El Guardián de la Piedra Incolora

Siempre es lo mismo. Encerrado en este horrible lugar. Humedad, moho y lo peor de todo, el sonido incesante de las gotas cayendo desde el frío techo hasta los charcos que han formado con el paso de los años. La única fuente de luz que he conocido en este sitio son esos anormales hongos rojizos que solo empeoran el ambiente de este lugar. Decir que algo así debe verse el infierno no sería exagerar. Lo único que hay para beber aquí es justo el agua de esos ruidosos charcos, y la única comida, bueno, no es la única pero sí la más común, son las ratas e insectos gigantes que se atreven a adentrarse a este sitio de vez en cuando. Afortunadamente no tengo que comer muy seguido, o mucho, para sobrevivir.


Muchas veces se me olvida cómo fue que llegué a este lugar, pero al ver la única salida, muy pequeña para que mi cuerpo pase por ella, lo recuerdo. Era pequeño, muy pequeño en comparación al yo actual. Me perdí en este sistema de cuevas, no estaba asustado, solo seguía caminando en busca de la salida. Pero algo en este cuarto llamó mi atención. Sí, eso fue el responsable de que me quedara aquí. Esa enorme piedra incolora en el fondo del cuarto. Indestructible y hermosa. Aún siendo incolora, la luz rojiza de estos hongos produce que desprenda otros hermosos colores si se le presta la suficiente atención. Bajo esa piedra hay un suelo metálico y brillante, el cual brilla en un intenso rojo casi dorado.


Con el tiempo he añadido más cosas brillantes para que le hagan compañía a esa incolora piedra. Si alguien me preguntara de dónde saqué esas cosas brillantes, creo que se llaman accesorios o joyería, pero no estoy seguro del significado de esas palabras o para qué puedan usarse, tendría la misma respuesta para cualquiera de esa piezas: una persona murió aquí y yo le quité todo lo brillante que traía para dárselo como ofrenda a la piedra incolora, para que algún día me deje libre.


No me gusta matar personas, en realidad lo detesto. Siempre que las personas entran a este sitio y en cuanto me ven comienzan a gritar cosas como “monstruo”, “mátenlo”, “es el guardián del tesoro”. Y, por alguna razón que sigo sin llegar a entender, me atacan con sus armas y su magia. Nunca he iniciado una confrontación contra nadie, en lo que a mí concierne cualquiera puede pasar y llevarse esa inerte figura incolora. Pero nadie nunca ha intentado hablarme, nunca nadie ha hecho por ignorarme y solo caminar. ¿Tanto miedo doy? ¿Acaso el echo de no ser una persona les da derecho a atacarme? O al menos creo que todos los que vienen aquí son de raza “persona”. Me parece que los que tienen plumas, cuernos, escamas, orejas puntiagudas, pelo en todo el cuerpo o branquias, que también me atacan al verme, son personas, pero que evolucionaron para adaptarse según donde vivían. Como sea el caso, todos ellos tienen exactamente el mismo saber que las ratas. ¿Significa que las ratas son pequeñas personas? También caminan en dos patas, a veces. Creo que me desvío del tema.


Si alguna vez alguien me preguntara por qué no he destruido las paredes o ampliado esa salida para poder escapar, le contestaría que las paredes son muy fuertes. Según parece, las rocas que componen las paredes, suelo y techo de este cuarto se llaman adaman no sé que, así les dijo una persona con escamas hace mucho tiempo. Y no soy lo bastante poderoso como para dañar ese adaman no sé que. Fui tan tonto y me arrepiento cada día, apenas cabía por esa salida cuando llegué, y por perder el tiempo mirando los colores que expide esa piedra incolora crecí, no mucho, pero si lo suficiente como para no poder salir. Y ahora soy solo “el guardián del tesoro”, maldecido por la eternidad a estar encerrado en este lugar con esta terrible cosa sin color propio y siendo obligado a matar para defenderme.


¿Eso que escucho en la lejanía son voces? Parece que nuevas personas, muy animadas por cierto, se acercan a este sitio. Uno de los pequeños placeres que disfruto es el de escuchar a las personas conversar. Me gusta escuchar algo distinto a las incesantes gotas y los chillidos de las ratas para variar. Hay veces que invento historias sobre la vida de esas personas, para pasar el tiempo.

—¡No te pegues tanto a Magnus! —escucho grita una voz que creo proviene de una persona del género hembra. Por alguna razón suena enojada. Si tan solo pudiera verlos antes de que entraran podría saber por qué está enojada.

—No grites tanto o atraerás a la fauna local. — Esta vez es un macho el que habla. Y está mucho más tranquilo que la hembra que habló antes.

—Si tienes miedo deberías pegarte a Tony. — Esta voz es de un segundo macho. Suena mucho más grave de las que acostumbro a escuchar. Creo que es de esas personas grandes y musculosas con pieles gruesas que atacan sin pensarlo dos veces.

—¡Nunca me pegaría a ese perdedor! Magnus aún tiene un brazo libre. — Es nuevamente la hembra. Y pasó de estar enojada a tranquila en un instante. Me pregunto qué significa que esa persona llamada Magnus tenga un brazo libre. ¿Se le cayó? ¿Flota en lugar de tenerlo pegado? Cuanta curiosidad. Supongo deberé prestarle atención a todos a ver si alguno le falta un brazo o lo tienen puesto de forma extraña.

—Concéntrense. Recuerden la razón por la que nos contrataron. —Suenan los ladridos de varios canes, lobos o coyotes supongo, en cuanto este tercer macho terminó de hablar. ¿Personas viajando con bestias? Es bastante extraño ver algo así. Digo yo, la verdad no sé como es allá afuera, quizás sea algo muy común.


Los pasos se escuchan muy cerca. Están prácticamente en la entrada. Supongo este será otro de esos días...