La junta de inversores militares estaba reunida y esperaba escuchar de los avances que su inventor prometía, ese inventor era yo. Fui al grano enseguida, les expliqué mientras proyectaba mi invento en la pared: —Les presento a el "pescado de hierro". El hambre de millones es un gran problema en todo el mundo. En países como Camboya e Indonesia, donde la mitad de la población vive con menos de 2 dolares al día, el pescado de hierro puede suplir las necesidades de hierra y otros minerales, evitando así enfermedades como la anemia.— Mientras decía esto, el video que proyectaba mostraba cómo una familia de 7 miembres en Malasia preparaba una sopa que apenas tenía algunas verduras en medio de mucha agua. Una persona habría un recipiente del cual salía un pequeño pedazo de hierro en forma de pez. —Un solo pescado de hierro puede suplir a una familia de sus necesidades de hierra por 2 semanas, y podemos fabricar millones.— Yo sabía lo que me esperaba. Me iban a reclamar por haber gastado su dinero en algo que no le sirve al ejército para derrotar a sus enemigos. Pero eso no me importaba, la patente ya había sido liberada. Aunque me mataran, en lo que a mí respecta yo ya había salvado miles de vidas, con el dinero que se suponía debía gastar en crear suplementos alimenticios para los militares. Nota: El suplemento alimenticio "pez de hierro" existe en realidad, todo lo demás en este relato es ficción.
