El Sueño no Correspondido

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Arthur, 1 Julio 2009.

  1.  
    Arthur

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    El Sueño no Correspondido
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    El Sueño no Correspondido

    Un OneShot enviado para el concurso 'Corazón Roto', uf, segundo lugar. Esto es angst, niñas, angst. (Y, de último momento, le cambié el nombre, porque quería hacerlo más lamentable aún, yay!).

    El Sueño no Correspondido

    «Y era tan real,
    que tuvo que hacerse mentira».


    -

    “Ella…”

    ¡No! ¡Déjenme en paz! ¡Suéltenme!

    “… se está alejando.”

    Y no puede seguirla.

    ¡Debo seguirla! ¡No, no! ¿¡Es que no ven que se va!?
    Está mal… —susurra una voz.

    Alguien lo está deteniendo. Demasiadas manos sobre su cuerpo.

    Administren más calmantes —ordenó otra voz.
    ¡No, no! —forcejeó—. ¡Suéltenme, maldita sea!

    No puede soltarse.

    “Se va.”

    ¡Kathleen!

    “Se fue.”

    &.
    El día quema las horas, lo segundos y los minutos. A veces, siente el pasar del tiempo, como una llama que incendia los centímetros a su paso lento y cruel. Otras veces, simplemente no siente nada.

    Kathleen. Kathleen. Kathleen.

    Su corazón late desbocado cuando recuerda su nombre.

    Ella se presentó, lo recuerda, en un encuentro. Sí, sí. ¡Y le dijo que le amaba! Oh, Dios, glorioso día. ¡Que nunca le abandonaría!, susurró también. Lo recuerda perfectamente, como si sólo hubiera pasado anoche. Pero el fantasma de su recuerdo ya lleva vagando sobre él demasiados días (¿u horas?) como para que fuera sólo en la oscuridad, en la noche.

    También… ella dijo que vendría por él. Vestida de blanco, agregó. Vestida sólo para él, para que sólo él y nadie más pueda reconocerla. Porque aseguró que volvería. ¿A dónde fue? No lo sabe. Pero, de donde sea que hubiera ido, volvería. Y regresaría a por él. Y está feliz de recordárselo, porque ella es todo lo que tiene, todo lo que puede poseer.

    Oh, Kathleen, Kathleen. Cuánto te amo, Kathleen.

    Porque ella es su sueño no correspondido. Esa canción que nadie canta, además de él. Ella es todo lo que necesita para no morir.

    &.
    Sabe cerrar los ojos, es un acto que le sale del corazón —que palpita cada vez más lento—. Reconoce que debe suspirar su nombre antes de irse nuevamente. Y, sólo una vez antes de alejarse de la conciencia, sonríe, por si acaso. Él cree que a ella le gusta verle feliz.

    Sí, así… curva la boca, la comisura de sus labios. Por si acaso. Sólo por si acaso…

    “Kathleen…”, murmura cuando la ve, hermosa, demasiado irreal, en un mundo que él mismo inventó para los dos. “Has vuelto”.

    Pero ella no dice nada, sólo sonríe, preciosa. La luz de esa luna roja sólo hace que su pálida piel se vea de un tono moreno. Las hebras preciosas de finos cabellos castaños se balancean cuando son acariciadas con esa brisa que huele a fantasía.

    “No tengas miedo”, susurra él, con voz ronca. “No te avergüences, ven. ¡Ven! Te necesito tanto… ¡Ven!”, y ya cada vez más parece una súplica patética.

    “No tengo miedo”, musita ella con voz irreal. Y no deja de sonreír.

    Ella da un paso hacia adelante, lentamente, suave, como para hacer pasar el tiempo lento. Y él no puede hacer nada más que observarla mientras ella se aproxima, obedeciendo la orden que antes le había impuesto. Sabe que ella haría todo lo que él quisiera.

    Y sabe que él haría todo para que Kathleen fuera de él, y sólo, sólo, de él.

    Pero ella se detiene, de repente.

    ¿Es que se ha cansado? ¿Ha encontrado un obstáculo en el camino? ¿Ya no quiere acercarse? ¿Hay algo que le desagrade?

    El hombre da un paso hacia adelante, y sus ropajes blancos crujen con sus movimientos.

    “Ven”, repite.

    Kathleen le mira con ojos entrecerrados, irradiando ternura. Entonces, extiende los brazos hacia él, invitándole mudamente.

    “Acércate”, susurra ella. “Ven a mí, Ethan. Quiero atraparte. Yo te cuidaré de todos. Te levantaré cuando caigas. Te tomaré la mano cuando vuelva a por ti.”

    Él no lo pensó dos veces antes de echar a caminar. No le importó que las grises plantas le hicieran daño a sus pies descalzos. Tampoco que la oscura sangre saliera de su monocromática piel. No sentía dolor, no. Tampoco miseria, ni agonía. Porque éste era su mundo, y nadie se lo quitaría.

    Entonces, cuando quiso rodear el frágil cuerpo de la bella mujer, no pudo. Sus brazos no se movieron de donde, supuestamente, deberían estar. Su cuerpo se tambaleó cuando buscó sus extremidades superiores. Ethan comenzaba a desesperarse.

    “Pero qué…”, musitó, mirando su cuerpo.

    La blanca camisa de fuerza aún le tenía bien sujeto el torso y los brazos.

    Gritó.

    “Ven a mí, Ethan”, seguía diciendo Kathleen. “Tomaré tu mano cuando vuelva a por ti.”

    Ethan volvió a gritar de impotencia. La figura de Kathleen se desvanecía con la brisa de fantasía. Las manos de él, fijas en la parte baja de su espalda, no pudieron retener a la mujer.

    “Vuelve, vuelve a por mí…”, suplicó, llorando. “¡Kathleen!”

    Kathleen.

    &.
    ¡No, no! ¡No me dejes otra vez, Kathleen! —gritó.
    ¡Ethan, Ethan! Despierta, Ethan. ¡Nadie se va! —vagos intentos de calmarlo.

    El joven se sacude salvajemente sobre la camilla, con ojos abiertos, sin ver nada en realidad. Sus manos, vueltas puños, se estrellan contra su pecho. Y grita.

    ¡Kathleen!

    Unas manos frías le sostienen los brazos, intentando separarlos.

    ¡Rápido, anestesia! Si no se duerme con los calmantes, administren más dosis.
    Pero, doctor, ya hemos agregado lo natural a su organismo, debería relajarse en unos segundos.
    ¡Kathleen! —gritó.
    ¿Cree que está calmado? ¡Dios! ¡La anestesia! —exigió.
    Está teniendo una crisis nerviosa —advirtió otra voz—. Tal vez histeria.
    ¡Anestesia!

    “Ella se estaba yendo, caminando lento. ¡Le estaba diciendo, mudamente, que la siguiera! Si tan sólo pudiera soltarse de esos brazos…

    La escuchaba susurrar su nombre en el viento. ¡Lo estaba llamando! Y él quería acudir. Tenía que soltarse.

    ¡Ella era la única que alejaba su soledad! No podían permitirle que se fuera. No podían dejar que su corazón se quebrara.

    No debían permitir que Kathleen lo abandonara.”

    ¡Kathleen!

    Y, a pesar de que ese grito le desgarró la garganta, ella no se volteó.

    El cuerpo de Ethan se sacudió, convulsionándose, mientras los médicos lo sujetaban a la camilla con correas.

    Se sintió jalado hacia un pozo negro, sin fondo, por manos invisibles más fuertes de lo que él podía soportar. La oscuridad se adueñaba de su mirada conforme la figura de Kathleen se perdía de sus párpados.

    ¡Kathleen! —volvió a gritar.
    Ethan, ¡Ethan! Escúchame: Kathleen no existe. ¿Me oyes? ¡No dejes que tu sub-consiente te domine, Ethan! ¡Vuelve!
    Ella dijo que volvería… —sollozó para sí mismo, en su mundo.
    ¡No volverá! Ethan, vuelve a la existencia. Kathleen no existe, es sólo una creación de tu mente. Ella no es real. ¡No puedes hacerla real!

    El aire se le iba de los pulmones, y un dolor hondo le perforó el pecho. Se estaba ahogando en su propia miseria. Las voces estaban mintiendo, ¡sí! ¡Kathleen sí existía! ¡Él la amaba! Y ella también lo amaba a él, era la única prueba de que no estaba solo en el mundo. ¡No estaba loco! ¡Kathleen lo amaba! No estaba solo, no…

    No estoy solo, se auto-convenció.

    Lloró, las lágrimas se desbordaron de aquellos ojos que se rehusaban a ver la realidad. Lloró, también, de dolor, cuando sintió aquella aguja excesivamente profunda en su piel. Su garganta le ardía, quería cubrirla con sus manos, pero no pudo. Las correas le tenían bien atado.

    Entonces, cansado de pelear, se dejó llevar.

    Kathleen. Kathleen. Kathleen.

    Kathleen no volverá, Ethan —dijo aquella voz, matando sus ilusiones. ¿Es que había hablado en voz alta?—. Ella nunca estuvo aquí, para empezar.

    Quiso negar con la cabeza, pero el cuerpo no respondía.

    ¿A los demás les gustaba verlo sufrir?

    Kathleen no volverá…

    Cerró sus ojos, para buscarla en sus párpados, en su mundo, pero ella no estaba. ¡Ella dijo que volvería! Ella… no lo dejaría solo, como los demás. Ella volvería para hacerlo feliz. Ella lo amaba, a diferencia de los demás. Él no estaba solo, ¡no!

    ¿No volverá…? —susurró.
    No —le aseguró esa voz cruel.

    ¿Cómo iba a vivir, entonces? ¿Por qué le decían que no existía? ¡Qué fea blasfemia! El corazón le dolía cada vez que se lo recordaba…

    ¿Estoy solo? —preguntó.

    Nadie se dignó a contestar.

    Entonces lo supo: sí, lo estaba. Como siempre lo estuvo. Desde que lo abandonaron en esa habitación completamente blanca y suave.

    No deseaba volver a abrir los ojos, pero tampoco quería cerrarlos. ¿Qué caso tenía, si en ninguna de las dos oportunidades iba a verla? Otra punzada en el pecho. Deseó, con todas sus fuerzas —que no eran muchas—, que ella volviera, y le dijera que era un sueño.

    Irónico, pensó, ella es un sueño.

    Dolor. Gimió hacia sus adentros, porque sus labios no podían moverse. ¿Era por culpa de aquello que le habían inyectado?

    Su mente se dejaba apagar con cada segundo, pero él seguía luchando.

    Había amado a la nada, y la nada le había amado a él. ¿Cómo sobrevivir después de eso? Hasta lo inexistente le dejaba solo. ¿Es que su destino era ahogarse en su soledad?

    Kathleen…

    Ella ya no volvería más. No la vería sonreír mientras el aire de fantasía le desordenaba la larga melena castaña. Ni tampoco volvería a apreciar cómo su piel se ponía morena bajo esa luna roja. ¿Es que tampoco volvería a ese lugar de sus sueños que había creado? ¿Por qué la vida se encargaba de romperle la suya propia? ¿No regresaría ya más a ese jardín monocromático, donde lo único colorido eran Kathleen y él?

    La idea le mató una vez más.

    Estaba solo.

    Se está calmando —susurró una voz a lo lejos. Fue demasiado difícil descifrar lo que decía.
    Está demasiado quieto.
    ¿Habremos administrado demasiada dosis?
    Déjenlo…

    Sí, pensó, déjenme.

    Ethan se balanceó en la vida y la muerte, sintiendo los pedazos de su corazón bailar dentro de su cuerpo. Se preguntó si Kathleen vendría a por ellos. Oh, cierto… ella no existe, se lamentó, y no puedo hacerla real…

    Su nada, su sueño de mentira. Su melodía muda.

    Ella, simplemente, lo inalcanzable.

    -

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  2.  
    Pami

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    Re: El Sueño no Correspondido

    Vaya, bastante interesante. Me pareció cruel la forma en que lo dicen de pronto y él empieza a aceptarlo, de alguna forma.
    Me pareció adecuado cómo organizaste toda la historia, con las itálicas y demás ayuda.

    Dos cosas:
    ¿Segura que "a por ti" es correcto? Según yo es sólo "por ti".

    ¿No debe de ir también en itálica el último enunciado? Me parece curioso, porque corresponde más a esa idea que a las otras.

    Para finalizar: felicidades y un muy buen escrito.
     
  3.  
    Arthur

    Arthur Usuario común

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    Re: El Sueño no Correspondido

    Gracias por tu comentario, Pami, me alegra que te gustara.
    Y, por tus dudas:

    También se puede usar el "a por ti", es como cuando dicen "para conmigo".

    Es que las cursivas en ese párrafo se refieren estrictamente a ella, Kathleen, por eso. Es más como lo que está "viendo" Ethan en esos momentos. Por eso no la puse en cursiva.
     

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