Se cuenta que en un pueblo perdido de la mano de Dios, había un casino en el cual la gente, cargada de ilusiones y esperanzas, iba a apostar su dinero. La atracción principal de este casino era la ruleta, pues se decía que el ruletero era capaz de colocar la bola en el número que él deseara, todo empezó con unas cuantas coincidencias y el ruletero ebrio de fanfarronería no hizo nada por desmentir la leyenda de sus supuestas hazañas, las cuales les eran imposible realizar. Una noche el ruletero se vestía de manera muy elegante para su elegante trabajo, cuando un irrespetuoso teléfono lo saca no muy elegantemente de su elegante tarea, el se acerca al teléfono y contesta, donde una voz misteriosa le dice que hoy a la medianoche tenía que colocar la bola de su ruleta en el trece negro si quería ver a su hija nuevamente. Nuestro ruletero asustado termina de vestirse y va al casino a empezar con los primeros juegos de ruleta y toda la noche intentó clavar la bola donde él deseaba. Mil y una veces lo intento y mil y una veces falló; era imposible burlar a la suerte, él no tenía tales poderes y lo sabía. Con cada corrida de la ruleta, la hora indicada se acercaba más y más. Un ruido de campanazo exaltó a los presentes, era la medianoche que se anunciaba. El ruletero estaba nervioso, llegaba el momento en el que tenía que realizar la hazaña de su vida pero todos los apostadores se veían normales, todos excepto uno: un hombre alto de barba y fino sombrero, el ruletero se le acercó y le dijo al oído suavemente “creo que la bola va a caer en el 13 negro” dicho esto el ruletero volvió a su trono del azar y anunció el tiro. El hombre de barba apostó una gran suma al 13 negro y una señorita de gafas oscuras, vestido rojo y un chal negro le iguala la apuesta en el trece negro. El ruletero tiró la bola y como en camara lenta se posicionó en un número “Veintidós rojo”, anunció el rastrillero y repartió los premios, algunos estaban felices con este numero y otros triste. El hombre de barba miró con indignación al ruletero pero él tan sólo anunció el siguiente tiro. La señorita de rojo se retiró. Nunca había estado tan nervioso en su vida ya había fallado una vez y los ojos del hombre de barba estaban clavados sobre sus manos, tiró la bola en la ruleta giro y giro hasta caer en un numero “Trece negro”, anuncia el rastrillero y el ruletero por dentro explota de alegría, el hombre de barba se retira triunfal con una gran suma de dinero, pero no tan triunfal como nuestro ruletero, él se había convertido en un maestro, el azar y la suerte se reverenciaban ante él y estaban a su total disposición. Así terminó la noche: ebrio de soberbia. Cuando el ruletero llegó a la casa corrió a la habitación de su hija para contarle como con su poder había salvado su vida pero cuando entró, sólo vio una cama vacía. Inmediatamente después sonó el teléfono y él corrió a contestar. Era una voz de mujer que le decía que había fallado, pues la suerte es la más traicionera de todas y nadie es capaz de dominarla.
Apa, me ha gustado bastante. Siento que a propósito has tirado cierta ironía en tu narración pero me agrada. El final fue exquisito, dejarse llevar por la sospecha de quien él pensaba era el culpable, ignorando su alrededor, bastante bueno. Hasta aquí alimento a tu ego, Iósef. Me parece que se te escapó una tilda en un pronombre, nada para entrar en pánico. Saludos.