El Pianista (sesshXkago)

Re: El Pianista (sesshXkago)

Ténganme paciencia =o


La mujer tembló de pies a cabeza cuando el auto se encendió detrás de sí y dio marcha atrás velozmente. Cuando el portón comenzó a subir, entonces se animó a mirar nuevamente a quien fuera que estaba delante de ella. Así, la sombra se fue difuminando y el traje negro de un hombre alto quedó a la vista. Luego, la camisa blanca, su cuello largo y pálido y luego no pudo creerlo. La oscuridad volvió cruelmente más veloz que antes al lugar y pestañeó varias veces, tratando de convencerse de que aquello no había sido una ilusión.

-¿Quién eres?

-yo soy el pianista –respondió rápida la voz.

-no te burles de mí… ¿¡quien eres!? –gritó inmersa en una histérica intranquilidad

-Kagome, soy a quien más conoces. Yo soy quien tocó para ti la otra noche, quien ah tocado para ti todas las otras veces –la voz se tornó más impaciente, como ansiosa.

-demonios… mentira, quien lo hacía ah muerto –lloriqueó la chica golpeando lentamente el piso, la culpa de ello la carcomía.

-¿cómo lo sabrías si nunca supiste quien era? –sintió un paso más cerca al hombre.

-¿Quién eres entonces?

-hola Kagome, yo soy el pianista… -se agachó, dejando su rostro entrar en el fuerte haz de luz donde la chica estaba tirada. Ella se alejó repentinamente, arrojando su delgada figura fuera de la estela luminosa. Entonces, mientras se tomaba la cabeza con confusión, divisó los cuerpos tendidos de los dos hombres que lo habían acompañado. Estaban empapados de sangre. Gritó, revuelta de repulsión y miedo. Él, su Sesshomaru, no habría cometido eso jamás. Ya había visto sangre, también gran parte de ella lo perdonaba pero la histeria la envolvía cada vez más.

-buen día –la luz del sol fulminó sus ojos, que ardieron vilmente –te dejaré el desayuno dentro de unos minutos, has lo que quieras hasta ese momento –la voz se alejó y una puerta de cerró.

Kagome bostezó y luego comenzó a adaptarse lentamente a la luz. Para cuando los recuerdos cayeron sobre su cabeza, ella la estaba desperezándose, tranquila. Mucho más tranquila. Miró la habitación, finamente decorada en tonos negros y rojos. Un chelo y un piano estaban allí, y un ropero descansaba a un lado de la puerta negra. Reconoció al instante el cuarto de Sesshomaru, ese donde había estado tantas veces, en el tercer piso del instituto de música en Japón. ¿Cómo había llegado allí? Entonces recordó la voz que la había despertado, y saltó hacia la ventana. No vio a nadie cerca del jardín, pero podía escuchar un murmullo en los salones cercanos.

-puedes cambiarte en el baño, si lo deseas –ofreció una profunda voz. Kagome se volteó y entonces la pequeña figura de Kanna apareció desde atrás de la puerta.

-¿cómo llegué aquí? "acaso fue un sueño... ¿?"











Adelanto especial :)

Pomy

 

Re: El Pianista (sesshXkago)

-dime Kagome...

-¿sí? -la chica la observó atentamente desde el alejado sillón.

-¿no sientes que algo falta aquí? -la pequeña mano de la chica acariciaba lentamente su labio inferior mientras afinaba su mirada. Era levemente más expresiva que su hermano, aunque seguía siendo tan inquietante como él lo era.

-no se a qué te refieres -concluyó la chica de cabellos azulados mientras corría su mirada hacia la ventana. Al menos la blanca luz de la luna la consolaba... una extraña sensación de calidez se fundía en ella mientras la detallaba con su melancólica mirada -dime Kanna, ¿qué haremos?

La alta estantería que ahora lucía la oscura madera pulida, estaba unos pasos atrás de la niña. Sobre ella, el reflejo del espejo delante la ventana iluminaba la habitación con un calmo y gótico brillo blanco. Así, los cabellos y la piel de la niña marcaba en sus rasgos oscuras sombras que la hacían ver muchísimo mayor.

-Kagome -cruzó sus piernas sobre su regazo, y apoyó el largo de sus brazos, acercando su torso a la chica como seña de confidencialidad. La chica se giró en torno a su figura, y la observó iluminada, parecida a él, bellísima y única. -Kagome, entiendes que no podemos seguir aquí, ninguna. Ahora es momento de escapar de todo.

-pero...¿a donde iremos?

-comprendes la seriedad del tema... no podemos quedarnos cerca de aquí, ni ir a donde esperan que lo hagamos. Deberemos elegir algún lugar y marcharnos sin dejar pista detrás.

-sí... pero ¿cómo nos podrá ubicar él? -sonrió levemente, y su mirada brillo con un intenso deseo detrás de lo demacrado de su gesto.

-no podrá Kagome, y no deberá hacerlo. Sesshomaru está muerto... -Kanna se puso de pie y le dio la espalda. Se detuvo delante del ropero -al menos por ahora para nosotras, debe estarlo.

Una lágrima cayó desde la figura de la hermona mujer, que se volvió hacia la ventana. No había que volver a discutir, ya no había de qué hablar... Kanna había dejado las cosas en claro, le había relatado toda la historia. Y habían perdido el tiempo suficiente como para tener que volver cuanto antes a ponerse en marcha. Estaban en peligro.. y no debían estarlo si ella deseaba volverlo a escuchar.














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Un ruido, un arma, un disparo... un adios. Y la tecla de un piano, sonando eternamente en la nota más lúgubre... allí estaba él, sobre el teclado, desparramado, dormido, derrotado... vencido... allí















Adelanto para que no me maten, ya devuelvo cuando pueda volver a la compu.

Pomy

 

Re: El Pianista (sesshXkago)

Agradecimientos que debía (no sea cosa que eso tmbn me reclamen :P)

Cap. anterior:

LadyJazminar: Muchas gracias por seguirme... y sí, es bastante común que cause esa 'confusión' xD

Aerthis_yuna: jeje bizarro es el sobrenombre de mi sobrenombre ¿? xD gracias por leer ^^

Panchitah: a kien mataré luego? es un juego raro el nuestro, querida mía :D

Christine: síii... me gusta innovar :P


adelanto:

panchitah: mi amor :L

Shandy: gracias por seguir aún ToT a pesar de que sea una irresponsable que usa su fic para torturar a panchitah xD

Lady Mary: es Pomy, no pami :P

LadyJazminar: jeeej... me haces la propaganda? xD

Cinyoh: muchas incognitas O_O

sirenita: yo te amo :P



adelanto último:

SESSHOGRISS: no mueras hasta que termine :P tenés un tiempo de vida jaja

sirenita: naah naah azul es el pelo de otra persona xD tengo que poner las cosas más claras no?

KagomeChan: ahhh no sabés? jaja te perdiste ya :P veremos que pasa ahora :o

Panchita: extrañaba hablar con vos de nuevo xD no me pierdo, cada vez que lea un comen tuyo aparesco xD y haaam... me alegra que ande bien en la narración, temía estar oxidandome ya

GLACIAR: muchas gracias ^_^me alegra tenerte entre las mías... aunque no creo que pase mucho para que me odies, como las otras brujas de acá arriba jaja (6)




Bueno, contrario a lo que esperan... no voy a poner la conti hasta qe se me ocurra :P

Nah mentira... ahora en un rato la hago y si puedo la subo dah?

Pomy

 

Sucedió todo tan tristemente. La ventana reflejaba tonos pálidos con la nieve de la melancólica y milenaria plaza japonesa. Él se volvió a mirarla. Ella siempre tan fuerte y solemne.

:-Kikyo, dime, ¿qué opinas acerca de todo esto?
:- Nada es tan complicado si se entiende que el poder corrompe, y que el humano que una vez fue lo suficientemente ambicioso, puede terminar siendo la sombra de lo que su bondad hubiese deseado. Pero…–se acercó y suspiró mirando hacia la misma dirección- no deja de ser una realidad desoladora.
:-¿Debemos hacer algo más?
:- Ya hicimos todo lo que pudimos. Es hora de esperar.
La mente del amigo había estado funcionando velozmente durante las últimas jornadas. Desde que se corriera la noticia de la muerte de Sesshoumaru, había aguardado cualquier señal que le contradijera. Pero los días habían pasado, y el mensaje era claro. Era ahora el tercer país al que arribaban la joven pareja, esperando escapar de los peligros.
Desdichados de sus propias cualidades artísticas, se mantenían con perfiles bajos, sin instrumentos ni prácticas, esperando nunca llamar la atención. Se alegraba de tenerla a ella, tan firme y dulce, tan resistente y suave como siempre. Extrañaba las mañanas en su cuarto, con sus cosas. Pero nada era tan grave si Kagome seguía viva. Al menos eso haría feliz a su querido compañero.
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Una habitación en las montañas. Una casa con un camino. Una ventana abierta. Una risa en el viento. Y de pronto, desdibujada, una figura pequeña, corriendo cruzando el verde de los pastos primaverales.
Sus cabellos pesados, tan distinguibles. Y su sonrisa, tan de ella.
Allí se divisaba a la pequeña corriendo hacia su hogar, y detrás de ella, él, corriendo con esmero y cansancio.
:- ¿De dónde saca tanta energía, Kagome? –preguntó su hermano cuando ingresaron.
:- No seas así con ella –respondió la joven tomando en brazos a la niña, que reía sumisamente –Yo debo irme, Kanna me espera ya. Es muy lindo haberlos visto, pero debo irme. Prométeme que la cuidarás.
:-Por supuesto hermana.

Era toda una mujer. Su esbelta figura ahora se contoneaba en curvas ampulosas. Sus cabellos habían lentamente recuperado su color original, y de a poco alcanzaba un largo sano y armonioso. Aún siseaban sus cabellos a cada paso. Se volvió a saludar sonriente cuando la niña la llamó una vez más desde la casa. Sus ropas oscuras resaltaban su blanca piel. Sus ojos estaban secos, su mirada era profunda. Tenía de esas miradas que frecuentemente se encuentra en aquel que ha vivido demás para el tiempo que su mente ha estado viva.
Cuando llegó al aeropuerto, Kanna estaba esperándola ansiosa.
:-Ya era hora Kagome. ¿Cómo estaba la pequeña?
:- Bien, gracias. Vámonos.
Sus equipajes no eran numerosos. De hecho, un estilo de vida conformado alrededor de viajes por el mundo habían formado la personalidad de ambas mujeres, solitarias y silenciosas. Aún Kagome seguía siendo alegre, pero ya no confiaba.
Negociaban en aguas turbias, y mantenían contactos extraños con personas extrañas. Kagome finalmente había comprendido el valor de su vida y conocimientos, quién era y por qué habían sucedido tantas cosas. Ahora, de la mano de Kanna, habían formado una pequeña sociedad donde podían permanecer seguras a cambio de favores. Esa era la única estrategia que tenían contra el enemigo que desde un principio las había acechado… la mafia.
¿Qué buscaban? En el caso de una, la fortuna. En el caso de la otra, ciertos títulos nobiliarios desconocidos, que luego, al salir a la luz permitieron conocer una rama familiar totalmente inesperada.
¿Por qué habían estado tan desamparadas? Porque sus familias así lo habían decidido.

La bondad de ambas habían llevado a disculpar el error de sus padres, y ahora se habían formado con excelencia. Kagome ya no cantaba. No expresaba más que lo necesario y agradeció a quien tuvo que hacerlo. Cuando Kanna le contó acerca del rescate, de los negocios y del dinero que tuvo que entregar para que liberaran a Kagome, ella entendió que tenía una aliada poderosa. Sin embargo, aunque ya casi 5 años habían transcurrido, ella no podía mirarla directamente a los ojos sin exaltarse recordando al ser amado que nunca había vuelto.
Volvieron esa tarde a Japón. Realmente, necesitaban arreglar unos asuntos, y sus presencias eran necesarias si querían que las cosas salieran bien.
Cuando la jornada estuvo completa, Kagome al volante decidió virar hacia una ruta conocida.

:- ¿qué demonios te propones Kagome? Sabés que es peligroso hacer presencia allí…
:- No ingresaré, solo quiero ver cómo están las cosas.
Llegaron al predio del Instituto. Seguía majestuosamente erguido, el campus lleno de muchachos creativos. La vida se respiraba de los frondosos árboles centenarios.
:- Quizá por unos momentos… me gustaría ingresar Kanna. Espérame en el auto.
Caminó hacia los bosques. Por supuesto que lo recordaba a la perfección. Su cuerpo sintió un escalofrío cuando vio esas flores. Se sentía estúpida, como una pobre niña, allí toda revolucionada por un recuerdo… sin embargo, un dulce recuerdo.
Sintió una solitaria lágrima recorrer su mejilla. Por supuesto, su corazón acelerado sufría, como siempre en silencio, pero ahora con fuerza desde su interior. Lo recordaba, lo buscaba, en cada calle, en cada sueño. Nunca estaría completa sin él.
Cuando esa noche decidieron comer en aquel restaurant, no esperó jamás reencontrarlo. Estaba muy cambiado, con sus cabellos rebeldes más cortos y prolijos. Vestido con traje, muy elegante, se acercó con sonrisas cómplices.

:- ¡Inuyasha! No puedo creerlo –anonadada lo estudió con la mirada.
:- Pero si es mi querida Kagome –sonrió con nostalgia en voz baja mientras le besaba la mano. El disimulo entre ambos era impresionante, simplemente con miradas y sonrisas se transmitieron las felicidades entre los dos por seguir vivos. Todos los misterios mediantes ya no importaban tanto, de todos modos en esos momentos no iban a poder resolverlos… -No esperaba encontrarte en Japón precisamente, siempre pensé que te encontraría allí afuera por el mundo.
:-estás tan cambiado Inuyasha. Hasta has traído una acompañante.
:- Y vos Kagome, has crecido. Aún somos jóvenes. ¿Has reconstruído bien tu vida?
:- Se hace todo lo posible.
:- Me parece perfecto Kagome. Lo lamento pero tengo que irme. Ya algún día hablaremos de la vida, del poder y de las cosas esas que aparecen en ciertos libros, si te parece – Sonrió con picardía ante la charla semi-silenciosa que habían mantenido. Le constaba que la chica se había cambiado de nombre.

Inuyasha, alto y aristocrático, se detuvo luego de unos pasos y se volteó a mirarla directamente a los ojos. Ella mantuvo fríamente la mirada, no había resentimiento alguno, pero ninguno de los dos se debían nada. Habían pasado los años. Sin embargo el peli-plateado extrajo una tarjeta de su billetera y la dejó sobre el mantel sin agregar más y se retiró directamente del lugar, sin dar explicaciones a nadie.

:- ¿De qué se trata? –preguntó Kanna.
:- Pues… -miró la tarjeta- es una dirección, al parecer, de Indonesia. No sé de qué se trata.
:- ¿Quisieras probar llamando?
:-Podríamos intentar ir… de todos modos necesitábamos unas vacaciones – Y ambas rieron ante la frívola despreocupación.

Kagome no había vuelto realmente a hablar de él. En su corazón siempre habían vibrado ciertas preocupaciones y certezas, pero sobre todo, nunca había vuelto a establecer relación alguna. Kanna observaba esto con atención, pero no respondía a ninguna curiosidad. La dejaba ser.
Decidieron partir a Indonesia a los dos meses. Llevaron a la pequeña con ellas, y se hospedaron en una choza de las afueras de la gran ciudad. No se habían propuesto realmente visitar la dirección de la tarjeta, pero una tarde en la cual Kanna había salido a hacer unas diligencias, Kagome se preguntó “¿Qué puedo perder?” Y partió con la niña en brazos.
Casi como en un juego, caminaban observando los números de las casas tratando de ubicar el correcto. El frío y las risas de la niña eran una combinación extraña en medio de una calle vacía durante la tarde.
:- Kagome –llamó la niña de repente
:- ¿Mmm?
:- Kagome, hay algo en el aire –dijo torpemente mientras hacía un gesto de sorpresa y concentración.

Ella sonrió condescendiente hasta que con una brisa llegó a sus oídos una nota lejana. Sí, era realmente cierto, algo había. Luego pensó que era una estupidez, y que se había sugestionado. Todo esto era nada menos que un juego, no podía ser posible después de todos estos años y en un lugar tan lejano.
Se dio vuelta testaruda, decidida a no volver atrás, cuando la melodía se repitió más fuerte y eufórica. Observó absorta la arquitectura marcadamente religiosa de un templo cercano. ¿Sería?
Tocó la puerta que coincidía con la dirección. Su corazón estaba acelerado y le latían las sienes. Miró temerosa a la niña… ¿Y si la estaba poniendo en peligro? Podría volver luego sola.
Pero ya era tarde, la puerta de madera oscura se abrió y frente a ella apareció una hermosa mujer.
:-Disculpe…
:- ¿Sí? –preguntó dificultosamente la hermosa dama, ataviada con colores deliciosos, amablemente sonriente, en japonés. Sus largos cabellos sueltos y su oscuro color de piel la hacían propia de su maravillosa cultura. Miró algo impaciente a la niña, y luego, volvió a insistir - ¿Sí? ¿A quién busca?
:- No… no lo sé, realmente.
:- Pase, por favor.
:- No, está bien, me equivoqué, disculpe –Kagome volvió atrás, asustada, apabullada. ¿Qué tontería hacía ahora? Toda una vida construída en torno a la supervivencia para terminar en la puerta de un hogar desconocido. Sí, unas notas, pero nada más. Todos tenían pianos…
:- Señora –Llamó la mujer –Venga, pase por favor. Hace frío, quizá una taza de té –Pidió entre sonrisas y con las manos extendidas.
A ella le constaba la amabilidad de la gente de ese lugar. Y por otro lado, la niña se revolvió con incomodidad entre sus brazos. Sí, ella tenía frío. Estudió a la mujer, analizó los riesgos. No parecía mala, y una taza de té no vendría mal…
Cuando ingresó sintió la sangre escapar de su rostro. La puerta se cerró, y con el sonido sintió acelerar el análisis de la decoración, claramente japonesa, del lugar. Se volvió al instante a analizar a la mujer, pero había desaparecido. Quiso escapar, se sintió atrapada.
La niña se bajó y corrió por un pasillo. Kagome la siguió algo impaciente y preocupada.
:- Keyo, vuelve por favor –Susurró tratando de agarrarla.
:- Señora, por favor –escuchó una voz desde detrás. Kagome avergonzada la miró irguiéndose al instante –tome asiento.
:- pero… es solo un momento.
:- Yo se la traigo señora –dijo, pasándola enseguida y entrando en la habitación de la niña.
La mujer se volvió hacia el Living con incomodidad. Allí estaba, lejos de un hogar largamente perdido, en una cultura ajena, por una tarjeta de un hombre que no sabía hasta qué punto confiar. Y había traido a su querida Keyo, y la habñia perdido de vista. Se sentó con un suspiro, siempre torpe. Entonces vió el piano.
Su piel se erizo, su dolor eterno resurgió rugiente de sus entrañas. El dolor de cabeza, la confusión. Se sentó y acarició las teclas.
:- Señora… -dijo la mujer, la hermosa mujer, que sonriente le sentó la niña a su lado- Enseguida les traigo el té. Gracias por la espera.
:- No, por favor, gracias a usted, no tiene por qué… -estaba hablando sola nuevamente. La niña la miro y se rió de ella, mientras se proponía jugar con el piano que tenía adelante.

 

Cuando todo colapsó, fue el final de un túnel donde luego de despertar, solo desagotó en una única luz. La del escape.
Ya no era. Convaleciente, lo único que le quedaba era desaparecer.
Alguna vez había vuelto, hacía mucho, y lo único que había encontrado era el vacío. Nadie había quedado.
De hecho, solo se había encontrado con un solo conocido, una persona poco fiable, pero que con el tono arrogante conocido, de alguna extraña manera lo había dejado ir sin mayores contemplaciones. Y él ya no tenía ganas de pelear.
Había reconstruido su vida. No era famoso, ni deseaba serlo. Ya no podía de todos modos. Tampoco podía darse la gran vida, aunque tenía todo lo que quería.
Caminó hastiado por el pasillo, algo cansado. Una vez más estaba agotado tan temprano. Se recostó y le dijo a la sirvienta que hiciera lo que quisiera, total él iba a dormitar unas horas más.
Entonces, lo escuchó. Era el piano… ¿Acaso lo llamaba? Eran teclas al azar. Le llamó la atención que su sirvienta lo estuviera tocando, y de manera tan desastrosa. Ella que siempre estaba tan fascinada con cómo tocaba él, se atrevía a torturarlo así.
Pasaron unos minutos, hasta que entre rezongos decidió asomarse a pedirle que se detuviera. Hacer lo que quisiera no era impedirle el sueño. Estaba ataviado con ropa muy simple, tradicional de su país. Él a nadie ocultaba su procedencia. Y ya nada temía. Solo se había alejado de todo cuando se enteró de su muerte.
Las teclas seguían, de manera aleatoria, siendo golpeadas. Hace rato que él no tocaba demasiado, pero jamás acometía de esa manera contra su amado piano. Era lo único que le quedaba.
Cuando llegó, de pronto, no encontró a nadie. Observó con atención la habitación, todo estaba en orden. Afuera nevaba. Se sentó un rato, al menos a recordar un poco viejos tiempos. Suspiró y supuso que quizá se había imaginado cosas. Comenzó a, suavemente, interpretar una melodía básica. Luego, comenzó a agregarle elementos, y luego comenzó a componer acerca de las emociones que le causaba esa angustia que sentía desde hacía tanto.
Cuando sus ojos cerrados y su creatividad lo ensimismaron, allí, en ese instante, lo sintió. Un leve tirón de sus pantalones. Abrió sus ojos de golpe ¿Quién lo tocaba así? Y entonces allí estaba, una pequeña criatura, hermosa. Lo miraba con ojos grandes y curiosos, sonriendo y aplaudiendo alegremente.
La respiración de Sesshoumaru se cortó de golpe. Era igual a ella…
Se volteó y allí estaba, en el marco de la puerta de la cocina, ella. Ella, ella…
Pero si había muerto… y ahora esta pequeña. La volvió a observar. ¿Quién era? ¿Acaso era su hija? ¿Hija? Pero… si ella estaba muerta, él lo había escuchado. Entonces se atormentó, de repente comprendió que tanto como él se había protegido al decir que había muerto, ella podría, y de hecho había hecho igual. ¿Cómo no lo había imaginado?
:- ¿Sessh… Sesshoumaru? –pregunto la hermosa mujer frente a él, con los ojos desencajados de sorpresa. La niña corrió y abrazó sus piernas justo en el momento en que se sentía desfallecer. Él seguía siendo enigmático y terriblemente hermoso. Y sus manos, esbeltas y largas, apoyadas encima de ese piano. –Sesshoumaru…
:-¡Alzame Kagome! –suplicó la niña, siendo alzada de manera automática.
:- Eres tu –afirmó estupefacto el hombre, poniéndose de pie, aunque sin poderlo creer. Observó a la niña alzada aún impresionado. Detrás de ambas apareció la otra mujer, sonriendo con el té en una bandeja.
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No tardaron en sentarse, lejanos, aún impresionados y temerosos de esta nueva realidad, tan soñada, tan irreal. La niña comenzó a jugar con las tazas hasta que la sirvienta volvió a sentarla a un lado de Kagome. Sesshomaru no dejaba de escrutar su rostro, y ésta el de él.
:- Sessho… - ¿Qué podía decir? Tenía ganas de gritar, tenía ganas de abrazarlo… por otro lado tenía el peor miedo que jamás sintiera… ¿y si esta mujer era su mujer? Por otro lado quería decirle que aún lo amaba con locura, que lo había esperado. Y que su melodía la había atraído. ¿O había sido Inuyasha? Recordó que él alguna vez le había prometido… y después de tantos años…
:- Kagome, ella –dijo el hombre, tratando de concentrarse en algún tipo de cuestión importante fuera del hecho de que ambos estaban vivos- ¿ella es tu hija acaso?
:- ¿Cómo?... –siguió su mirada y se encontró con los grandes y jeguetones ojos de la pequeña a su lado. Eran realmente muy parecidas. Comenzó a reírse, algo histéricamente. -¡No! Es mi sobrina Sesshoumaru. A ella pareció gustarle también cómo tocabas el piano –agregó tímidamente.
Él entendió la indirecta.

:- quizá… deberíamos avisarle a Kanna de que estás… vivo –dijo, conmovida y confusa. No sabía cómo comportarse.
:-espera, Kagome…
:- ¿sí?
:- Te compuse un tema.