Narnia El rey del baile... [Doce Deseos]

Era una tremenda estupidez estar allí con aquella gente insípida, con aquellos bocadillos que no eran de su agrado, con aquella muchacha que parecía no querer dejar su brazo, con esa música que parecía querer dañar sus tímpanos, con aquella ropa que le hacía picar por todos lados. Estaba de malhumor, mañoso, berrinchudo y algo, sólo algo, indignado por pasar la Navidad de esa forma; sus padres debieron haberse dado un gran golpe en la cabeza para haberlo arrastrado hasta ahí con la excusa de «insertarlo en la sociedad».

¿Qué se suponía que eso significaba?

No necesitaba ayuda para insertarse en la sociedad. Ya había tenido experiencia con ello como rey de Narnia. Era perfecto para socializar, incluso con un asno si era necesario. Aunque, bueno, eso no podía decírselo a ellos y era la razón por la que estaba sufriendo precisamente en ese lugar.

Buscó con la mirada a sus hermanos entre la multitud, pero esos traidores al parecer se habían escondido, en especial de la supervisión de su madre, desde que habían llegado. Soltó un suspiro intentando ocultar su sufrimiento y mientras estaba así, recordó a Peter en su lugar años atrás, aunque el idiota siempre pareció disfrutarlo. ¡Y cómo no hacerlo! Siempre le habían tocado las acompañantes más bellas y por lejos, más inteligentes que Pipia Grace. Claro, él no era superficial, pero no estaba cómodo con su pareja esa noche. Tal vez, era por la cantidad de veces que sus pies sufrieron al ser triturados por esos tacones que llevaba o por su voz chillona martilleando su cabeza o por ese hábito raro de hurgarse la nariz pensando que nadie la veía.

Por Aslan, deseaba salir de allí pronto, cualquier excusa sería perfecta. Y llegó más pronto de lo que se hubiera esperado; la brillante sonrisa de Lucy apareció como la luz al final del túnel y el alivio, regresó con ella. Ya se sentía más ligero con su hermanita ahí.

—¡Pipia, mucho tiempo sin verte! —esta la miró de arriba abajo y sonrió con cierto desagrado, a pesar de ello Lucy siguió con su habitual efusividad sin que nada de la muchacha la perturbara —. Espero que no te moleste que te robe a mi hermano. Me encantaría poder bailar esta pieza con el rey del baile.

—¿Rey del baile? —dejando escapar una risa desdeñosa mientras soltaba finalmente el brazo del Justo —. Estuvo pisándome los pies toda la noche.

—Yo vi lo contrario —soltó La Valiente con sencillez —. Pero bueno, a veces podemos ver lo que queremos. Feliz Navidad, Pipia —murmuró con cortesía arrastrando a Edmund con ella. Aunque, antes de desaparecer entre los invitados, se detuvo para mirarla una vez más —. Por cierto, tienes un moquito justo aquí —dijo señalando su nariz. La muchacha se tapó la suya con sus manos y salió corriendo de inmediato pasando por encima de todos, seguramente al baño de damas.

No podrían saberlo jamás.

—Eso fue cruel —Lucy le regaló una inocente sonrisa.

—No sé de qué hablas, Ed.