Encuentro con el Destino [InuxKag]

Lo prometido es deuda. Comenzaré a subir capítulos más seguido. Aquí el capítulo 7. Gracias por sus anteriores comentarios y espero que les guste este.​

-o-o-o-​

Capítulo 7: Quizás, no lo superé del todo.​

«¿Superado? ¡Já! Eso es poco. Ni siquiera recuerdo su nombre. ¿Qué? ¿Inuyasha? No, no lo conozco. Nunca lo hice y definitivamente nunca lo haré.»

Eso era lo que pasaba por mi cabeza a la mañana siguiente, luego de que ese me dejara plantada. Había salido a caminar por el vecindario para despejar un poco mi mente. El día estaba precioso: cielo despejado, niños jugando, el leve ronroneo de los autos al pasar… Era todo tan relajante. Justo lo que necesitaba.

El ligero vestido blanco floreado que me puse ondeaba levemente a cada paso que daba. En mi cartera llevaba, además, una corta lista de cosas que me hacían falta en casa, por lo que tendría que pasar por el mercado. Me sorprendía lo concurrida que estaba la calle. La mayoría eran personas mayores; seguramente habían salido a disfrutar de ese bello domingo que se presentaba. Aunque, aún teniendo en cuenta eso, me parecía extraño que todos hubiesen decidido salir exactamente el mismo día.

En ese momento pasé al lado de un muchacho que repartía unos volantes, quien amablemente me ofreció uno, el cual acepté.

«¡Gran feria hoy en la plaza principal!
¡Juegos, comida, presentaciones especiales y mucho más!
Sólo por este domingo, ¡no se lo pierdan!»

Eso era lo que rezaba el colorido volante. ¿Una feria? ¡Esa debía ser la razón por la que había tanta gente congregada en las calles! Seguramente iban camino a la feria. Parecía divertido, pero no tenía tiempo para eso hoy. Primero debía concentrarme en las compras.

Caminé un par de cuadras más lentamente, disfrutando cada paso, casi como si fueran los últimos. Al final, llegué al marcado. Ingresé casualmente por las corredizas puertas de vidrio y me dispuse a buscar lo que necesitaba, sacando la lista de mi cartera.

-Huevos.
-Pan.
-Cebolla.
-Cigarrillos.

Me puse en busca de todas las cosas anotadas en la lista, excepto claro, lo último que había tachado con toda mi fuerza de voluntad. Había decidido dejar de fumar desde el momento en que murió mi padre. A él nunca le había gustado que lo hiciera y siempre luchaba conmigo para que lo dejara, pero yo era un caso perdido. Por tonta comencé a fumar a los veintiún años. La verdad es que nunca tuve vicio por el pequeño cigarrillo, pero sí me gustaba fumar uno de vez en cuando, en especial si estaba estresada. Siempre supe que podría dejarlo cuando quisiera, pero ahora me hallaba con más estrés que nunca y de repente me daban ganas de fumar uno. Pero no. Haría cualquier cosa para desestresarme antes que eso. A mi padre no le gustaba, es dañino, y en su honor lo dejaría.

Ya llevaba el pan y los huevos, iba camino a buscar las cebollas cuando mi celular sonó. Miré el identificador de llamadas y descubrí que quien me llamaba era, nada más ni nada menos, que Inuyasha. Presioné sin piedad el botón de colgar y seguí caminando. A los pocos segundos volvió a sonar, siendo la misma persona y volví a colgar. No tenía ganas de escuchar excusas baratas que nadie le creería sobre el por qué me dejó plantada ayer. Después de eso, no volvió a insistir.

Pagué todo en la caja y salí del lugar. La calle seguía igual de congestionada y, a la vez, igual de amena. Antes había pensado en tomarme un taxi de regreso, pero al ver el ambiente afuera me retracté. Debía aprovechar estos hermosos días en que la ciudad estaba tan armoniosa. Era tanta mi distracción con el paisaje que no noté que un hombre venía de frente a mí y coqué con él, cayendo sentada al suelo.

—Ay —exclamé sobándome la espalda por la caída, cuando vi que alguien me ofrecía su mano para ponerme de pie—. Gracias —susurré al tiempo que aceptaba su ayuda.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —me preguntó el hombre que me había tendido la mano y el mismo con el que había chocado.

Al alzar mi vista pude fijarme bien en su rostro. Era un hombre increíblemente apuesto. Llevaba su negro cabello atado en una cola alta y su tez morena y ojos de un intenso azul le daban un aspecto bastante exótico. Pude, además, notar que estaba en buena forma por los músculos que se marcaban bajo su camisa. Iba vestido con una camisa de trabajo celeste —casi blanca— y unos pantalones color grafito. Tal vez acababa de salir de su trabajo o algo así. Aunque eso apenas lo noté. Sino que estaba analizando su blanca y perfecta sonrisa.

—Sí, disculpe mi torpeza. No vi por dónde caminaba —me disculpé muy avergonzada. Por suerte él no había sido el que cayó, sino mi vergüenza habría sido triple.

—Pierda cuidado, no fue nada —entonces miró a mis pies y se agachó para recoger algo—. Tome, se le cayó esto —me dijo viendo el papel que tomó.

Al ver el papel noté que era aquel folleto que me entregaron anunciando la feria. El chico parecía muy interesado en leerlo.

—¿Vas a la feria? —me preguntó de repente, mirándome a los ojos.

—Mmm… No, no pensaba ir, la verdad —aclaré un tanto cohibida por su mirada.

—¿Y qué dices si un hombre bueno y solitario te acompaña? —soltó con una sonrisa deslumbrante, esperen, ¿me estaba invitando a salir o algo así?— ¡Oh! Disculpa mis modales. Mi nombre es Kouga Kinomoto, y ¿tú eres…?

—Kagome Higurashi —respondí de inmediato con una sonrisa—. Es un placer conocerte, Kouga.

La cara de Kouga en ese momento era de genuina sorpresa. Una reacción no muy esperada en alguien cuando uno se está presentando. Igualmente, no tardó en hablar.

—¿Higurashi? Perdona pero, ¿eres algún familiar de Sasuke Higurashi? —vaya, eso sí que me sorprendió. Ultimamente mi padre me aparecía hasta en la sopa.

—Pues sí, soy su hija —anuncié sin dejar de sonreír— ¿Es que acaso tú lo conocías? —le pregunté con verdadera curiosidad.

—¡Vaya! Qué casualidad —exclamó—. Resulta que yo era socio de tu padre en su empresa, de hecho, ahora mismo vengo de allá. Qué coincidencia chocar en media calle con mi futura jefa —señaló riendo mientras yo lo miraba asombrada.

Eso no lo esperaba. ¿Kouga es mi socio? Las situaciones locas en las que nos pone la vida algunas veces…

—Qué locura —reí.

En parte me alegré. Sería agradable trabajar con alguien tan simpático y extrovertido como Kouga. Era bueno saber que no todos los trabajadores en la empresa eran como mi primo. Él sí que daba escalofríos.

—¿Y bien, Kagome? —llamó mi atención el joven Kouga— ¿Aceptas mi invitación a la feria?

No lo pensé mucho. La verdad, no lo pensé nada. Él era agradable y, además, un compañero de trabajo. ¿Cómo decirle que no?

—Con mucho gusto iré contigo —pero entonces pensé en todas las bolsas que llevaba—. Pero mira, aún es temprano y debo dejar mis compras en casa. ¿Qué le parece si nos encontramos en la feria más tarde? —ofrecí de la mejor manera, esperando que le pareciera bien.

—Claro, entonces nos vemos allá a las seis —decretó. Nos despedimos y cada uno se fue por su lado.

Qué locura. El mundo es tan pequeño realmente. Uno sale a hacer las compras y se encuentra con un centenar de gente: amigos, amigos de amigos, socios, de todo. En especial era increíble la cantidad de gente que mi padre conocía por sus negocios. Esperaba de corazón poder ser como él algún día, exitosa y excelente en mi trabajo.

Pronto estuve frente a mi casa de nuevo, pero lo que me encontré allí no me lo esperaba. Ahí, frente al portón que daba paso a mi propiedad, un familiar Audi TT se hallaba estacionado. Maldije internamente con todas las malas palabras que sabía. Sería imposible evitarlo. ¿Cómo se le ocurría aparecerse en mi casa después de lo que me hizo ayer? Sin duda era un desvergonzado que se había vuelto loco.

Pasé junto a su auto como si no lo hubiese visto, buscando en mi cartera las llaves para abrir el portón y poder pasar —con suerte— antes de que él dijera nada. Pero —como era de esperarse— la situación no se dio a mi favor. No había siquiera sacado las llaves de mi cartera cuando escuché la puerta del auto abrirse a mis espaldas.

—Kagome —me llamó calmadamente el hombre, mas no le presté atención y me dediqué a sacar las llaves de mi bolso y tratar de abrir la puerta.

Al ver que yo no respondía, que ni lo miraba, escuché como su pasos se acercaban a mí.

—Kagome —repitió, esta vez sentí su voz a pocos centímetros de mi espalda. Estaba muy cerca, demasiado.

La cerradura del portón cedió y la puerta de fierro se abrió. Me agaché para tomar las bolsas que había dejado en el suelo para poder abrir la puerta, pero al erguirme denuevo Inuyasha estaba enfrente mío, bloqueándome el paso hacia la casa. Lo miré con el más puro odio y solté un suspiro de exasperación.

—¿Qué quieres? —inquirí secamente hacia él.

Por su cara de reconocimiento, parecía que él ya sabía que yo estaría así de furiosa. Sin duda, eso era algo malo para mí, porque si ya estaba preparado, no cedería fácilmente y lo que menos quería yo era hablar con él. Abrió la boca para comenzar a decir algo, pero lo interrumpí rápidamente.

—Te aviso que si viniste a darme una torpe excusa sobre por qué me dejaste plantada ayer eres libre de irte, porque no me interesa escucharla.

Sí, quizás estaba siendo ruda, desalmada y rencorosa, pero él tenía la culpa. Me costaba bastante depositar mi confianza en una persona y había comenzado a hacerlo en Inuyasha, ya que todos sus gestos y las veces que me había ayudado me parecían que era suficiente para que fuese merecedor de ella. Pero me equivoqué, porque me dejó.

A pesar de lo que le dije, él no se movió.

—Si soy libre de irme, también lo soy de quedarme —pronunció, moviendo sus labios de una manera que, a pesar de mi enojo, me hipnotizaba— ¿Puedo pasar para hablar contigo?

Torpe, torpe, torpe, me regañé mentalmente al encontrarme asintiendo con la cabeza a pesar de que mi mente gritaba que lo alejara de mi. ¿Cómo era posible que aquel hombre, conociéndolo tan poco, derritiera mis defensas con unas simples palabras? Todo mi autocontrol se desvanecía cada vez que pronunciaba mi nombre, cada vez que veía esos hermosos ojos dorados, cada vez que estaba a mi lado. Era capaz de dejar mi mente completamente en blanco, dejándome enteramente a su merced.

Pasamos a la casa y dejé las cosas en la cocina, mientras él me esperaba para ir a tomar asiento en la sala. Noté su mirada curiosa en cada rincón, como si fuera la primera vez que viera una casa. No le presté atención y nos sentamos ambos en sofás diferentes. Me convenía mantener la distancia con él.

—No tengo todo el día, ¿sabes? —espeté, incitándolo a hablar y llamando su atención.

Él me miró con el ceño fruncido por un momento. No parecía querer apresurarse sólo porque yo lo dijera, sin embargo, habló unos segundos después.

—Yo… Kagome, lamento mucho lo de ayer —masculló con arrepentimiento.

Un momento, si algo sabía bien de Inuyasha era que era un hombre tremendamente orgulloso y engreído. Yo estaba preparada para que él comenzara a soltar excusas o para que le echara la culpa a alguien, no para que se… disculpara. Para mi desgracia, su disculpa fue un ladrillo menos en la muralla de mi corazón. Yo no sabía qué decirle. No pensaba decirle «disculpas aceptadas, salgamos denuevo, ¿qué te parece?», pero tampoco podía simplemente ignorarlo.

—Mis disculpas no te convencen —susurró. No era una pregunta, era una afirmación—. Kagome, tuve… una emergencia de trabajo —dijo seriamente, aunque la manera en que lo dijo no era para nada convincente. Había algo más que no me quería decir, pero no me atrevía a preguntarle. Después de todo, ¿quién era yo para entrometerme en sus asuntos?

Parecía que mi silencio le molestaba, porque comenzó a mover una pierna nerviosamente mientras me miraba con creciente frustración. No podía seguir así. Yo nunca había sido una persona rencorosa y no empezaría ahora. Tendría en cuenta lo que ya pasó, pero si Inuyasha había venido hasta mi casa para disculparse es porque realmente debía estar arrepentido. Aparte, ¿qué perdía dándole otra oportunidad? Todos cometíamos errores y no sería yo quien lo juzgara por ellos.

Una leve sonrisa se asomó en la comisura de mis labios, señal de que estaba perdonado. Recibí en respuesta una increíblemente atractiva sonrisa de costado por su parte.

Supongo que, al final, no había superado del todo a Inuyasha.

-o-o-o-​

Bueno, espero que les haya gustado. El próximo capítulo también estará pronto! Muchas gracias por leer. Saludos.​

 

Hola a todos! Gracias por sus comentarios, de verdad que me hacen muy feliz. Lamento la demora pero aquí está la conti. No se por qué tengo la ligera impresión de que les va a gustar, pero bueno, eso lo dejo a su juicio. ​

-o-o-o-​

Capítulo 8: Sin defensas.​

—¡Joven Kouga! —lo llamé mientras me acercaba corriendo a la entrada de la feria.

El joven hombre que antes me daba la espalda se dio vuelta para buscarme con la mirada. Estaba parado con una polera celeste y unos vaqueros en el umbral que daba paso al pintoresco lugar, el cual estaba lleno de pequeñas carpas con diversos puestos de juegos bajo ellas. Al final, tras todas las carpas, había una mucho más grande donde, obviamente, se debían de realizar los espectáculos. Kouga se acercó a mí al ubicarme y me saludó con un beso en la mejilla.

—Creí que ibas a dejarme plantado —bromeó con una sonrisa de costado.

—¿A mi nuevo socio? Nunca —reí. Aunque si el supiera que estuve a punto…

—Sí —me carcajeé—, desde ese día le tengo miedo a cualquier tipo de reptil.​

—No me sorprende que algo así haya podido pasarte —me había dicho Inuyasha, riéndose de mi loca anécdota.​

Llevábamos bastante rato sentados en los mismos lugares de antes, hablando de diversas cosas de la vida. En aquel momento noté que su pequeña taza de café, por lo que, tras que aceptara otra, fui a la cocina a servirle un poco más con la ligera esperanza de que pudiese dormir por la noche con esa cantidad de cafeína. Volví a la sala y dejé la taza sobre el porta vasos en la pequeña mesa de centro. Estaba a punto de ir a sentarme en el mismo sillón en el que me encontraba antes, cuando Inuyasha repentinamente palmeó el espacio que quedaba junto a él en el sofá y dijo:​

—Ven, siéntate aquí para que podamos hablar mejor.​

No iba a decirle que no, claro. Me acerqué a él y me senté en aquel espacio libre. Subí las piernas sobre el sofá, apoyando mi barbilla sobre mis rodillas y mirándolo.​

—Bueno, ¿y en qué trabajas? —le pregunté. No era que quisiera caer en el aburrido tema del trabajo, sino que tenía curiosidad, ya que no sabía nada de él y, por supuesto, él nada de mí. Apenas ahora había logrado conseguir un poco de información. Claro que no todas cosas felices… Sus padres habían muerto cuando él aún era muy joven y el único familiar que le quedaba era su hermano mayor, con el que no se llevaba para nada bien. Sorpresivamente vivía tan sólo a un par de cuadras de mi casa, en un nuevo edificio al que se había mudado hace un par de meses, completamente independizado de su hermano, del cual no habíamos hablado casi nada. Su color favorito era el rojo y… bueno, detalles como esos. ​

—Soy el dueño de la compañía de mi familia —informó girándose hacia mi lado para verme de frente—. Se supone que le correspondería a Sesshomaru, pero el decidió tener su propia empresa alejado de las cosas de la familia.​

—¿Sesshomaru? —pregunté.​

—Sí, mi hermano.​

—Oh —fue lo único que dije.​

Si hizo un silencio extraño, mas no incómodo. Ambos nos encontrábamos mirándonos fijamente a los ojos. Sus doradas orbes eran como los imanes más fuertes que jamás haya conocido, atrayéndome, obligándome a querer verlos más de cerca. Sin saber cómo, ambos nos encontrábamos con nuestras caras a escasos centímetros, nuestros alientos rozándose. ​

Estaba a punto de besarlo, lo sabía, veía la intención de hacerlo en sus ojos, sin embargo, fue justamente la resolución en sus ojos la que me hizo tomar consciencia, haciendo que mi vista vagara por la sala hasta que dio con el reloj en la pared. Abrí los ojos como platos.​

¡La feria! Pobre Kouga, si no me apresuraba de seguro pensaría que lo dejé plantado. Es más, seguramente él ya estaba allí. Por esto me paré bruscamente observando fijamente a Inuyasha, el cual me miraba bastante confundido, como si lo hubiesen despertado con un balde de agua fría.​

—Lo lamento, pero olvidé que tengo un compromiso y voy tarde —me disculpé mientras tomaba mi cartera.​

Él no tardó en pararse, comprendiendo la situación.​

—S-sí, de todas formas también debo irme. No había visto la hora —comentó mirando el reloj que yo había mirado hacía tan sólo un momento.​

Y así, despidiéndonos, cada uno se fue por su camino.​

… Bueno, eso había estado cerca y me habría sentido terriblemente mal si llegaba a dejar a Kouga plantado. No era propio de mí hacer tales cosas, yo siempre cumplía a mis compromisos. Aún así, me había quedado con aquella extraña sensación en el estómago que había sentido al estar tan cerca de Inuyasha. Tanto era así, que la —que antes consideraba reluciente— sonrisa de Kouga se había opacado completamente a mis ojos. Por más que no quisiera, no podía dejar de repetirme «no es la sonrisa de Inuyasha». Increíble era cómo aquel huraño y orgulloso hombre me había atrapado sin darme siquiera tiempo a resistirme.

Kouga y yo nos dirigimos al interior de la feria. Miraba asombrada los numerosos puestos a cada lado, cada uno más original que el anterior. Un río de gente se desplazaba por el lugar en todas las direcciones, todos entusiasmados con las divertidas actividades que encontraban a su paso.

—Mira, Kagome —señaló Kouga, apuntando a un puesto a su derecha—. Es un desafío de puntería.

Nos acercamos al puesto para ver bien de qué se trataba. El juego consistía en arrojar tres aros a un montón de botellas y lograr que cada uno entrara alrededor de éstos. En una gran tabla tras la pequeña mesa con las botellas se encontraban los premios, los cuales eran un montón de muñecos de felpa. Inmediatamente un enorme oso panda llamó mi atención, era increíblemente adorable. Kouga pareció notar el cómo miraba a ese adorable peluche, porque me susurró.

—Lo conseguiré para ti.

Y acto seguido se colocó detrás de otra pareja, que estaba jugando en ese momento sin mucho éxito, para esperar su turno. Al notar mi riada divertida, levantó su brazo derecho presumiendo sus prominentes bíceps a modo de juego y dijo:

—Tranquila, señorita, usted se encuentra con un campeón en ganar pandas de felpa —presumió poniendo la voz más «sexy» que pudo (la cual no estaba para nada mal a decir verdad). Con todo ese tonto teatro logró sacarme una sonora carcajada y me acerqué a él para acompañarlo hasta que fuera nuestro turno.

—Oh, pues más le vale, señor, porque soy una persona extremadamente materialista y debo tener ese panda —hablé imitando una voz estirada—. Los pandas son mi obsesión.

Él ahí me miró divertido. Se agacho un poco para estar a la altura de mi cara y poder mirarme frente a frente a los ojos.

—No te creo —me dijo sonriendo—. No me pareces una persona materialista… aunque sobre los pandas no puedo estar seguro.

—Bueno, eso no puedes saberlo porque acabas de conocerme hoy mismo. Pero mira, te propongo algo… ya que, como acabo de decirte, soy una persona extremadamente materialista, para comprobar por ti mismo que clase de persona soy, deberás ganar ese panda —le propuse divertida—. De otro modo, lamento decirte que tendrás que pagar cada antojo que me dé por el resto de la tarde.

—Trato hecho —acordó, y sellamos el pacto con un apretón de manos—. Muero por saber cada detalle de su vida, señorita.

—Veamos si lo logra primero, señor.

En ese momento la pareja que estaba antes que nosotros se retiró desilusionada sin haber logrado ganar ni un llavero. Al parecer no era tan fácil como parecía. Ya me estaba preguntando si no habría algún truco, así como esos típicos tramposos en las ferias que planean todo para que uno nunca pueda ganar, pero habría que esperar a que Kouga jugara. Ahora me veía en un debate, ¿qué sería mejor? ¿el panda o que me compre lo que quiera por el resto de nuestra salida? Hum… Parece que por ambos lados yo ganaba, así que, ¡que vengan los aros!

Kouga pagó lo que el hombre le indicó y éste le entregó tres aros.

—Ve pensando en qué me vas a contar primero —me avisó sonriendo antes de lanzar el primer aro.

En el blanco. Já, em, bueno… parece ser que no era tan difícil. O tal vez simplemente Kouga tenía muy buena puntería. En cualquier caso, iba bien. Tomó el siguiente aro y lo arrojó, obteniendo el mismo resultado que con el primero y más tarde con el tercero.

—Espero que ya hayas repasado tu vida, porque estoy ansioso por escucharla —advirtió al tiempo que me entregaba el enorme panda y me guiaba a un puesto de hamburguesas— Te invito algo de comer, espérame en aquella banca, ¿sí? —me pidió señalando una banca de calle justo enfrente del puesto y bajo la sombra de un árbol.

—Claro.

Procedí a sentarme en la banca mientras veía a Kouga hacer la larga fila para comprar unas hamburguesas. Miré a mi alrededor. El sol estaba comenzando a ponerse, pues ya estaba bastante avanzada la tarde, poco a poco se iban escuchando cada vez menos las aves cantando y algunos niños ya se encaminaban a sus casas junto a sus madres para prepararse para el día de escuela que les esperaba al día siguiente. Lancé un suspiro. No pude evitarlo, entre tanta tranquilidad se me había salido solo. Pensar que apenas hace unas horas estuve a punto de besar a Inuyasha… De sólo pensarlo, me sonrojé.

En ese momento una persona se sentó a mi lado en la banca. Un hombre vestido con una gran chaqueta beige.

—Disculpe, ese asiento está…

—¿Por qué estás sonrojada? —me preguntó aquel hombre, interrumpiéndome.

Un momento… Yo conocía esa voz.

—¿Inuyasha…?

—¿Estás en una cita? —indagó de repente. Mirándome esta vez cara a cara. Efectivamente, era Inuyasha quien se había sentado a mi lado y debajo de aquella chaqueta llevaba la misma ropa con la que lo había visto esa tarde. ¿Qué no iba tarde para un compromiso…?

—¿Qué estás haciendo aquí? —le exigí saber, ya que la situación era un poco extraña.

—Cuando pasaba con mi auto por la calle vi que te reunías con Kouga Kinomoto.

—¡¿Me seguiste?! —exclamé sorprendida y a punto de darle una patada en donde más le doliera por esta falta de respeto.

—Él no es bueno —dijo secamente, mirando fijamente con rencor el lugar donde se hallaba Kouga en la fila. Sí, ya había notado que no prestaba atención a nada de lo que le estaba diciendo.

Un momento… ¡Alto! Los cables de mi cabeza harían cortocircuito en cualquier momento. Veamos si entendí bien: Inuyasha —que al parecer conoce a Kouga— me vio reunirme con él y decidió seguirme, ahora no sé de donde rayos salió, pero está al lado mío diciéndome que ¿Kouga no es bueno? ¿Era una broma? Kouga era una persona extremadamente agradable y se había portado de maravilla conmigo desde el primer momento, no como otros… Pero lo que más que inquietaba ahora era el de dónde conocía Inuyasha a Kouga.

—¿Cómo lo sabes? ¿Lo conoces? Porque déjame decirte que me ha tratado de maravilla en todo momento —le espeté. Estúpido Inuyasha. ¡Estábamos tan bien con la conversación de esta tarde! ¿Por qué tenía que volver a hacerme enojar?

—Oh, créeme que lo conozco. Y sé que no confío en él.

Su voz era seca, cortante, casi como una navaja recién afilada.

—Tampoco tienes por qué. A mi no me ha dado razones para desconfiar de él, por lo que no veo el por qué hacerte caso.

—Bien, traté de advertirte —entonces me jaló del brazo haciéndome correr junto a él en dirección a la salida—. Lo siento, pero no puedo dejar que esto pase.

—¡Suéltame! ¡¿Quién demonios te crees?! ¡Suéltame ahora! —bramé con todas mis fuerzas, pero sin lograr soltarme.

La gente miraba escandalizada la escena, pero no hacían nada. Aunque, por extraño que pareciera, una parte de mi tampoco quería que hicieran algo. En un abrir y cerrar de ojos me hallaba sentada en el asiento de copiloto del auto de Inuyasha y acelerando a gran velocidad por la calle.

—¿Qué te pasa? ¡Acabas de hacer que deje a Kouga solo! —chillé indignada por su reciente acto.

—Tranquila, él ya está grandecito para cuidarse solo —se burló con voz ronca, mientras daba una hermosa muestra de mi sonrisa de costado favorita.

Esa sonrisa fue suficiente para derretirme aunque fuese un poco.

—¿Podrías al menos decirme a dónde vamos? —le pedí, esta vez más suavemente.

Su sonrisa en respuesta fue radiante.

—A mi casa.

-o-o-o-​

¡No me maten por dejarlo ahí! Piensen en que si lo dejé ahí es porqué el próximo capítulo se pondrá bastante interesante, además de que tendremos la introducción de un personaje que todos —creo— amamos! ​

Gracias por leer y buen día!​