El precio de la libertad

El precio de la libertad​

Las plumas de sus alas se iban haciendo cenizas poco a poco, mientras su atacante sonreía y disfrutaba del espectáculo que estaba observando.

—Dentro de poco te volverás mortal, Dieres, y todo por no querer unirte a mí por toda la eternidad, qué lastima.

Dieres tragaba saliva lentamente y el sudor de su frente mostraba cuan desesperado por su libertad se veía, él trataba de zafarse de las cadenas que lo acorralaban, pero era inútil, eran demasiado fuertes para él.

—O... hay una segunda opción —soltó la joven demonio mientras pasaba su lengua por sus labios plácidamente.

Dieres levantó la cabeza de golpe y por fin parecía ver un poco de esperanza de vivir, de conservar sus alas.

—¿Cu... cuál es? —soltó para después tratar de respirar con normalidad.

—Quiero que me concedas un deseo, solo uno. Si lo logras, serán libres.

La joven, al ver la desesperación del ángel por liberarse, supuso que quería saber de qué se trataba.

—Quiero el corazón de un ángel, pero solo estoy dispuesta a aceptar el de un ser, quien, estoy segura sabes quien es —susurraba, mientras con sus manos jugaba con la daga bañada de escarlata que tenía en sus dedos.

El joven ángel parecía vacilar entre si aceptar la propuesta o no, pero la espalda le ardía con el alma y el estar en ese lugar más de diez días con tormentos ya le desesperaba.

—¿Aceptas o...?

—¡Acepto!

La joven rió pícaramente e hizo un grito de triunfo, luego volteó hacia donde se encontraba el muchacho encadenado y con voz seria le dijo:

—Y para saber que me cumplirás, lo jurarás por las alas de Kleida, tu amada.

—Yo... hago el juramento dando como testigo las alas del ángel Kleida.

La joven sonrió y con un trueno de dedos, las cadenas se abrieron al unísono y el ángel emprendió vuelo al instante sin pensarlo.

Al ver a Dieres desaparecer en el cielo, la demonio de cabello rojizo caminó lentamente hacia el otro cuarto y miró el escenario que veía formado: una chica encadenada con las alas casi destrozadas.

—¿Lo llegaste a oír, Kleida? Lo juró por tus alas..., tus hermosas y casi destrozadas alas sin dudarlo. Sino cumple el juramento, tus alas se destruirán y tú acabarás petrificada.

La chica que se encontraba tumbada en el suelo comenzó a soltar ligeras lagrimas de sus ojos y la demonio solo reía a carcajadas de tan solo mirarla, era definitivamente un hermoso espectáculo para la demonio.

Mientras tanto, el ángel que antes se encontraba encadenado había huido de aquel lugar sin ni siquiera pensar en cumplir la promesa del demonio, sabía que si la cumplía, se convertiría en uno al instante. Un ángel no podía matar a un arcángel y no volverse un demonio.

<<Kleida estará bien>> se repetía a si mismo, ella siempre se ha salvado en situaciones así.

Al poco tiempo, la chica de cabellos dorados comenzaba a palidecer, y su espalda comenzaba a emitir un ardor nunca antes experimentado, poco a poco observó cómo sus alas se caían al piso y tal cual vidrio se rompían de frágiles. Su cabello se volvía gris y sin vida para comenzar a convertirse en viejo e inservible de piedra.

La joven demonio solo observaba el show con alegría y diversión. Había acertado: el ángel huiría y dejaría que a su amada le pasase lo que fuera, todo por su libertad.

—Los ángeles no son tan buenos como el mundo cree —musitó la demonio—, pueden traicionar y hasta dejar de amar..., todo lo necesario solo por el precio de ser libres. Qué lastima que tú me hayas dado tu alma por su libertad, y él no haya hecho lo mismo por ti.
Kleida tan solo suspiró por ultima vez y sintió su cuerpo volverse de piedra, no sin antes soltar una lagrima que resbalaba en sus mejillas ya sin vida.

—No se por qué nos separan por especies a los ángeles y a los demonios —continuó diciendo al aire—. Ellos traicionan como demonios y nosotros hasta hacemos tratos para salvarles la vida como si fuésemos ángeles... ¡Hah!, qué curioso.

Y el ángel de piedra sin duda pagó... El precio de la libertad de su amado.