El Refugio (001-005)

El Indicador
Stamina: 8
Sanidad: 4

Poco más había pasado realmente luego del asunto del viejo del ojo en la mierda, quiero decir, al menos nada que mereciera la pena mencionarse. Ni siquiera habíamos podido solucionar lo de la ventana.

Y nos fuimos a negro.

Para cuando desperté ya un par se habían retirado, entre ellos la chica pelirroja y el mocoso impertinente.

En el cuarto pequeño, en el del espejo hecho de partes de otros cristales, estaba la chiquilla con pintas de enferma o lo que fuese. Pensé en la remota posibilidad de que... Hubiese visto algo, no sé por qué, lo pensé y sentí el impulso de apartarla pero me obligué a silenciarlo porque no era mi asunto.

Al levantarme había tomado la antorcha de nuevo, de forma que a falta de mucho más que hacer salí de la cabaña, dispuesto esta vez a echarle un ojo al espacio más allá del cobertizo.

Contenido oculto: Inventario

Antorcha x1

 

La Hija
Stamina: 4
Sanidad: 8

No sentí el impulso de gritar, ni de salir corriendo ni ejecutar ninguna clase de movimiento brusco. La luz blanquecina parecía provenir del espejo y, cuando le eché un mejor vistazo, el cuerpo entero se me congeló. ¿Un... hombre? Santo cielo, se estaba... moviendo. ¿Vivo? ¿Estaba vivo? ¿Un hombre vivo adentro de un espejo? Y las raíces, y el tiempo extrañamente detenido, y mis recuerdos perdidos y todas aquellas personas.

Ya no entendía nada de nada.

Al menos no sentí que tuviera el poder para, digamos, enloquecerme o aflojarme las neuronas. El corazón me latía con fuerza y al posicionarme justo frente al espejo, intentando detallar las luces y siluetas del hombre, habló. Como si no pudiera ponerse todo aún más extraño, el espejo habló. Otro relámpago de sudor helado me estaqueó al piso y oí su voz, como si fuera una ilusión o retazos de un cuento fantástico.

¿De qué estaba hablando? Parecía delirar. ¿Tenumbris? ¿Estábamos en... Tenumbris? ¿Y para qué se supone no estábamos preparados? Las preguntas se seguían agolpando en mi mente, rayándome la compostura como una moneda sobre papel carbón, y la ansiedad regresó en todo su esplendor cuando el silencio regresó y fui consciente de que el hombre, reflejo, espantapájaros o lo que fuera estaba esperando a por mí.

Eso era... una conversación, ¿verdad?

Removí los dedos apenas, como si me cosquillearan. Algo, tenía que decir algo, lo que fuera. De repente el peso de su mirada se tornó agobiante y mi boca, indecisa, sin importar cuánto articulara en busca de palabras no consiguió ejecutar un solo sonido coherente. Eran murmullos vagos, ahogados, como si me hubieran metido las cuerdas vocales a presión dentro de la garganta. ¿Por qué no podía hablar? ¿Qué había de mal conmigo?

La ansiedad siguió escalando hasta robarme el aire de los pulmones y me di cuenta que resollaba audiblemente, además toda la espalda me sudaba. Necesitaba huir y no podía hacerlo, no conseguía mover los pies ni un centímetro en dirección a la puerta. Parecía condenada a permanecer allí, juzgada bajo el yugo de aquellos ojos oscuros dentro del espejo.

Como si sólo supiera seguir órdenes.

 

La Observadora
Stamina: 5
Sanidad: 7

Noté el movimiento de una de las personas acercándose a mí, aunque seguí centrándome en la silla como habría pretendido desde el inicio. Eso no pareció ser suficiente para alejarlo y su grito me hizo erguirme para mirarlo, con la lentitud y calma de siempre a pesar de que, ciertamente, sus palabras me habían desencajado un poco. ¿Una orgía? ¿No estaba un poco mayor para andar tan siquiera pensando en involucrarse en algo así?

Por suerte, uno de los otros hombres, que tendría que rondar mi edad, apareció para responderle. No es que yo hubiese pretendido hablar, la verdad sea dicha, pero estaba bien que alguien sí le hiciese caso, suponía. Me dediqué a colocar la cajita sobre la silla, así estaría a salvo en lo que veíamos qué hacer con ella, y en cuanto dejé la misma... negro.

Todo se fue a negro.

Lo siguiente que supe fue que me estaba despertando de una especie de desmayo, que se había hecho de día y que la mayoría de la gente se había ido de la cabaña. ¿Aprovechando para investigar y descubrir cómo salir de aquí? Definitivamente sonaba bien.

Aun así, lo cierto es que la idea de salir y exponerme a los peligros que podía haber no era algo que me llamase especialmente; no cuando ya había varias personas haciendo eso mismo, al menos. El murmullo que escuché de una de las habitaciones del refugio fue motivo suficiente para hacerme ir a investigar y mantenerme en la seguridad del mismo. Logré escuchar algunas palabras sueltas mientras me acercaba, con el cuidado que me caracterizaba, y al asomarme distinguí la cabellera albina de la niña ahí dentro.

No me acerqué de primeras, pero la pobre parecía estar sufriendo mucho para intentar formular alguna de las preguntas que debían estar rondándole la cabeza, y pensé que quizás le vendría bien un poco de ayuda. Además, ¿un hombre que hablaba a través de unos espejos rotos? Era imposible no querer saber más al respecto.

—¿Ha dicho Tenumbris? —pregunté con un tono suave, dando un par de pasos silenciosos para adentrarme mejor en la sala—. ¿A qué se refieres con Tenumbris?

 

La Hija
Stamina: 4
Sanidad: 7

En un momento dado comencé a oír pasos con cada vez mayor claridad, me tensé un poco pero eran pisadas suaves y pensé que quizá fuera la chica que ayer me había hablado. No me equivoqué. Logré distinguir ciertos trazos de su silueta de refilón, entre la maraña de cabello albino, ya que aún no veía cómo despegar los ojos del suelo. Se posicionó cerca mío y le habló al espejo como si fuese lo más normal del mundo. ¿Por qué ella era tan resuelta, tan calma y elocuente? Mientras que yo... bueno.

Oí el intercambio en la misma posición de siempre, cohibida como un animalillo asustado. Lo que decía el espejo no tenía nada de sentido pero, vaya, por alguna razón tampoco creía que estuviera mintiendo. Además ¿los espejos podían mentir?

¿Podían hablar, en absoluto?

Me sentía mucho más tranquila, ahora que la chica había aparecido para tratar con el hombre espejo, y conseguí incluso hilvanar un par de ideas. La cajita de ayer, la de la clave... ¿quizás este señor podría ayudarnos con eso?

No dije nada, como era lo usual, me removí ligeramente antes de juntar el coraje de salir de la habitación y regresar adonde habíamos despertado, en busca de la cajita.

Contenido oculto

Asumo que Gabi probablemente use otra opción de diálogo, así que en el interín mi niña buscaría la cajita y luego posteo aquí de vuelta como que ya la encontró y volvió con ella

 

La Observadora
Stamina: 5
Sanidad: 6

Sí, definitivamente había algo o alguien dentro del espejo que, de alguna manera, se estaba comunicando con nosotras a tiempo real. ¿Me iba a cuestionar algo al respecto? Tendría que hacerlo, ciertamente, pero no iba a pasar. No a esas alturas, cuando me había despertado en una cabaña en mitad de un bosque junto a cinco desconocidos sin recordar siquiera mi nombre.

Escuché la respuesta del hombre con atención, ya que dada la situación toda información era más que bienvenida, y observé de reojo como la niña salía de la habitación justo después de mi aparición. Supuse... que confiaba en mí para seguir con la conversación, o algo parecido.

Tenumbris era el bosque en el que estábamos, ¿huh? Bueno, era... de esperar, de hecho, que se refiriese a eso. Parecía que había algo más, que no era solo el nombre del bosque, si no que era el bosque en sí. Era un poco extraño pero tenía sentido de alguna manera y... de nuevo, no pretendía llevarle la contraria a un espejo.

—¿Escapar? ¿Sabe usted cómo podemos escapar de aquí?

 

La Observadora
Stamina: 5
Sanidad: 6

Seguí sus movimientos con atención, aunque fue bastante difícil de definir los mimos son toda la ropa que llevaba encima y... bueno, teniendo en cuenta que estaba dentro de un espejo. Sea como fuere, su respuesta fue exactamente lo esperado; no había manera de que fuese tan fácil escapar de aquel bosque teniendo en cuenta que ni siquiera sabíamos cómo habíamos llegado o qué hacíamos ahí.

Me crucé de brazos por debajo del pecho, con un aspecto pensativo. Al menos teníamos un nuevo objetivo: un túnel dónde alguien podría ayudarnos. ¿Podía fiarme de aquella figura? Bueno, no tenía muchas otras opciones tampoco.

Eché un vistazo rápido por encima del hombro, pero la niña no parecía querer volver por ahora, así que volví a centrarme en el espejo.

—Disculpe si sueno maleducada, ¿pero qué o quién es usted exactamente?

 

La Observadora
Stamina: 5
Sanidad: 6

Eso... eso ya lo había visto también yo. Pero bueno, suponía que tenía sentido que el hombre no quisiese presentarse si es que tan siquiera tenía una identidad como tal más allá de... ser un hombre en un espejo. En fin, supongo que por el momento valía.

Asentí con la cabeza para hacerle ver que tomaría en cuenta sus palabras y después siguió hablando, diciendo que lo habíamos despertado por nuestra oposición a Tenumbris, a pesar de que posiblemente el mismo Tenumbris no fuese nuestro enemigo. Quizás, sí, pero en aquella situación era difícil fiarse de alguien o algo, mucho menos de un bosque que no parece tener fin y que es asfixiante.

—Pero antes ha mencionado que no estamos preparados y que hay peligros en el bosque, ¿cierto? ¿A qué peligros se refiere?

 

La Hija
Stamina: 4
Sanidad: 7

Luego de revisar por la habitación encontré lo que estaba buscando: la pequeña caja con la clave. La recogí entre ambas manos, como si temiera romperla, y tracé mi camino de regreso al cuarto pequeño. Había podido oír las voces de la chica y del espejo todo el rato, aún me parecía increíble que fuera capaz de preguntarle semejantes cosas con tanta soltura, o de preguntarle cosas en absoluto, pero quizá debería empezar a acostumbrarme.

Que era inútil o algo.

Me acerqué con la misma postura encorvada de antes y, apostando a las posibilidades, extendí el objeto frente al hombre del espejo. No dije una palabra, no alcé la mirada, sólo me quedé allí congelada a la espera de alguna respuesta.

 

El Indicador
Stamina: 6
Sanidad: 4

Teniendo en cuenta que ese bosque no tenía mucho en lo qué orientarse lo cierto es que había logrado regresar a la cabaña sin demasiado problema, crucé la puerta de entrada y una vez dentro de la casa busqué con la vista la mesa ratona, de un golpe seco dejé encima el bidón de gasolina lleno, la carne hizo un ruido algo húmedo al chocar contra la superficie.

Me pareció ver que la chiquilla de aspecto enfermo y la muchacha de la cicatriz estaban todavía con el espejo, lo que seguía dándome mala espina.

Contenido oculto: Inventario porque me lo olvido siempre

Antorcha x1
Hongos extraños x3
Goma x1
Carne x1
Bidón de gasolina x1

 

El Indicador
Stamina: 6
Sanidad: 4

—Para tener cara de mocoso que hace poco aprendió a ir al baño solo, eres bastante mandón —solté mientras me limpiaba la mano contra la superficie de la mesa—. Mejor busca qué hacer con lo que sea que hayas encontrado en las cabañas y luego, tal vez, piensa en decirle a los otros qué hacer.

Como fuese, lo cierto es que el mocoso con alma de viejo aquí presente ni me había dado tiempo de ello, pero obviamente había que volver a llenar el tanque del jodido generador, así que algunos minutos después tomé el bidón y salí para encender el generador de nuevas cuentas. No me detuve a inspeccionar si el cadáver con raíces seguía allí, pero teniendo en cuenta cómo habíamos despertado ese día imaginaba que ese era el destino que nos esperaba.

Contenido oculto

Antorcha x1
Hongos extraños x3
Goma x1
Carne x1

 

La Hija
Stamina: 4
Sanidad: 7

Bueno, mi idea había fallado. El señor en el espejo no parecía ni remotamente interesado en la cajita y tampoco vi por dónde reclamar o insistir. Regresé el objeto a mi espacio y lo mantuve sobre mi regazo, envuelto entre ambas manos, un par de segundos hasta que consideré llevármelo a uno de los pequeños bolsillos que tenía el vestido. Las yemas de mis dedos toparon entonces con algo frío, duro y pequeño, y di un ligerísimo respingo antes de removerlo para inspeccionarlo. Era... ¿un llavero? ¿Y esas manchas?

¿Sangre?

Tragué saliva, con aquella opresión tan desagradable y sin embargo frecuente atascada en la garganta, y dejé escapar el aire de golpe en cuanto la voz del señor en el espejo captó mi atención, vete a saber por qué. Hablaba de peligros en el bosque, de la noche y demás, hasta que... ¿La enfermedad? ¿A qué se referiría?

Miré a la chica a mi lado con resquemor, jugueteando con el llavero de puros nervios, y luego me atreví a echarle un vistazo al espejo. El señor... seguía ahí, claro, ¿adónde iba a irse? Si estaba adentro de un espejo.

Removí la lengua dentro de mi boca, como si intentara tragar saliva sin éxito, y separé los labios a cámara lenta. El aire se sentía frío, incluso doloroso, y tuve esta idea ilógica y estúpida de que el estómago se me doblaría en dos.

—La... —intenté hablar, pestañeando repetidas veces y tomando aire de forma silenciosa—. L-la... e-en...

No lo entendía, no tenía sentido. Las palabras permanecían firmemente grabadas en mi mente, podía oírlas y todo, entonces ¿por qué? ¿Por qué no las decía? Mientras más lo intentaba menos lo lograba, me sentí estúpidamente expuesta y agaché la cabeza, resollando. Incluso di un paso atrás. Me estaba clavando el llavero en la palma de la mano y no lo había notado.

Dios, era un fracaso.

Al menos esperaba que la chica preguntara por aquello tan extraño que había dicho.

 

La Observadora
Stamina: 5
Sanidad: 6

La niña apareció con la cajita entre sus manos y se la enseñó al hombre, lo que ciertamente me pareció una buena idea porque el hombre del espejo parecía saber bastante cosas así que, ¿por qué no podría saberse la combinación para abrirlo? No pareció interesado, sin embargo, y un rápido chispazo de molestia me cruzó el rostro, porque directamente ignoró a la pobre chiquilla y, no sé, ¿un poco de tacto aunque estuvieses en un espejo?

Sea como fuere, respondió a mi pregunta sobre los peligros y lo cierto es que agradecí haber decidido quedarme dentro del refugio aquel día, porque de los seis que estábamos ahí dentro, yo sería la menos adecuada para pelear contra enemigos, quizás solo superando a la albina por cosa de edad.

Abrí la boca para seguir preguntando, que eso de nombrar una cosa nueva y no decir nada más al respecto me parecía hasta una falta de respeto, pero un hilo de voz se hizo presente en la sala y tuve que callar para mirar de reojo a la chica. No pareció conseguirlo pero el esfuerzo mereció la pena, a mi parecer.

—¿La en...? Quieres saber sobre la enfermedad, ¿cierto? —murmuré hacia ella, con una ligera sonrisa comprensiva, y volví a dirigir la atención hacia el hombre—. Yo también. ¿Qué es la Enfermedad?