El tren de las siete

Tema en 'Relatos' iniciado por Lionflute, 5 Noviembre 2015.

  1.  
    Lionflute

    Lionflute Usuario popular Comentarista empedernido

    Aries
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    Escritor
    Título:
    El tren de las siete
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1620
    Como una araña se deslizó mi mano por el asiento aquella mañana, solamente para encontrarme con la frialdad de la tuya que se apretaba sin corresponder, que rechazaba la mía con delicadeza, con un “no, gracias” y con una reverencia figurada, pensamiento que me hizo reír un poco mientras tú mantenías la mirada fija a la ventana de en frente, como no queriendo reconocerme entre la gente, a mí entre la multitud del tren a las siete de la mañana como todos los días. A estas alturas del año reconocerme no hubiera sido gran cosa, después de todo eramos siempre los mismos en el vagón salvo por una que otra cara que, para cambiar un poco la rutina, elegía un vagón diferente cada semana, pero hasta a ellos los reconocíamos. Me imaginé que te daba vergüenza reconocerme, a pesar de las noches en mi cuarto, aquellos encuentros fugaces de unas cuantas noches que compartí sobre tu pecho, que compartimos entre abrazos y besos y donde tu mano jamás rechazó la mía. Pero aquí era distinto, aquí la etiqueta, el qué dirán, el hombre del periódico en el asiento de enfrente y la dama de los jueves que va a hacer las compras. No lo decías (en verdad, nadie decía nada a las siete de la mañana sobre el vagón del tren), pero te importaba lo que ellos pensaran, lo que te dirían con la mirada si te ven cogiéndome de la mano, si te ven aceptando mi invitación silenciosa. Mi mano insistió el jueves hasta llegar al destino, pero fuiste implacable, aunque en un momento pude ver que te resistías con todas tus fuerzas. Cerraste los ojos y te concentraste para no darme tu mano, para no ceder al impulso, después de todo, ya nos conocemos de tiempo, de varias camas y salidas en la ciudad, qué más da querer darme la mano, qué más da la iglesia en todo esto, pero tu familia, siempre tu familia y la iglesia los domingos, siempre un algo, un pero y entonces mejor yo cedo esta vez, mejor el viaje de siempre, sin miradas de tu parte, sin roces.


    No soy alguien que entregue la victoria tan fácilmente y, aunque perdí la primera batalla, sería sólo el principio de varias. Esa noche, luego de un día de trabajo, llegaste a mi casa y me reprochaste por querer darte la mano. Aunque en un comienzo parecías enojado, terminaste por admitir que lo único que querías entonces era responderme el gesto, tomar mi mano y jugar con tus dedos entre los míos y entonces sonreír por ser feliz, por ser ambos felices y entonces la cama, donde podíamos encontrarnos, donde nada importaba, sin iglesia, sin familia, sin hombre y el diario y la señora de los jueves, solamente tú y yo envolviéndonos en el otro, enredándonos en caricias y sofocándonos en besos, como ya tantas veces, como ya de costumbre, sin nombre, sin ataduras, sólo lo dos y la luna.


    Entonces el viernes todo normal, los mismos asientos, los mismos personajes. El hombre del diario leyendo la columna deportiva, con una sonrisa que mostraba que su equipo favorito de fútbol había ganado la noche anterior; la mujer triste (como solíamos llamarle) sentada a su lado mirando la ventana tras nuestras cabezas y con esa expresión tan característica de ella; la misma pareja de estudiantes que se subían y se pegaban a la puerta que permanecía cerrada, que se hablaban pegados frente con frente y que de vez en cuando soltaban uno que otro beso; el calvo asiático que siempre estaba durmiendo hasta el momento en que tenía que bajar. El resto de gente no eran más que personajes de paso borrosos a mis ojos y supongo que a los tuyos, otros adornos más del paisaje del tren de las siete. Te miré como te he comenzado a mirar sin que te dieras cuenta (o ni siquiera yo) desde hace un tiempo. Te miré y supe de inmediato que mi mirada te incomodaba. Bastaba ver tus ojos inmóviles para saber que sabías y que creías que todos sabían, pero eso a mí qué me importaba. Poco me interesaba el equipo de fútbol o la tristeza de mirar el cielo a las siete de la mañana ni mucho menos los besos extraños o los sueños de tren. Por qué habría de pensar que a ellos les iba a importar que te mirara, que quisiera mirarte con tantas ganas. Con tu mirada quieta sobre el vidrio de enfrente me imploraste que no acercara la mano, pero conociéndome debiste saber que eso no era más que una invitación, un desafío, y entonces mi mano de nuevo araña, araña que recorre el asiento, araña que se acerca a tu mano, araña que se posa sobre tu araña para doblegarla, para volverla a la vida de un solo mordisco. No querías alterarte y cerraste los ojos como el otro día. No querías que la mirada del hombre del diario dejase de devorar las letras sobre el papel o que de repente el cielo ya no fuera triste y la señora se viese forzada a bajar la vista y viera el vergonzoso panorama de mi mano sobre la tuya y en el fondo, por ese acto de desafío, sabías que a mi no me importaba y eso para ti solamente era más miedo y entonces supe que el camino de la imposición me traería mucho riesgo. Entonces posé mi mano al lado de la tuya. Pudiste sacarla, pudiste moverla pero no lo hiciste. Sin decirlo fuiste elocuente al mostrarme que éste juego es algo que tu también querías, que en cierto grado también disfrutabas de esto que llamamos juego, desafío, arañas y demás y mi meñique comenzó a acariciar tu mano. Ambos soltamos una leve sonrisa, quizás ruidosa entre tanto silencio matutino, pero en todo caso más silenciosa que el tren mismo. Nos supimos ridículos de sentir un meñique ahora acariciando al otro. Supongo que para ti había un poco de riesgo en esto, un poco de adrenalina al jugar meñique con meñique mientras la pareja ahí en la puerta, mientras el hombre durmiendo casi a tu lado y nosotros jugando a ser desconocidos que se acarician los meñiques. De pronto los pequeños dedos se entrelazan y entonces el verdadero juego comienza, mientras nosotros acaso sintiéndonos fuera de todo eso que las manos hacían ahí por su cuenta, nosotros mirando por la ventana, cada quien por su lado y las manos ahí sobre el asiento librando otra batalla. De a poco una cosquilla me subió desde el meñique y entonces otro dedo se metió al baile. Dos contra uno no era una pelea justa, no era un amor justo entre dedos y al cabo de unos minutos otro de los tuyos se sumó. Así ya de a dos, formadas las parejas, la batalla volvía a ser pareja y nosotros seguíamos tan ajenos, perdiéndonos en el cielo que nos parecía menos triste que el que miraba la mujer triste. Mis dedos iban ganando, eso era seguro, pero al verte en desventaja de a poco enviaste más soldados y no me dejaste alternativa más que soltar todo mi arsenal. Y se encontraron ambas, las dos arañas, una contra otra, una sobre otra, tan ajenas a nosotros, tan en otro mundo a las siete de la mañana en un silencioso vagón. No hubo miradas, el periódico no fue menos interesante ni despertamos a nadie de su sopor matutino. Y al sentirte ahí entre las arañas fue cuando decidí mirarte, pero tú estabas en otro lado. Las manos se entrelazaban, eso era cierto, yo estaba ahí, yo pude verlas, pero tu mirabas el cielo, acaso entonces el mismo de la mujer triste, por algún motivo el mismo cielo o quizás otro más gris, que vi reflejarse en tus ojos antes de que me sonrieras y entonces saliéramos del vagón para seguir con nuestras vidas.


    Hoy es jueves otra vez. El hombre del periódico parece menos interesado en la edición de hoy, quizás porque la política no le interesa o no está contento con los resultados de las elecciones de ayer. La mujer triste sigue mirando el mismo cielo de siempre, acaso quizás hoy más triste que otras veces. La pareja sigue ahí como de costumbre, siempre tan ellos entre la multitud, tan intocables. El hombre asiático viene esta vez despierto, ya que unos hombres ocuparon el asiento de la señora que hace las compras los jueves y ella ha debido sentarse al lado de él y se han puesto a charlar de manera muy alegre, se ha sentado justo donde se supone que tu te sentarías, el asiento que dejaste libre desde el lunes. No sé qué es de ti desde entonces. No más llamadas, no más visitas. Creía conocerte, pero veo que no era así. He pasado estos días recorriendo los vagones por si acaso decidiste tomar otro, pero ha sido todo en vano. Dejo éste mensaje aquí, bajo éste asiento ahora que voy a bajarme del tren, por si en algún momento vuelves a retomar la rutina y decides sentarte aquí de nuevo, esperando que entonces te des cuenta que éste mensaje esta aquí y es sólo para ti. Yo por mi parte, cambiaré al vagón anterior a éste, porque me he dado cuenta que el hombre del periódico me mira con cara de nostalgia y que la mujer triste ya no mira sólo el cielo, sino que de tanto en tanto me mira a mí con los mismos ojos de tristeza. La pareja sigue su misma rutina, pero ahora me parece escandalosa, bulliciosa entre caricia y caricia, ruidosa de beso en beso, entonces ya me es difícil seguir ocupando éste vagón. Hasta pronto.
     
    Última edición: 5 Noviembre 2015
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    Bugs Bunny

    Bugs Bunny Die Hexe Usuario VIP

    Piscis
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    Valió el tiempo.

    Ha sido una narración muy agradable, pese a verse tan junta y hasta cierto punto amontonada, es sólo a simple vista fue una lectura armoniosa. Debo admitir que me sorprendió el motivo del qué dirán, no me lo esperaba y fue a su manera original y poco forzada su inclusión en la historia, lo cual aplaudo. Fue tan casual como un cielo gris en otoño. Tuviste unos fallos, sí, pero nada muy grave como para cortar el buen hilo de la lectura.

    Siguiendo el menú de halagos, me gustó bastante el entorno que escogiste, más que nada porque rutas de buses y trenes suelen ser perfectas para una melancolía post-pérdida. Cuidaste bastante los detalles de la historia. Finalmente todo lo que queda decir, es que la costumbre es verdaderamente un verdugo en la rutina.

    Gracias por invitarme.

    Saludos.
     
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  3.  
    Ichiinou

    Ichiinou Amo de FFL Comentarista destacado

    Sagitario
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    Escritora
    Me ha encantado. Aunque he de decir que me asustaba un poco tener que leer párrafos tan largos, cuando me puse a leerlos no se me hicieron largos, si no rápidos y necesarios, de alguna manera.

    Me gustó todo lo de las arañas, lo de las guerras de dedos, no sé, fue tan original y me gustó la forma en lo que lo pusiste y lo redactaste.

    El final es muy triste y melancólico. ¿Qué habrá pasado con él? No se sabe nada. Quizás muerto, quizás le echasen del trabajo, quién sabe. El misterio lo hace más triste todavía.

    Me ha gustado. Te felicito por tan bello escrito.

    ¡Un saludo! :)
     
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  4.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

    Piscis
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    Escritora
    Durante el primer párrafo, me hice a la idea de que la segunda persona de la que hablaba el narrador era mujer. En el segundo párrafo, quise hacerme a la idea de que, ya que me había equivocado en ello, tal vez el narrador era mujer. Pero luego, además del asunto el qué dirán, se mencionó a la iglesia. Y, oh, oh, no me esperaba eso, y no sé qué pensar. No se si alucino por ser una chica o qué pero me gustaron mucho los personajes... Y desearía bastante saber quién es quién pero es probablemente mejor que me quede con la duda.

    Me gustó, me gustó muchísimo, muchísimo. Ya lo mencionaron antes que yo pero amé lo de las arañas y los dedos (personalmente me recuerdan buenos tiempos). Y, de nuevo, el final, aunque, debo decir, descorazonador, encaja y me dejó satisfecha. De verdad que voy a seguir buscando qué leer de ti. Saludos c:
     
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