El amor que soñé

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Moliry, 20 Agosto 2010.

?

Que pienso de la historia ?

  1. Me encanta, quiero seguir leyendolo

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  2. Me interesa, pero espero mas

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    Moliry

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    El amor que soñé
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    El amor que soñé

    Reseña:

    Es una historia que abarcara varios temas: Amor, pasion, traicion, intrigas, mafias, odios, rencores, venganzas.

    Todo eso tendra que vivir nuestra querida pareja protaginica.

    Es una historia contemporanea... Y perdon que no les diga mas, pero perderia sentido la historia, pero si les gusta la lucha costante de tener el amor verdadero, creanme, esta historia les encantara tanto como yo.

    Espero como siempre de su apoyo, los quiero.

    ¡ El dinero... no lo es todo!

    Kiss
     
  2.  
    Moliry

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    El amor que soñé


    Prologo





    Nadie esperaba más. Era en su totalidad, absolutamente majestuosidad, era eso justamente lo que todos esperaban de la fiesta. Ya la línea que la sociedad había visiblemente, pero con fuerza, sujetado de un extremo radical del rotundo éxito a un, muy cercano, patético fracaso, fue sin problemas rebasado ese grueso limite. Con los marques de Monterreal el asombro con el paso de los años fue perdiendo fuerza. Esa actitud crítica de los invitados era sin duda culpa de los anfitriones. Porque todas, en todo su esplendor, eran sus fiestas las mas soberbias por donde se le quisiera ver.

    Era otra celebración: Del treinta y cinco aniversario de los Monterreal. Una gran celebración que por desgracia de los invitados, la familia Rivera, solo lo festejaba cada cinco años de matrimonio.

    La muy estimada familia Rivera Martínez, eran tan queridos en su mayoría de la sociedad Madrileña, como eran tan reconocidos por su educación digna de las familias más antiguas de la realeza Española. Por eso, teniendo tan cercanas a amistades tan adineradas, era costumbre estar de invitado en la mansión Monterreal sin poder evitar ver a las familias más finas y prestigiosas de varios lugares de Europa.

    Todo era un éxito. Era tan maravillosa la fiesta, superando la cima de la imaginación crítica, que era hasta inaudito para la persona más infeliz no pasarla bien. Por lo mismo, esa fiesta era generosamente una gran dosis de ánimos y buen humor. Entonces la anfitriona, la señora Carlota, agradeciendo esa buena energía a su alma, con una refinada sonrisa, estaba esperando que todos se sintieran tan bien como ella. Al parecer así era, puesto que la marquesa sola y unas veces con su marido, se acercaba a sus invitados para asegurarse de que todo estuviera marchando como por tantos meses, casi un año, que todo saliera como lo esperaba Carlota como los invitados: En la exquisita perfección.

    Para un público que era un constante espectador en la vida de la gente importante, rica, del mundo, imaginaría que la marquesa Carlota era de las mujeres más felices por el nivel de vida de sueños que tenia. Pero era solo de pensar un poco para darse cuenta de la triste y dolorosa verdad: Que la vida de los marqueses de Monterreal no era para nada un cuento de hadas. Bueno, a lo mejor sí. Si es que en ese cuento todavía no llegaba en su fin y en esos momentos se estuviera solo escribiendo la parte de desgracias y drama de la pareja noble. Porque en ese caso, Carlota pudiera tener la esperanza de que en un tiempo de considerar y antes que se hiciera más vieja, llegara el “y vieron felices por siempre…”.

    Esa idea tan infantil y tonta, era lo único que se permitía pensar la marquesa para los límites que estaba tomando su matrimonio. Porque tenía la esperanza que en algún instante de su infeliz vida, iba a tener su recompensa de una constante insufrible relación que por desgracia ese día cumplía treinta y cinco años de maldita duración. Carlota era de las personas que creía, ahora sabia que ingenuamente, que un mal no duraba tanto. Que estúpida y joven fue cuando supuso en su soñadora mente. Pero ella misma estaba segura que siempre existía algo bueno, una luz, en la tormenta para poder sobrevivir entre tanta desgracia y desdicha. Ella tenía una razón que lo llenaba tres maravillosas existencias: Sus hijos.

    Carlota sin limitarla su baja estatura, sobre sus zapatos de tacones de pocos centímetros, se pone de puntillas para ver a esos tres seres que eran su razón de seguir con esa desgraciada existencia. No se atrevía a llamarla de otra manera, porque vida claro que no lo era.
    ¾ ¿Busca a alguien, doña Carlota? – Tratando de seguir la vista de la marquesa, la joven mujer con también su baja estatura lucha con ayuda de su mirada azul celeste, saber de que se estaba perdiendo – ¿Gusta que la ayude a buscar a alguien?

    Carlota dejó ese inútil intento de localizar a su primer y único hijo varón, para poder ver a Marina.
    ¾ Muchas gracias, ¿tienes idea de donde está Ponce?
    ¾ Se quedó hablando con Rodrigo y…
    ¾ No sé qué haces aquí conmigo, querida, aparte de aburrirte – La observó como si lo hiciera por primera vez, como si no llevaran casi media hora tratando de manera fatal tener una agradable conversación – Deberías estar con tu novio, no con esta vieja.
    Incomoda por esa mirada tan penetrante de esos hermosos helados ojos violeta, Marina le sonríe con amabilidad a la mujer que llevaba siendo dos años formalmente su suegra.
    ¾ No diga eso. No es en absoluto aburrida y mucho menos vieja – Mintió Marina en lo primero, pues la verdad era que esos treinta minutos con la marquesa, fueron suficientes para casi lamentarse por haber asistido a esa majestuosa fiesta. Que como todas las de los Rivera, iba a ser motivo de estar en la televisión y periódicos en las primeras planas en toda la sección de sociedades y financieras. Porque como siempre, fiestas de esa categoría era un gran y prácticamente único motivo para afirmar su asistencia en tal celebración, abrir o finiquitar de manera informal, fuera de oficinas, un nuevo proyecto, contrato.

    Marina no se tomaba a mal la falta de intereses de su suegra de ser agradable con ella, con una grata plática, pues así era la marquesa de Monterreal con todos. Sus hijos como su esposo eran testigos físicos del carácter tan frio y seco de Carlota. Y sobre lo otro dicho por su suegra, a Marina le daba risa, puesto no conocía a una mujer que a sus sesenta y dos años, luciera tan atractiva como Carlota. Con su estatura de un metro y sesenta y tres centímetros, pelo muy bien timado de negro (respetando su color de nacimiento), sus envidiados ojos violeta y un rostro delicado y fino, hacia que una joven como Marina Herrera como todo el país, siguiera admirando tanta belleza y elegancia en una mujer que ha vivido. Entendiendo Marina que ya no era objeto de distracción de la marquesa de Monterreal, con una sonrisa un poco más franca, porque ella también lo pedía, le dijo:
    ¾ ¿Gusta que le diga a su hijo que desea hablar con él?
    ¾ Si eres tan amable – Le agradece con educación pero sin dejar su tono helado en las palabras.
    ¾ Con su permiso, doña Carlota.
    La marquesa no tuvo que moverse para tener a una de las personas que deseaba tener a su lado.
    ¾ Madre, buenas noches – Se acercó a ella una joven, con unas cuantas cosas en su persona que hacia estropear aquella hermosura – Lo lamento mucho – Dijo sinceramente, muy apesadumbrada – Pero no podía dejar a la mitad el rostro que estaba tallando en mármol y apenas terminé.
    ¾ A estas alturas con que hayas venido me conformo – La abrazó y le dio un beso en cada mejilla – Pero si de todos modos llegaste tarde, porque no te arreglaste un poco más.
    No pudo evitar Raquel ver su persona. Tenía razón su madre, no estaba ni cerca de lo apenas aceptable de presencia para estar en una fiesta de esa clase. Se quitó los lentes, que no tenían nada de aumento y con eso esperó tener un poco a favor la crítica de su madre.
    ¾ ¿Mejor?
    ¾ Por lo menos trajiste vestido – Comentó escudriñando seriamente a su hija del medio – Con pintura – censuró algo molesta al ver como el vestido negro largo, de seda, de Raquel estaba con diminutas manchas blancas por todo el sencillo vestido – ¿No estabas esculpiendo?
    ¾ Ah, esas mancha – Hizo una mueca nada damisela al verlas por primera vez esas traicioneras compañeras de trabajo – Es de mi última pintura.
    ¾ Pero…
    ¾ Perdón, pero es mi único vestido que traje a Madrid.
    ¾ Ya ni hables – Cerró Carlota los ojos, impaciente – Parece que estoy oyendo a una pordiosera.
    ¾ A esos extremos llega el buen arte – Dice con una gran sonrisa quitándose toda pena en el momento que vio a la persona que sabía que era suficiente para cambiar de humor de su madre.
    Carlota se percató de esa sonrisa como triunfal de su hija y volteó para ver eso que provocaba de repente tanta felicidad en su hermosa, pero descuidada acompañante. Se tuvo que reprimir una feliz sonrisa, como siempre lo hacía cuando veía a su tercer hija, que era la más pequeña. Se sentía muy orgullosa de su hija menor. Como soñaba con el día que lo pudiera expresar abiertamente, que no tuviera miedo de demostrar amor a su hija. Con sus tres hijos era algo distante, fría, pero con ella, con Alejandra, era mucho más. Tanto era así que muchas veces la joven de veintidós años llegaba a creer que no era producto de sus entrañas. Que era el testigo de una buena aventura que su padre pudo tener en su juventud. Pero esa probabilidad era imposible porque Alejandra era una mujer que lucía esos bellos ojos violetas de su madre. Y sobre todo estaba lo que hacía a la hija más pequeña de los Rivera, estar segura que Carlota era su madre, y era que su padre, nunca, en la peor circunstancia, que era desde años su matrimonio, le seria infiel a su esposa. Sus hijos conocían muy bien a su progenitor y sabían que un hombre tan recto e intachable como Alfonso Rivera, aunque tuviera todos los motivos de buscar felicidad afuera de su vida conyugal, por respeto y amor a sus hijos y sus valores, no lo hacía.

    Alejandra que aun siendo la más pequeña de los marques Monterreal, estaba casada, desde hace dos años con el atractivo conde de los Vélez, Felipe Fonseca. El conde con sus llamativos ojos azul pálido y sus cabellos bien recogidos hacia atrás color castaño, era de los hombres más guapos de España. A su esposa como todas las mujeres le fascinaba esa guapura, porte de un hombre elegante y fino. Pero lamentablemente para Alejandra no podía ser de todo hipnotizada por aquellos encantos, al ser ella una mujer destinada a estar casada con un hombre que ella no escogió, sino su padre.

    Pero no se amargaba por esa decisión de su padre sin consultarla, por tratarla como si fueran todavía personas de siglos pasados que los padres ofrecían a sus hijas para sacar provecho, pues todo lo que Alfonso eligiera para ella, Alejandra feliz lo aceptaba. La joven condesa adoraba y admiraba a su padre y nunca haría algo que pudiera decepcionarlo.

    Terminaron de retirarse unas viejas amistades de la pareja Fonseca de ellos, y Alejandra no pudo evitar una vez más expresar su fastidio por seguir en la fiesta desde casi cinco horas.
    ¾ Espero que por una puñetera vez, tengas la caballerosidad de hacer lo que te digo – Siseo furiosa Alejandra a su marido, sin dejar pasar una bella sonrisa a los invitados que pudieran estar de entrometidos viéndolos.
    ¾ Pero cálmate, mi vida – Su cálida sonrisa se hizo presente para tranquilizar a su esposa – Solo nos despedimos de la familia y nos vamos.
    ¾ Yo solo quería despedirme de mi padre – Le dijo por decima vez – No entiendo porque no nos vamos ya.
    ¾ Porque así como tú querías despedirte solo de tu padre, y por estar a tu lado, yo también fui obligado hacerlo, yo quiero despedirme de tus hermanos y Carlota.
    ¾ No veo el caso de hacerlo, ¿por educación? – Cuestiona con ironía – Yo creo que ya lo demostramos al venir aquí – No podía ocultar de lo harta que se sentía por tener que por ser civilizada en esos tan pesados meses de su existencia, pero sobre todo fingir cordialidad con su madre.
    ¾ Espero, mi pequeña, que tanta amargura que traes sea por culpa del embarazo.

    De por si no estaba Alejandra de humor, como para oír esa estupidez. Lo era y mucho.

    Todas las personas cercanas estaban enteradas que la muy joven condesa de los Vélez, no estaba nada contenta con su segundo embarazo, tanto maldecía su mala suerte de salir de nuevo embarazada, que como el primer embarazo, no se cuidaba nada. Seguía su vida como si nada pequeño, indefenso, estuviera desarrollándose en su interior.

    Esa actitud de no ver lo maravilloso de ser madre y verlo algo peor que una desagradable desgracia, este Felipe en cierto punto lo “quería” entender, pues apenas con dos años de matrimonios, en solo semanas iba a nacer su otro hijo. Le dolía tanto en su orgullo como en su corazón, que Alejandra no fuera tan inmensamente feliz por ser de nuevo padres. Felipe lo era y mucho, él buscaba que así fuera en toda oportunidad y le agradaba saber que su pequeño complot que tenía en contra de su mujer lo estaba logrando muy bien. Felipe Fonseca a sus treinta y seis años, aunque tenía una apariencia de hombre embarnecido, pero con todos los aires y síntomas de juventud, como para desear hijos tan seguidos y con urgencia, no quería perder el tiempo y no dejar descendencia para su gran fortuna que se estaba por producir a grandes cantidades.

    Alejandra quería mucho a Felipe, era difícil no sentir algo profundo y especial por ese hombre tan inteligente y cariñoso. Cuando su padre le dijo sin preámbulos que se tenía que casar con el conde de los Vélez, no le desagradó la idea. Pues por ser una joven que vivía estudiando y pretendiendo llegar a la perfección con los años en su carrera de Abogacía, su primer año de carrera fue la más grandiosa de sus grandes expectativas y sueños que ella tenía en la vida para su mundo profesional y ambición. Era la alumna destacada que ella quería ser, porque sabía que su padre estaría orgulloso de ella. Y así fue. Sus grandes esfuerzos dieron los mejores frutos. Alfonso alagaba y premiaba con costosos detalles, los triunfos de su hija. Pero para tan gran comienzo en su carrera, se le atravesó a Alejandra un inconveniente, que ella teniendo una mente practica que heredó de su padre, no fue un caos para su vida. Pero para ser sincera lo vio como lo que era, una pequeña cuestión de tener que darle un agradable y muy positivo enfoque: Se tenía que casar con un hombre que apenas conocía. No le importó a la más pequeña de los Rivera. Eso no iba a impedir que siguiera teniendo grandes progresos profesionales, porque la joven iba a seguir aunque estuviera casada, orgulleciendo a su padre. Pero la joven no contaba con un inmenso problema y era: Era salir embarazada “tan pronto”. Alejandra con tantas ocupaciones en la empresa de laboratorios de su padre, en sus múltiples clases extra curriculares, tenía en mente algo por lo menos cerca de la palabra “niños”. ¿Cómo los iba hacer al ser tan joven y sobre todo, siendo una mujer de grandes proyectos, emprendedora como un don? Pero Alejandra no sabía que en casa tenía un gran enemigo, que no se iba a amedrentar por los grandes anhelos de ella. Felipe Fonseca desde que la conoció era lo único que podía exigir de su mujer. Era una exigencia por parte del conde, pero nunca la hizo saber a su mujer. Por obvias razones, conocía muy bien la mentalidad de su esposa concerniente a tener una familia.

    ¡No la tenía!

    Eso era lo más frustrante tanto a Felipe. Alejandra no tenía ni por accidente un pensamiento maternal con la raza humana. La condesa de los Vélez ya consideraba la unión matrimonial con Fonseca como la realización de un contrato legal que según ella, ya entraba especificando claramente la palabra “familia” al firmar y decir: Si, acepto. Por lo tanto, si ya eran una agradable familia, porque Alejandra iba a querer perder el tiempo en ver la siguiente forma de construir una feliz y amada familia, en la que sin duda tenía que aparecer criaturillas lloriqueando, que solo su fin era exigir el tiempo de sus padres. Padres que en lugar de usar un tiempo tan valioso en esas criaturillas, podrían hacer crecer la economía familiar. Y muchas veces también crecer y asegurar el bienestar de demás familias. Eso si le justaba a la condesa, ayudar. Hacer con sus tantas ideas que muchas personas salgan beneficiadas y así mejorar su vida y la de sus hijos. Y de esa manera, poco a poco, estar formando una estable sociedad, que en el país, como en el mundo a gritos pedían oportunidades.

    Por eso le fastidiaba muchísimo a Alejandra esa segunda situación, porque ella teniendo todos los cuidados posibles de salir embarazada y mas cuidados extremos para que no volviera haber otro accidente, sin saber que había fallado ahí en su vientre tenia la prueba que los métodos anticonceptivos eran una pérdida de dinero y de sueños, ¿Cómo podían todos ser tan ineficientes?

    Fulminando a su marido con la mirada, lo dejó y siguió su camino, aunque tuvo para llegar a la entrada del jardín que encontrarse con alguien desagradable para ella: Su madre. Pero ignorándola como solo ella era experta, sonríe fríamente a Carlota y ve a su hermana, eso le arrancó una cariñosa sonrisa, sincera.
    ¾ Raquel, que felicidad me da verte – La abraza. Tuvo un poco que ponerse de puntillas su hermana mayor para estrecharla con la misma alegría de verse por fin. Eso era lo de siempre cuando las hermanas Rivera se veían, ya que Raquel acostumbraba usar zapato sin tacón, “cómodos”, como ella les llamaba al poco femenino calzado que siempre presumía en su trabajo y escandalosamente también en reuniones sociales. Pero con suerte, Raquel para no causarle un infarto a su madre, tenía la misericordia de siempre llevar vestidos largos, que protegían a todo tipo de ojos ver semejante ofensa a la moda. Alejandra que era toda moda, no se cansaba de criticar esos zapatos de “abuelita” que su hermana se atrevía a usar. Esa forma tan distinta de verter de las jóvenes hacia que fuera visible la ventajosa estatura que la condesa tenia sobre su hermana. Ambas jóvenes tenían una muy generosa estatura (Similar. La joven casada era levemente más alta de las dos) al metro setenta y tres. Pero Raquel al negarse (tercamente para Alejandra) de cambiar su vestuario, provocaba que la menor de los Rivera, con zapatillas de fino tacón muy alto, era gracioso la diferencia de estaturas había entre ellas – Pensé que ya no ibas a venir.
    ¾ Eso mismo pensé de ti – Acepta muy contenta el gesto cariñoso de su hermana y le besa ambas mejillas antes de soltarla y verla – Estas igual. Te vez muy guapa – Ve con admiración el bello vestido plateado de seda corto, dejando maravillarse de sus esbeltas y bellas piernas, con un escote en ve haciendo un ligero escote permitiendo lucir un collar oro con incrustaciones exquisita de diamantes de todos tamaños, logrando dar más brillo a esos enigmáticos ojos violeta – Pensaba verte un poco diferente después de cuatro meses – Se quitó sus lentes de grueso armazón negro. Raquel siempre los usaba para verse lo que era, una intelectual de pies a cabeza, que amaba el arte. Y se veía como pretendía: Una mujer guapa que vive, respira, con lo artístico.
    ¾ Mi alimento es el de siempre – Explicó sin querer tomar importancia al tema de su embarazó. Como era su costumbre.
    ¾ ¿No tienes antojos?
    ¾ Estoy tan ocupada como para atender tonterías de ese tipo.
    ¾ Sé que no te gusta que te contradigan – Dijo su hermana sin realmente importarle contradecirla. Solo eran un año de diferencia, pero eso bastaba para que Raquel en lo referente a su papel como hermana mayor, si lo tomaba en serio, algunas veces. Cuando se daba la oportunidad, pues con el genio que su hermana menor se cargaba en la sangre, si le causaba jaqueca solo pensar tener una conversación de diferentes puntos de vista con Alejandra. Porque sin comprender aun la razón, su hermana siempre le ganaba. Empezaba a creer Raquel que no había otra razón de que era imposible hacer cambiar de opinión a Alejandra, aunque sea palpable estar en su error. Entonces ella siendo tan pacifica, daba terminada la discusión en un: “Tienes toda la razón” – Pero estar en la espera de un bebé, no es una tontería, tienes que cuidarte, estarte checando con el doctor. Y estoy segura que no has ido.
    ¾ Como siempre, mi querida Raquel, tienes razón – Felipe con una cálida sonrisa intervino en la plática y saluda a su cuñada de ma misma manera que su esposa lo había hecho, abrazarla y besar sus pálidas mejillas – Dice que no tiene tiempo y son discusiones de días cada vez que trato de tocar el tema de llevarla al ginecólogo.
    ¾ No tiene caso ir – Su mirada que le ofrecía a su marido era de advertencia, no le gustaba que hablaran de eso y menos con su familia – Estoy bien.
    ¾ ¿Y el bebé? – Levantando una ceja, Carlota por primera vez habla al entender muy bien ese intercambio de miradas de los condes – Me da gusto saber que te sientes bien. Pero mi nieto no nos puede decir como se siente…
    ¾ Si tanto les preocupa como nos sentimos, disculparan que ya nos vayamos – Interrumpe tratando, sin lograrlo, de ser educada con su madre – Pero estar parada tantas horas con estos tacones – Se inclinó un poco para ver sus zapatos de tacón de aguja, sin ninguna dificultad al tener un pequeño vientre – Es muy cansado y empiezo sentirme algo mal.
    ¾ Pues en ese caso ya vállense – Oyeron que de atrás de Alejandra una voz familiar, agradable, les hablaba. Ponce con una estatura de un metro ochenta y cinco, era fácil de ubicar al tener una estatura bastante privilegiada entre tanto hombre de estatura media – Yo mañana iré a verte – Se dirigía el hombre de treinta y tres años a su único cuñado – Me gustaría hablar contigo de unas cosas.
    ¾ ¿Algo importante? – Expresó Alejandra, aunque sabía la respuesta. Su hermano rara vez pisaba su casa, por eso preocupada ve a Ponce y luego a su esposo, temiendo que le ocultaran algo.
    ¾ No – Felipe es quien la tranquiliza – Solo son negocios.
    ¾ No me habías dicho…
    ¾ Ya luego hablaremos de eso – La calló con una mirada significativa su marido.
    ¾ Si no te importa, Ale, pero estando estos días disponible, me gustaría ir a tu casa, para platicar y ver a Ricardo ¿Cómo esta? – Sonrió con demasiada dulzura al mencionar a su hermoso sobrino.
    ¾ Creciendo y muy sano – No pudo ocultar el gran orgullo que sentía Felipe por su primogénito.
    A la condesa Fonseca le importó solo saber que su artística hermana iba a tomarse tiempo en sus múltiples ocupaciones para visitarla. Eso como le alegraba.
    ¾ Por favor, no dejes de ir. Te espero mañana – Se acercó a Raquel para despedirse de beso, luego a su hermano, a su cuñada Marina que estaba extrañamente callada, que apenas en ese momento notó su presencia y hasta ultimo a Carlota – Nos vemos, madre. Como siempre, muy maravillosa fiesta. Y felicidades por otro año de matrimonio – La marquesa sintió un doble sentido en las últimas palabras de su hija. Iba a preguntarla de que se trataba esa forma de hablarle, pero de repente palideció el rostro de Alejandra, por su bajo quejido la distrajo.
    Felipe que tenía en su brazo la mano de su esposa, clavándole cada dedo con tensión se pegó mas a ella y la sujetó instintivamente por la cintura y en casi susurro le preguntó en el oído:
    ¾ ¿Te sientes mal, amor?

    * * *




     
  3.  
    Dr Ruth

    Dr Ruth Entusiasta

    Géminis
    Miembro desde:
    25 Octubre 2009
    Mensajes:
    77
    Re: El amor que soñé

    Me gustó mucho el prologo. Y mas porque lo dejas es suspenso, no se sabe quienes son los protagonistas, he leido varios lubros asi y supongo que en el capitulo 1 se sabra que onda. Le veo muy buen futuro a esta historia y veo que sin duda como todos tus fics me encantara. Muchas gracias por consentirnos con otra historia, que estoy segura que sera igual de exitoso y bueno como los demas. Te deseo todo el EXITO del mundo y ya sabes, tú avisame y siempre me estare dando mis vueltas en tus fics y en los de las demas chavas, que me da gustó que les encantan consentirnos. Gracias.

    Esta Alejandra si me cayó un poco mal, por su forma de ser tan... frivola ??? Solo pensando en ella y sus exitos profesionales, que feo que no quiera y disfrute su embarazo, es cierto que ha de ser feo salir embarazada cuando tienes otros planes para ti y tu esposo, pero si ya tienes ese provilegio de ser mamá, PORQUE NO DISFRUTARLO ??? espero que no se arrepienta por ser tan mala madre y pues que cambie. Porque tiene todo para ser feliz: UN ESPOSO QUE PARECE QUE LA QUIERE, SUS HIJOS, MUCHA BELLEZA, MUY ENVIDIABLE POSICION ECONOMICA...

    Ella es la protagonista ???? A lo mejor, porque se habla y se especifica mucho de ella... O la historia amorosa es sobre uno de los hijos de ella... uy Moly, porque siempre te gusta hacerme sufirir. jijijijiji

    Saludos y por fis sigue con esta historia que de verdad me INTRIGó. jijiji

    Adios !!!
     

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