Long-fic de Inuyasha - El Último [Sesshômaru x Kagome]

NOTA: Increíble, este fanfic ya va a cumplir un año el 26 de marzo... Y sólo lleva 17 capítulos, caray.

¡Dios mío! Desde enero que subí la última continuación. Espero puedan perdonarme por la tardanza. En vacaciones podré subir más seguido. Gracias por la infinita paciencia que me han demostrado, sigan conmigo, no voy a abandonar este fanfic mientras ustedes sigan leyéndolo. Significa mucho para mí.

Con todo el cariño y amor, les traigo este capítulo. No sé si les agrade mucho por lo que pase, pero así voy decidiendo la trama. ¡No sé qué vaya a pasar después!

CAPÍTULO DIECISIETE: MÁS PERIPECIAS​

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Cortarle el cabello a Sesshômaru sonaba mucho más fácil de lo que en realidad era. Cuando el doctor Casey había expresado que tal acción sería lo mejor para el demonio, la chica entristeció un poco, pero pronto quedó convencida.​

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¿Qué quedaría de él? Su poder y respeto se habían ido, al igual que su propia época y aún sus compañeros de viaje. Su cuerpo marcado estaba adelgazando lentamente y su larga cabellera pronto quedaría olvidada en algún lugar.​

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— Lo siento —le volvió a decir. Acariciaba su cabeza con cierto temor, aún considerando su estado—. Es algo que hay que hacer, ¿entiendes?​

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No esperaba ninguna respuesta y, en efecto, no recibió ninguna. Entonces suspiró y tomó las tijeras que había comprado para tal propósito. Supongo que será mejor si empiezo con un mechón delgado, pensó. Cortó el primer mechón. No se veía tan mal, no había pasado nada. Pronto tomó ánimos con una pieza más gruesa. Los ojos del inconsciente se abrieron, súbitamente. Kagome dio un grito resonante.​

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Casi al instante, el marco de la puerta dejó ver al doctor August, quien no tardó en sujetarla.​

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— ¿Qué sucede?​

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A ella le costó recuperar el aliento. Tragó una y otra vez.​

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— Él... abrió los ojos, justo cuando le estaba cortando el cabello... —Suspiró—. Pero, seguramente, no me cree, ¿verdad?​

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El anciano frunció el ceño. No había posibilidades de que un paciente en esas condiciones se despertase, reaccionando aun simple corte de cabello. Tal vez se trataba de una coincidencia y Sesshômaru estaba recobrando la conciencia... O no. ¿Podría ser que el paciente poseyese una percepción tan desarrollada? O, quizás, el cabello era importante en su metabolismo.​

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— Sí te creo, pero... no sé qué pueda ser —casi bufó. Se sentía sumamente avergonzado. Toda la lógica de la Medicina parecía perder sentido en este caso.​

— ¿Qué debo hacer?, ¿se lo sigo cortando... lo dejo?​

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August Casey necesiaba más referencias antes de saltar ante cualquier decisión.​

— Tú debes conocerlo muy bien, ¿cierto?​

— Bueno, sí. No tanto como podría, pero...​

— Podría ser suficiente. Dime, ¿crees que su cabello jugara alguna parte importante en sus ataques? —Se sentía ridículo al preguntar tal cosa, pero no le quedaba más que regresar a su enterrado pensamiento estudiantil, donde muchas cosas eran posibles.​

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En cambio, la chica regresó, mentalmente, a sus vivencias en la era feudal. Recordó, con cierta nostalgia, los momentos en los que había visto al demonio lluchar —algunas veces con Inuyasha, otras distintamente— y trató de que no se le escapara detalle alguno.​

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— Para ser sincera —comenzó, con rastros de inseguridad—, no lo creo. Digo, si acaso, además de sus espadas y garras, utilizaba... algo peludo que colgaba de su hombro, pero no el cabello. Su cabello sólo se balanceaba de un lado a otro —de repente, su mirada corrió a perderse en algún lado, como si estuviese admirando algo profundamente— con cada movimiento... Pero no más —sus ojos volvieron a enfocarse en el médico—, sólo parecía estar muy sincronizado con sus movimientos... ¿Cree usted que tenga algo que ver con el equilibrio?​

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—Probablemente, se trate de una cuestión de balance, como tú dices... Cielos, no se me hubiera ocurrido. Ahora que lo pienso —pareciera que la pasión dominaba al anciano—, de todos los libros que he leído sobre eso, siempre se ha hablado de cabello largo en youkais de alto rango...​

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Ah, sí. Kagome siempre había tenido presente el alto estatus del hermano mayor de Inuyasha. No sólo sus poderes lo delataban. Había algo etéreo en su rostro de mármol, en su mirada de oro y en los hilos de plata que colgaban de su cabeza. Y, ¿por qué diablos tenía una sonrisa tonta dibujada en la cara? Nunca había pensado en él de esa forma y, de cualquier manera, no era el mejor momento para hacerlo. Ah, ella sólo había tenido ojos para el híbrido y nadie más.​

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Cuando menos se dio cuenta, el anciano ya estaba sosteniendo el cabello del paciente.​

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— El pelo es muy pesado, aún para el largo y volumen que tiene... Recuérdame, ¿lo pesaron en el hospital?​

— Sí, sí. Me acuerdo que una vez que estuvo estable, lo pesaron... Debe de estar en el expediente —hizo un ademán, señalando la mesa.​

August Casey tomó el expediente en sus manos y pasó las hojas con manos temblorosas propias de su edad. En efecto.​

— Aquí dice que mide dos punto un metros —no le sorprendió a la chica escuchar tal— y pesa ciento once kilogramos... Lo cual es mucho aún tomando en cuenta su altura y complexión. Estimo su peso ideal en noventa y tres, noventa y cuatro kilogramos, a lo mucho. Ah —suspiró el doctor, mientras le tocaba el hombro a ella—, creo que está más que claro que su cabello puede ser una cuestión de equilibrio y balance a la hora de moverse cuando ataca. ¿Por qué otra razón pesaría el pelo más de quince kilogramos? De todas maneras, tú sabes que un cabello largo siempre le quitará nutrientes al cuerpo, más si se encuentra en ese estado —ella asintió—. Así que, como, hay que cortarlo.​

— En fin, no lo va a necesitar por un tiempo, ¿cierto?​

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Se esperaría que el tono de la joven fuese relajado, pero resonó, en cambio, quebrado. Sus ojos marinos se llenaron de agua salada que cayó a lo largo de su piel blanca. No fueron copiosas lágrimas, claro, sino pequeños llantos reprimidos.​

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— Anda, no creo que le duela —comprendió el anciano—. Tú sosténle la mano mientras yo corto. Si ves que se tensa, o algo similar, me dices, ¿de acuerdo?​

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La chica asintió con la cabeza. Se sintió, por mucho, como una niña pequeña e inútil. No tuvo más que limitarse a tomar la mano de Sesshômaru. Casey continuó con la labor antes abandonada. Ella no quería que el youkai sintiera dolor alguno, pero experimentó culpa al desear que, aunque le lastimara un poco, reaccionara. Sin embargo, nada sucedió. El anciano cortaba mechón tras mechón (con una maestría que Kagome calificó como poco convencional para su oficio) y todo permanecía en calma. Poco a poco, el legendario hijo del Gran General fue transformándose en alguien más común, conforme el pelo caía. La chica ocupó su mano libre en taparse la cara, no quería ver el resultado final; no obstante, cuando oyó el resoplido del doctor, no pudo hacer más sino ver.​

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— Pues no se ve tan mal, ¿o sí?​

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Y en ese momento, más allá de la nostalgia, no le desagradó lo que vio. Realmente, no se veía mal (aunque no se percibiera como él).​

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— ¡Qué guapo el joven! —Se oyó una voz cercana a la puerta.​

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Era Julianne.​

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— Cálmate, muchacha, se ve muy apuesto así —decía la señora mientras abrazaba a Kagome, tiernamente.​

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Y en la entrada del cuarto se encontraban la madre de la chica y su hermano. Este último con una mirada de extrañeza, aún le costaba asimilar toda la situación. Entretanto, Sonomi se alegró de que su hija hubiese hallado refugio en la sabiduría del doctor y en la calidez de su esposa. Seriamente, quizás sólo él comprendía lo que estaba sucediendo y eso a grandes rasgos.​

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— ¿Cómo ha estado tu amigo?​

— Acuérdate, Kino, se llama Sesshômaru.​

— Disculpa —bajó un poco la cabeza—. ¡Mira! Ahí están Hitomi y las demás, vamos a...​

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Ella lo detuvo.​

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— Antes que nada, por favor, quiero pedirte que no comentes nada de lo que pasó en Londres... Entre menos gente se entere, mejor. Quiero decir, quizás luego le cuente a Hitomi, pero, por ahora...​

— No te preocupes, Kagome. No voy a decir nada. Puedes confiar en mí —sonrió él.​

Y así iba a ser. Si quería lograr que ella lo quisiese, tenía que demostrarle que él era el indicado para ella.​

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-***-​

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En el templo Higurashi, dos señoras paseaban cerca del pozo.​

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— Entonces, se irán pronto, ¿verdad? —Se oyó el tono triste de Sonomi.​

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La señora Casey hizo un gesto de duda.​

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— Ustedes... van a irse... ¿pronto? —Volvió a hablar.​

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Julianne comprendió. Era cierto que su esposo le había inculcado algo de japonés esos días. Con todo eso, las comparaciones con el inglés y oírlo diariamente de la boca de los habitantes de la casa, había logrado entender bastantes cosas. Aún así, eso de ninguna manera significaba que no le tuviesen que hablar despacio, sobre todo la madre de la chica, quien no sabía hablar el inglés.​

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— Sí, señora. Muchas gracias... por su hospitalidad —trató de hablar lo más fluidamente que fuera posible.​

— Yo estoy feliz de que mi hija los conoció a ustedes.​

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Ambas sonrieron. Aún en el lenguaje sencillo, y un tanto obvio, que empleaban para entenderse, Julianne comprendió que a Sonomi le había agradado tenerlos en su casa. Aún así y a su punto de vista, no podían seguir estorbando en la casa. Su amado August había conseguido un hermoso departamento a no más de cinco minutos de casa de la joven.​

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Ciertamente, a ella se le había hecho difícil procesar la idea de mudarse a Japón, cuando toda su vida había vivido en la capital de Inglaterra; aún así, el amor que le profesaba a su marido y la emoción de una vida nueva la había auxiliado. Ver a August tan feliz la animaba a diario.​

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-***-​

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Kagome había llegado a casa hacía ya una hora. Se encontraba sentada al lado de la camilla del inconsciente. A su lado, estaba su hermano.​

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— Souta, ya no sé qué hacer...​

— Yo creo que si vas a luchar por que él viva, ¡no debes desanimarte! —La alentó el adolescente—. Mira, pues yo no lo conozco bien, yo sólo conocí a Inuyasha, pero... Debe ser una buena persona, ¿no?​

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Ella suspiró.​

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— Dentro de todo, no era una mala persona.​

El silencio los cubrió por un momento. El chico abrazó a su hermana, provocándole una sonrisa. Después de un momento, tuvo una ligerísima ocurrencia.​

— Y dime, ¿es cierto que viviste con él unos días y que lo viste desnudo? —Preguntó con cierto afán.​

Su hermana mayor no supo qué respnder. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y su boca quiso defenderla, pero lo único que logró fue balbucear y soltar una risa estúpida.​

— Y a ti, ¿qué... te importa? —Tartamudeó, con falso enojo.​

— ¡Sí lo hiciste!​

— ¡No... no fue porque yo quisiera!​

— Claro, hermana. Apuesto a que tus hormonas se alborotaron —se burló.​

— ¡No, no! —Resopló, colocándose una mano en la frente—. No digas esas cosas —le dio un empujón—. Además, más allá de eso, fue lindo sentirse independiente otra vez, ¿sabes? Desde que ya no pude pagar el departamento que había conseguido, me siento como un parásito, Souta.​

— ¡Vamos! Sabes que no eres un parásito. Mamá está feliz de tenerte aquí.​

— Sí, pero... ahora con Sesshômaru...​

— Ya te mudarás otra vez, no te preocupes, hermana.​

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La chica que alguna vez había sido capaz de viajar en el tiempo se sentía fatal. Había una sensación de cansancio y represión que llevaba meses pagando la renta en su estómago y ella casi se había acostumbrado. Se le veía triste y agotada. Aunque tuviese ratos libres, se quedaba en casa. Esto había terminado por amargar a August Casey quien, un día antes de irse, habló con ella.​

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— ¿Qué pasa? Pareces triste. Sé que te deprime el estado de Sesshômaru, pero, ¿hay algo más que te afecte?​

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Ella exhaló. ¿Por dónde empezar?​

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— Cielos, yo... no sé. Tengo miedo. Es decir, ya sabe, de que no despierte; pero también de verlo degradarse así. Además, la universidad me tiene muy estresada y el dinero para cuidar a Sesshômaru, nos hace falta... Es decir, no pude ni mantener mi propio departamento, doctor. No debería estar viviendo con mi madre.​

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Su voz sonó exaltada y un tanto errática. El viejo le sonrió, atenuando esas cariñosas arrugas que abrazaban sus líneas de expresión, y tomó su mano.​

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— ¿Sabes? Por el dinero no te preocupes. Ya obtuve el empleo en el Hospital General de Tokio y aún falta que me transfieran por completo mis cuentas de banco para acá —dijo, relajado—. No soy millonario, pero tengo lo necesario y mucho más... No te angusties. Ahora, en cuanto al estudio —su habla se tornó seria—, perdóname por lo que voy a decirte, pero... No te veo entusiasmada. Tu madre me dijo que la Biología te gustaba mucho y ponías mucho esmero en tus proyectos...​

Ahí fue cuando Kagome comenzó a llorar propiamente.​

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— No sé qué pasó —sollozaba—. ¡Antes podía pasarme horas en investigaciones de bacterias sin aburrirme! Pero, ya no me llena. ¿Entiende? Ya todo se me hace tan superficial, tan... No sé. Quisiera profundizar en algo más. Es decir... ¡Ayúdeme, doctor! No tengo idea de qué cosa me pasa. Ahora, lo único que de verdad me... me produce una buena sensación, es comprender el estado de Sesshômaru. No sé, pero... también, últimamente, me frustra ver que cuando alguien en la universidad se siente mal, yo sólo conozco a nivel orgánico lo que puede pasarle. Quisiera... quisiera poder ayudarlos, como quisiera ayudar a Sesshômaru también... De eso me he dado cuenta...​

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El médico sonrió. Después de tanto, por fin parecía comprender qué le pasaba a ella.​

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— Tal vez, el enfoque de tu área esté mal direccionado. Tal vez, pudieses desempeñarte mejor en otro campo.​

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