En el sótano

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Este relato lo he escrito para el juego "¡Pidamos dulces!". El dulce me lo ha dado @Resistance a quien quiero darle las gracias y que espero que le guste el resultado del dulce que me ha dado.

En el sótano​

—¡No puedes salir de aquí! ¡Eres mía! ¿Me escuchas? ¡Completamente mía! Yo te traje aquí, te salvé de toda la maldad de este mundo y te doy todo lo que necesitas, tienes que estar aquí.

—¡Pero llevo más de cuatro años aquí! ¡Mis padres estarán destrozados! No puedo soportar pensar en ello… ¡Me habrán dado por muerta!

—Tus padres no te merecen, no deberían haberte perdido de vista aquel día, si te quisiesen te habrían vigilado más, ¿No crees?

Ella no supo qué decir, solamente se dejó caer en el catre de su celda y tapó su rostro con las dos manos. Empezó a sollozar, casi inaudiblemente.

—No llores Amelia, no lo hagas, sabes que me pone muy triste.

—Como si te importase…

—Sabes que me importas, si no fuese así no estarías aquí.

Habían pasado más de cuatro años desde que Marco la había secuestrado. Volvía casa del colegio cuando tan solo tenía once años y él la había raptado. Él nunca la había tratado mal, si no que la había colmado de mimos, pero últimamente tenía unos acercamientos hacia ella que no le gustaban nada. Temía lo peor. Además, echaba de menos a sus padres, demasiado, tanto que dolía.

Marco era un inmigrante italiano de no más de treinta años, el cual distaba mucho de estar en su sano juicio. Desde un primer momento Amelia notó lo solo que había estado él y por eso, necesitaba compañía, aunque aquella no fue la mejor forma de encontrarla. Sabía perfectamente que si la policía le encontraba allí, le caerían por lo menos treinta años de cárcel.

En ese tiempo, Amelia había tenido varios amigos, aunque con el tiempo, se había dado cuenta de que solamente eran producto de su imaginación. Ya que aunque fuese algo que no le agradaba, irremediablemente ella también estaba perdiendo la cordura. El devenir de los días era soporífero y estar allí dentro, le estaba carcomiendo por dentro. Echaba de menos que la luz del sol rozase su piel, echaba de menos las clases, sus amigos, echaba de menos todo.

Solamente estaban ella, Marco y aquel sótano.

*****​

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Un día en el que Marco vino con chucherías de todo tipo, ella le engatusó para que entrase dentro de la jaula. Estaba decidida, iba a acabar con aquello, tenía que hacerlo.

Como no quería que su raptor empezase a ponerse extremadamente meloso, fue rápida y le pegó con un cacho de cemento que se había soltado de una de las paredes días atrás en la cabeza. Lo dejó inconsciente. Era hora de recuperar la libertad.

Caminó no sin esfuerzo hacia la entrada, pero antes de salir por la puerta, no pudo evitar echar un vistazo atrás. Observó aquella casa, oscura, carente de vida, como si allí solamente viviese un zombi. De algún modo, tanto ella como Marco eran unos zombis, aunque aquello cambiaría al menos para ella.

Traspasó el umbral de la puerta y entonces pudo notar la luz cegadora del sol en sus ojos. En un principio vio que en aquellas calles no había nadie, era un pueblo pequeño, pero seguramente en alguna casa habría alguien.

Fue corriendo hacia una casa en la que vio salir humo de la chimenea. Tocó la puerta enérgicamente. No tardó en salir una anciana que al ver a la chica asustada puso cara extrañada.

—¿Qué pasa jovencita? ¿Necesitas ayuda? —dijo esbozando una sonrisa preocupada.

—Necesito hablar con la policía, soy Amelia Martínez, la chica que raptaron hace cuatro años.

La anciana abrió muchos los ojos y se apartó para que entrase la chica.

—¿Qué haces aquí jovencita? ¿Quién te tenía retenida?

—Dos casas más abajo, el hombre italiano, Marco, él me raptó.

—Entiendo. Siéntate, yo daré parte a la policía, no te preocupes. Tú solo tranquilízate, Marco no vendrá a buscarte aquí y pronto habrá pasado todo.

Amelia observó como la señora salía por una puerta y respiró hondo. Sintiéndose segura por mucho tiempo. Cerró los ojos y casi sin darse cuenta, se quedó dormida.

Cuando despertó pudo ver el rostro disgustado de Marco.

—Ya me ha contado Adeline que has intentado fugarte, ¿Querías llamar a la policía? Muy mal —dijo negando con la cabeza-. Además, todavía me duele la cabeza. No deberías hacerle eso a tu amante.

¿Amante? ¿De qué estaba hablando ese loco?

—Nadie en este pueblo va ayudarte. Todos y cada uno de los habitantes de este pueblo raptan a gente y hacen con ellos lo que quieren. Tú has tenido suerte, porque te ha tocado el bueno de Marco. Pero, como te has portado mal, habrá que castigarte.

Después de escuchar aquello, Amelia por fin lo comprendió. No debió haber pegado a Marco, simplemente debía haberse quitado la vida. No había escapatoria. No volvería a su vida anterior nunca y solo le quedaban dos cosas, aquel sótano y Marco.