Otro El beso.

Tema en 'Relatos' iniciado por RedAndYellow, 13 Noviembre 2019.

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    RedAndYellow

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    Escritor
    Título:
    El beso.
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    467
    Y que perdía sus noches escribiendo postales románticas que nunca dedicaría. Que si tenía cajón lleno, 4 papeles, 7 hojas y 3 estantes. Y que tenía que bajar al pueblo a comprar papel de caña y tabaco para la inspiración. Y que fumaba viendo el reflejo del sol en el metal de la base de su cama, y fumaba con la luna también, y con los pájaros y los árboles, y con la madera y las nubes. Y que creía que fumaba tanto para sacarse tanto humo del alma y derramarlo en la caña para amores que ya no conocía. Escribía de sus ojos, cuencas de selva húmeda que exploraba. Y hablaba de sus labios, de su lengua, de sus dientes y sus besos tan efímeros, tan no-vividos pero tan experimentados. Y que no lo había besado como se besaba en la capital, pero tampoco le habían acariciado el alma con la boca, pero lo escribía tan cierto que vivía de todo al hacerlo.

    Ya lo conocían en el pueblo, pobre loco. Que el papel de caña se vendía solo por él, y suerte que en el Valle se les había ocurrido llenar de caña su campo. Y que ahora uno iba a Cali a saludar a los hijos con futuro y olía a caña en el aire, y entonces la ciudad era menos agria y todo sabía dulce, rico, suave y hasta la salsa se bailaba más bueno. Y es que de ahí era su mujer, Helena, venida de la capital, que le había robado el aliento y enseñado a fumar para escribir más bueno ¡Y cómo les gustaban esos versos! Que se recitaban en las plazas a medio día y en la noche gemían poemas que se morían en la piel y en el eco, y en el viento. Pero que no se besaban, y uno no sabía por qué, pero que no les importaba y hasta hablaban de besos que nunca llegaron. Y uno que se confundía más y más, y todos así, perdidos en ese cuento. Y así seguimos hasta que ella se fue a la capital y él empezaba a trepar balcones para besar gatas negras.

    De ella ya no se sabía, y uno no más pensaba que con esa carita le habría tocado ser puta y, con los poemas, aprobar la universidad. Que sabíamos que ella no volvería, y ya tocaba no saludarla en medio de su recital improvisado. Y él que ya no sabía nada y que no contestaba el saludo. Pobre loco. Pobre loco que enamorado escribía de ella.

    ¿Y quién le diría a ella que él escribía tanto poema sin métrica ni rima? ¿Y tanta prosa mala sin color? ¿Quién le diría a ella que él escribía tanta mierda por un beso de ella?

    -El beso.​
     

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