El misterio del dragón rojo

Hola a todos, aquí les dejo mi reciente idea, espero que les guste y me den su opinión ^^

Capítulo 1: Una misteriosa joven y el trágico relato.

La luna aun se mantiene cobijando las almas de las personas que yacen dormidas. La lluvia golpea mi ventana creando un ambiente de terror. Creo que todo estaba en armonía, hasta que llamaron a la puerta. Una sensación muy extraña recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, diciéndome que algo terrible puede haber sucedido. Mis latidos aumentaron considerablemente, me puse una bata, unos zapatos y sin hacer el mínimo ruido, baje las escaleras sigilosamente. Observé por el ojo de la puerta, logré divisar una delgada figura femenina empapada en agua, llevaba una boina de cuero, y un vestido delgado color celeste muy bien hecho que le llegaba tres dedos sobre la rodilla. Sus ojos transmitían dolor y desesperación, la habían golpeado con algo muy duro, al parecer. No paraba de golpear la puerta, mantuve una mirada de sorpresa durante unos segundos antes de hacerla entrar. Al abrir la puerta, su frágil cuerpo entró a mi casa y cayó al suelo.

— ¿Está usted bien señorita?— me arrodillé y toque su hombro, su cuerpo temblaba de frio. Corrí a la habitación de huéspedes y saqué una frazada, con la que cubrí delicadamente el cuerpo de la joven mujer. Al hacer esto, unos hermosos ojos de color esmeralda me observaron con gesto de agradecimiento. Era la primera vez que veía un rostro tan hermoso.
— Ayúdeme por favor, necesito ayuda, joven, por favor, se lo ruego— la voz de la joven se escuchaba entrecortada, debido al terror que reflejaba su rostro.
— Disculpe, ¿pero me puede decir cuál es su nombre?
— Mi nombre es Amelia, Amelia Benéitez, pero no hay tiempo para eso, necesito su ayuda, por favor, es urgente.
— Sí, claro, ¿Qué necesita?— los ojos de la joven que decía llamarse Amelia, comenzaron a llenarse de lágrimas, seguramente recordaba algo muy trágico, al parecer, mi presentimiento era verdad.
— Es mi padre, recién, ahora mismo, hace unos minutos, lo han asesinado— la joven explotó en llanto, las lágrimas corrían con rapidez por su rostro. Quedé impresionado, hace unos minutos habían asesinado al padre de una hermosa joven.
— ¿Está usted segura? ¿quién lo hizo? ¿vio usted a alguna persona?
— Claro que estoy segura, hace unos minutos, unos ruidos se escucharon en la casa, unos pasos sigilosos, no podíamos decir que eran los sirvientes, porque se les tiene estrictamente prohibido entrar a la casa por la noche, a no ser que le llamemos. Corrí a la habitación de mi padre, asustada, mi padre se encontraba sentado en la cama, me ordenó que me escondiera, me besó en la frente y dijo que me amaba. Entré en el armario, las lágrimas recorrían mi rostro. Un gran hombre entró en la habitación, llevaba una máscara, así que no pude ver su rostro. En su brazo izquierdo tenía un tatuaje, era un horrible dragón rojo que lanzaba llamas de su boca. Mantuvo una conversación con mi padre, al principio pensé que era su amigo, porque a ratos sonreían, pensé en salir, lo dudé mucho, pero lo hice, el hombre me miró de pies a cabeza, observó a mi padre y le dijo: “eres un bastardo traidor”. Después de eso, ese hombre…— su rostro mostraba ira, era la primera vez que veía el odio verdadero — ese hombre enterró un cuchillo en su estómago, y seguido de eso, me golpeo contra el suelo. Comenzó a buscar algo, estaba desesperado, hasta que lo encontró, un extraño sobre negro con letras doradas, salió rápidamente y se escuchó el sonido de un motor, que pronto se deshizo. Me arrastré hacia mi padre, que respiraba con dificultad, me dijo que recuperara ese sobre, y que lo quemara, aun si fuera lo último que hiciera. Esas fueron las últimas palabras de él. Salí corriendo de la casa buscando a los sirvientes, llegué a su casa, pero estaban todos muertos, estaba todo lleno de sangre, los guardias también estaban muertos, era terrible, estaba aterrorizada, busqué un teléfono, pero no había ninguno, ese hombre lo había planeado todo, así que salí de la casa buscando a alguien, no estaba consciente de lo que hacía, sólo veía que avanzaba sin saber en dónde estaba, hasta que me di cuenta de que necesitaba que alguien me ayudara, así que golpeé su puerta, lo siento mucho joven, pero necesito llamar a la policía, ayúdeme por favor joven— después de oír ese trágico relato, no podía negarme, y debíamos actuar rápido. Tomé el teléfono y comencé a marcar el número de la policía. Amelia se encontraba llorando aun, cubría su rostro con ambas manos, sentí lástima por ella, era aun muy joven para estar sola. Contestaron, me pidieron la dirección del lugar.
— ¿Cuál es la dirección de su casa señorita?— al hacerle la pregunta, la joven se limpió las lágrimas y me observó.
— Avenida Bader número 152— la joven llevó su mirada a la ventana, en la que chocaban bruscamente las gotas de agua.
— Sí, avenida Bader, número 152, muchas gracias— terminé la llamada, había oído de esa casa, ahí vivía un millonario empresario, al parecer, ese es el padre de esta señorita— listo señorita, ya he llamado a la policía, ¿no llamará al resto de su familia?
— No— su rostro emitía tristeza, al parecer su familia no vivía con ella, y tampoco tenía intenciones de comunicarse con ella— mi familia está muerta, murieron calcinados cuando volvían de su viaje a Londres. El barco explotó. Mi familia está rodeada de mala suerte, quizás la próxima sea yo, soy la única que queda de la familia Benéitez.
— Lo lamento mucho señorita, pero no se preocupe, yo la protegeré, ahora vamos a su casa, voy a ver si llegó la policía.
— Muchas gracias joven, aun no me ha dicho su nombre.
— Mi nombre es Vicente Sermeño, a sus órdenes señorita.

 

Capítulo dos: Una noche de recuerdos, y un arma.

Caminaban rápidamente, mientras la lluvia salpicaba en los paraguas, unos hermosos ojos esmeralda observaban todo a su alrededor, sin bajar la guardia, aun con la ilusión de encontrarse con su más grande enemigo, el hombre que llevaba tatuado ese horrible dragón rojo. Ese hombre que le había quitado la vida a su padre y a sus sirvientes, aquel hombre que tenía consigo ese sobre tan misterioso, que esa jovencita anhelaba tanto encontrar, para así cumplir el último deseo de su padre; ese hombre, que se ganó el odio puro de una hermosa joven que con su inocencia pareciera que todos sus sentimientos fueran pura alegría. Pero que detrás de esa belleza, sólo existía la tristeza y el odio. Y en sus recuerdos, sólo existía esa imagen de su hogar, esa sangre que emitía un olor repugnante, esa sangre que tiñó las paredes de su hogar, de su familia, y de sus recuerdos más preciados. Pronto llegaron a esa gran mansión. Los policías aun no llegaban, y Amelia y Vicente decidieron entrar por su cuenta, pero al tratar de abrir la puerta, se dieron cuenta de que estaba cerrada con llave, era imposible.

— ¿Usted se dio el tiempo hasta de cerrar la puerta de su casa?— Vicente se encontraba confuso. La joven mantenía un rostro de miedo.

— Han vuelto— la joven se dio vuelta para observar las calles, seguían silenciosas y tan vacías como todas las noches.

— ¿Qué quiere decir con eso?

— Que han vuelto a buscar algo, no dejé con llaves la puerta, eso quiere decir, que alguien ha entrado y cerró la puerta para que nadie entrara, para que yo no entrara, puede que sea más de uno, eso no lo sabemos, y quizás estén aun adentro— Amelia observó con mucho miedo a Vicente, pero también con seguridad, si ellos estaban adentro, ella estaba dispuesta a enfrentarlos, pero no sabía a quién se enfrentaba.

— Eso es verdad, es mejor que esperemos aquí hasta que llegue la policía— Vicente tomó del brazo de la joven y la atrajo hacia él, escondiéndose tras una reja cubierta por una gran enredadera.

— ¿Está loco? Si no entro ahora, perderé la oportunidad de atrapar a ese hombre, y quizás traiga aun consigo ese extraño sobre.

— Olvídelo, no puede hacer eso, es muy arriesgado ¿qué pasa si le apuntan con un arma?

— Pues yo le apunto con la mía, ¿qué más voy a hacer?

— ¿Tiene usted un arma?— Vicente estaba sorprendido, observó de pies a cabeza a esa hermosa joven, y no veía un lugar en donde se pudiera esconder una pistola. La chica subió su vestido dejando ver su pierna derecha, y sacó de una correa, un revólver.

— Nunca lo imaginó ¿eh? Una jovencita como yo no pude andar por la calle sin protección, aunque me cuiden los sirvientes ¿sabía usted?— la joven guiñó un ojo y escaló sigilosamente por la enredadera, y luego se lanzó al pasto. Ya estaba en casa.

Vicente tardó unos segundos en captar la idea de que debía acompañarla, él mismo había dicho que la protegería, y no podía retractarse en ese momento. Así que comenzó a escalar esa alta enredadera y luego de eso saltó al pasto, en donde Amelia lo esperaba muy atenta. Nunca había imaginado que esa jovencita con un cuerpo tan frágil, pudiera saltar, escalar y tener el valor de hacer ese tipo de cosas que ni el mismo se atrevía a hacer.

— ¿Qué pretende usted? ¿acaso quiere matarnos?— Vicente sonaba un poco molesto.
— Claro que no, he venido porque mi padre me pidió que quemara ese sobre, y eso es precisamente lo que trato de hacer — Amelia permanecía empuñando el revólver con firmeza — ¿usted no tiene un arma?
— Claro que sí.
— ¿y qué espera? ¡sáquela entonces pues! No sabemos en qué momento atacarán esos hombres.

El joven obedeció sin reclamos, empuñó su arma con fuerza y miró a su nueva compañera.
— Muy bien, vamos a acercarnos, entraremos por la puerta trasera y nos esconderemos en el cuarto de lavados, si no hay movimientos, procederemos a pasar a la sala principal, ¿ha entendido usted?— la joven mantenía la vista en la entrada.
— Claro, la he entendido perfectamente.

Ambos caminaron sigilosamente entre los arbustos que adornaban el jardín, y corrieron hasta la entrada trasera, con lentitud y mucho cuidado, la joven abrió un poco la puerta, y observó hacia adentro. Con un ligero movimiento de mano, ordenó a su acompañante a que la siguiera. Pero antes de entrar, la chica se retiró de los pies, esos zapatos que tanto ruido hacían al tocar el suelo. Los dejó en el pasto y pisó la casa, el olor a sangre se expandió rápidamente y llegó hasta el lugar en donde se encontraban Vicente y Amelia.

— Este olor me repugna— el joven murmuró tapando su nariz.
— Es verdad, que terrible — la joven murmuró y abrió una puerta de madera, era el cuarto de lavado — silencio— tiró del joven y cerró con cuidado la puerta, quedando en completa obscuridad. Con suerte se podían percibir las respiraciones de los dos jóvenes. Cuando Vicente rompió el silencio.
— ¿Cuál fue el motivo de ese tirón?
— Escuché unos pasos, pero creo que fue mi imaginación.
— Eso parece— ambos murmuraban, sus ojos ya se había acostumbrado a la obscuridad.
— Al parecer no hay nadie adentro, pero quizás estuvieron, porque estoy segura de que no cerré la puerta de afuera— Amelia se levantó, pero Vicente tomó su mano e hizo que se sentara nuevamente.
— Esperemos un poco más, quizá lo están haciendo a propósito para engañarnos y así poder atraparnos.
— Está bien, disculpe…— la joven apoyó su cabeza en el hombro de Vicente, e inconscientemente, éste le acarició el cabello.
— ¡Oh! Lo siento mucho— el joven apartó su mano.
— No por favor, si no le molesta, puede continuar, recuerdo cuando mi padre me acariciaba el cabello antes de dormir— Vicente entonces, siguió acariciando la cabeza de la hermosa joven que tenía a su lado.

Los minutos pasaron, se convirtieron en horas, pasaron unas dos o tres horas, y los jóvenes se rindieron.

— Creo que de verdad no hay nadie en la casa— Vicente se levantó murmurando.
— Entonces salgamos ya, y esos hipócritas de los policías aun no llegan, maldición, nunca están cuando se les necesita.
— Es verdad, los llamé hace horas, que diablos pasa en esta ciudad.
— Ya sabes cómo es esta ciudad, muy peligrosa, pero sin embargo, muchos millonarios suelen preferir esta ciudad, que es un caos total.

Vicente asintió, tomó la mano de Amelia y le ayudó a levantarse, muy despacio abrieron la puerta, salieron silenciosamente y recorrieron un largo pasillo lleno de puertas, abriendo cada una de ellas para verificar que no hubiera nadie en ella, llegaron a la sala principal, nada.

— Maldición, ¿dónde se metieron? — Amelia estaba ya desesperada, necesitaba encontrar a ese tipo.
— ¿Ese era su padre?— Vicente se acercó a una fotografía que había sobre una mesita, y bajó el arma.
— Si, era él, y la que está a su lado, era mi madre, al frente de ellos estamos mis dos hermanos y yo— Amelia bajó el arma para poder observar mejor la fotografía.

Pero el sonido de un arma se oyó a sus espaldas, dos hombres enormes, apuntaban a los jóvenes con revólveres. Amelia y Vicente sintieron como un arma tocaba sus cabezas, el aire se puso tenso, y los hombres de atrás daban carcajadas de victoria. Eran ellos, los hombres que llevaban tatuados los dragones rojos.

¡Hola! Espero que les haya gustado este capítulo, ojalá lo hayan disfrutado y espero sus opiniones y criticas. ^^