de Inuyasha - El justo pago [Drabble]

El justo pago [Drabble]

Este es el drabble que presenté al Concurso Conmemorativo de Drabbles de InuYasha, espero que les guste.

-El justo pago-​

Aún puedo recordar aquella noche de ira y confusión. Aún recuerdo cómo mi amo perdió lo poco que había apreciado en su vida.

Como muchas otras veces, nos dirigíamos a visitar a la pequeña Rin; pero esta vez ya nada volvería a ser como antaño. Su gran amor, la niña que protegió desde su más tierna infancia fue asesinada, y ya no volvería a corretear a su alrededor ni a llevarle flores silvestres.

La había encontrado en brazos de otro hombre. Aquella no era la niña pequeña y juguetona que había hallado hacía ya trece largos años. Ya era toda una mujer, y como tal, lo traicionó.

Esto es algo que él siempre supo: las mujeres tarde o temprano te traicionan; pero tenía la esperanza de que su niña nunca se convirtiera en una mujer. Y tenía la esperanza de que esa niña siguiera siempre a su lado; y aunque nunca lo admitió hasta ese momento, de que nunca yaciera en unos brazos que no fueran los suyos.

Le dolía todo aquello. Le dolía saber sus garras manchadas de su sangre. Saber su cuerpo ensangrentado yacer junto a aquel olmo. Los nuevos sentimientos que sustituyeron al amor, no le agradaban en absoluto; lo hicieron débil y como consecuencia, mi amo se volvió más malhumorado y huraño que antaño.

Había cerrado aún más su coraza. Había aprendido la lección y ya nunca más entregaría su corazón. Ya no tendría que temer que una despiadada demonio le robara el corazón. Le aliviaba saber que su corazón pertenecía a la única persona a la que había apreciado realmente en toda su larga existencia y que nadie podría tocarlo nunca más.

Desde que terminara la lucha por la perla, desde que se dedicara por completo a sus deberes como Señor del Oeste, había rehuido de un amor que ya había llegado. Pero ahora sabía que el amor no tenía porqué hacer estragos en un corazón. Ahora sabía que era el desamor lo que te destruía; el perder a la persona amada.

Pero ya no tenía nada que temer. Había conseguido lo que tanto deseaba: no tener a nadie a quien amar; pero a cambio, había pagado un precio demasiado alto. O tal vez, aquel había sido el justo pago por su osadía