El ladrón

¡Hola! Bueno pues aquí estoy de nuevo con un intento de comedia -no muy logrado la verdad- pero que espero que os guste y que por lo menos os saque una sonrisa. Hay un pequeño toque de JellalxErza al final, es muy leve pero no lo he podido evitar, me encanta esta pareja.

Disclaimer: todos los personajes que aparecen en la historia -a excepción del taxista- son propiedad de Hiro Mashima.




Una pelirroja salió corriendo de la tienda en que se encontraba, sin poder creer lo que había ocurrido minutos antes.

Un hombre vestido de negro y con los ojos ocultos tras unas gafas de sol había irrumpido en la tienda y se había llevado lo más preciado para ella. Aquello por lo que había recorrido media ciudad, aquello en lo que había invertido casi cinco horas buscando y que justo cuando había conseguido encontrarlo, le había sido arrebatado de sus manos delante de sus narices.

Todo había ocurrido tan deprisa que ni siquiera ella, Erza Scarlet, había tenido tiempo para reaccionar. No fue hasta después de que el hombre hubiese salido del lugar, que su cerebro pudo procesar lo que acababa de ocurrir. Una vez que hubo analizado la situación, no se lo pensó dos veces. Le dio el bolso a la chica que había venido a acompañarla y salió en su persecución.

―¡Taxi!―gritó mientras hacía gestos con la mano para ser vista por el conductor del vehículo―Siga a ese coche por favor.―pidió casi sin aliento al tiempo que señalaba un Mercedes negro que acababa de pasar junto a ellos.
―Pe…pero…―comenzó a tartamudear el taxista.
―¡Calle y haga lo que le digo! ¡Es cuestión de vida o muerte!―exclamó la pelirroja atemorizando al pobre hombre.

La persecución tuvo comienzo. Después de varios minutos estuvieron a punto de alcanzarle, cuando de repente el Mercedes se metió por una oscura y estrecha calle. El taxi giró a la derecha siguiendo al otro coche. Pero cuál fue su sorpresa al encontrarse con que la calle no tenía salida y con que el ladrón había aparcado el coche y había comenzado a trepar por la valla que cortaba la calle.

Erza salió corriendo del coche con mirada decidida, dispuesta a recuperar aquello en lo que había invertido casi medio día para encontrar. Aquello que ese descarado joven de cabellos azules le había arrebatado de las manos sin miramientos. Estaba claro que ese tipo no iba a salir indemne después de haberle robado a ella lo más preciado que tenía.

Llegó hasta la valla y comenzó a escalar intentando coger al dichoso ladrón que le había estropeado su bonito día. Justo cuando el joven ya había llegado hasta arriba y se encontraba a punto de saltar al otro lado, la pelirroja consiguió agarrarse a su pie, provocando que los dos cayesen al suelo, uno encima de otro. Erza se recuperó rápidamente del golpe, y nada más levantarse inmovilizó al joven de cabellos azules.

―¿Dónde está?―preguntó mirándole de forma amenazadora.
―¿Dónde está el qué?―contestó el joven fingiendo no saber nada.
―No te hagas el tonto, sabes perfectamente de que te hablo. ¡¿Dónde está?!―volvió a preguntar.
―Está en una bolsa, en el Mercedes.―respondió intimidado el joven.

La pelirroja se acercó a comprobar si lo que le decía el chico era cierto. Así era, su pequeño tesoro estaba ahí, a salvo. Cogió la bolsa y saco su contenido. Partió un trozo y se lo llevo lentamente a los labios, disfrutando del momento. Sí, definitivamente por aquel pastel de fresas había merecido la pena. Se giró hacia el joven de cabellos azules, y al verle mirar el pastel -mejor dicho su pastel- con ojos brillantes decidió darle un trozo.

―Aquí tienes.―dijo mientras partía un trozo de pastel y se lo acercaba.
―¿De verdad?―exclamó el otro, feliz como un niño que acaba de recibir un juguete nuevo―¡Gracias!
―¿Y cómo decías que te llamabas?―preguntó la pelirroja dispuesta a olvidar el incidente.
―Jellal, Jellal Fernandes―respondió el joven con una sonrisa.

Definitivamente, el oficio de ladrón no era tan malo después de todo.










―Oye, ¿Y a mí quién me paga por mis servicios de taxista?