One-shot de Pokémon - El Marowak definitivo.

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por Paralelo, 26 Marzo 2013.

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    Paralelo

    Paralelo Viajero dimensional

    Virgo
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    Escritor
    Título:
    El Marowak definitivo.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    5640
    Este One-shot es para la actividad "Cubone, un hueso duro de roer". Tiene que ver con mi fic de Rainbow, así que si no lo conocen tal vez no entiendan. Bueno, espero que les guste.



    El Marowak definitivo.
    A veces la vida nos da sorpresas, giros inesperados, u ocurren acontecimientos terribles que nos perturban, nos hacen llorar y perder toda esperanza; creemos que la vida ha perdido sentido, que ya no valemos nada, que todo está arruinado, acabado. Lo sé, yo pasé por eso, tal vez ahora me vean como el más poderoso de mi especie, pero también hubo un tiempo en el que también sufrí, en el que fui inútil y completamente indefenso, y a causa de lo cual mi desgracia surgió; pero de manera irónica, también fue lo que me ayudó a convertirme en lo que soy ahora.

    Todo comenzó cuando llegué al mundo, la naturaleza quiso que naciera siendo un Cubone, el cual vio el mundo por primera vez en un pequeño bosque cerca de un pueblo, llamado pueblo Lavanda. Mi madre, como todas las madres pokémon, cuidó de mí esmeradamente todo el tiempo de mi incubación, alejando a los depredadores, dándome calor, y hablándome cariñosamente mientras me abrazaba con amor; yo lo sé, sentía todo lo que sucedía fuera de mi huevo, oí la voz de mi madre cientos de veces desde ahí, y conforme mi hora de nacer fue llegando, ella se quedaba más tiempo a mi lado, como si ella estuviera más ansiosa por verme que yo a ella.

    El día finalmente llegó, sintiéndome preparado, rompí mi huevo aquella mañana soleada. Lo primero en salir fue uno de mis pies, de una leve patada desde el interior, le siguió mi otro pie, luego mis manos, pero el huevo parecía negarse a romperse por completo para liberarme, así que empujé fuertemente mi cabeza contra el cascarón. De ese modo di mi primer vistazo al mundo, y mi mirada inmediatamente encontró la de mi madre. Nunca olvidaré la primera vez que la vi, sonriéndome con ternura, pero al ser yo solo un bebé, y por consiguiente no estaba consciente de ninguna otra imagen que no fuera lo poco que podía ver desde mi huevo, sentí algo de miedo, era un miedo intuitivo ante lo nuevo y desconocido, y como por instinto, intenté regresar al interior de mi huevo. Debo admitirlo, siempre fui un poco cobarde por naturaleza, mucho más en aquel momento en el que no sabía nada del mundo exterior.

    Sin embargo, aquello no duró mucho, pues mi madre, al verme con algo de miedo ante su presencia, se rió levemente, no con malicia, sino simplemente con el cariño con el que una madre se ríe al ver a su bebé haciendo algo extraño.

    —No tengas miedo, bebé —me habló con la dulzura de una madre.

    El oír su voz me hizo reaccionar, recuerden que durante todo el tiempo que fui un huevo sólo la conocía por su voz, así que de inmediato la reconocía, y me tranquilicé poco a poco; la observé con curiosidad, y ella se acercó a mí, muy lentamente.

    Entonces, frotó su cráneo contra el mío, muy suavemente, sintiendo en aquel primer contacto lo que era el cariño de una madre. Le correspondía frotando my cabeza contra la suya también, y nos quedamos así un rato. Entonces terminé de romper mi cascarón, y sentí por primera vez el césped que crecía en el suelo, el cual sentí con curiosidad, palpándolo para sentirlo mejor, obviamente, a causa de mi naturaleza como pokémon de tipo tierra.

    —Bienvenido al mundo —me dijo mientras me levantaba del suelo, y me abrazaba con dulzura.

    Yo la miré de nuevo, y también la abracé con cariño. En ese momento, me sentí el pokémon más feliz del mundo.



    El tiempo fue pasando poco a poco, y con él, yo iba creciendo también. Como todos los pokémon, mi madre cuidaba de mí con dedicación, cuando fui lo bastante grande como para ir más lejos, mi madre me llevaba a buscar comida, e incluso a convivir con los otros pokémon de la ruta.

    —Ésta de aquí es una baya Meloc —me enseñó una de aquellas ocasiones—, sirve para curarte si algún pokémon te envenena, debes aprender a reconocerla.

    —Mamá, ¿qué hay más allá del bosque? —pregunté con mi curiosidad infantil, pues desde donde estábamos se podía observar una extraña cosa muy alta, que en aquel momento no sabía lo que era, pero era muy alta y no parecía un árbol como los del bosque.

    —Ese es un lugar donde viven los humanos —me contestó ella con calma.

    —¿Qué son los humanos? ¿De qué tipo son? —pregunté con mi inocencia infantil.

    Mi madre se rió levemente por esa pregunta.

    —Los humanos no son pokémon —me contestó sonriente—, son algo completamente diferente.

    —¿Son buenos o son malos? —volví a preguntar.

    Esta vez, mi madre me tomó suavemente de la mano, y comenzamos a regresar a casa.

    —Algunos son buenos y otros no —me contestó con algo de seriedad—, debes aprender cuando un humano es bueno y cuando no lo es; sin embargo, la gente de ese pueblo es bastante buena con los pokémon…

    De ese modo, mi madre continuó explicándome cosas sobre la vida, lo que significaba ser un pokémon. Me habló de los entrenadores pokémon, y que ellos capturaban a los pokémon para hacerlos combatir, lo cual a mí me dio un poco de miedo porque, como ya he dicho, era bastante cobarde por naturaleza. Y también me habló de los entrenadores malos, a los que no les importaban que sus pokémon sufrieran, y sólo les importaba sus propios asuntos egoístas.

    —Pero no te preocupes —me contestó amablemente, al ver que tales cosas me asustaban un poco—, mientras esté contigo, no dejaré que nada malo te suceda.

    —¿De verdad, mamá? —pregunté con esperanza infantil.

    —Te lo juro, hijo —me contestó deteniéndose para abrazarme—, mientras siga viva, no dejaré que nada, ni nadie, te lastime.

    En ese momento me volví a sentir el pokémon más feliz del mundo, por tener a una madre tan buena.

    —Te quiero, mamá —le dije juntándome a ella amorosamente.



    Los días y las semanas pasaban con normalidad, en ese punto de mi vida no hubiera pensado que me vida no sería otra que la de un Cubone completamente normal, sin más problemas y preocupaciones, siempre al lado de mi madre por siempre. Desafortunadamente, estaba equivocado, pues no mucho después de eso, fue cuando ocurrió el evento que cambiaría mi vida, que me destrozaría por dentro, y deprimiría lo más profundo de mi ser completamente.

    Una noche, mientras dormíamos, de repente mi madre se despertó. Había sentido algo en el aire con su olfato, algo que la puso en alerta.

    —¿Qué sucede, mamá? —pregunté adormilado al verla de ese modo.

    Ella no dijo nada, sino que se quedó escuchando un rato, antes de que unos sonidos comenzaran a oírse cerca del pueblo. Comenzaron a oírse sonidos de pokémon que nunca antes había visto, y antes de que me diera cuenta, algo había pasado en aquel lugar, algo malo, pues comenzó a oírse a la gente y a los pokémon gritar.

    —¿Qué está pasando, mamá? —pregunté con miedo.

    En ese momento, todo el bosque pareció sentir lo mismo, y todos se pusieron en alerta. Entonces se escucharon los rumores de los humanos, y con temor oímos que se dirigían hacia el bosque, justo hacia nosotros.

    —Tenemos que escondernos —me contestó apresurada.

    De inmediato nos refugiamos en nuestra madriguera bajo tierra, mientras que todos los demás pokémon del bosque hacían lo mismo.

    Escuchamos atentamente los sonidos del exterior, y los humanos y los pokémon que los acompañaban se oían cada vez más y más fuertes, yo abrazaba a mi madre con miedo, pero ella se puso en guardia, dispuesta a luchar si fuera necesario. Sentimos las pisadas y los gritos de los humanos sobre nuestra cabeza, y contuvimos el aliento para no hacer el más mínimo ruido.

    Entonces comenzamos a escuchar el inconfundible sonido de una batalla, pues al parecer, los humanos empezaron a atacar a los otros pokémon del bosque con sus propios pokémon. A salvo en la madriguera, solo escuchábamos lo que sucedía, sin intenciones de salir hasta que todo terminara.

    Sin embargo, un momento después una de las voces humanas pareció darse cuenta de nuestra madriguera, pues antes de que nos diéramos cuenta, un caudal de agua comenzó a inundar la madriguera. El agua era nuestra debilidad, pero además de eso, corríamos el peligro de ahogarnos, así que mi madre, sin esperar nada más, usó Excavar hacia arriba para poder salir, sujetándome fuertemente.

    Pero al salir las cosas se pusieron peor, pues vi por primera vez, cara a cara, a los humanos; éstos se veían malvados, sonreían fieramente, y sus pokémon también se veían como ellos.

    —Les dije que ahí tenía que haber alguno —dijo uno mientras se reía malévolamente junto a un Staryu, el que había inundado nuestra madriguera.

    —Esa Marowak se ve fuerte, ¿deberíamos llevársela al jefe? —preguntó otro.

    —Al jefe le gustan los pokémon de tipo tierra, deberíamos llevársela a ver si le gusta —contestó otro.

    Mi madre, en ese momento se preparó para atacar, poniéndome detrás de ella, amenazando a todos con su hueso. Entonces comenzó a atacarlos violentamente, logrando lastimar a uno de ellos.

    —¡Pistola agua! —ordenó el del Staryu.

    El ataque golpeó a mi madre, la cual no pudo hacer nada contra aquel golpe de agua, y cayó débil.

    —¡Mamá! —grité corriendo hacia ella.

    Pero en ese momento, aquellos hombres la capturaron con una red, y comenzaron a llevársela. Mientras que a mí, de repente, otro de ellos me sujetó por la cola y me levantó en alto.

    —¿Qué debemos hacer con este bebé? —preguntó con malicia.

    —Tú tráelo, el jefe decidirá qué hacer —contestaron mientras se alejaban.

    De ese modo, mi madre y yo fuimos llevados a la fuerza al pueblo, pero yo tenía demasiado miedo para oponerme, y mi madre estaba muy débil para luchar.



    Yo nunca antes había estado en un poblado humano, o los había visto mucho en mi vida, pero llegar a ese lugar fue aterrador para mí. Cientos de humanos como ellos se encontraban por todos lados, se metían a dónde los humanos dormían y sacaban a sus pokémon, muchos de estos eran cruelmente heridos por los pokémon malvados, y yo solo lo veía todo de cabeza, sintiendo miedo de lo que nos iba a hacer a mí y a mi madre.

    Cuando me di cuenta, nos encontrábamos ante otro humano, mucho más alto, de mirada mucho más macabra, a lado de un pokémon enorme, hecho completamente de roca, el cual nunca había visto jamás, y sentí miedo de su presencia.

    —Jefe Giovanni, mire lo que hemos conseguido —le dijo uno de los humanos, mientras le presentaba a mi madre dentro de la red.

    Aquel hombre volteó a mirarla, con sus ojos malignos y penetrantes, y luego me miró a ver a mí también, lo que me heló la sangre.

    —¿Y ese Cubone? —preguntó con seriedad.

    —Estaba junto con la Marowak —contestó el que me sujetaba—, al parecer, es su cría.

    El humano pareció desilusionarse con esa respuesta.

    —Ya saben que a mí sólo me interesan los pokémon fuertes —les reprendió con severidad—, una pokémon madre no me sirve para nada.

    —Pero señor —interrumpió otro—, las pokémon madres pueden ser muy fuertes cuando sus crías están en peligro, creo que debería pensarlo mejor.

    Esta idea hizo al humano esbozar una sonrisa macabra.

    —Supongo que es verdad —reflexionó un momento—… Ya sé, vamos a hacer una prueba a ver si es digna de unirse a nuestras filas… ¡suéltenla!

    Los otros le obedecieron, y liberaron a mi madre de la red, pero aún estaba muy débil por el ataque de agua de hace un rato.

    —Tú también, suelta a ese Cubone —le ordenó al que me sujetaba.

    Cuando volví a sentir el suelo, inmediatamente fui corriendo hacia mi madre, pero en el camino me interceptó aquel pokémon grande y monstruoso, ante el cual no pude hacer sino mirarlo con miedo, y antes de que me diera cuenta, había puesto una de sus patas sobre mi cráneo. Comencé a sentir la presión en mi cabeza matándome.

    —Ya veremos qué tan fuerte eres, Marowak —continuó diciendo ese malvado humano—, si no haces algo, mi Rhyhorn lo aplastará… a ver, ¡demuéstranos lo fuerte que eres! —exclamó riéndose cruelmente.

    Los otros humanos comenzaron a reírse junto con él.

    Al ver mi situación, mi madre sabía que tenía que hacer algo, o moriría, aunque eso supusiera su propia muerte.

    Sacando fuerzas de flaqueza, mi madre arremetió violentamente contra el pokémon que me aplastaba. El ataque resultó lo suficientemente fuerte como para que el gigante pokémon me liberara, pero desafortunadamente, aquellas eran las únicas fuerzas que mi madre tenía, y el enojado pokémon comenzó a aplastarla a ella, sin que pudiera zafarse.

    —¿Eso es todo? —se burló el humano riéndose— ¿Ya te quedaste sin fuerzas?

    En mi desesperación, comencé a golpear al pokémon con todas mis fuerzas para liberar a mi madre, pero era demasiado pequeño y débil para poder hacer algún rasguño, y éste, al igual que todos los que observaban, comenzaron a burlarse de mí. Mientras seguía intentando liberarla, el enorme pokémon me dio un golpe con su pata libre, la cual me alejó algunos metros de ahí, y además me había hecho mucho daño por la diferencia de fuerzas.

    —Buen intento, pequeño bebé —se burló de mí el humano malvadamente, mientras se me acercaba—, pero eres débil, igual que tu madre… y los pokémon débiles no sirven de nada… —entonces, puso su pie encima de mí con violencia, haciéndome daño.

    Mi madre me miró con sus últimas fuerzas, y yo la miré con lágrimas en los ojos.

    —¡Mámá! —grité llorando.

    Desafortunadamente, el peso del pokémon en su cabeza le impedía hablar, y sólo me miró con lágrimas en los ojos.

    —¡Aplástala ahora! —ordenó el humano con voz potente.

    El sonido del cráneo de mi madre rompiéndose resonó potentemente, y su sangre comenzó a manchar todo el suelo, junto con sus restos óseos.

    —¡¡¡Mamá!!! —grité de nuevo, sintiendo un dolor insoportable en mi corazón.

    Sin esperar nada más, el cruel humano comenzó a pisotearme sin piedad, y de una potente patada me lanzó varios metros en el aire, y caí casi sin consciencia.

    Con mis últimas fuerzas, voltee a ver el cuerpo de mi madre una vez más, mientras los demás humanos continuaban riéndose de mí cada vez más fuerte.

    —Mamá —murmuré llorando antes de caer desmayado.



    Pero no fue el final para mí, pues al día siguiente un buen humano, el señor Fuji, me rescató y me llevó a su casa, donde cuidó de mí, al igual que a muchos otros pokémon que quedaron huérfanos. A mi madre se la llevaron para enterrarla en ese lugar alto que había visto hace tiempo.

    Sin embargo, para mí no había consuelo, me sentía culpable por la muerte de mi madre, si hubiera sido más fuerte, la hubiera liberado de ese pokémon, pero no pude hacer nada, era demasiado débil. Durante el día me quedaba en un rincón, lamentándome sin que nada me animara; durante la noche, salía a ver la luna, su blancura me recordaba al cráneo de mi madre, y también me parecía ver su cara, lo que me reconfortaba por un rato. Sin embargo, casi inmediatamente volvía a mí el recuerdo de su cabeza siendo aplastada, y al hacerlo, era como si la luna también se destruyera para mí, y lloraba amargamente toda la noche. Después de todo, sólo era un bebé, que había perdido a su madre horriblemente, ¿qué más podía hacer? No tenía un segundo de consuelo, ni manera de arreglar las cosas. Sentía que mi vida terminaba, que estaba perdido.

    Muchos días pasaron así, sin que nada de nada mejorara; empecé a oír rumores de que algo extraño sucedía en el pueblo, algo acerca de ese lugar donde enterraron a mi madre, pero mi dolor era tanto que no le presté atención alguna. Otro día, el señor Fuji llevó a una humana que había encontrado inconsciente, cuando despertó comenzaron a hablar de muchas cosas, pero yo no podía pensar en nada más que en mi madre, y en lo solo que me sentía sin ella.

    Algunos días después, otra persona llegó a casa del señor Fuji, un joven con el cual también se puso a hablar, pero en mi estado, tampoco presté atención alguna a lo que hablaban, y me quedé lamentándome como siempre.


    Sin embargo, todo cambió repentinamente muchos días después. Yo estaba completamente inconsciente sobre lo que pasara afuera en el mundo, y no me importaba nada de nada. Ese día, el mismo muchacho que había venido antes, volvió, y se dirigió hacia mí lentamente.

    —Alégrate amigo —comenzó a hablarme cariñosamente— tu madre está feliz ahora, feliz de que estés vivo y te encuentres bien.

    Yo no entendía de lo que estaba hablando, a pesar de su semblante amable y confiable, no pude evitar seguir recordando la muerte de mi madre, y las palabras de ese entrenador no significaron nada para mí.

    Pero lo impresionante ocurrió después; mientras seguía llorando sin consuelo, empecé a sentir un calor extraño, al voltear a ver, me sorprendí al ver a mi madre, envuelta en una especie de Aura luminosa. Pero eso era lo de menos, mi madre estaba ahí de algún modo, no sabía cómo, pero era lo único que importaba.

    Con lágrimas en los ojos, corrí hacia ella, y la abracé con fuerza, ella me abrazó a mí también, y volví a sentir su calidez.

    —Mamá —comencé a decir llorando—, estoy tan feliz de volver a verte, no te vayas nunca más.

    —Hijito, estoy tan feliz de que estés bien, pero no puedo quedarme contigo para siempre —me respondió con su voz cálida y dulce, sin dejar de abrazarme.

    —¿Por qué no mamá? —pregunté nervioso.

    No quería que se volviera a ir, quería quedarme con ella por siempre, y la abracé más
    fuerte.

    —Debo partir —me contestó mirándome tiernamente a los ojos—, eso es lo que los espíritus deben hacer.

    Yo aún no estaba dispuesto a dejarla ir, no quería perderla de nuevo.

    —¡No te vayas por favor! —le rogué llorando amargamente.

    Entonces ella me apartó suavemente, y secó mis lágrimas con una sonrisa dulce.

    —Yo siempre estaré contigo, te lo prometo —me dijo mirándome a los ojos tiernamente.

    Observé de nuevo su rostro, y algo pasó, en su mirada no vi más tristeza o dolor, lo último que vi de ella cuando vivía.

    —Pero… ¿ya está feliz ahora mamá? —pregunté un poco más calmado, pues si ella estaba feliz, yo también lo estaría.

    —Sí —me contestó alegremente—, ese entrenador, me hizo darme cuenta…—dijo volteándolo a ver.

    Entonces yo también miré a ver a ese extraño joven que hace un rato me había hablado, y no lo podía creer, ¿en serio aquel entrenador había alegrado a mi madre? ¿Ese entrenador en verdad le había quitado su dolor? Comencé a tener curiosidad por él, y mi madre lo notó.

    —Es un excelente entrenador —me dijo alegremente—, deberías ir con él, llegarías muy alto.

    La miré de nuevo, y recordé la plática que habíamos tenido sobre los buenos y malos entrenadores. Me había dicho que, así como había malos entrenadores, también los había buenos, y que un pokémon era afortunado de encontrar uno así. Y en ese momento, mi propia madre me recomendaba ir con uno.

    —¿En serio mamá? —pregunté algo incrédulo, pues aún no quería separarme de ella.

    —Claro que sí —me contestó alegre—, yo quiero lo mejor para ti… y él será el mejor —murmuró junto a mi oído.

    Entonces nos dimos un último abrazo, el cual pareció durar una eternidad y no quería que se acabara. Mi madre lloró de felicidad conmigo, atesoré cada instante que pasamos así, pero no podía durar para siempre. Lentamente, mi madre comenzó a desaparecer poco a poco, la vi sonreír por última vez, y le sonreí también. Un momento después, se había ido, esta vez para siempre.

    Sin embargo, ya no estaba triste, la tristeza se había ido por completo, sabía que mi madre estaba feliz, y eso era suficiente para mí por el momento, sabía que iba a recordar por siempre todo lo que pasamos juntos, y nunca la iba a olvidar. Pero aún tenía algo más que hacer para que se sintiera orgullosa de mí.

    Así que tranquilamente, me acerqué a ese entrenador, y lo miré a los ojos con decisión, y él me miró a mí también, amigablemente.

    —¿Quieres venir conmigo Cubone? —me preguntó algo sorprendido.

    Le asentí amigablemente, pues en verdad confiaba en las palabras de mi madre, y me decidí a ir con él.

    —Tal y como dijo tu madre —me contestó tranquilamente—, yo soy un excelente entrenador, soy el entrenador definitivo, conmigo te harás el mejor de tu especie, ¿seguro que quieres venir conmigo?

    Al hablar, empezó a sonar más arrogante, sin embargo, seguí confiando en mi madre, así que sólo le sonreí decididamente. El chico comprendió que en verdad estaba decidido, así que tomó una pokéball vacía, me tocó suavemente con ella, capturándome.

    Desde el interior de la pokéball, lo miré a los ojos, y él muy tranquilo me miró también.

    —Bienvenido al equipo Cubone —murmuró cariñosamente.



    Fue de esa manera que conocía a mi entrenador, Rainbow, con el cual viví muchas aventuras junto a mis demás compañeros; y tal y como lo prometió, me fortaleció, me fue haciendo el mejor a través de su entrenamiento, y su Viridian mind. En verdad mi madre hizo bien en decirme que fuera con él, y quise que se sintiera orgullosa.


    Un día, mucho, mucho tiempo después, a mi entrenador sólo le faltaba una medalla de gimnasio, así que nos dirigimos ahí para ganarla, y sabía de antemano que me iba a tocar combatir, pues Rainbow siempre procuraba a todos los pokémon de su equipo al menos una vez en los gimnasios, y a mí y a otros compañeros nos faltaba todavía.

    La batalla de mi compañero, Aerodactyl, ya había terminado contra el Dugtrio del líder, así que era mi turno para el último pokémon.

    Entonces llegó mi turno, y salí decidió contra el Rhydon del líder, el cual comenzó a atacarme con Taladradora, y comencé a eludirlas tal y como era el plan que mi entrenador me decía por medio del Viridian mind. Pero de repente comencé a sentir algo, sentía que ya había visto a ese pokémon, alguna vez, sus ojos se me hacía muy familiares.

    Rainbow también empezó a sentir lo mismo que yo, y recordó mi historia, de cómo hace mucho tiempo, mi madre había muerto. Y entonces me di cuenta de todo, aquel Rhydon, era aquel Rhyhorn que había matado a mi madre, y aquel líder, al observar más detenidamente sus ojos, la parte que más se me grabó en la memoria, lo reconocí como aquel humano malvado que había hecho todo eso.

    Mi entrenador se dio cuenta de lo mismo que yo, y la ira de ambos comenzó a subir. Recordé de nuevo, todo lo que nos habían hecho, todo lo que nos hicieron sufrir, cómo se burlaron de mí y de mi madre, y sobre todo, cómo la aplastaron sin piedad y se burlaban de ello. Mi furia comenzó a aumentar, pero también recordé que ahora era un pokémon de Rainbow, ya no era aquel pequeño que podían vencer de una sola patada, ahora mi entrenador me había vuelto mucho más poderoso, y a causa de eso, comencé a sentir la arrogancia y el deseo de venganza subiendo por mí.

    —¿Crees que vas a poder contra mí? —se burló de mí aquel enorme Rhydon— Si te metes conmigo, te aplastaré igual que lo hice con tu madre —se rió cruelmente.

    Eso no lo iba a soportar, estaba furioso, pero también me sentía desbordante de arrogancia, pues definitivamente era superior a él, y tenía que hacérselo saber cómo sea. Así que sonriéndole macabramente, lo miré. Él se intimidó un poco.

    —¡Ya veremos quién aplasta a quien! —grité furiosamente.

    Y de ese modo, descargando mi ira, evolucioné en un Marowak. Ya no era más un Cubone débil, era el Marowak de Rainbow, el entrenador definitivo, y por consiguiente yo era el Marowak definitivo.

    En ese momento, el líder también me reconoció, y en su rostro se sintió el miedo, pero no íbamos a tener misericordia.

    Comenzó entonces a atacarme con Megacuerno de nuevo. Y a pesar de toda la rabia que ambos, mi entrenador y yo sentíamos, nuestro entrenamiento nos había fortalecido también la mente, nunca permitiendo que nuestras emociones nos controlaran, sino que permanecimos fríos, esperando el momento de acabar con ellos.

    El Rhydon me seguía atacando, pero Rainbow aún no me ordenaba hacer nada, y yo tampoco quería acabar tan rápido, queríamos que sufrieran y se desesperaran un poco.

    Pero un momento después, el líder le ordenó a su Rhydon usar Pedrada, pero el ataque no fue dirigido hacia mí, sino hacia mi entrenador. Me preocupé un poco al ver su cabeza sangrando, pero conociéndolo, no iba a dejar que eso le preocupara.

    —Ya es hora, Marowak —me dijo en un tono tranquilo, con su rostro aún sangrante —, es hora de la venganza.

    En ese momento, me ordenó rápidamente lo que debía hacer, una combinación simple pero letal.

    —Fisura, hazlo caer, ciérrala y Terremoto con todas tus fuerzas —me ordenó con el Viridian mind.

    Aquel era mi momento, y con toda mi ira, abrí la fisura en el suelo del gimnasio, en la cual cayó sorprendido el Rhydon, y de inmediato la cerré. Entonces, concentrando toda mi energía, comencé a provocar un terremoto. El entrenamiento que Rainbow me había dado me había hecho mucho más poderoso, así que descargue toda mi ira en él, haciendo el epicentro justo en el lugar donde se encontraba enterrado aquel pokémon malvado. Puse toda mi alma en ese Terremoto, recordando a mi madre con lágrimas en los ojos, hasta que toda la ciudad comenzó a sentirlo. Y un momento después, escuché el cuerpo del pokémon enterrado partiéndose en pedazos, recordando el sonido del cráneo de mi madre partiéndose también, y no me detuve hasta que sentí que todo su cuerpo se despedazó por completo.

    Entonces detuve el terremoto, y miré hacia aquella tumba con satisfacción. Lentamente, mi ira se fue yendo, mi espíritu se calmó, así como el de mi entrenador. La venganza estaba hecha, y mi espíritu se encontraba en paz.



    Habiendo pasado todo eso, continuamos con nuestro camino. Derrotamos todos juntos la liga pokémon, y tuvimos una increíble batalla contra los miembros del Alto mando, de manera que nuestro objetivo quedó cumplido. Había logrado convertirme en el mejor Marowak de todos, junto a mis compañeros y mi entrenador. Sentía que mi madre debía estar orgullosa.

    Pero el camino de mi entrenador tenía que seguir, así que, con mucha tristeza, nos tuvimos que despedir de él cuando todo hubo terminado, pero siempre prometiendo reunirnos a todos de nuevo cuando su camino también terminara. Mientras tanto, yo y mis compañeros, fuimos puestos en un largo sueño, tristes, pero satisfechos por todo lo que habíamos logrado.

    Mientras Rainbow se despedía de mí con lágrimas en los ojos, medité sobre todo lo que había vivido, y volví a recordar a mi madre con orgullo, pensando que un día, íbamos a volver a vernos, y esa vez sí sería para siempre. Y también volvería a ver a mi entrenador, para seguir mejorando, ser más definitivos, como lo había propuesto mi compañero, Gengar.

    —Hasta luego, entrenador Rainbow —me despedí en voz baja antes de sumirme en el sueño, en el PC.



     
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    Poikachum

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    En cuanto leí el título sabía que iba a aparecer Rainbow, me ha gustado la trama de la historia y su venganza :). Aunque podrías haber elegido otro título, no es que este este mal, sino que al conocer tu fic de Rainbow y saber que todos sus pokémon son definitivos, al leer el título se puede adivinar que saldra este personaje en la historia. Por un lado me gusta pero por otro fastidias la sorpresa :/. Pero en lo importante, esta muy bien el escrito!!
     
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