El Tatuaje de Gremlin

El vuelo 247 con destino a Los Ángeles, hacía su viaje inaugural. La aerolínea Ventus por fin comenzaba a enviar vuelos a Estados Unidos desde Europa. No era algo del otro mundo, ya que muchas otras aerolíneas ya hacían el mismo viaje varias veces al día. Pero, para esta en particular, que se caracterizaba por solo hacer vuelos dentro del territorio europeo, es un gran paso hacia adelante.


Para celebrarlo, se obsequiaron los pasajes de este primer vuelo. Casi doscientas cincuenta personas pudieron hacer un viaje gratuito hasta los Estados Unidos, claro que el pasaje era solo de ida, y debieron pagar el de vuelta, pero no eso no le quitó la emoción en lo absoluto.


Durante el viaje, los pilotos conversaban, para pasar el tiempo. El cielo estaba completamente despejado y la vista era una de esas maravillas que solo se pueden apreciar una vez en la vida; un arcoiris a la distancia, sobre una hermosa montaña verde que se reflejaba en el intenso azul del océano.

—Me contó Andrea —dijo el piloto, refiriéndose a una de las azafatas — que el viejo Walter está en este vuelo.

—¿Al que llaman el piloto del gremlin? —cuestionó el copiloto —. Escuché que se retiró hace un par de años. Por cierto, ¿por qué le dicen así?

—¿No lo sabes? Es debido a que tiene un tatuaje de gremlin en su antebrazo derecho.

—No es que me guste ser supersticioso —mencionó el copiloto, quien es sumamente supersticioso —, pero se dice que es de mala suerte que un piloto use un tatuaje de gremlin. ¿No son esas las cosas que sabotean los aviones?

—Leyendas, amigo, leyendas —se rió el piloto —. El viejo Walter está orgulloso de ese tatuaje, dice que ahuyenta la mala suerte en el aire. Su tatuaje es el gremlin de la película esa, es el que se abre la gabardina.

—Por dios, que mal gusto de elección —sonrió al imaginarlo.


De un momento a otro, varias alarmas comenzaron a encenderse. Las luces parpadearon por todas partes y el avión comenzó a sacudirse violentamente.

—¡¿Qué sucede?! —preguntó el copiloto, completamente pálido. En sus tres años volando jamás había estado en una situación similar.

—¡Uno de los motores del ala derecha se está recalentando! —informó, presionando algunos botones —. ¡Maldición! ¡Dejó de funcionar, y el otro del mismo lado comienza a detenerse! ¡Hay que aterrizar!

—¡Estamos en medio del océano! —le hizo ver su acompañante, al borde de perder su almuerzo.

—¡¿Crees que no lo sé?! —gritó el piloto, que no tenía idea de qué hacer. Si ambos motores de un solo lado se apagaran, se estrellarían sin duda alguna.


En contra de toda lógica, o por alguna clase de milagro, si se quiere ver así, el motor comenzó a enfriarse tan repentinamente como empezó a fallar.


Horas después, cuando el vuelo 247 aterrizó, y los pasajeros bajaron, los pilotos vieron, desde la ventana, al hombre al que llaman el viejo Walter. Era robusto, a pesar de tener más de sesenta años, cargaba una jaula para mascotas. Unos dedos verdes, huesudos y alargados se asomaron desde el interior de la jaula, ambos pilotos quedaron extrañados, sin adivinar de qué criatura pudiera tratarse. El viejo Walter se volteó y los vio, les dedicó una leve sonrisa y asintió con la cabeza, luego continuó caminando.


Cuando los mecánicos examinaron los motores que fallaron durante el viaje, descubren pruebas de sabotaje, como si alguien hubiera abierto un agujero en los motores y se hubiera puesto a arrancar cables y circuitos. Se lo atribuyen a que alguna ave grande, o algún tipo de basura que cayera de algún otro avión, impactara las alas durante el vuelo, ya que es imposible que algo o alguien hubiera estado subido en las alas destruyendo todo.


Un niño cuenta que vio a un viejo atrapando a un monstruo verde en el ala derecha del avión. Nadie nunca le creyó.

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Escrito para la actividad: 30 Días de Escritura: Tatuaje.
Personaje: Piloto
Palabra: Basura
Género: Realismo Mágico