Puedo escuchar el ruido de los autos pasando fuera de mi ventana, la lluvia golpeteando en el techo, la música sonando desde mi teléfono, puedo escucharlo todo a mi alrededor. Todo, incluso, la respiración acompasada del chico durmiendo a mi lado, Caleb. Pero él no puede hacerlo. No pude. No puede oírme hablar, nunca ha escuchado el sonido de la lluvia, no puede escucharme decir cuánto lo amo. La canción cambia a un ritmo lento y siento la necesidad de acurrucarme a su lado. Oh dios, lo amo tanto que duele. Duele saber jamás conocerá mi voz, jamás sabrá lo que es el canto de un ave, jamás oirá la voz de sus hijos cuando le llamen papá. Cierro mis ojos cuando siento las lágrimas aglomerarse e inevitablemente rodar por mis mejillas hasta el colchón. Siento una calidez justo antes de que su palma sostenga mi cara y su pulgar acaricie mi mejilla limpiando los restos de las lágrima. Sus dedos se enredan en mi cabello y me acerca a su pecho, reconfortándome sin siquiera notarlo. Mis manos se aferran a su pecho mientras, por instinto, mis labios van en busca de los suyos. Escucho como la canción cambia otra vez, ya no hay ritmo lento, todo lo contrario es un ritmo fuerte, sincronizado, apasionado, como si la canción quisiera describir el momento que estamos viviendo. Porque aquello que comenzó como un inocente roce de labios me está robando el aliento, encendiéndome a cada segundo. Sé que Caleb no puede oírme, pero también sé que puede verme, sentirme, amarme. Lo observo a los ojos mientras nos separamos buscando el aliento que nosotros mismos tomamos del otro. Mis manos van al dobladillo de su camisa sacándola de su cuerpo, lo acaricio con las yemas de los dedos. —Ana… —su voz es un susurro. Para que, aunque estemos solos, solo yo pueda escucharlo. Sus manos van bajo la camisola, ascendiendo por mis muslos. La lluvia sigue golpeteando afuera, la música en mi celular sigue sonando y los autos continúan su travesía, lo sé. Lo sé porque les escucho, pero solo yo lo hago. Y no me importan, nada que pueda oír exteriormente me importa. Mis manos se aferran a su cuello para acercarlo a mi y poder besarlo nuevamente. Siento el calor de sus palmas seguir ascendiendo y pronto desapareciendo mi camisola. Las sábanas se enredan a nuestros pies mientras lo que quedaba de ropa se va. Nuestras respiraciones son erráticas mientras tratamos de controlar lo poco de raciocinio que nos queda, somos puro instinto. Enredando mis piernas en su cintura me lleva consigo cuando se sienta y quedo a horcajadas sobre él. El calor que emanamos juntos, las caricias que nos propinamos, la manera en que nos volvemos uno, todo esto es irremplazable. Estoy agradecida, agradecida de este momento, de esta dicha, de que este hombre haya llegado a mi vida. A pesar de que haya sido privado de uno de sus sentidos, a pesar de que apenas puede pronunciar palabras, a pesar de todo lo que ha sufrido y que hemos sufrido, hemos podido llegar a esto. Conseguimos aquello que todos llaman felicidad, en todos los sentidos.
Me agrada eso de haber conseguido la felicidad en todos los sentidos, es un buen juego de palabras. Pero el hecho de que hubieses revelado desde el segundo párrafo que Caleb era sordo, hace un poco innecesario la mayor parte del texto. Creo que si lo hubieras revelado al final, el cierre tendría bastante explosión, y nos haría remitirnos a leer de nuevo todo para volver a entender la realidad de Caleb. Pues en general, yo pude predecir el final desde el cuarto renglón, y sabía bien hacia dónde ibas. Siempre hay que dejar un pequeño elemento sorpresivo para el final en relatos cortos, de modo que se sienta satisfactorio llevar la lectura hasta ahí (:
Siempre dicen que un gesto vale más que mil palabras. Este relato es la expresión pura de eso. Dos personas que se aman y disfrutan el uno del otro, que se cuidan y protegen aun cuando hay algo que no poseen. Que alcanzan la felicidad tan ansiada por muchos que tienen todo, pero que aun no la tocan ni con la punta de los dedos. Tiene su toque en todo momento, como ella describe los sonidos que él no puede escuchar, como con simples gestos puedes notar el amor que desprende de ella y la aflicción por él. Pude notar pequeños errores, simples letras que faltaban en algunos momentos: No puede. los restos de las lágrimas Y no me importa Fuera de ello, me agrado bastante. Y no digo que lo dicho por Cignus no sea cierto, pero aquello no le quita lo armonioso de todo el escrito. Desde el comienzo hasta el final, pude sentir el amor entre ellos dos. Besos <3
Cuando se ama tan intensamente como lo hace Ana, nada más importa. Me gusta el ambiente que vas planteando desde el inicio hasta que se sumergen a su pasión y deseo. Ha sido precioso. ¡Un abrazo!
