El Señor de los Infiernos (SesshxKag InuxRin)

Re: El Señor de los Infiernos (SesshxKag InuxRin)

Para las personas sensibles al lemon, cuando veáis esto (*), dejar de leer, hasta que vuelva a aparecer (*), esto indica el fragmento de lemon que hay. No puedo pararme a colgarlo en el Blog por que tengo media hora de Internet, por desgracia. De nuevo, sin inspiración, gomen.

Se que va a correrla sangre tras leer esto (la mía). Pero así es la vida…

Capitulo 5. Incidentes en la Noche.

-Pa-Para….- rogó Rin, ya y que Inuyasha acababa de rozarle el lóbulo con sus labios y su aliento llameante. Un ligero temblor la recorrió de pies a cabeza, cuando repitió la acción, en lugar de alejarse. Sonrojada a más no poder y tratando de olvidar su precaria situación con él, concentro su atención de nuevo en la habitación de su prima.

Para empeorar las cosas, Kagome estaba en mayor riesgo que ella misma, que por lo menos estaba despierta. El demonio estaba besándola nuevamente, mientras sus manos acariciaban todo su cuerpo, sin reparos ni contemplaciones, con suavidad, tan solo se detenían en sus pechos o su cuello, en donde suponía la tocaba con más intensidad. Los ojos dorados de él, estaban prendados de su rostro, del que no apartaba su glacial mirada ni un solo segundo, ni siquiera mientras mantenía sus labios unidos.

-Ummm….- gimió Rin, sin poder contenerse, con la lengua de Inuyasha recorriendo despacio su cuello, al mismo tiempo que bajada la parte superior de su pijama- Para- ordeno, esta vez con voz dura. Si bien comprendía ala perfección lo muy capaz que era él de matarla, no estaba dispuesta a complacerle a cambio de su vida.


-No mientas, estás tan excitada como yo- gruño, pegando más sus cuerpos, al punto de poder sentir su dura realidad apretarse contra ella, asustándola más por momentos- Hagamos un trato.

-No quiera vender mi alma al diablo y tampoco quiera hacer nada contigo- murmuro ferozmente, tratando de liberarse de Inuyasha al ver que Sesshômaru se había desnudado durante su “abstracción” y ahora se posicionaba sobre Kagome, que daba claros signos de estar despertando- ¡Suéltame!- grito, mordiéndole el brazo que le aprisionaba la cintura, deseosa de ir a salvar a su prima de lo que con casi toda probabilidad, era una violación.

-Calla- espeto con malicia el hijo del diablo, tapándole a boca con su propia mano- Si prefieres hacerlo de otra manera, yo no tengo nada en contra- añadió, con un tono mortalmente peligroso, tomándola en brazos y comenzando a caminar hacia su habitación, olvidándose de su objetivo.

Cuando entro, la tiro contra la cama, sin delicadeza alguna, parándose a mirarla respirar a toda velocidad, con la marca del terror en esos ojos, excitándolo más por momentos. No era su culpa, y si lo era tampoco le importaba. Ella había rechazado su oferta, así que no tenía otro modo de calmar sus deseos, y estos eran más importantes para él que los estùpidos sentimientos de una joven humana.

En la otra habitación, Kagome despertaba de un sueño muy pesado. Había tenido una terrible pesadilla. No recordaba bien que había sucedido en ella, vagamente le venían fragmentos de imágenes, todas sobre Rin gritándole algo, pidiéndole ayuda… Y unos ojos dorados que la miraban… Tenia parecidos a otros que conocía tan bien y, a la vez, tan distintos.

Fue al tomar conciencia, que se percato de que algo no iba bien en esa casa. Si la habitación estaba desacostumbradamente fría, su cuerpo ardía. Sentía el fuego recorrer cada pequeño rincón de piel y el inconfundible deseo roerle las entrañas. Reconocía muy bien aquella sensación, por que solo podía provocársela él.

-Sesshômaru- susurro, abriendo los ojos despacio, insegura de sus propios pensamientos. Y fue entonces cuando sus pupilas castañas chocaron con las orbes doradas de él.- ¿Qué haces aquí?- pregunto, medio adormilada aún.

-Nada.- respondió este, con su típico deje frío y neutral que usaba con todo ser viviente.

-Ah… Vale- se sonrojo un poco, al darse cuenta de que el estaba desnudo de cintura para arriba. ¿Pero como…?- ¡Ah!- gritó, puesto que en realidad Sesshômaru estaba completamente desnudo- ¡¿Esto es nada?!- le lanzo las sabanas, para que se tapase. ¿Pero que había estado haciéndole? Y encima el frío de esa maldita habitación se le metía en la piel. ¿Eh? ¿En la piel?- ¡¡Uah!!- ella también estaba desnuda. ¿Pero que DIABLOS estaba haciendo?-¿Qué haces? ¡¿Te has propuesto matarme del frío?! ¡VETE!

(*)​

(*)​

Al amanecer, nada más abrir los ojos perezosamente, se extraño. Casi sin poder creérselo, lo toco. Si, era de carne y hueso. Sesshômaru seguía allí, junto a ella, sin haberse ido, como siempre hacia nada más terminar con lo suyo. ¿Qué estaba pasando? ¿Sería posible que nunca pasara nada normal en ese piso, por mucho que las cosas parecieran ir bien?

Poco después, puede que fastidiado por lo mucho que se movía Kagome, Sesshômaru se despertó. No dijo nada, tan solo abrió los ojos y se puso en pie, reuniendo su ropa con un solo chasquido de sus dedos. Tres segundos después, ya estaba vestido.

Y la miro, ahí, tumbada en la cama, como tantas veces la había visto, después de dejarla agotada de placer. Solo que esta vez, en lugar de su expresión cansada y triste, lo miraba algo cohibida, con las mejillas encendidas y las manos apretando con fuerza las sabanas que la cubrían. Dio un paso hacía ella, sin saber muy bien que se proponía. Pero, para su sorpresa, al verlo aproximarse, ella dio la vuelta, como un tomate y se quedo de espaldas.

-Te amo- la escucho decir, en un tono tan bajo que ni siquiera supo como lo podía oír. Sorprendido, pero sin inmutarse, la rodeo por detrás, dibujando una sonrisa perversa cuando la sintió temblar ligeramente en sus brazos.

La obligo a dar la vuelta, pero Kagome seguía de terca y no lo miraba a los ojos, de manera que la beso, sin más preámbulos. Después, volvió a dejarla en la cama y, con una pequeña y casi imperceptible seña, una neblina blanca lo rodeo, llevándolo muy lejos de allí.

Más feliz de lo que recordaba haber estado en su vida, Kagome corrió hacia el armario. Si el maldito reloj nuevo no se equivocaba, era ya muy tarde y hoy si que nos e salvaba de la bronca del siglo por parte de los profesores.

En la ducha, mientras fluía el agua con rapidez, empezó a analizar detenidamente lo ocurrido. “¿Es posible que esto sea un cambio? ¿Qué representa exactamente? Puede que quiera estar conmigo de otra manera… Incluso me ha dejado dormir… ¡Y se ha quedado conmigo!” cavilo “No creo que me ame…Ni me quiere… Pero entonces… No entiendo nada. A lo mejor solo era una forma de que este con él sin protestar. Podría ser. Puesto y que ha tenido lo que siempre quiere tener: sexo. Diferente… De una forma diferente, pero el contexto es el mismo”

Una vez limpia, se vistió a toda prisa, pues había estado mas tiempo del necesario bajo el agua y ahora si que iba a tener que corres si deseaba llegar a segunda hora a tiempo para no soportar una largas charla de….Ughmmm… El profesor de Sociales… Corrió por el pasillo, en dirección a la puerta.

-¡Rin!- exclamo mecánicamente- ¡Venga, es tardísimo!- pero su prima no aparecía por ningún lado. Preocupada, paro en seco, justo a pocos pasos de su habitación. “Ahora que lo pienso… No me ha despertado…” Casi con uan sonrisa en los labios, feliz de ser por primera vez desde hacía nos e sabe cuanto tiempo ella la que despertaba a su “perezosa” Rin.- ¡Venga, dormilona!- grito nada más entrar, para quedarse quieta otra vez, puesto que las persiana estaban echadas y la habitación en la más absoluta oscuridad. Y Rin odiaba la oscuridad, no era algo habitual-¿Rin?- pregunto, alzando las persianas y dejando entras a la estancia la luz del Sol- ¡DIOS!- grito, aterrorizada al ver la situación de su amiga.

Los cabellos negros dispersados por la cama, sin la típica colita ladeada, completamente tumbada sobre las sabanas manchadas de un tono escarlata nada bueno, pues eran el presagio de la sangre. Se abalanzo sobre ella, tomándole el pulso. Si, estaba viva, pero en estado catatónico. En su cuerpo, desnudo, se divisaban algunas maracas de mordiscos y chupetones morados. O había heridas graves, por lo que la sangre debía de proceder de….

-¡Rin!- grito, desesperada, abrazando a su prima- ¡habla!- pero esta no dio señales de vida, tenía sus ojos negros clavados en el techo, sin duda una forma de evasión tras lo que acababa de suceder.

El resto de la mañana, Kagome no fue al instituto. Tampoco salio del apartamento, se quedo con su compañera. ¿Qué había echo? ¿Cómo pudo ocurrir algo así ante sus narices y no darse ni cuenta? Tan preocupada por sus cosas y la que siempre la animaba cuando estaba en el fondo del desamor era Rin, la que sonreía, quien comenzaba las peleas que acababan en carcajadas y la acompañaba en todo momento.

La había duchado y cambiado. Después, la dejo en su cuarto. En el suyo, no en el de Rin. Suponía que tras lo sucedido, no seria bueno para ella volver allí. ¿Qué iba a hacer? No parecía ser capaz de reaccionar. Y aquello, bien lo sabía, no era obra de ningún ladrón o abusador que se hubiera metido a saco en el piso. Hay había demonio encerrado. Y si era así, toda la culpa era suya, puesto que nada más que ella por su amante podía atraer algún demonio a esa casa. Acababa de buscarle la ruina a su mejor amiga y todo por…

Bien, había tomado una decisión. Rin no iba a volver a ser ella misma si continuaban viviendo allí, en ese extraño lugar en el cual sus peores pesadillas parecían ridículas al compararlas con al realidad. Tenían que irse. Había algo, algo demasiado raro, todo lo que ocurría… Todo…

“Sesshômaru” recordó, repentinamente “Si me voy… No volveré a verlo” termino, mientras en corazón se le apretaba solo de pensar en la posibilidad. “¿Qué hago? Rin no esta en posición de escoger, permanecerá en este lugar… Y si decidiera quedarme, ella no se opondría…Pero, no puedo… No” decidió, ignorando lo mucho que le dolía el pecho.

Aquel no era momento para sentirse mal, ya habría tiempo más adelante. Ahora debía ocuparse de Rin, debía ser ella quien le ayudara y no al rever, como siempre. Por que todo era su culpa y, por que se lo debía.

Aquella misma tarde hizo las maletas y, reuniendo todo su valor, tras llamar un taxi, las cogió, tomo la mano de Rin, que permanecía en shock y abandono para siempre ese lugar. Nunca más volvería y, sinceramente, lo prefería así. Lo primero, de ahora en adelante, sería enmendar sus errores.


Dentro del apartamento, en cambio, todo estaba cambiando, a medida que ambas se alejaban. El espacio dentro de el tembló un momento, antes de que los tres relojes de la casa, el de Rin, el de Kagome y el de la sala de estar, comenzaron metamorfosearse. Pies… Caras… Manos. De la nada, los tres medidores de tiempo, acabaron convertidos en tres pequeñas figuras.

-¡Por fin!- chillo con una voz aguda un curioso y pequeño ser diminuto, del tamaño de la mano, sacudiéndose el polvo acumulado, dejando al descubierto sus patitas de zorro, el pelo recogido en una graciosa coletita, castaño y de ojos azules- ¡Pensaba que nunca se irían!

-¡No seas malo, Shippô!- contesto otra de las formas, la de una especie de chica con dos colas blancas rayadas de negro, orejas de gato y un cabello rubio blanquecido, de ojos rojizos- ¡Eran muy buenas!

-¡Y un cuerno, Kirara!- grito a todo pulmón, haciendo que la chica se escondiera tras su tercer compañero- ¡Tu sabes la de veces que la bruja esa me estampo contra la maldita pared!

-¡Ya vale los dos!- pidió el tercero, un pequeño chico con ropa escamada y cabello verdoso corta, de ojos marrón oscuro- Será mejor que vayamos a avisar a nuestro señor Cronos.

-¡No seas tan remilgado, A-hún, Miroku nos ha dicho trescientas cincuenta mil veces que podemos llamarlo por su nombre y teniendo en cuenta que el muy h--- p--- nos dejo aquí a pringar y se fue a ligar con las chicas….

-¡Un poco más de respeto al Dios del Tiempo!- pidió Kirara, algo asustada.

-¡Ni respeto ni leñes!- dijo el furioso zorrito- ¡Llevamos tres meses haciendo de despertador, influyendo en la red Espacio-Tiempo de este piso y el resto del mundo, hemos estado bajo la presión de el poder de…el Príncipe de los Infiernos y luego su hermano, casi nos morimos de usar nuestras energías y, ¿ahora debo guardar respeto?!

-Pues al Hijo del Diablo se lo guardas…

-Ese tipo me da escalofríos- confesó- Llevo tres meses bajo su mirada y te aseguro que se ha parado mí más de lo necesario. Estoy convencido que sabe que algo estábamos haciendo aquí.

-Pues yo estoy preocupada por Rin- dijo apenada Kirara, con su vocecita aguda- ¡¿Por qué ha tenido que pasarle eso?! Podría haber echo algo por ella…

--Es mejor no darle muchas vueltas. ¿Dónde esta?- pregunto a la casi llorosa chibi.

-Lo ha dejado sobre la mesita de su habitación- informo, mientras los tres diminutos seres se alejaban volando hasta la habitación de Kagome. Una vez llegaron, se posaron en el escritorio y miraron una carta allí dejada, que era como el doble de grande que ellos.


-Bien- exclamo A-hún, adelantándose y tomando el papel, para tener que retirar la mano tres segundos mas tarde, con una quemadura grave- ¡No puede ser! ¡Tiene protección!- grito, asombrado.

-Suponía que no iba a ser fácil- Shippô miro la carta. No apreciaba a Kagome, pero mucho menos al desgraciado a quien iba dirigido aquel trozo de papel. La había estado viendo sufrir noche tras noche, esperando una señal, algo que la alentara a creer en él sin conseguirla. Ahora que ya la tenía, por culpa de Inuyasha, debía abandonarlo. No el caían bien ninguno de los dos, pero al menos, merecían aquello- Da igual, dejémoslo.

-¡Pero, ¿Qué dirá el Amo Cronos?- se quejo asustada Kirara.

-¿Miroku?- sonrió, mirándolos con complicidad- No tiene por que enterarse…