El Caos Helado (SesshxKag)

Re: El Caos Helado (SesshxKag)

Capitulo 12. La Última Verdad.

-Su nombre era Midoriko. La conocí hace 300 años, el mismo día que baje a la Tierra…

Kagome escuchaba serenamente el relato de Sesshômaru, por fin, la historia que tanto tiempo había sabido que él le guardaba, aquella que le causaba pesadillas que lo hacían despertarse sobresaltado, perlado en sudor, renegando a contarle lo que le pasaba.

Allí se encontraban los dos, Sesshômaru sentado en una silla frente a ella, que estaba recostada en la gran cama de la casa, reposando sus heridas ya casi curadas gracias al poder Sagrado de Sesshômaru.

-Ya la había observado anteriormente, a través de los lagos sagrados, que son como espejos que reflejan vuestro mundo. Prácticamente la había estado mirando desde el mismo día de su nacimiento, que fue difícil y, siendo mi deber, ayude con algo de energía a la madre, salvándola a ella y su hija. Lo que no sabía era que Midoriko se convertiría en mi obsesión. Al llegar a al Tierra, tuvimos muchísimo trabajo, los humanos apenas mantenían la esperanza y, si bien en un principio no íbamos a revelar que éramos, no nos quedo otra alternativa.

Parecía que, a medida que relataba, veía en su mente esa parte de su vida. Y la miraba resultante era una mezcla entre angustia, temor y desespero

-La encontré años más tarde, ella era Sacerdotisa, como tu y se ocupaba de proteger la ciudad del Este… En seguida se fijo en mí y yo me confesé a ella, tal vez demasiado rápido, antes de conocerla. Fuera como fuese, ella declaro también amarme y así nos convertimos en… pareja. Varios ángeles entonces fueron corrompidos por la maldad de algunos humanos, pero yo no caí en aquella trampa, cosa que los irrito. Si bien no podían contaminarme por las buenas, lo harían por las malas y Naraku junto a Onigumo raptaron a Midoriko y la Llevaron a…

-…La Torre del Nigromante. La misma celda que la mía, ¿verdad?

Él asintió y su mirada triste mudo por una furiosa, tal odio destilaban sus pupilas que Kagome tan solo esperaba que se tornaran carmesíes de un momento a otro.

-Partí rápidamente en su rescate, olvidándome del mundo y todos sus problemas, preocupado únicamente por ella. Aquel fue el primer sentimiento egoísta que tuve, ¿sabes? Y el que tiño el primer mechón de negro. Pero al llegar a la Torre… Pese a toda mi furia y todo mi rencor, no mate a nadie, tan solo me escabullí sin ser detectado hasta llegar a la celda en la que ella se encontraba y…La encontré en aquella celda. No es que hubiera sido torturada precisamente, si no más bien que estaba con el carcelero de una forma… Un tanto intima. Justo entonces me di cuanta de que Midoriko tan solo aspiraba al poder, mientras que el resto le era indiferente. No me amaba y no lo haría nunca. Me volví loco de la rabia y el dolor, incapaz de coordinar dos pensamientos sensatos y… Los mate. A los dos.

- Y te convertiste en Arcángel Caído, despreciando a la humanidad por la traición de una mujer. Sesshômaru… No me extraña que Dios te perdonara, pues nunca cometiste una sola falta. Te hundiste en la Oscuridad por amor, que es más de lo que nadie puede decir.

-Kagome… Tú te pareces a Midoriko, tu rostro, tus facciones, son casi idénticas a las de ella, pero…

Ella se había puesto tensa y lo miraba con los ojos profundamente heridos, como si aclarar de cometer una falta irreparable.

-¿Tratas de decirme que solo estas conmigo por que la ves en mi?

-¡No!- se le acerco y la abrazo con fuerza contra el, mientras Kagome hacía inútiles intentos por liberarse- Precisamente por que no te pareces en nada a ella es por lo que te amo. Midoriko se rindió ante cualquier cosa por no resultar malherida, me traiciono sin tener en cuenta que yo iría a por ella. Tu en cambio, esperarte por mi… Y has sufrido lo indecible. ¡Pero yo ya te amaba antes de eso, Kagome! Todas esas noches, el deseo inextinguible por ti… ¡Créeme!

Dejo de luchar contra él y respondió al fuerte abrazo, con una sonrisa en sus labios.

-Te creo, por que te amo.

Ya no había ningún peligro para ellos, ningún obstáculo para su amor, puesto que Onigumo había obtenido un mal fin a manos de un furibundo Inuyasha.

Y ahora empezaba su tiempo, el tiempo de los humanos, momentos de libertad para esa raza que llevaba años luchando contra las tinieblas y cuyos ángeles al fin habían extinguido el temor de sus mentes y el frío de sus corazones.

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Dos días pasaron, con suma tranquilidad, cuando Inuyasha y Kikyô se decidieron a dar una importante noticia, para la cual, reunieron a todos los ángeles y allegados más cercanos en su casa.

Allí, entre cuchicheos y rumores, un colorado Inuyasha se levanto frente a todos, con Kikyô un tanto cohibida a su lado.

-Agradezco vuestra presencia hoy aquí, tras tantas luchas y tanto sufrimiento, que para nuestra fortuna…

-Inuyasha- Reclamo un escéptico Sesshômaru, interesado en que acabase con aquella estupidez rápido para saber que diablos le pasaba- Déjate de rodeos.

-Esta bien, Señor Bloque de Hielo, yo y Kikyô estamos esperando nuestro primer hijo… o hija.

La noticia fue recibida con regocijo y más de una sorpresa agradable. Por casi todos menos por Kagome, a cuya mente acudió la peor de las ideas al detectar una mirada de Sesshômaru que, para variar, estaba cargada de deseo, pero también de una nueva ambición que prefería no descubrir, aunque intuía de qué se trataba. Se acerco a su hermana para desearle lo mejor.

-Gracias, Kagome-chan, aunque no se que va a pasar, tengo la sensación de que un niño va a ser demasiado para Inuyasha.

-Si, lo va a ser.-Soltó Sesshômaru sin ningún reparo, acercándose a ellas con descaro- Pero a ese idiota le encantan los niños, así que no te preocupes tanto.- le lanzo una mirada maliciosa a Kagome, que se preparo para lo peor, confirmando sus sospechas cuando él la tomo del brazo- ¿Nos disculpas? Creo que voy a encargar yo también un bebe con tu hermana.

-Sesshômaru- este volteo para ver que era lo que quería Kikyô antes de llevarse a Kagome- Hasta ahora no te he dicho nada, pero ten esto muy presente: Eres un pervertido pederasta lujurioso.

-¿Qué que?- Parecía increíblemente asombrado de tales acusaciones- ¿Pervertido? ¿Pederasta? ¿Lujurioso? ¿A quien he incitado a hacer perversiones siendo menor llevado por las ganas desmedidas de tener sexo?

-¬¬

-Si giras a tu derecha, veras a mi querida hermana Kagome con cara de sarcasmo, puesto que la respuesta a tu pregunta es: Ella. Pederasta por que os lleváis mas de 300 años, pervertido puesto que de seguro has hecho más cosas de las que estas dispuesto a admitir, corrompiendo a mi hermana y lujurioso ya que las haces a todas horas y en cualquier lugar.

-Me ofendes. Yo jamás actuaría así.

-¿Y se puede saber a donde ibas con ella hace 30 segundos?

-…- con cara inocente- ¿A tomar el aire?

-Serás….

-Vale, muy bien, se acabo todo este rollo entre hermana y cuñado, tu- dijo señalando a Sesshômaru- te vienes conmigo, y tú- marcando a Kikyô- será mejor que vayas a rescatar a Inuyasha, por que si te fijas, lo están acosando a preguntas sobre como se hacen los niños el resto de ángeles y por la cara de colorado que pone, pronto va a explotar.

Dicho lo cual solvento al arcángel y lo metió en una de las habitaciones superiores de la casa, bien dispuesta a dejarle claras las cosas, que por cierto, cambiaron de parecer cuando el la acorralo contra una de las paredes, lamiendo su cuello con sensualidad y deslizando su kimono hasta hacerlo caer al suelo.

-Kikyô tiene razón- jadeo- Eres un pervertido pederasta lujurioso.

-Si, tú hermana tiene un buen punto, me pregunto como se habrá dado cuenta… Pero bueno, vamos a hacer niños, te aseguro que yo no necesito que Inuyasha me explique como.

-Yo no se si es demasiado pronto para eso…- casi susurro puesto que el ya la había desnudado completamente, acariciando todo su ser con pasión, mientras apretaba sus ropas contra su cuerpo- Sesshômaru…

-Coincido contigo, es incluso demasiado tarde- comenzó a desvestirse con lentitud, sonriendo por la miraba impúdica que Kagome le lanzaba, analizando su cuerpo. Al final iba a ser cierto que la había corrompido y todo- Quiero hijos, Kagome, tuyos y míos.

-Haa… Pervertido, tu lo que quieres es hacerlos- sintió como sus cuerpo se acoplaban a la perfección, volviéndose uno, como siempre debía haber sido- Aaaahhh….

-Si, esa es otra de las ventajas a analizar, pero mejor las dejamos para después, ahora me apetece hacer algo más interesante.

Comenzó un fuerte movimiento de caderas, tomándola como suya, reclamando aquel cuerpo para él mientras danzaban en aquel baile tan antiguo como el tiempo.

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Los años pasaron con una rapidez asombrosa, llenos de una vida sencilla y feliz, cargados de entusiasmo y nuevas llegadas.

Aproximadamente dos años más tarde del final de la Guerra entre demonios y Humanos, el hielo que cubría gran parte del mundo comenzó a fundirse, permitiendo que los rayos del Sol calentaran la superficie, retomando las cuatro estaciones que hubo antaño y maravillando a toda la raza humana, nacida sin conocer aquellas características de su Tierra.

Por su parte, la Ciudad del Norte alcanzo un esplendor inigualable, mientras algunos flujos de personas comenzaron a trasladarse a otros lugares para habitarlos, pero marcando aquella ciudad como la Capitula mundial, en la cual se impartía justicia y se reinaba sobre el resto de poblaciones.

La forma de “gobierno” era sencilla: todo se ajustaba a las decisiones que tomaban los ángeles, guiados por la inspiración divina. Y bajo este mandato, las cosas funcionaban bien.

Inuyasha y Kikyô tuvieron a su primer hijo, Inuki, cuando el mundo aun persistía en permanecer congelado, mientras que su segundo retoño, Kamiko, llegaría siendo tres años menor que su hermano, encontrándose un mundo nuevo y calido en el cual habitar.

Los hijos nacidos de uniones entre ángeles y humanos resultaron bien curiosos y adorables. Tenían rasgos divinos, siendo todos muy bellos, pero algunos nacían con alitas blancas a la espalda y otros presentaban marcas celestiales en sus rostros.

Para desgracia de Kagome y Sesshômaru, a causa de la tortura a la cual fue sometida, quedo prácticamente estéril, lo cual les complico mucho las cosas. Aunque podía quedarse embarazada, acababa abortando de forma natural sin que ni tan siquiera la energía del arcángel pudiera mantener un bebe en su vientre.

Largos periodos de tristeza los atacaron a ambos. Kagome sufría sin poder darle un niño que sabía él deseaba cada día más y más, mientras que Sesshômaru trataba de contender las ansias por hacerla suya, no quería que abortase de nuevo, no deseaba que sufriera por su culpa.

Al final, su amor resulto más fuerte que cualquiera de sus dolores y ambos acordaron seguir intentándolo, sin rendirse ni cambiar por ello. En el fondo, los dos sufrían, pero la vida era amble y, al menos, mientras se amaban el uno al otro, mientras Kagome reposaba en los brazos de su amante, todas las penas se desvanecían y sentía que tenía junto a ella todo lo que necesitaba.

Cinco años más tarde del final de la guerra y tres tras el deshielo, nacieron los únicos bebes que el vientre de Kagome mantuvo durante nueve meses, increíblemente, fueron mellizos y trajeron la alegría a la vida de sus padres.

Kagome perdió toda capacidad de quedarse embarazada tras el difícil parto, pero a Sesshômaru no le importo y la protegió con sus brazos el tiempo que hizo falta hasta que ella comprendió que ya tenía a sus hijos y no necesitaba más.

La vida entonces si fue completamente feliz para ellos, observando crecer a su hija Seisshime y su hijo Sota, perdiéndose en sus primeras palabras o presenciando los primeros e inseguros pasitos que dieron sobre ese mundo.

Por otra parte, Kagome comprobó sin saber si alegrarse o echarse a llorar, que Sesshômaru jamás perdía el deseo por ella, que en algunos momentos se contenía por ella y en otros dejaba salir sin inhibiciones, estuvieran donde estuvieran y mirara quien mirara.

Por lo menos, pensaba resignada, se aguantaba ante sus hijos. Que pena que al cumplir tres años ellos ya estuvieran todo el día jugando en la calle y dando libertad de acciones a su padre.

Tal vez por eso Sesshômaru siempre portaba una sonrisa maliciosa en sus labios, de la misma manera que Kagome siempre permitía que él la tomara, puesto y que ninguno de los dos se cansaba nunca de demostrar que pertenecía al otro.

A pesar de que sus frentes coronadas por dos lunas menguantes ya lo indicaban.

FIN​

Y esta vez el de verdad.​