Llovía afuera y llovía adentro. Las pesadas gotas se posaban en el espejo con cierta delicadeza, suave al inició y rompiéndose al final; dejándose caer como lágrimas en el espejo. Con dos pasos las alcanzó y rápidamente intentó secar la tristeza del otro lado; falló de nuevo, el trapo hizo finas hendiduras en el espejo y él se cortó con un pequeño pedazo despegado y colado entre la lana desgastada. Maldijo de vuelta y regresó a revisar las jaulas, cambiar las pequeñas bisagras oxidadas y, negándolo, ver de reojo el cristal manchado de sal y agua. Llovía dentro y llovía afuera. Le gustaba ver el espejo mojado, era una costumbre. Se formaban imágenes curiosas cuando uno dejaba caer las gotas que estallaban en muchas corrientes hídricas al cruzar la parte media del espejo. Las dejó así. Tenía una preocupación más grande; en la mañana, mientras los pequeños rayos de luz le acariciaban la piel, un pequeño pájaro de color celeste se había escapado. Había rotó una bisagra oxidada y se había ido volando por la ventana, aleteando con mucha libertad, ahogándose a ratos por el oxígeno puro. Lo perdió de vista. Era la primera vez en quince años que le pasaba eso. Abrió la ventana para que la lluvia impactará con más fuerza. Esta vez, se estrellaba con tal impulso que una vibración se expandía por todo el lugar. Llovía afuera y llovía dentro. Había terminado de repararlas. Los pájaros cantaban alterados por el ruido; el espejo vibraba cual maquinaria. Se acercó de nuevo con el trapo. Apretó con fuerza contra el cristal. Este último se rompió en dos pedazos, pero se mantuvo pegado en una posición. Pequeñas gotas podrían entrar. Fue por un pequeño trapero sucio y mojado. Las bisagras seguían sonando bien. Perfectamente bien. Se desangraba adentro y llovía afuera. Iban tres en menos de una semana. El primero, por las bisagras, el segundo, por el movimiento brusco de la jaula y el tercero, por descuido; dejó la puerta abierta y sin seguro. No era su culpa, se convencía. La noche lo mecía y habría sido delito no acostarse a descansar. No tenía más pájaros, no hasta la semana venidera. “La lluvia no dejará pasar a los clientes. Los pájaros se han de quedar estancados” pensó y acercó el espejo a la ventana; el sonido estruendoso le hacía compañía. Llovía afuera y se desangraba adentro. Recurriese a pequeños parches. Las gotas lo habían inundado hasta la cintura; estaba inmóvil. Buscó entre las jaulas, ahora colgadas en el techo, su trapo de lana. Volvió a intentar limpiarlo. El agua le cayó en la nariz. Con el tiempo, el agua llegó hasta el techo. Muerto adentro y llovía afuera. Seguro de sus premoniciones nocturnas, renunció a la honorable labor de domar pájaros. Además, había pasado mucho desde que tenía uno en las manos. Mordió la almohada. Tomó un pequeño labial escondido en el cajón de noche, confeccionado en la más fina madera, y lo posó delicadamente sobre el cristal. Hizo un par de líneas que tomaron forma fina. Guardó el labial donde lo encontró. La lluvia había empeorado y ahora amenazaba con quebrar el cristal. “Al menos tengo mucho labial”. Pensó. Ahora solo llovía, como antes. Contenido oculto El canto de un pájaro me recuerda a la palabra de un hombre: bella e hipnótica
Me encanta cómo has relatado la historia. El toque misterioso sobre lo que estaba sucediendo realmente me ha atrapado hasta el final. Confieso que se me escapa el significado completo de la historia, creo que trata sobre el amor y los pájaros son las parejas que ha tenido a lo largo de su vida, pero no esto cien por ciento seguro. Lo releeré porque merece la pena. Te felicito.
Estoy con los mismos sentimientos que mi compañero, Angelivi. Leí el relato dos veces; un el descanso de mi trabajo y después con calma en mi casa y, no llegué a entender muy bien los “simbolismos” (por llamarlos de una forma) o lo que relaciona los pájaros, las bisagras, el espejo, el labial, las jaulas a lo que sería la "realidad". Sin embargo, eso no quita el hecho de que gocé mucho la lectura. Me pareció muy bien lograda que, cuando comienzas te atrapa al instante y lees hasta el final. En la primera lectura pensé que hasta el final se nos daría una pista (o tal vez la haya pero muy escondida que no logré captar) sobre lo que envolvía todo ese escenario. Al final no lo encontré y, me gustaría conocerlo, pero a la vez no porque, a mi parecer, le quitaría todo el encanto, toda la fantasía, la magia que me transmitió. Es un escrito que solo el autor sabe lo que significa, el lector lo interpreta; es lo que me pareció, pues entre párrafo y párrafo pensaba en una cosa y luego se me venía otra idea. Y la verdad, al final, no quise darle tantas vueltas y solo disfruté de la lectura y me queso con ese sentimiento de agrado. Excelente escrito.
