El perdón de Jack

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Este one-shot es para el juego "¡Pidamos dulces!", el dulce en cuestión me lo ha dado @SweetSorrow y quiero darle las gracias por endulzarme la escritura. <3

—Papá, ¿Esa leyenda que cuentan sobre las noches que halloween es real?

—Hijo mío, cuando crezcas empezarás a diferenciar mejor entre las cosas reales y las que no, está claro que solo son leyendas, cosas ficticias, no debes tener miedo, ningún señor te va a llevar para que bailes bajo la luna con los otros niños del pueblo.

—¿Y por qué la leyenda solamente es sobre este pueblo?

—Hay leyendas así en todos los pueblos hijos míos, a los adultos en nuestra ignorancia, nos gusta aterrorizar a los niños. Parece ser que nos hace sentirnos más mayores, pero solamente es una muestra más de cada vez somos menos niños y más viejos.

—¿Cuándo se deja de ser niño, papá?

—No existe una edad exacta, algunos nunca dejan de serlo. Tienes que disfrutarlo, ser niño es lo más maravilloso que hay. Y ahora es hora de dormir, porque soñar también es una aventura.

—Hasta mañana papi.

—Hasta mañana Henry, que tengas dulces sueños.

***​

​

Una mano que lo zarandeaba despertó a Henry. ¿Ya era hora de despertarse? Si parecía que habían pasado solamente cinco minutos.

Al abrir los ojos se encontró con el rostro ajado por los años de un hombre que no reconocía y que tenía varios niños a su alrededor, llorando en silencio.

—Tienes que venir a bailar Henry, solamente faltas tú.

Como arrastrados por el viento el pequeño Henry y los demás fueron llevados a un bosque, en el que lo esperaba una gran figura, hecha con ramas y pajas, en su cima tenía una cabeza hecha con una calabaza que tenía luz en su interior. De aquella figura salía una melodía muy tétrica. Henry ya sabía lo que era aquello, aquella era la leyenda sobre la que hablaban todos. Se había quedado dormido y estaba presenciando una verdadera pesadilla.

El pequeño no pudo evitar ponerse a llorar, pero su llanto no se escuchaba, solamente corrían por sus mejillas gordas lágrimas que desaparecían en el seco suelo del bosque.

—Hoy es la noche de los muertos, la vida tiene que celebrarla. ¡Así que os toca bailar! —aquel hombre parecía divertirse con aquello y quería hacerles partícipes de su show de halloween.

Henry sabía que aquel hombre no era real, simplemente era algo así como un espíritu que se encargaba en la noche de halloween de llevarse niños al bosque para celebrar su particular fiesta. En su pueblo no se celebraba porque eran muy supersticiosos y aunque no creían en aquel hombre que secuestraba a los niños por una noche, no querían que los niños se disfrazasen como en otros lugares.

El jovencito pudo reconocer algunas de las caras de los niños que estaban allí, mientras giraban alrededor de esa figura, danzando al son de la música. Pudo reconocer la cara torturada de Helen, la cual no estaba risueña como siempre. Y así con más niños que veía a diario en el colegio.

Si aquello era en realidad un sueño, el dolor que le producía bailar con los pies desnudos encima de la hierba, piedras y hojarasca de aquel bosque, no era muy usual. Además del frío que sentía por estar ahí en una noche de otoño con tan solo su pijama favorito.

—¡Bailad! ¡Solo los que bailan y son felices sus almas serán perdonadas! ¡Bailad pequeños bailad!

“El perdón de Jack”, le llamaban a aquella leyenda. La leyenda contaba que si no le satisfacías te dejaría una marca en la piel, para que supieses toda la vida que eres la deshonra de Jack.

Algunos de sus compañeros pararon de llorar, pero Henry se veía incapaz de hacerlo, solamente quería dejar de bailar, encogerse en un rincón y esperar a despertar de aquel sueño. Deseaba que su padre le despertase de esa pesadilla, que escuchase sus sollozos y llegase allí a despertarlo.

—¡La música no parará de sonar hasta el amanecer! ¡Eximiros de vuestros pecados pequeños demonios y bailad para Jack!

Cuando ya iba a salir el sol por fin, Jack notó el empujón que le daba su consciencia al despertarse y por fin se dio cuenta de que todo aquello había sido una horrible pesadilla.

Se frotó el rostro con las manos y en estas pudo ver algo que le heló la sangre. Dos marcas en sendas manos, que imitaban el dibujo de una calabaza. Parecía que su piel había sido quemada y levantada con esa marca. ¿Era la vergüenza de Jack? ¿Qué significaba eso?

Corrió aterrado a la habitación de sus padres y le enseñó las manos. Estos no entendían nada.

—Tus manos se ven igual que siempre, hijo —dijo su padre.

—¿Has vuelto a tener pesadillas? —dijo su madre.

—¡Ha sido Jack! ¡Él me ha llevado esta noche y me las hizo!

—Jack no existe hijo mío —dijo su padre— ya te lo dije, solo es un cuento para aterrar a los niños.

Jack miró sin comprender a sus padres, porque él sí que veía las marcas de sus manos, él sí sabía que era la vergüenza de Jack y, ¿Tendría que cargar con ello el resto de su vida? ¿Sería toda la vida el niño triste que no contentó a Jack?