El libro

Tema en 'Relatos' iniciado por Poikachum, 17 Septiembre 2012.

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    Poikachum

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    Escritor
    Título:
    El libro
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1949
    Hace tres días murieron mis padres en un accidente de tráfico. Yo iba con ellos en el coche pero me salvé de milagro. Hoy, a pesar de las contusiones que me hice, estoy aquí, en su funeral, despidiéndome de ellos ante su ataúd con la mirada perdida. No sabía qué pensar, ya no los volvería a ver.

    De repente escuché que alguien me llamaba.
    ¡Jaime! me giré y vi una mujer trajeada dirigiéndose hacia mí, era la asistenta social–. Hola, Jaime, siento lo ocurrido -me dijo–. El único familiar con el que hemos podido contactar y ha aceptado hacerse cargo de tu tutela ha sido tu abuelo Pedro.

    Después de enterrarlos, la asistenta me llevó a la casa de mi abuelo. Al cabo de media hora la asistenta detuvo el coche ante una gran casa, me quedé impresionado al ver donde iba a vivir. En la entrada estaba mi abuelo esperándome. Después de tramitar unos papeles con la asistenta, ésta se fue y entramos los dos en la casa.
    Jaime, ¿te apetece ver la casa? me dijó mi abuelo.
    Vale –le contesté.
    Ésta es la sala principal, a la derecha está la biblioteca y el salón, a la izquierda está la sala de juegos y la cocina y finalmente en la planta de arriba están las habitaciones. Tu habitación está justo al lado de la mía –me miró y me preguntó-. ¿Sabes jugar al billar?
    Nole respondí.
    Estuvimos toda la tarde jugando y, por un momento, me olvidé de lo ocurrido.

    A la mañana siguiente, mi abuelo me enseñó la biblioteca. Me sorprendió la cantidad de libros que había allí, no había ninguno igual, eran grandes, pequeños, gruesos, finos, viejos, nuevos... Mi abuelo me dijo que podía coger el que quisiera y me recomendó los que le parecían más interesantes para mí, pero me llamó mucho la atención uno situado en los estantes del final, era pequeño y viejo, se titulaba El hombre de la cueva. Lo cogí entusiasmado. Quería leerlo. Mi abuelo se fue a su oficina a realizar sus tareas y yo me quedé en la biblioteca para leerlo.
    Me senté en un gran sillón que estaba justo delante de la ventana, a través de la cual se podía ver el jardín. Comencé a leer.

    “En un lugar muy remoto, se situaba el pueblo de Sadonia, era una pequeña aldea humilde y tranquila. Pero sus ciudadanos tenían miedo de un hombre que vivía en una cueva, existían muchas historias y mitos sobre él, unos decían que mataba a todo aquel se acercaba por la cueva, otros que por las noches vagaba por el pueblo para atemorizarlos...


    Un día unos niños estaban jugando y sin darse cuenta, llegaron a pocos metros de la cueva. Cuando se dieron cuenta de ello, se quedaron paralizados. De repente, escucharon un grito, echaron a correr pero uno de ellos al huir se tropezó con una piedra y se torció el tobillo.
    ¡Aah, joder! gritó.
    ¡Toni, vamos, o te cogerá!
    Idos, no puedo caminar.


    Sus amigos se fueron y se quedó allí solo a merced del hombre. Poco a poco empezó a crecer una sombra detrás de él.
    ¿Hay alguien ahí?dijo asustado Toni, se giró y vio al hombre. ¡Aah!- gritó.

    Los amigos de Toni al llegar al pueblo explicaron lo sucedido a sus padres e inmediatamente todos los hombres del pueblo fueron a buscar al Toni, para rescatarlo. Se acercaron a la cueva y cuando entraron en ella no había rastro de Toni ni del malvado hombre, sólo pudieron ver unos huesos que habían en la cueva. Comenzaron a buscar por todo el pueblo, por el bosque, etc. y no obtuvieron resultado alguno. Mientras tanto, las mujeres estaban refugiadas en la iglesia, con sus hijos.

    Finalmente se hizo de noche y no consiguieron dar con Toni, ni con el hombre, por tanto decidieron irse a casa. Los hombres fueron a por sus familias y continuarían con la búsqueda al día siguiente.

    Cuando los padres de Toni fueron a entrar en casa, escucharon unos gritos. Era su hijo. Inmediatamente entraron Juan, su padre, y varios hombres más. Se dirigieron al cuarto de Toni, de donde procedían los gritos. Al abrir la puerta se quedaron atónitos...”

    ¡No puede ser! ¡No hay más hojas! grité.
    De repente entró mi abuelo.
    ¿Qué pasa, Jaime?, ¿Por qué has gritado? me preguntó.
    ¡El libro que estaba leyendo, tiene las últimas hojas en blanco!le dije.
    ¡Ah!, ¡ese libro!, yo también me lo leí y cuando llegue al final y vi que las últimas páginas estaban en blanco, nunca supe lo que le paso a Toni, pero sabiendo cómo es la última escena seguro que no le pasó nada bueno me contestó mi abuelo. Y vamos a cenar que ya es hora.

    Estuve todo la cena pensando qué le podía haber pasado a Toni. Después de cenar me fui a la cama, mi abuelo se quedó un poco más en la biblioteca. Sobre la una me desperté para ir al servicio. Cuando salí, me pareció ver una silueta en la oscuridad atravesando el inmenso pasillo, pero pensé que podría ser la sombra de los árboles. Entré en mi habitación y tras cerrar la puerta me volví a acostar. Mientras intentaba volver a dormirme, escuché cómo se abría la puerta, y solté una pregunta al aire.
    ¿Eres tú, abuelo?
    Pero no obtuve respuesta. Miré hacia la ventana y vi una sombra. Estaba tan nervioso que no podía ni hablar.
    No grites, por favor me dijo.
    ¿Quién eres?¿Qué quieres?le pregunté, pero de repente desapareció.

    Al día siguiente, después de comer, fui con mi abuelo a la sala de juegos, a jugar una partida de billar. Al terminar, mi abuelo se fue a su despacho. Cuando salí de la sala de juegos, vi una sombra en la biblioteca que me resultaba familiar. Me acerqué, pero no había nadie. Pude ver el libro que había leído el día anterior encima de la mesa y lo cogí para ponerlo en su sitio, cuando lo dejé, noté que alguien estaba detrás de mí. Me giré y lo vi, allí estaba. Era un niño de unos doce años. Parecía un chico normal y llevaba el pantalón sucio y desgarrado de una pierna, la cuál tenía una gran venda en la parte inferior.

    Vengo a contarte la verdad me dijo.
    Su voz me recordaba algo. ¡Era él! ¡Él estaba anoche en mi habitación!
    ¿De dónde has salido?le pregunté.
    Aquella noche le mataron -me contestó.
    ¿A quién?¿Por qué?
    Al hombre de la cueva.
    Entonces... tú eres... ¿Toni? ¡Pero no puede ser, no eres real!
    No puedo explicar las razones por las que estoy aquí, pero necesito que alguien me crea, necesito contarte qué pasó aquel día para que por fin se sepa la verdad.
    ¿Qué quieres que haga?
    Tienes que escribir el verdadero final del libro.
    Pero en la última escena se da a entender que vas a morir... le dije.
    Pues hoy verás que las cosas no son lo que parecen.

    Toni me empezó a contar todo lo que pasó. En ese momento entró mi abuelo y me preguntó:
    ¿Con quién hablas?
    Con nadie... estaba leyendo en voz alta... le contesté mientras volvía a su despacho.
    En ese momento me di cuenta de que solo yo podía ver a Toni, acto seguido continuó contándome la historia hasta que terminó. Fui a la estantería a por el cuento y cuando me giré Toni ya no estaba.

    Me dirigí rápidamente a mi habitación y comencé a escribir el final del libro:
    “... el hombre de la cueva estaba sujetando a Toni, que se retorcía de dolor en la cama.
    ¡Suéltalo!gritó Juan mientras se abalanzaba sobre el extraño hombre.
    ¡Papá, no! gritó Toni a su padre.
    Antes de que Toni pudiera reaccionar lo sacaron de la habitación y le llevaron fuera con su madre. Toni no paraba de gritar. En el cuarto estaban su padre y los hombres forcejeando con el hombre de la cueva. Él gritaba mucho. De pronto se escuchó un disparo. Hubo unos segundos de silencio. Entonces salió Juan ensangrentado por la puerta, se acercó a su hijo y lo abrazó. Toni echó a llorar, se había dado cuenta de lo ocurrido. El hombre que le ayudó fue asesinado por su padre y a pesar de que intentó explicar lo ocurrido nadie le creyó”

    Durante la cena le dije a mi abuelo que por fin sabría el final del cuento, pero que no me preguntara por qué. Después de cenar le dije que se fuera a la biblioteca mientras iba a por el cuento, cuando volví a la biblioteca le conté el final. Mi abuelo se sorprendió al ver que estaba equivocado. Al cabo de veinte años supo la verdad. Finalmente devolvimos el cuento, allí, al estante del final.
     
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