese que también había mencionado el mismo día en que chocamos en los casilleros, sin embargo en aquel momento no había mencionado para nada el hecho de que éste la había salvado de no ser ella quien fuese la faltante en casa actualmente. Mis facciones se suavizaron al escucharla contarlo como si hubiese creado una capa de normalidad en torno a las situaciones que probablemente le estaban punzando el pecho, como si el duelo nunca se hubiese llevado a cabo.

    Como si en realidad nunca nadie la hubiese escuchado con la seriedad que requería la situación.

    Como si nunca hubiese encontrado consuelo.


    No es como sino sintiese algo extraño bajo las costillas en el transcurso de lo que mencionaba, no es como si es su momento no hubiese apretado las manos contra la tela de la sábana sobre la colcha de la camilla, porque era literalmente una adolescente que parecía desamparada de una cosa tras otra, como si normalizara la violencia o la acumulara dentro de su corazón. En determinado momento mi ceño se frunció, podía decirse que era de las pocas personas que veía mis cejas contraerse en una emoción de disgusto.

    ¿Uno de los que tanto daño le había hecho quería hablar?

    Vamos, eso parecía tan irreal como enfermo.


    Se subió en una de las camillas frente a mí, no muy lejos como tal soltando después el que podía hacer lo que me placiera, como si me estuviese poniendo a prueba de si me iría, me quedaría, qué haría o diría al respecto. Abrí la mochila entonces, sacando el yogurt de fresa para extenderlo con la izquierda. En cuanto hizo cualquier ademán con la mano, así fuese a rechazarlo estiré la derecha para entornar mis dedos en su muñeca, halándola hacia mí con el cuidado de no lastimarla en el proceso al hacerla bajarse de nuevo.

    —Lindo apellido, Kurosawa —murmuré apoyando el mentón sobre su cabeza, tomandome el tiempo para proseguir sin ninguna prisa—. Lo lamento, todo lo que te ha sucedido, en verdad lo siento —con la mano que sujetaba el yogurt de fresa rodeé su cintura, dándome cuenta de lo delicada que era, dejando el frío de la bebida en el costado de su cadera.

    Una parte de mí me pedía el detenerme, quizá porque a corto, mediano o largo plazo la paz que mantenía al estar fuera de conflictos ajenos corría el peligro de escapar por la puerta, atravesar y alcanzar fibras que guardaba bajo llave e incinerarlas hasta volverlas nada; pero por otra parte, no era un tipo capaz de fingir que no había escuchado nada, de hacerme el ciego, sordo y mudo. Me relamí al sentir los labios secos.

    >>Shiori, sácalo, todo ese odio, esa furia que te está carcomiendo, la culpa, el miedo... suéltalo.

    No importa que sea conmigo.
     
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    Zireael

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    Hasta después pensé que este chico pudo imaginar que me iba a marcar alguna cagada con los medicamentos y ciertamente ganas no me faltaban, me daba a mí que podía meterme un chute de tranquilizantes de cualquier clase, apagar la máquina y vámonos, pero todo lo que había era la jodida oxicodona. No que yo tuviese un archivo como el de Al en la cabeza ni de coña, pero tampoco había que ser un genio, era un medicamento pesado y si no me fallaba la neurona hasta se usaba para dolor asociado al cáncer.

    En realidad ni siquiera sabía qué coño hacía ese medicamento allí y me dieron ganas de tomar las cápsulas para tirarlas por el inodoro, sabiendo que otros además de mí podían hacer una estupidez de las grandes.

    El chico este me escuchó todo el rato, hasta soltó el cierre de la mochila y volcó toda su atención en mí mientras, en resumidas cuentas, le confesaba que estaba empapada de un montón de sangre que no era mía. Que una persona había muerto en mi lugar, que otra se había largado para salvarme el culo y que siempre era yo sobreviviendo y los otros no. Que había cargado con esta peste a muerte desde que tenía trece y eso que ni siquiera le solté el pollo de mis padres, a los que cuidé por meses hasta que volviesen a levantarse y que luego no sabían ni cómo hablarme.

    Había dejado mi adolescencia atrás incluso antes de alcanzarla en todas las de la ley.

    Mi figura era la del fantasma de mi hermano, había hecho todo lo que él hubiese hecho de haber quedado en mi lugar. Había cuidado de todos, había preparado los almuerzo, las cenas, hasta los desayunos, había atendido en el minisuper en lugar de mi padre, había hecho inventario a quién sabe qué horas de la noche. Todo sin derramar una lágrima y luego había llorado como desgraciada con Hiroki, pero ahora no estaba, y aunque lo había llorado también, ¿realmente lo dejaba dolerme? ¿Dejaba que las cosas me dolieran y que sanaran?

    No.

    Abría mis propias heridas una y otra y otra vez, impidiendo que cicatrizaran, las abría y dejaba que la sangre alimentara mi fuego. Luego cuando las dejaba quietas un rato, aparecía otro desgraciado y las abría por mí, recordándome por qué nunca apagaba el incendio, por qué quería el control de todo lo que tenía alrededor como una maldita loca.

    Frunció el ceño y casi solté la risa como había hecho con Hiradaira, estuvo a nada de brotarme del pecho, ronca, ausente de emoción, porque era la primera vez que veía al eternamente tranquilo Kasun Zoldryck demostrar algo más. Pensé que podía arrastrarlo, traerlo al fuego y consumirlo, desaparecer su eterna calma.

    Tragarme el oxígeno de su aire.

    Vamos, Kasun.

    Corre, corre, que el fuego te va a quemar las cejas, cielo.

    Corre de una maldita vez.

    Total que el suicida hijo de puta se quedó, abrió la mochila y sacó un yogurt de fresa. El gesto fue de lo más raro para qué mentir, intercambié la vista entre él y el objeto antes de estirar la mano para tomarlo pues porque tampoco iba a ser tan desgraciada. Claro que el idiota tenía otros planes, antes de que pudiese hacer nada enredó los dedos alrededor de mi muñeca y me arrastró en su dirección, haciendo que me levantara de la camilla.

    El fuego tomó fuerza, amenazó con estallar y estuve a nada de revolverme de entre sus brazos como un animal acorralado, atrapado de repente en una jaula. Quise despedazar los barrotes, quitármelo de encima y salir corriendo hasta perderme en algún agujero de la academia. Ni idea de por qué en realidad, si hace nada le había apoyado la cabeza en el pecho, pero fue un impulso automático que solo se frenó cuando sentí su mentón en mi cabeza y me quedé congelada.

    Me sentí estúpidamente pequeña, allí bajo su mentón y su brazo enredado en mi cintura, con el frío del yogurt pasando apenas por la tela del uniforme.

    Shiori, sácalo, todo ese odio, esa furia que te está carcomiendo, la culpa, el miedo.

    Suéltalo.

    Esta vez no pude contenerlo, la risa se me escapó, fue baja, extraña y la vibración se replicó en el cuerpo ajeno como el toque de una campana. Que lo soltara decía, había roto el espejo de los baños de abajo el día del llavero, también un tercio de los platos y vasos del club de cocina, luego había despedazo la pantalla del móvil en casa al lanzarlo contra la pared.

    Y me decía que lo soltara, allí abrazándome.

    Como si el estúpido no temiera morir quemado.

    Inhalé aire con fuerza, incluso sin querer me llené los pulmones de su olor, de aroma de su ropa y de él mismo, vete a saber, shampoo, jabón, colonia. Podía decirme lo que quisiera pero no iba a soltar nada, no podía, yo era la que nunca lloraba a ojos de nadie, era la que luego solo entraba en frenesí y despedazaba todo lo que tocaba. Pero así como esta vez no me ceñí con Hiradaira no podía soltarle nada más a este grandísimo tonto.

    —Eres un imbécil, Zoldryck —dije llamándolo por su nombre por fin—, pero de los grandes. Podrías hasta competir en un concurso de idiotas, yo digo que te llevarías el oro.

    Me las arreglé para liberarme los brazos, de forma que pude acomodarme y pasarlos por sus hombros antes de enredarlos en su cuello, terminando de fundir el abrazo. De nuevo, digamos que era lo único que tenía, la certeza de que había otra persona aunque no fuese nada mío.

    —Ya en esta escuela me van a sancionar por daños a los inmuebles la próxima, así que mejor piensa un poquito mejor a quién le andas diciendo que suelte el odio y la ira. Lo siguiente que voy a romper va a ser el auto de la directora o su oficina.


    su pinche madre alguien que me quite la computadora, putos tochazos
     
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    Insane

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    En algún momento esperé el rechazo, quizá porque había algo que habían asesinado en ella, algo que habían roto y por mucho que alguien se esmerara en regenerarlo jamás volvería a ser completamente igual. Poco sabía yo que se trataba de que la vida la había forzado a crecer en contrareloj, echándose encima responsabilidades con las que no debía haber cargado a temprana edad, una pérdida tremendamente dolorasa, el rompimiento de una relación en donde probablemente ambos siguiesen esperando ver al otro. Su risa no me tensó en ningún momento, quizá me descolocó pero no lo dejé entrever. Aunque no era la respuesta que esperaba no dejaba de ser preferible sobre que huyera sin más. Con el pulgar acaricié el contorno de su cintura dejando aún la bebida contra su cadera, riéndome entre dientes al llamarme imbécil.

    Porque nunca nadie me había llamado así.

    No sabía en lo que me estaba metiendo, no sabía que tan reciente había sido ese rompimiento forzado, no tenía ni idea de que el que mi hermano preguntase si estaba soltera me había interesado por algo más que curiosidad, y sin siquiera notarlo me estaba comenzando a enredar en un cuento que ya estaba iniciado, donde no se sabía su descenlace ni el final... pero seguramente alguien terminaría herido, y las probabilidades apuntaban en mi dirección. Quizá si lo supiese, si tuviese alguna idea de ello no me habría permitido el estar abrazándola por tanto tiempo. Fue entonces que su voz me llamó por el nombre, elevando las cejas en lo que el calor alcanzaba mis pómulos, aún así no busqué desviar la mirada ni nada.

    Kurosawa era realmente baja, pequeña, delgada, con una boca que no dudaba en soltar lo que pensaba.

    Vaya combinación de lo más problemática.


    —¿El oro? Supongo que no está nada mal si se trata de ganar —comenté risueño, aflojando el agarre al sentirla querer soltarse.

    Creí que retrocedería, que marcaría un limitante al ser este momento solo una excepción que se había dado por azares del destino, de haberla visto en el pasillo debatiéndose, de hacerme la falsa idea de que estaba enferma. Quién sabe, un poco si me llegó a pasar por la cabeza el que podría ayudarla de un modo o otro, no necesariamente siendo una válvula de escape que contenía ira dentro, sino un despeje, un lago de agua cristalina calmo en el que podría mantener sus llamas sin evaporarlo, o la brisa cálida del verano acunando el sol del que estaba hecha. Vete a saber cómo me había llegado eso a la cabeza, con lo evitativo que solía ser en mezclar alguna emoción con una chica que acababa de conocer.

    Porque así me había mantenido por años, esquivando hasta encontrarme acorralado.

    Sin embargo en esta ocasión no era ella quién había incinuado absolutamente nada, era yo quien estaba entrometiéndome donde no me llamaban.


    El tacto sobre mis hombros terminando entorno a mi cuello me hizo pestañear, casi como si creyera en un segundo que me molestaría con algo, relajando las muñecas entorno a su cintura sin dejar de verla, de escucharla, de sentirla ahí de pie pese a todo lo que estaba sobrellevando dentro de su ser. A lo que una sonrisa ligera se dibujó en mis labios, juntando mi frente con la de ella al inclinarme un poco.

    —Si haces otro daño guardaría el secreto de ser el caso, Kurosawa.

    Ladeé ligeramente la cabeza, sin perder la liviandad de siempre, como si aquel tacto no fuese completamente intimo.

    >>Por cierto, no sé si te gusta la fresa pero... lo pedí para dártelo.
     
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    Zireael

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    ah chinga, hay que abrirlo de youtube pero me gusta mucho esta versión así que ni modo (?
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    No era que pensara ya en la posibilidad de que alguien arreglara mi mierda, ni siquiera que me regresara a un centro, de hecho me sentía horrible ante la mera insinuación de ello desde el desastre de la paliza de Hiro. Simplemente ya no esperaba nada mejor, no me interesaba nada mejor y lo único que podía pedir era que la pesadilla no empeorara, pero claro, eso siempre había sido demasiado pedir para mí.

    Un capricho de mi parte.

    Que la vida nunca me permitiría.

    Había sentido su caricia y había escuchado su risa al llamarlo imbécil, cosa que posiblemente luego, cuando mi fuego amainara, iba a darme toda la vergüenza del mundo por andar llamando idiota a un senpai que recién conocía. Por ahora nada que hacerle, tenía los límites desdibujados y los cables flojos, de milagro no había ido de verdad a despedazarle la oficina a la directora si me lo preguntaba. Estaba guardando la ira, ya ni siquiera sabía si para Shinomiya directamente o para lo que se viniera después, pero la estaba dejando dentro, que me cargara como una maldita bomba nuclear.

    Igual dije que le había dado las piezas cuando realmente se las había dado a medias, no tenía ni idea de lo reciente de todo y mucho menos que en vez de salir pitando como debería hacer, solo estaba metiendo más la cabeza en las arenas movedizas. Cuando la bomba se desatara este idiota iba a quedar envuelto en las llamas solo por aproximación, porque no había sabido hacerse a un lado en el momento indicado.

    De cualquier forma se subió a mi tren de llevarse el oro por idiota y volví a reír, seguía siendo una risa apagada, ausente, pero tampoco podía pedirme milagros. Entre toda la tontería ni me había parado a pensar que seguía robándole calor del cuerpo sin más, aunque no creí que fuese a molestarle particularmente la cercanía de nadie o al menos no tanto como a otros, e igual él había iniciado la movida así que ahora se comía una mierda. Por otro lado ya estaba visto que me aflojabas un par de cables y me iba al carajo, me comportaba más como los extranjeros que conocía y el contacto no era algo que me escandalizara.

    Además, pobre chico, ahora me iba a tener encima como garrapata de seguro.

    No contaba con que el idiota de campeonato aquí presente fuese a juntar su frente con la mía, eso sí, y me quedé algo descolocada de primera entrada. Repasé sus facciones con la vista, pues porque lo tenía en las narices y pensé que en nada de parecía a su gemelo, que en nada se parecía a los otros con los que me había revuelto. Era todo calma, serenidad y suavidad.

    Nada tenía que ver con las bestias que había controlado a consciencia tantas veces.

    ¿Que guardaba el secreto decía? Tenía que insistir, era un completo estúpido.

    —Eso te haría cómplice, idiota. —Tomé aire lentamente, detuve la vista en sus ojos y le acaricié el cabello cerca de la nuca pues porque sí, porque me salió de los ovarios básicamente. Luego dijo lo de la fresa, cosa que ni me había detenido a pensar y ya ni me sorprendió que lo hubiese conseguido para mí—. Me gusta la fresa, gracias.

    Retiré los brazos de su cuello, rompiendo a su vez la unión de nuestras frente y alcancé a quitarle el yogurt bastante despacio así que su mano quedó allí en mi cintura. Tampoco hice por donde separarme ni nada, me quedé ahí todavía entre sus brazos digamos y alcé la mano para darle un golpecito en la frente con el yogurt.

    Ahora que lo pensaba, ¿cuál había sido el último abrazo que recibí? ¿El de Nagi, ya la semana pasada? No tenía ni idea.

    —Tú y yo tenemos una cita con el mejor ramen que hayas comido, Kasun, que no se te olvide.

    Eso si sobrevivía el viernes, que no tenía pinta, pero bueno.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Si sintiera la respiración de lo que corría el riesgo y me esperaba en la nuca no sabría qué tanto hubiese pensado en este momento, porque no era más que un inicio al dejarla mantenerse ahí, entre mis brazos como si nos conciéramos desde hace ya no sé hace cuánto, porque ni con Génesis llegué a tener una cercanía de aquel tipo en tan poco tiempo, ni siquiera me paré a pensar en cómo reaccionaría ella si me viese siendo tan comprensivo con una chica que no era ella. Y ni qué decir de mi hermano, me fastidiaría de aquí a quién sabe cuántos días.

    Por unos instantes me pregunté si debía saber del rompecabezas completo de buenas a primeras, sin embargo me parecía que con lo que ya sabía ella había logrado abrirse más de lo que posiblemente en su alegría cotidiana hubiese hecho. El viento se coló por lar cortinas, dejando que la luz del sol diera apenas en sus espalda sobre sus hebras ónix, bañando parcialmente el dorso de mi muñeca, como si ya el cuerpo de ella no estuviese lo suficientemente cálido por estar robándose mi calor. Respiré soltando el aire ligeramente pesado por la nariz.

    Como un tonto creé una burbuja sin saber lo frágil que era, la cantidad de alfileres que tenía ella alrededor.

    Que podía punzar y hacer de cuenta que nada pasó.


    —Asumiría la responsabilidad como cómplice entonces —bromeé sintiendo la yema de sus dedos en mi nuca, pestañeando sin abandonar el atardecer de sus orbes.

    La dejé adueñarse del yogurt aligerando el agarre que de por sí estaba flojo entorno a la bebida, creyendo que en el proceso retiraría mi mano pero apenas y alejó la cabeza, quedándose entre mis brazos. No supe si fue el frío que aún conservaba el lácteo, la mención de la salida con el título de cita, o que se mantuviese aún ahí cediendo a que no me incomodaba para nada tenerla cerca que por fin el calor embriagó mis mejillas por completo, liberando su cintura para llevar la izquierda a la altura del puente de mi nariz en lo que desviaba la mirada a una esquina de la oscuridad que aún se mantenía en la mayor parte de la enfermería.

    Kurosawa.

    El lago negro que no me incomodaría cuidar.

    Hasta que recuperara su salubridad, por lo menos.


    —El sábado a las siete paso por ti —murmuré volviendo los orbes miel sobre ella a lo que le mostraba los blancos dientes en una sonrisa cálida que no tardé en desvanecer—. Y Kurosawa... guarda mi número en la opción de llamada automática. Si algo pasa cuando hables con ese tipo —mantuve el tono de voz bajo, dejando de lado la tontería por la plena sensatez, regresando las palmas de mis manos al boder de la camilla—, llámame.

    Sabía que con lo suceptible que se encontraba podían arrastrarla, dejarla ardiendo en medio del incendio.

    >>Estaré ahí si me necesitas.

    ¿Acabándome de levantar para responder esta maravilla que los lleva al infierno? SÍ
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Fuese o no porque me había robado el rostro de mi hermano el caso es que en la mayoría de ocasiones mantenía una calma que daba puto miedo, me movía por la vida como si nada pasara, cuidaba de los otros y me colaba por todas las rendijas hasta que, no sé, no pudiesen librarse de mí sin tener que despedazar las cadenas que había echado alrededor de sus cuerpos. Aún así a la hora de la hora, estaba sola y quizás lo estaba porque no dejaba a la gente entrar realmente.

    Igual eso también lo había robado de Kaoru.

    ¿No era él el que tenía esos amigos, el que conocía a Cayden y Arata y nunca nos lo dijo? ¿No era él el que parecía una corriente de aire, incapaz de atarse a nada a pesar de protegerlos a todos?

    Era, si se quiere, nuestro poder y nuestra más absoluta maldición y me pregunté por primera vez si Aniki no se había sentido igual de solo que yo en su vida, a pesar de que sus amigos lo amaban con todo el corazón, a pesar de que nosotros lo hacíamos. Me pregunté qué lo habría hecho revolverse con personas como Shimizu y Cayden, con los malditos renegados, y cuál era su verdadera naturaleza.

    Porque me di cuenta que el rostro que había robado también podía haber sido solo una máscara.

    El rey de los idiotas aquí presente insistió en ser mi cómplice y también se me ocurrió que al final del día mis relaciones eran solo eso, complicidad sin más, que así había sido con Altan, que así sería con todo Dios. No había más porque yo no lo permitía y la única vez que lo permití, que me abrí, que solté la mierda... Bueno, ya habíamos visto los resultados.

    El pobre diablo entró en cortocircuito o eso me pareció, debió ser un combo de la forma en que me referí a la salida, la cercanía y todo el resto, pero lo vi llevarse la mano al rostro y estuve a nada de soltar la risa, aunque logré contenerme. Regresó la vista a mí y soltó lo de que pasaba por mi a las siete, quizás no me diese el cortocircuito ahora, pero al día siguiente era muy probable. No era que yo quedara con nadie con frecuencia, hombre, si lo más parecido a una quedada era cuando hacía el tonto con Altan luego de la escuela y ya, ¿ahora qué?

    En fin.

    Igual me distrajo al seguir hablando, soltando que dejara su número en la opción automática y no sé qué. Don Paranoias también, había que ver al cabrón con su eterna calma, siendo capaz de soltar esas cosas tan pancho. No respondí nada como tal, solté el aire por la nariz y me incliné para dejarle un beso en la mejilla antes de separarme. Me aparté como si nada hubiese pasado y comencé a caminar hacia la salida de la enfermería, abriendo el yogurt para darle un trago. La cascada de carbón siguió el movimiento de mis pasos.

    —Hasta luego, senpai~ —dije ya cerca de la puerta y por la pura gracia, porque era esa cabrona, antes de salir al pasillo y desaparecer solté una última cosa—. Ponte guapo para el fin de semana.


    por aquí cierro con Shio uwu perdón por tardar con la respuesta
     
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    Rider

    Rider One of a Kind

    Cáncer
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    La energía que desprendía esta chica era una cosa espectacular. Jamás creí ver de tan cerca alguien que pudiese desprender tanta alegría y entusiasmo. Era como verse en un espejo. Un espejo chiquitito y alegre. Fue un gusto saber que había acertado en los nombres de ambos, o todo se hubiese podido tornar algo incómodo, pero la verdad, es que era muchísimo más amables de lo que podía imaginar, ambos muy a su manera. Anna desprendiendo energía por todos los poros y Kohaku manteniendose sereno como el cielo azul.

    — ¡Hey, aun las conservas! —comenté feliz al ver como agitaba un tupper que contenía el susodicho cereal— ¡Almo haditas de fresa! Parte de un desayuno nutritivo y balanceado.

    Repetí el eslogan del comercial del cereal con la misma voz. Aun recordaba toda la escena vívidamente: Tenía escasos días de haber llegado a Japón, aun no lograba acostumbrarme al horario ni conciliar el sueño y por muy extraño que suene, extrañaba mi hogar. Lo único que quería era comer algo que me pudiese animar un poco mientras me adaptaba, pero cuando ambos acabamos por tomar justo la ultima caja de aquel cereal, y la vi ahí mirándome algo mortificada al pensar que se quedaría sin su cereal, pensé que para variar, podría dejar de pensar en mis problemas y hacer algo por ayudar a un desconocido, aunque fuese un gesto tan tonto como ceder una caja de cereal. Pero al ver su sonrisa en aquel pasillo del supermercado, así como la que veía ahora, me hacían pensar que había sido la decisión correcta.

    —¡Lo mismo digo! Aunque el chico y la chica de los cereales son grandes títulos ¿Eh? Aun podemos usarlos de tanto en tanto, solo por diversión.

    Aun pese a mi energía un tanto efusiva, Kohaku mantuvo esa calma tan tranquilizante mientras incluso sonreía un poco. Este chico parecía la calma personificada. No me sorprendía que Cay haya podido encontrar un amigo en él, el chico infunde confianza solo de mirarlo. ¿Y cómo lo había llamado Anna? ¿Mini Ishi? Era un apodo súper lindo. Pero por desgracia, aquello no quitó el problema mayor: No había toallas.

    Siempre supe que moriría joven ¡Pero no de neumonía! Apoyo la moción. La misión actual es secarnos antes de que esto se ponga peor y la gente se entere que no nos llega oxígeno al cerebro. A no ser...¡Que ya lo sepan! —miré dramáticamente a ambos lados, procurando que no hubiese más estudiantes alrededor.

    Pero el desanimo y el dramatismo de película de espías de serie B se esfumó rápidamente cuando Ko sugirió que podríamos conseguir una toalla en la enfermería que estaba en el primer piso. Este chico era un genio. Ambos apuntamos al chico de cabello celeste con el índice tras chasquear los dedos para seguidamente apuntarnos el uno al otro. Esto parecía que se iba a convertir una costumbre entre nosotros.

    Antes de poder decir nada, Anna me tomó alegre de la muñeca y comenzó a arrastrarme rumbo a las escaleras. Vaya que tenía mucha más fuerza de la que aparentaba ¿Eh? Pero antes de poder avanzar más, Ko alzó la voz para detenernos en seco, recordándole a Anna que no se había colocado el calzado reglamentario, y mencionar de paso que yo tampoco lo había hecho, estábamos dejando bastantes pisadas en el pasillo. Teníamos que salir de ahí rápido antes de que nos pillaran y nos pusieran a limpiar.

    Mientras nos cambiábamos de zapatos, Ko decidió adelantarse despidiéndose de los dos.

    —¡El gusto fue mío, Mr. Blue Sky! —le llamé al chico con el mismo titulo de aquella vieja canción. Seguro le vería más adelante.

    Una vez concluido el asunto del calzado tanto Annie como yo nos pusimos rumbo a las escaleras para ir al primer piso. Íbamos a un paso un poco acelerado, lo cual ya era normal la verdad, aunque detrás de nosotros estábamos dejando todo un rastro de agua. Dios, de verdad que somos tontos. Aunque bueno, era algo inevitable.

    La chica, divertida, se puso de puntillas para alcanzar mi cabello y le dio una pequeña sacudida a mi melena, saliendo volando un par más de gotas de agua. De verdad que esta chica parecía pura dulzura e hiperactividad. Era de verdad agradable encontrar a alguien así en esta escuela.

    — ¡Hey, no es justo! Tú tienes más cabello que yo y retiene más agua —reí alegre al escucharla mencionar sobre su anécdota con la olla, sus percances con la entrada del metro de la ciudad y su ostentoso titúlo—. Bueno, pues lamento decirle señorita que la competencia ha llegado. A mí el arroz me queda quemado por abajo y crudo por arriba y a las puertas que dicen "Jale" Yo las empujo.

    Realmente encontraba aquella conversación divertida y amena, solo un par de bobos contando sus peripecias y tropelías con orgullo y todo.

    Cuando finalmente llegamos a la puerta de la enfermería, esta se encontraba cerrada, lo cual podía ser comprensible, ya que literalmente el día apenas acababa de comenzar. ¡Pero los incautos no contaban con los Cerealito Buddies!

    —¡Toc, toc! ¿Hay alguien en casa? ¿Tienen un momento para hablar de la palabra del Señor? —toqué la puerta de la habitación un par de veces, pero nadie abrió— Veo que eso no funcionó, ¿crees que nos abran si decimos que vendemos enciclopedias?

    Al final opté por abrir yo mismo la puerta, por suerte no tenía seguro ni nada.

    — ¿Hola? ¿Hola Hola? ¿Arriba las manos esto es un asalto? —Miré en todas direcciones solo para cerciorarme de lo que ya sospechaba. Parecía que aun no llegaban las enfermeras, o quizás solo no se encontraban en ese momento— Vaya, eso será un problema. Espero que no les moleste si tomamos las toallas nosotros mismos directamente. ¿Sabes donde las guardan Annie-An-Chan?

    Gigi Blanche Me tomó toda una vida porqué no se resumir pero aquí estamos uwu
     
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Al chico este parecían haberle inyectado la misma marca de azúcar que a mí de pequeños, y en estos casos sabía que no había otra posibilidad más que la de potenciarnos mutuamente y mira, como tal me encantaba, pero pobres los demás. Apenas reconoció los cereales dentro del tupper asentí emocionada y me reí con su imitación de la publicidad que echaban por la tele, esa bien cutre donde salían animales de granja y todo. También había un arcoiris, ¿verdad? Y cada color era un sabor para un día de la semana o así.

    —Ah, ¿qué día eran los de fresa? —me cuestioné sumamente seria, golpeteando el borde del tupper en mi barbilla—. ¿Jueves? No... ¿Sábado? ¡Espera! Martes, ¿cierto?

    Ya estaba apuntándole con el dedo otra vez, y eso que en mi familia me habían dicho que hacerlo era de mala educación. Era casi surrealista haber topado en el Sakura con el chico de los cereales, la verdad, ¡como esos encuentros predestinados de las pelis! O las novelas de Wattpad, pero mejor. Pobre Kakeru, había sido luego de volver a Tokyo el lunes pasado y le taladré la cabeza sobre el amable chico de los cereales de camino a c...

    —¡Ah, sí! ¡Martes, es martes! Porque era lunes y quería las almohaditas para desayunar al otro día. Así que salvaste el desayuno de los martes de una chica, ¿eh? ¿Qué se siente, héroe?

    Bueno, mis razonamientos podían no tener mucho sentido pero al menos seguían cierta lógica, una que me permitiera encadenar sucesos. Algo era algo, che.

    Me pareció bien conservar los honorables títulos cerealísticos y asentí, de lo más solemne, antes de relajar la postura. Luego apoyó la idea de toallas antes que muerte por neumonía y me tragué la risa apenas notar el dramatismo que se echó encima pues para seguirle el teatro, obvio, ¿había otra alternativa humana posible?

    —¡Oye, no! —susurré, alterada, y me acerqué tapándome la boca con una mano—. ¿Dices que los de asuntos internos nos tendieron una trampa?

    Ya sí solté la carcajada cuando ambos señalamos a Kohaku y luego a nosotros mismos, que a este paso nos iban a salir rayos láser en los dedos o nos íbamos a convertir en spider man, ni idea. Luego escuché de refilón el apodo que Aleck le había clavado a Ko y la canción empezó a sonar en mi cabeza automáticamente. No me sabía la letra como tal, pero el ritmo era tan pegadizo que fui bailando e intercalando los pies hasta que alcanzamos las escaleras. Se me dio entonces por echar un vistazo detrás y volví a reírme, ¡estábamos convirtiéndonos en monstruos de agua o algo! Como ese espíritu en El viaje de Chihiro que dejaba el rastro de mugre y... ugh, qué asquito.

    ¡Bueno, pero esto era sólo agua!

    Rayos, su argumento de volumen capilar era de lo más convincente y no se me ocurrió forma de refutarlo, no era tan inteligente. Luego siguió y siguió lanzándome pruebas por toda la cara y le di un empujón suave hacia el costado, habiendo alcanzado el primer piso.

    —Bueno, bueno, ¡más despacio, cerebrito! ¿Has pensado en ser abogado? —Me reí de la forma en que lo había dicho sin darme cuenta e imposté aún más la voz para soltar la gracia que se me había ocurrido—. ¿Has pensado en ser tu propio jefe? —Y el teatro terminó—. Aunque, ¿cómo que te queda crudo por encima? ¿Cómo mierda le haces?

    Dios santo, la de estupideces que soltó Aleck en tiempo récord fue demasiado hasta para mí, sólo alcancé a reírme y esperar a la siguiente tontería para seguir riéndome. Creo que hacía mucho que no me reía tanto, la verdad, y entre esto y haber tenido a papá en casa, no sé, la mejor semana del mundo.

    Total que yo sabía que la enfermera nunca estaba en casa pero me hacía gracia e incluso me resultaba tierno verlo hundido en la ignorancia, así que lo dejé tomarse todo el tiempo que quiso hasta finalmente abrir la puerta. Apenas vi una apertura entré como pancha por mi casa y su pregunta me alcanzó desde atrás, mientras ya me estaba agachando para abrir una gaveta.

    —Obviamente, ¿con qué clase de agente cerealístico crees que estás hablando? —Me hice con dos toallas blancas, me erguí y cerré el cajón con la punta del pie—. Ya una vez me robé mantitas de la enfermería, esto es trabajo de niños.

    Con la misma soltura me dirigí a una cama, me quité los zapatos y me senté con las piernas cruzadas, buscando a Aleck por sobre mi hombro para palmear el espacio frente a mí, invitándolos a hacer lo mismo. Le alcancé la toalla, dejé mi mochila a un lado del colchón y volví a sacar el tupper de almohaditas con toda una ceremonia innecesaria. Lo sostuve entre ambas manos, lo alcé como si fuera el santo grial o algo y lo deposité lentamente entre nosotros.

    —Hermanos, hermanas, henos aquí para proceder con el ritual sagrado de todos los lunes.

    Joder, me acordé del aro de fuego de Buscando a Nemo pero no vi por dónde encajar la referencia, así que ni modo. Total que destapé el tupper y me eché la toalla encima de la cabeza, como si fuera la Virgen María o algo.

    —Ya tenemos nuestra hostia, podemos ser ministros y confesar gente, ¡y pedir galletas de diezmo! O más cereales, aunque somos nosotros los agentes cerealísticos. Hmm. ¡Ah! Y tú con tus habilidades de abogado puedes esconder todos nuestros trapitos sucios, porque no podemos ser una iglesia sin secretos turbios. ¿Qué dices, Señor para el cual aún no se me ocurre apodo?

    pedazo de delirio atrás de otro dios me encantan JAJAJAJA
     
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