El abrazo de Agnes

Tema en 'Relatos' iniciado por Ichiinou, 20 Octubre 2015.

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    Ichiinou

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    Escritora
    Título:
    El abrazo de Agnes
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1897
    Este one-shot lo he creado para el juego "¡Pidamos dulces!", la imagen (o dulce :3) ha sido proporcionada por @Fenix Parker , quiero darle las gracias y bueno, sin más dilación, podéis leer.

    El abrazo de Agnes

    Frederick siempre había sido un niño sin muchos amigos, no porque tuviese especialmente una personalidad introvertida, si no porque cada poco sus padres se veían obligados a mudarse de ciudad en ciudad y con ello el niño tenía que perder las amistades que hacía. Esta vez no era excepción, acababan de mudarse a un pequeño pueblo al norte de Gales, tenía un nombre complicado, demasiado para que un niño de doce años como él lo recordase con facilidad tan prematuramente.

    Cuando entró en su habitación por primera vez, la verdad le transmitió algo que nunca antes había sentido, le transmitió lo que era la calidez de un hogar. Al sentir aquello pensó en que quizás ese fuese su destino definitivo, que por fin podrían tener una vida ahí, aunque aquel pensamiento se desvaneció de su mente tan pronto como vino. Cuando su madre le incitó con alegría a que comprobase lo mullida que era su cama, Frederick la complació y comprobó que además de lo que había dicho su madre, la cama estaba inusualmente caliente. De hecho, no era algo que le desagradase al niño, ya que él no era muy partidario del frío. Pero de todas formas, sabía que posiblemente ese calor se debiese al sol o algún otro fenómeno que lo haría efímero y que seguramente no notaría ese calor casi nunca.

    —¿Te gusta tu nueva habitación, cariño? —le dijo su madre con una tierna sonrisa.

    Frederick, asintió fingiendo un repentino entusiasmo, no era que no le gustase, pero que ría que su madre se alegrase, ella sufría especialmente por trasladarlo tantas veces de colegio y aquella vez no era una excepción.

    —Cuando metamos todas las cajas en casa te pondré tus juguetes lo antes posible aquí para que no se vea tan vacía.

    —No te preocupes mamá, así está bien por ahora, es una habitación bonita.

    —Está recién pintada, elegía esta para ti porque es de color verde, tu favorito. ¿Te gusta cariño?

    —Por supuesto —Frederick le regaló a su madre una sonrisa de lo más radiante.

    —Bueno, tu padre y yo vamos a traer las cosas, tú si quieres sigue leyendo —dijo señalándole el libro que tenía en la mano el niño y que había estado leyendo durante el viaje.

    —Ah, sí, gracias mamá.

    El niño se acomodó en la cama, que aunque todavía no tenía ni sábanas ni mantas era realmente confortable y se dispuso a leer “La leyenda del errante”, un libro que le habían recomendado en clase el año pasado.

    Al pequeño Frederick le gustaban de forma inusual las historias de acontecimientos sobrenaturales, aunque sentía especialmente predilección por las historias de fantasmas. Por ahora no había leído nada realmente aterrador, porque su madre se negaba a comprarle libros que no fueran acorde con su edad y su padre no decía nada al respecto, así que tenía que conformarse con libros para mayores de doce años.

    No sabía si era por el calorcito que irradiaba inusualmente aquella cama, o por lo mullida que estaba la misma, pero el sopor se fue adueñando de sus párpados hasta que finalmente sucumbió a los dulces brazos de Morfeo.

    ****​

    [​IMG]

    —Frederick, ¿Ya te has quedado dormido?

    Los ojos verdes de Frederick se abrieron paulatinamente y pudo vislumbrar que apenas entraba luz por la ventana de su nueva habitación ya, pero aún así la habitación se encontraba inusualmente iluminada.

    Se incorporó y miró al frente y lo que vio le dejó helado. Era una chica de no más de 15 años, que le miraba fijamente, aunque aquello no era lo peculiar, si no que esta tenía un aspecto pálido, como de la mismísima muerte y algunas partes de su cuerpo estaban en llamas.

    Instintivamente Frederick se alejó más de ella, pensando que aquellas llamas podrían alcanzarle y además, no parecía que aquella persona, si se le podía llamar así, fuese inofensiva.

    La macabra chica esbozó una sonrisa al ver la reacción de Frederick, como satisfecha.

    —¿Tienes miedo Frederick? Cuando el calor que manaba la cama gracias a mí te parecía tan agradable no lo tenías, ¿Por qué vas a tenerlo ahora? ¿Temes a las llamas del infierno?

    El chico no sabía qué decir, de hecho ni siquiera sabía si sería capaz de articular palabra. Quería gritar, pero no lograba ordenarle a su cerebro que lo hiciese. ¿Por qué se encontraba tan paralizado? ¿Aquello era lo que se sentía cuando estabas a punto de morir? ¿Aquello era lo que debía sentir al mirar cara a cara a la mismísima muerte?

    —No debes temerme Frederick, de hecho, tú no vas a sufrir ningún daño, yo estoy aquí para protegerte. Soy algo así, como tu ángel caído de la guarda.

    Frederick entrecerró los ojos, intentando escrutar el significado oculto en las palabras de la chica.

    —Te estarás preguntando quién soy, por qué estoy aquí y cuál es la razón de que quiera protegerte, pues bien, quiero hacerlo, ¿Por qué? Tiene algo más egoísta que de solidario la verdad, quiero hacerlo porque sé cómo acabará tu historia, al igual que la mía también acabó así.

    —¿A qué te refieres?

    —Vaya, así que el pajarito sabe hablar, me alegro. Un pajarito que no sabe cantar no es nada, ¿Verdad? Hace poco más de quince años, yo tenía más o menos tu edad y bueno, como puedes suponer, fallecí. Pero tranquilo, no te apenes por mí, quizás fue lo mejor que me pudo pasar, pasé a un plano en el que ya nadie me podía hacer daño y eso es bastante más de lo que pude tener en vida.

    El niño no llegaba a comprender el por qué de aquella extraña aparición. ¿Era todo aquello un sueño? ¿Se estaría volviendo loco? ¿Podían existir en la vida real los fantasmas?

    —¿Los detalles sobre mi muerte? Son escabrosos, la verdad. Solamente te diré, que mi madre nunca me quiso, aunque en realidad no era mi madre, me compró a los pocos meses de yo nacer, no fue una adopción legal, pero ¿quién en su sano juicio le dejaría adoptar a una persona tan desequilibrada como mi madre?Nadie. ¿Mi padre? Un borracho que lo único que hacía era intentar olvidarse de que tenía una mujer como ella y pensar en que el que yo no fuese su hija en realidad le eximía de todo pecado por dejar que mi madre me maltratase.

    Lo que estaba escuchando el niño era realmente aterrador. Aunque en realidad no se parecía en nada a la vida que él estaba teniendo, no entendía la relación entre ellos dos, pero si era un fantasma vengativo, quizás ni la hubiese. Las llamas que parecían envolverla ardían con más fiereza según iba contando la historia.

    —¿Que cómo morí? Sencillo. En algún momento de su asquerosa vida a mi madre se le metió en la cabeza que yo era producto del demonio, vete a saber por qué. Quizás fuese porque yo reclamaba el amor de mi madre o a saber. Se entrevistó varias veces con una supuesta bruja que le dijo que la única forma de matar al demonio es con las mismísimas llamas del infierno, algo bastante irónico, la verdad. Es gracioso, porque en vida nunca fui una niña que albergase maldad, pero ahora el rencor es lo que me mueve. ¿Qué irónico verdad?

    Frederick sintió que aquella pregunta no buscaba respuesta, así que simplemente se limitó a seguir escuchando.

    —En fin, una noche, cuando yo dormía me roció con gasolina y me prendió fuego. Tardé en morir, sufrí mucho y cuando el dolor cesó vino precedido por la ira. Sí, una ira fantasmal, pero al fin y al cabo, igual de poderosa que cualquiera humana, o todavía peor. ¿Por qué? Muy sencillo, jugamos con la ventaja de que nadie cree en nosotros, solamente los más escépticos. ¿Tú crees en los fantasmas Frederick?

    El chico no sabía exactamente qué responder, siempre había leído historias de fantasmas, había deseado sumergirse en ellas, pero nunca se había planteado la realidad de las mismas. Al fin y al cabo, simplemente eran meras historias.

    —¿Y bien? ¿Por qué me cuentas todo esto?

    —Porque te haré libre, te libraré del yugo de tener unos padres que no te quieren. Fue una verdadera sorpresa que alguien comprase esta casa la verdad, ya que después de mi asesinato y el posterior misterioso suicidio de mis padres, pues pensé que nadie querría mudarse aquí. Pero llegasteis vosotros, tan ingenuos que ni siquiera os preguntasteis por el pasado de esta casa. Las casas siempre esconden cosas, a veces buenas, a veces malas, pero nunca debéis dudar del poder de una casa y de los recuerdos que la habitan. ¿Soy solo un recuerdo? Posiblemente. Pero soy el recuerdo más ardiente de todos, ese que está gravado a fuego en esta casa y que siempre se quedará aquí, mientras esta siga en pie. ¿Qué pasará cuando la derrumben? Posiblemente me iré al infierno, o quizás al cielo, al fin y al cabo en mi vida nunca había cometido ningún pecado, solamente había vivido para sufrir.

    Frederick estaba realmente aterrado por todo lo que decía aquella aparición. Cada vez estaba más segura de que aquello no podía ser real, que simplemente sería una pesadilla, la peor pesadilla del mundo.

    —Esto todo es una pesadilla, ¿Verdad? —pudo articular Frederick a duras penas.

    —Si te refieres a que si todavía sigues dormido, sí, en efecto, sigues durmiendo. Pero no por eso deja de ser real, el creer que porque algo suceda en sueños es menos real, es de bobos y tú no eres un bobo, ¿verdad Frederick? Ah, por cierto, no me he presentado, me llamo Agnes.

    ****​

    Frederick se despertó súbitamente. Aquello había sido una pesadilla, sí lo había sido. Tenía que dejar de leer aquellos libros, le estaban haciendo realmente daño, tenía que empezar a pensar en leer cosas más bonitas.

    Un fuerte olor perforó las fosas nasales de Frederick, algo se estaba quemando o ya estaba quemado. Aquello alertó todos los sentidos del chico, que saltando rápidamente de la cama salió de la habitación y empezó a buscar la fuente de aquel fuerte olor. Al llegar a la cocina pudo verlo, a través de la ventana, allí estaban sus padres, ambos estaban estrenando la barbacoa que se habían comprado hacía apenas unos días.

    —Oh, Marcus, se te ha quemado todo, ¿En qué demonios estabas pensando? —dijo su madre con cariño a su padre, aunque con un deje de recriminación.

    —Estaba perdido en tus hermosos ojos, princesa.

    —Serás tonto… —su madre le dio un golpe cariñoso en el brazo a su padre.

    Los latidos del corazón de Frederick volvieron a su ritmo normal y sonrió, sintiéndose especialmente tonto por creer en aquella horrorosa pesadilla que había tenido. ¿Fantasmas? Eso solamente eran cosas de los libros y películas.


    Todo a su debido tiempo Frederick, todo a su debido tiempo —la voz de Agnes sonó al lado del oído izquierdo del chico, como en un susurro y sintió como unos brazos cálidos le rodeaban, pero él sintió el frío más intenso.
     
    Última edición: 5 Noviembre 2015
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    Black Kat

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    Pluma de
    Escritor
    n.n Me gusta tu forma de narrar... tiene un no se qué, haces que la historia me envuelva ~-~. La historia tiene un buen argumento, una niña fantasma, eso ya lo había escuchado, pero nunca un fantasma con llamas o.o
    en esta parte te contradijiste un poco pero no le quito mucho sentido...

    En fin; dejaré de leer por hoy tus fics porque son adictivos @_@ quizá mañana...

    me despido... Meow :3
     
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