El expediente de Lilly Ann: biografía de una asesina serial

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Cygnus, 23 Junio 2014.

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    Cygnus

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    Título:
    El expediente de Lilly Ann: biografía de una asesina serial
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    3695
    Melodía instrumental fuertemente sugerida para acompañar al relato.



    Expediente de Lilly Ann Trent.
    Página 1 de 3



    Lilly Ann, "El fantasma de Northampton". Parte 1.



    Lilly Ann Trent nació en Northampton, Massachusetts, el 4 de marzo de 1971, en medio de una humilde familia de clase media-baja, que presentaba aprietos económicos pasajeros pero recurrentes. Su padre era Joseph Trent. Era respetado en el barrio como un joven trabajador y agradable, que nunca pasaba por la calle sin saludar a los vecinos y ofrecerles una mano para embellecer su jardín, haciéndolo muchas veces como pura cortesía.

    En los momentos en los que Lilly Ann nació, a sus 30 años de edad, él era empleado de construcción; se erigiría el primer cine del vecindario por aquellas épocas, aunque antes había laborado mucho más como plomero doméstico, jardinero y de vez en cuando era contratrado por el municipio para remodelación y obras públicas.




    La madre de Lilly Ann era Tina Trent. Mujer regordeta y bonachona, era siete años menor que su marido y debido a una serie de tumbos en su vida jamás había consolidado un trabajo ni había terminado los estudios. Para los momentos en los que Lilly Ann nació, Tina ya tenía un hijo primogénito, Demian, de 6 años. Estaba enteramente entregada al hogar y para el matrimonio fue una luz de alegría entre sus problemas económicos el nacimiento de la pequeña.




    La primera infancia de Lilly Ann fue, ciertamente, turbulenta, zanjándole un carácter aislado y reprimido. No era ciertamente muy hermosa, y se sabe que el padre no la miraba con buenos ojos, a pesar de soportar calladamente las decepciones de su vida: Demian era un jovencito desgarbado y afeminado, justamente lo contrario de lo que hubiese deseado de él su padre, y conforme Lilly Ann crecía, se acentuaba poco a poco su extraña fealdad. Las atenciones de su madre, por su parte, eran extremas: Tina siempre deseó tener a una niña, y aislando significativamente a su primogénito de su lado, se ocupó de llevar literalmente en brazos a la pequeña Lilly Ann para todas partes, no despegándole la vista ni un instante.




    Las cosas no marchaban del todo mal hasta la llegada de la tercera y última hija del matrimonio: Dianne Trent. La señora Tina jamás pudo recuperarse de su depresión post-parto y empezó a mutar su carácter bonachón en uno agrio y alocado. Por las noches se aislaba incluso dejando a llanto abierto a la pequeña Dianne, colocándose tapones en los oídos para dormir y desatendiendo las necesidades de su pequeña.


    El nuevo carácter de la señora Tina, psicológicamente desgarrado por el nacimiento de la tercera hija, propiciaría encuentros fuertes entre Joseph y ella, discusiones que en algunas ocasiones no pasaban de ser simplemente acaloradas, mientras que en otras Joseph no dudaba en ponerle la mano encima. Comenzó a hacérsele más sencillo cada vez culpar a Tina sobre la fealdad notable de Lilly Ann, y la que incipientemente iba apareciendo ya en Dianne. La obesidad mórbida de Tina había contribuido a que su hija adquiriera un cuerpo bastante robusto y poco agraciado, con mejillas muy prominentes y ojos hundidos. Ciertamente, no era lo que Joseph hubiese querido esperar de su descendencia.



    Eventualmente el señor Joseph Trent consiguió una amante con la que reemplazó la poca gracia que le presentaba Tina. Se trataba de Gina Doors, amiga de un compañero de construcción de aquél y que había conocido en un bar. Ilusionado con un nuevo renacer, lejos de la desagradable compañía de la hosca Tina, Joseph comenzó a ver prácticamente a diario a Gina, llegando muy noche a la casa familiar y colocando cualquier pretexto que su esposa no deseaba oír.


    Lilly Ann presenciaba las golpizas que su padre le propinaba a su madre. A veces era cuestión de una situación difícil en la mesa del comedor para que Joseph arrojara sus cubiertos y arremetiera contra su mujer en presencia de sus tres hijos. Lilly Ann recordaría muchos años después cómo el cínico de su hermano Demian reía a carcajadas ante el circo de golpes que armaban sus padres, y que Dianne lloraba a lágrima viva en su pequeña silla de bebé. Lilly sólo observaba, con los ojos muertos.




    La señora Tina de vez en cuando era atenta con sus pequeños; sin embargo sus ataques de depresión eran cada vez más constantes y sus arrebatos de ira muy frecuentes. No dudaba en castigar severamente sobre todo al hijo mayor, Demian, por sus constantes travesuras y barbaridades. Lilly Ann, como la niña tranquila que era, solía salvarse de cualquier enmienda y continuaba en sus eternos dibujos que realizaba en un cuaderno blanco, que aún hoy se conserva.

    Su madre utilizaba normalmente el dinero que Joseph dejaba en casa para gastárselo en alcohol. Era primordial estar alcoholizada para sentirse tranquila y segura bajo los efectos de la bebida que le rebajaban cualquier ansia o estrés. Posteriormente, quedaba dormida sobre la mesa del comedor hasta que llegaba Joseph, a altas horas de la noche, y le continuaba ejerciendo violencia.
    Tal era la rutina de los tres pequeños hijos Trent.




    Posteriormente la señora Tina comenzó a salir de casa misteriosamente todas las tardes. Usualmente regresaba después de comprar su debida dosis de alcohol, pero a partir de aquellos momentos dejó de hacerlo. Los hermanos Demian y Lilly Ann notaban la extraña conducta rutinaria de su madre en silencio, y no hubo de pasar mucho tiempo para que se descubriera la verdad. Tina, desinteresada de sus pequeños, comenzó a traer a casa a un hombre, de nombre Albert Cassio. Después de darles frugales cenas a sus hijos, se encerraba el resto de la noche en la habitación con dicho sujeto, desatendiendo cualquier otra cuestión, hasta que calculaba que era hora en la que su esposo volvería.
    Entonces, el amante Albert se iba de la casa.



    Muchos años más tarde Lilly Ann recordaría: “Para mi mente infantil, el hombre era un intruso en la casa. Fue Demian quien me sopló al oído: ´son amantes, estúpida´. No lo comprendí en el momento, y seguía viendo al señor Albert como una presencia hostil, mientras mi hermano mayor veía lo gracioso de la situación. Era frustrante intentar entender y no lograrlo”.


    El amante Albert se ganó rápido la confianza de Dianne, que por esos momentos contaba ya con 4 años. A Demian, de 12, se lo ganó con algunos regalos. Pero Lilly Ann siempre se rehusó a aceptar la presencia de aquel individuo. La mente de esa niña de 6 años trabajaba quizá más velozmente que la de su hermano mayor que le doblaba la edad.

    Me regalaba caramelos”, recordaría después, en sus confesiones, “pero aún con ello, era difícil aceptar que tras la sombra de mi padre existiría siempre alguien que lo eclipsara. Luché con ello durante mis años más inocentes”.


    Los dibujos del cuaderno que realizaba en esa época retrataban a Albert Cassio como un ser de apariencia demoniaca que se interponía entre la feliz pareja; ambos padres llevaban sonrisas exageradas que la pequeña se encargó de teñir de un rojo intenso, dándoles un aspecto más tétrico que hermoso y pacífico.




    En la escuela, demostraba ser sumamente callada, y aunque muchas veces sabía las respuestas de las preguntas que planteaban en clase, no hablaba en lo absoluto. “Tenía un aura incómoda”, declararía la maestra Kensey, quien se encargó de la clase en la que ella iría durante tres años. “Era como si tuviera que lidiar consigo misma para mantenerse quieta, en sus ojos se reflejaba una violencia que contenía”.

    Por lo demás, la mayoría de sus compañeros coincidiría en que Lilly Ann tenía una tendencia extraña a partir sus lápices por la mitad y morder con fuerza la parte sobrante mientras estaba distraída. En la hora del recreo, además, realizaba su pasatiempo favorito: girar entre los árboles. Una ex-compañera suya, Marge, que también vivía cerca de su casa, declararía para la reconstrucción de su perfil psicológico: “Lilly tenía una extraña obsesión por las palmeras del fondo del patio. Eran dos, una frente a la otra, y su pasatiempo era caminar en forma de ocho, dando así vueltas a ambas palmeras una y otra y otra vez, en número infinito... durante una hora, hasta que sonaba la campana. Hizo eso diario por mucho tiempo, con la mirada perdida, sola, completamente sola. Pero ninguna de nosotras pensaba en hablarle. De alguna manera sentíamos que algo malo ocurriría si le retirábamos su concentración”.







    No olvidaría que el 18 de agosto de 1979, fue forzada por Albert Cassio cuando su madre se hallaba ausente, en la tienda. Según el relato posterior que diría a medias tintas a su psiquatra, Lilly sintió que el mundo se le desmoronaba cuando aquel hombre la tomó por las muñecas y la arrastró detrás de la pecera. Era muy fuerte para ella y no podría hacerle frente de ninguna manera. Comenzó a tocarla de la manera más indecente posible durante aproximadamente un minuto, tiempo en el que Lilly Ann gritó con todas sus fuerzas.

    Un golpe fortuito en la ventana, causado por un ave según el relato de Lilly, causó que Albert se separara del cuerpecillo de un salto y corriera hacia la puerta de salida, temeroso de que alguien lo hubiera observado en su infame acción. No obstante, regresaría esa misma noche, junto a la señora Tina, mostrando una sonrisa a la niña como si nunca hubiese ocurrido nada, ni siquiera con complicidad.

    Por la noche, cuando su padre volvió a casa y todo estaba en perfecto orden, Lilly Ann se negó a bajar y tomar la cena. Eso le valdria una bien propinada tunda de parte de su padre, quien desconocía lo acontecido hacía unas horas, y que la pequeña no pensaba decir ni aunque hubiese querido: tan callada era, que las palabras no le fluían por la garganta. Resistió pacientemente los golpes y se metió a su cama a dormir.




    Lilly Ann comenzó a mostrar un comportamiento por demás hosco para su personalidad, que hasta ese momento tan sólo era reprimida y tímida. Su mirada comenzó a hacerse ardiente, hablaba menos y sus manos temblaban más de lo usual. Durante esa época, la niña comenzó a vestirse diferente, alejando todo tipo de vestidos y atuendos femeninos y prefiriendo abiertamente todo cuanto tuviera que ver con la masculinidad. A esa edad tan temprana, era la manifestación de una madurez precoz, de un sentimiento de vergüenza que cargaba por ser tan pequeña e indefensa, a cuestas de una madre que jamás creería ni un segundo la historia del ataque de Albert.




    Pese a todo, la chica seguiría ensimismada con la escuela. No jugaba casi con Demian, reservándose su tiempo con su hermanita dos años menor, Dianne. Prefería la compañía silenciosa de ésta última; Dianne era lenta de pensamiento y usualmente seguía cualquier mandato que su hermana le hiciera. No pasó mucho tiempo para que Lilly Ann descubriera que podía dominarla a su antojo y voluntad.

    También era a la única a la que le contaba sus pensamientos más íntimos, casi como a una muda mascota, mientras Dianne se quedaba sentada probablemente meditando o ignorándola. Los esbozos de un diario que Dianne poseería años después indicaban la frialdad con la que las hermanas se trataban. Pese a todo, la chica sabía que su hermana fue víctima de un ataque siniestro por parte de Albert Cassio, casi todas las noches la atormentaba con el mismo relato, como si Lilly Ann no fuera capaz de superarlo y diario sucumbiera en sus recuerdos, que necesitaba exteriorizarle a alguien.




    A los nueve años, miraría una película que secretamente Demian trajo a casa, a solas con él, y le trastornaría profundamente. En ella, el protagonista venga la muerte de su esposa dando caza al asesino de una manera brutal y enfermiza, destrozando su cuerpo. Lilly Ann le quitaría a escondidas el filme a su hermano y lo tendría en su posesión muchos años.


    Posteriormente, durante una visita al parque, Lilly Ann jugaría con Dianne simulando que llevaba un arma en sus manos y le disparaba, tal como en el filme, y por la noche, le contaría su más oscuro secreto, en un murmullo mientras cada cual estaba metida en su respectiva cama: estaba resuelta a dar caza a Albert Cassio de una u otra forma y asesinarlo brutalmente.

    Sin embargo, aquello no pasó de ser un mero comentario que su hermana terminó ignorando, y las cosas continuaron marchando normales durante mucho tiempo más.




    Al cabo de un año, la policía arrestaría a Demian con cargo de robo domiciliario. Era bien sabido para sus hermanas que él andaba en malos pasos desde hacía buen tiempo y que guardaba mucho dinero en una caja de zapatos que él no permitía que ninguna de las dos tocara, bajo amenaza de abofetearlas. Lilly Ann comprende que la policía no es un obstáculo sencillo a vencer si se desean cometer malas acciones y probablemente ésa haya sido la causa por la cual desistió durante mucho tiempo de llevar a cabo su macabro plan. No obstante, Demian fue liberado de la comisaría al tratarse de un menor de edad y devuelto a su casa, por lo que no pasó a mayores. No se sabe a ciencia cierta qué detalles pudo haberles contado a sus jóvenes hermanas sobre su experiencia en el arresto, quizá piedra clave para la astucia que la muchacha mostraría años después.



    Lilly Ann se había transformado poco a poco en una niña de aspecto simpático, deshaciéndose paulatinamente de la fealdad con la que había cargado de nacimiento. Sus cabellos cenizos formaban lindos rizos; sus ojos, aunque hundidos y mustios, mostraban un agradable color almendra, y sus mejillas sonrosadas eran cada vez menos prominentes. No obstante aún denotaba ser una chica torpe de movimientos, con problemas de sobrepeso y palidez enfermiza. No era capaz de hacerle frente a nadie, y ante cualquier burla prefería darse la media vuelta e ignorar al agresor.




    Poco antes de cumplir los once años, cometió el primero de sus muchos actos atroces que la caracterizarían en la vida. En un momento en el que se quedó sola en casa, aburrida de dibujar, se dirigió a la cocina, tomó el más grande de los cuchillos y se dirigió al cesto en donde descansaba Curry, el gato pardo de la familia.


    Sin pensarlo demasiado le clavó el arma en el lomo con profundidad. El animal en cuestión saltó en el ataque, pero eso sólo logró que el cuchillo se deslizara en su cuerpo, abriéndolo a la mitad. Lilly Ann lo siguió por el sofá y terminó de darle muerte con cuatro puñaladas en su estómago. Luego, limpió con frialdad el arma y se dirigió parsimoniosamente a su habitación. La colocó bajo su cama, sobre un montón de libros, y luego regresó a la sala, en donde se hallaba el cadáver ensangrentado. Nuevamente sin meditarlo mucho, lo lanzó a la calle y limpió el desorden. Un minuto después ya se hallaba ocupada en la lectura de un libro, tumbada en la cama de su hermana menor.


    Al volver, el padre no se creyó el cuento de que habían arrollado a Curry. Halló de inmediato las manchas de sangre en el sofá, que Lilly Ann no pudo limpiar, y posteriormente encontró el cuchillo apenas metido debajo de la cama, reluciente. Con el mismo, llegó hasta donde se hallaba su hija y la amenazó con éste, profundamente furioso por descubrir el asesinato de Curry el gato. La joven miraría con frialdad, casi con reto, pero en silencio, el gesto de su padre, y éste desistió de amenazarla con el arma, pero le propinó una de las mayores palizas de su vida, en la cual Lilly quedaría con el tabique de la nariz roto y deformado de por vida. En sus declaraciones posteriores, sostendría lo mismo que escribió en un diario casi no utilizado: simplemente quería saber qué se sentía asesinar y ver correr sangre, sin tener que huir de la policía. La hoja del diario la ilustró con muchísima frialdad, en donde por primera vez en sus dibujos se retrató sonriente, empuñando hacia el gato un arma cuatro veces más grande que la real, y manchando todas las paredes de sangre, cosa que no había ocurrido realmente.




    A los doce años cobró su segunda víctima animal, esta vez de un modo más cruel. Se trataba del pequeño loro que vivía en su patio, propiedad de Dianne. Diariamente salía a verlo a escondidas y lo rociaba con sustancias tóxicas, de manera que quedara maltrecho pero con vida. Utilizaba todo lo que tuviera a la mano: a veces limpiador de muebles, alcohol, pulimento, limpiador de ventanas, entre otros líquidos nocivos, arruinándole su plumaje y dejándolo en ocasiones severamente afectado. Al estar encerrado en una jaula pequeña, no había mucho lugar a dónde huir y la pequeña se divertía a gusto torturándolo. En varias ocasiones lo atenazó con pinzas de sus alas, dejándolo colgado de los bordes de la jaula toda la noche.

    Cuando en una ocasión le preguntó su padre por qué el loro estaba tan empapado, ella contestó que por accidente lo había rociado con agua cuando lavaba el patio, respuesta que satisfizo al hombre.


    Lilly Ann acabó con la vida del loro tres meses después de comenzar con sus torturas, al rociarle ácido muriático en el rostro. Sacó el cuerpo y lo enterró en la jardinera cuidadosamente, diciendo luego a su padre que lo halló muerto en el piso de la jaula desde la mañana. Nadie de la familia descubriría las travesuras que cometió durante ese lapso de tiempo, pero todo quedó constatado en su diario íntimo.




    Cierto día Joseph descubre al amante de su esposa, Albert Cassio, en plena faena en su habitación, y encolerizado, grita que lo matará en ese mismo momento si no se retira. Dicho grito fue escuchado no sólo por los tres hijos sino por los vecinos también, que llegaron a alertarse. Sin embargo, Albert se retira prudentemente y la cuestión no pasa a mayores, dejando furioso a Joseph Trent. Dianne, que se hallaba más cerca de la acción, le comunica las palabras de su padre a Lilly Ann, la cual acude al encuentro diciendo que si puede ayudarle a matar a Albert. Sin embargo aquél está demasiado enfurecido como para prestarle atención y le ordena que vuelva a su cuarto de inmediato. No tenía idea que las palabras de su hija eran casi una confesión de sus instintos asesinos.



    En 1985, la familia enfrenta el arresto de Demian, y su posterior reclusión en la cárcel debido a la comprobación de una serie de atracos domiciliarios en el barrio. Lilly Ann resiente demasiado la acción, ya que, aunque nunca tuvo una relación muy cordial con su hermano mayor, éste le proporcionaba dinero sustraído para que pudiera comprar cigarrillos, su más reciente adicción.



    Lilly Ann en aquellos momentos terminaba sus estudios secundarios y los cambios físicos no eran muy evidentes. Su aspecto de niña no ayudaban a evidenciar los casi 15 años con los que contaba, y aún seguía siendo muy poco popular en la escuela. Ningún muchacho nunca había querido estar con ella; antes bien, la insultaban por su aspecto poco agraciado. La única jovencita con la que se llevaría bien era Mercy Miller, siete meses menor que ella, con quien iba a compartir lugar en sus estudios de bachillerato. Con Mercy no hablaba de nada inusual o sospechoso, compartían un gusto exacerbado por Joy Division y The Cure, por el dibujo y el arte surrealista. Lilly Ann era una ferviente admiradora de Ian Curtis.



    Poco tiempo después, su madre, la señora Tina Trent, sufriría de un infarto al miocardio en su propia casa. De poco serviría que su marido volviera al instante a la casa y que los paramédicos intentaran reanimarla: había fallecido en el acto.

    Lilly Ann no podrá superar jamás el dolor de sentirse completamente sola anímicamente, en medio de una quebrada familia en donde el padre era un hombre violento y desobligado, y su hermana menor, su mustia y sumisa compañía. Las cosas iban a torcerse aún más para la vida de la joven.

    Fue por esa misma causa que Joseph Trent decide mudarse de esa casa a otra más cerca del centro de la ciudad, en donde encontró un trabajo fijo por fin. Él ya cuenta con 45 años de edad, y continúa viéndose con Gina Doors, con la suficiente delicadeza como para no traerla los primeros días a la casa, en donde las dos niñas se recuperaban mentalmente de la muerte de su madre.



    En el bachillerato las cosas empeoraron para Lilly Ann: no fue bien recibida por sus nuevos compañeros debido a su comportamiento hosco, a sus respuestas cargadas de odio y a su aspecto aún desgarbado y poco atractivo. Presa de las burlas, no olvidaría jamás cómo en el baño de señoritas, dos muchachas le arrancaron su uniforme y la obligaron a volver semidesnuda al patio de tierra en el fondo del plantel, a rescatar sus ropas frente a nueve compañeros. Para Lilly Ann, ese fue el mayor bochorno jamás sufrido en la escuela, en una nueva institución en donde nunca terminaría de pasarla bien.

    Sus ropas le fueron devueltas llenas de barro y lodo. Sin embargo, cuando la abandonaron, Lilly Ann sólo se las colocó, se sentó en una barandilla lejana y meditó con los ojos perdidos. Tal fue la manera en cómo la encontró su amiga Mercy Miller, quien en un intento de ayudarla delató a las dos jovencitas díscolas con la maestra. Sin embargo Lilly guardó silencio, y declaró que las ropas las había ensuciado ella misma al caerse en el lodo. Mercy jamás pudo explicarse por qué Lilly actuó de esa manera y perdonó a sus agresoras; el caso fue que jamás le agradeció por tal acción y se sumió en un silencio más intenso del que antes tenía ya.



    Nadie se imaginaba que preparaba una venganza mayor, maquinándola en su mente. No faltaba mucho más para que en su mente se detonara la locura bestial que la caracterizaría el resto de su vida.


    Continúa. Página 2 de 3.
     
    Última edición: 23 Junio 2014
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    Kohome

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    Ok,,,

    Veamos, ¿estás seguro, al cien por ciento, de que nunca has hecho esto? Digo, no parece tu primera vez, para nada.

    Me encanta, esa manera poco común de describir el desorden psicológico que puede sufrir una joven luego de tantas experiencias me llamó mucho la atención. Por un par de "escenas" creí que Lily Ann en verdad mataría al amante de su madre... del que curiosamente olvidé su nombre xD.

    Bueno, me dejaste bastante muda y no sé qué más decirte.

    Avísame cuando esté la conti, ¿vale?

    *u*
     
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    Me interesa este fic, sobretodo por la carga psicológica que tiene impregnada.

    Es bastante lamentable la vida que vivió Lilly, creciendo entre abusos y maltratados, una familia rota, totalmente disfuncional. Aunque esto sea un fic, son cosas que realmente suceden, existen y pueden estar ocurriendo en este mismo instante. No me sorprende la actitud de Ann, era de esperarse ante el ambiente en el que se está criando, algunas veces las madres son las que evitan que sus hijos se vean afectados ante un padre así, pero a esta mujer no parecía importarle. Y murió, su corazón no resistió más. Entonces quedó Lilly sola, y quizá hasta en el fondo, culpa al amante de su madre por su muerte. El amante es un depravado, claro está.

    Está el asunto del instinto asesino de la chica, el cual es evidente ante sus constantes pensamientos y la muerte de esos dos animales, quizá por esos detalles podría decirse que poseía el síndrome Amok, aunque sería mejor leer el resto del expediente primero.

    Bueno, Cygnus, me parece una historia bastante interesante con un alto grado de realidad, me gustaría y quiero saber qué sucedió después y qué sucedió con Ann. Pues, encuentro bastante coherente este capítulo y la línea de tus pensamientos, no creo que se haya perdido algún detalle.... Tengo curiosidad de los hermanos, lo sumisa que es la pequeña, pero esto se trata de Lilly.

    Um, creo que los títulos no llevan puntos.

    Espero el siguiente capítulo, gracias por invitarme<3 Y no, no pude encontrar la melodía :c
     
    Última edición: 24 Junio 2014
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    Cygnus

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    Volví, aunque este capítulo no me convence mucho porque no alcancé a narrar demasiado xd tengo que separarlo para que no se hagan inmensos y sean fáciles de leer.
    Gracias a ambas por leer :3 @Kohome @Alessandra pues no... nunca había escrito algo así aunque me gustan mucho este tipo de historias de la vida real. Espero que esta vez puedas reproducir la melodía. Aplica también para éste y el próximo cap x)
    Sin más aquí les dejo la continuación. Quizá se percaten que hay lagunas en la historia, pero es la intención.


    ___

    Página 2 de 3.

    A partir de aquel momento, algo había cambiado en ella. Una nueva mutación en su manera de ser. “Lilly Ann solía tener ataques de ira rarísimos. Lanzaba el cuaderno a la pared de pronto si un problema le salía mal, y al segundo siguiente su rostro reflejaba una serenidad inusual. Pero nunca hablaba de eso. A decir verdad, nunca hablaba de nada”, informaría su amiga Mercy Miller. “Pero supe que había cambiado eso a raíz del primer enfrentamiento con sus nuevos compañeros. Se volvió… torpe, en todo el sentido de la palabra. Recuerdo haberla visto llorar en silencio más de tres veces. Ésa no era la Lilly Ann de piedra que conocía”.



    En casa, a veces no aparecía en todo el día. Muchos vecinos de la comunidad declaran haberla visto vagando hacia el descampado, volver y regresar, varias veces durante la tarde. Los días en los que no salía a pasear eran inusuales, y se quedaba en casa realizando dibujos de técnica cada vez más compleja. Se conservan dibujos abstractos a los que los mejores psicólogos les han hecho frente en la actualidad. Cualquiera diría que el talento de la jovencita se había derrumbado, no era capaz de trazar un rostro de una forma coherente y los dibujaba en ocasiones partidos a la mitad, con muecas imposibles, con extremidades quebradas. Pero con los ojos llenos de vida. Otra curiosidad es que dejó de representar en ellos a las personas que la rodeaban. Era difícil entender qué deseaba transmitir con aquellas figuras que tenían más alusión a monstruos imaginarios que a seres humanos. También se encontraron algunas alusiones sexuales en ellos.



    Por el mismo tiempo, dejó de escribir en su diario como solía hacer. Ahora utilizaba sólo frases inconexas, sin sentido aparente, como si su mente comenzara a desvariar. Algunas frases rescatadas, dentro de lo que su pésima caligrafía daba a entender, eran las siguientes, plasmadas en diversas páginas, sin seguir el orden de los renglones: “De pronto caigo en la trampa… [ilegible]”. “¿Y si tomo en mis brazos tu cuerpo, y si jugamos a que estás aquí?”. “¿Por qué, amiga mía? ¿No me quieres?”. “Todos ellos son tan iguales”. “Querido diario: hoy soy nada. Eres como ellos” (aparentemente ese día intentaba recobrar un poco la coherencia de los días en los que escribía de forma regular, pero el escrito se trunca ahí). “¿Se pondrán tristes? ¿Veré sus pupilas tristes? ¿Verán las mías llorar?”. “El amor nos destrozará” (frase que, se sabe, es extraída de quien fue su ídolo musical. Ésta última fue escrita varias veces, utilizando la letra tan grande que sólo una palabra cabía en cada hoja, una y otra vez, casi hasta llenar la mitad del diario).



    El 6 de octubre de 1987 se revelaría una de las facetas de Lilly Ann escondidas, si bien de una forma sesgada. Una desgraciada compañera de clase, Cat Blanks, fue a visitarla a su casa para elaborar un trabajo de cierta materia. Sólo hacía un mes que las clases habían comenzado.

    No se tiene constancia de que ambas chicas fueran amigas, pero aleatoriamente habían sido elegidas para llevar a cabo el proyecto. Aquel fatídico día, Dianne se hallaba ausente en el colegio, y Joseph acostumbraba volver muy noche dado que visitaba a la que ya era su pareja oficial, Gina Doors. Aquella noche no volvió, sino hasta la mañana siguiente, dándole oportunidad a Lilly Ann de actuar con calma.

    En un momento repentino, cuando ambas chicas se hallaban frente a la mesa viendo una cartulina extendida en la que colocarían imágenes, Lilly comenzó a acercarse a su compañera en silencio y con frialdad, le pide las tijeras que Cat llevaba en la mano con cierta violencia. Cat accede y se las da. Pero sorpresivamente, Lilly Ann comienza a llorar.





    Cuando Cat le pregunta, contrariada, qué le ocurre, Lilly Ann le responde de una forma un tanto curiosa, como todas las respuestas que solía dar. No se sabe a ciencia cierta si las palabras redactadas son las correctas, pero en su informe, confesaría el siguiente diálogo: “Pasan muchas cosas, allá afuera, aquí adentro. Te quiero. ¿Tú me quieres ahora? ¿Me quieres ahora? Dime que no te irás, dime que no me dejarás, como todos”.

    Se sabe que en un principio pensó en usar las tijeras para atacarla, pero descartó pronto esa idea para no tener que limpiar. Cuando Cat, sorprendida, balbuceó que tenía que regresar a su casa, Lilly Ann la lanzó al suelo de repente, la sometió y con la bufanda que llevaba, la estranguló. “Me coloqué sobre ella, con las rodillas sobre sus brazos, y conté hasta 130, despacio, despacio…”.

    Cuando Cat quedó inmóvil, la arrastró hasta la pared, la sentó recargándola en ella y luego de eso la miró profundamente, como quien observa algún acto heroico ejecutado por uno mismo. Luego abrazó el cuerpo inconsciente, lo abrazó cerca de un minuto.

    Posteriormente arrastró a Cat por debajo de los brazos hasta el patio de tierra, situado junto a su recámara, y justo bajo la ventana comenzó a cavar un agujero muy profundo con la pala de su padre. Cuando vio que Cat estiraba los dedos de las manos lentamente, reaccionó de forma violenta y la golpeó tres veces en el cráneo con la pala. Después de todo lo ocurrido, la echó al pozo que había cavado y dedicó la hora siguiente a dejar todo como estaba, lanzando de nuevo la tierra a donde originalmente se hallaba. Algún tiempo después, no quedaba huella de que algo hubiera ocurrido en ese lugar. Posteriormente entró a su cuarto, dejando la ventana abierta y se puso a ver tranquilamente la televisión.





    La suerte corrió de su lado: Cat salió de su hogar aquél día sin avisar a sus padres a dónde iba, y para colmo, ningún vecino de Lilly Ann vio el momento en el que ingresaba a casa de su asesina. Nadie podía culpar a la joven de tan atroz crimen, y durante algún tiempo considerable se estimó que la joven Cat se había escapado de su casa sin rumbo fijo. Los padres denunciaron su desaparición, pero la policía hizo poco: nada de constancia había en que ambas muchachas se verían y las pistas apuntaban a direcciones inciertas.



    Pasaron 23 días hasta que Lilly Ann volvió a poner en práctica sus dotes asesinos. Cada vez actuaría con menos torpeza. El día 29 de octubre asesinó a una segunda víctima, desconocida para ella, de manera y razones poco convincentes. La persona después sería identificada por su hermano como Annie Watson, de 28 años de edad. Lilly Ann nunca deseó informar sobre este crimen una vez bajo arresto, ya que según sus palabras, no logra recordar exactamente a dicha víctima. La autopsia reveló que había sido apuñalada varias en el pecho y estómago dentro de su casa. No se sabe en realidad qué conexión tenían ambas, ni cuál fue la razón por la que Annie permitió entrar a Lilly. Ningún testigo apunta a que ambas se conocieran. Sin embargo, pese a que la asesina había perdido la memoria sobre el suceso, todo fue hecho con detalle y una precisión minuciosa. Lilly Ann tuvo tiempo de lavar incluso las heridas del cadáver y toda mancha de sangre, dejándola tirada en medio de la sala, pero limpia. Las razones importantes por las que se le juzga por este crimen es porque un vecino de la comunidad vio a una persona con su descripción esa noche rondando cerca de la casa de la víctima, y por el resto de asesinatos que vendrían posteriormente, bajo un modus operandi semejante. Sin embargo, en aquellos días lejos estaba la joven de ser siquiera sospechosa de aquella acción.



    Curiosamente, Lilly Ann recordaría lo que aconteció después, aunque sobre lo de su anterior asesinato declararía: “no recuerdo haberlo hecho, pero supongo que lo hice”. Volvió a pie a su casa. En la oscuridad de la noche, nadie se percató de su pequeña figura escurridiza. Aparentemente sabía por qué zonas de la ciudad andar y cómo no ser descubierta. Cuando regresó, se encontró con su hermana Dianne Trent en la habitación.

    Dianne le preguntó por qué sus ropas estaban manchadas de sangre. Lilly Ann le contestó que en un momento le mostraría algo que ocurrió en la calle, que sólo le permitiera cambiarse de ropas. Así hizo mientras su hermana la esperaba pacientemente. Con un nuevo atuendo, limpio, ambas hermanas salieron de casa en la dirección en la que Lilly apuntaba. Incluso Dianne llegó a decir que la noche tan cerrada le daba miedo, pero se dejó conducir por su hermana.

    Una vez al borde de la carretera, Lilly Ann se apostó en la esquina de un negocio cerrado, esperando el momento adecuado, y cuando lo fue, le indicó a su hermana que se aproximara. Dianne, obediente, lo hizo. Y cuando estuvo frente a ella, Lilly Ann la empujó a la calle. Había calculado exactamente el momento en el que el auto que venía a toda velocidad podría arrollarla. Y su cálculo fue efectivo.



    Por mucho tiempo, la única responsable de aquella inminente muerte sería la conductora, Joanne Berson. Histérica, no daría crédito a lo que acababa de acontecer. Y Lilly Ann se sostuvo como la única testigo del accidente, argumentando que su joven hermana había salido corriendo de la acera y se estampó con el auto al no voltear a ambos lados. Astuta como era, logró fingir un enorme desconsuelo por la muerte de Dianne, y Joanne, quien para fortuna de la asesina era una mujer lo suficientemente sumisa, aceptó el grado de culpabilidad.

    No habría ninguna prueba del caso, salvo el testimonio posterior que reveló Lilly Ann: “Lo hice porque Dianne podría saber demasiado. Era un estorbo en mi camino. Por dentro sólo me rebullía un sentimiento, y era el del alivio. No sabía si Dianne moriría, pero lo había logrado. Imaginen esa sensación de traspasarle a un inocente tu propia culpa…”.


    Ambas mujeres fueron interrogadas. Lilly Ann fue paciente con las respuestas. Nadie podía inculparla como siquiera culpable involuntaria. Joanne nunca fue testigo del empujón que le dio la joven a su hermana; cuando quiso frenar fue demasiado tarde. Las muertes alrededor de la que posteriormente sería conocida como “El fantasma de Northampton” sumaban tres hasta ese momento.



    Lilly continuaba siendo introvertida en la escuela, con la novedad de que en muchas ocasiones faltaba a clases. Se presentaba apenas unas dos o tres veces a la semana, aunque cuando estaba, atendía bien a las materias. Sus maestros informan que era bastante callada y usualmente no era fácil determinar si la joven asistía o no. No obstante en sus exámenes era poco menos que sobresaliente. Además, cada vez hacía menos y menos caso a las constantes pullas de sus compañeros. En la escuela, era como un animalillo indefenso. Pero una vez fuera, una vez en completa soledad, desataba sus impulsos.



    Fue hasta 1988 cuando se registró el próximo evento en el que Lilly Ann estuvo involucrada. Un reporte de una familia de clase media, los Young, alertaría a la policía del condado por un par de nuevos asesinato. La joven Marie Young, de 15 años, había sido encontrada por sus parientes en la sala de su casa, con la apariencia de un crimen similar al del anterior.

    No obstante, se reveló que la adolescente fue asesinada por asfixia. Cercano al cuerpo, bien doblada sobre el sofá, se encontró la bufanda de una persona que no correspondía con Marie. Después, parece que el asesino se dio gusto apuñalando el cadáver una y otra vez, aunque aseando todo luego, dejando incluso más limpia la sala de lo que en un primer instante estaba.

    Ningún vecino reportó haber escuchado ruido o disputa alguna en el pequeño apartamento en donde vivía la familia, aunque se sabe que Marie Young quedaba completamente sola por lo menos unas cinco horas al día, debido a que sus padres trabajaban hasta tarde. El asesinato había ocurrido poco antes de las 5 de la tarde y nadie se había percatado de quién había sido quien cometió el crimen.

    Dado que no había muchas pistas que apuntaran hacia uno u otro sospechoso, se procedió a detener a los vecinos y personas que circundaban el área para examinar sus declaraciones, sin embargo se llegó a resultados poco exitosos. Lilly Ann estaba muy lejos de la zona: confesaría haber escogido a su víctima aleatoriamente.



    Fue hasta el próximo caso, en el mes siguiente, que las cosas comenzarían a tomar forma. Las palabras de Lilly son lo suficientemente contundentes:

    “Seguí a mi víctima sin alguna razón. Sabía que se dirigía a su casa. Cuando abrió la puerta la amenacé con mi pistola de utilería. Pero ella se espantó lo suficiente. Le dije que no gritara y no lo hizo. Entré con ella a la casa. Era una jovencita igual a la que yo deseaba asesinar. En la casa sólo estaba su hermano menor. Le ordené que atara de inmediato a su hermana a una silla, siempre encañonándolo con mi pistola de plástico. No sé qué hubiera hecho si no me obedecía. Pero lo hizo. Me pidió que no disparara, me lo pidió de favor. Luego le dije al muchacho que fuera a la cocina y lo seguí de cerca. Una vez allá, tomé un cuchillo y lo arrinconé en una esquina. Dijo que iba a llamar a la policía. Eso desató un sentimiento extraño en mí, una mezcla de ira reprimida y temor absoluto. No deseaba ser atrapada. Yo sentía que no estaba haciéndole un mal a nadie, realmente. Lo que hice fue un poco precipitado. Lo tomé por el cuello y le ensarté el cuchillo en la boca. Intentaba cercenarle la lengua y terminé cortándole la boca entera. Luego empujé su frente con violencia contra la pared y lo dejé caer. Sé que fue una reacción torpe querer cortarle la lengua para que no dijera nada a nadie. No pensé demasiado al hacerlo. De cualquier forma, no supuse que moriría desangrado en el piso de la cocina”.


    “Después volví con mi víctima inicial”, continúa relatando. “Le apunté con mi pistola falsa. La despojé de su uniforme escolar. Una blusa blanca y una falda escocesa. Lo hice rudamente. Vi sus ojos llorar. Algo me decía, algo me pedía. Lo que vi cerca fue el cable de unas bocinas. Lo corté, lo anudé y se lo pasé por el cuello. Ella no podía forcejear. Yo deseaba que pagara, que pagara por lo que otros me hicieron. Vi en sus ojos el reflejo de la traición de las muchachas de mi escuela. La tiré de la silla, oprimí su estómago con mi rodilla, ella no gemía. Conté hasta 130, lentamente. Después la desanudé y le retiré el cable de su cuello. Tomé su uniforme y me dirigí hacia el patio de la casa. Me satisfizo mucho llenarlo de barro y lodo y luego lanzárselo a su cadáver. Cuando volví a la cocina, el joven no reaccionaba más y el piso estaba lleno de sangre. Me llevó cerca de media hora limpiar todo. No deseaba dejarles el trabajo del aseo a los padres. Al muchacho le lavé el rostro y lo arrastré al patio. Lo dejé tendido boca abajo en un rincón. A la muchacha la dejé sobre el suelo de la sala. Ella estaba limpia. Sólo tenía sucio su uniforme, sobre ella. Sobre su rostro. Salí caminando de aquella casa, cerrando por dentro. Nadie me molestó. Lancé el cuchillo y el arma a un barranco cercano y me regresé a mi casa antes del anochecer. Por la noche todo era tan normal como siempre”.


    Nadie pensaba que una jovencita con rostro de niña inocente iba a volverse a cada asesinato cada vez más brutal. Apenas había cobrado seis de las once víctimas que mataría en serie antes de ser atrapada.
     
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    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

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    Wooow... la niña en serio tenía problemas, ¿cobrarse la vida de alguien desconocido, para que pagara por lo que le hacían sus compañeras? Peor aún, ¡cobrarse vidas! Creo que llegó al punto de la locura sin remedio.

    Ahora solo falta que empiece a ver cosas, que hable sola... pero ya sería muy obvio y común.

    Bueno, no sé qué esperar de este final, es..., como si fuese un archivo criminal abierto después de muchos años, para analizar algún caso similar o lo que sea. Eso es lo que pienso, pero siendo honesta ando bastante confusa con esto, como te dije no sabría predecir un solo acontecimiento. Tal vez que mate a su hermano, pero no sé, no lo creo.

    En fin, espero no haber dejado spam; es que de nuevo me dejaste sin mucho qué decir. Sigue así cisne, siempre me dejas muda *u*

    xD Terminaré solo dándole "me gusta". Ok no.

    ¡Ya sabes dónde está mi perfil!
     
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    Lexa

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    Wow, Lilly en serio da miedo ;-; La manera tan brutal y fría con la que mata a esas personas... Esa chica está para el manicomio(? Me parece curioso el hecho de que siempre deja todo limpio, así como también que siempre se cobra con personas totalmente desconocidas, nadie cercano a su familia... a excepción de su hermana, claro. Lo cual fue algo bastante fuerte, a mi parecer. Ann está completamente perdida si ni siquiera le tembló el pulso para empujar a su hermana. Se ha internado en su propio mundo, donde, para ella, matar no es realmente malo, es normal. Se ha vuelto parte de su rutina.

    Interesante. Veamos como termina esto, gracias por la etiqueta y suerte :3
     
    Última edición: 29 Junio 2014
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