Long-fic de Inuyasha - El Último [Sesshômaru x Kagome]

Bueno, primeramente les digo que ahora la letra del fic vendrá más grande debido a los comentarios.

No sé me ocurre qué más poner, ¡así que venga el capítulo!

CAPÍTULO CUATRO: HALLAZGO​

Oh, dios mío. Debo ver qué hay ahí, pensó la pelinegra al tiempo que se llevaba el dedo herido a la boca. Comenzó a idear cosas y cosas para averiguar.

—... Así es, me tengo que quedar aquí hasta que cierren el museo... —Murmuró para sí—. Y luego, así, veo cómo entro —pensó—. Ésto es lo más loco que se me ha ocurrido, pero voy a comprar un hacha.

Ya lo había decidido. Saldría del edificio, ya que aún era temprano. Acto seguido, compraría un hacha y la pondría en su mochila, en medio de un par de cuadernos. Almorzaría, y entonces volvería a entrar, después se escondería hasta que cerraran.

Se encaminó a la compra de la herramienta que la ayudaría. Muy pronto encontró un establecimiento.

—Buenas tardes, señorita —le habló un anciano con una sonrisa.
— ¿Qué tal? —Dudó un poco—. ¿Tiene hachas... Grandes?
—Así es, señorita, las tengo. Si no le importa que le pregunte, ¿para qué la quiere?

¿Qué clase de persona te pregunta para qué quieres un hacha antes de vendértela?

—Señor... —Su mente debía de pensar a la velocidad de la luz—. ¡Qué bueno que pregunta! Mi papá es carpintero y... —Sonrió—. Sucede que la suya ya no sirve muy bien. ¿Sabe? Aparte de perder su filo, se le rompió.
—Muy bien —el anciano sonrió y asintió—. Las traeré para que las vea.

Kagome suspiró, ¡qué buena era en eso de inventar cosas! Y entonces pensó: Seguro es herencia de mi abuelo. Rió disimuladamente.

***​

Se dirigía a comer.

Había escogido el hacha más grande y sólida que sus ojos pudieron percibir. Inmediatamente, la había metido a la mochila, no fuera a ser que alguien la viera.

Después de haberse comido una deliciosa salchicha inglesa, guardó todo lo que iba a necesitar y partió de nuevo al museo.

Cuando llegó, temió que los guardias la recordasen y le preguntaran qué hacía allí de nuevo. Respiró profundamente y caminó como si nada, tratando de pasar por entre la gente al entregar su boleto de nuevo. De pronto, un guardia la vio y le sonrió mientras le sonreía a la demás personas también.

Pudo entrar normalmente y le sorprendió de sobremanera que una persona mayor estuviese más alerta que los que resguardaban un centro histórico.

No tardó mucho en volver a entrar a la sala japonesa. La otra vez tuve suerte. Si alguien me ve aquí todo el tiempo, entonces sí van a sospechar. Así que decidió dar vueltas sin rumbo y fingir que le interesaba para no despertar dudas en nadie... Aunque ansiaba saber qué pasaba abajo, al grado que sentía que el cerebro le saltaba de la excitación por lo que pudiera encontrar.

Después de una hora y cuatro minutos de estar deambulando por ahí, los altavoces pronunciaron el aviso de dejar el museo, pues en breve cerraría y no querían a nadie encerrado ahí.

Se dio cuenta de que no había visualizado en dónde se escondería. En ese momento, una moderada dosis de pánico y ansia la invadió. ¿Cómo podía ser tan torpe y descuidada?

—Pues... Eres tú, Kagome... ¿Que esperabas? —Se reprendió.

Entonces, llegó como un enunciado caído del cielo.

— ¡Harry, ven aquí! El riversimple tiene una ventana rota...
— ¿El qué...?
—No me oyes, ¡ve a la sala de Exploring Climate Science!

La pelinegra esperó unos momentos, haciendo ademanes de salir, mientras fingía hablar por celular, también. Pronto vio salir al guardia de una sala con el título "Atmosphere: Exploring Climate Science".

—Oye, Ted, ya la vi. Voy a ordenar el nuevo cristal y lo traen para pasado mañana, me imagino. Ya quité la anterior, por lo mientras.
—Muy bien. Ven, vamos a revisar si nadie se ha quedado en los baños...
— ¡Acuérdate de los niños!
—Señorita, ya debe abandonar el museo, por favor —le dijo a Kagome al tiempo que avanzaba lentamente.
—Claro, disculpe oficial. Mi novio fue por un folleto que necesitamos para la universidad... Lo acabo de llamar y dice que ya viene.

Ted asintió y sonrió. Así, junto con su compañero, se dirigió a los baños.

Kagome aspiró confiada. Su coartada de fingir una conversación telefónica había encajado a la perfección.

Cuando los oficiales desaparecieron en el pasillo de los baños, gritó:

— ¡Rick, tardaste mucho! ¡Ya, vámonos!

Entró a la sala con la exposición sobre la atmósfera y el clima. No demoró en ver un auto pequeño y gris, al parecer un modelo ecológico, que tenía escrito en la parte delantera "riversimple". La ventana del conductor estaba ausente y la ojiazul introdujo su mochila y luego a sí misma en el pequeño auto.

Los minutos le parecían tan numerosos como los latidos que su agitado corazón daba por minuto. Repentinamentinamente, comenzó a sentir la sensación característica que le recordaba que alguna vez viajó quinientos años atrás en el tiempo. Su pecho comenzó a oprimirle de nuevo y temió lo peor cuando todas las luces se apagaron y oyó puertas cerrarse.

Esperó cinco minutos y sacó una linterna. Ignorando el dolor en su pecho, salió del auto y se dirigió a la sala con la exposición japonesa.

—Por favor, basta —murmuró dirigiéndose al dolor. Si se desmayaba ahí, la encontrarían al otro día, con la linterna y las demás cosas...

Su lámpara alumbró el piso y pudo ver el agujero que le había causado tanta incertidumbre. Se arrodilló en frente de él y tomó el hacha de su mochila. Tragó, temblando. Dio un golpe suave, debido a su temor.

— ¿Qué dirán mañana al ver este agujero enorme?

Podía ser lo que sea y Kagome respiraba entrecortadamente. Ésto la estaba matando. Pero no le importaba, debía sacarlo de ahí... Costase lo que fuera.

Siendo así, asestó un golpe más fuerte que cuarteó el piso. A medida que golpeaba una y otra vez, el dolor se intensificaba y ella lo descargaba con todas sus fuerzas a cada golpe.

El piso no tardó en ceder. Al quitarlo, ella descubrió que los mosaicos parecían flotar sobre una capa de nada. Quiso atravesar con su mano lo que parecía el agujero hecho, podía ver la oscuridad de adentro... Pero algo le impidió atravesar. Parecía ser algo sólido e invisible. En cuanto tocó "la nada", el dolor de la joven se fue. Se rascó fuertemente la cabeza intentando pensar qué sucedía, apretando los ojos también.

—Una barrera —se le ocurrió. Sí, se sentía como una barrera espiritual—. Por favor, espero no estar loca.

Puso ambas manos en la dicha y supuesta barrera y trató de purificarla, como en los viejos tiempos. Batalló mucho antes de lograr que apenas un pequeño destello de luz rosada saliera a la vista.

Pasaron horas. Al fin, logró descargar una gran cantidad de energía que parecerían fuegos artificales por el esplendor. Cuando volvió a pasar una mano, se dio cuenta de que ya no había nada que le impidiese entrar. Jadeó al tiempo que se llevaba la mano a la frente, notando el sudor que se encontraba ahí.

¿Realmente estaba ahí él? Sólo había una manera de saber.

— ¿Inuyasha...?

Al no obtener respuesta, alumbró el agujero, divisando sólo piso.

—Por favor, responde.

En ese momento, algo suave y delgado se enrolló en su muñeca y la jaló hacia abajo. Ella, sin pensar, se sostuvo de su mochila que, obviamente, se hundió con ella.

Creyó tocar el suelo dolorosamente, pero sintió en su espalda alqo que la sostenía y dos manos soteniendo sus piernas. Su instinto le ordenó voltear hacia atrás... Pero no lo logró. Una mano se alejó de sus piernas y dos dedos con garras se introdujeron en su boca. Sintió un sabor ácido y fue obligada a tragar. A partir de ahí, ya no vio ni pensó nada más.

 

Y, bueno, mi humor no es el mejor después de que una chiquilla me viene a gritar con palabras golpeadas... Pero, aún así, hallé algo de inspiración y decidí subirles el capítulo cinco.

Espero les guste, hay que rezar por su servidora para que se le pase el coraje...

CAPÍTULO CINCO: HORRENDO​

Vio sólo oscuridad. Nada más, nada menos. Sintió un ardor en la garganta, quemaba, estaba muy caliente. Trató de tragar, pero ni siquiera podía mover la lengua.

¿Qué pasaba? Quería despertar, estaba deseperada, quería ver, quería... Pero no podía.

Los minutos parecieron volverse horas y las horas días... Hasta que abrió los ojos.

La luz le lastimaba. Parpadeó torpemente una, dos, tres veces. La luz que se filtraba a sus córneas era tan escasa y aún así lastimaba tanto. Pronto pudo notar como lagrimeaba abundantemente y su piel comenzaba a picar.

—Ah... Ah... —gimía sin poder articular palabra.

Todo comenzaba a aclarase, pero ella tenía miedo de ver, miedo de sentir.

—In... Inu... Agh —y es que le costaba tanto. Pero estaba aterrada y debía de hablar—. Inu...yasha.

El eco resonó en lo que ella creía eran paredes. Apenas podía ver y una tenue luz verde alumbraba pobrememente el espacio. Nadie respondió.

—Por... Por favor...

***​

Kino Houjo estaba inmensamente preocupado. Los nervios parecían devorarle y él no podía hacer nada al respecto.

Esa chica, su mejor amiga, de quien se había enamorado profundamente, habia desaparecido por completo. Había intentado desde llamarle al celular, incluso buscarla en el cuarto de hotel donde estaba hospedada. Preguntaba por todas partes, pero nadie la había visto.

¿Podría ser que le hubiese pasado algo terriblemente malo?

Exhausto, vio a lo lejos el gran y famoso museo de ciencia. Recordó que Kagome le había dicho cuántas ganas tenía de visitarlo y él confiaba en ir ahí con ella.

¿Dónde podía estar?

***​

Después de lo que parecieron horas, la chica pudo incorporarse finalmente. Aún no en óptimas condiciones y con intenso mareo, se sentó al tiempo que se tocaba la cabeza con la mano derecha.

Se dio cuenta de que las paredes no eran paredes. Era como si se encontrase dentro de una cueva construida por el hombre, todo era de tierra pero no había ni una sola planta en el piso.

Recordó el agujero que había hecho, en este caso, en el techo. Miró hacia arriba, pero no había nada, ni un solo rayo de luz del exterior era visible. Y mucho menos el hoyo. Kagome se preguntó si era de día o de noche. Estaba demasiado oscuro y ella muy desorientada como para saber.

A lo lejos vio de nuevo aquella luz verde que empezaba a enfadarla sin saber por qué.

Se puso de pie y en ese momento, su corazón saltó al percibir la sensación de la otra época creciendo en su pecho. Caminó hacia la fuente de luminosidas lentamente, con pasos inseguros.

— ¿Inuyasha?

Cuando llegó a estar muy cerca, en su cabeza no podía registrar lo que veía: Era un demonio, en cuya garra reposaba la luz mencionada. Estaba de espaldas, y su larga cabellera estaba tan oxidada, que no poseía ningún brillo y hasta se veía color cobre.

Una vez más, tuvo miedo de verle el rostro. Pero no tuvo oportunidad de elegir. Aquel ser volteó hacia ella, revelando una piel desgastada y con ranuras por todas partes. La visión era horrible... De las ranuras no se podía observar nada, ni restos de sangre. Estaba tan seco...

Ella se horrorizó ante tal espectáculo. Jamás había visto algo tan espantoso en su vida. Su mente se había bloqueado de tal manera, que sólo al final pudo identificar dos franjas rectas al lado de su rostro y una luna creciente en su frente. "Aquello" no era Inuyasha, sino Sesshômaru.

—No... No... —No pudo evitar murmurar. Se volteó y siguió murmurando, no digiriendo lo que acababa de ver.

—Cállate —de pronto lo oyó hablar.

— ¿Eh? —Volvió a mirarlo.

—Has estado murmurando desde que entraste. Ya no te soporto más.

Esta vez, la chica explotó.

—Tú... ¿Qué haces aquí? ¿¡Qué te pasa!? ¿Qué me hiciste?... ¿Dónde está Inuyasha?
—Muerto.
— ¡No!
—Como quieras.
— ¡No está muerto! —Respiraba agitadamente—. Tengo que salir de aquí.

Sin pensarlo, se propuso correr y encontrar una —cualquier— salida. Pero cuando se dispuso a hacerlo, una fría mano le atrapó la muñeca. Él se encontraba erguido, impotente y débil, hermoso y horrible.

—No irás a ninguna parte.
—Por favor, suéltame —intentó zafarse sin resultado alguno.
—No he comido en más de ciento sesenta años.

En menos de un segundo, Sesshômaru se convirtió en su peor fobia.

— ¡No, no! Por favor, no —sollozó—. No quiero morirme ahora, ¡quiero vivir! Por favor, no me mates.

Ella nunca suplicaba, pero se había dado cuenta de que sus poderes no parecían hacer acto de presencia alguna.

—No lo haré. Te ingeriré por partes para cubrir un periodo.
— ¡No, no! Mejor... Salgamos de aquí, por favor, afuera hay comida.
—No esperaré a salir.

Sin esperar ni un momento más, se abalanzó sobre ella y la examinó de pies a cabeza. Finalmente, tomó una mano y Kagome grító cuando le tomó el dedo medio con firmeza. Iba a romperlo.

Ella gritaba cada vez más mientras las lágrimas brotaban a borbotones cuando él jaló levemente su dedo. Azotó sus ojos, cerrándolos. Pero nada pasó. Repentinamente, sintió su mano caer al suelo. Abrió los ojos.

Lo que vio era realmente desconcertante. El youkai tenía una mano en la cara. Estaba arrodillado, acabado. A través de sus dedos podían verse sus ojos destellando en carmesí, como solía pasar cuando se enojaba demasiado.

—Lárgate.
— ¿Qué...?
—Vete de aquí.

No era posible. No le había quitado nada. En ese momento se sintió agradecida. Estaba claro que nunca debió intentar comérsela... Pero, después de no ingerir nada en tanto tiempo, debió ser una necesidad.

Sin saber por qué, se acercó a él y lo abrazó. Sentía que lo odiaba, pero de pronto, su odio había sido sustituido por la típica generosidad de la chica. Le causaba horror, pero parecía que su corazón se había encogido al verlo. El que una vez fue el más temido y respetado, tenía ahora un aspecto fatal. Su belleza estaba presente pese a su extremo desgaste, sin dejar de verse espantoso.

—Gracias... Pero... Sal de aquí conmigo. No sé qué te hicieron. Pobre de ti, voy a...

No terminó de hablar, pues su cuello era aprisionado por una inmensa mano.

—Jamás te atrevas a tener compasión de mí.

 

¡Siento mucho la espera, en serio! De ahora en adelante trataré de demorar menos. En fin, este capítulo es producto de una enorme masa de inspiración y que su servidora termina el trabajo escolar antes de tiempo para que le queden minutos libres para escribir, jaja. Recomiendo que le den una repasadita al capítulo cinco por si no se acuerdan, perdón.

CAPÍTULO SÉIS: VIDA SUBTERRÁNEA​

La soltó. El fuerte rechazo de él no la había impactado, ya se lo esperaba.

Decidió no hablarle más. De todas maneras se pondría peor si lo hacía. Y ella creyendo que Inuyasha se encontraba ahí, qué ciega había sido.

Al pasar de las horas, la chica comenzó a sentir estragos en su estómago. Tenía hambre y cabía mencionar que demasiada.

—Tengo que comer algo —se dijo para sí. No esperaba oír nada, mucho menos una respuesta.
—Entonces come algo y cállate —una voz grave entró a su mente.
— ¿Cómo quieres que coma si ni siqueiera tú tienes qué comer? —Sesshômaru la miró y entonces ella recordó que él había estado a punto de devorarle un dígito, pero que al final no lo hizo—. Perdona, pero es que estoy desesperada.
—No tienes derecho a quejarte, yo llevo más de un siglo sin comer.
—Pues sí, pero —dijo tímidamente, como con temor a lo que salía de su boca— sigues vivo... —Tragó saliva—. Pero yo voy a morir si no como, y no he bebido nada tampoco.

Él la miró por lo que a Kagome le parecieron dos segundos. Pudo vislumbrar su rostro inescrutable, al igual que su elegante pero cansado semblante. Sin más, dejó de verla y su mirada se fijó en la nada, como antes.

***​

Ya eran casi cuatro días desde que la chica se había quedado encerrada debajo de las instalaciones del museo de ciencias. Le parecía sorprendente cómo era que continuaba con vida, pues no había bebido nada y mucho menos comido.

Su situación no era nada buena. Se encontraba débil, tenía frío y a veces le parecía que alucinaba. Dormía por largos periodos de tiempo y constantemente perdía la noción de este último.

Recordaba que diario oía a gente pasar, platicar y reír. No se le olvidaba la vez que intentó gritar hasta que sintió que sus pulmones colapsaban. Todo esto en vano. Ni hablar de su celular sin señal y su linterna atrofiada.

Sesshômaru ya no le había hablado y eso la hacía sentirse peor. La falta de interacción la estaba matando y seguramente terminaría por acabar con ella, pero no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

Cerró los ojos y se propuso no volver a abrirlos nunca más. Ya no quería sufrir, ya no quería ni pensar.

Cuando creyó que por fin había muerto, sintió una mano en su mejilla. Si bien el roce no alcanzaba la fuerza de una bofetada, tampoco había sido suave.

Con sumo ardor, abrió los ojos. Los círculos color azul habían sido rodeados por manchas rojas, revelando la gravedad de su estado.

Lo que vio la hizo saltar. La cara de cierto demonio se encontraba bastante cerca de su vista. En frente, se encontraba la mano de él sosteniendo a un ratón, que se sacudía frenéticamente al intentar escapar.

—Supongo que antes de que cerraran el hoyo por el que entraste, el roedor pudo haber entrado —lo tomó de la cola y lo sacudió.
—Por favor deja de hacer eso.

Sesshômaru dejó de agitar al ratón, quitó su enorme mano de la cara de la chica y enterró sus garras en el diminuto animal. Este último chilló y falleció rápidamente.

—No le inyecté veneno —pronunció él con su característica voz y le puso al animal sobre las manos.

Kagome se retorció. Aún así, pudo incorporarse y sentarse.

—Anda, quítale la piel y cómetelo.

Ella reaccionó y miró al ratón con asco. Iba a protestar cuando se le vino a la mente lo agonizante que la tenía el hambre. Se puso al roedor en la mano izquierda y con la otra tiró de su pelo, lo cual la hizo sentir un terrible escalofrío.

—Creo —con temor miró al youkai— que no sé cómo quitarle la piel, Sesshômaru.
—Dámelo —gruñó.

Y en ese momento, él empezó a quitarle la piel al asqueroso almuerzo, de una manera que Kagome no quiso ver.

Cuando el ratón ya no era más que huesos rodeados de carne ensangrentada, Sesshômaru la hizo voltear y se lo devolvió. Es estómago le dio tremendas vueltas. Tomó un pedazo de carne cruda para comérselo de una vez. Pero él tampoco ha comido, reflexionó.

Así que le extendió la mano con el animal destrozado.

—Por favor, toma la mitad.
—Creo haber dejado claro que la compasión no es de mi agrado —le reprochó.
—Ya sé, ya sé —dijo recuperándose un poco de su terrible estado—. Es más como un agradecimiento a tu... Gesto.
—No lo digas.

Dicho esto, tomó la mitad de la carne, le quitó los huesos y se la tragó como si de cereal se tratase.

La chica se propuso a hacer lo mismo. Jaló bastante aire hacia sus pulmones y contuvo la respiración antes de meterse un trozo a la boca. Batalló para tragárselo debido a su desagradable sabor. El segundo pedazo pareció atorársele en la garganta,, lo que provocó que comenzara a toser bruscamente.

El aire le faltaba y ella no podía ni tragar ni escupir. Desesperada y sin pensar, se aferró a la ropa del youkai. Sintiendo que se desvanecería, Sesshômaru la tomó de la cintura y le golpeó la espalda con fuerza luego de apretar su estómago, presionándola contra sí mismo.

Finalmente, el pedazo de carne salió acompañado de un par de huesos casi invisibles. La cara de la chica recuperó el color cuando pudo respirar con fluidez.

—Debes ver que no tenga huesos antes de que intentes comértelo —le espetó.
—Es que no los vi... Gracias.
—Sí. Ahora quítate de encima.
—Disculpa —se retiró de su lado.

A continuación, siguió comiendo ratón crudo. A partir del tercer bocado, le sorprendió el hecho de que comenzaba a disfrutar lo que normalmente le repugnaba.

Había sido tanta su hambre, que con comer medio ratón se sentía satisfecha.

—Al menos por ahora, puedo aguantar un poco más. Aunque todavía tengo sed —sonrió, cansada.
—A veces, cuando llueve —le contestó él. ¿Era que ahora iba a hablarle más seguido?— el agua se filtra y puedo beber de ella.
—Hmm —se recargó en una pared—. ¿Cuándo crees que llueva aquí?
—Aquí siempre llueve. Pronto.

Tras un largo silencio, Kagome se quedó dormida. Su sueño ahora era más tranquilo y seguramente su confundida mente se preguntaba el porqué.