El poder de una sonrisa

¡Hola mundo! Bueno, pues este es mi segundo escrito aquí en originales, el anterior fue un one-shot, pero este pienso hacerlo una historia larga.
Podrán encontrar una historia llena de situaciones trágicas, lazos entre hermanos, romance y acción. Espero sea de su agrado. Se agradecen comentarios!!

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<Prólogo>​

Muerte. Una palabra relativa, para unos podía ser lo peor que les podía pasar, como para otros podía significar la mayor dicha y liberación que podrían tener.
Cuando una persona vive feliz, con familia y amigos que quieras y el sentimiento sea recíproco, simplemente lo menos que quiere hacer en esos momentos de prosperidad es morir. Pero en cambio, cuando uno pareciera no tener familia, viviera bajo el efecto de las drogas y viviera en las sucias calles, la solución más fácil sería morir para acabar de una buena vez con esa supuesta vida llena de sufrimiento interminable.

Capítulo 1: Diferente

Ahora me encontraba de nuevo en las calles de mi ciudad natal, buscando el sustento del día que mantendría a mi familia, o por lo menos a mis tres hermanos sin hambre.
Llegué a la plaza central y me puse a tocar algo con mi vieja compañera: Mi guitarra. Ella era la causante de que pudiera llevar dinero a mi familia. Me coloqué unos cinco metros delante de una heladería y empecé a tocar, para segundos después acompañar la melodía con mi voz. No es que poseyera un don ni nada por el estilo, pero al parecer a las demás personas les agradaba, y con eso me bastaba.
Al cabo de varios minutos, una pequeña niña de cinco años aproximadamente se acercó y me dejó algo de dinero, yo detuve mi canto por unos breves momentos para agradecerle, y después ella se fue corriendo con su madre, al tiempo en que proseguían su camino. Después empezaron a llegar más personas, que en su mayoría fueron niños, me sorprendía lo muy agradable que era ver que a varias personas les gustaran mis cantos y melodías. Cuando el sol parecía irse escondiendo gradualmente, decidí retirarme para ir a comprar la cena, había conseguido en total cincuenta pesos mexicanos. Ese fue un día con suerte.
Antes de llegar a casa, pasé a comprar comida, que no eran más que pequeñas raciones de arroz, cuatro huevos, y varias tortillas, y en cuanto me entregaron los alimentos, salí disparada hacia mi casa. Vi como mucha gente empezaba a salir, la mayoría eran jóvenes o personas de veintitantos y treinta y pocos. No era de sorprenderse, puesto que era viernes por la noche.
Minutos después llegué a mi morada. Cuando entré una de mis dos hermanas y mi pequeño hermano corrieron rápidamente a la entrada para abrazarme y darme la bienvenida, de nuevo mis padres no se encontraban. Mi padre casi nunca estaba presente, ya que él se iba a diferentes ciudades a vender droga y mi madre lo acompañaba, olvidándose de los cuatro hijos que tenían. Antes era mejor, mi madre antiguamente nos protegía y se preocupaba por nuestro bienestar, hasta que llegó el momento en que se dejó llevar por mi progenitor, volviéndose una drogadicta también.
—Ale ¿cuándo crees que lleguen padre y madre?—me preguntó Ángela, mi hermana menor de ocho años. Ella se parecía mucho a mi madre, su tez blanca y sus ojos color miel destacaban mucho, junto con su larga y rizada cabellera negra. Ángela era una chica realmente perspicaz para su edad, era de lamentar que nadie se diera cuenta.
—No lo sé Gely, pero seguro y no tardan—le mentí empleando su apodo. La verdad era que mi padre y mi madre tardaran muchas semanas más. Antes mi padre se iba por días, que gradualmente se hicieron semanas, y mi madre hace algunos meses empezó a hacer justamente lo mismo.
—Hmp, por mí y ojalá no vuelvan—dijo seria mi otra hermana, Gabriela. Ella era un poco mayor que Ángela, ya que ella tenía la aún corta edad de trece años, cuatro años menor que yo. Ella se parecía a mi papá, tenía un cabello castaño claro y unos ojos color chocolate, eso no era lo único que la diferenciaba de Ángela, si no que otra cosa era su terrible actitud, siempre había sido una chica muy seria y enojona, pero conforme iba pasando el tiempo, su malhumor iba en aumento.
—¡Gabriela! No digas eso—le reprendí, pero ella ni se inmutó
—¿Pero por qué no? ¡Diablos Alejandra! Actúas como si fueras mi madre. Yo no quiero tenerlos cerca, ya que siempre que andan por aquí nos metemos en estúpidos problemas—me dijo Alejandra, al tiempo en que se levantaba y se iba directamente a nuestra habitación
—Ahh…—suspiré pesadamente, ya que cada vez discutía más con Gabriela—Como sea ¡Es hora de dormir!—dije con entusiasmo dirigiéndome a mis otros dos hermanos
—¡Sí!—gritó Ángela feliz, al tiempo en que igualmente se dirigía nuestra habitación
—¿Listo para dormir David?—le pregunté a mi hermano menor, David. Un niño de cabello negro y algo ondulado, y unos ojos cafés claros, algo rasgados. El apenas tenía cuatro años y a pesar de eso, aún no hablaba. Fui a investigar con una doctora de nuestro barrio, y me dijo que podía deber a muchas razones, pero lo más probable era que fuera por algún trauma. Y si mis recuerdos no me fallan, tal vez se deba a que un día, por defender a David, mi padre me golpeó muy fuerte, tanto así que estuvo a punto de romperme la mandíbula, desde ese día no he vuelto escuchar que ni una sola palabra salga de la boca de David. Yo, físicamente era casi como mi hermano, mi cabello era lacio, largo y negro, mi tez clara y contaba con unos ojos grandes y cafés.
Me aseguré que mis hermanos se acostaran, teníamos una pequeña habitación con dos tres colchones, uno para Gabriela, otro para Ángela y el último para Davis y para mí. Sus paredes ya estaban sucias y carcomidas, por el color actual de las paredes, parecía ser que fueron rojas, pero ahora tenían un color grisáceo
Una vez que todos mis hermanos estaban dormidos, me retiré de la habitación y me dirigí a la pequeña sala. No teníamos sillones, en cambio tenías pequeños bancos de madera, tampoco teníamos mesa, solo una caja de cartón que habíamos sacado de la basura.
A veces me ponía reflexionar sobre la vida misma. ¿Todo lo que me había pasado era solo mala suerte? No solía creer en esas cosas, pero era inevitable que de pronto la duda se me presentara. Yo creía en Dios, y creía fuertemente que todo esto era solo una prueba que debía superar. La mayoría de la gente que conocía y que estaba en situaciones similares a la de mi familia, me decían que preferirían estar muertos que seguir con su repugnante vida y por ende consumían todo tipo de drogas o cosas por el estilo, pero yo era diferente, yo agradecía la vida a pesar de todo por lo que estaba pasando yo era realmente feliz, a mi manera pero…Feliz.

 

Segundo capítulo: Razón

Ya era de día, seguro y eran cerca de las siete de la mañana. Mi cuerpo ya se levantaba solito, estaba acostumbrado a levantarse a la misma hora, todos los días de la semana. Me dirigí a la única ventana con la que contaba nuestra habitación, quité de un jalón la sabana que usábamos como cortina y me maravillé con lo hermoso que veía el día de hoy.
— ¡Ciérralas!—me gritó Gabriela de pronto, y por el tremendo susto que me llevé, salté, me tropecé con un bote que estaba por allí y caí.

Ahora iba de camino a mi escuela, llevaba mi pequeña y ligera mochila. Ya había uno que otro auto recorriendo la ciudad, veía también a unos cuantos niños que apenas salían de sus hogares, ya con su respectivo uniforme y a su padre o madre acompañándolos.
Ya estaba llegando a la escuela, y vi como las mismas grandes y anchas puertas metálicas me daban la bienvenida, inertes. Una vez que llega al pie de ambas puertas, entré con una sonrisa optimista en mi rostro. Apenas y había alumnos, puesto que aún era algo temprano, durante todo ese tiempo, hasta que empezaran las clases, me dediqué a vagar por mi escuela. Mi colegio no era ni muy grande ni muy pequeño, sólo era algo viejo, la pintura de las paredes estaban desgastadas, al igual que todo mueble que se encontrara en su interior.
— ¡Ale!—oí que gritaba una voz muy conocida para mí. Se trataba de mi mejor amiga, Victoria. Era una chica alta, de tez clara, un cabello rubio cenizo muy bonito y lacio, también tenía unos muy bonitos ojos grisáceos.
—Buenos días Vicky—la saludé dándole un beso en la mejillas, usando su sobrenombre.
— ¿Cómo te fue ayer?—me preguntó al tiempo en que íbamos caminando hacia unos de los patios de la escuela.
—Ya sabes que no me quejo. Me alcanzó para una rica cena con mis hermanos
—Ale, sabes que si tú me lo permitieras podría ayudar…—me dijo Vicky. La verdad era que ella siempre se estaba ofreciendo a ayudarme, tanto como económicamente, como ayudándome con mi hermanos, pero yo siempre me negaba, ya que ella de seguro tendría sus propios problemas.
—No Vicky, yo soy capaz de salir adelante, tú debes tener suficientes problemas como para preocuparte de mí—le contesté. Ella estaba a punto de decirme algo, peo el timbre sonó, señal de que las clases ya debían comenzar.

El día pasó, las mismas clases y maestros, el mismo receso con mi amiga Vicky, todo siempre era igual, a veces pensaba que salir de la rutina no me haría mal, pero trataba de no quejarme.
Cuando la escuela terminó, fui directamente a la plaza central. Yo había dejado mi quería guitarra en la librería, ya que no me agradaba del todo llevarla a casa, puesto que corría el riesgo de romperse o algo parecido.
—Buenas tardes, Don Gerardo—saludé al que se encargaba de recibir los libros. Era un anciano de unos setenta años, su poco cabello lo tenía en su totalidad blanco, y le gustaba llevar un bigote igualmente blanco, tipo reloj.
— ¡Ale! Ya llegaste, mira, aquí está tu guitarra—me dijo sacando de detrás de su escritorio mi gran guitarra
— ¡Gracias Don Gerardo!—le dije con mucho entusiasmo, para después darle un beso en su frente en forma de despedida
Cuando salí de la librería, tenía planeado ir al puesto de helados, sin embargo se me ocurrió una gran idea: ¡Cantar y bailar por toda la plaza! Así que desde la librería empecé con mi canto y mi baile, pasé por tiendas de ropa, de comida, una juguetería, una herrería y demás cosas. Y cuando alguien quería darme algo de dinero, me detenía momentáneamente para poder recibir el dinero y darle las gracias.
La noche llegó, se me había ido la tarde demasiado rápido, me apresuré para comprar la cena y después regresar a casa. Había sido un buen día, la escuela había estado bien y luego me había ido aún mejor en la plaza, me encontraba de un excelente humor.
Cuando estaba a pocos metros antes de llegar a mi casa, divisé un auto negro estacionado justo en frente. Mi corazón parecía haberse detenido, y mis piernas no me respondían. Traté de calmarme, pero me parecía casi imposible, después de unos minutos, empecé a correr en dirección a mí morada, sólo fue cuestión de minutos para que entrara a la casa toda alterada.
—¡¡Gabriela!!—grité asustada, al encontrarme con una escena que sólo solía habitar en mis peores pesadillas: Dos hombres se encontraban en mi casa, frente a mis tres hermanos, y Ángela y Davis asustados se encontraban escondidos tras la espalda de Gabriela.
—Señorita Alejandra, cálmese, nosotros estamos aquí para…—me dijo uno de los hombres que se encontraba ahí, en un intento de calmarme. Era muy alto, de una tez morena, pero con un cabello semi-rubio bien peinado y unos ojos cafés. El hombre iba vestido de negro, eso lo hacía aún más escalofriante.
— ¿Cómo me está pidiendo que me calme? ¿q-que planean hacerles a mis hermanos? — ¡No puede ser! Ya estaba hasta tartamudeando
—Por favor, déjenos hablar a solas con usted—me dijo el otro hombre, que era un poco más alto, de tez blanca, de un cabello negro y ojos oscuros.
—Y-yo…Gaby, quédate aquí con Gely y David, ahora vuelvo—decidí, al tiempo en que le hacía señas a los extraños hombres para que saliéramos a platicar. No tenía idea de lo que me iba a pasar, pero por el momento lo único que quería era alejar a esas personas de mis hermanos.
—Aquí está bien—dijo uno de los hombres, para que me detuviera
— ¡Bien! Háganme lo que quieras, pero no toquen a mis hermanos
—Usted no me ha dejado terminar. Lo que trataba de decirle era que no venimos con ninguna de esas intenciones repugnantes, venimos a informarles que, sus padres han muerto, en una lucha de bandas de vendedores de drogas—me había quedado en shock, no podía decir nada, mis ojos estaban a punto de salirse de sus cuencas.
—Así que, cuando encontramos sus cuerpos, después de unos días, descubrimos que tenías hijos, ustedes. Y…Se ha decidido que todos deberán ser separados, tus hermanos ya tienen una buena familia adoptiva—continuó el hombre más alto para echarle más vinagre a mis heridas.
—No, no lo permitiré. Ellos deben estar conmigo, me necesi…—les empecé a decir, pero fui interrumpida
— ¿No será de modo inverso? Tú los necesitas más, que ellos a ti. Te hemos dicho que ellos ya tienen una familia que los ha adoptado, ellos necesitan de una padre y una madre, de una casa, y de comida de verdad, si los amaras de verdad, deberías haberte alegrado—tenía razón, yo no les estaba dando la vida que se merecían, serían más felices en una familia de verdad.
—Entiendo…Pero, ¿todo esto implica que no los volveré a ver?
—Ah…Es probable. Han sido separados porque bueno, las familias que los han adoptado sólo quieren un hijo y porque, existe el riesgo de que a banda que mató a tus padres, los busque, así que si todos son separados, las posibilidades de que los encuentren son escasas.
—Y… ¿qué pasará conmigo?—les pregunté, ya que hasta el momento sólo habían hablado sobre que mis hermanos ya habían sido adoptados, pero a mí ni siquiera me habían mencionado
—Ahh…—suspiró el más bajo—Aún no hemos encontrado una familia para ti, debido a tu edad
—No importa, entiendo. Además, creo…Creo que puedo cuidarme yo sola—les dije, al tiempo en que luchaba contra el dolor para que no se desbordara de mis ojos
—Bien, encontraremos una familia pronto,…Mañana vendremos por los niños—me explicó, al tiempo en que se dirigían a su lujoso auto, y sin más, se fueron.
Me esperaba una larga y dolorosa plática con mis hermanos.
No solía perder así de fácil la esperanza. No importaba cuantas cosas me pasaran, siempre era feliz. Pero supongo que todo se debía a que tenía una razón de vivir, y eran mis hermanos, pero, ahora que ya no iban a estar ¿tenía alguna razón para seguir viviendo?