Encuentro con el Destino [InuxKag]

¡Por Dios! Es imperdonable el tiempo que me he tardado en continuar este fic y pido sinceras disculpas. A veces uno se bloquea en ciertos escritos y no sabes cómo continuar. Finalmente supe cómo continuar éste y creo que les gustará este capítulo. Es un regalo por el tiempo que me tardé. Gracias por leer y por sus comentarios, saludos!​

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Capítulo 9: ¿Qué me has hecho?​

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Muy bien, repasemos los hechos. Mi padre muere, un estúpido choca mi auto a la salida del cementerio, tomo posesión de mi herencia, de alguna forma aquel hombre que me chocó está relacionado con mi empresa, peleamos, me pide disculpas, se preocupa inesperadamente por mí, luego conozco a un futuro socio, salgo con él y de casualidad aquel hombre, Inuyasha, me rapta de tal cita.

Era al menos la sexta vez que repasaba todo aquello en mi cabeza y aún así no había forma de verle el sentido. Todos aquellos hechos que rodeaban a Inuyasha tenían un matiz de misterio muy presente. Faltaba una pieza de aquel rompecabezas, algo que explicara la unión de todos esos eventos en una misma secuencia. Sin embargo, a pesar de la poca coherencia en los actos de aquel guapo hombre, por alguna razón no desconfiaba de él. Por el contrario, su compañía me transmitía seguridad. En especial ahora, después de habernos conocido mejor con aquél café que nos tomamos en mi casa. Se podría decir que pasábamos un poco la línea de conocidos, pero no creo que pudiese decir que somos amigos.

Y, por eso, esto definitivamente era demasiado.

Inuyasha preparaba unas bebidas en su cocina abierta hacia el living de su departamento, por lo que yo, sentada en el sofá junto al gran ventanal con vista a la ciudad, podía ver todos sus movimientos. Sentí el cuero negro de mi asiento bajo la yema de mis dedos. A mi izquierda, el gran ventanal con balcón que daba una bella vista a la ciudad, ya a oscuras con todas sus luces encendidas, daba un toque agradable al ambiente silencioso que había en aquel departamento.

Aquel edificio se hallaba a unas pocas cuadras de mi casa, por lo que sabía que era muy nuevo y costoso. No sólo el edificio en sí era lujoso, sino que también los muebles de Inuyasha. Tenía un sofá cuadrado negro de cuero (sobre el que estaba sentada) y dos butacas modernas de terciopelo naranjo óxido, intermediados por una mesa de centro con superficie de vidrio sobre una alfombre grande, peluda y blanca. A mi parecer, el buen gusto desbordaba hasta por los rincones.

—Toma —Inuyasha se acercó a mí con vaso de bebida y se sentó junto a mí con uno para él.

—Gracias.

El silencio reinó en el lugar. Yo no sabía por dónde empezar. Probablemente debería haber salido pitando en cuanto él hubiese bajado la guardia y volver con Kouga para disculparme por lo sucedido, pero lo cierto era que no quería irme. El tranquilo momento de sinceridad tan abierta que había tenido con Inuyasha más temprano me impedía enojarme con él. Quería saber más, quería saber de qué forma se relacionaba con mi padre, quería saber… cosas incluso más allá del asunto laboral. Por suerte, fue él quien rompió aquel silencio.

—Escucha, Kagome, acerca de Kouga…

—Eso ya no importa —Lo interrumpí. Ni yo misma podía creer que aquellas palabras salieran de mi boca. Estaban en contra de todo lo que era moralmente correcto para mí… y, sinceramente, no me importaba—. Más tarde lo llamaré y le diré que tuve una emergencia.

Inuyasha se sentó a mi lado, tornando su cuerpo hacia mí. Me miró de una manera extraña. Le devolví una mirada de «¿Qué miras tanto?» y el sonrió de lado. Me regañé mentalmente por cómo su sonrisa me aceleraba el corazón.

—Así que la pequeña Kagome prefiere quedarse conmigo antes que con Kouga Kinomoto… Me siento halagado.

Tragué en seco.

—Eso no fue lo que dije —Esperaba que mi voz sonara firme y convincente, pero solo me salió un patético tartamudeo.

Retrocedí un poco en el sofá, alejándome de Inuyasha, ya que él se acercaba más a cada segundo que pasaba. Mi corazón latía desbocado, justo como aquella mañana. ¿Habíamos vuelto a lo mismo?

—¿Entonces por qué te ves tan nerviosa? Sin mencionar que tu cara no puede estar más roja —susurró peligrosamente cerca de mi cara.

¡Ya sabía que estaba completamente sonrojada! Podía sentir la sangre amontonada en mi cara, pero no hacía falta ponerlo en evidencia. ¿Qué era lo que sentía en ese momento? ¿Cómo podía ser que Inuyasha despertara en mí tantos sentimientos en tan poco tiempo? Aquello no era racional.

—Te quedaste callada, Kagome —rió levemente. ¡Dios! ¿Era posible que tuviese una voz tan sexy?

La razón estaba a punto de abandonarme y yo apenas podía controlar mis impulsos de acortar la distancia entre nosotros —que no era mucha—, pero me costaba darle a Inuyasha un voto de confianza tan grande. Yo no era una chica de una noche, y eso él lo sabía, pero ¿cómo podía confiar en que él no me dejaría o traicionaría de alguna manera? Me asustaba comenzar a tener sentimientos tan fuertes por Inuyasha, sentimientos nuevos que jamás había sentido. Atarme a él sería dar un paso a lo desconocido y no estaba segura de estar lista.

Sin embargo, mi mente y mi cuerpo no parecían estar de acuerdo. Mientras yo pensaba todas esas cosas, mi cuerpo estaba cada vez más cerca de él. No sabía si era él el que se acercaba cada vez más o si yo también ponía de mi parte, pero nuestros alientos ya se rozaban.

—¿Y bien, Kagome? —Menta. El aliento de Inuyasha olía a menta.

Lo haría. Me dejaría llevar sin respetar moral alguna. Al diablo con el tiempo de conocerlo, al diablo con la traición, ya lidiaría con aquello luego. Me aferré a su camisa para hacer el espacio entre nosotros nulo cuando mi celular sonó.

Ambos nos sobresaltamos por igual y nos separamos. Oí a Inuyasha maldecir por lo bajo, pero no le presté atención. Miré la pantalla de mi celular y pude comprobar que era Kouga quien me llamaba. Quería responderle para darle algún tipo de explicación acerca de mi repentina desaparición de la feria, pero aún no se me ocurría nada que inventarle. Lógicamente no podía decirle que Inuyasha me había «raptado».

El teléfono desapareció de mis manos y escuché cómo se oprimía el botón de aceptar llamada. ¡Inuyasha contestó! Lo miré con terror por lo que pudiera decir.

—Habla al teléfono de Kagome Higurashi, ella no puede hablar en este momento… —Me guiñó un ojo— ni ningún otro. Está ocupada, adiós —Colgó.

Lo miré con la boca abierta. Estaba a punto de decirle un par de cosas por tomarse el atrevimiento de contestar mi celular así, cuando él se acercó nuevamente a mí. Me analizó por un momento y rió.

—¿De qué te ríes? —espeté. No me gustaba el tono burlón de su risa.

—Créeme, es imposible no reírse viéndote así —acercó su mano a mi cara y me apartó unos mechones de pelo de la frente—. Estás completamente sonrojada y te ves agitada.

Se acercó más a mí. Creí que iba a besarme al fin, pero me sorprendí al ver cómo su cabeza bajaba a mi pecho. ¿Qué demonios creía que hacía ese atrevido? Estuve a punto de apartarlo, cuando noté lo que hacía: Estaba escuchando los latidos de mi corazón. El soltó una suave carcajada. No fue burlona como las demás, sino que más tierna.

Yo no sabía que hacer ni qué decirle. Estaba muerta de vergüenza por lo agitado que estaba mi corazón y él no se retiraba de su lugar. Comenzaba a preguntarme si no se quedaba allí por pervertido, pero entonces comprendí que estaba esperando a que mi corazón se calmara… a que yo me sintiera cómoda con él.

Respiré profundo un par de veces, intentando regular los latidos de mi corazón. Unos cuantos minutos pasaron así y yo no podía dejar de pensar que aquel ambiente mágico y perfecto que había creado con Inuyasha probablemente no podría crearlo con nadie más. Me sentía seriamente atraída hacia él. Me asustaba, sí, pero al mismo tiempo esa atracción me daba la fuerza para querer arriesgarme. Quizás el que Inuyasha hubiese llegado a mi vida en un momento tan complicado no era simple casualidad, ¿no?

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero en cuando mi corazón se tranquilizó, Inuyasha se separó de mí. Una sensación de frío me embargó con su lejanía, pero me concentré en su mirada.

Se inclinó hacia delante y me besó. Al principio no logré reaccionar por la sorpresa, pero a los pocos segundos le respondí. Fue un beso suave, tierno, que realmente no guardaba intenciones de ir más allá, pero igualmente dulce. Mi corazón, que me había costado tanto mantener bajo control, se disparó de nuevo a un ritmo frenético. Cuando nos separamos, él me miró a los ojos.

—Mañana por la noche ponte algo lindo, te llevaré a cenar —Sonrió de lado—. Juro que esta vez sí estaré ahí.

Asentí torpemente con la cabeza y me separé de él.

—Debo irme —susurré apenas. ¿A dónde se había ido mi personalidad? Al parecer se la había tragado Inuyasha con su beso.

El me acompañó a la puerta. Iba saliendo cuando me tomó la mano y me atrajo hacia él para darme otro beso en los labios.

—Hasta mañana —murmuró cuando nos separamos.

Salí del edificio y llamé un taxi. Definitivamente mi mente no estaba en la Tierra en aquel momento y de mi corazón ni hablar, en cualquier momento se saldría de mi pecho. Lo peor: la tonta sonrisa que había en mi cara desde que me despedí de él.

¿Qué me hiciste, Inuyasha Taisho?