Romántico Enamorandose del Demonio [Terminado]

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Milmel, 17 Mayo 2011.

  1.  
    Unimar

    Unimar Un alma sana reside en un cuerpo sano y mente sana

    Libra
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    Hola Milmel hace tanto tiempo que no me pasaba a leer tu historia. Apenas tuve oportunidad.

    Al parecer la vida de Lenard ha dado varios giros. Ya leí los capítulos que tenía pendiente y se han generado duda tras duda. A de ser porque aún no alcanzo a comprender los cambios de estos dos personajes fabulosos.

    Lenard es un tipo genial, esta muy enamorado de esa chica la cuál le ha ocasionado un sin fin de problemas. Me agradan Ian y Kato son dos buenos personajes ya que apoyan a Mel en más de una ocasión. No… volviste a sacar a Kai, es una tristeza de verdad que el Italiano se haya ido. Pobre Mel, más bien pobre de Lenard tener que vivir "bajo la sombra" del primer amor de su enamorada.

    Reí en la parte del asiático. Es que no imagino como será su cara. Y eso de la alianza entre ellos, es sensacional ya que ninguno de ellos se lleva bien. Más problemas para el hermoso de Lenard. Hay, me ha encantado todo Mel como siempre un buen capítulo. Espero no perderme más, nos estamos leyendo.
     
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  2.  
    Syel

    Syel Extraña

    Cáncer
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    ¿Qué tal?
    Pues...No tengo como comenzar, ha sido un capítulo muy bien logrado desde el principio. No noté faltas te ortografía que fueran graves, tal vez lo que si me saco de rango fue que colocaras comas para continuar el diálogo en algunas partes, no sé si es así como se debe hacer, pero como te digo, me dejo en ceros X_X
    Desde el principio, esas ansias que tenía Mel de ver a Zafran fueron tan desenfrenadas que las pude sentir, hiciste que me llegara esa emoción y eso es muy difícil de provocar en mí, pero lo conseguiste...La impotencia que debió sentir Mel al querer ir tras él pero siendo detenida por Lenard, fue increíble esa parte.
    Luego me dejaste en estado de shock cuando él le pega en su estómago para mantenerla serena, siento que fue algo impactante y la verdad me interesaría saber como es que reacciona ella después de que se despierte y recuerde lo que le hizo Lenard, claro esta que lo que iba a hacer ella tampoco era muy agradable que digamos ¿verdad? Sin embargo me muero de la angustia, el detective es un personaje que amo pero esta vez con Kato e Ian siento que si se le paso la mano de arrogante y engreído, sigo, después de todo estas ayudando a la misma mujer, así que por lo menos debe intentar llevarse bien con ambos...Entre más peleas, más perdida de tiempo y esfuerzo estarán haciendo. En cierta manera comprendo a Kato...incluso yo me moleste cuando lo llamó "Mestizo" como que fue algo MUY ofensivo ..
    No les queda de otra, tendrán que apoyarse mutuamente si quieren conseguir respuestas y llegar al final de todo...¿no?
    Espero el próximo capítulo y las nuevas noticias
    ^^.
     
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  3.  
    Sheccid

    Sheccid Usuario común

    Géminis
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    Uff,si descubre alguien de la policía que Lenard esta trabajando con la "mafia" no sólo lo despedirán, se lo van a llevar a la cárcel y eso no será nada bonito u.u ¿y podrá dejar de llamarla Mel?
    Me encantó como recreaste los diálogos entre Kay, y pues en el fondo si tienen Lnard y él algunas cosas en común, utilizar el truco del baile- información muy bien.
    Definitivamente a Lenard le va a tocar paliza, aparte de besarla, la golpeo así que se vaya preparado XD
    Perdón por lqa tardanza, pero sabes que no me quedo sin leer los ccapis :)
     
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  4.  
    CerezoNegro

    CerezoNegro Entusiasta

    Acuario
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    Llevaba un tiempito sin leer el Fic así que discúlpame por no dejar mensajes! ;) y recientemente empecé a leerlo todo desde el inicio, realmente me han impresionado bastante los últimos capítulos, están llenos de emoción y ahora este último estuvo de infarto, realmente me encanto poder leerlo y realmente estoy esperando a poder saber qué pasará con Kat y qué hacía Zafrán allí y que rumbo tomará la historia desde ahora.
    Te felicito mucho por este Fic yy estaré esperando ansiosa la continuación. :D
     
  5.  
    Milmel

    Milmel Con un sueño en el pecho que pronto florecerá

    Capricornio
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    Título:
    Enamorandose del Demonio [Terminado]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    68
     
    Palabras:
    4361
    Cap 58: Paraíso perdido

    El sonido de voces a su alrededor la trajeron nuevamente a la conciencia, abriendo los ojos con pesadez. Le dolía el lugar donde Lenard la había golpeado para detenerla, y sin poder evitarlo recordó lo que había pasado susurrando un nombre.

    —Zafrán…

    —Despertaste —dijo una voz a su costado llamando su atención, Kato con alivio se acomodó al lado de su hermana —¿Cómo te sientes preciosa? —preguntó con dulzura.

    Al ver a Kato a su lado, Melina no pudo más que sonreír, había sido solo un mal sueño. La habitación se hallaba a oscuras iluminada vagamente por las luces del jardín, no recordaba esa habitación, supuso que era una de las nuevas decoraciones de Tanya, así que no le dio mayor importancia al asunto.

    —¿Te sientes mejor? —preguntó una voz que ella deseaba no volver a escuchar.

    Sorprendida, molesta e intrigada giró la cabeza encontrándose con un par de ojos claros que la miraban con preocupación.

    —¡¿Qué demonios haces tú aquí?! —preguntó sumamente molesta, descubriendo con pesar que no había sido un mal sueño, sino otra amarga realidad.

    —El mal innecesario se volvió necesario —respondió Kato de mala manera mirando con evidente odio al francés.

    —¡¿QUE?! —preguntó horrorizada.

    —Lo que oíste —corroboró Ian y antes que su hermana protestara prosiguió —necesitaremos de su ayuda en este asunto —dijo intentando sonar convincente —es un pacto momentáneo Kat, pero si el detective mete la pata, tienes todo el derecho de deshacerte de él de la mejor manera que te parezca —completó consciente del desprecio que su hermana sentía por ese tipo y de sus habilidades para deshacerse de los indeseables.

    —Bien. —dijo no muy convencida del hecho, pero si Ian decía que debían confiar en él, ella no era quien para desobedecer a su hermano. Bueno, al menos en ese asunto.

    La mirada que Lenard sintió sobre él lo intimidó levemente, los ojos de Melina brillaban de una manera que le causó escalofríos. ¿Qué tan peligrosa podría llegar a ser esa belleza que tenía en frente? ¿Qué tan letales podrían llegar a ser las espinas de esa rosa? Esas eran preguntas que no se sentía muy ansioso de averiguar.

    —Kat —llamó Ian desviando su atención del detective —debemos hablar —dijo.

    Melina conocía ese tono de voz, sabía que su hermano quería una explicación clara, precisa y sin faltas. Aunque ella no se sentía lo suficientemente capaz de lograrlo.

    —¿Que fue lo que pasó allí Kat? ¿A quién perseguías? ¿Quién era ese sujeto que viste?

    Preguntas claras, directas y puntuales. Típicas de Ian. Melina desvió la mirada de su hermano a la negra oscuridad del fondo, intentando buscar palabras que describieran lo que paso con ella.

    —Pensé que era una ilusión —respondió sinceramente con nostalgia —pero al parecer no lo fue.

    Todos, sin excepción la miraron curiosos.

    —¿A qué te refieres Kat? —preguntó Kato — ¿quién era ese sujeto?

    Melina cerró los ojos, no quería recordar, le dolía, pero no podía ocultarlo, la situación no lo permitía.

    —No sabría decirlo a ciencia cierta, no logré acercarme lo suficiente para estar segura —dijo con sinceridad —pero parecía ser Zafrán.

    —¿Zafrán? —preguntó Kato intrigado, era la primera vez en toda su vida que escuchaba un nombre tan extraño.

    —Mi antiguo maestro —respondió —fue quien me instruyó en algunas técnicas de combate hace mucho tiempo, cuando estaba… con él —completó con melancolía.

    Lenard no pudo evitar sentir una punzada de celos al escuchar la palabra él. Tenía la vaga idea de saber a quién se refería con ese término, era esa personita desconocida culpable de que él no pudiera alcanzar libremente el corazón de su amada.

    —Te refieres a…

    —Sí, exactamente —dijo cerrando el asunto de tajo.

    Nadie dijo más, las palabras estaban de sobra para tres, pero para uno en particular, nada tenía sentido y no pensaba quedarse fuera del círculo, nunca le gusto quedarse con las dudas en la cabeza buscando siempre tener todos los puntos claros, eh allí la razón por la que fuera el mejor en su trabajo.

    —¿A quién te refieres Mel? —preguntó, recordando a todos que tenían con ellos a un intruso.

    Melina no pudo evitar su gesto de molestia e irritación al escuchar la voz de ese indeseable.

    —Eso a ti no te interesa, así que no te metas donde no se te llama —escupió furiosa, la voz de ese tipo realmente estaba irritándola.

    Kato sonrió dichoso ante la respuesta de su hermana, ella si sabía cómo responder a imbéciles como aquel.

    Lenard pudo esconder muy bien la punzada de tristeza que le ocasionó esa respuesta, pero debía ser paciente. Melina era como un animalito herido al cual había que acercarse con cuidado para poder curarlo. Aunque ese pequeño gatito sea un animal salvaje, uno hermoso y muy peligroso. Tomó aire y respirando profundo soltó con calma.

    —Aunque no me lo creas Mel— dijo —, quiero ayudarte. Déjame hacerlo, —rogó mirando a la chica frente a él que lo miraba con desconfianza y recelo —no voy a traicionarte Mel, de eso puedes estar más que segura. Quiero ayudarte, cuidarte, prevenirte. —completó.

    La atención de todos vuelta sobre él nuevamente.

    —Sé algo que tú necesitas saber más que nada. —Añadió buscando ganarse la confianza de su amada —estás en peligro. Hay un sujeto que esta buscándote, y parece ser que no escatimará en esfuerzos por encontrarte.

    Todos lo miraron intrigados.

    ―Su nombre es Dragón.

    Melina sintió que la sangre se le fue del rostro, un mal presentimiento, ella recordaba ese nombre, lo recordaba dolorosamente bien. ¿Una coincidencia? No, estaba más que segura que no era así.

    Al ver la palidez de su rostro Lenard no dudó en preguntar.

    —¿Lo conoces?

    —Descríbelo —ordenó Ian, intrigado ante la reacción de su hermana.

    —Alto, fornido, pelo castaño, tez blanca con un marcado acento…

    —Ruso —completó Melina más blanca que un papel.

    Cada detalle físico que describía Lenard de ese tipo no hacía nada más que provocarle pánico. Ahora estaba segura, conocía al sujeto, claro que lo conocía, lo conocía tan bien que prefería no recordarlo, fue el causante de su primera herida de bala, del causante de sus penas y desgracias, del caos que reinó en la mansión de Kay, de la muerte de su amado y de la suya misma.

    —Correcto. —dijo Lenard mirándola con mas que notoria preocupación.

    La palidez de su amada le decía que no habían tenido un encuentro agradable, y que lo que sea que estuviera pasando por su mente ahora no era un recuerdo muy grato que se diga.

    —¿Qué es lo que quiere? —preguntó Kato sin quitar la vista de su hermana logrando notar el leve temblor en sus manos.

    —Encontrarla a toda costa. Tal parece que estuvo siguiendo su rastro desde Italia —dijo Lenard.

    Melina cerró los ojos intentado controlarse, tenía un cúmulo de sentimientos encontrados. Por una parte sentía pánico de sentirse perseguida nuevamente por él, por otra sentía un odio inmenso hacia el causante de sus mayores desgracias avivando su deseo de buscarlo para matarlo y así poder vengarse.

    —¿Cómo sabes tanto de eso? —preguntó Melina con los ojos aun cerrados.

    —Vino a mi oficina buscándome para encontrarte. Asegura ser primo tuyo y está desesperado por saber tu paradero. No se traga el cuento de tu muerte y supone que tu novio te tiene secuestrada en algún lugar de este país.

    La palabra novio le generó una punzada de dolor en el pecho al recordarlo. Él había sido el causante de la muerte de Kay, él había mandado a matarlo y acabar con su vida, ¿ahora suponía que la tenía secuestrada? Era la cosa más estúpida que había escuchado en un buen tiempo, ¿de dónde sacaba esa estúpida lógica? ¿De la desesperación? ¿o es que acaso la desesperación era suya al negarse a tener nuevas esperanzas de que Kay siguiera con vida para decepcionarse nuevamente?

    Ya bastantes decepciones había tenido a lo largo de ese tiempo de agonía. Ella lo había buscado, había indagado sobre él, necesitaba estar segura, pero cada pista que había encontrado había caído en punto muerto, o en la misma respuesta.

    Kay estaba muerto.

    Y el ruso había sido el causante. Aunque al ver a Zafrán hoy le había dado nuevas esperanzas, nuevas dudas, necesitaba encontrarlo. Pero. ¿Y si no era él? ¿Y si no era Zafrán? ¿Valía la pena nuevamente ilusionarse con la idea de que su antiguo maestro en las artes siguiera vivo? No estaba segura de que su roto corazón pudiera soportar otro duro golpe.

    —¿Qué le dijiste? —preguntó Melina con tono vacío.

    —Que no sabía nada de ti, —respondió seguro. Pero la mirada dudosa de Melina lo obligó a continuar—. Nunca te delataría Mel, de eso puedes estar más que segura. No te traicionaré, si lo hago, sería como traicionarme a mí mismo. Mi lealtad es contigo preciosa —dijo con fervor rogando a los cielos que su amada creyera en sus palabras —tendrían que matarme primero para llegar a ti.

    —La cohesión es algo muy práctico cuando se refiere a traicionar a las personas Lenard —aseguró Melina, muy segura de sus palabras ya que las puso en práctica en incontables ocasiones.

    —Aunque me torturen no abriré la boca —reiteró —¿necesitas más pruebas? —preguntó mostrando las heridas de su pecho.

    Los ojos de todos se abrieron en sorpresa.

    —¿Acaso eso fue…?

    —Algo así, —aseguró volviendo a cerrar su camisa —pero es una prueba de que no te venderé Mel, no te traicionaría ni muerto.

    Melina no pudo evitar formar una leve sonrisa en su rostro ni tampoco dejar escapar el leve brillo que se formó en su mirada ante las palabras de Lenard. ¿Podía confiar en ese tipo? ¿Había alguien más aparte de su familia en la que ella se podía apoyar? ¿Valía la pena hacerlo? Tenía miedo, miedo de volver a confiar en la gente y terminar traicionada como tiempo atrás. Había confiado en Thomas, lo había visto tan cercano como una familia, lo había querido así. Y fue el mismo Thomas el causante del asalto a la mansión. ¿No sería lo mismo con Lenard? ¿No estaba simplemente embaucándola con palabras dulces para luego entregarla y deshacerse de ella para escapar luego con el botín?

    No. No podía bajar la guardia, bien podría llegar a ser otro traidor, aunque por el momento no le quedaba otra más que confiar en él.

    Lenard pudo ver el cambio en sus ojos, el brillo de esperanza marcado en ellos ante sus palabras, pero luego, en cuestión de segundos apagarse del mismo modo volviendo a la desconfianza usual en ellos. Debía probarle que él era de confiar, que podía apoyarse en él, pero estaba seguro que eso era un largo y tortuoso camino por recorrer.

    —El ruso no se detendrá hasta encontrarte —dijo —me pagó una suma excesivamente alta y estoy seguro que no lo hizo solo conmigo. Aunque le di las pautas falsas está comenzando a sospechar.

    —Eso es peligroso—analizó Ian —debes distraerlo.

    —Eso hago, ya le di como datos información falsa, acerca del accidente que misteriosamente apareces como muerta. —ella asintió —aunque todos sabemos que es pura fachada. El ruso es listo, y no creo poder engañarlo por muy largo tiempo, debemos pensar en otro cosa— completó —aunque no contamos con mucho tiempo, mañana vendrá a mi despacho para entregarle los nuevos informes.

    —¿Que le dirás? —preguntó Kato desconfiado.

    —Nada contundente. Simplemente ampliaré los informes acerca del misterioso asesinato de tu supuesta familia —dijo fríamente como restándole importancia al asunto.

    El rostro de Melina se marcó por el dolor, eso no era un supuesto, era una verdad, una dolorosa verdad que ella se negaba a recordar y a aceptar.

    La sombra en los ojos de su amada le dijo a Lenard que había metido la pata hasta el fondo y eso era corroborado por la mirada asesina de sus dos guardianes que al parecer estaban por romper la tregua y matarlo allí mismo.

    —¡Eres un imbécil! —escupió Kato acercándose peligrosamente al francés —¿no sabes lo que es tener un poco de tacto? —Preguntó completamente furioso —eso que dices, ¡no es un supuesto grandísimo infeliz!

    Estaban por comenzar otra gran disputa cuando una llamada frenó las ganas de todos. Ian miró su teléfono y al reconocer el número no pudo evitar fruncir el ceño.

    ¡Señor!, —sonó la agitada voz de Kushina al otro lado de la línea —¡nos descubrieron! Debemos emprender la retirada.

    —Habla claro —ordenó.

    Descubrieron a Darcy, uno de los agentes de Sho lo encontró y lo mató.

    —¿Darcy? —preguntó Kato alarmado que se había colocado al lado de Ian para escuchar la conversación —Pero si ese tipo es un gato, ¡¿cómo pudieron descubrirlo?!

    Está muerto, aplicar plan de retirada ¡ahora! —indico Kushina por el audífono, se notaba que estaba corriendo.

    —Entiendo. —dijo con voz gélida. —Dispérsense. —Ordenó —no deben verlos juntos ni en grupos, corten comunicación, reúnanse en el punto gamma, tienen media hora para llegar, aquellos que no lo consigan serán dejados y deberán buscar sus propios medios para regresar.

    Entendido, —respondió Kushina ante la orden de su jefe —cambio y fuera —dijo cortando la comunicación.

    —Debemos irnos —dijo Ian preocupado después de colgar el teléfono —nos descubrieron.

    Lenard los miro preocupado, el mal presentimiento que sentía poco a poco se iba haciendo más fuerte, no sabía lo que pasaría, pero temía lo peor. Solo esperaba poder salir vivo de lo que sea que fuera a pasar. Instintivamente se pegó más a Melina mirando con recelo los alrededores, agudizando los oídos en busca de sonidos desconocidos o sospechosos.

    Ian estaba ansioso, eso no estaba en sus planes, pero como siempre, cada vez que el francés estaba involucrado nada salía como él lo esperaba, era en definitiva su amuleto de la mala suerte. Resignado y cansado se acercó al corredor para inspeccionar cerrándolo casi en el acto al ver pasar a toda velocidad a dos sujetos que tenían pinta de matones armados correr en dirección a los jardines.

    —Debemos salir de aquí —dijo a sus hermanos —Kato, sal por donde entraste, yo te seguiré —y mirando a su hermana soltó un bufido —si salimos vivos de esto recuérdame matarte detective —dijo sin quitar la vista de su hermana.

    —¿Porque? —preguntó Lenard extrañado.

    —Porque fue culpa de tu estúpido capricho que ahora todos estemos metidos en este lio —gruño Kato molesto.

    —Kat no podrás seguirnos así vestida como estas, —dijo Ian —llamarías mucho la atención. Además nadie se espera verte por aquí. —y mirando a Lenard reprimió otro gruñido —bien detective, es hora que demuestres que tanto deseas salvar a mi hermana.

    Lenard ante la mención simplemente hincho pecho y se paró derecho.

    —¿Que quieres que haga? —preguntó sin dudar.

    —Saldrás con Kat de la fiesta, —Melina lo miro molesta pero no objetó —lo harán de la manera que entraron, por la puerta de ingreso. Como los invitados que entraron serán los invitados que salieron.

    —No debemos levantar sospechas. —Completo Lenard —entendido.

    —Tómense su tiempo, —dijo —cuenten diez minutos, luego salgan con todo el disimulo posible de la fiesta. Deberán fingir ser una pareja para que nadie sospeche de ustedes. —y mirando a su hermana añadió —juega bien tu papel pequeña, todo dependerá de ti, el detective te seguirá, debemos salir vivos de aquí.

    —¿Lo llevaremos con nosotros? —pregunto Kato molesto, le irritaba la idea de tenerlo cerca.

    —No tenemos de otra. Si lo dejamos… —dijo mirándolo —quizá no sobreviva una segunda paliza. Lo necesitamos por ahora, llévalo contigo —ordenó a su hermana. —Cerberos deberá reunirse en el lugar de siempre.

    —Entiendo. —respondió Melina preocupada.

    Las ordenes de Ian eran claras, si no llegaban al punto de reunión que para ellos ahora era mas que evidente, se verían el el punto de reunión C, es decir aplicarían el plan B, aunque a ella no le parecían muy bien teniendo en carga la cola que llevaría con ella.

    Ian se sentía inquieto, no le gustaba dejar sola a su hermana con el enemigo, pero no les quedaba de otra, el ojo de la tormenta era por ahora el lugar más seguro en el cual se podrían encontrar.

    —Ustedes saldrán primero, camúflense, finjan ser una pareja más del montón y salgan cuando nadie repare en ustedes.

    Melina no pudo evitar sentir temor por sus hermanos, estaban en la guarida del lobo, y de uno de los más peligrosos cabe aclarar. Nada salió como lo esperado, y mirando de reojo a Lenard lo maldijo interiormente, de no haber sido por su estúpida petición ahora no se encontrarían en un dilema como el de ahora.

    —Deberán irse ahora —y acercándose a su hermana le dio un beso en la frente seguido de una bendición, Kato hizo lo mismo abrazándola levemente. Estaban inquietos, se podía notar a leguas, las cosas se habían puesto feas.

    Lenard los miro impactados, nunca espero que ellos actuaran así con ella, si alguna vez pensó que la tenían en contra de su voluntad, ahora estaba más que convencido que no era así. La protegían y cuidaban de ella, y si es que era cierto que ella perdió la memoria, no valía la pena traerla de vuelta, y si había perdido a su familia, el destino le había provisto de otra, una extraña familia, pero que la quería y la cuidaba como a su vida. Sin darles tiempo a mas, Ian le indico con la cabeza que salieran, pero antes que Lenard se acercara a la puerta de salida de la habitación, Kato lo detuvo, y jalándolo un poco hacia atrás le susurro con fiereza en el oído.

    —Está en tus manos detective, cuídala. Si algo le pasa, si tan solo tiene el mas mínimo rasguño te matare de una manera tan lenta y dolorosa que sentirás que lo que viviste la última vez fueron simplemente caricias del viento —amenazó tajante.

    Lenard trago en seco, pudo sentir la amenaza tan palpable que de solo imaginarlo le dolió el cuerpo. Pero decidido a ganarse la confianza del cuñado giró sobre sus talones y muy seguro de sí mismo sonrió galante.

    —Conmigo siempre estará a salvo—. Y tomándola de la cintura salió de allí ante la mirada molesta de ese par.

    —Es nuestro turno, vámonos —ordeno Ian una vez lo perdieron de vista —debemos salir antes que nos descubran. Los Sho no son gente muy paciente, y mucho menos cuando se refiere a invadir su territorio por cualquier asunto, y cuando se enteren que sustraemos información ten por seguro que no estarán muy felices al respecto.

    Kato simplemente asintió y acercándose a la ventana saltó siendo seguido por Ian.

    Al salir al pasillo Lenard tomo a Melina del brazo llevándola por los pasillos más alejados buscando salir de allí, pero Melina lo detuvo en seco.

    —¿No entendiste lo que te dijeron pedazo de basura? —pregunto irritada, realmente ese no era su día —¡dijo camúflense! ¡No dijo sean lo suficientemente obvios!

    Lenard lo miro intrigado. Melina soltó un suspiro cansado, tomó del brazo al detective llevándolo de regreso a la fiesta, Lenard estuvo a punto de replicar algo pero ella lo detuvo.

    —Camuflarse es esto —dijo ingresando al gran salón.

    Llamando con la mano a uno de los garzones que pasaba tomó dos copas de champan regalándole al joven una encantadora sonrisa que lo dejó embobado. Lenard la miró un tanto nervioso y un tanto celoso de la atención de la joven con el mozo, El joven intimidado por la serpentina mirada de Lenard sobre él desapareció casi al instante.

    —No dejes notar que eres un idiota histérico Nathan —dijo recalcando el nombre ofreciéndole la copa de champan.

    Lenard sonrió, por su nerviosismo de saberla a salvo había olvidado lo obvio. Definitivamente esa mujer lo idiotizaba. Él debía haber sido el de la iniciativa de volver a la fiesta, no ella, pero en definitiva esa chica le movía el piso de manera alarmante.

    Por el rabillo del ojo mientras brindaba con la copa de champan Melina vio a un par de guardias de Sho hablar sobre algo al respecto no muy lejos de donde ellos se encontraban. Decidida a saber más tomó a Lenard de la mano y jugando a la pareja feliz lo arrastró hasta quedar cerca de ese grupo.

    Lenard se dejó guiar, como mascota que sigue a su dueño donde vaya, así la siguió. Quedó más que impactado cuando la joven lo tomó de la solapa apoyándolo sobre la pared cerca del pasillo donde estaban comenzando a jugar con su corbata. Tuvo que tragar en seco más de una vez y sujetar con fuerza la copa para que no se le resbalara por los dedos de gelatina que se habían tornado justo en ese momento.

    Pero a pesar de que los ojos de Melina estaban sobre él, sus oídos y su mente estaban a unos metros a su izquierda enfocada en los tipos que hablaban a su costado. Estaban hablando en japonés. Melina se acercó a Lenard y jalando de su corbata lo inclino hasta que sus labios quedaran a la altura de su oído susurrándole con fiereza.

    —No te creas el cuento detective, aquí tenemos un par de guardias y necesito saber de qué hablan, sígueme el juego y ni se te ocurra meter la pata.

    Lenard por poco y casi no comprende las palabras de Melina, la sensación de sus labios cerca del lóbulo de la oreja le generó un escalofrío tan delicioso que tuvo que tener demasiado autocontrol para no caer derretido como chocolate al fuego en ese mismo instante.

    Cuando el volvió a incorporarse en su sitio, sus ojos ardían en deseo, se moría de ganas de sellarle los labios en un beso como el de aquella vez. Pero debía ser objetivo. Debía enfocarse en su misión, debía mantenerla a salvo y no caer en la tentación.

    “No Lenard, debes controlarte, ¡contrólate!” —se decía a sí mismo, pero era tan difícil ser objetivo con la tentación que tenía delante, ¿pero que tanto se molestaría si le robaba un beso? Debían estar en el juego de amantes otra vez, ¿así que esa no era una buena oportunidad?

    Melina no pudo evitar mirar de frente a los guardias de Sho, necesitaba memorizar esos rostros, Lenard por su parte seguía en ese debate interno entre lo que debía y lo que no podía hacer. Pero aprovechando el pánico, tomó el riesgo de levantar su mano y acariciar el brazo desnudo de Melina generándole un leve brinco de sorpresa. Melina volvió su atención sobre él.

    —¿Qué crees que haces? —pregunto con una sonrisa en los labios pero con un tono de amenaza en la voz.

    —Simplemente juego muy bien mi papel, ¿y tú preciosa? ¿Qué crees que haces? —preguntó burlón. Había subido la mano hasta tomar un mechón de su pelo rojo y llevárselo a los labios depositando un beso en ellos sin quitar la vista de ella.

    A pesar de no ser su verdadero cabello, y de saber en qué situación se encontraban, el acto de Lenard era demasiado íntimo, y el roce de sus labios con su falsa cabellera le generó un notable sonrojo. Ella no estaba acostumbrada a tanta galanura de los hombres, siempre los esquivaba y los evitaba con comentarios toscos, movimientos bruscos, y palabras hirientes, pero esta vez se quedó callada, congelada en ese gesto. Por una parte porque no se hallaba en posición de replicar, ella había sido quien lo acorraló en ese lugar, y por otra parte ese toque la llevó a un dejavu.

    Estaba comenzando a odiar ese día, esa fiesta y esas situaciones, todas eran un recordatorio de lo que tuvo y que perdió.

    Y así nuevamente perdida en sus recuerdos dejó a Lenard hacer, viendo como enroscaba su rojo cabello entre sus dedos y se lo llevaba a la boca para depositar pequeños besos sobre él. Se vio a sí misma en esa misma situación, con otro color de cabello, con otro portador de esos besos y reprimiendo una punzada giró los ojos en dirección a los guardianes de Sho buscando distraer su mente.

    El guardián que había estado mirando a Melina desde que se acercaron con evidente sospecha, ahora la miraba desconfiado y receloso. Pero Lenard aprovechando el descuido de Melina, la tomó por el mentón y volviendo su vista sobre él le sonrió.

    —No mires a otros hombres mientras estés conmigo preciosa —dijo mirándola con los ojos cargados de fuego —mírame a mí, céntrate en mí, solo en mí. —y acariciando sus labios con el dedo pulgar sin poder quitar la vista de ellos dijo sin pensar lo que sus corazón anhelaba —Quiéreme solo a mí. —y sin darle tiempo a replicar nada cerró el corto espacio que los separaba acallando cualquier palabra que fuera a salir de esa boca.

    Melina se quedó impactada. En shock, no esperaba esa reacción del detective, menos esas palabras, ¿acaso era una demanda? Si era así porque le sonaron a un ruego, ¿Por qué no lo detenía? Su cerebro estaba confundido e inquieto esta situación era tan semejante.

    ¿Qué era pasado? ¿Qué era presente? Ya no lo sabía.

    Insegura como estaba simplemente cerró los ojos y se dejó besar. Compartió ese beso robado con aquel joven una segunda vez. Ese joven extraño, que gritaba a los cuatro vientos que la amaba, que gritaba con fiereza que la protegería pese a todo, este joven extraño ajeno a ella, a su vida, a todo lo que era ella ahora, ese joven que irradiaba luz cuando ella era oscuridad.

    A ese joven que la besaba con una suavidad y una ternura que la estaban dejando embriagada, hipnotizada como no lo había estado en mucho tiempo. Un beso suave, absorbente, intrigante. Un beso tan parecido pero a la vez tan distinto que la confundía. Y sin darse cuenta, sin proponérselo siquiera se dejó llevar. Dejó que esas manos la rodearan suavemente y acariciaran su rostro con ternura y suavidad. Se dejó llevar una vez más a ese paraíso que pensó nunca más volvería a pisar.

    Continuara…

    Después de estar siglos y siglos sin actualizar, por fin he vuelto a la vida... XD
    de estar siglos y siglos sin actualizar, he vuelto a la vida....
     
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  6.  
    Syel

    Syel Extraña

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    Hola.
    Bueno, comenzando con lo técnico, no noté fallas en los acentos o en las palabras. En cuanto a los diálogos debo decir que es más como payasada mía así que no me centraré en eso.
    Me centraré en sí en la historia. Increíble las emociones que manejaste aquí, todas son tan dolorosas que no pude evitar sentirme mal.
    Lenard, como siempre hablando lo que no debe ahora por su culpa todos corren peligros y casi me quiero arrodillar a ti para decirte que no mates ni a Ian ni a Kato porque ellos han sido mi único consuelo después de la muerte de Kay u.u
    Es una lindura este hombre pero debo decir que no quiero que Mel se quede con él, no sé porque pero no me agrada del todo para ella. A Mel le van los chicos rudos y él es muy entregado a ella con sus sentimientos, al punto de ser perrito faldero.
    Opino lo mismo que Mel/Kat, aunque le juré bajarle las estrellas no debe confiar tan rápidamente en los hombres B| De eso no hay duda.
    Por lo último, enserio quise gritarle a Mel: "¡No, no seas tonta, concéntrate que por tu culpa se van a arriesgar vidas! ¡¿Qué haces?! ¡No lo beses, no lo be..Genial, lo ha hecho!" Casi mato a mi computadora por tu culpa.

    Esta parte me mató de risa y no se porque ._.
    Sin más, nos leemos ^^.
     
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  7.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Y yo no sé ni qué comentar. Todo está resultando tan rápido y enredoso. Creo que estoy igual que Syel; una parte de mí siempre esperará y mantendrá en vida a Kay y él siempre será el mejor para Melina, pero Lenard me parece un personaje complejo y excelente y aunque ella no esté del todo segura, nosotros sabemos que él la ama mucho. ¡Se alió al enemigo, por Dios! Sin embargo, creo que a mi parecer los dos deberían concentrarse en la tarea que se les ha sido asignada. Es decir, sí debían camuflarse y fingir, ¿pero y si no se controlan ahora? Es decir, Mel está adentrándose nuevamente a ese paraíso que creyó perdido y cerrado para ella. No quiero que sufra más y quiero que termine de vengarse (sí, soy mala) antes de que se involucre que alguien, eso es todo. Primero debe terminar con lo que se propuso; debe vengar la muerte de su familia y la de Kay.

    Y bueno, el capítulo ha quedado maravilloso como siempre y me he quedado con una gran inquietud, no sólo por el beso, sino porque no sé si las cosas les saldrán bien o no; tengo un mal presentimiento, el que afortunadamente nunca es acertado, así que mantengo la esperanza. Tampoco desearía que algo malo les pasara a Ian y Kato; los dos me encantan y son el único apoyo de Mel en esos momentos. Si les pasa algo quedaría mayormente destrozada. Y bueno, me despido por ahora esperando que estés bien y espero la próxima actualización ansiosa. Te cuidas.

    Hasta otra.
     
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  8.  
    Dista Nyas

    Dista Nyas Iniciado

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    Correcto... Admito que hace mucho tiempo que no leía este fic En mi defensa ¡Mataste a Kay! Y eso me dejó muy mal, pero cuando retomé de nuevo esta historia, me dejaste sin palabras, los nuevos personajes y la forma en la que se desenvuelve Mel ¡Me encanta! ¡Vaya! ¡Mujer! Me fui unos cuantos meses y esto ya está hecho un libro... 62 capítulos... Amo a Kay, no hay ni habrá otro como él ¡Nunca! Pero, admito que Lenard se está ganando mi cariño, este capítulo estuvo increíble, me encantó, sobre todo las reacciones de Lenard, a mi parecer su amor se ve tan inocente y puro, pero conociéndote quién sabe que sorpresas me traigas, contigo tengo que estar emocionalmente preparada para cualquier circunstancia o muerte.

    En fin, esperaré la continuación, aquí me tienes de nuevo.
    Un fuerte abrazo y todos los ánimos del mundo

    Atte: Razhelle <3
     
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  9.  
    Milmel

    Milmel Con un sueño en el pecho que pronto florecerá

    Capricornio
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    Título:
    Enamorandose del Demonio [Terminado]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    68
     
    Palabras:
    4370
    Cap 59: Escape (1ra parte)

    No sabía cuánto tiempo habían estado así, cuanto tiempo estaban abrazados besándose, pero no le importó. Por fin tenía a la mujer de sus sueños entre sus brazos correspondiendo sus besos. Esa era la gloria, y si debía escoger un momento para morir, anhelaba que fuera ese, entre sus brazos, perdido entre esos labios que le sabían a la gloria más deliciosa y peligrosa que en su vida hubiera probado.

    La amaba, estaba más que corroborado, la amaba con locura y con pasión. Daría su vida por ella sin pensarlo y vendería su alma al mismísimo diablo de ser necesario. No la dejaría caer, se había jurado a él mismo protegerla con su vida. Y por ese mismo motivo con el pesar de su corazón rompió el beso. Ahora no tenía temor, sabía que en alguna parte, en lo más recóndito de su ser había una esperanza para él, había dado el primer paso, y este beso, era una prueba de que en un futuro quizá muy lejano ella pudiera amarlo también.

    —Te amo —le susurró al oído abrazándola con fuerza —nunca te dejaré caer Melina, siempre serás para mí lo más importante. Voy a protegerte.

    Y mirando a su costado donde antes se hallaban los guardias de Sho que Melina vigilaba, ahora solamente había un espacio vacío, estaba seguro que ella lo mataría cuando recuperara la compostura. Tuvo que reprimir una sonrisa de autosuficiencia al saberse la razón del desconcierto de su amada.

    —Volvamos a la fiesta — susurró besándole la frente.

    Melina tardó en reaccionar, dándose cuenta muy tarde del hecho que se dejó llevar por el francés. De manera automática giró su cabeza hacia el pasillo buscando a los guardias hallando un espacio vacío allí.

    —Los perdimos —dijo sin mirarlo.

    Podía sentir esa mirada sobre ella, esos ojos claros que ahora la confundían. Debía deshacerse del detective lo más pronto posible. Debía deshacerse de él antes de que fuera demasiado tarde para ella.

    —Volvamos a la fiesta. —dijo tomándolo del brazo y tirando de él hasta llegar a la mesa de los banquetes, debía ocupar su mente, no quería pensar y mucho menos recordar ese beso que aun ahora podía sentir.

    —Besas muy bien —dijo Lenard provocando un evidente sonrojo en Melina.

    —Y si no te callas, jamás podrás volver a usar esos labios en otra persona —amenazó.

    —No me importaría, —dijo sobrador —a la única que quiero besar y que besaré siempre serás tú, así que si tú nos los usas, nadie más los tocará —respondió galante relamiéndose los labios.

    —¡Oh por el amor del cielo!, ¡¿puedes callarte?! —ordenó complemente sonrojada.

    Ese tipo no conocía lo que era el pudor. Y siendo ella una asesina a sangre fría, era increíble como estupideces como esas lograban desequilibrarla al punto de sonrojarla.

    —No puedo, —dijo con sinceridad sonriendo ampliamente —luces hermosa cuando te sonrojas.

    —¡Idiota! —dijo mirando hacia otro lado. Ese tipo la irritaba ¿Por qué no podía matarlo ahora mismo? ¡Ah! cierto, era clave para su propia supervivencia. —“Maldito karma” —pensó para sí.

    —Muy bien ladrona de mis sueños, —dijo sacándola de sus pensamientos— aquí está tu esclavo, dime que quieres que haga por ti y así lo haré. —dijo inclinándose levemente colocando una mano en puño sobre su corazón — y si quieres que baile desnudo frente a todos lo haré. Claro, solo si quieres compartir este galanaso —dijo con voz sexy y seductora señalando su cuerpo en totalidad.

    Melina no pudo evitar soltar menuda carcajada que le sacaron lagrimitas de los ojos. Ese tipo era un ególatra como no había otro. Tan ocurrente que había olvidado el peligro que los rodeaba. Sin poder parar de reír lo golpeó levemente en el pecho riendo sin parar. Lenard la miró feliz disfrutando del espectáculo.

    La sonrisa de Melina era más hermosa de lo que había imaginado, y su risa era tan melodiosa que no pudo evitar acompañarla. Esta era la Melina que él deseaba ver siempre, sonriente, feliz, alegre.

    —¿Entonces qué me dices? —volvió a preguntar con una sonrisa en el rostro.

    Melina lo miró, parecía un niño pequeño pidiendo permiso para hacer una travesura.

    —Digo, que nos pongamos manos a la obra si queremos salir vivos de aquí —dijo entre risas limpiándose las lagrimillas que se le escapaban de los ojos.

    —¿Entonces podríamos volver a bailar? —preguntó burlón, ella lo miró con cara de loco.

    —¿Camuflarse y no llamar la atención te suena de algo? —preguntó Melina sonriente. Lenard le devolvió la sonrisa feliz —¿Nunca te cansas de ser idiota? —preguntó.

    —Nunca me cansaré mientras te tenga delante mío —sonrió galante. Melina le devolvió la sonrisa mientras deletreaba la palabra imbécil. —además bella dama, dudo mucho que ambos pasemos desapercibidos y camuflados —dijo.

    —¿Porque lo dices?

    —Porque debido a tu belleza y mi galanura somos el centro de atención de todo el lugar.

    Melina miro alrededor, era cierto, las miradas de casi todos estaban volcados sobre ellos. Para ella no era de extrañar que los hombres se le quedaran mirando, esa era la meta, ella era un señuelo, una distracción. Pero ahora había que adjuntar el comodín que tenía con ella. Lenard. Era imposible negar el sex-appeal que expiraba el francés por cada uno de sus poros, y la mirada de más de una mujer volcada sobre él.

    —Como veras, camuflarnos para nosotros será tan difícil como tratar de esconder un diamante a un joyero—dijo el dueño de sus dolores de cabeza.

    Era cierto, ellos eran lo suficientemente llamativos como para pasar desapercibidos. Así que resignada tomó del brazo de Lenard nuevamente.

    —Tienes razón, será imposible escondernos. —y mirando a su alrededor encontró lo que buscaba. Quizá la loca idea del francés no sea tan mala después de todo, si después de todo llamaban la atención, ¿que importaba hacerlo un poco más? Decidida tomó del brazo a Lenard y se encaminaron hacia la orquesta encargada de amenizar la fiesta —Vamos —le dijo.

    —Contigo, hasta el infierno. —le susurró al oído sacando en Melina una sonrisa divertida.

    —Demente.

    —Por ti.

    Melina no pudo evitar reír.

    —Si mal no recuerdo la última vez que escuché algo así estabas medio muerto —sonrió.

    —Pero tú me trajiste a la vida, —respondió —¡y de qué manera! —recordó exagerando sus gestos.

    Un codazo en su costado lo dejó callado pero con una sonrisa en los labios.

    Melina colgada del brazo del francés se acercó al director de la orquesta solicitando una serie de ocho vals de una melodía tan agradable que era imposible no salir a bailar. Pero el anciano no parecía muy de acuerdo en cumplir el pedido, aunque una seductora sonrisa y unas palabras halagadoras fueron suficientes para cumplir el pedido de semejante mujer.

    —¿Sabes bailar Nathan? —preguntó Melina cuando se alejaban de la orquesta al centro de lo que para ellos ahora sería la pista de baile.

    —Pruébame ―respondió galante mientras en el gran salón los acordes de un bello vals inundaban el ambiente.

    Los ojos de todos estaban sobre ellos, la pareja más feliz y más hermosa de la fiesta. Sin proponérselo siquiera los invitados eran atraídos por el sex-appeal de ese par, deleitando su vista con la galanura, elegancia, destreza y belleza de ambos.

    Más de uno los miraba con envidia, hombres y mujeres añoraban la posición y el lugar del otro. Pero ciertos ojitos en particular los miraban con odio desde una esquina en la oscuridad. Deseando matar a aquel ser que osaba robar su lugar.

    Y no era para menos, ambos bailaban como profesionales. Para sorpresa de Melina, Lenard dominaba el estilo de vals vienés, siendo fácil para ella dejarse llevar. Simplemente sonriendo y disfrutando de la música y el baile, procurando mantener la mente en blanco y no pensar en nada. Solo bailar y disfrutar. Melina sonreía de corazón, adoraba bailar, y lo añoraba tanto como lo quería olvidar, lo amaba y lo detestaba, porque siempre le traía recuerdos de su vida pasada, de sus años dorados.

    Tal como lo había supuesto, al término de la primera melodía, unos cuantos valientes fueron acoplándose a la pareja disfrutando el baile. Después de bailar una ronda de tres piezas y habiendo acumulado a una cantidad considerables de parejas decidieron dar por terminado el baile, habían conseguido su meta. Con gran pesar Lenard detuvo su último giro y con una sonrisa de idiota enamorado la alejó del centro de la pista. Lugar que fue ocupado por otra pareja que se sumó a la fiesta. Sin quitar la vista de ella, ambos se dirigieron a la mesa de los banquetes a refrescarse antes de la carrera que les esperaba.

    A pesar de seguir siendo el centro de atención de muchos, el baile fue de mayor interés y muchos invitados se centraron en bailar, o en disfrutar el espectáculo, como si el hecho de bailar fuera un evento poco común en reuniones de ese estilo. Dejando a ese par delegados a segundo plano.

    —No sabía que podías bailar tan bien Nathan —sonrió Melina arrogante —pensé que para este tipo de vals tendrías dos pies izquierdos, pero…

    —Resultó que tengo tres derechos, ¿verdad? —preguntó burlón causando una risa suave entre ambos.

    —Hora de la retirada —dijo Melina sin borrar la sonrisa en su rostro.

    Tomados del brazo ambos se dirigieron a la salida pasando por el sector de los abrigos a recoger los respectivos, pero allí comenzaron los problemas. Las asistentas tenían problemas en encontrar el abrigo de Melina. Ella podía irse sin él, pero levantaría sospechas, y ellos no querían eso. Así que con ansiedad y pesar tuvieron que esperar, cuando otro vals hubo terminado la inquietud de ambos comenzó, el tiempo se les iba acabando.

    —Disculpen el retraso, —dijo una de las asistentas —pero no podemos hallar su abrigo señorita Johana.

    —¿Cómo que no lo hallan? —preguntó Lenard con sospecha. Ese maldito mal presentimiento estaba incrementando segundo a segundo. Debían salir de allí lo más antes posible, estaban en peligro.

    —Mis más sinceras disculpas —repitió la asistenta —pero al parecer el nuevo encargado hizo líos con la ropa en el cambio de turnos, lamento informarle que su caso no es el único. ¿Sería mucha molestia pedirle que pase a reconocer el suyo? —preguntó apenada.

    Melina miró a la joven muchacha que por respeto inclinaba la cabeza levemente enfocándose en el suelo en afán de disculpa. Intrigada y con mucha sospecha miró a Lenard.

    —Si me demoro en ese mundo de ropa amor, espérame en el carro ya te alcanzo, sabes cómo somos las mujeres cuando se refiere a estar en una tienda de ropa —dijo sonriente jugando al plan de los enamorados.

    Lenard comprendió lo que Melina le decía, que se vaya sin ella, pero él no se movería de allí sin su musa.

    —Esperaré por ti así sea una eternidad reina mía —dijo besándole la mano mirando de reojo a la asistenta que los observaba con molestia —ahora ve mi hermosa doncella, que tu valiente caballero esperará por ti hasta el fin del mundo e incluso más.

    Parecía una obra de teatro con guion barato, las palabras de Lenard e incluso su cómica actuación le parecía una burla, una parodia. Solo faltaba el traje de bufón para Lenard y listo, una perfecta parodia. Imaginarse a Lenard con traje de colores, campanillas en el sombrero y unos pantalones de seda ajustados le causaron gracia y no pudo reprimir una risa. Era increíble como aún estando en una situación semejante podía darse el lujo de sonreír e incluso reír.

    —Por aquí señorita si fuera tan amable —dijo la asistenta sacándola de sus coloridas imaginaciones indicándole el camino hacia los vestidores.

    Con una mueca Melina ingresó a ese mundo de abrigos de pieles y sacos de colores desapareciendo de la nerviosa vista de Lenard.

    La sensación de ser observado bajo una lupa incrementó los nervios de Lenard, detestaba sentirse así, alguien los vigilaba, él lo presentía. Lo había sentido cuando estaban bailando, una mirada mucho más penetrante que el resto de las personas, una cargada de odio y envidia. No sabía quién era, pero tenía el leve presentimiento que pronto lo sabría.

    Con todo el disimulo del que fue capaz inspeccionó los alrededores buscando la razón de su incomodidad. Intrigado se alejó un poco del mostrador acercándose a la baranda que daba vista a la ahora pista de baile del gran salón donde muchas parejas bailaban y giraban felices al compás de un melodioso vals.

    El recordaba esa melodía, no sabía que era vienés, la había escuchado una vez en la oficina, Dorothy la venia tarareando, si mal no recordaba, era de Daniel Diges, un español, y titulaba Algo chiquitito. Cuando Melina lo mencionó como uno de los temas a tocar, le intrigó el titulo moderno y conocido, pero ella solo le sonrió al director de la orquesta que para sorpresa suya ¡si conocía el tema!

    Perdido entre recuerdos, pero con los sentidos siempre alertas mirando a su alrededor, escuchó unos pasos tras suyo seguidos del sonido de una voz tan delicada y melodiosa que él no deseaba escuchar ni en sus pesadillas.

    —¡Lenard! —gritó.

    Con el pánico escrito en la mirada giró bruscamente hasta encontrarse con la portadora de aquella voz que lo miraba con alegría desbordante.

    —Dorothy…

    Ese no podía ser su día, de todos los lugares, de todas las ocasiones y situaciones, ¡¿tenía que ser justamente hoy el día en que debía encontrarse con esa desquiciada mujer?!

    —¡Lenard! ¡Mi amor! —Casi gritó Dorothy lanzándose a sus brazos envolviéndolo en un abrazo posesivo —¡te extrañe tanto!

    —¿Dorothy que haces aquí? —preguntó preocupado, intentando liberarse de su agarre sorpresivo.

    Con los nervios a flor de piel, Lenard volcó su vista inmediatamente hacia los vestidores donde pensaba encontrarse con una Melina completamente furiosa. Pero para sorpresa suya no había nada, ella aun no salía de allí. ¿Por qué demoraba tanto?

    El mal presentimiento iba en aumento al igual que su preocupación, no pensaba encontrarse a Dorothy la acosadora frente a él, no sabía que esperarse de esa loca mujer, por culpa de ella podría descubrirlos y matarlos en cualquier momento, debía deshacerse de esa mujer lo más pronto posible.

    —¿Cómo me encontraste? —preguntó Dorothy feliz sonriendo de oreja a oreja ignorando la pregunta de Lenard.

    —¿Encontrarte? —la pregunta descolocó a Lenard, ¿es que acaso esa mujer pensaba que el mundo solo giraba en torno a ella?

    Intrigado por su pregunta buscó poner distancia entre ellos, pero Dorothy tan enamorada no lo soltaba, simplemente profundizaba el abrazo cuanto podía. Y no pudo evitar perderse en suspiros al tener al amor de su vida nuevamente frente a ella. Esos meses lejos de él casi la habían enloquecido, pero ahora que lo tenía cerca nuevamente no pudo evitar perderse en ese hermoso ser. En esos ojos claros, en esa tez fina y en esos labios que ella quería volver a probar. Incapaz de contenerse alzó la mano para acariciar su rostro y besarlo, pero fue detenida a medio camino por el mismo Lenard, que poniéndose a la defensiva se alejó un par de pasos de ella de manera brusca.

    —No me respondiste Dodo —dijo sin poder evitar la costumbre del diminutivo —¿Qué es lo que haces aquí? ¿Cómo entraste? —preguntó preocupado.

    Al ver la mirada fiera en los ojos de su amado, cayó en cuenta de su situación poniéndola nerviosa ¿Cómo explicarle? ¿Qué podía decirle y qué no? En vano intentó esquivar su mirada buscando pensar alguna mentira que camufle la situación. Pero sus ojos de loca enamorada volvían a él, admirándolo y perdiéndose en esos bellos ojos que la miraban con recelo y desconfianza. ¿Por qué desconfiaba de ella? Ella no haría nada en contra suya, lo amaba demasiado. Pero él, ¿sentía lo mismo por ella? La vaga luz de una esperanza se encendió en su pecho.

    —Lenard… ¿acaso tú… viniste por mí? —Preguntó con un nudo en la garganta —¿Estabas buscándome? —con ojos de cachorro ansioso esperaba la respuesta positiva.

    Lenard retrocedió ante aquella pregunta, había experimentado que tan loca era esa mujer, y ahora menos que nunca la quería cerca. Instintivamente fue retrocediendo colocando más espacio entre los dos con la excusa de recoger algo del mostrador. Pero a cada paso suyo, Dorothy daba dos buscando reducir la distancia que los separaba.

    —Yo solo pasaba por aquí —dijo casual. —No sabía que también vendrías.

    Él debía ver la manera de deshacerse de esa loca. Melina estaba en peligro, lo presentía, había demorado más de la cuenta dentro de esos vestidores y la ansiedad por ir a su lado incrementaba segundo a segundo, pero Dorothy lo tenía acorralado, y la mirada de decepción en sus ojos le dio a entender que esa no era la respuesta que ella esperaba. Pero él no daría falsas esperanzas a nadie, no quería más líos con nadie. Tenía a alguien en mente, y no la cambiaría por nadie, mucho menos por esa obsesiva joven que lo miraba con tristeza.

    —¿Cómo supiste de la fiesta? —preguntó casi en un susurro.

    —Por un amigo —respondió cortante. No era mentira, sus futuros cuñados le habían facilitado el pase —pero, ya se hizo tarde y debo retirarme para…

    —¡NO! —Gritó —No te vayas, no te alejes, no sé cuándo sea capaz de volver a verte —rogó aferrándose a su brazo con mano de hierro.

    Lenard en un acto reflejo se soltó de su agarre como si se tratara de ácido que le quemaba la piel.

    —Perdóname preciosa, —dijo con educación alejándose de ella —pero debo irme, se hizo tarde y estoy…

    —Con una mujerzuela —soltó cargada de odio.

    —¡¿Qué?! —preguntó Lenard molesto, deteniendo su carrera de huida, el comentario le pareció excesivamente ofensivo y de mal gusto, más aun tratándose de Melina.

    Al voltearse para encararse a la que había osado insultar la integridad y dignidad de su amada Lenard se encontró con un par de ojos furiosos al borde de las lágrimas, ojos cargados de odio que le generaron la misma incomodidad que cuando estaban bailando.

    “Así que era ella” —pensó Lenard.

    Y por un momento se preocupó, esa loca había estado espiándolos desde hacía un buen rato. ¿Y si descubría quien era Melina en realidad? Estaba seguro que la usaría en su contra, debía ser precavido.

    —Dime Lenard Caprioli —dijo con aire contenido — ¡¿Acaso te atreviste a atrapar a una mujerzuela en MI PROPIA FIESTA?! —gritó completamente fuera de sí.

    —¿Tu fiesta? —preguntó Lenard completamente impactado. ¿Acaso había escuchado mal? ¿Todo ese lujo, detalle y confort eran para la loca que estaba delante de él? —¿acaso esta fiesta es para ti Dodo? —preguntó completamente sorprendido. ¿Quién era realmente esa mujer? ¿Alrededor de cuanta mentira había vivido todos esos años? ¿Cuántas cosas mas no sabía de la gente que trabajaba con él? Y se jactaba de ser el mejor detective de todos los tiempos ¿y no fue capaz de ver la mentira debajo su nariz?

    Un golpe muy duro en su ego fue el que volvió a recibir esa noche. Quizá el amor estaba atontándolo, quizá estaba perdiendo su toque, quizá… solo quizá…

    —No me respondiste Dodo —volvió a preguntar al ver que la joven se tapaba la boca con las manos —¿esta fiesta fue hecha para ti?

    Ante el silencio de la joven Lenard no pudo más que desconfiar, y su mal presentimiento a incrementar.

    —Así es —dijo alguien a su derecha llamando su atención.

    No había notado la presencia de alguien más en el pasillo. Pero al parecer ese joven llevaba tiempo observándolos, lo sabía por la posición de su cuerpo, inclinado levemente a la columna que daba visual al salón con un pie cruzado sobre el otro en señal de galantería y las manos metidas en el bolsillo. El aire de superioridad que emanada le causo irritación a Lenard. No lo concia de nada, pero de repente empezó a odiar a ese tipo sin razón aparente.

    —Esta fiesta fue especialmente hecha para ella —respondió señalando con la cabeza en dirección de Dorothy quien le devolvía la mirada con evidente odio.

    Lenard volvió la vista a la joven, y solo allí reparó realmente en ella. Estaba vestida de una manera de por más elegante, un vestido purpura en corte princesa que resaltaba su figura completamente, el pelo elevado en un moño discreto con algunos mechones sueltos, maquillaje espeso que remarcaba sus ojos gatunos y para rematar, joyas de oro con grandes y enormes incrustaciones de diamantes y rubíes que llamaban la atención de cualquier joyero envolviéndola por completo. Había que reconocer que se veía mucho más hermosa que antes.

    —Hoy se celebra el cumpleaños de la señorita Asako —aclaró el joven acercándose a la pareja —. Si alguien de su categoría no sabe algo tan básico como eso, es fácil suponer que ingresó como infiltrado. —dijo pedante rodeándolo mientras lo miraba de pies a cabeza con evidente desprecio acto que irritó a Lenard.

    El muchacho no parecía mayor a él, casi de su estatura, quizá un par de centímetros más bajo, tez blanca, cabello castaño claro y unos extraños ojos verdes que lo miraban con verdadero odio. ¿Quién era ese sujeto? No lo conocía de nada, pero el odio que ambos sentían era mutuo.

    Y apartándose de él, pero sin quitarle la vista se fue acercando a la joven.

    —No veo la razón de tanto escándalo Asako —dijo dirigiéndose a la joven —este tipo no vino por ti. Lo sabes. Es más, lo viste al igual que todos los aquí presentes —dijo señalando la fiesta en afán dramático.

    De manera automática Dorothy volcó la vista a la pista de baile por solo unos segundos regresando su mirada ansiosa al joven detective que los miraba con mucho recelo.

    —¿Causaron un gran revuelo allí abajo verdad? —preguntó burlón volcando sus ojos verdes nuevamente a él estudiándolo.

    Lenard no supo si interpretar sus palabras en doble sentido. ¿A qué se refería con revuelo? ¿Qué tanto sabia ese sujeto? ¿Quién era en primer lugar? Nunca antes lo había visto, pero desde el primer momento que cruzaron miradas algo le dijo que debía cuidarse de él y que sabía mucho más de lo que aparentaba.

    —Debo suponer— siguió hablando— que usted es un casanova y que vino a la fiesta simplemente en busca de una presa que creo que ya atrapó—dijo —las mujeres fáciles no siempre son las presas más exquisitas —dijo cortante con los ojos cargados de desprecio.

    Ese comentario irritó de sobremanera a Lenard, era cierto que a la mayoría de las fiestas asistió siendo colero y simplemente para atrapar bellas mujeres con las cuales compartir el romance de una noche, pero éste no era el caso. ¡Ese nunca más volvería a ser el caso! Ahora estaba con Melina, había jurado protegerla, y no permitiría que nadie la tratara como a una cualquiera. Ella era especial, única y por sobre todo, era suya.

    —Atrévete a insultarla nuevamente y te juro que te partiré la boca niño bonito —amenazó tajante. Sus bellos ojos azules brillaban con furia.

    —Oh, vaya —dijo le muchacho burlón —¿acaso te enamoraste en una sola noche casanova?

    —No te interesa —cortó, debía mantener la cabeza fría, ahora estaba con Dorothy, la loca, si ella se enteraba algo de Melina, no estaba seguro de que es lo que podría llegar a pasar. Pero sus ruegos no fueron escuchados, Dorothy estaba con las orejas de murciélago captando cualquier sonido que saliera de sus labios.

    —¿Estás enamorado de esa mujerzuela Lenard? —Preguntó Dorothy llena de celos —¡No puedes enamorarte de esa mujer!

    Cansado de que intente controlar su vida y ya fuera de control Lenard explotó.

    —¿Y por qué?— explotó ya cansado —¡¿porque no puedo enamorarme de ella Dorothy? ¡¿Por qué quieres que lo haga de ti?! —preguntó completamente irritado.

    La respuesta de Lenard la llenó de desasosiego. Otra mujer, otra se metía entre ellos nuevamente, no había bastado con que se deshiciera de todo rastro de las demás en el pasado, ahora había otra, y esta vez le costaría mucho más deshacerse de ella porque él parecía quererla.

    No.

    Él no podía quererla. Él no podía mirar a nadie más que a ella. No podía. No podía. No se lo permitiría.

    —No te atreverías Lenard —amenazó.

    —¿Porque? —preguntó ya irritado.

    —Porque si lo haces, voy a matarla —dijo con los ojos cargados de celos y envidia.

    Esas palabras tan cargadas de odio lo dejaron seco. Una amenaza directa que él tenía el leve presentimiento que se podía llegar a cumplir. Ella no mentía, sus ojos se lo decían, ella cumpliría su amenaza. Pero él no podía dejarse llevar por las emociones, la seguridad de su musa estaba en juego. Debía jugar bien sus cartas y no alterarla más de lo que ya había hecho. Debía volver a pisar terreno neutral.

    —Por tu propio bien Dorothy, —dijo —haré de cuenta que no escuché esos cometarios —cortó distante.

    Las palabras tan frías y distantes le dolieron. ¿Cómo era posible que ese hombre no pudiera ver sus verdaderos sentimientos? ¿No podía entender cuanto lo amaba? ¿es que estaba tan ciego? ¿Tan engañado? ¿Tan engatusado por esa otra mujer? Tenía que ver la manera de quitar esa piedra del camino, averiguando primero quien era ella para después borrarla del mapa como a las demás.

    —Lenard…

    —Me retiro. —dijo en aludido cortando sus palabras y buscando alejarse lo más posible de ella —y si las cosas son como dices que son, entonces Feliz cumpleaños Doro… Asuka. —completó serio intentando recordar ese extraño nombre por el cual la llamó el joven de antes.

    —Es… Asako —corrigió Dorothy mirándolo con tristeza sin poder despegar sus ojos de él — Sho… Asako.

    “¿Sho?” —pensó Lenard con terror, ¿había dicho Sho?

    Y con el terror escrito en la mirada pudo sentir como el piso se sacudía de manera abrumadora. Sho. Él había escuchado ese apellido antes. Ellos eran los dueños de la red bancaria más grande de Kyoto que comenzaba a abarcar nivel mundial. Sho. Era el apellido de la nieta del más rico magnate japonés. Y esta era su fiesta. Una fiesta para ella, para la presentación al público de la nieta y única heredera de ese gran magnate. Pero… Sho. Era el mismo nombre que había mencionado Ian.

    Los territorios de Sho.

    Continuara…
     
    Última edición: 3 Septiembre 2014
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  10.  
    Syel

    Syel Extraña

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    ¡Oh por dios!
    ¿Cómo? ¿Lo dejas en ese terrible suspenso?
    ¿Quién iba a pensar que esa mujer era terriblemente millonaria, qué estaría trabajando al lado de Lenard, qué era su fiesta de cumpleaños, qué su familia es un peligor mortal? Dios, enserio no puedo perdonarte que me dejes con esta curiosidad :c
    Y luego Mel, parece que ya lo esta tolerando un poco más, mira que corriendo peligro y poniéndose a bailar, "para distraer". ¡Cuernos! Bien que los dos querían estar juntos y olvidar todo por un raro. Ok, lo admito, es este capítulo Lenard se ganó un poco de cariño de mi parte...Es dulce y amenazadoramente romántico con ella, que cura mis heridas por Kai u.u Aún así, creo que fue unmal lugar para estar diciendode todo eso, digo...están en peligro, deben concentrarse en lo que deben y ya, no distracciones, no problemas, no obstáculos.
    Pero, ¿sabes que me mató de risa? Esto:
    ¿En qué mundo real alguien diría algo así? xDD, en serio ese hombre esta más que chiflado.

    En cuánto una pregunta más, bueno quizá dos que me estan torturando el cerebro: ¿quién es el hombre que acompaña a la loca, perdón...Dorothy? y la más importante, ¿por qué tarda Mel? (Ojalá no le pase nada malo o Lenard moriría -literal-)
     
  11.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    ¡¡Lo sabía!! Agh, por Dios que lo sospechaba. Milmel, ¿cómo puedes ser tan cruel con tus lectores y dejarnos así en expectación terrible? Hm, yo llegué a pensar que dado que la fiesta era para magnates japoneses, Dorothy debía hacer acto de presencia de una u otra manera; después de todo, es nieta de uno de los más grandes líderes de los Yakuzas. Sin embargo, no creí que en realidad la fiesta fuera por y para ella o.o Lenard se ha metido en un lío pardo xD Mis sospechas se hicieron más fuertes cuando al estar bailando, él siente una mirada penetrante y llena de odio, terrible odio. Pensé: "Esta que los ve es Dodo, seguro y sí". No estaba tan equívoca.

    A quien no me esperaba era al tipo que la acompañaba. Ahhhh, su descripción me mató, Mel. Me trajo a la memoria a cierto italiano que no puedo olvidar y eso me hace daño. Demonios, creo que estoy poniéndome más sentimental en cuanto al tema de Kay que Melina. Y hablando de ella, espero que no le pase nada malo, porque sí es así, bueno, voy a molestarme bastante con los dos, por nadar jugando a los tórtolos danzarines cuando debieron enfocarse en su escape. Aunque sí diré que las ocurrencias de Lenard me sacaron una que otra sonrisa. Es todo un caso xD Las cosas se ponen intensas, lo digo yo y habrá que ver qué nos tienes preparado. Sin más que decir por ahora, me despido y te me cuidas.

    Hasta otra.
     
  12.  
    Milmel

    Milmel Con un sueño en el pecho que pronto florecerá

    Capricornio
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    Título:
    Enamorandose del Demonio [Terminado]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    68
     
    Palabras:
    4324
    Bueno para que terminen de matarme y quizá odiarme, aquí les dejo la segunda mitad... XD
    Cap 60: Escape (2da parte)

    Los territorios de Sho… ¿Acaso Dorothy también estaba envuelta en la mafia? ¡¿Había trabajado con una mafiosa debajo sus narices y él ni enterado?! ¿Qué tan estúpido podría llegar a ser? ¡¿Cuánta mentira tenía alrededor?! ¿Había alguien leal y sincero a su lado? Y escuchándose a sí mismo, casi se recriminó en el acto.

    Él estaba enamorado de una mafiosa, y de una muy peligrosa se recalcó, aunque nunca la vio en acción ni supo lo letal que podría llegar a ser. Sabía que ella era de armas tomar. El mundo no podía llegar a ser más pequeño ¿verdad?

    Procurando poner sus neuronas en orden, sacudiendo la información innecesaria y las imaginaciones locas que le jugaban su mente Lenard busco recuperar la compostura y poner distancia entre la loca y él. Debía analizar bien sus actos y palabras para no levantar más sospechas de las innecesarias, estaban perdiendo tiempo, demasiado y valioso. Y Melina seguía sin salir de los vestidores ¡¿Qué estaba pasando allí?!

    —Bueno señorita Asako —dijo Lenard procurando entrar en su papel de galán de telenovelas —me retiro. Tenga un feliz cumpleaños —y con una leve venia les dio la espalda alejándose a paso lento, procurando que ellos desaparecieran para así adentrarse a los vestidores y buscar a Melina, pero para estrés suyo ellos parecían estar tomándose su tiempo.

    Al ver como el francés se iba alejando de ellos, el joven que hasta ese momento se había mantenido silente tomó la palabra sacando a Dorothy de sus románticas ensoñaciones con su príncipe azul.

    —Debemos volver a la fiesta —dijo sin preámbulos —tu abuelo debe andar buscándote y no estará muy a gusto si no te ve cerca de su campo visual por un largo tiempo.

    —¡No iré! —respondió Dorothy con terquedad sin hacer la más mínima intención de seguirlo. —no me interesa lo que ese viejo decrepito desee.

    Y con clara rebeldía comenzó a andar detrás de Lenard. No estaba lejos, así que sería fácil llamarlo y retenerlo a su lado un poco más. No importaba si otra zorra había osado robar su atención, ella volvería a atraerlo, esta vez no tenía por qué esconder más su aspecto, esta vez podía ser quien ella era y deslumbrarlo de la manera en que las demás siempre lo habían hecho. Esta vez explotaría su belleza y él estaría tras de ella como lo estuvo de las demás. Esta vez no escaparía tan fácilmente.

    Pero sus planes se vieron frustrados cuando una fuerte mano se apoderó de su antebrazo frenando su camino, al volver la vista hacia su opresor se encontró con un par de ojos verdes que la miraban con evidente irritación.

    —A mí tampoco me interesan tus caprichos Asako —dijo tajante —sabes de sobra que lo que tú quieras me tiene sin cuidado. Pero tenemos un trato, y si lo rompes me aseguraré que te arrepientas por el resto de lo que dure tu miserable existencia—amenazó.

    Los ojos de Dorothy se abrieron en sorpresa. Había comprobado que ese joven no se andaba con rodeos, y que sus amenazas siempre eran cumplidas de las maneras más crueles y despiadadas posibles.

    —No me hagas hacer lo que no quieres Asako —completó mirando con recelo la dirección que había tomado Lenard indicando a la joven la posible víctima de sus amenazas.

    —No te atreverías.

    —Pruébame —amenazó.

    Los ojos desesperados de Dorothy se volcaron inmediatamente hacia Lenard, en ellos escritos el pánico y la desesperación. Nuevamente en su pecho la controversia entre lo que quería y lo que debía. Y con un gran pesar descubrió que volvía a estar atrapada y sin salida. ¿Tan difícil era ser feliz? ¿Dónde estaban los cuentos de hadas que su nana solía leerle cuando aún era una niña? Esos cuentos donde la joven y hermosa princesa encontraba al príncipe perfecto, se enamoraban a primera vista, se casaban y vivían felices comiendo perdices.

    —De acuerdo, —suspiró derrotada reconociendo que los cuentos de hadas solo se quedan en los libros — solo dame un minuto —pidió y sin esperar respuesta se liberó del agarre y corrió hasta alcanzar a Lenard. Jaló de su brazo para atrás logrando por el impulso que se incline un poco susurrándole al oído.—Mi amor perdón, —dijo con desesperación —estoy atrapada, no puedo moverme. Pero ten por seguro que los burlaré, te buscaré y te lo explicaré todo detalle a detalle.

    Lenard se enderezó sorprendido. ¿Atrapada? ¿De qué rayos estaba hablando esa mujer?

    —Perdóname, nunca fue mi intención mentirte —decía con los ojos aguados —te amo y esto no es…

    —¡Asako! —gritó el muchacho —tu abuelo nos llama.

    —¡Ya voy! —gritó irritada de sobremanera mirando con verdadero odio al joven que la interrumpía.

    Si pudiera matarlo en ese momento lo haría gustosa, pero no podía, no solo porque no llevaba ninguna arma con ella, sino porque tenía un trato que no podía romper con ese odioso tipo aunque tampoco quería que Lenard conociera su lado oscuro y violento, ella quería que él la idealizara como una joven hermosa y delicada. Para que cuidara de ella y la protegiera del peligro como siempre lo había anhelado.

    Lenard miró de ella al joven con sospecha. ¿Que se traían entre manos esos dos? Su abuelo estaba buscándola, lo que implicaba que el dueño de todo ese imperio estaba en movimiento. ¿Por qué la buscaba? ¿Simple casualidad? Bueno, si dejaba la paranoia de lado, no era nada del otro mundo, era su abuelo, tenía derecho a preocuparse por la nieta, y más aun tratándose de una tan particular como Dorothy. Pero si lo veía desde el lado paranoico… ¿Acaso sería algo referente a ellos? ¿Sospecharían? Miró al joven que los observaba desde el barandal, ese tipo se le hacía familiar, pero ya no estaba tan seguro. Ese cabello castaño claro, casi parecía rubio. ¿Por qué se le hacía tan familiar? ¿Dónde lo había visto? ¿Quién era? ¿Por qué le devolvía la mirada con el mismo desprecio que él le brindaba?

    Mientras Lenard analizaba porqué ese tipo le desagradaba tanto, Dorothy en su mente de loca enamorada cambió completamente la historia, veía como su amado se debatía en miradas recelosas con su acompañante, y no pudo evitar sacar sus propias conclusiones.

    Estaba celoso.

    Con la ilusión más grande latiéndole en el pecho y sin poder evitar su desbordante alegría lo tomó por la solapa de su camisa y tirando de él le planto un sonoro beso en la boca que Lenard no pudo esquivar.

    —¡Te amo! —casi gritó radiante —nunca lo dudes, mis ojos son y serán sólo para ti.

    El leve rubor que cubría sus mejillas la hacían ver casi inocente. Pero Lenard ya no se tragaba el cuento.

    —¡Asako! —llamó nuevamente el otro joven ganando la atención de Lenard.

    —Volveré —dijo ignorándolo —lo prometo.

    Y sin esperar respuesta se alejó en dirección a su acompañante no sin antes robarle otro beso.

    —¿Era eso necesario? —preguntó molesto el joven una vez la tuvo a su lado, colgada de su brazo y descendiendo por las gradas en dirección a la fiesta.

    —No te metas donde no te llaman —respondió fríamente volteando la vista una vez más para ver a Lenard.

    —Solo ten cuidado donde y con quien muestras tus afectos Asako. —dijo molesto tirando levemente de su brazo para que dejara de mirar por sobre el hombro al detective.

    Un invitado se les acercó y fingiendo una sonrisa el joven lo saludó pasando de lado, cosa que Dorothy no hizo.

    —Sonríe querida, tengo una imagen que proteger.

    —No me interesa —respondió con terquedad ignorando el saludo de otro invitado.

    —¿Te interesaría entonces si rebano el cuello de tu amado querida? —preguntó sonriente cerca de su oído tirando de ella nuevamente a través de los invitados que los saludaban con respeto.

    —No te atrevas…

    —Sabes de sobra que soy muy capaz de hacerlo —y colocándola de frente la tomó por la cintura y comenzó a moverse de un lado para otro en un suave vaivén.

    Dorothy no se había percatado de en qué momento ellos habían llegado al centro de la pista y habían comenzado un vals suave y lento que le resultó demasiado familiar. Ella conocía la pieza, siempre había añorado bailarla pero con otra persona.

    —Sigue en el juego amada mía —sonrió burlón —. A menos claro que quieras perder —completó soltando una risa ligera pero cargada de desprecio.

    Dorothy lo miró con odio puro, y con gran pesar volvió a comprobar lo atrapada que estaba. No era solo un sentimiento, era un hecho. Ellos la tenían donde la querían. Pero no se quedaría así, buscaría la manera de burlarlos y poder volver a verlo.

    No podía olvidar las miradas recelosas que Lenard intercambió con su acompañante. Él aun pensaba en ella y eso la llenó de nuevas dichas y esperanzas. No podía perderlo, no otra vez, esta vez no permitiría que lo lastimen. Debía actuar su papel, y debía actuarlo muy bien. Fingir felicidad, una sonrisa que pareciera real. ¿Pero cómo lograrlo? Quizá si imaginaba que él era Lenard, quizá así sería más fácil. Y cerrando los ojos se dejó guiar por ese terriblemente odioso sujeto en el suave vaivén de esa melodía de vals que tanto había añorado bailar con él, logrando cumplir el cometido ansiado.

    Otra nueva y exótica pareja estaba girando en la pista de baile llamando la atención de todos los invitados, mucho más de lo que lo hizo la anterior, porque ellos eran los anfitriones de la misma. Se veían felices y tan enamorados que nadie dudaría de su falso amor, él la rodeaba con un brazo y ella apoyaba la cabeza en su pecho imaginando que era Lenard quien la abrazaba con tanta suavidad y delicadeza.

    Los casanovas veían con envidia como su posible presa, millonaria y hermosa ya tenía dueño, pero aun así los rodearon y algunos acompañaron a la pareja en ese baile lleno de amor y felicidad fingidos.

    Lenard miro la escena desde el balcón, no sabía porque pero quería asegurarse que la loca no volviera. Al verla bailando con ese tipo se relajó. Dorothy estaba ocupada y entretenida, no notaría su ausencia. Y quizá si tenía mucha suerte el baile se extendería lo suficiente para que pudieran salir de allí con vida.

    Con prisa volvió al mostrador, Melina seguía sin salir de allí. Una gran inquietud se apoderó de él, y sin esperar un solo segundo más, se adentró en aquel mundo de ropa con todo el cuidado posible. Admirado por la inmensidad del lugar Lenard comenzó a inspeccionar corredor por corredor. ¡El lugar era enorme! ¡¿Cómo era posible que los ricos pudieran llenar espacios como ese?!

    “Creo que incluso una boutique se queda pequeña al lado de esta monstruosidad de lugar”—pensó para sí —“no me extrañaría que hubieran perdido el abrigo de Melina, ¡este lugar es un caos!”

    Y mientras iba observando con todo el cuidado posible, un sonido al fondo llamó su atención. Sin esperar nada y con paso rápido se dirigió allí, encontrándose en el camino con el cuerpo de la asistenta tirado en el suelo y el cuello girado en una posición extraña.

    —“Acaba de morir” —aseguró tocando su cuello para medir su pulso, comprobando que el cuerpo aún estaba caliente y sin rastro de latidos. Era una rutina hacer eso, no era necesario, ningún ser vivo sobreviviría con el cuello torcido de esa manera, pero él lo hizo por el simple afán de hacerlo, una manera de quitarse esos nervios que estaban matándolo por dentro. — “¿Melina dónde estás?” —se preguntaba temiéndose lo peor.

    Cada corredor que recorría a paso nervioso lo ponía más ansioso, no había rastro de ella por ningún lugar. ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaba? Ese silencio sepulcral estaba por desquiciarlo hasta que un quejido al fondo de un corredor a su derecha detuvo sus propios latidos por una fracción de segundo para volver a latir con ferocidad.

    Sin esperar nada y sin importarle ya hacer ruido se dirigió a toda prisa hasta ese lugar encontrándose con una escena que jamás en toda su vida llegaría a olvidar. Melina estaba de pie frente a otra joven de no más de diecisiete años y sin quitar la vista de Lenard le partió el cuello con una agilidad y gracia que era escalofriantemente tétrico. Ni un ápice de pena o remordimiento en su mirada, simplemente una expresión vacía y sin sentimiento. Con horror Lenard bajo la vista para ver el cadáver que ahora tenía Melina entre sus manos comprobando con marcado espanto como la joven que antes estaba cara a Melina ahora lo miraba con ojos vacíos y muertos. Cayendo lentamente al suelo al momento que ella lo soltó.

    Allí reconoció a la joven, era aquella muchacha simpática y agraciada que le había pedido su abrigo al momento que ingresó a ese maldito infierno. Un sonido a su espalda, y no tuvo tiempo de pensar nada, Melina lo alejó de un empujón estampándolo contra una estantería de ropa cayendo irremediablemente al suelo. Cuando abrió los ojos pudo ver como Melina luchaba con la agilidad de una gacela contra esa muchacha que acababa de entrar, parecía tener algo en las manos que ella evitaba con increíble facilidad, y en un momento de descuido Melina la derribó dejándola inconsciente en el suelo, se acomodó detrás de la muchacha, iba a partirle el cuello.

    —¡¿Qué demonios crees que haces?! —casi gritó alarmado alejándola de un empujón de la joven inconsciente que estaba tirada en el suelo.

    —Muévete —ella sentencio sin emoción con esa misma expresión vacía que heló el corazón de Lenard. ¿Dónde había quedado su musa?

    —No es necesario que hagas esto —intentó razonar con ella, —basta que la dejes inconsciente y será suficiente.

    —No necesitamos testigos para alarmar al personal. Ahora si no ayudarás, ¡muévete imbécil! —ordenó.

    —¡NO! —replicó con terquedad, incapaz de poder luchar contra su convicción de protección a la vida. Volteó la vista y vio a una niña, una quizá menor que la anterior, no debía estar más de los trece años. ¡¿Cómo era posible que una criatura como esta esté envuelta en un mundo como aquel?! —No es necesario Mel —volvió a insistir mirándola suplicante.

    Pero era como intentar razonar con una pared, ella no escuchaba, solo lo miraba, y en sus ojos pudo ver nada. No había ni sombra de lo que había visto hacia tan solo unos minutos atrás cuando bailaba con ella, no había alegría, tristeza, pena o dolor, no había nada, absolutamente nada. Era como un maniquí, vacío y sin expresión, y esa analogía lo congeló por completo.

    “Melina no podía ser un maniquí” —se repetía internamente mientras observaba su expresión vacía.

    Un golpe, un empujón y estaba otra vez en el suelo, pero esta vez fue por la niña que segundo antes estaba tirada en el suelo, una que ahora portaba una daga que había arrojado a Melina rozando su rostro y cortando a su paso un mechón de su pelo rojo y parte del real, generándole un leve corte en la base de la nuca.

    Melina casi no pudo esquivarlo, el imbécil de ese detective casi hace que la maten, pero eso no se quedaría así, y con el reflejo de un gato tomó la misma daga y se la arrojó a la joven clavándolo entre las cejas cayendo muerta al instante. Con frustración observó a Lenard, casi la matan nuevamente por estar con él. Debía deshacerse del detective, debía ver la mejor manera de poder quitarse esa piedra en el zapato. Quizá aprovechar esta ocasión y dejar que lo maten, podría ser una excusa, ella no tendría que hacerlo, tendría una clara excusa que ofrecer a su hermano, alegando que en un descuido suyo alguien lo mató por accidente, pero era claro que Ian no se tragaría el cuento. Además estaba el hecho de que aún lo necesitaba. Necesitaba la información que tenía, una que irónicamente era vital para su existencia, tomando en cuenta que gracias a ese desgraciado casi muere en dos ocasiones ese mismo día.

    Soltando un suspiro irritado y sin mediar palabra alguna Melina tomó del brazo a Lenard y lo obligó a ponerse en pié.

    —Vámonos —ordenó y se dispuso a salir regresando por lo corredores que minutos atrás había recorrido.

    Pero Lenard incapaz de poder creer lo que acababa de ver, no pensaba quedarse con la boca cerrada, necesitaba respuestas, aunque eran demasiado evidentes, y se sentía hasta casi estúpido, quería escucharlas, necesitaba saberlas.

    —Mel… ¿Tú… los mataste? — preguntó horrorizado viendo en su camino al menos cinco cadáveres más con rastros de muerte similares.

    —¡Deja de usar ese nombre imbécil! —Escupió furiosa deteniéndose en cruce para ver si no había moros por la costa —estamos en la guarida del lobo, ¿se te olvida? —preguntó mirándolo con furia.

    —Eres una… asesina —concluyó pasmado con voz acusadora.

    Tenía la vaga y estúpida ilusión que ella no estuviera tan involucrada en ese mundo. Que ella simplemente fuera aquella que hacia los negocios sucios, no que ella los llevara a cabo. Pero nuevamente sus suposiciones eran equivocadas. La mujer de la cual él se había enamorado estaba embarrada en ese mundo de caos hasta el cuello. ¡¿Cuánto había cambiado la vida de esa joven de mirada inocente que él veía en la fotografía?! ¡¿Cuán corrupto estaba el mundo actualmente?! ¿Tan podrido estaba todo que había transformado un bello ángel en un peligroso demonio en tan poco tiempo? Se negaba a creerlo, pero hoy, lo había comprobado con sus propios ojos.

    —Oh, qué gran descubrimiento detective —respondió sin emoción —le daría una estrellita por ser tan inteligente, pero en estos momentos no tengo ninguna a la mano—completó sarcásticamente. Los ojos decepcionados de Lenard le generaron una pequeñísima punzada de dolor en el pecho, pero fue tan corta y tan pequeña que se deshizo de ella en un segundo — ¿no me digas que me seguías sin saber a qué te estabas metiendo? —preguntó con burla.

    Él no respondió, solo la vio hacer. Observó entre pasmado, decepcionado y maravillado como la musa de sus sueños sacaba la daga de su pierna y mirándolo a los ojos la arrojaba a su derecha sin ver. El sonido de impacto de un cuerpo en el suelo llamó su atención, al girar la cabeza vio otro cadáver, uno más que añadir a la lista de muertes de la velada.

    Con un suspiro cansado Lenard solo la vio acercarse al cadáver y abriendo la chaqueta del joven que parecía uno de los guardias sacó una pistola de calibre nueve con silenciador incorporado.

    —Aún puedo librarte de esa tortura en la que te encuentras detective —dijo Melina revisando el cartucho del arma como toda una experta —puedo librarte si quieres del sufrimiento que tú mismo por imbécil te impusiste —dijo apuntando con el arma y disparando a quemarropa hacia él sin pensarlo.

    La bala rozó su rostro, Lenard pudo sentir la ráfaga de viento cuando paso por su lado impactando contra algo tras suyo. El peso de un cuerpo cayendo llamó su atención y al darse vuelta encontró un cadáver con pistola en mano. Lo había salvado. Alguien estaba por matarlo y ella lo salvó por segunda vez.

    Sin decir una sola palabra Melina recogió el arma del nuevo cadáver, revisando sus bolsillos en busca de cartuchos encontrando un par nuevo. Se incorporó y tomando un abrigo de su derecha lo arrojó a Lenard quien lo tomó más que robotizado. Ella escogió un abrigo esponjado largo de color negro que parecía hecho de piel de algún animal ideal para esconder el arma en su interior con facilidad.

    Lenard estaba perdido en sus pensamientos solo observando con mirada perdida como la mujer de sus sueños hacia todo aquello contra lo cual él luchaba. Pero se dio cuenta que pese a eso, el seguía amándola de la misma manera.

    —Vendrán más, —dijo Melina sacándolo de sus pensamientos —saben que estamos aquí, alguien nos descubrió. Debemos salir ahora — y sin esperar respuesta por su parte lo tomó del brazo y jaló de él fuera de esas filas y filas de abrigos de marca.

    Pero antes de que llegaran a la puerta un joven ingresaba con un abrigo en el brazo. Otro jovenzuelo, no tenía más de quince. Pero antes que Lenard pudiera siquiera pestañear una segunda vez Melina lo empujó a la derecha justo a tiempo para evitar que dos balas acabaran con sus vidas. ¿Cuántas veces lo habían tirado de lado en lo que llevaba la velada? Lo ignoraba y sinceramente no tenía interés en recordarlo. Incorporándose con la destreza y agilidad de un gato Melina disparó a quemarropa. Dos tiros limpios, uno entre las cejas y otro directo al corazón.

    —¿No me diga que no lo vio venir detective? —pregunto molesta inspeccionando los alrededores.

    Lenard no respondió, estaba impactado y aterrado por la precisión de la joven.

    —Toma —dijo arrojándole el arma del ahora cadáver —creo que la cosa se pondrá más fea si no salimos ahora.

    Y sin darle tiempo a respirar siquiera Melina lo arrastró fuera de los vestidores, colgada de su brazo pero escondiendo muy bien las armas fueron encaminándose hacia la salida.

    —Finge que este feliz amor, sonríe —ordenó con una perfecta y muy bien fingida sonrisa.

    Lenard no podía quitar los ojos de ella. ¿Qué clase de mujer estaba con él? Hace unos segundos estaba con una verdadera asesina, pero ahora parecía ser la misma joven con la que había compartido unas cuantas piezas de vals. Y con horror se preguntó ¿Cuántas caras tenía esta mujer? ¿En quién se había fijado? ¿Quién era la que había robado su corazón? ¿Realmente existía esa mujer? ¿O simplemente era una falsa fachada en ese falso mundo?

    El sonriente rostro de Melina lo dejaba confuso, ¡¿Cómo podía sonreír de esa manera tan radiante después de haber matado a quien sabe cuántos solo minutos antes?! Haciendo uso de todo su autocontrol, devolvió a Melina una sonrisa nerviosa.

    —Eso está mejor corazón —dijo jugando con su mejilla como haciéndole una caricia.

    Y sin borrar la sonrisa de su rostro se dirigieron a la puerta principal, él no podía quitar la vista de ella, aun le costaba asimilar todo lo que había pasado.

    —¿Ya de retirada? —preguntó un joven en la puerta de la recepción llamando la atención de la pareja, Lenard lo reconoció. Era quien le dio el encargo de Ian ¿sería amigo de ellos quizá? Pero al voltear los ojos a Melina, no pudo distinguir si ella lo conocía o no. ¿Qué tan buena actriz podría llegar a ser esta mujer?

    —No tenemos movilidad —dijo ignorando la pregunta del joven —¿puedes alistarnos un taxi por favor? —sonrió de manera tan encantadora que dejó embobado al mozo de la puerta.

    —Cla-claro señorita, —aseguró —¿a dónde se dirige?

    —Al hotel Ravison.

    —En seguida —contestó y se dirigió a la puerta para llamar uno de las taxis de espera que había para la recepción.

    Melina fue tirando de Lenard con paso tranquilo fingiendo ver una flor en el ingreso de la recepción alejándose más y más de esa mansión hasta que una voz detuvo sus pasos de manera brusca.

    —¿Se va tan pronto? ¿acaso la fiesta no fue de su agrado señorita? —preguntó una voz desde las sombras. Una que Lenard reconoció bien, era la voz del sujeto que estaba con Dorothy — ¿Piensa acaso huir con ese casanova? —preguntó en un tono innegablemente molesto. —No le aconsejo esa pareja.

    Lenard volteó la mirada al lugar donde provenía la voz y pudo reconocer al muchacho apoyado de la misma manera como lo vio por primera vez, con su porte ligero y desenfadado. Molesto sin razón aparente y olvidando por un instante los sucesos anteriores tomó a Melina y casi la arrastró fuera del lugar sin notar el ligero temblor en las manos de la joven.

    Sin poder evitarlo Melina volteó la vista ligeramente a medida que se alejaban, ella conocía esa voz, le era demasiado familiar, tan familiar que su corazón latió con la fuerza del batir de alas de un colibrí. Y si no fuera porque estaban en peligro se hubiera quedado más tiempo a cerciorarse de quien era el portador de esa voz.

    —¡Vámonos! —dijo y tiró de ella hasta subir al taxi y desaparecer.

    Una vez que el taxi casi hubo desaparecido en la lejanía una sombra apareció a su lado.

    —¿Que quiere que haga con ellos señor? —preguntó.

    —Síguelos, quiero saber quiénes eran en realidad.

    —¿Prioridad?

    Por unos breves instantes el joven dudó, pero al cabo de un segundo con voz segura respondió.

    —La joven, quiero saber quién es ella.

    —Como ordene —y sin decir más desapareció tan rápido como apareció.

    —¿Piensas acosar a otras jóvenes en el día de tu compromiso de bodas James? —preguntó un joven de pelo rojizo que lo miraba divertido —Toma, se te olvidaron estas —dijo ensenándole un par de lentes de contacto color cielo.

    El joven miro al nuevo intruso no de buena manera.

    —Ya cállate Dimitri, —ordenó molesto arrebatándole el objeto de la mano—sabes que esto no tiene nada que ver con aquello. Y deja de llamarme así. Mi nombre es Gregory Vlastov, que no se te olvide —rugió molesto.

    —Uy, pero que genio —respondió el aludido fingiendo sentirse ofendido —perdóneme la vida su alteza. — añadió con sarcasmo—¿Y se podría saber que es aquello que tanto llamo la atención de su majestad para que ponga a uno de sus sabuesos a trabajar?

    —Ya lo sabremos —respondió colocándose los lentes de contacto.

    Con una última mirada hacia el camino y sin darle más tiempo a ninguna replica el joven de mirada ahora celeste ingresó a la mansión donde se hacía anuncio de su compromiso de bodas con la señorita Asako, nieta del magnate Sho.

    Continuara…

    Nota: Se la esperaban? XD
     
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    Borealis Spiral

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    ¡¡¡Nooooo!!! ¿Por qué lo dejas allí? En absoluto que me la esperaba. ¡Es él, ¿cierto?! ¿Es él? Ah, ¿qué rayos digo? ¿Qué otro es llamado James con un Dimitri como amigo, además de contar con un par de ojos verdes que derriten a cualquiera o lo congelan, depende? Ay Mel, es Kay, es Kay; no sabes la emoción que me dio leer esto *u* No te miento, lloré como una bebé de la alegría, pregúntale a mi hermana, está de testigo TuT Dios mío, qué felicidad; el amado personaje de muchos de tus lectores reaparece. Uf, amo a Ian y Kato y Lenard es un personaje asombroso, pero Kay se llevará el primer puesto siempre y con diferencia, es que es tan salvajemente dócil y brutalmente dulce; es genial xD Pero, pero, pero... ¿cómo, cuándo, por qué? Tantas incógnitas. ¡Necesito saber! ¿Compromiso de bodas? ¿Con Dorothy/Asako? ¿Por qué? Eso me sacó de onda. Melina reconoció la voz, pero no puedo serciorarse y parece que él también está cambiado en aspecto; mira que usar contactos azules y tener un poco más claro el cabello. Sin embargo, él de alguna manera también la reconoció. ¿Descubrirá que es ella o Ian y compañía hicieron tan buen trabajo que se quedará con la idea de Katniss? Uy, que ansias.

    Ahora, creo que aquí Lenard ha sufrido impactos tremendos. Primero esas opresiones por parte de Dodo y esos besos robados xD Es un espectáculo la mujer esta y su amor raya en lo enfermizo, sin duda. Y luego, descubrir el arma letal en la que Melina se ha transformado :/ Eso sí le cayó duro, pero tenía que ver esa parte de ella, ya no es un el ángel que está en la foto, sino un demonio y amé eso porque allí está otra razón de la que por qué el título le queda a esta historia. ¿Qué pasará a partir de aquí? No lo sé y aunque me inunda el deseo de averiguarlo, al mismo tiempo un miedo atroz me invade. Dilemas, dilemas. Igual, espero ansiosa la próxima actualización; sin más me despido y te me cuidas.

    Hasta otra :D
     
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  14.  
    Syel

    Syel Extraña

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    Pues sí, conseguiste dejarme con más dudas, que al menos Borealis ya preguntó.
    Te juro que casi me da un infarto cuando describías al italiano, de hecho desde el capítulo anterior pensé que era Kay pero..estabas tan insistente con el tema de que estaba muerto que decidí creérmelo y ya no guardar esperanzas pero ahora vienes a decirme que él esta vivito y coleando, ¿por qué me haces esto? T.T
    Pues ni modos por Lenard, le tocaba ver las partes negativas de su amada, no todo podía ser miel sobre hojuelas, ¿o sí? Y aún así la ama, debo admitir que eso es amar pero...Kay es Kay...No creo que haciendo todo pueda alejar esos sentimientos de Mel hacia él, pues tiene toda una historia con Kay que, aunque fue difícil fue una muy bella historia de amor. Lamento decir esto pero, Kay las tiene de ganar aunque ese comprometido con esa mujer rara.
    Pero mira que descarada fue esa Dorothy, besarlo porque creyó que esta celoso, hasta enferma ha de estar la pobre, yo creo que lo suyo ni siquiera es amor. Como me hubiera gustado que Mel lo hubiera podido ver y bueno...recordarlo D: Ya me agarro la depre.
    Por favor, publica el siguiente capítulo que me muero por saber que pasa, espero que no acabe pronto porque me esta gustando muchisisimo la historia.
    Nos leemos ^^
     
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  15.  
    Sheccid

    Sheccid Usuario común

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    Llegué bien mega tarde, pero en cierta forma me alegro porque si no me hubiera muerto de nervios esperando los demás capítulos.
    ¿Será que Mel se está ilusionando?
    ¿Qué más misterios encierra Dorothy...o mejor dicho Asako? En serio me quedé con cara de o.o cuando vi quién era. Y uff, ya sentía que Mel no salía viva cuando le dijeron que fuera por su abrigo.
    Y se me hizo bien romántico el baile que tuvieron y como Lenard la deja sin palabras y toda ruborizada, aunque espero que puedan perder a sus perseguidores y que los hermanos de Kat-Mel estén bien, son geniales.
    Como siempre excelente capi y perdón por la tardanza
     
  16.  
    Milmel

    Milmel Con un sueño en el pecho que pronto florecerá

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    Enamorandose del Demonio [Terminado]
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    Para todas las edades
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    Romance/Amor
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    7115
    bueno mi gente querida, sé que querran matarme, freirme en aceite caliente y cosas por el estilo... PERO!!!
    para evitar ese tipo de serios daños hacia mi persona tanto fisica como psicologicamente... aqui les entrego un capitulo nuevo!!!
    XD

    Cap 61: Sombras

    La noche no podría ir peor. El chofer del taxi que habían contratado resultó ser uno de los hombres de Sho, que al reconocerlos los desvió de la ruta original hacia un extraño y apartado lugar. Ambos estaban atontados, cada uno perdido en sus propios pensamientos, en sus propios infiernos. Hasta que un rayo de luz o la falta del mismo devolvió a Melina al mundo real.

    Con una mirada sospechosa analizó sus alrededores, no había nada, estaban en lo que podría llamarse punto muerto. Un enorme parque, de esos que parecen más bosques que parques comenzó a rodearlos.

    —Me parece que esta no es la ruta para el hotel —dijo Melina con desconfianza mirando al chofer por el retrovisor.

    Este no respondió, con la vista fija al frente siguió manejando. Pero Melina astuta como un gato sacó su revólver y de un disparo limpio le explotó el corazón matándolo en el instante.

    — ¿¡Pero qué haces!? —gritó Lenard escandalizado al ver al chofer muerto y el coche comenzando a andar sin control por la vía.

    Melina se las ingenió para arrojar al chofer fuera del carro y sentarse en el volante, logrando frenar en el momento justo antes de estrellarse contra el murete de un puente que había al frente.

    — ¡¿Pero te has vuelto loca mujer?! —gritó Lenard completamente exaltado. Había regresado al mundo real bruscamente, esa mujer era especialista en poner sus pies en la tierra de la peor manera.

    — ¡Estaba secuestrándonos por si no lo notaste imbécil! —gruñó.

    Solo allí Lenard reparó en el ambiente que los rodeaba. El hotel que había mencionado Melina estaba en lo más céntrico de la ciudad rodeaba por mucha luz, ruido, gente y gran cantidad de movimiento. Muy a diferencia de ese silencioso, oscuro y escondido lugar.

    —Nos descubrieron —aseguró Melina —, debemos salir de aquí rápido, no sé a dónde nos llevaba pero estoy segura que era una emboscada y creo que no faltaba mucho para llegar —dijo reprimiendo su mal presentimiento, esperando estar equivocada.

    Sin esperar respuestas de ningún tipo Melina pisó el acelerador a fondo y salieron disparados de allí. Un par de luces se encendieron tras de ellos y comenzó la persecución.

    — ¡Maldición! ¡Nos encontraron! —

    Con la pericia de un experto de carreras Melina procuraba perder de vista al otro coche, pero no sería tan fácil como ellos esperaban, el otro conductor era tan hábil como ella.

    Entre tanto jaleo, Lenard dió tantos giros y tantos golpes en el asiento trasero que perdió el norte. Mientras Melina realizaba maniobras evasivas para perder al enemigo, Lenard rebotaba en el asiento trasero como pelota de pingpong en pleno torneo mundial. Después de un par de minutos de carrera, el coche logró alcanzarlos lo suficiente como para impactar dos tiros con certeza destrozando por completo el parabrisas trasero.

    —Quieren matarnos —concluyó Melina.

    —Debemos perderlos —dijo Lenard intentando mantenerse derecho en su asiento sin conseguirlo. Giró a su derecha y en el suelo vio su arma. Con muchísimo esfuerzo logró alcanzarla y sujetarla —mantente derecha solo un instante —pidió —necesito solo un tiro.

    Melina vió por el retrovisor lo que el detective pretendía y con mucho esfuerzo logró mantenerse lo más derecha posible que ese accidentado terreno le permitía. Al tercer tiro Lenard logró dar en su llanta delantera descontrolándolo haciendo que se estrellara contra el primer árbol que halló a su derecha.

    —A salvo —suspiró Lenard aliviado. Pero un impacto en la cola del auto, con otro coche salido de la nada casi logra ofrecerles el mismo destino del que ellos dejaron atrás.

    — ¡Maldición! —masculló Melina por lo bajo.

    El golpe les cayó de improviso, no esperaban que hubiera otro. ¿Cuántos coches más estarían escondidos esperando por ellos? ¿A cuantas personas habían despachado la gente de Sho para acabar con ellos? ¿Sus hermanos estarían bien?

    Con esa preocupación en mente, buscaba terminar con ese asunto lo más antes posible. Ella había escapado de situaciones peores, y esta no sería diferente a las anteriores. Ella era una guerrera, una luchadora, no por nada se había ganado el apodo de Kali. Era hora de hacer honor al nombre.

    Recordaba que en parques como ése había quiebres cada cierto tanto permitiéndote movilidad por todo el derredor, generado algo muy parecido a un laberinto en el cual era fácil perderse. A fin de evitar que eso sucediera con demasiada frecuencia, los encargados dejaban indicaciones en cada cruce seguido de un pequeño mapa con un punto que les decía ‹usted se encuentra aquí›.

    “Si tan solo encontrara alguno” —deseó mirando los alrededores buscando ver alguno con la poca iluminación que le brindaban las luces de su propio coche. El golpe de algo metálico contra el lateral del coche que luego fue arrollado por sus llantas le dio a entender que ése era el letrero que buscaba—. “¡Otro letrero por favor!”

    Y como si sus plegarias fueran escuchadas, un quiebre se presentó al frente, a diferencia del relativamente plano camino por el que habían estado escapando hasta ese momento, este nuevo parecía mucho más rustico que el anterior. Más escarpado, más rocoso, más peligroso. La luz al final de ese túnel de árboles le dijo que frente a ellos, había un mirador. La enorme farola ubicada al medio, la falta de árboles y esa extraña barda reforzada que se presentaba al frente le indicaba que habían llegado al final del camino.

    —No hay salida —, dijo Lenard con los nervios a flor de piel mirando los alrededores sin encontrar otra salida —estamos atrapados —instintivamente revisó la cantidad de balas que le quedaban dentro el cartucho desilusionándose enormemente al descubrir que ya no le quedaban muchas —Melina, ¿Qué crees que pod…?

    Pero la pregunta murió en su boca, el rostro de Melina que él veía por el retrovisor lo puso más nervioso de lo que ya estaba. Ese extraño brillo y esa maliciosa sonrisa que se formó en sus labios no le daba buena espina.

    — ¿M- Mel? —preguntó nervioso sin quietarle la vista de encima — ¿puedo preguntar que brillante idea está formulándose en esa pequeña cabecita? —tanteó con algo de miedo. Estaba seguro que lo que sea que Melina estuviera pensando era arriesgado y loco como sólo a ella se le podría ocurrir. Y antes que siquiera pudiera preguntarle que más se traía entre manos, Melina giró el auto en U, y colocándose de frente con el contrario fue pisando el acelerador poco a poco sin soltar el freno —. ¿Qué es lo que estás pensando Mel? —preguntó, temía la respuesta, había comprobado en carne propia cuan descabelladamente extremista podía llegar a ser esa mujer —. No estarás pensando…

    — ¡Cállate! —ordenó —, si no ayudas, no estorbes —completó mordaz, su fría mirada que parecía tener todo calculado, planificado, edificado y ejecutado.

    —Estamos muertos —susurró con suavidad encomendando su alma al cielo.

    —No tires la toalla hasta que dejes de respirar —sentenció Melina sin emoción

    Sus fríos ojos dejaron impactado a Lenard. Esa frase era muy tajante, cortante, drástica, valientemente desesperada pero era cierta, la pelea no se acaba hasta que se acaba. Y con fuerzas renovadas miró al coche que se acercaba a toda velocidad.

    — ¿Algún último deseo? —preguntó casual.

    Melina sonrió ante la pregunta.

    —Sí —

    — ¿Cuál? —

    —Que cierres el pico —y mirándolo nuevamente sonrió con sarcástica dulzura —para siempre —Lenard no pudo más que devolverle la sonrisa seguido de una leve risa, esa mujer era imposible.

    — ¿Listo? —

    —¿Era en serio? —preguntó Lenard con pánico en la voz.

    Él solo había visto hacer esas cosas en las películas de ciencia ficción, pero a diferencia de lo que muchos piensen, no lo vio en la vida real, y menos lo vivió de una manera tan descabelladamente cerca.

    —Cuando te diga, abres la puerta y saltas a tu derecha ¿me oíste? —

    Lenard no pudo replicar más, bueno, no le dio tiempo a replicar nada, Melina piso el acelerador y fue directamente a impactarse con el coche que venía de frente a toda velocidad.

    —¡AHORA! —fue todo lo que escuchó antes que Melina abriera la puerta de su lado y saltara sin dejarle más opción que seguirla.

    Nunca fue un buen saltador de cosas en movimiento, así que cayó tirado al suelo golpeándose la cabeza mientras Melina, con la pericia de un gato dejo de rodar y terminó hincada sobre un pie observando con extraña dicha como su coche se iba a estrellar contra el contrario dando como resultado un funesto final. Pero sus planes no salieron como lo esperaba. El impacto de ambos coches, a diferencia de lo que tenía planeado, generó una explosión de tal magnitud que la mandó a volar varios metros atrás. Al estar hincada y cerca del hecho, fue la más perjudicada recibiendo de primera mano el impacto casi en su totalidad. Mientras Lenard simplemente fue cubierto con las cosas que terminaron volando por el lugar.

    Incorporándose con mucho esfuerzo Lenard escupió toda la tierra que le cayó encima. Se sentía adolorido, el impacto mandó a volar todas las piezas del coche por todos los lados como si se tratara de una bomba molotov casera, de esas que antes de explotar están llenas de clavos o vidrios. Así que no estaba seguro de qué fue lo que en realidad lo golpeó dejándolo atontado y sin respiración.

    Miró a su alrededor, le costaba enfocar, se había golpeado la cabeza con algo, pero no había sangre. Miró hacia el lugar donde debían estar los coches hallando simplemente dos carcazas metálicas ardiendo juntas con aspecto que haber florecido recientemente. Pero no veía ningún cuerpo arder, ningún cadáver ¿Saltarían a último momento al igual que ellos?

    No.

    Él no había quitado los ojos del otro coche en ningún momento, y por alguna extraña razón, no se veía sombra alguna de pasajero dentro, lo cual lo inquietó de sobremanera. ¿Acaso no era tripulado? ¿Mando a distancia? ¿Porque la explosión? ¿Tendría una bomba dentro?

    Mientras se recordaba a sí mismo como respirar, volvió a analizar el coche, la teoría de no estar tripulada no sonaba tan descabellada en ese punto, eso explicaría porque no se detuvo ni viró siquiera un poco cuando Melina embistió contra él. Su cabeza fue llenándose de muchas preguntas ¿Quiénes eran? ¿Quién los mando? ¿Por qué los querían muertos? ¿Venían en busca suya o de Mel? No pudo quitarse la mala espina de que fuera Dorothy la encargada de enviarlos tras ellos cumpliendo así la amenaza que le hizo en la fiesta de acabar con Mel si él seguía pretendiéndola.

    Como si una luz se hubiese encendido en su cabeza, buscó a Melina por todo el lugar. El polvo aun no terminaba de asentarse dando la sensación de neblina en todo el lugar. Desesperado por con poder verla fue moviéndose inquieto hasta que la encontró a varios metros de donde él se hallaba, tirada en el suelo con algo parecido a la puerta de alguno de los coches aplastándola.

    Antes que pudiera siquiera gritar su nombre, un sonido al fondo llamó su atención. Dos tipos se acercaron a Melina, quitaron la puerta de encima y uno de ellos la giró sobre su eje de una patada para que quedara boca arriba.

    — ¿Esta es la mujer? —preguntó uno de ellos helando la sangre de Lenard. Y sin ninguna delicadeza, el más grande de ese par tomó a Melina del rostro y la elevó unos cuantos centímetros del suelo, soltándola a los pocos segundos con desprecio haciendo que soltara un gemido de dolor al impactar con el suelo nuevamente —. Debo admitir que tiene su encanto —dijo burlón limpiándose con asco la sangre que había manchado uno de sus dedos.

    Lenard estaba hecho una furia, habían osado lastimar a su musa frente a sus ojos, lastimándola. Sin pensar en nada, Lenard sacó el arma que Melina le diera y disparó sin darles tiempo a analizar de dónde provenía el ataque. Cinco tiros, y dos cuerpos cayeron pesados al suelo. Fue una verdadera suerte que el arma no saliera disparada de su bolsillo cuando saltó del coche.

    Sin ganas de esperar por mas compañía, corrió lo más rápido que pudo hacia su musa hallándola inconsciente y al parecer gravemente herida. El golpe que había recibido fue directo dejando un evidente corte en la frente de donde salía sangre, parecía tener alguna otra herida en el hombro puesto que su cuello también se hallaba bañado en sangre fresca, pero no le dio tiempo a revisarla. Debido al sonido de los disparos Lenard estaba más que seguro que los otros no tardarían en llegar.

    —Al parecer esta vez no salió tan perfecto como esperabas amor —susurró con pesar mirándola con preocupación. Se veía tan frágil y vulnerable. Angustiado retiró un mechón de pelo impregnado de sangre de su frente a fin que no entrara a sus ojos.

    La tomó en brazos y salió de allí en dirección contraria de donde llegaron los intrusos. Corrió lo más rápido que pudo, se sentía perseguido, pero cada que viraba la cabeza buscando el origen no podía ver nada, absolutamente nada. No supo cuánto tiempo estuvo corriendo, pero cuando sus fuerzas casi lo abandonaron, decidió descansar cerca del tronco de un árbol viejo que largas ramas y hojas caídas. Las farolas de unas luces lejanas le daban una vaga iluminación al lugar.

    — ¡Farolas!— susurró Lenard contento.

    Eso indicaba civilización, la pregunta era, ¿Qué tan cerca estaban? Un quejido llamo su atención. Melina volvía a recuperar la conciencia.

    —Preciosa ¿Cómo te sientes amor? —preguntó inquieto.

    Melina pudo vagamente enfocar, se sentía perdida, la cabeza le daba vueltas, aun podía sentir sus oídos zumbar a causa de la explosión. Eso no había salido de acuerdo a lo planeado ¿pero porque? ¿Sería acaso que ellos ya estaban preparados? ¿sabían que ella haría algo tan descabellando como lo que hizo y ya venían preparados?

    No, eso sería demasiado pedir, eso era algo por demás ilógico. No. Ellos no podían estar tan bien preparados, ¿o sí? La pregunta no dejaba de rondarle la cabeza, repitiéndose a sí misma que eso solo era una coincidencia, una maldita coincidencia.

    No recordaba la última vez que se sintió tan mal, le dolía el cuerpo, pero sobre todo el hombro, sentía que las fuerzas iban abandonándola poco a poco. Se sentía mareada. Atontada. Y eso comenzó a desesperarla y ponerla de mal humor. Intento incorporarse pero Lenard se lo impidió.

    —Estas herida, déjame revisarte —pidió quitándole con cuidado el abrigo con el que estaba envuelta, Melina se dejó hacer, no se sentía con fuerzas para replicar.

    Al ver la herida con más calma, Lenard lanzo una maldición. Un pedazo de metal de al menos quince centímetros estaba incrustado en su hombro, no tenía idea de cómo hacer para quitársela, el movimiento y la posición del pedazo de metal no se veía de lo más alentador. Si se lo quitaba, era muy probable que le cause alguna hemorragia no deseada.

    Dejando la herida del hombro se enfocó en la de la cabeza que al parecer tampoco había dejado de sangrar, quizá tendría algo allí también, con pánico y desesperación llevo sus manos a la frente, deseando que no sea nada serio. Pero no podía ver bien, la red de la peluca no le dejaba en claro que era lo que pasaba.

    —Debo retirar esto —le dijo —necesito ver tu herida.

    Melina lo miro con odio.

    —Atrévete y te juro que...

    —No te traicionare, sabes que mi prioridad siempre serás tú preciosa —dijo con convicción.

    Y tomando las manos de Melina volvió a bajarlas, tampoco es que ofreciera mucha resistencia, por algún extraño motivo se sentía débil. Y eso la frustraba, nunca le gustó sentirse vulnerable frente a nadie, y ese precisamente era un momento de vulnerabilidad frente a un sujeto que no conocía de nada y que no estaba dispuesta a conocer de nada. Pero nuevamente el destino le dejo en punto muerto negándole el derecho a escoger, era o él, o simplemente él.

    Con la torpeza propia de alguien muy nervioso Lenard metió los dedos por entre los cabellos encontrándose con una red, busco un nudo o algo para desatarlo, pero no había nada, con un resoplido frustrado metió sus dedos por la peluca nuevamente y tiro de ella hacia atrás lo más suave y lentamente que pudo, pero eso no evito que Melina soltara un quejido.

    Con mucha delicadeza Lenard retiró la red de pelo rojo, asegurándose de enroscarla y guardarla en el abrigo de la muchacha, no quería que nadie los siguiera para eso no debían dejar pruebas ni rastro de su presencia allí, él lo sabía, era un detective, y esos eran conocimientos básicos.

    Un ruido en la cima de las ramas llamó su atención, pero al inspeccionar no halló nada más que sombras y oscuridad.

    “Debe ser algún ave”—pensó —“deja la paranoia de lado Lenard ¡enfócate!” —se recriminó.

    Con la peluca fuera, Lenard pudo observar de cerca y por primera vez el verdadero pelo de Melina, un rubio platinado con puntas rosas que ahora se teñían de rojo en la parte lateral. El corte no era muy profundo por suerte, pero no dejaba de sangrar.

    —“Una vena quizá” —pensó Lenard.

    Volviendo a enfocarse en el hombro, comenzó a desesperarse, se sentía inútil, no sabía qué hacer, sus conocimientos de medicina terminaban en la parte teórica de cómo colocar una bandita en el raspón de una rodilla. Pero aun pese a eso, sabía que al menos debía detener el sangrado y limpiar la herida.

    Al no tener con qué hacerlo, se arrancó la manga de la camisa con brusquedad formado tres paños de tamaño irregular. Uno lo colocó en la cabeza y el otro par lo acomodó lo mejor que pudo en el hombro procurando tocar lo menos posible la herida. Pero pese a eso, Melina no dejaba de fruncir el ceño y morderse el labio. El sonido de hojas secas y ramas siendo pisadas llamó la atención de ambos concentrándose en descubrir de donde provenían.

    No estaban lejos, y si se quedaban allí lo más seguro era que los encontraran. Con desesperación Lenard tomó a Melina entre sus brazos y corrió como alma que lleva el diablo, oía los pasos cerca, parecía que los estaban alcanzando y a los pocos segundos desaparecía el sonido para volver a aparecer con mayor fuerza. ¿Qué estaba pasando? No pensaba quedarse para averiguarlo.

    Uno de esos instantes de desesperada carrera le pareció escuchar el sonido de un disparo, pero cuando giró no vio nada ni escucho nada, ya sin importarle hacer todo el ruido del mundo, fue saltando y corriendo siempre cuesta abajo. Parecía ser que el camino por el que estaban antes era una loma, y ahora se hallaban en el descenso. No podía ver nada más que árboles iluminado vagamente por instantes por la luna o alguna otra luz que él esperaba que fueran farolas.

    Melina entre sus brazos no podía hacer nada más que sujetarse firmemente y morderse el labio a fin de evitar soltar algún quejido.

    Al llegar al borde de lo que le pareció un claro, vio un puente vehicular clásico, de esos que parecen hechos de piedra y que dejan circular el agua por la parte inferior, un lugar idílico y romántico que hubiera sido claramente apreciado por él de no hallarse en una situación semejante. Sin pensarlo dos veces se dirigió hacia él, escondiéndose bajo el puente para camuflarse entre las sombras.

    Con el arma lista en la mano, esperó a que sus perseguidores salieran a la luz. Lo cual ocurrió a los pocos segundos. Tres tipos aparecieron, dos tipos altos y delgados acompañados de una pequeña y delgada muchacha.

    “Otra niña” —pensó Lenard con frustración —“¿es que esos malditos japoneses no podían contratar tipos viejos y decrépitos en sus filas, de esos a los cuales su conciencia no tema aniquilar? ¡¿Por qué niños que están en plena juventud y aun no disfrutaron nada de la vida?! ¡Malditos asiáticos! —protestó.

    —Toma la mía—susurró Melina ofreciéndole su arma. La cual el vio extrañado, pero al notar que el de ella sí tenía silenciador, se lo agradeció ofreciéndole la suya a cambio.

    Lenard apuntó y antes de que siquiera notaran de donde provenían los disparos acabó con ellos. Prefirió pensar que la muchacha era algún viejo enano con tal de dejar su conciencia tranquila.

    —Iré a inspeccionar —dijo y sin esperar respuesta o replica salió.

    Pero Melina estaba inquieta, no se sentía sola, algo entre las sombras la llenaba de inquietud, algo había allí, lo presentía, y no estaba segura de que fuera algo bueno, la noche era capaz de esconder muchas cosas en su manto negro. ¿Acaso seria algún animal? Esa pregunta no estaba demás, ese lugar parecía un monte con un puente en medio de la nada, y por ende, algunos pequeños animales salvajes podrían vivir tranquilamente en sus alrededores. Incorporándose con mucho esfuerzo apuntó el arma a la oscuridad a ningún punto en particular, pero antes de que hiciera otra cosa Lenard regresó a su lado con una prisa que logró asustarla por unos instantes. Si el arma no tenía el seguro puesto, estaba por demás decir que sería Lenard el que tendría una bala entre las cejas.

    — ¡No vuelvas a espantarme de esa manera imbécil! —, recriminó —casi te vuelo los sesos.

    Pero a pesar de sus frías palabras y su clara advertencia Lenard no borró ni por un segundo la sonrisa de su rostro. Una inexplicable sonrisa que puso susceptible a Melina ¿Qué se traía ese idiota entre manos?

    —Estamos cerca de la ciudad —soltó sin poder frenarse más —, pude escuchar el sonido de la ambulancia. Creo que hay un hospital cerca. Te llevare allí para que te atiendan —dijo contento.

    Pero cuando la cargó nuevamente, sintió el frio de la pistola en su sien.

    —No iré a ningún hospital —recalcó con voz fría y claramente molesta.

    —Pero Mel —

    —No iré, bájame —

    —Pero… —

    — ¡Bájame! —ordenó quitando el seguro del arma.

    —Estas deb…

    — ¡Bá-ja-me! —recalcó presionando la pistola contra su sien. A Lenard no le quedó otra que obedecer, pero ni bien hubo colocado a Melina en el suelo está casi se desvanece sujetándola fuertemente de la cintura.

    —Aun estás débil preciosa —dijo procurando recordarse que ella odiaba que la llamen por su verdadero nombre —nos persiguen, debemos salir de aquí.

    —¿Por qué me ayudas? — preguntó ya sin poder evitarlo.

    No podía quitarse de la cabeza que el buscaba algo ¿quizá alguna oportunidad para venderla al enemigo? ¿Hacer que confíe en él para luego traicionarla? ¿Ganarse su confianza para después acabar con todo su mundo? No. No podía volver a confiar. Claramente el detective podría ser otro Thomas. Tenía miedo confiar. No se sentía capaz de seguir viviendo si perdía todo nuevamente. No dejaría que nadie acabe con su familia.

    Al ver la desconfianza en sus ojos y ese brillo nostálgico y triste en su mirada. Lenard no la culpó, el suponía que ella había pasado por mucho. Sus hermanos le habían dado vagos y leves pantallazos de que lo que pasó no fue una farsa, una mentira y que ella había perdido todo y a todos de la manera más trágica y cruel. Sin poder evitarlo la envolvió en un abrazo tierno y protector.

    —No te traicionaré, no te engañaré, ni te fallaré Melina, puedes confiar en mí —dijo fervientemente —. No sé lo que te pasó en el pasado, pero sé que no fue nada grato. Y quiero asegurarme que en este presente no pases por lo mismo. Te amo Melina, no sé cuántas veces quieres que te lo repita, estoy enamorado de ti, y mi corazón jamás permitirá que algo malo te pasara. No me lo perdonaría jamás. Y si en mis manos está protegerte, lo haré, así tenga que arriesgar mi vida para eso. O morir por ti si es necesario. Pero no te fallaré. Lo juro. —completó besando su frente acunando su nuca en la palma de su mano aspirando el aroma a rosas que ella desprendía. Lenard amaba esa esencia, desde la primera vez que lo sintió, se convirtió en su favorito.

    Melina se sintió desarmada ¿podía confiar en él? ¿Realmente podía hacerlo? Pero justamente cuando estaba planteándose la idea, Lenard abrió la boca arruinando el momento.

    —Estas herida preciosa, debemos buscar ayuda médica especializada. —La tensión de su cuerpo le dijo que ella no estaba muy de acuerdo con la idea —. Debo llevarte a un hospital para que traten esa herida y te quiten ese pedazo de metal. Estas perdiendo mucha sangre y sinceramente ya me está entrando el pánico —completó al volver a ver la herida.

    —No —respondió con terquedad alejándose de él sin lograrlo —soló debo llegar con mis hermanos, ellos sabrán que hacer. A fin de cuentas no es la primera vez que me pasa esto. —dijo intentando restarle importancia.

    Pero para Lenard fue todo un chapuzón de agua helada con muchos cubos de hielo que le golpeaban la cabeza ¿había estado en situación semejante antes? ¡¿en qué caótico y peligroso mundo vivía su musa?!

    —No iré.

    —Melina… —resopló frustrado, esa mujer era más terca que una mula —debemos ir al hospital, estas débil, si sigues perdiendo esa cantidad de sangre entraras en colapso y eso será peor.

    Durante unos segundos se la pensó. El idiota tenía razón, de nada serviría su terquedad si terminaba muerta a medio camino sin poder llegar con su abuelo y sus hermanos. Pero pese a eso se sentía reacia de ir.

    Como adivinado la línea de su pensamiento Lenard volvió a cargarla en brazos y se encaminó fuera de ese lugar.

    —Irás conmigo preciosa, soy detective, no dudaran de mi palabra si les digo que fuiste víctima de daño colateral en alguna persecución.

    —Daño colateral… —Melina casi rio con la mención de eso. Como lo odiaba, parecía que toda su vida iba regida a esa maldita frase.

    —Tranquila, estarás bien —le susurró y besando su frente salieron a paso lento inspeccionando cada extremo. Por si se presentaba alguna eventualidad Melina tenía el arma cargada y lista para ser enfundada en caso de contratiempos. Cuando ya habían avanzado un buen trecho una firme y gruesa voz frenó sus pasos.

    —Ya me iba preguntando cuanto tardarían en llegar —dijo la voz proveniente de ninguna parte —estaba por ir a buscarlos, pero me ahorraron el viaje. —completó acercándose a ellos saliendo de la profundidad de ese bosque hasta quedar al alcance de su vista —Hola preciosa —saludó sonriente.

    Lenard se quedó helado, el reconocía esa voz, pero ¿Cómo podía ser? ¿De dónde diablos salió? ¡¿Cómo fue que no notó que lo estuvieran siguiendo?!

    —Veo que la dama se halla herida, —observó —quisieran quizá alguna… ¿ayuda? —preguntó en tono burlón.

    Lenard se giró para encararlo, el reconocía esa voz, ese timbre tosco, seco, lo conocía de memoria. Y el solo recuerdo le puso la piel de gallina. Era Bocar, ese mastodonte que lo había casi desfigurado con cada golpe de su látigo hace unos meses atrás.

    —Hola preciosa, nos volvemos a ver —dijo sonriendo con malicia.

    Un estremecimiento se hizo presente, entre los dos. Ahora si la cosa se puso negra, y no había forma de salir bien librados de esa. Melina estaba herida así que esta vez no sería de mucha ayuda para el detective, los papeles se volcaron en esta ocasión.

    Colocando a Melina en el suelo con suavidad, Lenard enfrentó a Bocar alejándose un poco para que no saliera lastimada de lo que fuera vaya a suceder. Él tenía cuentas que lidiar con ese mastodonte, aunque no fuera la mejor ocasión, sabía que no tenía elección, en esos momentos se encontraba en el dilema de matar o morir. Y él no estaba dispuesto a lo segundo.

    Melina se sentía observada nuevamente, sabía que allí entre ellos había un cuarto escondido en algún lugar que podía hacer su aparición en cualquier momento. Debía asegurarse de guardar un par de balas en caso de ser necesario. Pero al parecer el nuevo visitante estaba más de espectador que de atacante, de lo contrario ya habría notado movimiento por su parte.

    Ignorando al nuevo intruso, Melina decidió no darle mucha importancia por el momento, debía enfocarse en el mutante que tenía delante, ese era su mayor y más grande problema. Lo recordaba bien, era imposible olvidarlo, aun recordaba cuantas balas había disparado contra él, y seguía moviéndose ¿Cuántas vidas tenía ese sujeto?

    Y de pronto, como un recuerdo vago y lejano, rememoró sucesos que había vivido hace unos meses atrás con Kato. Cuando fueron a desmantelar un laboratorio en las nevadas colinas de Alaska por orden de su abuelo, al parecer allí estaban fabricando dinero en cantidades excesivamente grandes y de una manera tan notoria que pondría al descubierto una de las plantas de fabricación de diamantes que tenía su abuelo y se hallaba fuera de los ojos del gobierno.

    —Ya hay demasiados impuestos que pagar, no pienso andar regalando dinero a idiotas como esos pudiendo invertirlo en algunas otras cosas más útiles —Y mirando a Melina había añadido — ¿se te antoja un vestido nuevo querida? —preguntó a manera de broma.

    De allí que fueran enviados con su hermano y un grupo reducido de hábiles, locos, arriesgados y tan dementes como ellos agentes, como solían llamarlos. Al estar acabando con esa planta de fabricación precaria, descubrieron un sector escondido en el sótano de la misma, donde estaban haciendo experimentos con humanos con la firme idea de crear una especie de súper soldados invencibles.

    Tomaron todo lo que les pareció necesario, documentos, fotos y algunas muestras, cuando hubieron acabado con eso, colocaron bombas en puntos específicos para que nada de lo que había debajo subiera a la superficie y quedara enterrado para siempre. Pero uno de esos estaba vivo y logró escapar acabando con casi todo el grupo, incluyéndola.

    No sentía dolor, y parecía no cansarse, recibía las balas como si fueran simples bolas de chicle arrojadas por un niño, y de no ser porque Kato logró explotar su pecho con un cañón nadie hubiera vivido para contarlo.

    Pero ahora estaba sola, ninguno de sus hermanos estaba con ella, y si el mastodonte era lo que ella imaginaba, el detective no tendría ninguna oportunidad. Observando sus alrededores buscó algo que pudiera servirle de ayuda para acabar con él. Pero todo lo que veía eran árboles, ramas y sombras. Tomó el arma con decisión, no se iría sin pelear, no se rendiría. Sus hermanos debían estar esperándola en el punto de reunión preocupados por ella. ¿Pero como avisarles?

    — ¡El brazalete! —pensó con una chispa de esperanza.

    Pero al verse las muñecas no lo encontraba, ¿Dónde lo había puesto? ¿Es que acaso se le habría caído en algún lugar? ¿En la mansión? ¿En el coche? ¿En la explosión? ¿Durante la carrera de huida? ¿O es que acaso lo tendría Lenard?

    Y como pensamiento evocado vio pasar delante suyo un cuerpo que fue a estrellarse contra un tronco varios metros más allá. Al volver la vista vio a ese mutante reír a carcajada abierta. No había otra forma de describirlo que ésa. Mutante. Resultado positivo de algún experimento de laboratorio, porque ese tamaño descomunal, esos músculos sobre desarrollados y ese color de pelo tan fuera de moda, era algo que realmente atemorizaba a cualquiera.

    Lenard estaba casi inconsciente, el golpe que se había dado le había abierto la cabeza sangrando al igual que lo hizo ella. Pero pese a eso y haciendo un esfuerzo descomunal se puso en pie apoyado en el árbol y para sorpresa de Melina, aun sosteniendo el arma.

    —No la tocarás… —amenazó. Su tono de voz fue mordaz, aunque su aspecto físico no acompañara a la fuerza de sus palabras.

    —No necesito tu permiso para eso princesita —dijo burlón —mi maestro la quiere, y si él lo pide, él lo tiene —completó lleno de convicción.

    —Tu maestro es un mariposón demente —contestó en el mismo tono burlón —no sé para que la busca si claramente demostró su inclinación más hacia el otro lado.

    Bocar torció el gesto, sabía a lo que el francés se refería, pero él no era nadie para discutir los gustos de su jefe.

    — ¿Qué? ¿Acaso te dolió? —preguntó incitándolo.

    Necesitaba distraerlo, alejarlo de ella de ser posible, ganar algo de tiempo para pensar en alguna forma de volver a tenerlo cerca y de preferencia a distancia de tiro para no fallar. Había perdido su cartucho de repuesto en la pelea que tuvieron hace unos segundos y estaba seguro que no contaba más que con un par de tiros, así que no debía fallar.

    Quería provocarlo, obligarlo a venir en su busca y allí acabar con el cuento. Porque había descubierto su punto débil, cuando estuvo peleando con él, el único golpe que pareció sentir fue esa patada que le asestó en la cabeza, allí donde tenía el tatuaje de dragón.

    — No me digas que estas celoso que tu jefecito adorado haya puesto los ojos en alguien como yo en lugar de en alguien como tú —sonrió burlón.

    Bocar lo miró con verdadero odio, sabía que el francés solo estaba provocándolo, pero sus órdenes fueron claras.

    — «Trae a la mujer que esté con el francés. Y de preferencia tráelo a él también

    Maldijo la hora en la que ese francés se cruzó en su camino, aunque si lo pensaba bien, su jefe dijo que lo trajera, pero no especificó en qué estado debía ser entregado el encargo.

    —No me juzgues a mal mastodonte, pero tu jefe no es de mi tipo. Aunque yo si fuera el suyo. Y se esté derritiendo de amor, por simplemente volver a posar sus ojos en esta belleza —dijo sonriente señalando su pecho.

    Melina vio asombrada como el idiota ese andaba cavando su tumba él solito, sin ayuda de nadie, ¿es que acaso quería morir? No es que a ella le importara, pero su hermano lo requería además que ella necesitaba medio de transporte para salir de allí para lo cual necesitaba que el francés esté consciente y de preferencia vivo.

    Por un momento Bocar desvió la mirada de Lenard a Melina, su prioridad era ella. Lo supo cuando los vio salir de aquel nido de serpientes tomados del brazo, ésa debía ser la nieta del magnate ése a quien su jefe quería someter. Le dijeron que no tenía muchos rasgos japoneses, aunque tampoco le dijeron que fuera una pelirroja despampanante, y al verla ahora con otro color de pelo supo que esa cara era una simple fachada.

    —“Quizá una forma de distraer al enemigo y escapar” —se dijo —“los Sho son astutos, pero yo los descubrí a tiempo.”

    Si esa era la japonesa no debía lastimarla, quizá un poco para someterla, pero nada muy serio, aunque si la veía con detenimiento, estaba herida de modo que no representaría ningún retraso en su encomienda. La cuestión era ese francés, sí que era una piedra en el zapato. Cansado y decidido a terminar el juego con él, se lanzó a su encuentro buscando arremeter en su contra y estamparlo en el tronco con todo el peso de su cuerpo.

    Pero Melina reaccionó antes, y tomando su arma disparó tres veces directo a la sien. Pero el tiro no salió como ella lo esperaba, a pesar de haber dado en el blanco, no lo derribó, solo logró frenar su carrera, detenerlo y hacer que la mirara con odio.

    —No te molestes en apuntar a la cabeza corazón —dijo burlón pero con la mirada cargada de verdadero desprecio —se podría decir que soy indestructible, me reconstruyeron. —Dijo —aquí—señaló su cabeza —tengo una aleación rara y nueva que evita que simples balas como las tuyas hagan impacto. ¡Soy avance de última tecnología nena! —exclamó divertido y jovial, dejando a Melina con la frustración en el rostro.

    — “¡Avance de última tecnología mis pantuflas!” —aseguró Melina. Él no podía ser indestructible. Incluso los robots de tecnología súper avanzada tenían un punto de quiebre como lo llamaban, un punto débil que les permitiera destruirlos si se salían de control. La pregunta era ¿Dónde estaba?

    Miró a Lenard, el parecía haber leído sus pensamientos y mediante señas le hizo saber donde debía apuntar.

    — ¡Es mejor si te callas! —dijo Bocar que acercándose al francés le dio una patada con tal fuerza que lo mandó volar en dirección a Melina cayendo a solo un par de metros de ella.

    Con espanto Melina vio como el francés dejó de moverse ¿estaría muerto quizá? Se preguntó pero no le dio tiempo a analizar nada más, Bocar estaba frente a ella y se tronaba los dedos en señal de victoria.

    —Nunca pensé que me resultaría tal fácil acabar con ustedes dos —. Sonrió victorioso —Ahora es tu turno mocosa. Mi jefe te busca para sobornar a tu querido abuelo, así que vendrás conmigo.

    Melina se llenó de pánico. ¿Había dicho… abuelo? ¿Acaso la habían descubierto? ¿Acaso sabían de su existencia y de lo que ella significaba para Haddadrimon? El pobre anciano había sufrido mucho, y ella no quería ser la causante de una pena más a ese pobre y angustiado corazón. Ella le debía tanto, así que no podía dejarse atrapar por ellos y mucho menos morir en manos ajenas.

    Ella no lo permitiría, antes de que ese mastodonte intentara siquiera llevarla, ella acabaría con él. Miro al detective tras suyo, ya no era de ninguna ayuda, lo más probable era que estuviera muerto, la patada que le propinó esa bestia fue tal que le pareció haber escuchado como se habían roto varios huesos. Volvió la vista nuevamente al mastodonte, debía hallar su punto débil, ¿pero dónde estaba?

    “Piensa Melina, ¡Piensa!” —se ordenó —“el punto de quiebre debe estar escondido de ojos curiosos, ¡¿pero dónde?!”

    Con mirada inquieta Melina recorrió a Bocar buscando algún punto, algo que llamara su atención y le dijera ¡AQUÍ! Por más que eso sonara estúpido. Y como si el cielo escuchara sus suplicas, Bocar se rozó el cuello en un acto reflejo, allí donde Lenard le había mostrado, frotándolo levemente, como quitando alguna molestia pasajera. ¡Ese era su punto débil! Aunque parecía ilógico, era un punto excesivamente visible.

    No hay mejor forma de esconder algo que mostrándolo al todo el mundo —. Era la frase que manejaban en su casa, su papá y su hermano solían repetírselo constantemente.

    —Cierto —analizó.

    No debía ser el corazón, por su funcionalidad y por ser siempre el primer lugar que se ataca. Tampoco podía ser los brazos, por su constante uso y movimiento. Por tanto buscaron la vena principal que diera acceso a ambos, ubicada en el lugar más visible, más sensible y más protegido. El cuello. Por allí recibía la medicación, ese era su punto de quiebre. Un lugar donde la piel tardaba en regenerar, y donde aún quedaba algo de sensibilidad.

    El exceso de medicación necesaria para mantener a esos monstruos en funcionamiento destrozaba parte del aspecto de la piel. Y que mejor forma de camuflar la malformación que con el tatuaje de un ser que de por si es malformado.

    Con una sonrisa de vitoria Melina apuntó hacia el cuello y disparó. Pero con tan mala puntería que falló, rozando su objetivo causándole un leve daño.

    —Fallaste —dijo Bocar tomando el arma de sus manos arrojándolo lejos mientras tomaba a Melina por el cuello y la arrojaba en dirección contraria.

    Con mucho esfuerzo Melina se incorporó, el golpe realmente le dolió, sentía como la vista se le iba nublando poco a poco, no faltaba mucho para que perdiera la conciencia. Pero no se dejaría vencer, no dejaría que timen a su abuelo, ni tampoco se dejaría atrapar sin antes pelear.

    “Situaciones desesperadas, medidas desesperadas” —se dijo.

    Con la adrenalina corriendo por sus venas nuevamente se enderezó, y quitándose la sortija que llevaba en su mano derecha, la presionó y la arrojó en dirección a Bocar. Lanzándose al suelo para protegerse del impacto.

    El anillo, que era una mini granada, voló en dirección al mutante y explotó a tan solo centímetros de su rostro arrojándolo lejos por la onda expansiva. El sonido fue ensordecedor y la luz cegadora. Cuando pudo volver a enfocar vio a Bocar varios metros lejos de ella aullando de dolor tocándose el rostro lleno de sangre. Seguía con vida.

    Había fallado.

    —Maldito mutante —dijo. Con mucho esfuerzo intentó incorporarse pero no lo logró, la herida que antes le dolía ahora era como si le estuvieran desgarrando el brazo. Y ya sin poder sostener su propio peso se dejó caer en la inconciencia, había hecho cuanto pudo, pero aun así había perdido.

    Antes que su cuerpo tocara tierra unos brazos la rodearon con suavidad, frenando su estrepitosa caída colocándola suavemente en el suelo. Al fondo los aullidos de Bocar eran desgarradores.

    — ¡MALDITA…! —. Decía entre aullidos —¡VOY A MATARTE! —gritaba.

    Tenía el rostro a rojo vivo, había perdido la piel, los parpados y un ojo, pero pese a eso seguía con vida, el pecho estaba de la misma manera, cubierto de sangre con pedazos de carne faltante en uno que otro lugar revelando varios implantes metálicos en el borde de su pecho y en la cabeza.

    — ¡MALDITA! —gritaba.

    Y mirando en dirección a Melina con el único ojo que le quedaba fue directamente hacia ella con la clara intención de vengarse y hacerle pagar por lo que le hizo, pero antes que pudiera acercarse un solo paso hacia ella, una daga clavada justamente en el tatuaje de dragón atravesó su cuello con la facilidad que lo hace en la mantequilla acabando con su vida al instante.

    Una sombra fue acercándose lentamente hasta él y antes de sacar la daga de su cuello susurro con fiereza.

    —Nadie —dijo con furia contenida —se atreverá a tocar a mi señora mientras yo siga respirando —completó sacando la daga con fuerza dejando que el cuerpo de Bocar convulsionara hasta quedarse tieso.

    La sombra tras Bocar fue tomando forma humana a medida que la Luna se dejaba ver en el firmamento y de ella un par de ojos color cielo fueron tomando brillo y fuerza tal como los ojos del gato lo hacen por la noche. La sombra se acercó a Melina y con el mayor cuidado posible la acomodó en sus brazos desapareciendo entre las sombras sin dejar rastro de su presencia.

    Continuara…

    Y como siempre... gracias a todas aquellas personas que se pasan para leer esta historia.Que aunque últimamente me demoro mares en actualizar, no pienso abandonar.
     
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  17.  
    Syel

    Syel Extraña

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    AH~ Que bello. Tardaste, pero regresaste con todo...En serio que cada día me sorprende más esta historia.
    Comenzando con lo técnico, te digo que le des una nueva leída (con detenimiento) ya que hay varios errores en algunas palabras, ya sea por falta de acentos o "dedazos" involuntarios (aunque últimamente vienen culpando al auto-corrector xD). No te digo que este mal, pero si llega a sacar de onda. También, en los diálogos, hay partes en las que, cuando el diálogo termina, lo cierras con un guión largo y eso no se debe hacer, con solo un "punto" es suficiente para entender que esa parte termino.
    Regresando a la historia...¿Cómo haces para hacer que mi corazón se emocione, se altere, se encoja...en solo segundos? Te juro que cuando comenzó todo eso de la persecución me sentí nervioso, después cuando lograron salvarse sentí alivio, cuando los volvieron a encontrar, dije: "Ya valió todo". Cuando le pegaron a Lenard para ir contra Mel, me sentí furioso y al final, sentí ternura con esa frase: "Nadie se atreverá a tocar a mi señora mientras yo siga respirando" Te juro que me esperaba que apareciera Kay, dije: "seguro que la salva" pero no de esta manera tan...épica. Me emocioné mucho.
    Debo admitir que Lenard consiguió que le diera una oportunidad con las palabras tan lindas que le dijo a Mel, de que la amaba y la protegería...Aunque sigo apostando por Kay y sé que tal vez no me darás ese final :c Te gusta hacerte esperar y sorprender cuando llegas :mad:
    Otra cosa es que me hiciste reír. Sí, después de todo lo anterior, los comentarios graciosos me causaban risa: El de Lenard diciendo que se sentía pelota de ping pong en la persecución del auto, su deseo de Mel de que cerrara la boca para siempre, lo de "mis pantuflas", "mariposón de tu jefe"...En fin.
    Finalmente, odié a ese mutante...¿cómo puede estar enamorado (o eso creo) del "mariposon de su jefe"? Y luego sentirse genial solo porque es "casi inmortal" ¡Cangrejos! Es un adefesio del mal...
    Bueno, sin más por el momento (¿más? Casi escribo un capítulo de comentarios xD) Nos leemos ^^.
     
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  18.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Syel me ha quitado todas las palabras que puedo decir con respecto a este capítulo :3 Fue simplemente ¡increíble! Este y el anterior han sido reveladores y emocionantes. Esa persecución en auto estuvo increíble, me imaginé todo con tanto detalle y sentí la angustia de Lenard y Mel pero como si yo estuviera allí con ellos. Después me sentí aliviada y ese Lenard tan caballero, tan amor con Mel, siempre preocupándose por ella, y no sólo eso, estuvo dispuesto a sufrur una paliza por el mastodonte ese con tal de alejarlo de Melina, y vaya que se esforzó por aguantar o.o En definitiva, es alguien a quien admirar y lo reconozco por completo. Es un encanto, es un personaje divino, valiente, luchador por su amor y sí le he cogido muchísimo cariño, así como a Kato e Ian, (que espero estén bien y añoro leerlos xD), por lo que me hallo en confusión en cuanto al tema del romance. Lenard merece ser feliz sin duda, así como Mel, pero Kay es Kay y también merece ser feliz aunque sea tan desgraciado posesivo xD

    Una parte de mí esperaba que él fuera en rescate rescate de Mel cuando se encontraron con Bocar y me alegró que me cumplieras ese capricho xD Su aparición fue tan... él. ¿Él era la cuarta sombra que los vigilaba? ¿O se trataba del sujeto que envió a espiarlos y luego él ya hizo acto de presencia? Pero qué seguro es. Me trajo memorias del inicio de la historia, cuando hacía des las suyas mirando a Melina en el anonimato de igual forma xD ¡Qué nostalgia! Algunas costumbres no se pierden, ¿eh? Sin embargo me he quedado con un par de dudas. Es evidente que a quien buscaban en realidad era a Dodo, no a Mel, a quien confundieron con ella. ¿Por qué? ¿Será posible que los Sho, Lenard y Mel compartan enemigo o al menos objetivos? ¿Habrá más alianzas entre el equipo Haddadrimon y los Sho? ¿Te imaginas? Eso sí estaría de locos xD Ah, ¿Kay reconoció a Mel? ¿Ya sabe quién es ella? Uy, quiero seguir leyendo. Por cierto, también me hicieron reír los comentarios de Lenard. Es tan ocurrente y un verdadero loco xD
    Y nada más, Mel, me despido esperando el próximo capítulo con ansias. SIn más que agregar por ahora. Me despido y te cuidas.

    Hasta otra.
     
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  19.  
    Milmel

    Milmel Con un sueño en el pecho que pronto florecerá

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    Título:
    Enamorandose del Demonio [Terminado]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    68
     
    Palabras:
    3816
    y después de siglos perdida, aqui llego el caballero con su brillante armadura...

    Cap: Contradicciones

    La noche salió como lo esperaba, sus planes nuevamente se veían completados.

    La velada, tan encantadora como pudo fingirla y la sonrisa tan sincera como la practicó siempre. Su elegante atuendo y el glorioso trofeo que presumía era lo que había estado buscando desde hace algún tiempo.

    Ahora nuevamente estaba en la cima, y nadie podía discutirlo. Tenía el poder, aunque no fuera total… por ahora.

    Estaba oficialmente comprometido con la hija del magnate. No es que le importara quien fuese, pero el anciano quería una fuerte descendencia, y él estaba más que dispuesto a dársela a cambio claro, del poder y las riquezas que su nombre le podría brindar. No es que hubiese perdido su orgullo, simplemente se obligó a sí mismo a tomar todas las armas que le fuesen ofrecidas para saldar cuentas con los malnacidos que osaron destruirlo.

    Habían acabado casi con el total de sus posesiones, le costó un buen par de meses recuperarse del daño psicológico, moral y económico. Al ser un hombre de negocios fue abriéndose paso nuevamente en ese mundo que desde muy pequeño había aprendido a desentrañar. No había secretos para él, sabía que cuerdas debía mover para conseguir lo que quería.

    Y así, volvió a levantarse.

    Después de haber estado postrado en cama durante semanas, de haber aceptado el hecho que había perdido todo, juró vengarse. Cuando pudo ponerse en pié, el mundo comenzó a temblar.

    Con ayuda de sus muy fieles sobrevivientes a la catástrofe volvió a resurgir, pero ahora ya no sería lo mismo. Sus más antiguos rivales lo creían muerto, y él no tenía la más mínima intención de llevarles la contra. Eso era lo que quería que piensen, para que en el momento correcto, cuando llegue la hora, lloren por no saber a dónde huir, ni de quien esconderse.

    Y así, una nueva fachada fue creada, un nuevo mafioso había surgido, uno del cual nadie sabía sus orígenes, pero que si habían llegado a conocer su poder. Con un nuevo rostro busco aliados, y encontró viejos conocidos, aquellos que sin importarles nada le tenderían la mano. Pero no era suficiente, él quería más. Y ya era hora de ir saldando deudas pendientes con sus colegas.

    Cuando el anciano Satoichi Sho se enteró del deceso de Kay Jameson, lo celebró en grande. Hubo fiesta, invitados y demás, y estaba tan seguro del hecho que nunca hubiera esperado encontrar en sus aposentos a Zafrán con una nota escrita por el más temido de sus contrapartes a quien juraba muerto y cien metros bajo tierra.

    La nota le quemaba los dedos, y ansioso e inseguro la abrió, leyendo su contenido, helándose hasta los huesos con cada palabra escrita en él.

    «No cantes victoria hasta ver mi cadáver. Cuida tus acciones, que vendré a reclamar mis pagos»

    La nota lo llenó de pánico, nerviosismo y temor. Su pesadilla aún no había terminado. Su deuda aún seguía en pié, y temeroso de lo que pudiera pedirle no le quedó otra más que aguardar pacientemente noticias de aquel a quien consideraba su verdugo.

    Kay pudo imaginarse la cara de espanto que puso el japonés, tan solo bastaba cerrar los ojos para recrear vívidamente el espanto marcado en ese ancestral rostro, y hubiera dado lo que fuera para poder ser testigo presencial del hecho, pero su condición no se lo permitía. Débil como se hallaba en esos momentos, estaba obligado a estar en cama por algunas semanas más, tanto Sora como Sebastián, se pusieron en el papel de enfermeros estrictos dejándolo inmovilizado para realizar cualquier acción.

    Ganas de matarlos tuvo en más de una oportunidad, pero para buena fortuna de ese par de enfermeros autodesignados, su lógica de supervivencia siempre iba por delante de su ansiedad por estar en pié, sabía y había aprendido de manera muy dura la dificultad de hallar gente de confianza en ese rubro, así que no le convenía deshacerse de ellos limitándose simplemente a gritarles de hasta lo que se iban a morir.

    El mes que Kay estuvo postrado en cama inmovilizado fue el más horrible para muchos, no había forma de mantenerlo quieto, era una fiera herida, la impotencia de no poder moverse, y la conciencia de haber perdido lo más valioso lo estaban destrozando. Sora no tuvo más opción que mantenerlo sedado durante el primer par de semanas, y con vigilancia las veinticuatro horas, lo había pescado en más de una ocasión quitándose las intravenosas después de reducir a los enfermeros de guardia para salir de allí en su busca.

    Él bien sabía que el dolor de su perdida era compartido. Todos habían llegado a quererla, y perderla de esa manera tan… trágica fue un golpe muy duro para ellos. Habían jurado venganza, y estaban más que dispuestos a seguir las órdenes de su señor hasta las últimas consecuencias.

    Es por eso que nadie objetó cuando les propuso levantarse nuevamente borrando todo el pasado, todo lo que fueron y llegaron a ser, quedaría enterrado en el ayer. Un nuevo rostro, una nueva fachada, un todo nuevamente y estarían en la cima otra vez.

    Su primera jugosa victima sería el anciano, ese vejestorio tenía el dinero cayéndole de los bolsillos, y sería la primera presa que ellos atraparían. Mandó a Zafrán tras su rastro para que lo tenga constantemente informado de los movimientos del japonés. No se esperó la increíble fiesta de despedida que organizaron en su memoria, y no se contuvo tampoco al enviarle en agradecimiento aquella nota.

    Desde aquella noche, las noticias que le entregaba Zafrán eran intrigantes y atrayentes. El vejete andaba tras la pista de alguien, un alguien que no mencionaban a cabalidad, pero que al parecer sería su carta de la victoria.

    Satoichi por su parte era consciente de su situación, sabía que se hallaba en el ojo de la tormenta, y también sabía que si no jugaba bien sus cartas, perdería todo lo que con mucho esfuerzo había conseguido. Kay Jameson era un hombre de temer, él mismo lo había constatado en persona cuando ese tipo era tan solo un mocoso que no pasaba de los diecinueve.

    Bajo el mando de su padrino casi había acabado con su organización y con su vida. Kay a esa edad tan temprana era diestro con las armas, ágil como gacela y letal como una cobra, sus movimientos precisos y esa sed de sangre en su mirada le indicaban que ese jovenzuelo había nacido solo para matar. Pese a sus muchos años de experiencia y a su habilidad en las artes, Sho había sido derrotado, la pelea había sido dura, fiera, y muy reñida. No podría decirse que no peleó con honor, y tampoco se diría que Jameson faltó a su palabra de romper alguna regla en el combate, todo fue limpio e impecable.

    Satoichi Sho era un hombre orgulloso, de palabra y honor, como todo antiguo japonés culto en las artes de guerra y lucha ancestrales. Llevaba consigo el conocimiento de miles de batallas pasadas, y las leyendas que estas guardaban. De allí, que cuando intentara deshacerse de su oponente con un corte limpio directo al corazón no lograra su cometido, vio con contenida sorpresa como aquel golpe fallido dejara al descubierto una marca de nacimiento en el pecho del joven. Una mancha en forma de dragón, una marca que señalaría por siempre su supremacía ante muchos, su constante lucha y su camino seguro hacia el poder y la gloria.

    Ese jovenzuelo era el eslabón perdido, el camino hacia la inmortalidad de su imperio. No sería derrotado, no en esos momentos. No se humillaría, pero tampoco rogaría por su vida. Una tregua sería el trato, un pacto que sería sellado con sangre el cual sería cobrado y devuelto con creces cuando el momento oportuno llegue.

    Y el momento llegó, el dragón despertó de su largo sueño, y el momento de saldar deudas había llegado. Una deuda de honor, que no sería rota ni por él, ni por ninguno que llevase su sangre, porque ello significaría la deshonra para todo su clan.

    Los años lo volvieron astuto, Satoichi Sho no quería guerra, pero tampoco se desharía de ninguna de sus pertenecías, a perderlo todo, el prefería tener al dragón manso a su lado y bajo su mando, así que osó conquistarlo, engatusarlo y ofrecerle palacio, corona y reina. Sin tener nada que objetar Kay aceptó la propuesta, no podía haber hecho un negocio mejor, aunque a un principio solo le hubiera pedido unas cuantas tierras y un monto mínimo de dinero, la propuesta del yakuza fue mucho mejor de lo que esperaba obtener.

    Sho sabía que no viviría muchos años más y no quería que su imperio desapareciera tras su muerte, y ansiaba que su nombre siga resonando aun cuando él no estuviera allí. Y estaba más que seguro que si le dejaba el encargo a su nieta, su imperio desaparecería en un abrir y cerrar de ojos. No podía confiar en ella, pero si podía confiar en él. Sho necesitaba una descendencia, y que mejor postor que el mismo ser que hace un tiempo atrás casi había acabado con todo lo que con esfuerzo había construido. Así que jugándoselas el todo por el todo, le ofreció su imperio completo a cambio de una poderosa descendencia.

    Kay no se negó, el trato resultó más fácil de lo que él jamás esperó. Para él, las mujeres nunca fueron cosa difícil, sabía de sobremanera que podría engatusar a la nieta de ese tipo y tenerla comiendo de su mano en cuestión de tiempo, la desafortunada joven sería el escalón que usaría para poder llegar a la cima de ese mundo.

    Y una vez allí, se encargaría de hacer pagar a todos aquellos que osaron enfrentarlo en una lucha cobarde y ruin. Aunque hubiera querido negarlo mil y un veces, estaba estancado, sus armas habían quedado reducidas, y necesitaba más, el vejestorio se las ofrecía, y el no negaría el favor. Necesitaba cuantas armas pudiera conseguir. Estaba seguro que el destino de los infelices esos estaba cerca, y casi no podía con la euforia que poco a poco comenzaba a invadirlo. Él los hallaría, siempre había sido un bien sabueso, y estaba más que seguro que los encontraría.

    Quería venganza, buscaba venganza, su alma entera pedía a gritos un derramamiento de sangre en busca de justicia para aquella mujer que fue todo en su vida y a la cual nuevamente arrebataron de su lado de la manera más cruel y despiadada. Arrancando junto con ella la luz que iluminaba su alma, su vida y su ser.

    Ella era la gema que guardaba su corazón, y se la habían arrebatado sin piedad. Kay Jameson se convirtió en un rey sin reina ni corona, y esta vez, el golpe fue mayor. Habían zanjado su corazón por segunda vez, y esta vez no volvería a latir, ni a sentir más que odio y rencor, su corazón no gritaría más palabras que muerte, odio y venganza.

    Los buscaría, los encontraría y se encargaría de acabar con ellos de una manera mucho más terrible y dolorosa de lo que hubo hecho una vez con el falso André y compañía. Porque esta vez sería él quien se encargaría de acabar con ellos. Debía encontrarlos, tenía unas cuantas pistas, un italiano, y un ruso, pero al parecer el primero había sido eliminado hace mucho tiempo atrás, y el segundo, aun se hallaba escondido en algún recóndito lugar. Necesitaba hallarlos, hacer que hablen, y una vez hecho, deshacerse de ellos de la manera más cordial que su agitada alma se lo permitiese.

    Cada muerte, cada sacrificio, cada derramamiento de sangre sería una ofrenda a esa mujer, a la que no tocó, pero con la que sintió que había vivido una vida entera. Aquella que con solo una sonrisa alegraba sus días, que con su rebeldía y carácter tan terco logró conquistarlo de una manera que hasta ese momento no se podía explicar cómo.

    Sin poder evitarlo, soltó uno de los muchos suspiros guardados en su pecho, de esos pequeños vahos de aire que guardaban su pena y su dolor, junto con todo el amor que sintió por esa mujer. Esa maravillosa mujer que hizo tanto por él, hasta el punto de sacrificarse y morir por él.

    Sin poder evitarlo su mente volvió a recorrer los pasillos del pasado, de aquel pasado tan corto pero tan glorioso que por un momento hicieron flaquear sus piernas y volvió su visión borrosa. En busca de aire para calmar su alma, se dirigió a los balcones, necesitaba aire, puro fresco y limpio.

    La nostalgia volvía a invadirlo.

    A pesar de que le había jurado no volver a bajar la guardia, su simple memoria volvía a desarmarlo. Cuanto la había amado, y aun ahora cuanto la amaba. Con la sensación de vacío en el pecho Kay se puso a recorrer el barandal con vista a la oscuridad sin nada que admirar ni observar. La extrañaba, su aroma, su suave piel, y esa sonrisa tan endiabladamente coqueta, esa sonrisa tan hermosa, tan sincera, tan suya.

    Tan suya como nunca jamás pensó volver a ver… hasta esa noche.

    La pelirroja, esa extraña mujer tenía esa sonrisa, esa desconocida osaba imitar la sonrisa que lo tenía enloquecido durante todo ese tiempo. ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué había esa similitud? ¿Acaso era el karma? ¿Un maldito juego del destino que osaba jugar con sus sentimientos nuevamente removiendo todo? Había jurado no volver a enredarse con nadie, no pensar en nadie.

    Entonces… ¿porque?

    ¿Porque nuevamente había otra persona rondando su mente?

    ¿Porque había alguien tan parecida a ella que era imposible no dejar de verla? Era tan parecida, tan igual pero tan distinta a la vez.

    —Por un segundo pensé que eras tú —dijo a la nada en un suave susurro —“pero el aire que emanaba esa mujer era distinto, ella no poseía tu aire de inocencia y picardía, por el contrario ella emanaba salvajismo y peligro, allí donde tú eras luz, esa mujer era solo oscuridad” —recordó —“pero entonces dime amor, ¿Por qué? ¿Porque no puedo dejar de pensar en ella y compararla contigo? ¿Estoy tan mal que te busco en cada mujer?”

    Había pasado tanto tiempo que se obligó a no pensar en ella, a no recordarla, a intentar olvidarla para seguir adelante, pero no lo consiguió, por el contrario ella se convirtió en su motor, su impulso, sus ganas de seguir adelante, para poder eliminarlos y tomar venganza en su nombre.

    —Tu memoria será vengada amor, lo juro. —Dijo con vehemencia —no quedara piedra sobre piedra, ni alma viva cuando descubra quien fue el causante y donde se encuentra. Los eliminare. Lo juro… ¡lo juro!

    La noche comenzó a volverse fría, y junto a la frialdad volvieron los recuerdos, esos recuerdos que lo atormentaban cada noche, esos recuerdos que no lo dejaban vivir, pero que a la vez, lo impulsaban a continuar. Y si cerraba los ojos aun los podía revivir, lo podía sentir tan claro, tan fuerte y tan dolorosamente real, que no pudo evitar cerrar los ojos y evocar la memoria de su gran amor.

    Su hermosa sonrisa, el dolor y la desesperación en su mirada junto con el inmenso amor que estaba escrito en ellos a fuego ardiente. Y ese beso, ese último beso que terminó de sellar todo, la cálida sensación de entrega total y despedida definitiva que significó eso, de allí se quedó en sus pupilas su rostro sonrientemente nostálgico.

    El adiós.

    Nunca más volvió a verla, por más que buscara nunca más volvió a encontrarla. Movió cielo y tierra hasta que dieron con su último recuerdo. La gargantilla que manejaba siempre con ella. Esa cruz que siempre colgaba de su cuello. Ese emblema estaba colgado en la rama de un tronco en el río, rodeado de mucha sangre. Su sangre.

    Sora confirmo que era suya, y con eso el mundo perdió color y la vida perdió el sentido. Odio, un odio tan puro y marcado comenzó a cegarlo, comenzó a tomar posesión de su ser y no hizo absolutamente nada para frenarlo, ella era lo último que lo ataba a ese mundo, y antes de siquiera pensar en dejarlo, vengaría su memoria. No quería ni imaginarse cuanto sufrió, cuánto daño le causaron, no quiso pensar en nada, pero su mente no le daría descanso. Mil formas, mil torturas, todas el mismo fin, ella moría.

    Sin una cadena que lo atara al mundo mortal, su alma se volvió completamente negra, y el dragón dormido por tantos años volvió a despertar, su furia era incontenible y su fuego abrasador, destrozando todo a su paso, buscaría la venganza que su alma gritaba, y se bañaría en la sangre de sus enemigos para saciar su sed.

    Sin gema que proteger, ese derribado rey buscaría destruir los otros reinos, los acabaría uno a uno y se encargaría de que su nombre sea recordado y temido. Tomaría el poder de Sho, pero de igual manera se encargaría de borrarlo.

    Si Asako no cooperaba por las buenas, había descubierto la manera perfecta de coaccionarla, estaba estúpidamente enamorada de ese francés. Sin proponérselo siquiera la nieta de su antiguo rival, fiel aliado y ahora suegro le había dado las armas con las cuales jugar ese juego, y él no las desaprovecharía para nada.

    Había aprendido que la mejor arma es el conocimiento. Y el necesitaba conocer, necesitaba saber que terreno estaba pisando, y con ello implicaba saber quién era ese francés. Ese irritante sujeto que desde que lo vio por primera vez le desagradó de sobremanera. Y lo hizo aún más cuando lo vio bailando con la pelirroja, esa mujer que resemblaba tanto a Melina que asustaba.

    Nuevamente volvía a su mente esa pregunta… ¿Quién era esa mujer?

    Era solo curiosidad, no había ningún otro interés de por medio, por mucho que pareciera ser ella, estaba más que seguro que no lo era, esa mujer era oscuridad donde Melina era luz, era su opuesto, su otra cara, era otra mujer, no era ella, no era la mujer que él había amado y que tan trágicamente había perdido. No había otra Melina, esa mujer era solo un espejismo, un espejismo que osaba confundirlo, que osaba engatusarlo, atraerlo, pero él no caería, no cedería, era una ilusión, solo una ilusión, una maldita ilusión y nada más.

    Nada más.

    ¿Entonces porque?

    ¿Porque nuevamente la había seguido? Como fue que llegó a la puerta de salida donde se preparaba para salir con ese maldito francés. ¿Porque con él? ¿Qué tenía ese tipo de bueno que no tenía el? Él era mucho mejor que el francés en todo sentido. ¿Entonces porque no lo miraba? ¿Porque no apartaba su vista de aquella flor? ¿Porque evitaba verlo? ¿Porque el nerviosismo? ¡¿Porque?!

    ¿Acaso estaba celoso?

    ¡¿Celoso de una extraña que resemblaba a su amada?! Y que salía de la fiesta en brazos de otro, de otro que no era nada más y nada menos que el amor platónico de su ahora futura esposa. Dimitri tenía razón. Estaba perdiendo la razón. Necesitaba un psicólogo y con urgencia.

    Pero esos recuerdos, no dejaban de incomodarlo, se sintió molesto sin razón, irritado sin motivo y celoso sin causa.

    —La sonrisa que le brindó al francés. Ella no debería tener esa sonrisa. No. No debía — pensaba Kay lleno de celos.

    Y nuevamente la pregunta vino a invadir su mente.

    ¿Quién era esa mujer?

    Había mandado a Zafrán tras su rastro, era solo cuestión de tiempo para tener noticias suyas, para saber quién era, y saber quizá porque… porque se parece tanto a ella.

    De manera inconsciente se llevó la mano al pecho, allí donde tenía colgada la cruz que una vez le perteneciera a ella, ahora esa era su cruz, era su carga, y su predicamento. Su razón para seguir adelante y cumplir su venganza, ese deseo de sangre que jamás quedaría satisfecho.

    —Señor, — dijo alguien a su derecha sacándolo de sus pensamientos. Kay no necesito voltearse a ver para saber que se trataba de uno de los gemelos.

    —Novedades. —ordenó directamente.

    —Los perdimos.

    —¡¿Qué?! —preguntó casual. Áscar no levanto la vista del suelo. Conocía a su maestro, y ese engañoso tono tranquilo denotaba su furia contenida. —Explícame a que viene esa incompetencia —masculló apretando el barandal con fuerza.

    —Hubo algunos eventos fuera de lo normal mi lord —respondió sin levantar la vista —agentes externos tras el mismo rastro.

    —¿Agentes externos? —pregunto sorprendido.

    —Afirmativo.

    —Explícate.

    —Alguien esta tras el rastro de ese par, o quizá de uno solo en particular, aun lo desconocemos.

    —¿Estás seguro de eso?

    —Afirmativo. Desviaron su camino de la ruta original.

    — ¿Secuestro?

    —Es una opción válida.

    —Ya veo —y sin decir más se dispuso a ingresar a la mansión nuevamente.

    —Señor, algo más —dijo Áscar —nos descubrieron.

    Kay se detuvo en seco.

    —Al parecer no son gente común, y tengo la leve impresión que son del clan de la serpiente.

    —¿Estás seguro? —preguntó sorprendido.

    —Afirmativo. Uno de los tipos con los cuales me enfrenté, manejaba la técnica de la cobra a la perfección y tenía el tatuaje marcado a fuego en el pecho mi lord. No tengo dudas al respecto.

    Kay se quedó de piedra, conocía a los del clan de la serpiente, aparte del clan de las sombras, el clan de la serpiente, era uno de los más fuertes. Ahora que sus fuerzas se hallaban mermadas estaba seguro que ellos ostentaban su puesto como líderes de los clanes, lugar que antes había pertenecido siempre a las sombras. Pero Akatsuki siempre fue un ser ambicioso, tomaría la más mínima oportunidad para hacerse con el poder. Pero no lo haría si antes él podía evitarlo.

    —¿Dónde están ahora?—pregunto refiriéndose a la mujer y el francés.

    —Lo desconozco señor, Zafrán está tras su rastro. Perdí contacto con él.

    — ¡¿Zafrán?! —preguntó Kay mucho más intrigado.

    —Afirmativo. Durante la lucha nos separamos.

    Zafrán era el más diestro entre los dos, pero Áscar era el más letal. Zafrán no mataba sin una razón, al contrario Áscar mataba primero analizaba después. Si ambos hermanos estaban juntos eran muy peligrosos, pero si se separaban implicaba problemas para aquellos que se toparan con el hermano equivocado.

    —Búscalo —ordenó.

    —Lo intenté, pero no lo encuentro.

    —¿Crees que este muerto?

    —Negativo. Si algo le pasara sería el primero en saberlo —dijo. Pero se guardó para él la sensación de vértigo que tenía por dentro. Su hermano estaba en problemas, lo presentía, era esa rara conexión que existe entre los gemelos, el extraño lazo que comunicaba sus almas y sus emociones. Debía hallarlo, debía encontrarlo, sabía que estaba vivo, pero estaba huyendo, lo presentía, pero la pregunta era, ¿de qué? ¿Porque? ¡¿A dónde?!

    —¡Encuéntralo! —Ordeno Kay —tengo el presentimiento que tu hermano tiene la clave de algo realmente importante para nosotros.

    Continuara…
     
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    Syel

    Syel Extraña

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    Primero \(^.^)/
    ¿Qué decir? Me has dejado con el ojo cuadrado, no puedo creer que tanto Kay como Mel creyeran que estaban muertos mutuamente: en parte los comprendo ya que con Kay encontraron al cachorro y el cuerpo; con Mel, encontraron su cadena y su sangre; aun así... ¿cómo creyó que estaba muerta sin encontrar sus restos? Ok, la buscó pero, ¿no pensó que al igual que él había cambiado todo de ella? Como escribió en la nota: "No cantes victoria hasta ver mi cadáver "
    Dejando eso de lado... Es increíble que aún Mel siga siendo su debilidad, incluso después de "muerta", es decir con solo los recuerdos se desploma totalmente, hasta el punto de tener que respirar aire fresco. Además esta eso de que vio a la "pelirroja" y la recordó a ella, sabía que eran diferentes. Él mismo lo mencionó: Mel era luz e inocencia... Esa mujer era peligro y oscuridad, pero aún así no dejo de relacionaras y volver a sentir celos... De Lenard, un francés que conocía solo de vista.
    ¿Y él? Fue grandioso como logró recuperar todo en un tiempo, como si nada hubiera pasado... Lo único que le falta es volver a tener a su lado a Mel, ¿verdad? Espero que lo logre, lo siento por Lenard pero no puedo dejar atrás a Kay. Aunque, es probable que no pase ya que si quiere crecer tendrá que casarse con Dorothy y olvidar a Melina... Todo por el poder la venganza *suspira* Que desperdicio...

    Lo último hizo que en mi cabeza sonará el "clic" de la unión del rompecabezas... El que rescató a Mel fue Zafrán, recuerdo que él tenía los ojos azules y además la llamó: "mi señora", es obvio que ya sabe quien es... su verdadera identidad.
    Me preguntó que sucederá después de esto, cuando le diga que sobrevivieron y están buscando venganza, cuando la lleve ante Kay y este descubra que su Melina sigue viva pero que es diferente, que él se va a casar con Dorothy solo por conveniencia, que el francés esta detrás de ella y que detrás de estos esta el ruso. Toda una revolución se acerca.
    Me explayé demasiado pero no pude evitarlo ^^'
    Excelente narración y pocos detalles que no valen la pena mencionar.
    Sin más nos leemos ^^.
     
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